Bonito y bendecido día para cada una de ustedes. Espero que estén muy bien y listas para disfrutar de su fin de semana.
Les recuerdo que la historia es completamente mía, al igual que todas las anteriores NO esta basada en ninguna otra historia salvo la original Candy Candy, los personajes No me pertenecen, lo hago sin fines de lucro es solo por diversión. NO es para mayores de edad, espero lo comprendas. GRACIAS.
LÍNEAS DEL TIEMPO
32
LÍNEA 1
Había llegado el momento de despedir a la familia de la línea dos, y tanto Albert como la tía abuela ambos se sentían extraños por su partida, sin embargo sabían que debían regresar a su línea del tiempo, cada uno de aquellos jóvenes tenía una vida y debían vivirla y ser felices.
-Espero que no haya ningún problema en su viaje. – Dijo Stear menor, recordando que la batería de la máquina había sido utilizada más allá de lo que creían era posible.
-Yo también. – Dijo Stear con un gran suspiro. – Necesito estar junto a mi esposa y llevar a mi familia con los suyos. – Dijo mirando a todos los que había llevado en ese osado viaje.
-No te pregunto si algún día volverán. – Dijo Anthony menor al inventor mayor. – Porque sé que es poco probable que eso suceda. – Dijo de nuevo sabiendo que existía un riesgo entre los viajes en el tiempo. – Pero si es así, saben que aquí tendrán un lugar en donde llegar. – Dijo mirando a todos los Andrew de la línea dos, seguro de que a pesar de lo extraño que era formaban todos una misma familia.
-Lo sé Anthony, y te lo agradezco profundamente. – Dijo Stear mayor realmente conmovido por las palabras del rubio. Sabía que aquellos jóvenes representaban su familia en un tiempo pasado y extrañamente los protagonistas de aquellas historias eran los mismos protagonistas que en su línea del tiempo, a pesar de la distancia entre épocas, a pesar de que eran historias diferentes que se contaban pero aquella relación, aquella conexión que existía entre ellos nada ni nadie podría cambiarla.
Annie por su parte se encontraba algo nerviosa mientras observaba como los visitantes pronto tomarían camino hacia Lakewood para regresar a su línea del tiempo, así que aprovechó que todos estaban distraídos para acercarse a Candy, necesitaba pedirle algo, y sabía que la rubia era la única persona que podría ayudarle.
-Candy, ¿Puedo hablar contigo un momento? – Preguntó la tímida muchacha asegurándose que nadie se diera cuenta de lo que pediría, sobre todo la tía abuela, ya que no sabía cómo lo iba a tomar.
-¿Qué sucede Annie? – Preguntó Candy con el mismo volumen bajo de voz, podía darse cuenta que su hermana tenía un dilema, la conocía bastante bien como para saber que algo la estaba molestando o que algo le inquietaba.
-Candy, necesito pedirte algo. – Dijo la ojiazul observando que todos seguían distraídos con los viajeros, su mirada era de súplica y Candy la observaba con detenimiento.
-Por supuesto que sí Annie, dime. – Dijo Candy acercándose a ella con precaución, esperando que le dijera lo que necesitaba.
-Mi madre no ha querido que invite a la señorita Ponny y a la hermana María a la boda. – Dijo Annie con nerviosismo, como si la ausencia de su madre fuese una presencia en ella. Candy no se sorprendió con lo dicho por su hermana, ella sabía muy bien que todo lo relacionado con el hogar de Ponny estaba prohibido en la mansión Britter.
-Lo entiendo. – Dijo Candy con cierta tristeza en su voz.
-Pero yo quiero que ellas estén conmigo. – Dijo Annie mirando de nuevo hacia donde estaba el resto de las personas. Candy giró su rostro hasta ellos y comprendió que se estaba cuidando de la tía abuela. - ¿Podrías ir por favor a decirles que me gustaría mucho que estuvieran aquí? – Preguntó Annie con la esperanza de que Candy aceptara hacer la invitación personalmente. De entre sus ropas la tímida joven sacó una invitación que le dio a Candy para su boda. La rubia observó sorprendida aquel elegante sobre, comprendiendo el dilema en el que se encontraba su hermana.
-¿Estás segura Annie? – Preguntó Candy intentando que su hermana estuviera más que convencida de ello. Annie asintió con una gran sonrisa, segura que eso era lo que ella quería.
-Muy bien. – Dijo Candy dispuesta a ayudarla, faltaban tan pocos días para la boda que tenía que partir de inmediato y asegurarse que la invitación llegara a las manos de las dulces mujeres que las habían criado.
-¿Sucede algo Candy? – Preguntó Anthony a la rubia, quien intentaba guardar la invitación de los ojos de su novio.
-Lo que pasa es que… - Decía Candy nerviosa. Anthony la miraba con ternura esperando confiara en él. – Necesito ir al hogar de Ponny. – Dijo la rubia con cierta impaciencia.
-¿Ahora? ¿Ha sucedido algo? – Preguntó Anthony un tanto impaciente al creer que había recibido alguna mala noticia y por ello estaba tan ansiosa.
