¡Hola! Siento la tardanza, pero aquí traigo otro cap con una advertencia. Hay una breve mención a una violación. No es algo explícito, pero sí que ocurre en este capítulo. Así que, si no podéis leer este tema tan sensible, mejor obviarlo. Está casi al final del capítulo.

Sin nada más que decir, espero que disfrutéis.


.

.

FBI: Criminal Investigative Division

.

Capítulo 29: "Picadura de escorpión"

.

.

.

Lo primero que sintió al recobrar la consciencia era un dolor leve que lentamente identificó con sus muñecas y eso hizo que su mente se despertara poco a poco y que su vista pasara de total oscuridad a enfocar un techo grisáceo consumido por varias humedades. Arrugó la nariz, percibiendo un olor a químicos que se deslizó hasta su garganta y su boca donde sus papilas gustativas se despertaron ante aquella mezcla explosiva y metálica. Supo por aquel sabor a sangre que debía tener alguna herida en su boca, aunque no sabía exactamente dónde, pero por el leve dolor que sentía en su labio inferior sospechaba que era ahí. Entonces, cuando su sentido del tacto notó un suelo frío y una pared de ladrillo en su espalda donde sus manos parecían estar atadas, su cerebro pareció identificar la razón por la que se encontraba ahí.

Su mente viajó hacia Akatsuki, hacia Sasori y su paradero en aquella fábrica industrial, y recordó cómo había ido a sustituir a sus compañeros en la madrugada y cómo había intercambiado promesas de una charla junta a Sasuke antes de sentarse en el coche junto a Sai hasta que su necesidad de ir al baño le hizo abandonar el vehículo y, después de eso, todo se volvió negro. Analizando sus alrededores, comprendió ágilmente que se encontraba dentro de aquella fábrica que debería estar vigilando junto a su compañero.

¡Sai!

Con rapidez y algo de nerviosismo, sus ojos se movieron por aquella gran sala en busca de aquel moreno de ojos negros, localizándolo a escasos metros a su derecha. Estaba atado y sentado en el suelo en la misma postura que ella, aunque sus ojos se mantenían cerrados y su rostro tenía ciertas heridas e hinchazones, seguramente porque se había resistido. Abrió la boca e intentó llamar su nombre, pero sólo un leve quejido salió. Sakura soltó un suspiro antes de tragar saliva para volverlo a intentar.

- Sai – su voz sonaba ronca por la falta de hidratación. – Sai – volvió a repetir cuando el joven no dio ninguna señal de respuesta. Sabía que no se debería poner tan nerviosa en aquella situación tan crítica, sobre todo porque observando había comprobado que su pecho subía y bajaba en señal de que estaba respirando. – Sai, despierta – pidió en un tono más alto mientras movía su pierna derecha con la intención de alcanzar al chico. - ¡Sai! – siseó tras darle con el pie en su muslo, causando que el joven emitiera un leve gemido. – Despierta, por favor.

La joven agente notó como el chico movía lentamente su cabeza y como sonidos incoherentes salían de su boca y, curiosamente, aquello le tranquilizó porque sabía que su compañero estaba recobrando la consciencia.

- Sa… – oyó que decía en un tono bajito y casi imperceptible. – …kra – repitió en un tono más alto. - ¿Sa…kura?

- ¡Sí, soy yo! – su tono mostraba cierta emoción. – Estoy a tu izquierda – aclaró al comprobar que el chico aún no había abierto los ojos.

A un paso lento y casi desesperado, Sai levantó su cabeza hasta apoyarla en la pared y parpadeó un par de veces hasta que su vista se enfocó, percibiendo por primera vez aquel techo mugroso antes de centrar su mirada en su compañera, quien mostraba una pequeña sonrisa.

- ¿Estás bien?

- Eso te lo debería de preguntar yo a ti – inquirió la joven de cabellos rosas mientras observaba el estado de su compañero, - ¿Qué ha pasado?

- Fuiste a hacer pis y al rato, oí unos ruidos en los arbustos. Salí del coche cuando vi a un tipo alto llevarte en brazos, pero me estaban esperando otros tres – su voz sonaba algo ronca. – Me peleé con ellos hasta que sólo uno quedó en pie. Desgraciadamente, alguien vino por detrás y me golpeó en la cabeza – explicó sintiendo un dolor punzante en su cogote.

