Capitulo 33: Esto es una farsa.

Elsa se mantuvo imperturbable frente a su padre y Hans. La tensión en el aire era palpable, y parecía que podía cortarse con un cuchillo. Agnar, después de un breve vistazo a su hija, decidió retirarse discretamente, dejándolos solos en el jardín.

Una vez a solas, Elsa invitó a Hans a dar un paseo por el extenso jardín. Él asintió, y juntos comenzaron a caminar entre la exuberante vegetación. Elsa, bajo la luz del sol que se filtraba a través de las hojas de los árboles, lucía radiante, y Hans no pudo evitar notarlo. Comprendiendo por qué Anna se había sentido atraída por esta joven de cabello platinado y mirada profunda.

Caminaron juntos en silencio por un rato, alejándose cada vez más del centro del jardín hasta llegar casi al límite. En ese momento, Elsa giró para mirar fijamente a Hans. Su tono de voz era claro, aunque cargado de desaprobación.

—No pienses que estoy de acuerdo con esto —dijo Elsa con firmeza, su mirada estaba clavada en Hans—. No me agrada en absoluto este "arreglo".

Hans, con su característico sarcasmo, preguntó con una sonrisa burlona:

— ¿Entonces por qué estamos aquí, caminando como si fuera una cita romántica?

—Porque no tengo otra opción. Quiero que te quede claro, no me agradas en lo absoluto. De hecho, me encantaría en este momento tener poderes de hielo para poder congelarte de pies a cabeza.

Hans rió ante la honestidad brutal de Elsa.

—Eres sincera, lo cual es refrescante.

Elsa frunció el ceño, sin comprender del todo la reacción del pelirrojo.

— ¿Refrescante? ¿Qué estás insinuando?

Hans se detuvo y miró a Elsa con una expresión pensativa.

—Lo que quiero decir es que eres diferente. La mayoría de las personas se preocuparía por mantener las apariencias, pero tú... tú eres genuina. Aunque no estés de acuerdo con esto, no intentas ocultar lo que sientes. —Hizo una pausa—. Además, si realmente me detestaras, no estarías aquí. Así que, dime Elsa, ¿qué es lo que realmente quieres?

Elsa lo miró durante un largo momento antes de responder. Sus pensamientos eran complicados, pero al final, lo que más deseaba era mantener a su persona más especial en este mundo a salvo, incluso si eso significaba hacer cosas que no le agradaban.

—Lo que quiero es que esto termine de una vez por todas. Quiero que mi familia me deje en paz, incluso si eso significa... sacrificar mi propia felicidad.

Hans mantuvo su mirada fija en Elsa, sus ojos buscando alguna fisura en la armadura de la rubia platino.

— ¿Y qué pasa con Anna? ¿Ella no luchará por ti? —Sus palabras estaban cargadas de intención, como si quisiera picar a la rubia platinada.

Las palabras de Hans estaban cargadas con la intención de herir y molestar a Elsa. La rubia apretó los puños en un intento por controlar su enojo, pero luego cerró los ojos y soltó un largo suspiro. Finalmente, respondió, tratando de parecer indiferente:

—Anna no lo entendería. Después de todo, ella fue solo una chica que apareció de manera repentina en mi vida. Nada más.

Mientras Elsa y Hans tenían su conversación, a lo lejos, la joven pareja era observada fijamente por Agnar y su padre.

—Has tomado una decisión drástica, pero necesaria. Te felicito por ello, hijo— dijo Runeard quien también estaba observando todo.

Agnar asintió, pero no quitó sus ojos de Elsa, quien aún hablaba con Hans. La mirada de su padre lo hizo sentirse incómodo, pero Agnar sabía que estaba haciendo lo que creía necesario para proteger a su familia.

