Descargo de responsabilidad: Twilight y todos sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, esta espectacular historia es de fanficsR4nerds, yo solamente la traduzco al español con permiso de la autora. ¡Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Disclaimer: Twilight and all its characters belong to Stephenie Meyer, this spectacular story was written by fanficsR4nerds, I only translate it into Spanish with the author's permission. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!


No encuentro palabras para agradecer el apoyo y ayuda que recibo de Larosaderosas y Sullyfunes01 para que estas traducciones sean coherentes. Sin embargo, todos los errores son míos.


|15|

Lo siento... Lo siento... Lo siento...

—¿Señora?

Los ojos de Bella luchaban por enfocarse. Los sentía resecos de tanto mirar el fuego que se apagaba. Miró a Jasper, que estaba sentado al otro lado de la estrecha mesa, con el ceño fruncido en su joven y apuesto rostro.

—¿Qué?—, balbuceó.

Jasper consiguió localizar a la esposa del fabricante de ataúdes con ayuda del sirviente de lady Catherine. Tras intercambiar caballos y prometerle que no volverían a Whitehall, la llevó a una pequeña posada a las afueras del pueblo. Él había intentado que comiera y bebiera, pero ella no podía quitarse de la cabeza las palabras del mensaje de su marido.

Lo siento.

—Ya pasa de la medianoche—, dijo Jasper en voz baja, echando un vistazo por encima del hombro al tabernero, que les lanzaba miradas agrias. —Creo que quieren retirarse.

Bella se estremeció. —Sí, claro—. Se levantó automáticamente, sin pensar. Jasper se levantó a su lado, agachándose para recoger sus escasas pertenencias. —¿Buscamos habitaciones?—, preguntó ella, con voz distante.

Jasper se aclaró la garganta. —Ya lo hice.

—Oh—, respondió ella, sonando vacía. —Lo siento.

Lo siento, lo siento, lo siento...

—¿Señora?

Bella parpadeó, mirando a Jasper una vez más. Se aclaró la garganta y asintió, siguiéndolo hacia las habitaciones que habían alquilado.

Eran pequeñas pero limpias, con una cama doble, una silla, un lavabo y una chimenea con un pequeño fuego encendido.

—Esta es su habitación, señora—, le dijo, entrando para dejar sus pertenencias en el taburete. —¿Quiere que avive el fuego?

—Está bien—, dijo ella, su voz de nuevo lejana. Se sentó en el borde de la cama mientras Jasper se ponía manos a la obra para avivar la llama. —¿Jasper?— Vio al chico volverse hacia ella, con una pregunta en la cara. —¿Dónde está mi perro?

—Con los caballos, señora. El posadero no lo dejó entrar.

Bella frunció el ceño, sintiendo frío. Sus ojos de whisky se arrastraron hacia la ventana, imaginando que podía ver los establos desde ahí.

—¿Tendrá calor suficiente?—, preguntó, con la mirada fija en el cielo oscuro.

—Sí, señora. Está bien cuidado—, le aseguró Jasper. Un penacho de llamas se encendió en el hogar y Jasper se volvió hacia ella. —Ya está. Esto te mantendrá caliente esta noche.

Bella tragó saliva. —¿Tienes dónde dormir?— Recién ahora se dio cuenta de que no había pagado ningún alojamiento para el muchacho, y del mismo modo, él no le había pedido dinero.

—Mi maestro me dio monedas—, le aseguró. —Me cuida.

Bella se lamió los labios agrietados. —Bien—, murmuró.

—Intenta dormir un poco, señora—, la instó Jasper en voz baja. —Las cosas serán diferentes al amanecer, ya lo verás.

Bella parpadeó, mirándolo fijamente. Se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que la vida se volviera contra él también.

—Buenas noches, Jasper.

El chico agachó la cabeza. —Buenas noches, señora.

Cuando la puerta se cerró, Bella se echó el chal sobre los hombros y se recostó en la cama ajena. Estaba rígida y abultada, pero no importaba. Necesitaba pensar, no estar cómoda.

Lo siento.

Si Edward había podido enviar algún mensaje, ¿por qué iba a ser este? Seguramente, él debía saber lo preocupada que Bella estaría por él. A ella no le importaba una disculpa; sólo lo quería en casa.

En su corazón, sabía que las cosas no podían ser como parecían. Expuso los hechos ante ella, tratando de imaginárselos sobre la pesada mesa de roble de su casa. Se imaginó todas las piezas dispuestas, esperando a que las examinara. Se le daban bien los rompecabezas, lo resolvería; sólo necesitaba tiempo para pensar.

Había ataúdes que estaban siendo desenterrados, el contenido cuidadosamente escondido despojado. Todos los cuerpos habían sido recuperados... no, eso no era correcto. Aún faltaba un cuerpo.

Bella frunció el ceño, intentando encajar la pieza, pero no encajaba.

Edward estaba en el centro de todo aquello, aunque no estaba claro cuál era su papel. Aun así, Bella sabía que, a pesar del tono y las implicaciones del mensaje que el chico le había transmitido, era imposible que su marido fuera el cerebro de todo aquello.

Por un lado, él nunca la abandonaría por su propia voluntad, y por otro, nunca le ocultaría sus planes. Se lo contaban todo. No había razón para el secretismo en su matrimonio.

Bella se puso de lado, frente al fuego. Enarcó las cejas. ¿Quién podía tener a su marido? ¿Por qué no podía volver a casa, pero había conseguido enviar un mensaje a través del chico?

Las cosas aún no cuadraban y la frustración hizo que a Bella se le llenaran los ojos de lágrimas.

No quería estar en la habitación, sola y encerrada. Necesitaba otro cuerpo, aunque ese cuerpo se limitara al calor próximo que podía encontrar al sentarse con su fiel perro.

Levantándose de la cama, volvió a ceñirse el chal alrededor de los hombros y salió de la habitación.