Por esta causa, hasta la vida

Desperté al percibir un olor intenso a formol o algo semejante. Un aroma típico de hospital, y yo acostada en una cama... La clínica del cuartel de Trost, supuse ¿Y la misión? ¿Qué había ocurrido con la importante prueba que nos esperaba en Ragako? Apenas recordaba las órdenes que impartiera, ni los detalles concernientes a ellas.

—Ugh, me duele todo —musité, cerrando aún más los ojos. El resultado de las peripecias en la muralla contra los titanes, comenzaba a hacerse palpable bajo la forma de un ardor horrible. Me sorprendí al notar mi rostro y parte de las extremidades, cubiertos por una fina gasa embadurnada de algo que parecía ungüento de avena. Suavemente fui palpándome la mandíbula, mejillas y sienes, luego el cráneo, no hallé traumatismo alguno, para mi suerte—. Al menos tengo cabeza… ¿En qué sitio estoy? ¡No es el muro!

—Tsk, el golpe de calor te afectó, Cuatro Ojos. Parece que te desvaneciste arriba de la muralla y tu sublíder consideró prudente mandarte de vuelta —escuché a Levi chasquear la lengua—. El Moblit decidió irse a continuar la tarea con su grupo, Erwin no les dejó gente por gusto.

—¿L-Levi? Apenas te veo… Eres una mancha oscura —buscando focalizarlo, abrí los ojos con mesura; y después de un parpadeo, comprendí que era inútil forzar mi visión—…, pero creo que recuperaré la vista gradualmente.

—Una mancha oscura... Tsk.

—¡Uchh, arden! —chillé, al parpar suave una de las zonas inflamadas— Ese titán es de respeto.

—Ah, ¿qué pensabas? Queriéndote broncear con el vapor del monstruo —no lograba definir su expresión, y ni falta hacía, su tono irónico me echó en cara el haberme expuesto demasiado—. Tsk, a tu piel de sapo ni le quedarán marcas.

—¡Necesito ir hasta Ragako! —a pesar de la notable molestia, quise incorporarme y salir de la cama— ¡Hay algo que debo comprobar en ese pueblo!

—Oe, oe, alto. Siquiera lo intentes —la voz del capitán adquirió una modulación peligrosa. Ya para entonces, advertí un ceño en fruncido en la masa informe que veía—. Me conoces y sabes que no me importará golpear tu cabezota y amarrarte a la cama.

—Enano, ¿te han llegado noticias del comandante? Solo espero que pueda recuperar a Eren —no estaba en condiciones ni poseía el ánimo de altercar con él, por lo que volví a recostarme—. Tengo una opresión extraña en el pecho desde que me levanté.

—Resígnate a la idea, Cegata; Erwin no es un dios. La muerte lo ronda y le cierra más el cerco —Levi de por sí tendía al pesimismo, ánimo que se agravó después de morir su querida Petra— ¿Estás consciente de que su maniobra será un verdadero suicidio?

—Pediré un milagro. Aunque mi fe ya vacila —oí los toques ligeros que alguien daba a la puerta. El enano sólo gruñó un "pasa" y a juzgar por la cabellera de color naranja, quien había entrado era mi subalterna— ¡Oh, Nifa! ¿Qué tal están todos?

—Vamos recuperándonos del azote de calor y las quemaduras —reparé que su preocupación siquiera iba hacia las heridas antes recibidas—; pero… Moblit partió hacia Ragako, sin considerar las suyas… Hange-san, ¿c-cree que podría en algún momento perder el sentido?

—Iba con ánimo resuelto y su constitución es fuerte, no debe tener problemas —el haberme encogido de hombros provocó que diese un pequeño brinco. Y es que me ardía la carne—. Moblit será de los últimos en caer, si es que nos toca morir por causa de la guerra.

—Tsk, vaya momento para corretear tras unos pantalones —la observación de Levi fue, a mi entender, muy certera—. Los miembros de la Legión estamos condenados.