- ¿Viste o escuchaste algo?

- Tengo vagos recuerdos – dijo frunciendo el ceño suavemente. – Murmullos y susurros, pero estaba demasiado aturdido como para comprender nada elegible.

- ¿Tienes roto algo? – preguntó la chica viendo aquella expresión de dolor cuando movió los hombros.

- Creo que no – dijo tras comprobarlo un par de segundos después. – Aunque necesitaré dos días en la cama cuando salgamos de aquí – mostró una pequeña sonrisa que fue contagiosa para la chica. - ¿Te duele algo a ti? Tienes el labio un poco hinchado.

- Seguramente me lo he mordido cuando me drogaron – soltó un suspiro antes de remover de manera incómoda sus muñecas con la esperanza de poder romper aquella cuerda que las ataba, aunque era un tanto imposible. – Tenemos que salir de aquí antes de que alguien venga.

- Lo sé – el moreno clavó su vista en su compañera. - ¿Se te ha ocurrido algo para escapar?

- No, estaba esperando a que tu cerebro me ayudara con ello.

- Tú eres la analista, ¿qué has observado?

Los ojos de Sakura analizaron con mucha atención centímetro a centímetro aquella amplia sala, desde los altos techos hasta los oscuros rincones y sin olvidar, aquel suelo lleno de manchas y cajas.

- Es de día y, probablemente por la luz que entra y la altura del sol, serán entre las diez y las once de la mañana, por lo que llevamos unas dos horas inconscientes y teniendo en cuenta que solemos enviar mensajes de comprobación cada hora, nuestro equipo ya sabrá que hemos desparecido y estarán ideando un plan.

- Muy bien, ¿qué más percibes?

Frunció los labios a la vez que respiraba profundamente y volvió a notar aquel olor fuerte de químicos que se deslizaba de manera poco agradable hasta su garganta.

- Huele a ácido, pero… - volvió a inhalar. – Ese olor…

- Drogas – concluyó Sai siendo apoyado con la cabeza por Sakura. – Están fabricando drogas.

- Es una nave clandestina – la chica miró al techo. – Por eso están aquí. Y si es un laboratorio clandestino, eso significa…

- Que debe haber una salida de emergencia en caso de que la policía aparezca – Sai mostró una sonrisa, totalmente agradecido por el ingenio e inteligencia de la chica. – Bien, Sakura.

- Ahora es tu turno – sus ojos jades se clavaron en aquellos orbes oscuros. – Si fueras un criminal, ¿dónde pondrías esa salida?

- Por mi experiencia, lo más lógico es que ese camino fuera por un sitio poco accesible a simple vista. Yo diría que por un canal o una tubería que me conduzca a la parte subterránea del edificio.

- ¿Crees que este sitio tiene ese tipo de salida?

- Es una nave de los años 90, por lo que, de acuerdo con la normativa de esa época, debería tener dicha salida para facilitar la evacuación en caso de incendio o accidente – explicó con una pequeña sonrisa. – Normalmente, hay un acceso en las salas grandes del edificio y ésta tiene toda la pinta de que lo es.

- Eres un genio, Sai – aseguró la chica emocionada. – No sabes lo que agradezco en este momento que sepas datos tan extraños y aleatorios.

- Conocer la seguridad, normativa y construcción de los edificios de tu ciudad es algo normal – defendió el moreno haciendo que la chica soltara una pequeña risa. – Ahora, en lo que yo pienso dónde se puede situar ese acceso, es tu turno para averiguar cómo nos desatamos.

- Ah, muy fácil, querido amigo – Sakura no perdió la sonrisa. – He visto un par de cristales en esa esquina – señaló con la cabeza hacia el frente donde casi inapreciablemente se podían ver trozos de cristal. – Voy a intentar llegar a ellos.

A decir verdad, no le resultado difícil levantarse del suelo con las manos atadas gracias a la fuerza que poseía en sus piernas, pero sí que le fue un poco complicado llegar hasta aquella esquina porque aún se sentía algo aturdida por el cloroformo que habían usado contra su voluntad. Soltó un pequeño suspiro cuando se encontró delante de su objetivo y, con delicadeza y cuidado, se arrodilló de espaldas con la esperanza de poder obtener un cristal sin cortarse con el resto. Por desgracia, su primer intento no resultó como ella había esperado y se cortó con el trozo de cristal causando que soltara un quejido que alarmó a su compañero.

