Almas gemelas
Moroha:
El molesto silbato del entrenador Renkotsu sofoca a los chicos que corren por la larga pista deportiva. Mis cabellos se mueven de un lado a otro con cada trote; Y algunos mechones rebeldes, al igual que en mi flequillo, son obligados a salirse de la coleta para entorpecerme la mirada. Me obligan a maldecir una y otra vez;Un calor ascendente, que impulsa a los poros de piel a segregar gotas de sudor grueso, que se resbalan por mi frente cada vez que elevo la mirada. Llevamos horas corriendo sin descanso alguno. Un excesivo entrenamiento que no supone un grave problema para mí. Los deportes se me suelen dar bien; Y de hecho, creo ser la única que soporta toda la carrera sin tan siquiera parar a tomar aire. A pesar de que mis pulmones me lo exijan.
Muchos alumnos se quejan de ello. El entrenador Renkotsu es del tipo de profesor que porta un carácter demasiado intolerable; El primero que ha conseguido hacer de la educación física una intensa tortura. Incluso Towa luce cansada en contraste a la soltura con las que corresponde a estas actividades. Pero es entendible; Superamos nuestro límite, y ello la obliga a quedarse hasta el final.
Enfoco mi mirada por los cielos y me sorprendo con el hermoso paisaje. Anuncia la llegada de la noche cuando la tarde rojiza provoca la visión salteada de estrellas entre el descenso de colores que se producen en el crepúsculo. Pájaros que surcan por los aires en bandadas que crean figuras coordinadas por sí mismas. Espirales y saetas que serpentean para colarse por el follaje verdoso hasta toparse con las ramas de los árboles. Digna de belleza que porta Akamura, y la convierte en un sitio insólito.
La vista es interrumpida por el ruido estridente que corta mi tranquilidad. Regreso a la carrera nuevamente, una vez que el entrenador nos afana y vuelve a hacer uso del silbato que cuelga sobre su cuello. Respiro hondo, y mis ojos se deslizan hasta la cabellera castaña que se me aproxima; Como era de esperarse, Setsuna ni siquiera ha dicho nada en todo este tiempo. Solo corre tras de mí con un rostro totalmente neutro. Como si no le importara el cansancio o el sudor. Ha conseguido alcanzarme, y me molesta que siempre sea tan perfecta en todo. Con una infalible resistencia que nos rivaliza.
Por mi parte, decidido guardar mis distancias lejos del grupo; Sin detenerme a mirar a mi alrededor, y limitándome a solo sentir la adrenalina en mi cuerpo. En como el calor del momento me envuelve en la rapidez que mueve por el aire todos mis cabellos. Sentirme libre mientras que cada paso me hace tomar más fuerza para seguir avanzando, sin importar todo el cansancio y la agotadora jornada. Sin importar el día de mierda que como siempre no hace más que perjudicar mi cordura. Es respirar la brisa que rompe contra mi rostro y me ensancha el pecho. Perdiendo la cuenta de las tantas vueltas que llevo por todo el campus. No me considero perezosa (Convenientemente), y de ser posible, en el futuro me gustaría unirme a algún equipo deportivo.
—¡Vamos bola de imbéciles! ¡Dejen de holgazanear! —Si algo lograba sacarme de quicio era que gritaran cada dos trotes que dábamos. Como ese imbécil continúe jugando con mi paciencia, lo mandaré todo al carajo y no me interesa la medida que se me pueda aplicar. Tuerzo la mirada nuevamente. Cansada de que mis ojos repitan la acción siempre que su voz sacatímpanos golpee contra mis oídos, y este sea acompañado del ruido molesto que sopla con su silbato. Animando a continuar a los pobres que ya no pueden ni con sus vidas.
—Señor Renkotsu... Ya no puedo máaaas... — De Towa cae una pequeña gota azul sobre su frente; Sin poder resistir a otra vuelta como la digna blanda que es. Se detiene un segundo. Los suficientes como para permitirle un corto reposo a sus músculos, en lo que el aire entraba y salía de su cuerpo con la misma velocidad con la que corría hace tan solo un instante. Se muestra exhausta; Encorvada hacia adelante para que los pequeños mechones albinos le cayeran y redondearan su cara enrojecida, probablemente por el sol de la tarde.
—¡Oye niña! ¡¿Pero qué diablos estás haciendo?! —Un fiero rugido rompió con su efímero descanso. Uno acompañado de palabras graves que la impulsaban a seguir corriendo. Mi amiga se sobresalta con el regaño, y posteriormente, obliga a sus piernas a seguir trotando por las líneas limitantes.