—Capitán, por más que intente disuadirme, ya lo he decidido —Nifa le había devuelto una respuesta firme—. Y en todo caso, ¿por qué le ofusca?

—¿Ofuscarme? —Levi rebatió inconmovible, los ojos entrecerrados—. Mocosa, te das mucha importancia.

Percibí de inmediato el tono bajo e irónico que usaba cuando sentía el dolor… Y es que Petra seguía latiéndole adentro, forzándolo a vivir, a pesar de todo.

—Capitán, usted… —Nifa lucía resentida, por lo que mejor ponía fin al roce.

—Ugh, silencio los dos. Esperemos la vuelta de Moblit y de Erwin —lo que menos deseaba era sumar al malestar una discusión—… Si, el comandante retornará. No va a permitir que un titán lo digiera —volví un poco el rostro para contemplar a mi subordinada—. Y Levi posee algo de razón, Nifa. Entregar tu amor a un hombre del Cuerpo, significa que aguardarás con angustia su retorno. Aguantar en silencio.

—Comprendo. Líder de escuadra, Keiji y Abel preguntan si hay alguna disposición que deban acatar —la chica optó por no responder al capitán y concentrarse en lo importante.

—Habrá tiempo; que descansen y se recuperen. Nadie sabe qué noticia traerá Moblit a su regreso; tenemos que prepararnos —concluí, observándolos a ambos—.

Nifa llevó el puño al corazón, retirándose de inmediato. Apenas cerrara la puerta, Levi giró hacia mí, cuestionando torvamente.

—¿Qué harás, de morir Erwin? Tú serías la próxima… En la cadena de mando.

—Gracias por aclararlo, enano. Pensé que ya estabas poniéndome una vela —sonreí con ironía—. No me quedará de otra que asumir la comandancia… Ugh, detesto los cargos.

—Reconozco que ahora mismo eres la única líder que pudiera continuar esta batalla —dijo, cruzándose de brazos—. Aunque todavía falta por ver si nos quedará Legión.

—Esperemos que sí… Necesito aliviar mi vejiga, ¿me ayudas a…?

—¡¿Qué rayos estás pidiéndome, Cuatro Ojos?!

—Maldita sea, Pelo de Tazón. Solo quiero que me alcances el bacín, me cuesta meterme bajo la cama.

—¿Y pretendías ir a Ragako? Tsk, ¿sabes qué? Vete a la mierda —Levi abandonó su asiento, visiblemente incómodo—. Si te orinas encima, igual no seré yo quien siga velando por ti. Mi función de cuidador acabó aquí y ahora.

–¡Levi, aguarda! ¡Levi! —grité, mientras él se dirigía presto hacia la puerta y se marchaba dando un sonoro portazo— Huh, vaya…

Me obligué a salir del lecho y arrodillarme lentamente para conseguir la vasija. Fue un consuelo que, pese a todo, estuviese limpio el suelo bajo el camastro… Y aquella pulcritud se la debía al enano malgenioso. Ni poseía noción de cuánto había durado mi letargo, pero indiscutiblemente; ciertos órganos solían advertir, siempre que se hallaban en la urgencia de vaciar contenido.

—Aquí los titanes nos llevan la ventaja, no están obligados por el cuerpo —suspiré, pensando las disímiles situaciones por las que una fémina pasa, una vez que el apuro se hace notorio… El asumir posiciones incómodas para no mojarse; luchar contra el cinturón, botones y ropa interior—. Bueno, listo.

Luego de arreglarme, devolví el bacín a su rincón bajo el lecho, y me encontraba con los cuartos traseros expuestos cuando alguien accedió sin llamar. Dos pares de botas se detuvieron a mitad de la estancia.

—Parece que te divierte jugar con el orinal, Cuatro Ojos —juro que lo detesté, no deseaba oír al enano revelar un detalle tan bochornoso a mi ayudante—. Tsk, das vergüenza.

—¡Hange-san! ¿Qué hace ahí…? —por fortuna, Moblit pareció ni haberlo escuchado.

