REY DE LOS DEMONIOS

¡Hola! Aquí un nuevo cap.

Hoy es domingo, así que toca actualización y como lo dije ¡por fin llegamos al capítulo uno!

Y ya sin más, disfruten de esta nueva actualización :)

Atte. XideVill


Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.


CAPÍTULO 25.

KAGOME

Temor. Era lo único que recorría mi cuerpo tras aquella batalla y mientras corría por el campo ya desolado. Los cuerpos ya sin vida de algunos soldados yacían en aquel aterrador escenario.

–¡INUYASHA! – grité, aun sabiendo que la voz se me quebraría en el intento.

Me detuve en el filo del acantilado, busqué con la mirada al dueño de mi dolor, pero simplemente no lo encontré.

–¡Kagome! – escuché que alguien me llamaba a lo lejos, pero decidí ignorarla por completo.

Usé todas las fuerzas que me quedaban para llenar de aire mis pulmones y rezar a todas las deidades posibles para que trajeran de vuelta a Inuyasha. Pero eso nunca pasó.

–Kagome...

Miré a Sango cuando su mano se posó sobre mi hombro.

–Sango... – repetí su nombre conteniendo el llanto – ¿Inuyasha...?

–Se ha ido – confirmó lo evidente.

–No...

–Majestad tiene que ser fuerte.

–¡ÉL ESTÁ VIVO! Yo lo sé...

Me abrazó para contener mi aturdido y miserable ser.

–Cálmese por favor...

–¡Princesa! – Aquella voz me provocó un escalofrío aterrador – Usted no debería de estar aquí, es muy peligroso.

Con mucha dificultad me liberé de la prisión casi inconsciente que había creado Sango alrededor de mí.

–¿Dónde está tu Rey? –dije seria.

–Princesa yo...

–Kikyo, no lo volveré a repetir ¡DÓNDE ESTÁ TU REY!

La muchacha bajó la cabeza con fingido pesar. Lo supe porque, aunque intentó esconder aquella sonrisilla, la pude ver.

–¡SANGO!

–Dígame mi Reina.

–Quiero que saques a esta serpiente de mi vista.

En ese instante los ojos de Kikyo me miraron con terror.

–No eres capaz... –se atrevió a retarme.

–Tienes razón, yo no soy capaz de quitarle la vida a un ser humano inocente. Pero tú –La tomé del brazo y la obligué a mirarme – No eres más que una maldita traidora.

–Pruébalo... - susurró.

–¡Lo haré! Y entonces desearás no haber nacido.

Le di una última señal a Sango y esta se encargó de llevarla lejos de mi vista.

Cuando cayó la noche toda mi vida había dado un giro de 360 grados y sin contemplación. Mis ojos ya se habían cansado de llorar, pero mi corazón y mente aún mantenían las esperanzas de que él todavía estuviera con vida.

Un suave golpe en la puerta alertó mi corazón.

–¿Majestad? – Aquella voz... – ¿Puedo pasar?

Limpié mis mejillas una vez más y me cubrí con una bata.

–Adelante.

En cuanto mis ojos dieron con aquellos pares dorados mi corazón soltó un latido doloroso.

–Sesshomaru. ¿Qué es lo que quiere?

–Por su tono majestad puedo deducir que mi presencia le molesta.

–¿Es eso tan obvio? – moví la cabeza – ¿Cómo se encuentra ahora que el Rey se ha ido?

–Está muerto – aseguró con aquella característica crueldad.

–¿Usted estuvo ahí? –no respondió – ¡ENTONCES NO PUEDE ASEGURAR NADA! Si tan solo hubiera acompañado a su hermano a aquella batalla ¡Él aún estaría con vida! – Pude ver un atisbo de dolor en su expresión seria – ¿Por qué no lo hizo?

–No era mi deber...

–¡Era su hermano! – me precipité, pero aquel arrebato terminó en un dolor agudo en mi abdomen – Y si eso no era suficiente para usted, él era su Rey.

–Rey que impusieron para mi pesar.

–¿Se atreve a cuestionar las decisiones de su difunto padre? –dije fingiendo serenidad mientras me sentaba sobre la cama.

–No se sorprenda mi Reina, siempre lo he hecho. Y ahora, el motivo por el que estoy aquí es ese mismo.

–¿Acaso, reclamará la corona?

–Se necesita alguien fuerte para mantener el imperio de los Taisho. Y antes de que diga algo, ese no seré yo, prefiero conservar mi orgullo intacto antes de ponerle una mano encima a esa corona.

–¿Qué es lo que pretende? – Llevé una mano a mi vientre cuando el dolor se intensificó.

–Mi hermano está muerto, el imperio se quedó sin un Rey ¿Qué cree que pasará después?

–¡Por favor sea preciso! – dije adolorida.

