MIME III
Sábado por la mañana
Era muy temprano por la mañana, la nieve estaba menguando su caída. Mime se había levantado desde poco más de una hora, el día de hoy pintaba para ser largo también. El desayuno estaba ya dispuesto en la mesa, los sirvientes iban y venían de la cocina cargados con viandas diversas. Había distintos tipos de queso como el color marrón Brunost, con su delicioso sabor dulce. El Pultost, espolvoreado sobre alubias recién cocidas. El conocido por su fuerte olor y aspecto amarillento Gamalost colocado sobre rodajas de papa con hierbas. También un plato con rebanadas de Nøkkelost, servidas así, de manera sencilla partido en cuadritos, para quien quisiera probarlo directamente. Había tablas de pan negro servidas con salmón, huevo y queso acremado. También el plato conocido como Fårikål, hecho con carne de cordero, coliflor y pimientos de distintos colores. Igualmente, muchos platos con Havregrøt, una mezcla de cereales cocidos con leche y arándanos, así como jarras con jugo de naranja y teteras con infusiones recién hechas.
Mime hizo una señal a una de las mucamas para que fueran a avisar a sus invitados que la mesa estaba puesta. Le parecía increíble que con todo el ruido del movimiento que había en casa no se hubieran levantado ya.
La mucama no tardó. Sie efectivamente se encontraba aún dormido, mientras que la chica del cabello púrpura se encontraba colocándose su collar de cuentas moradas frente al espejo del tocador. Al hombre lesionado, por obvias razones se le iba a llevar el desayuno directo a la cama, en donde se le asistiría para que pudiera comer.
Cuando Aslôg y Sie se acercaron al comedor se quedaron estupefactos al ver la cantidad de comida. Si bien era cierto que Asgard era un país pobre, quedaba claro que la casa que ahora habitaban pertenecía a algún noble, puesto que no parecía faltar nada con que poder llenar sus hambrientas barrigas. Sin embargo, esto no era lo más notable, sino que lo inusual fue ver cómo cada uno de los sirvientes se ubicaba en los asientos de la amplia mesa que al parecer iban a compartir con el dueño de la casa. Eso sí que era algo aún más interesante y sorprendente.
-Tomen el asiento que les apetezca. -Señaló sonriente Mime quien se detuvo justo detrás de ambos.
Los tres caminaron para sentarse. Cuando Mime corrió su silla de inmediato le acercaron platos, cubiertos, taza y vaso, después todos dejaron sus tareas para acompañarlo. No podían permitirse que su amo tuviera que esperarlos para comenzar.
-Buenos días a todos, es un gusto que podamos estar nuevamente en esta mesa. Hoy nos acompañan nuestros invitados, la señorita… Auslôg y el joven Sie. Hagámosles sentirse en casa.
De inmediato los sirvientes sonrieron, otros hicieron señas para saludar, al tiempo que los que tenían más cerca les aproximaron los platos para que ellos mismos pudieran seleccionar lo que desearan ingerir.
-Joven Mime, mañana será el día de las oraciones públicas. ¿Cree que se nos diga algo con respecto a los desaparecidos? – Espetó un hombre mientras comían.
Benetnasch soltó un ligero suspiro y contestó:
-Sinceramente no lo creo amigos, las investigaciones han sido difíciles. Incluso para mí. Lo saben, he estado trabajando en eso los últimos días, espero poder darles cuenta sobre ese tema pronto. Lamento mucho no poderles dar más razones, seguiré esforzándome para tratar de dar con alguna pista.
Los aldeanos, por lo menos los que vivían en esa casa sabían que las palabras de Mime eran sinceras. Tenían depositadas en él todas sus esperanzas.
-Hoy vinieron muy temprano algunos guardias reales, yo les atendí. Le dejaron esta nota. Me comentaron que es una formalidad, pero lo que quiere la señorita Hilda es que le acompañen todos los dioses guerreros el día de mañana, previo, durante y después del evento. – comentó el mayordomo del lugar, al tiempo que estiraba su mano para tomar un pan de la bandeja.
Mime abrió mucho los ojos como en señal de sorpresa.