-No, lo que sucede es que… - Dijo Candy sin saber si revelar lo que Annie le había pedido hiciera. – Necesito ir. – Le dijo una vez más. Anthony sonrió al ver que la rubia ocultaba algo que no precisamente tenía que ver con ella al reconocer las miradas que intercambiaba con la joven prometida de su primo.
-No te preocupes. – Dijo Anthony seguro de llevar a la rubia hasta el hogar de Ponny. – Stear y yo podemos acompañarlos a Lakewood. – Dijo Anthony para sorpresa de los que ya estaban a punto de partir.
-¿Ah así? – Preguntó Stear un tanto confundido por lo que decía Anthony. Anthony cruzó mirada con su primo y este comprendió rápidamente. – Es verdad, tal vez ocupes ayuda de nuevo con la batería. – Dijo el inventor menor, aunque sabía bien que su contraparte tenía todo controlado.
-Muy bien… será lo mejor…, justo eso te iba a pedir. – Dijo el inventor mayor comprendiendo que algo sucedía con su contraparte y la contraparte rubia de su primo.
-¿Quieres acompañarnos Candy? – Preguntó Anthony a la rubia, quien le sonrió agradecida por lo que había hecho solo por ella. Candy observó a Annie y esta asintió con una linda sonrisa.
-Muy bien. – Dijo la rubia como si realmente los chicos de la línea tres necesitaran ir a Lakewood.
-¡Pero Anthony, Stear! ¡La boda es en unos cuantos días! – Dijo la matriarca impaciente por la decisión de sus nietos.
-No te preocupes tía abuela, volveremos mañana por la mañana. – Dijo Anthony seguro de que así sería.
-Es verdad tía, lo que pasa que podría haber algún problema y me gustaría ayudar. – Dijo Stear para hacer más convincente aquella ida a Lakewood.
-Ten Stear, llévate mi auto. – Le dijo Archie a su hermano para que pudieran ir sin problema. Stear sonrió y miró a su hermano agradecido, Archie también comprendía que algo sucedía, pero no se imaginaba que todo había sido gracias a su prometida.
-Muy bien, espero no se retrasen más porque pronto llegarán tus padres. – Le dijo Elroy a Stear, quien de pronto se quedó en silencio y asintió no muy convencido de la noticia recién recibida.
Los jóvenes de la línea dos abordaron el vehículo que los había llevado hasta Chicago, mientras Anthony, Candy y Stear abordaban el auto de Archie, de inmediato todo estaba listo para emprender el viaje.
-Ahora sí me vas a explicar qué es lo que sucede. – Dijo Stear a su primo, mientras conducía hacía la salida de Chicago.
-Candy necesita ir al hogar de Ponny. – Dijo Anthony con una sonrisa mientras tomaba la mano de su novia. Candy sonrió agradecida y entonces pensó que debía hablar con sinceridad con ambos muchachos.
-Lo que sucede es que Annie decidió invitar a la señorita Ponny y a la hermana María a su boda. – Dijo la pecosa con cierta timidez en su voz. Anthony la observó un tanto confundido por el motivo que tenía para ir hasta allá.
-No comprendo. – Dijo Anthony a la rubia.
-Lo que sucede es que Annie fue adoptada igual que yo. - Dijo la rubia con una sonrisa un tanto nostálgica.
-Es verdad… - Dijo Stear quien de pronto recordó el drama que se había armado en el colegio el día que se había descubierto el "terrible" secreto que guardaba la familia Britter. – Creo recordar que Elisa desató un escándalo cuando se enteró de ello. – Dijo Stear como si realmente fuese él quien lo hubiera vivido y no solo el recuerdo de su contraparte.
-La señora Britter intentó por todos los medios evitar que se descubriera, temía que la sociedad no aceptara a Annie, es por ello que me pidió que guardara ese secreto… por Annie… - Dijo Candy recordando la plática que había tenido con la señora Britter en el salón de los Leagan.
-No entiendo por qué las personas se empeñan en creer que ser adoptado es un pecado. – Dijo Anthony con pesar, recordando que Candy también había sido rechazada por los Leagan solo por el hecho de no tener padres.
-Las personas no comprenden que ser huérfano no es una decisión propia. – Dijo Candy con tristeza. – Annie y yo crecimos juntas, como hermanas. – Decía la rubia con nostalgia. – Nos encontraron la misma tarde y desde ese momento fuimos inseparables. – Los recuerdos llegaban a su mente tan frescos como si acabaran de ocurrir, su historia fue contada una vez más y los chicos atentos escuchaban las peripecias que la rubia había vivido en su línea de tiempo, el camino se hacía más ameno con la plática de la pecosa, quien entre risas relataba las travesuras que había compartido con su hermana del alma.
Aún era temprano cuando entraban al camino principal que los llevaba hacia la mansión de las rosas, el olor a los rosedales comenzó a impregnar el ambiente y prontos los ocupantes del segundo vehículo respiraban con gusto el agradable aroma.
-¡Qué bien huele! – Decía Stear aspirando lo más que podía tan dulce olor.
-Las rosas nos dan la bienvenida. – Dijo Anthony igual de emocionado que Stear. Candy tomó su mano y la apretó con fuerza por la emoción que sentía de volver a Lakewood en su compañía.