—¡Oh, Moblit! ¡¿Estás bien?! —apresurándome para salir de allí, mi nuca dio contra el borde interior de la cama— ¡Demonios del culto! ¡Auuuuchhhhh!

—¡Cuidado, no vaya a desmayarse otra vez! Líder de escuadrón, me encuentro perfectamente, solo tengo rasguños y varias quemaduras sin mayor interés. Nifa se brindó para curarme —al parecer, ni había reparado del interés romántico de su compañera—... Pese a todo, valió la pena visitar ese pueblo, esta información que traigo pudiera ser alarmante.

—Oe, mientras no se trate de que los Sin Bolas consiguieron aparearse y multiplicar la raza de forma instantánea —musitó el capitán, levantándose de la silla y o rumbo a la puerta—… Cegata, después me pones al tanto; el comandante Pixis quiere hablar conmigo.

—¿Dot Pixis? Interesante —supuse de inmediato que tendría relación con el cambio político que fraguaba Erwin… ¿Cuál iba a ser la posibilidad de realizarlo si él no volvía?—. Más tarde intercambiaremos ideas, Levi… Dime ahora de qué noticias eres portador, Moblit.

—No es lo dicho por el capitán, pero igual da qué pensar —una gota de sudor corrió por la frente de mi subalterno

—Imagino que lo descubierto por ti en Ragako nos llevará a conclusiones monstruosas —dije, retornando a la cama—. Incluso para una investigadora con un punto de vista inusual, hay escenarios que resultan espeluznantes.

—El dibujo estaba medio sepultado bajo los restos de lo que fuera una casa. La misma donde avizoramos un titán imposibilitado de moverse… Y que, a todas luces, posee un increíble parecido con la mujer del retrato —explicó, tragando en seco—. Lo más extraño fue advertir que había caballos en los establos y ningún signo de fuga masiva de habitantes.

—No les dio tiempo, si por alguna razón se transformaron allí mismo. Comparando el caso de la señora con los ya esclarecidos; Annie, Reiner y Bertholdt son muy similares físicamente a sus formas de titanes —aquello era una conclusión bastante lógica—. Quizás no hay prueba segura que nos permita darlo como resultado científico, sin embargo, es a donde lleva nuestro análisis.

—La humanidad que defendemos puede ser nuestro peor enemigo —Moblit cerró los ojos, haciendo un gesto negativo con la cabeza—. Rose, María y Sina… Me cuesta mucho asimilarlo, pero todo apunta a eso.

—Y comienzan las preguntas; ¿de qué manera se transforman? ¿Lo hicieron solos o alguien los convirtió?

—¿Cuál es el motivo de semejante persona, suponiendo que haya una detrás de todo esto?

—Yo te aseguro… Moblit, ¿qué sucede abajo? ¡Vaya escándalo! —un inusual ajetreo y varios gritos llegaron desde la plaza, frente a la entrada— ¡Con tal que los titanes no hayan invadido…!

—No, Hange-san… Al parecer es el regreso del Cuerpo, transportando los heridos —caminó de inmediato hacia el ventanal—… ¡Santa Ymir!

—¡Diablos, Moblit! ¿Por qué gritan "¡El comandante, el comandante!"? ¿Rescataron a Eren? —eché a un lado el dolor y las mantas, buscando incorporarme e ir junto a él— ¿Trajeron al chico?

—Hange-san… Q-quizás no debiera —intentó detenerme, colocándose delante de la ventana; en balde. Solo pudo cerrar los ojos y musitó, compasivo—… L-lo siento.

Mi gemido escapó, incontenible. Había imaginado mil cosas funestas en mi vida, pero la cruda realidad siempre te golpea de lleno, vociferándote que dejes atrás la inocencia. Erwin regresaba, desfallecido sobre su alazán…, y un muñón sangrante por brazo derecho… Su brazo más hábil, el que dejaba caer sin titubear contra las nucas de los titanes, el que había confrontado la enorme fuerza de Levi cuando lo enfrentara… Y aun en su derrota personal, maltrecho sobre un caballo de apariencia lastimosa, el aura del comandante resplandecía. Sus compañeros del Cuerpo lo vitoreaban, dándole un ánimo que a ellos mismos les costaba levantar.