De vuelta a la conversación entre Elsa y Hans, los dos parecian haber llegado a un punto muerto en su charla, esto hasta que el pelirrojo hizo una afirmación arrogante:

—A partir de ahora, se podría decir que estamos comprometidos, Elsa. Tal vez deberíamos empezar a actuar como tal, hacer que esto parezca más creíble —dijo, aunque su propuesta estaba teñida de prepotencia.

Elsa giró la cabeza hacia un lado, en dirección hacia donde su padre y su abuelo los observaba. Suspiró y miró de nuevo a Hans, respondiendo con calma pero firme:

—Esto no es más que una farsa, Hans. Y así debe ser. No quiero que tengas expectativas equivocadas. Nuestro compromiso es solo por conveniencia.

Hans soltó una leve risa ante el comentario de Elsa, como si disfrutara de la incomodidad de la situación. Se acercó lentamente a ella y, con una sonrisa astuta, tomó la mano de la rubia, entrelazando sus dedos con los de ella. Elsa bajó la mirada hacia sus manos unidas, sintiendo una mezcla de resignación y malestar.

—Al menos podemos hacer esto, ¿verdad? —comentó Hans con un tono burlón, sin soltar su mano.

Elsa asintió con cautela, sin decir una palabra. Había aceptado esta farsa por el bien de su familia, pero cada gesto cariñoso de Hans le resultaba incómodo y desagradable. Aunque sabía que esto era necesario para mantener las apariencias, no podía evitar sentir que se estaba traicionando a sí misma.

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En el espacioso comedor de la mansión, Agnar y su esposa Iduna estaban cenando en apariencia tranquila, aunque los gestos en sus rostros revelaban su verdadero estado de ánimo. Iduna jugueteaba con su comida, apenas tocando la cena frente a ella, perdida en sus pensamientos. Finalmente, rompió el incómodo silencio.

—No puedo creer que hayas tomado esta decisión —dijo con voz temblorosa, apenas tocando su cena—. ¿Cómo pudiste hacerle esto a nuestra propia hija?

Agnar suspiró profundamente, mirando a su esposa con una expresión que intentaba transmitir calma.

—Iduna, esto es necesario para el bien de la familia. Lo entenderás con el tiempo. Todo estará bien— pero las palabras de Agnar no hicieron más que enfurecer a Iduna, quien elevó el tono de su voz.

— ¿Casar a Elsa es tu solución? Piensas que con eso todo esto se va a solucionar todo mágicamente. No puedo creer que hayas llegado a esto. Si nuestra hija no tenía razones para odiarnos, ahora sí las tendrá.

Iduna se levantó de la mesa, dejando a Agnar solo con su cena y sus pensamientos. Por los largos pasillos de la mansión, la mujer caminaba a paso rápido, hasta que se encontró con Elsa. Ambas mujeres se miraron por un momento, y luego Iduna abrazó a su hija con fuerza, como si quisiera protegerla de todo lo que estaba ocurriendo.

—No tienes que hacer esto, Elsa —susurró Iduna, tratando de contener las lágrimas.

Elsa correspondió al abrazo, pero su voz sonaba cansada y resignada cuando habló.

—Mamá, estoy cansada de luchar. A veces es mejor dejar las cosas como están.

Iduna la miró con ojos llenos de tristeza y preocupación, sin entender completamente las razones detrás de la decisión de su hija. Antes de retirarse, Elsa se inclinó hacia el oído de su madre y le susurró unas palabras que dejaron a Iduna con una expresión de confusión y preocupación en medio del pasillo vacío.

Después de su breve charla con su madre, Elsa caminó por los pasillos hasta llegar a su habitación. Al entrar, dejó escapar un profundo suspiro; había sido un día largo y agotador. La rubia platino se paseó por su habitación, con la mente llena de pensamientos y emociones encontradas. Por momentos, sentía la necesidad de desahogarse con alguien, pensando en Anna, pero también sabía que cargar a la pelirroja con más problemas no era justo.