-Que bien se siente volver. – Dijo Candy con el corazón lleno de paz, sus lágrimas se asomaban a sus esmeraldas, sin embargo ahora aquellas lágrimas eran por la felicidad y la tranquilidad que sentía de volver a aquel lugar donde había sido tan feliz. Atrás había quedado la tristeza y la soledad que representaba Lakewood para ella, atrás había quedado el asociar con el dolor aquel bello paisaje y una de ola de alegría la alcazaba sin que quisiera apartarse de ella.
Anthony la observaba con una gran sonrisa, observando su lindo rostro que a pesar de las lágrimas, reflejaba la alegría que sentía su alma. Tomó su mano con fuerza y Candy lo observó sonriendo con verdadera felicidad.
-Bienvenida pecosa. – Le dijo Anthony con sinceridad, dándole la bienvenida a su verdadero hogar.
-Hemos vuelto. – Dijo Candy sin dejar de sonreír, con la respiración agitada y la emoción a flor de piel.
-Hemos vuelto princesa. – Le aseguró Anthony, seguro de que ambos estaban igual de emocionados por regresar a aquel lugar que había sido tan especial en la vida de ambos.
-Vamos. – Dijo Stear con un poco de seriedad, algo que Anthony pudo notar en el timbre de su voz. – Stear ya debe de estar en el laboratorio con los demás. – Agregó mientras comenzaba a caminar hasta su laboratorio.
Candy y Anthony se tomaron de la mano para seguir a Stear quien continuaba caminando en silencio.
-¿Sucede algo Stear? – Preguntó Candy al darse cuenta que su primo había cambiado el semblante de su rostro al llegar a Lakewood.
-Nada, solo estoy pensando en lo que dijo la tía abuela. – Respondió Stear a la pregunta de la rubia.
-¿En el regreso de tus padres? – Preguntó Anthony seguro de que a eso se refería. Stear asintió guardando sus manos en los bolsillos de su pantalón.
-No sé cómo lo tomarán. ¿O qué les dirá la tía abuela al respecto? – Se decía Stear más para sí mismo que para los rubios que continuaban caminando detrás de él.
-Tranquilo Stear, sé que la tía abuela sabrá manejarlo. – Dijo Anthony con la confianza de que la mayor sabría cómo relatar los hechos que habían sucedido.
-Tienes razón… lo peor que puede pasar es que aquí tampoco me acepten ¿Verdad? – Dijo de nuevo el joven inventor con cierta ironía para después abrir la puerta de su laboratorio y alcanzar al resto de los demás.
-Los padres de Stear lo culparon por la muerte de Archie. – Dijo Anthony con tristeza en sus palabras, recordando el dolor que llevaba su primo clavado en el alma por el rechazo del que había sido objeto por parte de sus padres.
-¡Pero él no tuvo la culpa de nada! – Dijo Candy segura de que así era. Ella conocía a Stear, había aprendido a conocer a su Stear a través de este nuevo joven, que tenía su esencia y al mismo tiempo cargaba con la de su primo en esa línea del tiempo.
-No, pero siempre he pensado que solo fue un pretexto para no volver a Lakewood. – Dijo Anthony a la rubia, quien lo observaba con sorpresa. – No todos los padres quieren a sus hijos Candy. – Dijo Anthony con cierto resentimiento en voz. Candy lo observó convencida de que ella estaba más que segura de ello. Anthony le sonrió con ternura al ver la mirada que le dirigía. Se acercó a ella adivinando sus pensamientos, acarició su rostro con delicadeza y observó sus esmeradas. – Lo sé mi vida… - Le dijo con un volumen bajo de voz. – Pero en tú caso no sabemos los motivos por los que tus padres tuvieron que dejarte en el orfanato. – Le dijo besando con dulzura su frente. Candy se acercó a él y se refugió en su pecho.
-No encuentro otra explicación para un hecho tan cruel. – Dijo Candy con un gran suspiro, ella jamás había querido pensar en el motivo por el cual sus padres la habían abandonado, sin embargo tenía sus propias conjeturas, conjeturas que se guardaba para sí misma y que jamás le había externado a nadie.
-No puedo hablarte a favor de tus padres pecosa. – Le dijo Anthony sosteniendo su rostro por el mentón. – Porque no conozco sus motivos, pero sí puedo decirte que los padres de Stear y Archie, prefieren su vida llena de placeres a una vida como padres. – Dijo de nuevo convencido. – Jamás se hicieron cargo de ninguno de sus hijos, los dejaron bajo el cuidado de la tía abuela y solo venían en las fiestas, con la muerte de Archie jamás regresaron… - Dijo una vez más con melancolía.
-¿Y tú padre Anthony? – Preguntó Candy con temor de escuchar lo que podría decir.
-Mi padre naufragó en uno de sus barcos… - Dijo con tristeza, recordando el día que había recibido la fatal noticia.
-¿Naufragó? – Preguntó Candy.
-Son las noticias que recibimos de la naviera. – Dijo con el dolor reflejado en su rostro.