A punto estuve de salir corriendo habitación afuera y unirme a la comitiva, para luego ponerme al mando de los doctores y el resto del personal médico.

—¿Dónde piensa ir? ¡La policía militar y el generalísimo Zackly están aquí! —dijo, alzando la voz y con el ceño fruncido, a la par que abría los brazos— Sería muy desacertado que usted se lance a recibirlos, demostrando abiertamente… Lo que lleva tantos años tratando de ocultar bajo el tapete.

—Ellos de cualquier modo lo saben —reclamé, pero no conseguí apartarlo. Se había puesto cual muralla frente a mí, sin ceder un ápice ante mi arrebato—; y en todo caso, no es nada extraño que una subalterna se preocupe por su inmediato superior.

—¡Usted es una mujer inteligente! ¡Sabe de lo que hablo! —Moblit no temía enfrentarme, siempre que lo considerara debido— ¡Las emociones van a perderla, y también a la Legión! Confíe usted en que los médicos harán bien su trabajo. El capitán Levi ya se les unió, y también el comandante Dot Pixis.

—Erwin… "Otra vez te has expuesto, ¿cierto?" —pensé amargamente; sin embargo, di crédito a la observación de mi subordinado— Escucha, Moblit. Permaneceré aquí, pero quiero una información completa de lo sucedido; que Nifa te diga cómo ve la herida y ordénale que vaya donde sea que manden al comandante. Al ser una sanitaria del ejército, no se lo impedirán. Entérate de lo que van a hacerle a Erwin, quiénes, y vuelve de inmediato a contarme.

—No se inquiete, le aseguro que sobrevivirá y pronto estaremos de nuevo fuera de los muros —dijo, convencido—. Un brazo no significa nada para un hombre de su temple.

—"Aun así, la pérdida lo afectará. Su habilidad a la hora de combatir va a menguar, irremediablemente —bajé la mirada al suelo, pesarosa—. Mejor que apenas logre hablarle, afiance su confianza y autoestima… Por Mitras que, si hay un hombre orgulloso y presumido adentro y fuera de las murallas, ese es mi Erwin."

/

Gracias a Nifa y Moblit, supe todo lo relativo a la curación de Erwin y el subsiguiente proceso de restablecimiento. El muñón, por supuesto, había requerido de una pequeña cirugía. Lo intervino con éxito un médico de la capital, a cargo del Generalísimo Zackly; quien a su vez dejó al comandante bajo la supervisión de sus colegas de Trost. Si con alguien de Arriba podía entenderme, tal persona era Darius Zackly y a él mismo fui a visitar, antes de que marchara de la pieza donde habían trasladado a Erwin.

—¿Se ofrece a cuidarlo y asumir el rol de sanitaria? —me ojeó malicioso— Lo autorizaría, si me promete que no atentará contra la existencia del comandante Smith.

—Es de mi parecer, que soy de los veteranos, la más fiel a su causa —objeté, muy seria—. No comprendo su duda.

—Oh, sí. Leal es, pero las mujeres tienen conductas impredecibles cuando se trata de… Sentimientos —Zackly sonrió y entreví en sus pupilas un brillo perverso—. Quizás decida matarlo por haberse arriesgado al punto de perder una extremidad en las fauces de un titán… O bien, considerando extraordinario el hecho de conservar a su titán meloso vivo, acabará usted ofreciéndole ciertas atenciones…, que, obviamente, lo matarían.

—¡¿…Eh, cómo se le ocurre…?! —mi asombro y posterior expresión desaprobatoria, lo hizo contenerse de seguir insinuando extravagancias.

—Bueno, bueno. De acuerdo, nadie lo atenderá salvo usted. Manténgalo vivo —levantándose del asiento, me dio unas palmaditas en el hombro y susurró—. Tenemos un juego pendiente y el tablero nos espera.