–Cásese con el Rey de los Okami Yokai.

–¡DE NINGUNA MANERA!

Me puse de pie rápidamente, decisión que lamenté en cuanto sentí que mis entrañas se desgarraban sin compasión.

–¡Majestad!

La voz de Sesshomaru terminó por colmar todo el lugar, y en cuanto vi su mirada llena de preocupación bajé la mirada, y supe que la mancha de sangre sobre mi bata y bajo mis pies era un mal augurio.

Entonces el dolor se hizo más fuerte y terminé por doblegarme.

–Kagome – dijo Sesshomaru tomándome bajo sus brazos – Maldición... – musitó mientras me llevaba fuera de la habitación – ¡UN MÉDICO! – exclamó con desesperación – ¡SANGO!

En cuanto vi la mirada somnolienta de mi amiga, un nuevo golpe de dolor se instaló bajo mi vientre, provocando que soltara un grito lleno de angustia.

–¡Majestad! ¿Qué le pasó?

–No es momento de hacer preguntas – intervino Sesshomaru – ¡Ve por el médico! La llevaré a la habitación principal – Sango asintió.

–No... por favor – musité mientras subía las escaleras – Ese lugar aún conserva su aroma.

–Eres la Reina ¿Qué pensará el médico si te ve en el cuarto de sirvientes?

Con aquel último comentario entramos a la habitación y como lo predije, su aroma aún se podía sentir en el aire.

–Inuyasha... – sollocé.

Sesshomaru me dejó sobre la cama justo cuando la puerta tras nosotros se abrió dando paso al médico de la familia real. No era Miyu y aquello me angustió.

–Majestad ¿Qué le pasó?

–No lo sé, estuvimos hablando y de pronto empezó a sangrar – contó Sesshomaru.

Grité de dolor mientras me retorcía sobre la cama.

–Por favor les voy a pedir que se retiren – Volvió a hablar el médico y todos obedecieron. Todos excepto Sango.

–Con su permiso mi Reina – dijo el médico antes de examinarme al detalle.

El dolor era insoportable, tanto que terminó por nublarme la vista y dejarme sin fuerzas para seguir consciente.

–¡Majestad! – La voz de Sango se oía lejana – ¡Majestad!

Cuando abrí los ojos el dolor había desaparecido por completo, no podía decir si eso era un alivio o un problema mayor. Pero sea cual sea, aquello era lo de menos en cuanto el aroma de Inuyasha terminó por envolverme.

–Majestad.

Giré la cabeza lentamente y mis ojos enfocaron unos dorados.

–¿Sigue aquí? – Cuestioné curiosa – Pensé que estaría en una reunión de confraternidad con el Rey de los Okami Yokai.

–Kagome...

–¿Qué pasó con la formalidad príncipe Sesshomaru?

–Bien sabes que nunca existió tal formalidad – dijo serio – Tenemos que hablar.

–Ahora estoy muy cansada...

–Lo sé, pero esto es importante – aseguró tajante.

–¿Más importante que formar alianzas? – ataqué.

–Más importante que todo el reino.

Lo miré seria ¿Qué podría ser? ¿Qué era lo que ocultaba su mirada? Pero si de algo estaba segura, era que aquello no iba a ser de mi agrado.

–Kagome perdiste a tu bebé.

Aquella confesión me tomó por sorpresa y más sabiendo que aquella información no era de mi conocimiento.

–¿Qué?

–Kagome...

Intenté sentarme con mucha dificultad.

–¡Mientes! solo me torturas. Yo no estaba embarazada...

Los ojos de Sesshomaru se abrieron en sorpresa.

–¿No lo sabias?

Negué en desesperación.

Esto no podía estar pasando, no ahora, no después de tantas cosas. Cuántas desgracias más tenía que pasar. ¿Cuánto más tenía que soportar en su ausencia?

–¡No es verdad!

–Majestad…

–¡Sal de aquí, no quiero verte!

–Por favor tranquilícese, no le hará bien…

–¡Vete! ¡Quiero estar sola!

Intenté sentarme, pero de pronto mi vientre se tensó haciendo que soltara un gemido de dolor. Ahora entendía las palabras de Midoriko.

"–Te estoy entregando toda mi vida, pero no será por mucho. Mi hijo te hará más fuerte, serás capaz de arrasar con todo a tu paso, pero primero tendrás que conocer el dolor de perder todo lo que amas"

Me negaba a creer que había perdido todo lo que siempre había querido. Había perdido al amor de mi vida y ahora también había perdido a nuestro hijo, el hijo que había deseado y anhelado por mucho tiempo tal vez era lo único que me recordaría a él y ahora simplemente me había quedado sin nada.