Candy se acercó más a él y lo abrazó con fuerza, queriendo consolar en él el dolor que llevaba en el alma, ambos estaban solos, ninguno tenía a sus padres consigo, por diferentes motivos ambos habían resultado huérfanos, pero se tenían el uno al otro y como en su tiempo habían jurado la soledad no iba a vencerlos jamás.
-¿No vienen? – Preguntó Stear, quien los esperaba dentro del laboratorio junto a los demás.
-Bien, podemos comenzar. – Dijo el inventor mayor a los jóvenes viajeros que esperaban con ansias regresar a su línea del tiempo.
– Espero que hayas encontrado lo que estabas buscando Archie. – Dijo Stear joven a aquel que representaba a su hermano menor en su línea del tiempo. Archie lo miró sorprendido porque había descubierto que algo sucedía en su interior. – Soy tu hermano a pesar de todo. – Le dijo el más joven, quien sonrió empático a lo que el diseñador cargaba en su alma. – Cuida a Axel. – Dijo una vez más para permitir que se acomodara en su lugar.
-Muchas gracias Stear, te prometo que así lo haré. – Dijo el diseñador con una sonrisa, ya que ni él mismo había sabido qué iba a buscar a ese lugar, sin embargo ahora que se iba sabía bien qué era lo que estaba buscando encontrar y sabía dónd encontrarlo.
-Cuida mucho a Candy, Anthony. – Dijo Anthony mayor a su contraparte, sabía bien que aquella joven pareja que se había formado se amaba, pero no estaba de más advertirle que lo hiciera.
-Con mi vida. – Dijo Anthony joven con una sonrisa que no podía ocultar su felicidad. El mayor miró a la rubia más joven y supo reconocer que también estaba igual de feliz que él y que ambos serían capaces hasta de dar su vida por el contrario.
-Saluda mucho a Candy de mi parte. – Dijo Candy con timidez, abrazando al rubio a manera de despedida.
-Bien acomódense todos por favor. – Dijo el inventor mayor para poder introducir los datos.
-¡Adiós Anthony! – Dijo Alexander con un grito de emoción. - ¡Adiós Candy! – Le dijo a la rubia abrazándolos a ambos con fuerza, mientras ellos le correspondían con el mismo amor que él les brindaba.
-Cuida mucho a tu hermanito. – Le dijo Anthony acariciando los rubios cabellos del menor.
-Gracias por lo que hiciste por nosotros Alexander, te juro que nunca lo voy a olvidar. – Dijo Candy con las lágrimas fluyendo por sus ojos, se sentía realmente triste por despedirse de aquel niño que le había robado el corazón, y a quien debía agradecer que se hubiese aventurado a viajar por el tiempo con el único propósito de unir a sus "padres" en otra línea del tiempo.
-Yo solo quiero que sean felices. – Les dijo el pequeño con sinceridad, mirando a uno y a otro a los ojos.
-Y lo somos… - Dijo Anthony acariciando sus rubios cabellos.
-Es hora hijo. – Dijo Anthony mayor para tomar de la mano a su primogénito y subirse a la máquina.
-Gracias por todo. – Dijo Stear mayor, abrazando a su contraparte, quien lo abrazaba con el mismo gusto y la misma fuerza que lo hacía él.
-Al contrario. – Dijeron Stear y Anthony. – Gracias a ti por habernos permitido volver a vivir. – Dijo Anthony sin poder evitar mirar a Candy al mismo tiempo.
-Ambos se lo merecían… y tú también Candy… - Dijo el mayor una vez más, para después subir a su artefacto y colocar la época a la cual se dirigían.
Las miradas estaban puestas en ellos, tanto los de la línea dos, como los de la línea uno se miraban con verdadero cariño, Alexander decía adiós con su mano y Axel hacía lo mismo.
La máquina de pronto comenzó a emitir su brillo característico y los Andrew se tenían que cubrir los ojos para evitar un daño, mientas aquel extraño aparato desaparecía frente a ellos para regresar a la línea del tiempo que había sido creado.
-¿Crees que volverán? – Preguntó Anthony a su primo.
-Eso no lo sé. – Dijo Stear con cierta travesura en su voz. – Pero si Stear es como yo… y sé que así es, creo que el día menos pensado regresará una vez más, tal vez para presentarnos a su esposa y su hijo. – Dijo de nuevo con una gran sonrisa, estaba seguro que el inventor mayor no se detendría por nada del mundo para seguir viajando e investigando.
-¿Pero qué sucede con la vida útil de la batería? – Preguntó Anthony recordando que ese había sido un factor de importancia para detener los viajes en el tiempo.
-Ese podría ser un impedimento bastante grande. – Dijo Stear con simpatía al recordar que la batería algún día podría dejar de funcionar y como su contraparte le explicó que sería muy difícil reponerla, debía de cuidar muy bien si volvía a usarla o no.
-Candy, aún es temprano. – Dijo Anthony ahora a su novia, la rubia lo miraba con una sonrisa mientras se dirigían ahora al interior de la mansión. - ¿Quieres que te llevemos hasta el hogar de Ponny? – Preguntó de nuevo, seguro de que la llevaría hasta la puerta del humilde orfanato.
-Creo que primero deberíamos comer. – Dijo Stear sobando su estómago, el cual comenzaba a darle guerra al advertirle que se estaba muriendo de hambre.