- Estoy bien – aseguró aunque notaba un líquido caliente resbalarse por el dorso de su mano y no tenía que mirarse para saber que era sangre.

Cogió una bocanada de aire para olvidarse de aquel punzante dolor y concentrarse de nuevo en su tarea de obtener aquel preciado cristal, el cual recogió con delicadeza tras unos segundos de tensión y seriedad. Con bastante soltura y experiencia porque había hecho esto en sus años de entrenamiento, deslizó el cristal contra la cuerda pese a sentir como el cristal se clavaba ocasionalmente en su fina piel. No podía permitirse pensar en el dolor, no cuando la vida de Sai y la suya propia dependían de que ella rompiera esa cuerda a tiempo. De pronto, como si de un milagro se tratara, notó como dicha cuerda dejó de hacer resistencia, lo que hizo que Sakura pudiera quitársela a la vez que soltaba el cristal.

- Lo he hecho – comentó en un tono orgulloso mientras miraba a Sai, quien mostraba una sonrisa cansada.

Una vez tiró los restos de cuerda al suelo y recogió un nuevo trozo de cristal, la joven agente se aproximó hacia Sai dejando un pequeño reguero de sangre en el proceso, aunque en ese momento no era lo que importaba. No obstante, a escasos metros de alcanzar su objetivo, unas sombras le hicieron parar en el proceso.

- Será mejor que sueltes eso, guapa – dijo uno de los tres hombres de aspecto musculoso y tez oscura.

Cualquier persona normal en esta misma situación habría obedecido al instante, sobre todo si se tenía en cuenta el tamaño muscular de aquellos hombres, pero Sakura no era una persona normal o, por lo menos, no se rendía tan fácilmente, por lo que su cerebro no sorprendió de su respuesta.

- Tendrás que venir a quitármelo.

Aquel hombre de tez oscura mostró una sonrisa divertida que fue imitada por sus otros dos compañeros y dedicó una mirada a la chica antes de avanzar hacia su dirección en actitud relajada y quizá ese fue su mayor error porque cuando estaba por agarrar a la chica, Sakura fue más rápida que él y le clavó el cristal en el pecho antes de proporcionarle un par de patadas que lo dejaron inmóvil en el sitio.

Error de novato.

- ¿¡Cómo…!? – se alarmó otro hombre de pelo extremadamente corto y de un color rosa. - ¡Maldita zorra! ¡Ha tumbado a Denki en dos golpes!

- ¡Vamos, Jun! – dijo el otro con el pelo rizado antes de lanzarse a por Sakura.

Como buena agente, había sido entrenada para defenderse en un cuerpo a cuerpo. Era una de las asignaturas o tareas obligatorias en la academia, pero a mayores, la joven Haruno había entrenado con su padre desde muy joven y, estos meses atrás, Sasuke había sido su gran ayuda en ese campo. Así, mientras le propinaba un golpe seco en el cuello a ese hombre llamado Jun, agradeció internamente que Sasuke le hubiera enseñado un par de trucos.

- ¡Wow! ¡Impresionante! – dijo una voz desconocida haciendo que Sakura parara sus movimientos sobre el último hombre que quedaba en pie. Sus ojos divisaron a un hombre de pelo azul oscuro, piel pálida y ojos claros, vestido con un chaleco y un gorro de cazador y sosteniendo una escopeta, lo que hizo que Sakura lo identificara rápidamente con Kisame, el Tiburón. – Con razón Sasori propuso drogarte. ¡Eres toda una fiera! – soltó una carcajada a la vez que sus ojos se posaron en los dos hombres caídos. - ¡Mira! ¡Mira, Kakuzu! – llamó emocionado al hombre que entraba por la puerta.