Lloré y no me importó que Sesshomaru estuviera viéndome tan vulnerable. Lloré hasta el cansancio y me dejé consumir por la tristeza de no volver a ver sus ojos dorados, de ya no volver a sentir sus caricias en mi piel, de olvidar sus besos en mis labios y esa sonrisa contagiosa que tanto amaba.


–¿Majestad? –tocó la puerta–Soy yo, Miyu.

–Pasa.

La mujer entró y me miró desde donde estaba.

–¿Qué hace levantada Majestad? Por favor acuéstese.

–Así estoy bien Miyu, no es necesario, pero agradezco tu preocupación.

Volví a mirar por la ventana, buscando algo que me devolviera las ganas de seguir desde el día anterior. Pero nada.

–Me mandó a llamar mi Reina.

–Así es – giré y caminé hacia ella –Ayer me atendió el médico personal del Rey.

–Fui informada –dijo cabizbaja.

–Tú ¿dónde estabas Miyu? ¿Por qué no me atendiste?

–Lo siento mucho Majestad – dijo entre lágrimas –Quise… Yo solo quise…

–¿Qué ocurre Miyu? – insistí al verla llorar.

–Me encerraron. Un guardia vino a mi dormitorio y me sacó diciendo que el Rey lo había mandado a que me encerrara en los calabozos.

–¿El Rey? –dije incrédula.

–Majestad, todo lo que hice no fue con mala intención, se lo juro –me suplicó de rodillas.

–¿Qué hiciste?

–Me metí en la habitación de Kikyo y tomé algo suyo.

–Miyu ¿le robaste?

–¡Lo siento Majestad! y sé que nada me justifica, pero quiero que sepa que lo hice por usted.

–¿Por qué lo hiciste? –cuestioné mientras le indicaba que se levantara, pero se negó.

–Ella es la única responsable de que usted no lograra concebir un heredero.

Retrocedí.

–¿Qué dices?

–Los jugos de frutos, el té que siempre tomaba, todo fue preparado por ella. Uso Nocofertilis la esencia de una antigua planta que es capaz de generar infertilidad hasta en el vientre más fértil, es una planta que solo se encontraba en el Reyno de…

–En mi Reino – me atreví a completar –Pero ¿cómo? Mi Reino quedó completamente destruido por el fuego.

–Aún no me lo explico Majestad, pero eso no es todo – dijo la mujer buscando algo entre su ropa– También encontré esto entre sus pertenencias.

Cuando Miyu sacó el pequeño libro de entre su ropa mi corazón dio un vuelco.

–Creí que sería algo importante ya que lleva el sello de Lothar ¿Usted lo reconoce mi Reina?

Abracé el libro en mi pecho y derramé una lágrima.

Moroha… Este es el libro que el Rey emérito tenía en sus manos el día que lo asesinaron… –ya no pude seguir.

–Majestad, por favor siéntese – ofreció la mujer mientras se levantaba y me conducía a la cama –Todo esto no le hace bien.

–¿Dónde está Sango?

–Aquí Majestad –Mi amiga se hizo presente de inmediato.

–¿Qué hiciste con Kikyo?

–La encerré en una celda hasta que esperara por su sentencia.

–Por favor tráela de inmediato Sango.

–Pero Majestad…

–¡Es urgente Sango! –miré a Miyu– El Rey jamás mandó a encerrar a Miyu, lo sé porque todo el tiempo estuve con él y lo habría escuchado. Eso me indica que hay alguien más que la está ayudando y puede que aún se encuentre entre nosotros.

–Como usted ordene mi Reina.

Asentí y la vi salir rumbo a las celdas.

–Majestad ¿Qué pasará conmigo?

–Ve a descansar Miyu, ya pasaste por demasiado.

–No mi Reina, es usted la que debería de descansar, aún no se ha recuperado del todo.

–Yo estoy bien Miyu, y no me dejaré vencer por el dolor.

–Pero Majestad…

–Ve – le dije con una media sonrisa –Te prometo que si me llego a sentir mal te llamaré de inmediato.

–Si usted me lo permite puedo encontrar un antídoto que revierta el efecto del Nocofertilis.

Instintivamente llevé mis manos a mi vientre ya vacío.

–Conozco a alguien que podría…

–No tiene cura – dije apagada –Sé muy de esa planta, conozco sus efectos y todo el daño que causa en sus víctimas. Probablemente lo mío ya no tenga solución.

–No diga eso Majestad.

–Por favor Miyu, no quiero que se vuelva a tocar el tema y tampoco quiero que intentes buscar un antídoto.

–Pero…

–Promételo.

La mujer agachó la cabeza con tristeza.

–Sí Majestad.

Era lo mejor. Sin embargo, nunca perdería la esperanza de encontrarlo. Nunca perdería el amor que siento por él.

Nunca.

Continuará...