-Creo que esa sería una buena idea. – Dijo Anthony observando a la rubia para ver si estaba de acuerdo con ello. Candy asintió ansiosa, ya que ella al igual que los primos estaba hambrienta.
La llegada de los jóvenes no fue una sorpresa para el personal de la mansión, sin embargo que llegaran con Candy si lo fue, ya que todos sabían bien que la joven rubia no había pisado la mansión en muchos años, salvo la vez que el "abuelo William" la había salvado del compromiso al cual querían forzarla para casarse con Neal.
-Todo está tan callado. – Dijo Candy acostumbrada al bullicio de las calles de Chicago. Anthony la observó con ternura, a él también le gustaba más la algarabía que los escenarios llenos de silencio y protocolo.
-Tienes razón Candy. – Dijo Anthony apoyando lo que su novia decía. – Nos estamos acostumbrando nuevamente a comer en silencio. – Dijo señalando que era una petición de la tía abuela para ellos, comer en silencio y después de los alimentos acompañarla unos momentos para una charla entre ellos.
-Eso no es bueno. – Dijo Stear recordando que a él también le gustaba mucho más comer mientras había una buena charla de por medio. – Cuando uno está en silencio piensa cosas. – Dijo el joven inventor un tanto impaciente, se podía notar su nerviosismo.
-¿Sucede algo Stear? – Preguntó Candy al verlo tan ansioso.
-Stear sigue temeroso de lo que van a decir los señores Cornwell cuando lo vean. – Dijo Anthony consciente de que su primo temía la reacción de aquellos que representaban a sus padres en su línea del tiempo, los cuales no habían sido los mejores. Candy le sonrió con ternura al ver que Stear sonreía forzado.
-Es complicado Anthony, tú lo sabes. – Dijo Stear en su defensa.
-Será complicado, más no imposible. – Dijo Candy con una gran sonrisa, intentando dar ánimos al atractivo inventor que de pronto parecía que todo su ánimo había desaparecido como por arte de magia. – Verás que tus padres te recibirán con mucho amor, todos estuvimos devastados con tu partida, pero tú padre fue el que más sufrió por ello. – Dijo Candy con tristeza, recordando aquel triste día en el que de lejos había observado el sufrimiento del Sr. Cornwell. – Ahí también conocí a tu papá. – Le dijo a Anthony, quien abrió los ojos sorprendido por lo que Candy le revelaba.
-¿Mi padre? – Preguntó Anthony con sorpresa. Candy asintió a su pregunta. - ¿Está vivo? ¿Por qué nadie me dijo nada? – Preguntó de nuevo con impaciencia, con la emoción expresada en su voz. Candy levantó sus hombros para indicar que no tenía idea del motivo por el cual no le habían advertido.
-Él vino junto con los padres de Stear… pero ya no lo he vuelto a ver. – Dijo Candy tomando la mano de su novio, quien sonrió con emoción e incredulidad al mismo tiempo.
-La tía abuela no me ha mencionado nada. – Dijo preguntándose el motivo por el cual había sido eso.
-Tal vez porque tampoco sabe en dónde pueda estar. – Dijo Stear intentando dar una explicación al silencio de la tía abuela.
-Cuando regrese le preguntaré al respecto. – Decía Anthony con el corazón ilusionado, quería volver a ver a su padre, quería abrazarlo una vez más y si tenía la oportunidad de hacerlo no la desaprovecharía.
-Creo que es mejor que me vaya de una vez, no quiero llegar muy tarde al hogar de Ponny. – Dijo Candy levantándose de su puesto de manera repentina. Anthony y Stear se pusieron de pie después de ella al ver que ya estaba dispuesta a partir.
-Nosotros te llevaremos. – Dijo Anthony ajustándose el botón de su saco.
-Es verdad Candy, no pensarás que permitiremos que viajes sola hasta el orfanato. – Dijo Stear dispuesto a llevar a la rubia hasta su antiguo hogar. Candy sonrió agradecida por aquel gesto.
-Se los agradezco, pero no sé qué decir acerca de su regreso. – Dijo Candy avergonzada por no poder presentarlos como los jóvenes que habían venido de otra línea del tiempo, más sin embargo eran las mismas personas que ahí habían muerto.
-Creo que será mejor que digamos que todo fue un mal entendido. – Dijo Anthony seguro de que sería lo mejor para las dos buenas mujeres que habían criado a Candy. Candy sonrió segura de que podría funcionar lo de Stear, pero lo de Anthony sería un poco más difícil de creer.
-¿Están seguros? – Preguntó Candy al ver que ambos jóvenes no desistían de acompañarla.
-Perfectamente. – Dijo Stear seguro que así era.
Una vez más se subieron al vehículo de Stear, que una vez en marcha salió del portal de las rosas.
-Ahora para donde. – Dijo Stear con una sonrisa observando a Candy para que le diera las indicaciones precisas para llegar hasta el orfanato de Ponny. – Lo siento pero en nuestra línea del tiempo jamás fuimos ahí. – Dijo disculpando su ignorancia. Candy sonrió y comenzó a decirle el camino a su primo.