-De ser así el tiempo se me reduce un poco el día de hoy…. -Apuntó meditativo. -Tengo tantas cosas que hacer previamente. Creo que no podremos compartir el almuerzo ni la cena de hoy. Si debo acortar tiempos lo mejor será que coma directamente en Valhalla. ¡Siéntanse en confianza de disponer de la comida de esta casa, aún en mi ausencia! – Dirigió la mirada rojiza hacia sus invitados y añadió:
-Tendremos que ir en busca de su maestro justo después del desayuno, para tratar de tomar cierta ventaja. Lo bueno es que la nevada no es tan fuerte hoy. Después debo ir a preparar todo para la cita de Hagen.
-¡Ey! No te preocupes, nosotros podemos ir a buscarlo. Lo más seguro es que siga en aquella taberna. Incluso Auslôg puede ayudarte con los preparativos, mientras yo voy por el maestro. Si nos dividimos y ayudamos podemos darte algo más de tiempo. -comentó el muchacho oriental.
-Es cierto, puedo ayudarte, soy buena produciendo eventos. – completó la doncella.
Mime sonrió. Por lo menos eso podría aligerar un poco la pesada carga de las actividades por hacer ese día. Les vio a ambos y asintió para confirmar que aceptaba su ayuda.
Cuando todos terminaron de comer, los sirvientes comenzaron a levantar la mesa. Sie se preparó para ir nuevamente a la taberna. Justo antes de salir se detuvo para platicar en voz baja con Auslôg, conversación inaudible para los demás. Ella movió la cabeza para gesticular un no. Hasta ahí quedó la plática y después el muchacho salió. Ella fue nuevamente al área del estudio, donde se encontraba Mime.
Benetnasch estaba almacenando en su bolso de cuero negro un par de copas de cristal cortado. Ella sólo vio el montón de artículos que estaban dispuestos sobre la mesa. ¿Todo eso iba a llevar?
-¿Todo eso es para el evento de tu amigo? – preguntó.
-¿Eh?, sí, la mayoría. Otras son algunas cosas que quiero llevar para pernoctar en el palacio. Si vienes conmigo tal vez deberías hacer lo mismo. Hoy no vamos a volver y ciertamente, preferiría que no regresaras sola hoy a casa, menos si se nos hace tarde. Ya escuchaste, las desapariciones y todo eso, no es el mejor ambiente para que andes por ahí, más si no conoces los parajes.
-Realmente no traigo mucho conmigo, sólo una pequeña bolsa con algo de ropa.
-Quizás necesites más, veremos si en el camino a Valhalla podemos comprar algunos otros enseres.
La chica se sonrojó, realmente no tenía por qué hacer todo eso por ellos, ya suficiente había sido el hecho de que les permitiera a ambos pasar la noche en su casa.
- No te preocupes, en el palacio hay suficiente espacio para que puedas dormir.
-No es eso, es sólo que… no tienes que hacer todo esto, somos unos desconocidos.
Mime la observó fijamente y respondió:
-Mi padre, él era un guerrero muy hábil, solía socorrer a quienes eran más débiles. Ayudaba a la gente del pueblo de la manera que mejor podía. Eso me enseñó y no voy a dejar de hacerlo.
-Muchas gracias. – Auslôg sólo sonrió e hizo una leve flexión, cual costumbre japonesa para dar las gracias y dejó a Mime para preparar su bolsa.
El dios guerrero de Eta estaba listo, llevaba consigo una carga más o menos pesada. Ella extendió las manos en señal de que podía llevar algunos de los artículos. Él sólo le dio el bolso de cuero donde llevaba las partituras, las hojas aromáticas y las copas de cristal. Todo lo demás lo llevaría él. Cuando todo estuvo listo, se dispusieron a abandonar la casa.
Mientras se encontraban caminando por los senderos de la aldea, Mime se detuvo en una puerta y llamó con el puño.
-Aquí, podemos comprarte algún vestido. Lo necesitarás para mañana también.
Era la casa de un sastre.
Al entrar había varios modelos humanos de madera, vestidos con todo tipo de prendas. Naturalmente, los estilos, las fibras y formas eran diseñadas para cubrir el frío. Las había elegantes y casuales, para la moda asgardiana.
-Por lo pronto, escoge algo formal para mañana, también algo casual y otra cosa que pueda servir para tu compañero. Vendremos después con más tiempo.