Como ella, muchos balbucean cosas debido al agotamiento; Y me es irresistible no volver a torcer los ojos como una de tantas veces que he repetido la acción en el día «Ni que esto fuera la estúpida milicia». Mantengo mi trote a la misma velocidad media con el que llevo sobrellevando toda esta payasada desde que inició. No me encuentro cansada y aún puedo continuar sin dificultad; Pero eso no significa que me encuentre renovada y con todas mis energías en su cúspide. Más bien estoy sedienta. Con cierto ardor en la garganta que me lleva molestando lo suficiente como para detenerme, no obstante, no lo hago. Me mantengo firme las horas que sean necesarias hasta que el puñetero timbre anuncie el final de otro estruendoso día.
Siento que no solo mi residencia va a quebrarse en breve. Incluso mi amiga castaña se muestra tentada a parar por el ligero temblor de sus piernas tensas; Al parecer el entrenador sostiene un fetiche extraño con joderle la vida a los alumnos. Es un placer retorcido de su parte, porque de reojo, lo observo sonreír con tintes macabros desde la línea de partida. Lugar por el que no se ha movido desde que comenzamos a trotar. Ya ni sé que hora es exactamente, pero puedo sentir como el sudor me corre a chorros por la espalda y como la velocidad va mermando a medida de que cobra más fuerza la sed. Más me mantengo con paso presuroso; Sin dejar de darle al profesor leves miradas de puro odio. Lamentablemente, ya tengo demasiados problemas de comportamiento como para agarrármelas ahora con el entrenador.
—A... agu... agua... —Mi amiga albina cae rendida contra el césped del patio trasero del Instituto, junto a la pista de resistencia. Aquel maniático nos ha concedido un mini descanso de diez minutos. Más el tiempo es demasiado pequeño como para restablecer todas y cada una de nuestras energías. Se escuchan jadeos por todos lados; Toses desenfrenadas al ritmo de corazones acelerados; Y botellas de agua siendo vaciadas sobre bocas, rostros y pechos. Las condiciones climáticas tampoco están de nuestra parte; Sobretodo cuando la primera realiza su despedida para darle paso a un verano sofocador.
—Pásame eso. —Prácticamente le arrebato la botella a mi amiga aún cuando esta se moría de la sed. Están esparcidas por todos lados y tal parece que somos una especie de club anti-ecosistema con tanto plástico desperdigado por la hierba. El egoísmo entre estudiantes es perceptible; Muchos que se olvidan de traer sus propios neceseres y se aprovechan de la bondad de los demás; Otros que terminan con los suyos para irle a pedir agua a los siguientes; E incontables negaciones y robos de un estudiante a otro. La hipocresía es la conducta natural de la gente de este pueblo. La disfrazan de una falsa modestia que en momentos como este es reemplazada por un propio egoísmo. La humanidad se hace a un lado solo para que la supervivencia vaya de la mano de cada uno de sus integrantes.
—Ya no aguanto esto. —La gemela mayor exhala un aire caliente con profundidad. Recuesta su cuerpo por el suelo en lo que trataba de calmar su respiración. También maldice una que otra vez por lo molesto que le resulta aguantar los caprichos del entrenador; Alegando un comentario interesante sobre crear una secta rebelde y denunciar a ese maldito. La idea es tentativa, no obstante que venga de Towa me hace lanzar una especie de risa con un leve tinte de desgano —Devuélveme eso. —Pide como la cría de un tigre enjaulado. Aferrándose a su termo de agua como si este le ofreciera la vida misma. Y me alegro de que entre nosotras no exista esa brecha invisible que los demás tienen inculcados en su concepto retorcido de compañerismo.
—¿Ha seguido en eso todavía? —Pregunta incrédula tras dar un sorbo, elevando la vista hacia el frente. Imito su acción, comprendiendo aquella inquietud que al parecer era demasiado obvia.
—Eso parece. —Inhalo con cierta fuerza en lo que nuestras miradas no se separaban de la pista. Seguían los movimientos oscilantes del oscuro cabello castaño y la veta rojiza que lo complementa.
Ambas suspiramos sin dejarla de mirar; La hermana gemela de Towa, y al mismo tiempo mi peor pesadilla, continúa corriendo lentamente como si no necesitase de los cortos minutos que tenemos para reponer nuestras fuerzas. Hay muchas cosas de la personalidad enigmática de Setsuna que no comprendo todavía a estas alturas, y sin duda esta era una de ellas; ¿Qué gana al final si está igual de agotada que nosotras, o quizás hasta más? Tampoco es que sea muy deportiva, por lo que este comportamiento nos deja demasiadas sospechas. Ni siquiera se sale del contorno de las bandas rojizas y las líneas blancas que delimitan con el césped y el patio trasero de la escuela. Recorriendo la pista gigante en su completa extensión; Una de forma ovalada que ocupa lugar junto a la alberca.
—Debe estar loca. —Masculla su hermana sin ponerle demasiado asombro a la situación. Era natural que su gemela hiciera este tipo de cosas por propia voluntad. Por mi parte, me encogí de hombros sin dejar de beber; Decidí que yo tampoco le tenía que dar demasiada importancia a sus actos ilógicos —Oye, no te lo acabes que luego Setsuna tendrá sed, y no estoy en condiciones para soportar sus tontas peleas. —Señala severa y me veo obligada a bufar y hacer el pomo hacia un lado; Por supuesto, ejecutando la tan conocida acción de blanqueamiento de ojos.