Llegaron ya entrada la tarde, el sol estaba a punto de ponerse y los tres jóvenes bajaban frente al pequeño hogar que lucía desierto.
-¿Dónde están todos? – Preguntó Stear observando alrededor.
-Es hora de la merienda. – Dijo Candy segura de que sus madres y los pequeños estarían sentados a esa hora en el comedor.
-Que bien, porque tanto conducir ya me dio hambre de nuevo. – Dijo Stear sobando su estómago.
-Aguanta Stear, cenaremos al llegar a casa. – Le dijo Anthony consciente de que aquel humilde lugar tendría la comida justa para los habitantes de la misma. Stear sonrió mostrando sus dientes apenado por comentario.
-Aquel es el padre árbol. – Dijo Candy de pronto, Anthony giró su rostro para observar la cima de la colina.
-La colina de Ponny. – Dijo Anthony seguro de que ese era el nombre de la colina frente a él.
-En este lugar es donde siempre regreso para tomar fuerza cuando la vida se pone difícil. – Dijo la rubia suspirando, mientras sus bellos ojos miraban con admiración al viejo roble que movía sus ramas al compás del viento, como si la estuviera saludando con alegría. Anthony la abrazó y la acercó a él al ver que sus ojos se humedecían por la emoción de haber vuelto.
-¿Candy? – Se escuchó de pronto una masculina voz.
-¡Tom! – Dijo Candy entusiasmada por volver a ver a su hermano. - ¿Qué haces aquí? – Preguntó la rubia acercándose a él para darle un fuerte abrazo. Anthony observaba a aquel vaquero que era alto y bien parecido abrazar a su pequeña pecosa.
-Yo podría preguntarte lo mismo. – Dijo Tom abrazando con gusto a su pequeña hermana. – Buenas tardes. – Dijo saludando a los acompañantes de la rubia.
-Buenas tardes. – Dijo Stear extendiendo su mano para saludar al joven vaquero.
-Buenas tardes. – Anthony también saludó pero con un poco de recelo, no sabía quién era la persona que estaba frente a él, o por lo menos no lo recordaba.
Tom extendió su mano con entusiasmo para saludar al par de jóvenes que estaban frente a él, pudo reconocer a Stear por el rodeo, pero al mismo tiempo lo veía un tanto confundido. Miró a Anthony que en ese momento correspondía a su saludo. En el momento que sus manos hicieron contacto, el recuerdo de lo vivido con Tom en esa línea de tiempo comenzó a invadir los recuerdos de Anthony, lo mismo había pasado con Stear.
-¿Stear? ¿Anthony? – Decía Tom como si estuviera en una especie de sueño. - ¿Qué sucede Candy? – Preguntó a la joven rubia, quien por un momento se puso sumamente nerviosa al no saber qué contestar, jamás se imaginó que Tom estaría en el hogar a esas horas.
-¿Cómo has estado Tom? – Preguntó Anthony con su linda sonrisa, siendo amigable como siempre lo había sido con el vaquero. – Ha pasado tanto tiempo. – Dijo con la confianza de saber ahora quién era a quien tenía frente a él.
-¿Anthony? – Volvió a preguntar Tom con desconcierto. Anthony asintió. - ¿Cómo es eso posible? ¡Tú estás muerto! – Dijo con sorpresa una vez más.
-Estuve en rehabilitación todo este tiempo. – Dijo Anthony intentando explicar su desaparición y repentina aparición.
-¿Rehabilitación? – Preguntó Tom aún confundido. - ¿Cómo sobreviviste a una caída como esa? – Preguntó una vez más el vaquero, ya que él sabía perfectamente que la caída que había sufrido Anthony había sido mortal.
-Ni yo mismo sé cómo sobreviví a ello. – Decía con tranquilidad, sin dejar de sonreír, mirando a su amigo a los ojos para que confiara en él.
-¡Anthony! – Dijo Tom con emoción, dejándose abrazar con gusto por aquel que había sido su amigo en la adolescencia. - ¡Pero también supimos de la muerte de Stear! – Dijo recomponiéndose a la emoción de volver a ver a Anthony, para centrarse ahora en el joven inventor, quien esperaba su turno para explicar lo que había sucedido.
-Sí, pero hubo una confusión, mi avión se estrelló pero yo antes pudo liberarme con un paracaídas que yo mismo inventé. – Dijo el joven inventor con orgullo, como si realmente las cosas hubiesen sido como él las platicaba. – Estuve escondido un tiempo por temor a caer en manos enemigas y en cuanto pude regresé a América, lamentablemente la noticia de mi muerte ya había llegado. – Dijo Stear de nuevo de manera convincente.
-¡Vaya! ¡Eso sí que es suerte! – Dijo Tom abrazando con el mismo gusto a Stear. – Debe de haber sido un gran impacto para ti Candy. – Decía el joven observando a su hermanita, quien lo miraba con los ojos emocionados, aliviada porque su hermano mayor había aceptado las explicaciones de su novio y su primo. – Sobre todo el volver a ver a Anthony, ¡Por Dios! Recuerdo cuanto lloraste por él, pero ahora está aquí y de seguro ya le confesaste que sigues enamorada de él ¿no? – Dijo de pronto el vaquero sin sentir pena por lo que decía.