- Kisame, controla tu euforia, ¿quieres? – habló Kakuzu en un tono tranquilo que combinaba con su apariencia. Era un hombre alto, de llamativos ojos verdes y con pelo largo recogido en una coleta, una sonrisa calmada y unos modales de cortesía que parecían de la época victoriana. Era cautivador, pero peligroso. – Señorita Haruno – mostró una sonrisa pequeña de lo más amable, aunque la analista conocía muy bien ese tipo de actitud. – No sabe las ganas que tenía de conocerle.

- ¿A mí? – preguntó confusa sin apartar un centímetro el cristal del cuello de aquel hombre con el pelo rizado. - ¿Por qué?

- Su fama le precede, Señorita Haruno – su tono cortés y educado no varió nunca. – Su equipo ha sido capaz de capturar a la mitad de nuestro grupo gracias a sus increíbles habilidades y a su asombrosa inteligencia.

- ¿Esa es la razón por la que estoy aquí?

- Principalmente – respondió Kisame mostrando unos dientes afilados. – Eso y porque el jodido Sasori está obsesionado contigo y viendo el espectáculo que acabas de montar, entiendo perfectamente por qué – silbó mirándola de arriba abajo antes de soltar una sonora carcajada. - ¡Me gustan las leonas!

- Lástima que a mí no me gusten los secuestradores criminales de moral laxa.

La carcajada de Kisame aumentó hasta el punto en el que el hombre tuvo que sostenerse el estómago y apoyar su mano en el hombro de su compañero.

- ¡Y mira que actitud! – dijo entre risas mientras se limpiaba las lágrimas. - ¡Es la mujer perfecta, Kakuzu!

- Demente – pensó la chica clavando de nuevo su mirada en Araña. – Y si sólo me queréis a mí, ¿por qué no soltáis a Sai?

- Lo siento, Señorita Haruno. Su compañero ha sido un daño colateral – se disculpó sinceramente el hombre provocando cierta confusión en la joven de pelo rosa. – Si colabora con nosotros, prometemos no hacerle nada.

- ¿Colaborar?

- Uniéndose a nosotros, por supuesto – respondió Kakuzu con una sonrisa amable y tranquila. – Sus habilidades serían más que ideales para nuestro equipo.

- ¿Crees que voy a traicionar todo lo que tengo por vosotros? – inquirió incrédula. – No me conocéis bien si de verdad pensáis que dejaré la justicia para unirme a vosotros. Podéis matarme si queréis, pero no traicionaré mis principios – bramó furiosa apretando un poco más el cristal en el cuello de aquel hombre, quien soltó un leve quejido.

- Si no colaboras, mataremos a tu compañero, cielo – Kisame apuntó con su arma a Sai mientras mostraba una sonrisa poco vacilante.

- Sakura, no aceptes ese trato – habló Sai por primera vez en mucho tiempo y, aunque no podía ver su rostro, sabía que estaba algo enfadado por la actitud.

- Cállate, mocoso – Kisame se acercó y dio una patada en la pierna al chico, quien emitió un grito de dolor.

- Kisame, contrólate – pidió el Araña en actitud tranquila a la vez que dirigía una orden con la mirada al cazador. – Estamos negociando.

Sakura miró a Sai durante unos segundos y sintió como su corazón se encogía. No estaba en malas condiciones, aunque aquel ambiente cargado de ácidos y la patada que acaba de recibir no estaba siendo beneficioso para su recuperación. Tenía que salvarlo como fuera. Por él, por Ino y por el futuro que merecían juntos.

- ¿Qué condiciones habría? – dijo después de debatir durante unos minutos y centrando su mirada en los ojos de Kakuzu.

- Necesitamos su ayuda en un pequeño proyecto. Si acepta, su compañero será liberado ahora mismo sin sufrir ningún daño – el hombre dio un paso al frente para acercarse un poco más. – Una vez haya acabado, le soltaremos a usted también, Señorita Haruno.

- ¿Es eso? ¿Solamente me necesitáis para alguno de vuestros planes? – preguntó alzando una ceja. - ¿Por qué yo?

- Porque puede ver lo que nadie más puede – respondió sencillamente.

Sakura se mordió el labio inferior. Aceptar aquel trato significaría traicionar sus principios y dar la espalda a su familia, sus amigos y su equipo y, lo más importante, supondría traicionar a su padre y no poder justiciarlo. Sin embargo, por otro lado, si aceptaba, salvaría a Sai y podría infiltrarse dentro de aquella banda para acabar con ellos cuando el tiempo fuera elegible.