Algo que molesta a nuestro entrenador, es que se burlen de su dizque "trabajo" como profesor escolar de educación física. Su detestable persona se siente con todo el derecho de entretenerse abusando de nosotros como si algún día verdaderamente esta clase tuviera algún propósito en nuestro futuro. Ver a Setsuna correr en parte me llena de coraje; Se sobre explota a sí misma, y eso no será un hecho que ese demente le vaya a considerar.
Cuando el corto descanso termina, volvemos a retomar la carrera. Efectivamente, el imbécil de Renkotsu no dice nada sobre mi amiga. Regresa con el molesto sonido de su silbato para terminar de explotarme la cabeza y que mis sesos encuentren el adorado silencio bajo los gritos de terror «Ojalá esa metáfora funcionara». Esta vez, mis vagos músculos duelen incluso hasta para levantarme. Se escuchan varias maldiciones, y un pequeño bufido por parte de Towa; Setsuna en todo ese tiempo no se ha detenido. Se mantiene con una postura tranquila y calmada como si esto no le afectara nada en lo absoluto. Parece que necesita estar sola por alguna razón, y supongo a que se debe a que le denegaron la admisión para entrar a la academia de música. O al menos eso me dijo Towa. Debe sentirse decepcionada y cabreada por ello; Sería irónico que la hayan suspendido. Y supongo que esta carrera debe ser una especie de castigo hacia sí misma.
En lo personal, siento muy extraño aquello; Hace unos meces, Setsuna envió la solicitud a Tokio donde le realizaron algunas pruebas con el violín de manera Online. Parecía que todo marchaba perfectamente. Y aunque mi amiga no suele demostrar su emoción, su hermana y yo tenemos en cuenta lo importante que debió de ser para ella. No sabemos que pudo haber salido mal. Aunque no es muy difícil darse cuenta de que no la aceptaron, por no ser hija de "alguien" con grandes fondos en una cuenta bancaria como para pagarle su estancia ahí «No saben el estúpido error que cometieron».
Si algo sabemos perfectamente, es el talento que Setsuna tiene con el instrumento. Es injusto que a la sociedad le importe un bledo su arte solo por un interés económico. Supongo que así funcionan las cosas en la gran ciudad. Y más cuando dicha academia es una de las más influyentes en el país. Habrá que dejarla sola durante un tiempo. Es irritante cada vez que se pone así, por eso, lo mejor es no provocarla; También es probable, de que ya no quiera volver a inscribirse en algún lado puesto que es la reina del pesimismo. Una característica que tenemos en común, aunque en ella es muchísimo más notable. Y tal vez solo sea cuestión de orgullo; Porque por primera vez, tendría alguna especie de inseguridad.
De repente; Una chica cae en medio de la pista y alarma a los estudiantes.
—¡Sakura-san! —Otra se acerca corriendo hacia la inconsciente. Su rostro refleja toda su preocupación. Incluso se ve bastante sofocada, al igual que la chica de pelo rosa tendida en el suelo.
—¿Qué es lo que pasa con ustedes dos? ¡Ya déjense de sandeces! ¡¿Acaso les dije que se detuvieran?! —La voz del hombre tronó con desagrado ante la osadía y la muchacha tembló con el miedo que este le produjo.
—¡Señor Renkotsu, tenemos que parar con el entrenamiento! ¡Mi amiga no almorzó nada en todo el día y seguramente el calor le ha afectado! —Suplica la alumna con desesperación. Luego es poseía por una tos constante y repentina; Un chico le alcanza un inhalador ante la falta de aire, y esta le agradece el gesto después de dar el primer "puff" contra su boca.
—Yo soy asmática... Y creo que también perderé el conocimiento si continúa la fatiga. —Concluye mientras intenta reanimar a la otra chica en el suelo. Gracias a eso muchos también se animan a quejarse junto a ella, creando un enorme embrollo lleno de palabrerío; Por su parte, Towa se dedica a ayudar con las gotas de sudor grueso bajándole por el rostro. Más Setsuna recién se da cuenta de todo el alboroto deteniéndose en su lugar.
—¿Qué pasa? —El señor Renkotsu hace una mueca de cólera ante el inaceptable reniego de sus discípulos. No concebía aquella actitud tan de dientes para afuera que habían adquirido. Debían aprender que él era la autoridad —¿Qué falta de respeto es esta? ¡Vamos! Solo los puse a correr por la pista. Hace mucho que el descanso terminó ¡Así que no sean tan quejicas y...!