Quedé perpleja, mientras lo contemplaba marchar. Apenas vi que salía, eché de inmediato el cerrojo. Las puertas del hospital por suerte no carecían de ellos. Erwin continuaba dormido, ya limpio y con ropa de campaña, las gasas que cubrían el trozo de extremidad tenían los rastros de sangre propios de una cirugía. Me dispuse a revisar la mesita junto a su lecho, donde colocaran un plato de comida –todavía caliente-, servilleta y una cuchara. En la gaveta hallé los medicamentos. Nada fuera de lo común en casos de operaciones. Antibióticos, jeringas, torundas y vendas esterilizadas, todo bien ordenado.

—Hanji —oí que susurraba—…, rescatamos a Eren.

—Lo sé; felicitaciones, comandante —decidí abordar el tema lo más calmada posible y ocupé la silla que antes usara el generalísimo Zackly—. Fue una excelente noticia.

—¿Te sientes mejor de las quemaduras? —volvió el rostro hacia mí, analizándome preocupado— Recuerdo que apenas conseguías alzarte…

—Fue solo un golpe de calor, nada serio. Bien que pude seguir a Moblit hasta Ragako —mascullé, enojada —; pero no, aprovechó mi desmayo para enviarme de vuelta.

—Sabia decisión —aprobó Erwin, añadiendo una sugerencia que no esperaba—. Hanji, permite que se desarrolle como líder. No alcanza todo su potencial, debido a que tú siempre vas a la cabeza. Quieres protegerlo, y estás limitándolo.

Siquiera pude replicarle, tenía la razón, pero me negaba a reconocerlo. Así que opté por cambiar el tema.

—Déjame ver la cicatriz; puesto que Ymir nos ha juntado aquí, pienso cuidar esa herida personalmente. Tshhhhh, no me repliques —dije, frunciendo el ceño, a la vez que ponía el dedo índice sobre mis labios—, eres tú quien requiere atención… Uhmm, bueno, al menos los médicos hicieron bien su trabajo.

—Oh, reconozco que tu idea de levantar un hospital de cuartel junto a la enfermería, ha resuelto muchos problemas —noté el leve gesto de dolor, señal inequívoca de que necesitaba del remedio contra posibles infecciones. Debía estar aguantando estoicamente las punzadas tanto como el escozor—… Y no intentaba rechazar tu buena voluntad, sino pedirte que usaras el uniforme correspondiente.

—¿Huh? Salvo el equipo, visto lo reglamentario —busqué entre las bandejas de medicamentos que había en la gaveta de la mesita auxiliar, tomando la jeringa dentro de una y me dispuse a preparar la dosis. Entonces caí—… ¿Qué…? Espera… ¿Pretendes que luzca igual que una sanitaria?

—De otra forma, no podrás quedarte. Si te descubren vagando por el hospital, ya sana, te devolverán al edificio de los oficiales —por lo visto, la picardía era un buen modo de soslayar el calvario que padecía en realidad—. Y lo cierto es que solo confío a ti mi recuperación.

—Me aseguraré de que sea completa, si de mí depende, en tres semanas tu muñón estará curado —le propiné unos toques a la jeringa, para eliminar el exceso de líquido y le advertí, sonriendo—. En cuanto a vestir de sanitaria, tanto el comandante Pixis como Levi andan rondando por estos lares… ¡Moriría si cualquiera de los dos me ve con ese uniforme!

—Una vez que les dé mis razones, quedarán tranquilos. Ambos conocen las reglas del sitio, y saben que nadie me atenderá con más cuidado —cerró los ojos un instante, adolorido—... Si además del malestar, voy a recibir pinchazos, considero justo pedir un aliciente.

—¡Óyete, hablando como Mike! —le solté con toda naturalidad, mientras trataba de bajar un poco la pata del ancho pantalón, buscando inyectarle un muslo. De súbito, me había paralizado—… Mierda, l-lo s-siento…

—Hanji… No es tu culpa. Tardaremos en concientizarlo —me observó comprensivo. Su voz revelaba pesadumbre—. Sé que tratas de aliviar mi carga, pero te juro que me las arreglaré bien. Ya conversaremos al respecto, evadir el tema sólo provocará más desolación.