- Acepto – dijo con decisión antes de soltar a aquel hombre que tenía en sus brazos de un golpe, haciendo que cayera con expresión de dolor al suelo. – Pero Sai debe quedar libre ahora y sin daños. Si no cumplís esa parte, me encargaré de que ese plan que queréis ejecutar sea un desastre. ¿Entendido?

- ¿¡Qué!? ¡Sakura, no!

- Perfectamente, Señorita Haruno.

- ¡Sakura! ¡No lo hagas, por favor! – gritó Sai llamando la atención de la chica, quien le pedía disculpas con la mirada. - ¡Piensa en tu padre!

- Estoy pensando en él – aseguró en un susurro antes de morderse el labio inferior.

- ¡No lo permitiré!

- Cálmate, chico – bufó Kisame apuntando con el arma directamente al pecho, - o te meto un balazo.

- ¿A mí? – Sai lo miró decidido con una sonrisa de superioridad, actitud que la Haruno jamás había visto en ese chico y eso le hizo fruncir el ceño. – Sabes que no puedes, pescadito. Acabas de firmar mi libertad sin daños.

- No me llames así, mocoso.

- ¡Oh! ¿Te ofende eso? – el sociólogo soltó una risa. - ¡Qué autoestima más baja! Con razón que la caza sea tu pasión.

- ¿Qué significa eso? – preguntó entre dientes.

- Verás, soy sociólogo. Estudio el comportamiento humano y que te apasione la caza es un símbolo de falta de autoestima…

- Sai, para – pidió la chica con el cuerpo tembloroso.

- Calla – dijo entre dientes Kisame mientras se separaba unos metros del chico.

- … de carácter introvertido…

- Mentira.

- … que tiene un complejo con su miembro… - siguió recitando Sai sin apartar su mirada del cazador.

- Kisame, basta – Kakuzu se mostró algo nervioso por primera vez mientras daba un paso hacia su compañero y amigo.

- … y que, por supuesto, tiene una masculinidad frágil que quiere suplir con una actividad muy varonil. ¿Te hizo tu padre sentirse a ti, Kisame?

- ¡Cállate! ¡Para! – gritó Kisame furioso con la mirada perdida. - ¡Cállate, mocoso asqueroso!

Si Sai tuviera que relatar de nuevo la escena, no sabría que fue primero, si el grito desolado de Sakura o el impacto de la bala en su pecho, en el ladro derecho. Lo que sí que sabía es que el trato con Akatsuki había sido quebrado porque Kisame no había sido capaz de cumplir sus palabras y, lo más importante, había salvado a Sakura.

- ¡Sai, por favor! – gritó la chica acercándose rápidamente hacia él y puso sus manos sobre el pecho del chico para evitar en vano que la sangre saliera de aquella herida. Notó como las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos y tuvo que soltar un sonoro suspiro para evitar que se derramaran. No podía perder a Sai, no podía dejar que su amigo muriera en sus manos. – ¡No dejaré que te mueras! – con rapidez y agilidad, rompió la cuerda que ataba sus muñecas y cogió una de sus manos para apretarla contra el pecho, donde su mano estaba ya más que manchada de sangre. - ¿Por qué? ¿¡Por qué le has provocado!? – preguntó mirando a sus ojos sin poder controlar más las lágrimas.

- No podía permitir que te consumieras – soltó con una pequeña sonrisa sincera a pesar de estar desangrándose. – El equipo, tu familia y tus amigos te necesitan de su lado. Sasuke te necesita – sus palabras causaron más impacto en su alma que aquella situación tan sobrecogedora.

- Sai… yo no iba a traicionaros… - susurró entre sollozos. – Tenía un plan… yo…

- Ambos sabemos que no te iban a dejarte ir por las buenas.

- Pero tú estarías sano – Sakura apretó más fuerte las manos sobre las de Sai. – Tienes un futuro con Ino. No… no puedes hacerle esto.

El chico soltó una tos y puso una muesca de dolor antes de volver a enfocar su mirada en aquellos ojos jades.

- Dile que lo siento y que la quiero más que a nadie.