—¡NO! —Un grito iracundo rompe en el aire. Desafiante e imponente. El mismo furor que me recorre y me obliga a mantenerle la mirada en alto. Crudamente nuestros ojos se encuentran. Más la macabra sonrisa que reluce en sus labios parece alegrar toda su tarde.
—Niña, no te conviene tener problemas conmigo; Así que fíjate a ver a quien le hablas así. —Amenaza, con el brillo de diversión alumbrando en sus orbes oscuras. Aquellas que no dejo de mirar con un profundo recelo; Harta de que continúe abusando de nosotros como si fuésemos su estúpido entretenimiento. Esto no entra dentro del ámbito escolar. Ninguno de nosotros carga con la resistencia adecuada como para someterse a casi dos horas de carrera. Simplemente es inhumano, y el hecho de que lo disfrute me enfurece.
—¡No vamos a correr más! ¡Ya me he cansado de soportarlo! —No me interesa que los demás queden boquiabiertos ante mi elección de palabras. La falsa modestia y los lloriqueos siempre han sido el único método que son capaces de utilizar. No obstante; El miedo es un sentimiento carente dentro de mí.
—Moroha... —Susurra Towa a mi lado, con discreción —Por favor; Ya no causes más problemas.
«¡Tsk!» Me morfo. Esta vez sin ocultar la expresión perpleja que la señaliza ¿Qué no era esto lo que quería? ¿O también se volvió otra débil sin ovarios que teme expresarle las mierdas en la cara a ese maldito opresor?
—¡No Towa! ¡¿Acaso quieres seguir con esto?! Solo mírate. Estás agotadisíma desde hace mucho; Y una de sus estudiantes está colapsando, y aún así, no le importa. Puedes seguir con esto si no tienes el coraje de refutar ¡Pero yo me largo de aquí! —Siento como la ira me consume ante la amarga sensación de decepción. Ahora mismo no reconozco a mi amiga; Una que al parecer me ha demostrado que es igual de cobarde y sumisa que los demás. Toda la fuerza perdida resurge de la nada cuando las palabras de aquel maldito resuenan en el aire otra vez. Una carcajada vacía que solamente consigue provocarme.
—Solo estás exagerando niña. En los deportes estas cosas suceden a diario. —Se encoge de hombros. Más la mueca de repulsión que sale de mí no evita que me quede callada. Explota en una risa sarcástica que le produce un pequeño tic en su ojo derecho, signo de su enfurecimiento.
—Usted solo se está burlando de nosotros ¡¿Acaso es divertido aprovecharse de su cargo como para tenernos dando vueltas como ganado de ovejas?! ¿Sabe qué? Me niego a darle ese placer. Tome la medida que crea necesaria. —Ya estoy cansada de esta discusión; Más quedo alerta ante cualquier improperio que salga de sus labios. La primera palabra que me escupa no detendrá mi decisión. El profesor tan solo adopta una postura sublime; Como si el mismo se colocara sobre lo alto de un pedestal.
—Niña, en esta pista yo soy el que manda. Si tienen algún problema con eso pues tendrán que aguantarse. —Se encoge de hombros mirándonos con altivez «¡¿Está de broma?! ¿Qué clase de concejo estudiantil permitió que fuera profesor?». Me lanzo hacia él con un gruñido colérico. Por desgracia Towa alcanza a tomarme por los hombros, pero aún así, no evita que me retuerza en sus brazos al compás de la vena nerviosa que palpita y clama por sangre. Una furia que emerge desde mi pecho buscando la liberación «¡Le voy a partir la cara!»
—¡Moroha Basta! —Regaña la albina con una crudeza que no es muy común en ella. Casi intimidante diría, si mi sangre no estuviese hirviendo por la adrenalina en estos momentos. Y es que mi mirada no lograba apartarse de él. Lo había marcado como uno de mis objetivos en mi lista vengativa. Una hoja imaginaria que va anotando y rayando los nombres de todo aquel que con el que tenga un tema pendiente, o una confrontación. Consigo zafarme del agarre con algo de brusquedad. Erguida. Y lista para volver atacarlo verbalmente.
—Haré que lo despidan. Me quejaré con el director Totosai y lo sacarán de aquí. —Amenazo con firmeza. Si me terminan expulsando por su causa tendrán por seguro de que lo arrastraré conmigo.
—No seas ingenua. —Se burla sonoramente. Como si hubiese acabado de decir la mayor de las estupideces —Ya tienes demasiados líos. Así que no me vengas con amenazas si no quieres que a la que saquen a patadas de aquí, sea a tí. —Mis manos se empuñan con sus palabras. Tan patéticas y mediocres como él. Hubo un pequeño cosquilleo entre las comisuras de mis labios que me obligaron a sonreírle. Una demente diversión que no sabía de donde surgió, o porque me poseyó. Tan solo reía con desequilibrio. Una risa malévola y vacía que estallaba finalmente como una loca carcajada. Dejando un horrible sabor en mi boca, pero también una desconocida satisfacción ante los ojos perplejos que me observaban delirar.