Elsa tomó su celular y comenzó a repasar su lista de contactos. No tenía muchas personas con quien pudiera hablar, pero había uno en particular que llamó su atención: Belle, la chica que había conocido en la biblioteca de la escuela y con quien había entablado una amistad. Elsa tocó el contacto y la llamada se inició.

Belle contestó sorprendida al ver quién la llamaba.

— ¡Elsa! ¡Que emoción escucharte! Hace tiempo que no sabía nada de ti. ¿Dónde rayos te has metido? —exclamó con alegría.

Elsa le devolvió la sonrisa, agradecida de escuchar la voz de su amiga.

—Lo siento, Belle. Ha sido un tiempo complicado para mí. —Dijo Elsa, con cierta tristeza en su voz.

— ¿Por qué dices eso, Elsa? ¿Qué está pasando? ¿Todo bien?

—Pues veras...

Elsa comenzó a relatarle todo lo que había ocurrido en las últimas semanas, desde la complicada situación con su abuelo, la situación con su familia, hasta su inesperada "ruptura y reencuentro con Anna". Belle escuchaba atentamente, asombrada por el torbellino de eventos en la vida de su amiga.

—Y, bueno, ahora... tengo una noticia importante que darte. —Dijo Elsa con cierta vacilación.

Belle esperó con curiosidad.

—Me voy a casar... Con Hans Westergaard. —Elsa finalmente confesó, con un tono de voz mezclado de resignación y tristeza.

La respuesta de Belle no se hizo esperar.

—¡¿Estás loca?! ¿Por qué aceptaste eso? —exclamó, su voz llena de preocupación.

Elsa mantuvo la calma y explicó que la decisión ya estaba tomada y no había marcha atrás. Belle percibió que su amiga estaba omitiendo detalles, como si estuviera ocultando algo. Le preguntó si alguien o algo la había convencido de cambiar de opinión.

Elsa soltó un suspiro profundo, sintiéndose atrapada por las circunstancias, y admitió:

—Digamos que mi padre y yo tuvimos una charla y pues... Es lo mejor para todos, sé que estoy cometiendo una locura, quizás la más loca de todas.

Belle no se mostró del todo convencida con esas palabras, pero confió en su amiga.

—Sea lo que sea, Elsa, ten por seguro que te apoyaré en cualquier locura que quieras hacer. —Dijo con determinación—. Sé que nos conocimos de una forma peculiar pero siempre estaré aquí para ti.

Elsa agradeció la comprensión de su amiga, sintiéndose un poco más aliviada por tener a alguien en quien apoyarse en medio de toda la confusión que estaba enfrentando.

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La noche era especialmente estrellada. El reloj marcaba cerca de las 10 de la noche, y el único sonido que rompía la tranquilidad era el zumbido constante de los autos y el murmullo de la ciudad. Anna se encontraba en la terraza de un peculiar edificio, disfrutando de un cigarrillo mientras observaba el cielo estrellado. Tenía una mirada nostálgica en los ojos, como si tratara de descifrar los secretos del universo en cada punto brillante sobre su cabeza. El humo del cigarrillo se alzaba en el aire, creando patrones efímeros que se desvanecían en la brisa nocturna.

Anna estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de la presencia de su amiga Rapunzel, quien se acercó a paso silencioso y, con una sonrisa, preguntó si podía unirse. Anna asintió, ofreciéndole un cigarrillo, y Rapunzel aceptó con una risa.

—Pensé que habías dejado de fumar —dijo Rapunzel con una sonrisa traviesa.

Anna sonrió y miró su cigarrillo encendido.

—Solo será por esta vez. De cierta forma, extrañaba esta sensación.

La charla entre las dos amigas fluyó de manera natural. Rapunzel le preguntó por Elsa, notando que Anna ya no compartía tantos detalles sobre su relación con la rubia como solía hacerlo.

—Elsa y yo estamos bien, no hay mucho que contar.