- Se lo dirás tú cuando salgas de aquí, idiota – aseguró ella sintiendo como sus lágrimas no podían parar de derramarse. – Aprieta fuerte y agárrate a la vida, Sai, o de lo contrario, te traeré de vuelta del mundo de los muertos. ¿Me entendiste?

- ¿Ves? No olvides quién eres, Sakura – mostró una sonrisa antes de volver a toser.

- Eh, perdona, cielo, no sé que me ha pasado – dijo una voz a sus espaldas provocando que el cuerpo femenino se tensara con rabia. – No es algo que…

Kisame no pudo continuar hablando porque Sakura se había lanzado contra él y había empezado a darle puñetazos a diestro y siniestro mientras lanzaba insultos y palabras poco amigables hacia su persona hasta que sintió como alguien la agarraba de la cintura y la separaba de aquel hombre, quien le dio una patada en la tripa.

- ¡Suéltame, hijo de puta! – gritó totalmente enfurecida intentando quitarse del amarre. Sus ojos se clavaron de manera enfurecida en los dos miembros de Akatsuki - ¡No hay trato!

- Llévatela a la habitación y átala – Kakuzu ordenó con aquella actitud dulce y tranquila. – Lo sentimos, Señorita Haruno, pero su estancia aún no ha terminado.

- ¡No! ¡Sai!

- Sakura… – llamó el chico con voz débil.

- ¡Sai, no te mueras, por favor! – fue lo último que pudo decir antes de perder de vista a su compañero entre gritos y lamentos.

- Maldita zorra, me ha rajado la cara – oyó decir a Kisame una vez se había levantado.

Quería volver, quería luchar y salvar a Sai, pero aquel tipo la había inmovilizado con un pequeño golpe en la nuca y ahora se encontraba como un flan, sin voluntad propia pero con consciencia. Notó algo mullido y supuso que había sido depositada en un colchón, y también notó como sus muñecas eran atadas de nuevo, aunque esta vez a lo que sería un cabecero o algo que había en la pared, dejándola en aquel sitio en contra de su voluntad y con sólo sus piernas para defenderse.

Cuando abrió los ojos, comprobó que estaba en una habitación de un tono verde apagado, en un colchón algo sucio y que, efectivamente, sus brazos estaban atados con una cuerda al cabecero de la cama. En aquella situación de impotencia, no pudo más que llorar y gritar a todo pulmón el nombre de su compañero y unas súplicas de que lo salvaran, de que haría lo que fuera si lo libraban de aquel destino. No fue hasta que sus sentidos se calmaron un poco que se dio cuenta de que no estaba sola en aquel cuarto y de que un par de ojos la observaban ansiosos desde la oscuridad.

- ¿Quién… quién eres? – inquirió con en un tono amortiguado por el llanto.

- Nunca me gustó verte llorar – respondió aquella sombra con una voz que conocía a la perfección.

No, no puede ser.

Pero por mucho que su cerebro no quisiera hacer frente a la realidad, sus ojos no le estaban engañando y parado frente a esa cama, se encontraba el que había sido su novio, su confidente y el asesino de su padre. Parecía que el tiempo no había pasado para él, ya que seguía con aquella amable sonrisa en aquel angelical rostro, pero sus ojos ya no se mostraban tan dulces como antes porque la locura había ganado en territorio.

- Sasori… - Sakura se sentía ansiosa. Quería que ese hombre pagara por todo el sufrimiento que había causado, pero necesitaba asegurarse primero que Sai estuviera bien. – Por favor, Sasori… no dejes que Sai muera, por favor.

- No está en mis manos, Saku-chan.

- Aceptaré el trato si lo salvas, por favor – dijo rápidamente ella viendo como el chico se acercaba a la cama hasta sentarse a su lado. – Sólo sálvale.

- No sabes el tiempo que llevo deseando verte, mi dulce flor – susurró él deslizando su mano por el rostro de la chica hasta delinear con sus dedos los labios. – El tiempo que llevo observándote y esperando pacientemente para tenerte de nuevo conmigo. Fue idea mía que te unieras al grupo, ¿sabes? – ella lo miró confuso. - ¿No lo ves? Así podremos estar juntos.