-Ok. – dijo ella moviendo la cabeza.
-Joven Mime es un placer que venga a visitarme, ¿puedo ayudarle? – comentó el hombre que atendía el lugar.
-Claro que sí. Nos haría un gran favor si colabora con ella para escoger algo que le quede bien sin necesidad de ajustar las prendas. Después volveremos por más.
Tardaron unos cuantos minutos, el sastre escogió un vestido color azul celeste, nada muy ostentoso, pero que a la vez se veía discreto y formal. Las prendas casuales eran de color marrón y beige, ambos de mangas largas y cuello afelpado. Cuando ella y el sastre terminaron de escoger los tres conjuntos Mime se hizo cargo de pagar la cuenta con algo de apuro. Tenían que darse prisa, el tiempo corría. Ambos hicieron una mueca para dar las gracias y salieron del lugar.
En Valhalla desde esa mañana ya ser empezaba a ver el movimiento. Los soldados agrupados para hacer filas en los patios centrales del palacio.
Ambos caminaron por los pasillos que conducían hacia las habitaciones que Hilda había asignado a los dioses guerreros. Ella caminaba detrás de él, volteando hacía todos lados, cual turista. Era una edificación muy grande, nunca había estado en un castillo. Sin contar lo majestuoso que se veía el lugar, las alfombras, los candelabros de oro. En general se veía lujoso y bello, aunque lúgubre y frío, naturalmente debido al clima.
El rubio entró a su habitación, la chica esperó un momento afuera, hasta que Mime la vio y le indicó que podía ingresar haciéndole una pequeña seña al mover los dedos de la mano.
-Sólo dejaremos nuestras cosas, más tarde veremos cómo acomodarnos. Por ahora tenemos que ir a la zona boscosa del palacio, tras las fuentes, para arreglar todo.
-Ok, ¿pero me quedaré también aquí?
-Si no conseguimos que te asignen una habitación, puedes quedarte, sin problemas. Este cuarto es muy amplio y tiene un pequeño recibidor, yo puedo quedarme ahí y tú en la cama.
Ella lo vio apenada, de verdad sentía que sólo había llegado a causar molestias a este amable dios guerrero. Nunca se habría imaginado el gran corazón que tendría este joven. Por alguna razón la idea preconcebida que ella tenía sobre Asgard y su gente era muy diferente a lo que Mime le mostraba con sus actitudes. Siempre creyó que los asgardianos y en específico los dioses guerreros serían crueles y fríos. Pero ahora, cada cosa que hacía este hombre le sorprendía en un buen sentido.
Ambos dejaron con prisa sus pertenencias sobre uno de los sillones. Mime tendió sobre la cama la serie de artículos que iban a llevar para la cita de Hagen.
¿En qué momento había cargado con tantas cosas?
-Lo mejor será organizarlos, podemos separarlos en grupos de comida y bebida y ambientadores. Por ejemplo, estos quesos, copas, galletas, la botella de vino, las salchichas y los jugos en un solo paquete. Y en el otro la canastilla, la manta, hojas aromáticas y tus partituras. Supongo que tu lira la llevarás en la mano para evitar que se desafine o se dañe. Igualmente, nos podemos dividir el acomodo por tareas después de esto.
Mime sólo asintió con la cabeza:
-Andando pues. Si no se nos hará tarde.
Organizaron entonces todas las cosas en dos sacos y salieron de la habitación.
-Que bueno que te veo Mime. - Dijo una voz masculina detrás de ellos. Mime se giró para observar. Se trataba de Andreas Rise.
-Andreas, buen día, ¿Qué sucede? – Respondió, al tiempo que Auslôg miró al pelirrojo con algo de recelo. Andreas la miró rápidamente apretando un poco sus párpados, como si la inspeccionara de alguna forma para finalmente retomar su conversación con Mime.
-Ayer, como no sabía exactamente de qué emergencia se trataba, sólo llevé lo indispensable a tu casa. Pero olvidé darte los medicamentos necesarios para tratar el dolor del paciente.
La chica tomó a Mime por el hombro, al notar cierta impaciencia en el dios guerrero.
-Yo me adelanto, más o menos vi por dónde están las fuentes, ahí puedo preguntar a algún soldado. No me perderé y ganaremos tiempo. – Apuntó algo tensa.