Pero Rapunzel sabía que aquello no era del todo cierto, y decidió indagar un poco más. Mirando a su amiga, mencionó:

—Anna, sé que no me estás contando todo. Si necesitas hablar, aquí estoy. Somos las mejores amigas, ¿recuerdas?

Anna finalmente miró a su mejor amiga y suspiró.

—Extraño los viejos tiempos, Rapunzel. Cuando estábamos empezando la carrera, cuando recién nos mudamos a Arendelle... todo era tan emocionante.

Rapunzel asintió, comprendiendo la nostalgia de su amiga.

— ¿Por qué de repente dices todo esto? —preguntó Rapunzel.

Anna miró el cigarrillo entre sus dedos y luego al cielo estrellado.

—Porque en aquellos días, sentía que podía enfrentar al mundo por mí misma, parecía que no había nada imposible. Incluso cuando conocí a Elsa, estaba segura de que podía "derretir" el hielo que la rodeaba. Y de alguna manera, lo hice. Y mira a donde me ha llevado todo esto...

Un silencio se extendió entre las dos amigas. Rapunzel finalmente rompió el silencio.

— ¿Estás considerando rendirte?

Anna se pasó una mano por el cabello y suspiró.

—No, Rapunzel. No estoy rindiéndome. Simplemente siento que he agotado mis recursos, y estoy dejando que las cosas tomen su curso.

La brisa nocturna mecía suavemente sus cabellos mientras las dos amigas compartían ese momento en la terraza, perdidas en sus pensamientos y recuerdos.

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En el lujoso restaurante, la familia de Elsa, junto con Hans y su padre, disfrutaban de un desayuno que se sentía más como una ceremonia incómoda que como una comida placentera. Elsa estaba sentada junto a Hans, con su mirada perdida en el plato de comida mientras hablaban de banalidades. El abuelo de Elsa quien estaba sentado justo frente a ella, observaba a la joven pareja notando que su nieta no estaba para nada feliz, pero su orgullo podía más, más que otros sentimientos que pudieran abordarlo.

El padre de Hans tomó la iniciativa y comenzó a hablar, agradeciendo a la familia Winter por la decisión de casar a su hijo con Elsa. Y deseando que todo esto solo una más a ambas familias.

—No hay necesidad de agradecer, mi amigo. Esta unión es beneficiosa para ambas familias. — Agnar respondió con amabilidad.

Elsa mantuvo la mirada fija en su plato, incapaz de soportar las miradas de los demás.

El abuelo de Elsa tomó su vaso y lo alzo al aire proponiendo un brindis por la joven y futura pareja, deseándoles toda la prosperidad y buena fortuna. Todos los presentes se unieron al brindis, sus sonrisas eran genuinas o al menos algunas de ellas, pero Elsa no podía sonreír. Se sintió atrapada, como si estuviera viendo su vida pasar frente a ella, sin poder controlar su propio destino.

Iduna, la madre de Elsa, observaba con angustia a su hija. Su corazón se apretó ante la tristeza en los ojos de Elsa.

— Mi niña... — susurró, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Sentía una impotencia abrumadora, incapaz de proteger a su hija de la situación que estaban viviendo.

Finalmente, Elsa se disculpó, murmurando que necesitaba tomar aire fresco. Se levantó de la mesa, dejando a todos con la incómoda sensación de que algo estaba muy mal. Elsa caminó por el restaurante como si estuviera en un trance, sin prestar mucha atención a las conversaciones a su alrededor. La presión de la situación se cernía sobre ella como una pesada losa. El discurso del padre de Hans y el brindis por su "futuro esperanzador" la hicieron sentir más atrapada que nunca.

Cada paso que daba parecía alejarla más de la realidad. Elsa necesitaba aire fresco, espacio para procesar sus emociones, aunque ni siquiera estaba segura de qué estaba sintiendo en ese momento.