-¡Tom! – Dijo Candy sintiendo que sus mejillas se encendían repentinamente, mientras sentía que el calor era más fuerte a pesar de que la tarde comenzaba a refrescar. La risa de Anthony y los otros dos jóvenes estalló de pronto, divertidos por la reacción de la rubia.
-No te preocupes Tom. – Dijo Anthony mirando a la rubia con sus ojos llenos de amor y brillo. – Sé que Candy me ama tanto como yo la amo a ella. – Dijo de nuevo para sorpresa del vaquero, quien abrió los ojos sorprendido por aquella confesión.
-¡Cuñado! – Dijo Tom emocionado al saber que su hermana por fin sería feliz. Anthony se dejó abrazar una vez más por el vaquero, pero esta vez el motivo de aquel abrazo era para felicitarlo. – Pero te advierto que no aceptamos devoluciones. – Le dijo a modo de broma al ver que el rubio efectivamente como antes tenía la mirada perdida de amor por la pequeña revoltosa.
-¡Esta me la pagarás Tom! – Dijo Candy intentando alcanzar a Tom, quien se zafaba de los intentos de golpes que Candy expedía para castigarlo por sus comentarios.
-¡Niños! - Se escuchó de pronto detrás de ellos. Eran la hermana María y la señorita Ponny que habían escuchado el alboroto fuera del orfanato y habían salido a investigar. - ¿Qué está sucediendo aquí? ¿Candy? ¿Tom? – Preguntó la señorita Ponny con las manos puestas en su cintura a manera de reprimenda.
La buena mujer esperaba la respuesta del par de hermanos que como siempre comenzaban un pleito entre ellos, dejando pasar la presencia de los otros dos jóvenes que solo observaban entre risas lo que sucedía entre ellos.
-¿No les da vergüenza portarse como dos niños frente a estos dos caballeros? – Preguntó de nuevo la señorita Ponny mientras se ajustaba los lentes para enfocar a los recién llegados.
-Lo siento señorita Ponny. – Dijo Candy con pena por haber sido reprendida tan grande y frente a su novio. - ¡Pero es que Tom…! – Decía la rubia aún molesta con su hermano.
-Nada, nada Candy. – Dijo la hermana María un poco más tranquila que la señorita Ponny. – Mejor vayamos adentro que ya empieza a oscurecer. – Dijo de nuevo sonriendo para darle la bienvenida a la joven y sus acompañantes.
-Disculparan ustedes, pero nosotros nos retiramos, solo venimos a dejar a Candy. - Dijo Anthony amablemente, no quería interrumpir la llegada de su novia hacia su hogar, pero debían conducir de regreso y no era recomendable lo hicieran de noche.
-¿No gustan pasar un momento joven…? – Preguntó la señorita Ponny, ajustándose de nuevo sus anteojos para ver bien a los muchachos que habían llevado a Candy.
-Anthony… Anthony Brower Andrew. – Dijo Anthony presentándose ante la buena mujer, quien le extendió la mano para saludarlo. Anthony besó cual caballero que era el dorso de su mano y a pesar de la edad de la señorita Ponny sus mejillas se encendieron por la pena que sintió de tan elegante gesto.
-Mucho gusto joven Andrew. – Dijo sin recordar bien el nombre de aquel amor del pasado de Candy.
-¡Es el novio de Candy! – Dijo Tom una vez más. – Y él es Stear, su primo. – Dijo Tom con simpatía, evitando que los jóvenes se sintieran incómodos frente a las dos buenas mujeres.
-¿Novio? – Preguntó la señorita Ponny observando a Candy con sorpresa. Candy asintió con una sonrisa que encendió sus esmeraldas. Anthony sonrió igual de enamorado y confirmaba que efectivamente él era el novio de aquella hermosa jovencita que había sido criada por ellas dos.
-Hablaremos dentro. – Dijo Candy mirando a Tom con reclamo, mientras el joven vaquero le hacía gestos como cuando vivían ahí.
-Tranquilo Tom. – Le dijo la hermana María al joven vaquero, y como en los viejos tiempos lo pescó por la oreja para llevarlo al interior del orfanato.
Entre las risas de Candy y de los niños que observaban lo que sucedía, Tom se quejaba por los jalones que recibía por haberse portado mal con su pequeña hermana.
-Bien, entonces no los entretengo más. – Dijo la señorita Ponny, quien con una sonrisa se despidió de los jóvenes Andrew para después entrar al hogar. – Te esperamos dentro Candy. – Le dijo a la rubia segura de que quería despedirse de su novio. Candy asintió apenada y agradecida por la oportunidad que le brindaba.
Stear se despidió con una reverencia y después se acercó al automóvil para dar un poco de privacidad a la joven pareja, quienes se acercaban tímidos entre sí al saberse observados por un grupo de pequeños que permanecían atentos a través de la ventana.
-Mañana venimos por ti princesa. – Le dijo Anthony mientras despejaba un poco su rostro para verla mejor.
-Te voy a extrañar. – Le decía Candy con una sonrisa, sabía bien que ya se había acostumbrado a estar todos los días a su lado.