—Pruébeme. —Lo reté; Sin quitar la macabra expresión que lo serenaba y lo llenaba de ansiedad. Volteo a mirar con soberbia a nuestros espectadores. En silencio. Hostigada de verles la cara a todos estos masoquistas. Harta de este pueblucho y de su gente. Un resentimiento que aflora a través de los recuerdos que se me acumulan con los años. Momentos que rememoro como el rollo de una película. Pero esta vez, aquellos instantes venían acompañados de la negra espesura de la sangre «Tontos. Tontos todos. ¡Ojalá se pudran!».
—Moroha ¿Qué te pasa? —Mis amigas parecen intimidadas. Semblante que se clava en cada una de las miradas de los demás. No les respondo. Tan solo disfruto del delicioso sentimiento de ser dominada por el furor. Por el odio que le tengo a cada uno de los que gozan con mi sufrimiento. Por mis sentidos que aclaman venganza. Que aclaman sus gritos de terror. Que aclaman verlos de rodillas pidiéndome misericordia. No entiendo de donde brota tanta rabia contra todos los que me rodean. Pero me hace sentirme demasiado bien; Con el valor suficiente como hacer una completa locura. Una rebelión contra aquellos que sienten placer al convertirme en su objeto de burlas. Contra aquellos que me humillan.
—Déjenme sola. —Me vuelvo rumbo a los baños. Confusa por mi propio actuar, y a la vez impresionada por los pensamientos homicidas que salieron de la oscuridad de mi mente. De repente tuve temor de mí misma. Quise huir lejos y escaparme de todos. Enfriar las ideas que piden persecución. Hubieron voces que me llamaron, pero se oyeron difusas y graves dentro de toda la incomprensión que atravesaba. Estaba sumida en mi propia consciencia; Y cuando me enfrenté con la realidad, oí al entrenador mascullar alguna tonta advertencia. Más solo me limité a sacarle el dedo corazón, sin intención de detener mi rumbo «Váyase a la mierda».
El agua del lavabo impacta contra mi rostro. Sumerjo nuevamente las manos bajo el chorro del grifo, para posteriormente volver a esparcirla contra mi cara. Repito la acción como unas siete veces. Observándome a través del espejo para encontrarme con una nublosa expresión, que últimamente es bastante perceptible en mí. Un punto oscuro dentro de mis ojos, que convierten el dorado intenso en un tono demasiado opaco y hueco. Una mirada que me atemoriza. Porque no sé si pueda volver a controlarme; Me asusta lo que pueda ser capaz de hacer. Momentos en los que mi cuerpo exige una lluvia sangrienta. Un placer tan retorcido que me estremece, y me encanta. Me encanta demasiado. Por eso no quiero darle la rienda suelta a esos deseos. No quiero descubrir el origen de esta inclinación y convertirme finalmente en un monstruo.
«¡Maldición!» Golpeo la repisa. Descargando toda mi furia contra el mármol del lavamanos. El listón que sujeta mi coleta cae hacia el suelo con elegancia; Dejando que el manto negro me envuelva y cubra mi rostro hasta volver a encontrarme con mi reflejo en el cristal «¿Qué me está pasando?» Mis ojos no encuentran respuesta a través del propio dorado oscuro. Solo ven la atrayente tentación que desde hace días me incita a explotar. No. No quiero eso. Y sin pensarlo mi puño fracciona aquella visión. Trozos del propio espejo que impactan contra mi carne, y lo salpican todo de rojo.
—Mierda... —Susurro al ver la sangre correr por mi brazo. Levanto la mirada otra vez. Pero aquel color opacado había regresado a tener su propio brillo.
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La mano me arde a horrores. Intenté retener el sangrado con cosas encontradas en el baño del colegio; Aunque terminé cubriendo mi brazo con la propia corbata oscura de mi uniforme. Para cuando vuelvo con los otros la campana comenzó a anunciar la salida, y en parte eso me alivia, porque de todas maneras no pensaba continuar con esta estupidez. Towa y Setsuna me miran extraño cuando me acerco y me ven lastimada; Confundidas por mi actuar incomprensible de hace un momento. Internamente, ni yo misma entiendo lo que me sucede. Un desasosiego que todos compartimos por igual. Un mismo miedo hacia lo desconocido.
—¿Qué te pasó? —Inquiere Setsuna señalando hacia mi brazo. Me encojo de hombros, lo menos que necesito ahora es un tonto interrogatorio.
—Destrocé un espejo. —Mi mirada se pierde en la nada. En los estudiantes que me miran recelosos y desafiantes. La ira resurge nuevamente y me veo obligada a desplazar la vista. Tragando duro para aclarar de alguna manera esa sensación mancillante.
—¡Moroha estás loca! ¡Ahora sí que has perdido la cabeza! —Towa se exaltó como maniática; Haciéndome poner los ojos en blanco para tratar de sobrellevar su tonto dramatismo.