Cuando finalmente salió del restaurante, el aire frío de la mañana la envolvió, y eso la ayudó a recuperar un poco la claridad mental. Intentó recordarse a sí misma que esto era lo mejor para su familia, que estaba haciendo todo esto por esa persona especial, aunque fuera a costa de su propia felicidad. Suspiró profundamente y se repitió en silencio: "No sientas, no lo dejes salir, no sientas".

De repente, mientras continuaba con dialogo mental, una mano cálida tocó su hombro. Elsa se sobresaltó y se giró para ver quién era. La sorpresa la invadió cuando vio a Anna.

—Anna... —murmuró, sin saber qué decir.

Anna apareció en el lugar de manera inesperada, sacudiendo a Elsa de su abatimiento. Sus ojos se encontraron, y un torbellino de emociones se desató en el corazón de ambas. Elsa, sorprendida por la presencia de Anna, no pudo evitar preguntar, con una mezcla de desconcierto y anhelo:

— ¿Qué demonios haces aquí? — Elsa apenas pudo articular sus palabras, su voz llena de sorpresa y confusión.

Anna, con una determinación en sus ojos que conmovía incluso a la fría Elsa, no se inmutó ante la reacción de su novia.

—Me harté de todo esto, Elsa —dijo con una pasión que hacía eco en su corazón—. Si tengo que enfrentar a tu familia, lo haré. Soy tu novia, la mujer que amo con todo mi corazón. No te dejaré hacer esto sola.

La pelirroja tenía toda la disposición de entrar al restaurante y enfrentarse a quien sea, por su amada novia, su querida Elsa. El mundo de Elsa se tambaleó. Sus ojos estaban llenos de tristeza, y no podía entender por qué Anna estaba dispuesta a sumergirse en el caos que había rodeado sus vidas.

— ¡Basta, Anna! — Elsa tiró del brazo de Anna en un acto de desesperación. Su voz temblaba—. ¡Ya está! Perdimos... No importa cuánto nos amemos, parece que el destino se burla de nosotras.

Anna, sin ceder ante el desaliento de Elsa, la agarró de los hombros con fuerza, mirándola a los ojos.

—No puedes rendirte, Elsa. ¿Dónde quedó esa promesa de que enfrentaríamos juntas cualquier obstáculo? Eso es lo que significa amar, apoyarnos sin importar lo que venga.

Con una mirada apagada y palabras que brotaban de su tristeza más profunda, Elsa confesó:

—Todo es una farsa, Anna. Nuestra relación, el matrimonio con Hans... Es solo una mera farsa. No sé cómo llegamos a esto, pero aquí estamos, me engañe pensado que sería diferente pero no es así y ya es hora de aceptarlo.

Las palabras penetraron en Anna como una cuchillada en el corazón. Pero en lugar de derrumbarse en lágrimas como en otras ocasiones, la pelirroja se llenó de furia. Levantó su mano y abofeteó a Elsa con todas sus fuerzas, un sonido nítido que cortó el aire como un látigo. Elsa quedó sorprendida, una marca roja en su mejilla, pero no en su orgullo, porque ya no le quedaba.

Anna, con una mirada cargada de rabia y tristeza, escupió unas palabras heladas:

—Adiós, "Reina de Hielo".

Y luego se alejó, dejando a Elsa parada, rota y vacía en medio de la tormenta emocional que era su vida. Cuando Elsa se dio la vuelta, se encontró con su abuelo, que la miraba con una mezcla de emociones que la rubia no podía descifrar. La tormenta emocional que la rodeaba no encontraba tregua, y Elsa solo pudo murmurar:

— ¿Te alegra lo que acabas de ver?

El abuelo, con una voz grave y serena, le respondió:

—Con el tiempo lo comprenderás.

Elsa, sintiéndose perdida y confusa, observó cómo su abuelo se marchaba, llevándose sus palabras crípticas consigo. Por un instante, desearía que Anna nunca hubiera entrado a su vida, y al siguiente, deseaba que nunca la hubiera dejado. El torbellino de emociones en su interior era insoportable, y no sabía cómo sobreviviría a él.