Asentí, clavándole insegura la enorme aguja, lo que motivó un ligero estremecimiento de su carne.

—¿Qué contiene ese líquido? Arde como si tuviera una legión demoníaca pinchándome adentro.

—Mis quemaduras también, y no me quejo… Debes reponerte, has perdido mucha sangre —agarrando la servilleta que habían puesto junto al plato servido, la coloqué alrededor de su cuello—. Y para eso, ¡nada mejor que comer bastante! ¡Dí "ahhhhhhh" mi titán!

—¡Hanji, no pretenderás darme la comida! —mi comandante se hizo atrás, esquivando la cuchara que le presentaba frente a la boca— ¡No soy un crío!

—Uh, sí. Al cabo de tres días, y ni bien me asegure de que la cauterización va normal, te dejaré a tus anchas —le aseguré, sin apartar el cubierto—. Mientras, el titán abrirá la boca para mí o…

—Puedo solo; aunque lo cierto es que no tengo apetito —musitó, para luego contemplarme intenso—. Hanji, eres una mujer preciosa.

Le devolví una mirada de pleno estupor; en menos de un segundo había conseguido ruborizarme y aprovechándose de mi turbación, me sustrajo la cuchara de la mano.

—Pues mi capacidad de maniobrar con rapidez, no la he perdido —me hizo un guiño sutil, y se inclinó a comer del plato que yo sostenía—. Ni tampoco la de sonrojarte.

—¡Oye! —chasqueé la lengua, justo como Levi cuando se incomodaba—. Tsk, titán majadero. Velaré porque te mantengas quieto en esa cama.

—Permanece un rato conmigo —dijo, retornándome el plato y entonces, palmeó el colchón—. Anda, sube. Hace frío.

—¿Estás consciente de que por ahora sólo puedes charlar?

—Te aseguro que no pretendo nada más, ni que fuera Mike —su tono cambió al percatarse de lo antes dicho, tornándose lánguido—… Ya ves, resulta inevitable.

—Los médicos pasarán mañana, y el cerrojo está puesto —acepté, suspirando, que necesitábamos estar lo más cerca posible uno del otro—. Te ayudaré a moverte y haremos un espacio en esta cama…

Fue la primera vez que nos acostamos por completo deprimidos, ambos bocarriba, mirando hacia un punto imaginario en el techo. Únicamente nos escuchábamos respirar, las palabras no llegaban a los labios, quedando a mitad de la garganta; de improviso, toda fortaleza de espíritu convergió en un mismo punto; nuestras manos entrelazadas.

Éramos dos árboles derribados, secos y marchitos; esa noche todo se había ido con ellos. Hice lo imposible por no llorar, sabiendo lo que debía estar pasando Erwin a mi lado. Él, que sólo aquella fatídica vez se había permitido una lágrima, no conseguía sino apretujarme los dedos.

—Hanji…, hazlo por los dos —murmuró finalmente—. Libérate, déjame a mí la condena.

Rompí a llorar como si me hubiese dado una orden, deshice el agarre y me incorporé, sentándome de piernas cruzadas. Él continuó en su postura inmóvil, pensando, pensando… Creí que se me iría el aliento y perdería el sentido, mi entorno era una bruma que me privaba de toda visión ¿A quién culpar? ¿Los titanes, los reclutas que de repente se transformaban en ellos…, al comandante de la Legión de Reconocimiento? No, Erwin sólo había cedido ante las razones del amigo, considerando que su fuerza y su escuadra podrían encargarse de cualquier situación anormal que se diera, si alguno de los jóvenes llegaba a convertirse en titán.

—E-Erwin… Sentirte culpable y derrotado por su muerte… No es lo que Mike hubiese querido.

