Descargo de responsabilidad: Twilight y todos sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, esta espectacular historia es de fanficsR4nerds, yo solamente la traduzco al español con permiso de la autora. ¡Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Disclaimer: Twilight and all its characters belong to Stephenie Meyer, this spectacular story was written by fanficsR4nerds, I only translate it into Spanish with the author's permission. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!


No encuentro palabras para agradecer el apoyo y ayuda que recibo de Larosaderosas y Sullyfunes01 para que estas traducciones sean coherentes. Sin embargo, todos los errores son míos.


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Whitehall Manor era una mansión extraordinaria, a unos dos días a caballo de la casa del fabricante de ataúdes y su esposa. Bella y el joven aprendiz se encontraban ya a mitad de camino, así que, a la mañana siguiente, después de llevar a cabo una investigación lo más minuciosa posible del pueblo -que no les deparó más que sospechas por parte de los lugareños-, partieron hacia la mansión.

La esposa del fabricante de ataúdes estaba tranquila, y su joven compañero la miraba en secreto, preguntándose por el estado de ánimo de su ama. Parecía solemne, cosa que él comprendía, pero en su rostro había una mirada decidida que él admiraba. La señora Masen era una mujer formidable, y estaba claro que no descansaría hasta que su marido estuviera a salvo en casa.

El perro recorrió el sendero entre ellos mientras cabalgaban desde el pueblo, adentrándose de nuevo en el bosque. La señora Masen parecía saber adónde iban, lo cual era útil, ya que Jasper no tenía ni idea.

Cuando el sol se puso, Jasper y la esposa del fabricante de ataúdes se detuvieron para que los caballos bebieran. El perro se dedicó a olfatear arbustos y a perseguir pequeñas criaturas del bosque.

—Puede que haya oscurecido cuando lleguemos a Whitehall.

Jasper miró a Bella, que estaba ocupada contemplando el pequeño arroyo del que bebían los caballos.

—¿Deberíamos acampar antes?

Jasper no creía que tuviera éxito en mantenerlos a todos a salvo y en movimiento una vez que cayera la noche.

Bella se sacudió, pareciendo salir de sus pensamientos. —Tonterías—, dijo, con tono despectivo. —Será mucho más seguro que lleguemos a nuestro destino esta noche.

Jasper frunció el ceño. —¿Y si...?— Se detuvo, y cuando La señora Masen lo miró expectante, respiró hondo y soltó el aire antes de continuar. —¿Y si no nos reciben en Whitehall?

—Entonces, mi querido Jasper, los convenceremos.

...

Ya había oscurecido, tal y como había sospechado la esposa del fabricante de ataúdes, cuando se acercaron a los terrenos de Whitehall. En la creciente penumbra, la mansión resplandecía con un fulgor que no podía verse a la luz del día. Aunque no todas las ventanas brillaban, lo suficiente como para iluminar los terrenos más allá de las puertas principales.

Bella desmontó del caballo y miró a Jasper mientras él hacía lo mismo.

—Voy a entrar—, le dijo. —Espérame aquí.

Quiso protestar, pero Jasper sabía que no podía. Así era como debía hacerse.

Así que, en lugar de seguir a su ama, cogió las riendas del caballo de Bella y esperó.

Bella respiró hondo, haciendo acopio de valor, fuerza y determinación.

Recogiendo sus faldas entre las manos, comenzó a subir los escalones de la mansión hacia la gran entrada doble.

Bella golpeó con el puño las gruesas puertas de roble, ejerciendo la fuerza suficiente para que se oyera su llamada. Esperó, con las manos ansiosas alisando la parte delantera de su sencillo vestido. En otras circunstancias, se habría vestido de forma más apropiada para presentarse ante la condesa.

Pero la situación se agravaba con cada ataúd que se desenterraba y Bella no tenía tiempo para formalidades.

Tendría que conformarse.

Estaba a punto de levantar el puño para llamar de nuevo cuando el sonido de pesados cerrojos de hierro girando la detuvo. Un momento después, la puerta se abría y un caballero mayor, con el pelo canoso y un traje de sastrería, la atendía.

—Señora—, dijo a modo de saludo.

Bella respiró hondo. —Me llamo Isabella Masen. Vengo a pedir audiencia con lady Catherine.

El hombre vaciló, pero luego inclinó la cabeza. —Por favor, entre, señora Masen.

Ella atravesó el umbral, observando rápidamente su entorno antes de volverse hacia el mayordomo. —Mi acompañante está afuera con nuestros caballos.

El mayordomo asintió. —Haré que alguien se ocupe de ellos. Por favor, pase al salón.

