Fate/Grand Order.
One-shot.
Ritsuka Fujimaru x Arturia Caster.
"Una espada, un escudo y su dueño."
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-[Fragmento 1: Despertar]-
Muchos no creían en el destino, simplemente porque la idea de no ser el dueño de tus acciones y decisiones es aterrador. La gente había luchado contra este por una cantidad incalculable de años mediante cientos de métodos, culturas, eras y mundos, solo para probarse a si mismos que la libertad si existía, que con determinación y pasión suficiente junto a una voluntad fuerte, puedes ser libre y dominarte a ti mismo.
Sin embargo... irónicamente, otros si creían en lo que llamaban "efecto dominó", la idea de que algo tan inofensivo como el aleteo de una mariposa podía desencadenar una serie de eventos que impactarían no solo tu vida, sino la de otros. Todo lo que hacemos, desde el momento en el que abrimos nuestros ojos, tiene un efecto en la gente alrededor nuestro.
Especialmente las palabras.
"¡Muy bien! ¡ya he tomado mi decisión!"
Gritó el hombre de cabello negro, provocando que todos volteasen a verle con un rostro de curiosidad. Sonriendo, Ritsuka Fujimaru caminó hasta la llamada "Niña de la profecía", agarrándole la mano entre las suyas propias. El rostro de Arturia se iluminó con un tono rojizo a la vez que se ponía a temblar. Incluso estando al margen, Oberon alzó una ceja a la vez que Muramasa sonreía.
Da vinci simplemente cerró sus ojos, a sabiendas de lo que vendría.
"¡¿E-e-eh?! ¡¿R-R-Ritsuka?!"
El maestro número cuarenta y ocho puso su otra mano en su pecho, justo donde estaba su corazón. El rostro del humano, contrario a la expresión nerviosa de Arturia, estaba lleno de esperanza, emoción… y honestidad. Esto, por supuesto acompañado con el súbito apretón de manos, tomaron a la rubia por sorpresa, hasta tal punto que sentía que se desmayaría.
"Arturia, ¡te acompañaré en tu peregrinaje hasta que derrotemos a Morgan!"
Esa frase, sin que él lo supiera, activó algo dentro de la llamada campesina. Conforme la contraparte del Rey Arturo se puso a tartamudearo, incapaz de hacer sentido de su deseo de viajar con ella tras encontrar a Mashu, de su determinación e insistencia, tuvo otro efecto que nunca hubiese florecido de haber ido por caminos separados.
Desde que se encontraron el uno a la otra en la misma tienda de campaña tras haberse perdido en el bosque sin nombre, incapaces de recordar sus nombres. Había una diferencia clave entre Arturia Pendragon, rey de Bretaña, y Arturia la niña de la profecía de la tierra de las hadas. Una selló su corazón hacía mucho tiempo, y juró en su nombre que su único propósito sería asegurarse de que su reino tuviese un futuro brillante, sin importar lo que el destino tuviese guardado para ella y sus vasallos.
Pero la mujer que ostentaba el bastón de la selección... ella no era nada más que una pequeña niña inocente.
Sin haberlo querido, ni haberlo intentado, su destino siempre estaría entrelazado al de él.
Este fue el primer efecto dominó.
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"¡Ahhhh! ¡no puedo esperar!~"
Alegre como siempre, la chica caster saltó sobre su pie cargando el bastón y agitándolo alrededor de si misma como si fuese un palo cualquiera. Caminando por los pasillos de Chaldea, no prestándole atención a ninguno de los múltiples espíritus heroicos que la saludaron o le dijeron "hola", la mayoría de ellos iban a sus propios cuartos, otros probablemente pasarían la noche en el simulador, o divirtiéndose solos, a su manera.
Pero para Arturia Caster, la hora después de la cena no tenía nada que ver con entretención en solitario ni irse a dormir, después de todo, ella era una de los miembros más energéticos de Novum Chaldea. No, lo que ponía el corazón de la ojiverde a mil por hora era la pequeña promesa que su maestro/mejor amigo hicieron el uno al otro, no hace más de siete semanas, tres días tras su invocación.
Si había algo que compartían todas sus contrapartes, era su amor por la comida, o en el caso de Caster, su apetito infinito por los dulces.
"¡Té de Ritsuka! ¡Té de Ritsuka~ ¡Té de-de-de Ritsuka!~"
No pudo evitar comportarse de manera infantil. Se detuvo por un momento para usar su preciosa arma como si fuese un soporte, usándolo para girar sobre este cuatro veces antes de saltar, aterrizando elegantemente en frente de la puerta de su maestro. Arturia abrió sus párpados, alzando su puño para tocar.