—No seas paranoica. No estoy muerta. —Me alejo de ellas. Sin que la pesada presencia de la vista de Setsuna abandone mi cuerpo. Tiene los ojos entornados y las cejas arrugadas. Más no dice nada, pero no es necesario cuando el violeta y el dorado coinciden de forma gélida.
—Estás actuando raro. —Towa me encara. Cansada y molesta al parecer. Su acusación me hace respirar con los ojos torcidos. Como si tratara de equilibrar la balanza que nos mantiene en tensión —¡¿Qué mierdas te pasa?! ¡No puedes seguir causando desastre por donde sea! ¡Amenazaste a un profesor! ¡Lo desafiaste! ¡Y ahora rompes un espejo del establecimiento por un tonto berrinche! ¡¿Acaso estás buscando la expulsión?! ¡Respóndeme!
Detengo mi andar, y me volteo levemente para condenarla. Algo parece advertir a Towa de lo que puedo ser capaz. La deja en un repentino silencio que va de la mano de su expresión.
—No se entrometan. —La fulmino. Las fulmino a las dos. Dando un tosco gruñido que las invitaba a guardar distancias. Era lo mejor que podían hacer si tenían pizca de inteligencia —Solo déjenme en paz. —Me largo. Consiente de haber dejado a mis amigas con la palabra en la boca, y sin que mi humor se preste para recibir un maldito sermón; Me es inevitable no sentirme mal por eso. Ellas no se merecen mi desprecio. Aunque supongo que crecer juntas ha contribuido a nuestra relación; Las únicas que nunca me han maltratado. Las que siempre se han mostrado atentas a mis sentimientos. Las que me defendían de los demás. Quienes me daban su mano en cada problema. Y me duele que algún día mi rencor las alcance y no pueda detenerme. No quiero herirlas por culpa de palabras desmedidas.
Hace tiempo; me prometí a mí misma que jamás me desvanecería ante nadie. Encontraría la libertad en los brazos de las penumbras. Necesitaba escapar de los que me veían y sonríen. Necesitaba encontrar la tan anhelada soledad.
Unas enfermeras atienden a la chica desmayada que apenas recupera el conocimiento. Fui retenida nuevamente; Debido a que mi entrenador se fue de lenguas con el director Totosai. Es un maldito cobarde. No obstante, no olvidaré sus palabras. Le cobraré cada una de sus frases. Más controlo las inmensas ganas que tengo de destrozar su rostro. Es algo que mi cuerpo pide como una necesidad imperiosa y relevante. Por suerte, el tema de mi brazo no tuvo lugar en la conversación. De hecho, me dejaron salir antes de lo previsto con el único pretexto de tratarme la herida. A mí me dió igual, pero moralmente, lo que acababan de hacer era un hecho inaceptable e inhumano.
El ocaso ya comenzaba a teñir el alrededor de un rojo naranjizo y profundo. Leo el mensaje de texto que recibo de mi madre desde el teléfono de su amiga —"¿Moroha donde estás? Te estoy esperando." —. Ella es otra que tampoco deja de presionarme últimamente. Más solo la esquivo; Ahora mismo, lo que menos quiero hacer es regresar a casa. La bici se detiene frente a la carretera-mirador que conduce hasta la cima de la montaña, lugar en donde se ubica el templo. Pierdo la vista en el lago que refleja las grandes franjas rojizas. Inclinada sobre la baranda delimitante; Y suelto el suspiro que llevaba reteniendo durante casi media hora. Pensativa con lo que viví momentos anteriores.
Una risita áspera le da un toque melancólico a lo mediocre de mis cavilaciones. En serio soy una tonta; Una que en el fondo aún no se da cuenta de que no pertenece a este lugar. Que soy diferente a todos y siento que no encajo dentro de sus parámetros de convivencia. Hay algo dentro de mí que me dice que cambió.Algo que sin duda me aterra descubrir. Y lo de hoy no fue más que otro de sus episodios.
«Alguien viene» Escucho pasos cerca de aquí y frunzo el ceño con extrañeza. Estoy sola en la carretera y no hay señales de autos circulando. Entrecierro los ojos ante la silueta difusa que se refleja en la oscuridad. Una ráfaga de aire impulsa mis negros cabellos cuando mis ojos destellan con los últimos rayos de luz. Atenta a cualquier movimiento sospechoso desde aquel sitio. Lista para encarar a aquello que me persigue.
—¡Sal! —Vocifero. Sin miedo alguno que me supere. Más la risa que resuena en el aire me hace fruncir el ceño con escepticismo.
Una figura se revela desde las sombras. Su cabello plateado resplandece con el cielo, y sus ojos ambarinos alumbran con fuerza. Mi expresión de desconfianza se incrementa; Me hace elevar la cabeza en un signo desafiante. Sobretodo con el aire engreído que me transmite. Hace que mi guardia tome lugar en sus puestos atenta a cada movimiento que produzca.