—¿Lo que hubiese querido? —sonrió entre mordaz y disgustado— ¡Entonces debió esperar a que tomara una decisión más eficaz y segura! ¡Insistirme como lo hizo fue una imprudencia, y me dejé convencer por sus aires de triunfador! Es un perdón que jamás conseguiré darme, al no haber sido lo bastante autoritario para detener su maldito arrojo.

—Dime quién podía convencerlo de lo contrario. Tú lo conociste mejor que yo; Mike no era de segunda línea —tuve que sacarme las gafas, para secar mis lágrimas con el dorso de la mano, cambiando el llanto por los recuerdos—. Al entrar a la Legión ocupó un sitio en primera fila, y nunca lo vi dar paso atrás, por difícil que fuera el conflicto. Hablaba sin tapujos, como un libro abierto, yo… Y-yo admiré siempre su verdad sin medias tintas.

—Reconozco que ustedes tienen ese rasgo en común… O tenía… Es difícil adaptarse a usar el pasado cuando esa persona continúa vivo aquí adentro —me observó intenso—. Según tú, ¿qué complacería a Mike y a Nanaba, suponiendo que pudieran vernos?

—Oh, recordar su felicidad, esa a la que nunca se negaron. Las pequeñas cosas que hicieron la dicha de quienes han muerto conociendo el amor —me di a limpiar de un modo compulsivo los cristales de las gafas—… Y de ser posible, mantenernos defendiendo el nuestro con uñas y dientes.

—Santa Ymir, no puedo evitar el oír su voz diciéndome ahora mismo "Hanji está a tu lado, toda llorosa mientras tú miras al techo y te conformas tomando su mano. Qué importa si te falta un brazo. Eres incorregible" —había sonreído triste y supuse que demoraría en sanarle adentro ese complejo de culpa.

—Mike se hubiera desangrado si lo dejábamos a su aire —dije, mientras volvía a colocarme las gafas.

—Te juro que hubo un tiempo en que mirándolos a él y a Nanaba, juzgué su pasión como algo excesivo, impropio de jóvenes adultos…

—Por Mitras, óyete hablar y no eres para nada lo que se dice un viejo.

—Quería decir que pensé de esa manera, hasta que cierta persona tuvo a bien chocar en un entrenamiento conmigo y enredarse con mis cables —la inflexión de su voz adquirió un viso tierno—. Qué me despertaste adentro no sé; pero desde que te sentí encima de mí, el mundo cambió drásticamente. Por entonces, Mike andaba tras Nanaba y…

—¿Alguna vez llegaste a saber que Nana estaba celosa de mí? —le devolví una sonrisa— Creía positivamente que yo iba tras Mike.

—No —abrió los ojos y sus cejas se alzaron, por completo sorprendido— ¿En serio?

Asentí.

—Un buen día, me lo contó, después que nos volvimos soldados de la Legión.

—No entiendo cómo pudo Nanaba pensar tal cosa.

—Pues tuvo a Mike trastornado, sin explicarle por qué lo rechazaba y el pobre…

Realmente prefiero escribir esas vivencias como las narró mi querida Nana, de modo que lo plasmaré tal cual me lo contara.

Es que no lo entiendo. Tiene que haber algo más, eso de conocernos mejor… ¡Tú ya sabes de mí cuanto querías saber! —Mike gruñó, encogiéndose de hombros, y acto seguido, estornudaba ruidosamente— Espera, huelo dudas.

Hange Zoë y tú se llevan demasiado bien…

Nana, Hange se volvió mi amiga cuando enfrentó los mismos problemas que tú con las chicas —se notaba desesperado por convencerme—. No hay nada entre nosotros.

Ah, y como buen paladín, enseguida te presentaste a luchar por ella.

Dudo mucho que Hange necesite quien la defienda —me replicó—, pero si es lo que te preocupa, me alegro de que lo hayas dicho —y entonces, tuvo que contármelo—. Nana, la teniente segunda ya entregó su corazón a otro. Y ese otro, dirá lo que se le antoje, pero sé de buena tinta que le corresponde.

¿Eh? ¿Quién? —le insistí, ya me conoces, no cedo tan fácil de mi propósito— Moblit está loco por ella, sin embargo, no… ¡Dímelo!