Los modales eran importantes después de todo.
Swishhh~
Sin embargo, no tuvo la necesidad de hacerlo, porque se abrió por si sola. Tanto Shielder como Caster se encararon mutuamente en un momento de confusión, el rostro de la fémina se transformó en uno de felicidad al ver a Mashu salir del cuarto de Fujimaru, ni siquiera dándose cuenta del pobre estado de su blusa, capucha y el hecho de que estaba colocándose los lentes, en lugar de traerlos ya puestos.
No, para alguien como Arturia, estos detalles no significaban nada, e incluso si se hubiese dando cuenta, su mente solo habría asumido que ambos estaban practicando las lecciones de defensa personal de Leónidas y Holmes.
"Ah- Arturia-san, ¡Buenas noches! ¿deduzco que viniste por tu rutina nocturna con Senpai?"
Kyrielight sonrió, limpiando sus lentes empañados con un pañuelo que sacó de su bolsillo, la pelirrosa temblaba, el tinte rojo ya presente en su rostro se extendió por este aún más. La maga movió su mano felizmente hacia ella como saludo, no sin antes darle un abrazo que la tomó por sorpresa. Verdaderamente, el entusiasmo de Arturia era algo que todos apreciaban de corazón.
"¡Buenas noches, Mashu! ¡de hecho, si! El té de Ritsuka sabe tan rico, ¡y siempre tiene cosas interesantes que contar!"
La pupila de Merlin hablaba de su maestro con clara admiración y alegría en su voz, provocando que Shielder sonriese mientras se colocaba sus gafas. La inocente chica observó a su superior con destellos en sus ojos, una gran idea apareció en su mente en unos momentos, provocando que su ahoge se moviese como una cola.
"¡Hey! ¿por qué no te nos unes? Siempre he querido oír tu historia con mayor detalle, ¡quizás podrías decirme más de esa Shimousa, o-o-o ese lugar lleno de gigantes!"
Su entusiasmo, tan maravilloso como era, y por mucho que disfrutase de la idea, debió de girar su cabeza de izquierda a derecha constantemente, mientras una bochornosa risa salía de su boca. Arturia notó como la compañera más confiable de Ritsuka empezaba a caminar en reversa, y solo entonces se percató del color rojo tan potente que cubría sus mejillas y nariz.
"Lo siento Arturia-san, pero tengo que negarme. Debo prepararme para mañana, así que diviértanse sin mi. ¡Con tu permiso!"
Ni siquiera molestándose en decir una palabra más, corrió tan rápido como le fue posible, bajo la mirada atenta de la campesina. La cabeza de Arturia se ladeó hacia un lado, no se había percatado antes pero… esto era muy impropio de ella. ¿El motivo? No se daría cuenta por mucho tiempo, la verdad sea dicha. Decidió ignorarlo, por fin entrando al cuarto de Fujimaru.
"Con permisoooo~"
Su cabeza se asomó por la entrada; como era de esperarse, el cuarto de Ritsuka estaba en perfecto estado. Un pequeño kotatsu justo en medio del piso, haciendo que la rubia alzara las manos emocionada, aplaudiendo repetidamente. Arturia no perdió tiempo sentándose dentro de este, colocando sus manos en la manta caliente.
El maestro no estaba en ninguna parte; en su lugar el sonido de agua siendo cortada salía de su baño. Ritsuka era conocido por tomar al menos una ducha antes de dormir y tras despertar, principalmente para quitarse el sudor de un día en el campo de batalla, y para tener un sueño decente. Sin embargo, había algo que no le cuadraba…
Ahora que lo pienso, Ritsuka siempre está listo cuando entro...
Probablemente pasó la mayor parte de su tiempo en su entrenamiento con Kyrielight. Al escuchar sus pisadas, la antenita amarilla se agitó como la cola de una mascota. Por supuesto que estaba emocionada, no solo el té de Ritsuka era exquisito, sino que además siempre traía postres deliciosos de algunas singularidades o les pedía a Cat, Beni-Enma y Emiya que le preparasen algunos producto de la nostalgia.
Cliink~
Es por eso que... cuando vio a su maestro llegar vistiendo una camiseta negra y shorts grises, se congeló, justo como hiciera cuando Da Vinci le habló de su contraparte Saber. ¿El motivo? Ritsuka estaba empapado, por lo tanto sus músculos se marcaban completamente en la tela. El entrenamiento de Leónidas había hecho maravillas con su cuerpo, quizás no fuese un buen mago, pero no era un vago en absoluto.
"¿Huh?"