-Muchas gracias, te alcanzaré en unos minutos. – Mime le sonrió, al tiempo que ella se volteó para irse por el pasillo. Andreas únicamente la siguió con la mirada.
-Aquí están las medicinas. – dijo firme Andreas, volviendo al tema.
-¿Medicamentos traídos desde Midgard? – Señaló Benetnasch con asombro tras ver las cajitas blancas con los nombres de las sustancias activas de cada una de ellas. -Es extraño ver esas cosas por aquí.
-Así es, por fortuna en Valhalla suelen abrirse las puertas de vez en cuando para que algunos lotes de medicamentos entren y puedan estar disponibles aquí, para ustedes y los soldados, en caso de ser necesario. Tú sabes que en general este país no cuenta con estos beneficios. Digamos que son cosas a las que sólo la realeza tiene acceso. Es una lástima en verdad, ya que, en este país tan pobre, abrir las puertas a la medicina y los avances del resto del mundo podría elevar muchísimo la esperanza de vida y bajar la mortandad.
Andreas observó unos segundos las cajitas que se jugaban un poco entre los dedos de su mano y continuó:
-Sí tan sólo la ciencia progresara más por aquí, no tendríamos que depender de que en ocasiones vinieran embarcaciones a traernos cosas desde fuera. La gente no tendría que supeditarse a las malas decisiones que curanderos o charlatanes toman sobre sus cuerpos. Pero a veces creo que la gente en Asgard y su mismo gobierno temen al cambio y a la novedad, no quieren tomar riesgos ni asumir las consecuencias de lo que los cambios podrían traer a estas tierras.
-Supongo que tienes razón. Aunque nada de eso puede conseguirse si la gente no tiene acceso a lo más básico que es comer. El desarrollo científico tiene como base la educación, y sabemos que en Asgard el pueblo es analfabeta. Hay mucho por edificar en todos los rubros aún. – Completó el rubio encogiéndose de hombros.
-Grandes cambios tendrían que implicar grandes sacrificios… En fin, Mime, deberás administrar el antinflamatorio y el analgésico cada ocho horas por quince días. Lo revisaré cada tanto hasta que esté bien y darlo de alta.
-Gracias Andreas.
-De nada Mime, hasta luego. – Le sonrió y finalmente se fue hacia el lado contrario al rumbo de las fuentes. Seguramente iría a la biblioteca o a la sala de consejo.
El dios guerrero de Eta sentía que el tiempo se le iba como agua. Parecía que justo este día se le tenían que cruzar un sinfín de personas antes de encargarse de la promesa que le hizo a su compañero de armas. Guardó las medicinas en el bolso negro y corrió por el pasillo hasta el patio de las fuentes. Las rodeó para salir por el pequeño arco que se encontraba en la punta este del patio, cruzar una hilada de pinos perfectamente podados que estaban después, hasta que ahí la vio.
Los cabellos largos color púrpura caían con gracia mientras ella acomodaba las cosas sobre la manta. En poco tiempo había colocado varios de los enseres que habían llevado. Se encontraba cortando uno de los quesos en finas rodajas, mientras las colocaba en un platito de madera pequeño.
-Veo que ya casi terminas, me alegra que no te perdieras. Tu amigo tenía razón, se ve que eres buena en estas cosas.
-Sí, me gusta mucho. En casa siempre era parte de este tipo de situaciones. También estoy acostumbrada al estrés de los eventos grandes. – Contestó sonriendo al verlo. -Al tocar tu lira, debes tratar de que no seas tan perceptible, sólo para crear cierta atmósfera, quizás si te colocas por aquí tengas una buena acústica sin ser molesto visualmente. Yo estaré también un poco más acá por si necesitas ayuda, pero no quiero que ellos me vean y se distraigan.
-Tienes razón. – Mime afirmó sereno.
Continuaron con las tareas de organización por un tiempo más, no faltaba mucho en realidad. Tras un buen rato en esa actividad, se escucharon los pasos de Hagen quien llegó acompañado de Freya. Mime sólo cruzó la mirada con su compañero, como para señalar que las cosas estaban bajo control, sin contar que le apuntó con el dedo índice la botella de vino.
