Descargo de responsabilidad: Twilight y todos sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, esta espectacular historia es de fanficsR4nerds, yo solamente la traduzco al español con permiso de la autora. ¡Muchas gracias, Ariel, por permitirme traducir al español esta historia XOXO!

Disclaimer: Twilight and all its characters belong to Stephenie Meyer, this spectacular story was written by fanficsR4nerds, I only translate it into Spanish with the author's permission. Thank you so much, Ariel, for allowing me to translate this story into Spanish XOXO!


No encuentro palabras para agradecer el apoyo y ayuda que recibo de Larosaderosas y Sullyfunes01 para que estas traducciones sean coherentes. Sin embargo, todos los errores son míos.


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Los establos eran lo bastante cálidos y secos, aunque el olor a heno llenó la nariz de Bella hasta que sintió que iba a estornudar.

Bear la recibió con un leve quejido y un golpe de su pesada cola mientras ella se acomodaba en el heno a su lado. Se inclinó hacia ella, apoyando la barbilla en su regazo.

—¿Tú también echas de menos nuestra casa?— preguntó Bella, con un murmullo en la voz mientras le acariciaba la suave y oscura cabeza. La cola de Bear se agitó y ella lo interpretó como un sí.

Soltó un largo suspiro y apoyó la cabeza contra la pared de madera de uno de los establos. —No lo encuentro—, admitió, con voz suave como un susurro. —No puedo encontrarlo y me preocupa que se pierda para siempre.

Bear soltó un suave gemido contra su regazo, y ella bajó la mirada, pasándole una mano tranquilizadora por la cabeza.

—Lo siento—, murmuró. —No debería preocuparte con mis cargas—. Sonrió al sabueso y se inclinó para darle un beso en la punta de la nariz. Le rascó las orejas y el perro volvió a acomodarse en su regazo. Bella soltó otro largo suspiro y volvió a apoyarse contra la pared de madera.

Aunque su corazón no estaba menos oprimido, se dejó llevar por el sueño, reconfortada por el cálido peso de su leal perro y la suave respiración de los caballos detrás de ella.

Pronto cayó en un profundo sueño.

...

Bella se despertó sobresaltada, con el corazón retumbándole en el pecho mientras se incorporaba.

Aún no estaba segura de qué la había despertado, pero poco a poco se dio cuenta de que Bear ya no estaba a su lado, y detrás de ella, los caballos estaban inquietos.

Su cuerpo se agitó, cada parte de ella se paralizó mientras se esforzaba por escuchar los sonidos nocturnos.

Todo estaba en silencio... y entonces...

El crujido fue pequeño, como el de alguien que abre una caja vieja, pero inundó de energía el cuerpo de Bella.

Alguien estaba allí con ella.

En silencio, se puso en pie, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, subiendo hacia la garganta mientras buscaba un arma en la oscuridad. Sus dedos encontraron la madera astillada del establo del caballo y acariciaron suavemente la superficie mientras buscaba algo con qué defenderse.

El suave chirrido del cuero sobre la piedra la dejó helada.

Quienquiera que estuviese en la oscuridad avanzaba hacia ella.

La lengua de Bella humedeció sus labios agrietados y continuó su búsqueda, esperando poder permanecer en silencio.

Dos casillas más allá, un caballo soltó un gruñido de sorpresa, y el corazón de Bella latió más deprisa.

Sus dedos rozaron el frío metal y buscó las tenazas de herrar, apretándolas con fuerza entre las manos. Su corazón se agitó en su pecho mientras sostenía las tenazas frente a ella, preparada para enfrentarse a lo que fuera que acechara en la oscuridad.

Se oyó un ruido fantasmagórico, como de telas moviéndose, y Bella soltó un suspiro.

—¿Quién está ahí?—, preguntó, con voz fuerte a pesar del miedo. Oyó a Bear soltar un gruñido en la oscuridad y el corazón se le apretó en el pecho.

El sonido se silenció y Bella salió de detrás de la caja del establo, con el corazón palpitante y las tenazas de herrar cerca de la cabeza en posición defensiva.

—Bear—, respiró, deseando que el perro viniera a su lado. Sintió su fuerte cuerpo moverse contra sus piernas y soltó un pequeño suspiro de alivio. Podía sentir la tensión en su cuerpo mientras se apoyaba en sus piernas, casi como si intentara instarla a huir.

No podía ver a nadie, pero la luz de la luna era débil al filtrarse por los listones de las paredes del establo.

—¡Muéstrate!—, exigió, poniendo más valor en su voz del que realmente sentía.

—¿Qué haces aquí?—, rugió una voz áspera. Bella nunca había oído una voz así y no pudo identificar si era un hombre o una mujer.

—He dicho que te dejes ver—, volvió a exigir Bella.

—No debes estar aquí—, volvió a raspar la voz. —¡Fuera!— Las palabras se convirtieron en un chillido y Bella percibió movimiento en la oscuridad. A su lado, los caballos se agitaron, inquietos y ansiosos, a medida que subía el tono de la voz. Las manos de Bella se tensaron sobre las empuñaduras de las tenazas. —¡Fuera!—, volvió a gritar la voz, esta vez más fuerte y cercana. Bear volvió a soltar un gruñido terrible y a Bella se le aceleró el pulso.

El estómago de Bella se hundió cuando un rostro blanco apareció a la luz de la luna. Estaba pálida como la muerte bajo el barro que la cubría. Estaba desaliñada y tenía las uñas melladas cuando levantó las manos como si quisiera golpear a Bella.

Parece recién salida de la tumba.

A Bella se le encogió el corazón de miedo. No creía en los retornados, pero el olor a putrefacción de aquella mujer era inconfundible.

Los muertos caminaban y por fin la habían encontrado.