«Me parece reconocer a esta persona» Se detiene a menos de un metro de mí. Lo miro de pies a cabeza. Gesto que el mismo repite sin que sus orbes dejen de repasarme. No hay palabras de por medio. Solo miradas desafiantes entre los dos.
—Tú eres el tipo de la otra noche. —Hablé sin reservas. El hombre inoportuno chasqueo la lengua con mis palabras. Al parecer él también me reconoció.
—¿Qué te pasó en el brazo? —Inquirió sin apartar la vista del torniquete inventado que me cree con mi propia corbata escolar. Miré hacia mi propia extremidad que chorreaba sangre a través de la tela. No obstante no me quejaba. Había tenido heridas peores.
—¿Por qué me seguías? —Lo sorprendí con otra nueva pregunta. Esta vez miró directamente hacia mis orbes doradas, y por primera vez notaba la extraña similitud en el color de nuestros ojos. Aunque la sonrisa que surgió de sus labios, me tensó mucho más desconfiada que antes.
—No te seguía. Fue pura casualidad. —Rompió con la distancia que nos separaba. Estuve a punto de reaccionar de forma violenta cuando pasó por mi lado como una brisa de otoño. Esperaba cualquier gesto inapropiado de su parte; Pero un trozo de mí se sintió decepcionado al ver que solo se colocaba a mi lado e imitaba mi acción. Inclinado en la baranda para observar hacia el Crepúsculo y conversar como dos viejos compañeros de aventuras —¿Me dirás qué le pasó a tu brazo? —Insistió. Tan solo miraba hacia el frente con cierto aire sereno. Al parecer uno de los dos tenía que intentar romper con la tensión. No obstante, no se lo iba a poner fácil.
—¿Por qué te importaría? —Sostuve mi propio brazo de forma inconsciente. La herida me ardía un poco con cada toque. Más mi orgullo era mucho más fuerte como para reconocer que me dolía.
—No tienes porque ponerte a la defensiva, Moroha. —Giró su rostro para verme. Serio e imponente. La tensión de mis hombros se relajó un poco tras sus palabras, con leves tonos de dureza. Pero de igual forma mantuve nuestras lejanías.
—Golpeé un espejo. —Solté en un bufido. Decirlo de aquella manera lo hacía sonar como algo ridículo para la gravedad que significaba. Para mi sorpresa no le dió exagerada importancia, y más bien alzó las cejas en comprensión —¿No vas a preguntar por qué? —Inquirí. Esperando que en cualquier momento soltara la incógnita.
—¿Acaso me lo dirás? —Preguntó en cambio. Mi ceño fruncido se incrementó. Tal vez sea yo la que se está poniendo demasiado incoherente. La naturalidad con la que me habla es foránea, pero fluida. Un tira y afloja entre ambos que le daba una insólita armonía a nuestra especie de encuentro —Eso creí. —Asumió por su cuenta.
«¿Por qué estaba aquí?» Lo miré fijamente. Sus firmes facciones no me transmitían seguridad «Será mejor que me vaya».
—Espera. —Habló de repente. Como si hubiese leído mis pensamientos, o tal vez por el ademán de ida que realicé inconscientemente. Me volví hacia él sintiendo como los cabellos oscuros me recorrían por la espalda con majestuosidad. Su presencia me producía cierta incertidumbre. Sobretodo cuando me mira como si la duda bailará en la punta de su lengua —¿Te sucede algo, verdad?
Bufo. Sin dejar de hacer la tan conocida mueca de reniego con su comentario «¿Tan evidente soy?».
—Eso no te interesa. —Aparto la mirada. Consiente de que él no ha quitado su vista de mí, y encarna una ceja en cuanto suelto esas palabras. La ligera tranquilidad de repente se transforma en una terrible irritación que va acompañada de un ligero malestar en la boca de mi estómago. Ni siquiera sé porque le obedezco y no decido irme sin más «¿Acaso estoy buscando la comprensión?». Tan solo permanezco reacia; Y creo que al fin le ha quedado claro que no me encuentro de humor como para hablar con nadie. Mucho menos si el tema en cuestión es respecto a mí.
—Tuve una pelea. —Suspiro. Sin saber porque demonios me sinceraba de repente ante este desconocido. Tampoco hubo una reacción extraordinaria en su semblante después de mi respuesta. Se mantenía sublime, como si todas sus suposiciones hubiesen sido acertadas.
—Ya veo. —Susurró. Y agradezco el hecho de que no me pregunte la razón de cuyo pleito; Más no me hace bajar del todo la guardia de acero que puse frente a él —Esas cosas deben de ser comunes cuando no andas lloriqueando con semejante herida en el brazo. —Señaló. Sacándome una leve sonrisa que ni yo misma me di cuenta que esbocé.