- ¿Estás bromeando? ¡No quiero estar contigo! – dijo la chica con actitud decidida. – No puedo estar con el asesino de mi padre.

- ¿Seguro que es eso? – inquirió acercándose a su rostro. - ¿No será por ese tal Uchiha?

- Aléjate de Sasuke.

Sasori mostró una sonrisa macabra mientras su mano acariciaba los cabellos rosas que tanto había echado en falta.

- No tocaré a tu amado todavía, mi querida flor, con una condición – la chica lo miró interrogante. – Que colabores y seas mía para siempre.

- Podrás romperme, podrás amenazarme y herirme, podrás destruir todo lo que tengo, pero ten una cosa clara – su tono era seguro al igual que su mirada. – Jamás seré tuya, Akasuna no Sasori.

Aquello paralizó al chico quien tenía los ojos abiertos y parecía estar sufriendo una serie de emociones poco claras hasta que la rabia se apoderó de todo su rostro y, por primera vez en mucho tiempo, Sakura siento inseguridad y miedo.

- Entonces, tendré tu cuerpo – dijo macabramente antes de lanzarse a sus labios desesperadamente.

Todo pasó a un paso demasiado lento en su cabeza, aunque en la vida real seguramente sería todo lo contrario. Notó los labios de Sasori sobre los suyos y como ella intentaba separarse de su cuerpo mientras le pedía que parara. No obstante, no paró ahí, ni tampoco cuando sus manos se metieron debajo del jersey ni cuando su lengua y sus dientes atacaron su cuello entre promesas de que ella era de él. Sakura pensó en Sai desangrándose en la entrada y no pudo evitar llorar más y más mientras suplicaba que Sasori parara, sobre todo cuando sintió sus manos desabrochando el pantalón de la chica.

- Tan dulce como siempre – susurró mientras su lengua se deslizaba por su cuello y su mano apretaba uno de sus pechos.

- ¡Basta! ¡No! – sus lágrimas salieron con más intensidad porque ambos sabían cual iba a ser el destino de ella, ambos conocían como iba a acabar.

Sasori, haciendo casi omiso de las súplicas, bajó el pantalón y la ropa interior de la chica con velocidad y la observó mientras se relamía los labios, provocando una sensación nauseabunda en la joven agente, quien intentaba defenderse con sus piernas de manera ineficiente.

- Te haré mía una y otra vez hasta que tu corazón me pertenezca de nuevo, mi dulce flor – Sasori se desabrochó su propio pantalón y se bajó su ropa hasta quedarse desnudo de cintura para abajo.

- No, lo hagas, Sasori… ¡no!

Cuando no pudo hacer nada más, cuando ya era demasiado tarde, Sakura no pudo más que llorar mientras intentaba poner su mente en blanco para que esos minutos pasaran lo más rápido posible. No quería pensar en el dolor que estaba sintiendo en su entrepierna, ni quería pensar en su compañero y buen amigo seguramente muerto en una de esas salas, sólo quería que aquel momento acabara. Su mente pareció concederle ese deseo porque durante esos minutos en los que Sasori se aprovechó de su cuerpo y debilidad, no pensó en nada, no sintió nada y sobre todo, no dijo nada. Se sentía como si acabara de morir, como si su alma estuviera junto a su padre.

No dijo ni hizo nada más que llorar cuando Sasori acabó y la besó mientras le repetía una y otra vez lo mucho que le quería. Tampoco comentó ni una palabra mientras el hombre que había sido una vez su amor, le tapaba con una manta una vez le había colocado la ropa, ni mucho menos emitió un sonido cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe y un par de hombres armados entraron apuntando a Sasori hasta poder inmovilizarlo contra el suelo. Solamente fue capaz de sentir algo cuando un ángel de mirada oscura al igual que sus cabellos entró, se abalanzó sobre ella para quitarle los amarres de sus muñecas con velocidad y después, atrajo su delicado cuerpo hasta su pecho. Fue en ese momento, en el que olía el perfume de Sasuke, que su cuerpo volvió a estallar en un llanto mientras se aferraba con fuerza a su chaleco antibalas.

.

.

.


¿Qué os ha parecido? ¿Se salvará Sai? ¡Pronto las respuestas!

Un saludo,

SheNdy.