-Yo más… - Le decía Anthony con un leve susurro. Candy se dejaba envolver por el suave sonido de su voz, por aquel suave murmullo que la cautivaba y la dejaba con ganas de más.
Llegó un beso lento y tierno, un beso suave y hasta efímero por el público que tenían, escuchándose de pronto gritos de emoción y risitas traviesas por parte de los pequeños, quienes sin intentar ocultarse se descubrían ante ellos. El llamado de atención de la señorita Ponny los ahuyentó de la ventana, Candy sonrió agradecida a su madre quien le sonrió desde el interior para después cerrar la cortina y darles un poco más de privacidad.
Una vez que los chiquillos habían sido retirados de la ventana y que las cortinas habían sido cerradas, Anthony aprovechó para dar a su novia un nuevo beso, uno más intenso, uno que quería le alcanzara para el siguiente día. Las piernas de Candy se suavizaron en el acto, sus labios se movían lento, mientras la lengua de su amado jugueteaba un poco con su boca.
-Hasta mañana mi amor. – Le dijo Anthony liberando su boca, observando enamorado y con deleite el gesto complacido de la pecosa.
-Hasta mañana. – Le dijo Candy aún con los ojos cerrados, esperando le proporcionara otro beso más de amor, Anthony sabía lo que ella pedía y regresó sus labios a los de su amada, pero esta vez la ternura impresa en su boca la transportó una vez más hacia las nubes.
-¡Qué está haciendo señorita Ponny! – Dijo la hermana María al ver que la fundadora de aquel orfanato, como cualquier pequeña que habitaba aquel hogar, espiaba por la ventana a la joven pareja de enamorados.
-Es que se ven tan tiernos. – Dijo la buena mujer venciendo su pena por haber sido descubierta.
-Eso no es correcto señorita Ponny. – Dijo la hermana María con cierta dureza en su voz.
-Tiene usted razón. – Dijo la señorita Ponny con la cabeza baja, reconociendo que se había dejado llevar por el entusiasmo de los niños.
Cuando la señorita Ponny salió del comedor, la hermana María se acercó y observó discretamente por una pequeña abertura que quedaba en la esquina de la ventana, siendo también testigo del dulce beso que compartían los rubios.
-Eso no es correcto hermana María. – Le dijo la señorita Ponny quien imaginándose lo que pasaría se había regresado hacia el comedor al darse cuenta que la hermana María no había ido con ella.
-Solo estaba acomodando las cortinas. – Se excusó la hermana María intentando sonar creíble.
-No se apene, hacen una linda pareja ¿Verdad? – Le preguntó la señorita Ponny, a lo que la hermana María sonrió afirmando que así era.
Anthony subió al auto donde Stear continuaba esperándolo con paciencia para después emprender el camino de regreso a la mansión de las rosas y regresar al día siguiente por la pecosa.
Continuará…
Y llegamos al final del capítulo por el día de hoy, espero que les haya gustado. Muchas gracias a cada una por sus comentarios, gracias a las que están pendientes de cada actualización y aún no se atreven a dejar un comentario, espero les esté gustando.
Cla1969:
Ciao bella, sono felice che ti sia piaciuto il capitolo precedente e la storia stessa. Presto i pezzi di questo puzzle andranno al loro posto, e guarda quanto è stato complesso metterli insieme ehehehe. Grazie mille per aver letto e commentato, lo apprezzo infinitamente, amico. Ti mando un grande abbraccio, saluti e ovviamente benedizioni.
TeamColombia:
Hermosas, ¿Cómo están? Espero que muy bien. Como siempre muy agradecida por su presencia en cada una de mis historias y por supuesto que estoy más agradecida por sus comentarios, me alegra que les esté gustando la historia, muchas gracias por sus flores y sus lindos deseos y más por las bendiciones, espero que se les multipliquen a cada una de ustedes. Espero les haya gustado el capítulo, muchas gracias por leer y comentar, les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.
Rose1404:
Hola hermosa, un placer leer tú comentario y saber que estén muy muy bien tanto tú como tú pequeño Anthony, lo mismo deseo para tú familia. Sería el colmo que Albert no comprendiera lo que está sucediendo, pero creo que el corazón roto tenía que suceder, lo que no le preguntaron a los de la línea dos es si Albert alguna vez se había enamora de Candy en su línea del tiempo, pero yo creo que no jijiji. Espero te haya gustado el capítulo amiga, te mando un fuerte abrazo doble ya sabes.
Mayely León:
Hola amiga hermosa ¿Cómo estás? me extrañó mucho tú ausencia en el capítulo anterior, pero sé que cuando puedas te pondrás al corriente en la lectura, creo que se te han incrementado los deberes igual que a mí snif! ni modo es parte de la vida y de tener tres hijos con sus actividades y uno solo les sirve de uber jajaja. Espero que te haya gustado el capítulo, te mando un fuerte abrazo como siempre y mis mejores deseos para este fin de semana.
Muchas gracias a todas las lectoras que se hacen presente en cada capítulo, gracias por estar al pendiente de las actualizaciones, ojalá me dejaras un comentario para saber qué te parece la historia. Bendiciones para cada una de ustedes.
GeoMtzR
20/10/2023.