—Ya estoy acostumbrada. —Le resto importancia. Respirando hondo para que aire espeso de la noche penetrase dentro de mí —La gente siempre me ha conducido a los problemas, así que no es novedad. Mi madre y yo nunca fuimos vistas de buena manera en Akamura. —Confieso. Pero cierto punto en mis palabras lo hizo erguirse a mi lado para encararme ceñudo. De repente, estaba siendo sometida por su mirada.
—¿Tú madre? —Preguntó con el semblante endurecido. Gélido. Como si la sola mención de ella hubiese desvanecido el ritmo oscilante con el que íbamos conduciendo nuestro diálogo.
—Ella y tú... ¿No son muy cercanos o sí? —Tengo la sensación de que hay puntos ciegos dentro de su coartada. Para haber sido viejos amigos, mi conocimiento sobre él era totalmente nulo. Aunque, de cualquier manera, eso no era algo que me interesara —Vivimos bajo constante prejuicio; Suelen pensar que ella se prostituye por las noches y la desvaloran, sobretodo por no estar casada. En este sitio, si no tienes a un hombre que te represente las mujeres son muy mal vistas. Un concepto muy antiguo y machista.
—¿Y que hay de tu padre? —Inquirió. Casi al instante; Poniéndole demasiado énfasis a esa pregunta. Aparté la cabeza hacia otra parte con aquel encogimiento estomacal que siempre sucede cuando alguien toca ese punto prohibido. Cuando alguien despierta el rencoroso sentimiento que me devora.
—¿Padre? ¿Qué padre? Yo no tengo un padre. Jamás se ha aparecido en mi vida, y no tiene la mínima idea del odio que le tengo por abandonarnos. Por dejar que mi madre sufriera en este infierno de pueblo retrógrada. Un vil cobarde que la dejó sola en cuanto se enteró de la existencia de una bastarda. Un parásito nefasto que lo condenó a ella por el resto de su vida. —El coraje vuelve a teñir el iris ambarino. Una oscuridad que me absorta de toda opinión contraria. Que me consume y me hace perder el enfoque hacia otro punto determinado. Mi extraña compañía solo se mantiene pensativo en sus propias cavilaciones. Reflexionando en silencio. Para luego llenarse de repentina determinación y observarme directamente.
—Moroha, dime, ¿Qué edad tienes? —Su pregunta la encuentro demasiado fuera de lugar. Aunque su mirada me proyecta una sensación de certeza que no conseguía comprender del todo; Como si estuviese indagando alguna cuestión a través de mi mente.
—Recién cumplí catorce ¿Por qué? —Levanté la mirada. Su silencio me parece sospechoso. Mantiene una rígida concentración que me hace alzar el escudo protector con el que me he estado defendiendo.
—Por nada. Solo era una curiosidad. —Mete la mano en su bolsillo y saca una caja de cigarrillos. Enciende uno con un mechón de acero; Dándole una suave calada antes de soltar el humo por la nariz. Una acción que fue ejecutada con cierto toque de elegancia —Ese tipo es un hijo de puta. No merecías haber crecido en abandono. Supongo que la vida sabe lo que hace.
No digo nada al respecto. Tan solo me encojo de hombros perdiendo mi vista sobre el ambiente. Sobre aquel anochecer que era testigo de sus palabras.
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—Ya puedes irte. —Ordeno en cuanto llegamos al templo. La luna adorna en lo alto del cielo y los grillos penetran en el follaje con su sonido. El tipo se detiene dos escalones más abajo de mí. Absorto con la lejanía y la peligrosa oscuridad que señala el camino hasta la cima.
—¿Viven aquí? —Miró con curiosidad hacia lo alto de la escalinata. La oscuridad del bosque le daba un aire yermo y solemne. Un sitio abandonado de toda convivencia.
—Se supone idiota, por eso hemos venido hasta aquí. —Ruedo los ojos. Provocando una especie bufido en él; Creo que me está gustando verlo exasperar con mi actitud.
—Tú madre no te enseñó como referirte ante los mayores ¿Cierto? —Su sonrisa morfada consigue sacarme el mismo gesto. No obstante, el sarcasmo de sus palabras no lograba afectarme —¿Estarás bien si subes sola? —Inquiere. Más me encojo de hombros dándole a la situación el temple cotidiano que amerita en mi vida.
—No será la primera vez. —Le doy la espalda, sin dar despedidas o promesas de un nuevo encuentro. La verdad, no sé cómo sentirme respecto a nuestro trato. Acababa de darme un insípido sabor que no tenía origen ni nombre.
Hubo una risa resonando detrás de mí. Puede que esta conversación sea el inicio que desenlace a muchas otras.
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Nota de Autor: Les regalo este capítulo donde al fin conversan brevemente padre e hija. No veo el momento en que ambos descubran la verdad.
Feliz Halloween a todos.
Les quiero mucho.
Atte: La Kamila.