No es mi secreto para decidir contarlo.

Pero sí te interesa que yo cambie de opinión respecto al trato que mantienes con Hange —bueno, lo presioné, quería estar segura de que fuera verdad—.

Acabarás dándote cuenta por ti misma. Eres buena observadora, Nana —me dijo—. Y si te acercas más a la chica, quizás hasta te lo confiese. Hange será una excelente amiga para ti.

—…Espera… No lo creo… ¿El comandante? —ahí fue cuando me di cuenta, Hanji, de tus desazones— ¿A ella le gusta…?

Tchhhhh, Nana… Sé discreta —Mike detesta verse como un chismoso, pero conmigo suelta la lengua—. Erwin está perdido con esa mujer, si bien lo niega a muerte.

—¿Eso le dijo Mike? —Erwin musitó, sintiéndose un poco traicionado por su amigo— El muy rufián…

—¿Qué? —inquirí, mirándolo de soslayo— ¿Ibas a contradecirlo?

—Para nada. Tenía razón, y le estaré siempre agradecido —concedió, añadiendo para mi sorpresa—. Lo supo desde que fui a esperarte aquel día a la biblioteca.

—Él y Nana —de pronto, quise saber—… Oh, Erwin… ¿En serio intentaste besarme o sólo me hice la idea?

—Digamos que no conseguí evitarlo. Tan próxima y estando solos, creí que te dejarías llevar… Pero te apartaste y bueno… Lo que no conocí hasta poco más tarde, fue que Mike se ocultó a un costado de la ventana —giró levemente, inclinando la cabeza para depositar un beso en la mía —... Y se dio gusto burlándose de mi vaga tentativa de beso.

—¿Q-qué haremos… con sus…? —primera vez que me mordía el labio al tratar sobre los restos de una persona— ¡Ya tuve suficiente pesar examinando los trozos, dentro de aquellas masas deglutidas!

—Los enterraremos juntos; inseparables en vida, no los distanciaremos ahora porque han muerto —su voz había recuperado esa inflexión rotunda que lo caracterizara, siempre que tomaba una decisión—. Voy a encargarme personalmente de colocar una lápida con sus nombres.

—Nosotros siquiera tendremos esa dicha, ¿quién lo haría? —suspiré, nunca me preocupó tal cosa y de súbito, deseaba lo mismo— Quizás Levi, si lograra sobrevivir… O mi subordinado, Moblit es capaz…

—Reconozco que su nobleza podría llevarlo a ello, apartando todo sentimiento mezquino de rivalidad. Es un buen hombre.

—Tú lo eres también —me alcé un poco y le sonreí, deslizando suave una mano por su pecho— ¿Sabes que una vez tuve que brincar a defenderte, porque Mike dijo que te faltaba maldad para ser más pecaminoso conmigo? Por supuesto, fue una broma de su parte y luego de lo que respondí, parpadeó, quedando rojo y mudo.

—No preguntaré qué le dijiste —contestó entretenido con mis caricias, que lo estaban haciendo adormilarse—… Hanji, aunque duela, es un alivio que cada uno ignorara el horrible destino del otro... Ahora, ¿quieres contarme qué le ha ocurrido al pueblo de Ragako y si hay noticias de la capital?

—Tu recuperación incluye cero ansiedades y permanecer tranquilo. Incluso le he prohibido al enano brindarte los detalles de sus encuentros con Dot Pixis, no hasta que sepa que tu herida se halla fuera de peligro. Estas intervenciones, por sencillas que sean, requieren cuidado —acomodé con mis dedos los mechones revueltos de su cabello, porque ya lo había visto mover la cabeza, incómodo, tratando de apartarlos del rostro—. Y preferiría no verme obligada a echar mano de un sedante.

Masculló por lo bajo su inconformidad y recostando un poco la espalda contra la cabecera de su lecho, terminó durmiéndose ¿Cómo recibiría la información de que los titanes muy probablemente fueran en su origen humanos?