Después de varios minutos, en tanto sintió que ambos estaban más cómodos, empezó a tocar una tonada sutil y a entonar algunas palabras en nórdico. La chica le sonreía al verlo tocar, sin duda también se encontraba embelesada con la ejecución, sin embargo, también percibía, aún en esa hermosa melodía, cierto dejo de tristeza.
Cuando pasó cerca de una hora y media, ella se acercó al joven de cabello rubio cobrizo para decirle en voz muy queda que tal vez lo mejor era irse. Por lo visto tanto Hagen como Freya pasarían más tiempo ahí, después podrían encargarse de quitar todo de aquel lugar. Mime afirmó con la cabeza. No cabía duda, esa mujer si entendía bastante bien de estos ambientes. Sabía cómo organizar todo, así como el momento adecuado para cerrar una intervención. En silencio, el muchacho tomó sus partituras, apretó su lira bajo el brazo mientras ambos se deslizaban entre los pinos de la zona para volver a adentrarse en la fortificación de Valhalla.
-Todo salió bien ¿eh? – le dijo ella muy contenta.
-Sí, te agradezco mucho tu ayuda, si no hubieras estado quizás todo se habría retrasado. – Confesó el dios guerrero.
-Te veías algo estresado al inicio, lo bueno fue que todo marchó viento en popa.
-¿Estresado? Para nada…
- No mientas, quizás sólo deberías tratar de delegar algunas responsabilidades. Y olvidarte de tratar de quedar bien siempre. Los errores suceden, en cualquier ocasión, es mejor observarlos, aprendes y lo dejas pasar.
Mime resopló un poco, repasando un poco lo que su invitada le estaba diciendo. No iba a decirle más al respecto, aunque sí que le intrigaba un poco la forma en la que se desenvolvía Auslôg.
-Y, normalmente ¿a qué solías dedicarte mientras estabas en tu tierra? – Preguntó finalmente.
-Cantar, también tengo algunas habilidades en combate, pero ese es otro tema. Lo que más amo hacer es cantar.
Mientras charlaban sobre eso, frente a ellos, a unos cuantos metros caminaba Frey con quien se cruzarían en el camino. Seguramente se encontraba ahí desde hacía varios días, justamente en los preparativos relativos a las oraciones que se llevarían a cabo la siguiente mañana.
Cuando el sacerdote se encontró unos pasos más cerca de ambos se paró en seco. Observaba fija y claramente sorprendido a la muchacha que acompañaba a Mime.
-¿Saori? – Preguntó Frey en forma inquisitiva. - ¡Athena! – Continuó diciendo en un tono mucho más fuerte, al tiempo que obligó a la chica a voltear a verlo.
Mime también detuvo su camino abruptamente. La joven de cabellos color púrpura comenzó a ponerse nerviosa.
-¿Señorita Saori? ¿Qué haces aquí? – Continuó Frey, aún boquiabierto.
-No me llamo Saori, no sé quien sea ella. – Afirmó con la voz alterada al tiempo que se dio media vuelta y salió corriendo rápidamente del lugar.
-Mime, ¿Qué hace la señorita Athena aquí? – Le preguntó Frey muy inquieto.
Benetnasch no supo que responder, estaba impactado. Si bien era cierto que, cuando la vio en aquella taberna había notado cierto parecido en esa mujer con Saori Kido, también era un hecho que, el tiempo que la diosa Athena había pasado en Asgard, en aquella ocasión en la que pelearon contra los santos de bronce, nunca la había visto de cerca, mucho menos interactuado con ella. Por lo que no reconocía con exactitud la similitud.
-No lo sé Frey, ella dice llamarse Auslôg.
-¡No puede ser Mime, es idéntica a la señorita Saori! – contestó el sacerdote, algo alterado.
Era cierto, Frey sí que conocía bien a Athena. La había custodiado en su casa, en aquella primera visita que la diosa hizo a las tierras heladas de Asgard. Estuvo tan cerca de ella como para poder confirmar que Auslôg era igual a Saori de la soleada Grecia.
-Será mejor que vaya tras ella Frey, si lo que dices es cierto, tengo que averiguar de qué se trata todo esto. – Mime retrocedió unos pasos, le hizo un gesto con la cabeza a Frey, para darse media vuelta y partir de prisa del lugar.
¿Quién demonios era esa chica?