Le hizo un gesto y ella lo siguió, con sus botas de cuero haciendo suaves chirridos sobre el suelo de madera pulida. El parqué, con incrustaciones de alabastro, le mareaba la vista si lo miraba. Levantó los ojos y recorrió la estancia mientras el mayordomo la conducía al salón. Tanto la gran entrada como el salón estaban resplandecientes, revestidos de detalles de opulencia y grandeza. Estaba segura de que aquí había más riqueza de la que jamás había visto todo su pueblo.

—Por favor, póngase cómoda—, dijo el mayordomo, señalando un sofá bajo. Bella asintió y se arregló la falda antes de sentarse. El mayordomo se marchó y, con su partida, Bella no pudo evitar ponerse de pie e investigar la habitación.

Había un elegante reloj sobre la repisa de la chimenea, de rico diseño, que la atrajo.

Nunca había visto un reloj con una puerta de cristal que mostrara el funcionamiento interno de la mecánica, y se quedó maravillada al contemplar una maquinaria tan delicada y precisa.

Cómo le gustaría poder diseñar algo tan elegante.

Observó cómo avanzaban los engranajes y sus ojos trataban desesperadamente de seguir la danza perfectamente coreografiada que hacía avanzar el reloj. Era uno de los trabajos más hermosos que nunca antes había visto.

—Fue un regalo de mi difunto marido.

Bella se volvió para ver a una mujer vestida de seda azul en la puerta. Era mayor y llevaba el pelo blanco cuidadosamente recogido y apartado de la cara. Llevaba polvos en la cara, que la hacían parecer más joven de lo que era, pero Bella pudo notar, con sólo mirar las manos de la mujer, que estaba bien entrada en años.

—Mi lady—, dijo Bella, haciendo una profunda reverencia. Lady Catherine le indicó que se levantara y Bella volvió a mirar el reloj. —Es una pieza impresionante.

Los ojos de Lady Catherine se dirigieron a la chimenea. —Thomas era muy aficionado a la mecánica—, dijo lentamente. —Creía que eran la perfección digna, la prueba del magistral diseño de Dios.

Bella sonrió. —Yo estaría de acuerdo con su difunto marido—, admitió.

Los pálidos ojos de lady Catherine parpadearon hacia ella. —Señora Masen, es tarde y no la conozco. Por favor, explíqueme por qué ha venido a visitarme.

Bella se apartó del reloj, respirando cuidadosamente. Lady Catherine cruzó la habitación para sentarse en un sofá, y Bella volvió al que le indicaron.

—Mi esposo es Edward Masen, es el fabricante de ataúdes.

Lady Catherine no mostró ningún signo de reconocimiento, pero Bella tuvo que creer que era sólo para aparentar. Continuó. —Hace cuatro días desapareció de nuestra casa—. Bella hizo una pausa, observando el rostro de la condesa. Lady Catherine seguía sin mostrar signos de reconocimiento.

—Señora Masen, usted es joven, pero estoy segura que eso no le impide saber que una cara bonita en casa no suele bastar para evitar que un hombre se aleje.

Bella inmediatamente se erizó ante la insinuación. —Mi esposo es un hombre fiel—, dijo con los labios apretados para contener su ira. —La última visita que tuvimos antes de su desaparición fue un hombre de su propiedad.

Ante esto, Lady Catherine cambió de postura, desviando la mirada. —No veo qué tiene que ver conmigo.

Bella tomó aire. —Un hombre viene a mi casa, y al día siguiente mi marido desaparece.

Los ojos de Lady Catherine se entrecerraron. —¿Está insinuando algún tipo de juego sucio?

Bella negó con la cabeza. —No, no creo que sea el caso. Pero el momento no puede ser una mera coincidencia. Sea lo que sea lo que su hombre habló con mi marido, desde entonces ha provocado su desaparición.

Lady Catherine negó con la cabeza. —Esto no tiene nada que ver conmigo. Es más, ahora que me he enterado de la desaparición del fabricante de ataúdes, me veré obligada a solucionar lo del alojamiento (1) en otra parte.

Bella abrió la boca, desesperada por hacerle comprender a la mujer, cuando las puertas del salón se abrieron de golpe.

La condesa soltó un grito de sorpresa, y la mano de Bella voló inmediatamente a su cintura, donde llevaba una pequeña daga metida en la falda.

—¡Jasper!—, gritó Bella al ver la cara desencajada del muchacho.

—¡Señora, en el pueblo!—, jadeó. —Se han desenterrado más tumbas.

—¿Qué diablos significa esto?— preguntó Lady Catherine.

Jasper continuó, ignorándola. —Es más, se ha visto a una banda de maleantes robando las tumbas. Uno es descrito como su marido.

(1) Lady Catherine hace referencia a la necesidad de encontrar a un nuevo fabricante de ataúdes que pueda satisfacer sus peticiones de un ataúd con los requerimientos que quiere en vista de que Edward ha desaparecido.