Aun secándose su cabello y rostro, el ojiazul miró hacia abajo, notando la presencia de Arturia justo en ese momento. Su rostro, con una sonrisa y sus ojos totalmente vacíos, reflejándole como un espejo. Fujimaru no se percató del por qué de su comportamiento, así que se preocupó de inmediato.
"¿Arturia? ¿estás bien?... Hey, ¿Arturia?"
Justo como su primera vez, era ignorante de ello… pero había sido el segundo impacto del efecto dominó que activó dentro de la Niña de la profecía, y sería el más importante de todo.
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-[Fragmento 2: La canción de un corazón roto]-
Comieron postres aquella noche por supuesto. Rieron y hablaron como de costumbre, por supuesto que lo hicieron maldita sea. Todo fue como siempre había sido desde que empezaron a reunirse en la noche. ¿entonces por qué? ¿por qué no se sentía igual para ella… ? todo el tiempo que estuvo sentada frente a él, Arturia estuvo nerviosa.
Siguió temblando, cuanto más miraba hacia su camiseta, tiempo tras que se secara, tuvo que quitarse su gorro y sacar sus piernas del Kotatsu, verdaderamente era una sorpresa teniendo en cuenta lo helado que estaba, y que tanto a ella le gustaba. Ritsuka se sorprendió por ello al principio, pero la dejó ser.
Arturia no podía mentirle, sin embargo. Recordó como, pese a sus mejores esfuerzos, sus orejas no podían escuchar más a Fujimaru Ritsuka, no, no no no y no. Todo lo que podía hacer era mirar su rostro, su cabello húmedo y volver a enfocarse en su torso. Si Nobu hubiese estado ahí, la habría acusado de estar copiando la sonrisa característica de Nagao Kagetora.
Esas memorias, estos pensamientos, llenaban la cabeza de la chica en medio de la oscuridad de su cuarto. Vistiendo una pijama azul con estrellas rosadas, Caster abrazó su almohada, con un rostro ya bastante cansado. Cerró los párpados con todas sus fuerzas, había estado tratando de dormir por dos horas.
No había caso...
Lo único en lo que podía pensar, era en la imagen de su maestro… no, de Ritsuka, saliendo de la ducha.
"Hmnght..."
La hacía sentirse rara. Porque sentía como su rostro ardía, a la vez que sentía las ganas de llorar. Girando en su cama nuevamente, las sábanas fueron lanzadas hacia un lado por sus piernas, una vez más la temperatura de su piel se volvió insoportable, la chica de ojos verdes suspiró, mirando el techo.
Nada más que una lámpara solitaria colgando de este.
"Ritsuka..."
Murmuró, y alzó su mano hacia arriba, como si sus dedos pudiesen alcanzarlo. ¿Por qué? ¿por qué era esta Historia Pan-humana tan complicada? De vez en cuando extrañaba la tierra de las hadas… pero ahora que lo meditaba, en aquel sitio nunca conoció algo remotamente similar a la paz que ahora tenía, al menos no por mucho tiempo.
La niña de la profecía puso su mano sobre su corazón, cerrando los ojos nuevamente. Pese a no poder dormir más, intentó imaginar cosas para ocupar su mente. Buscar paz en sus memorias, se recordó a si misma de los buenos momentos que pasó al lado de su mejor amigo, pues Cnoc na Riabh no estaba aquí.
Había mucho en qué pensar...
Su memoria más feliz con él, aquella en la que se ganó su total admiración, fue en el jardín de la voluntad perdida. Apagando su mente y pensamientos, incluso su propio corazón, no fue tan complicado para un hada desdichada como ella, por mucho que la odiase… sin importar que tan desagradable y vomitiva como fuese la historia pan humana…
Él era una de las pequeñas cosas que, desde su punto de vista, valían la pena salvar. La gente en Chaldea, la vida que vivía ahora, todo era tan cálido, como si el amor infinito y las risas estuviesen en cada rincón. Eso era algo que apenas podía encontrar en Fairy Britain, la verdad sea dicha. Al final de todo, las hadas no eran lo mejor, pero tampoco los humanos.
Era una contradicción curiosa, odiaba y despreciaba la historia pan-humana porque "todos eran iguales", la aborrecía por el hrrible camino que tomó la Rey de los caballeros, una vida que jamás querría para si misma… y aún así, con todas las cosas malas que podía seguir enumerando en su lista mental, la humanidad se veía más sincera cuando demostraban aprecio los unos a los otros.
Jamás pensó que llegaría el día en el que la reina alta y los Tam Lin lucharían a su lado, conociendo a tantas caras nuevas junto a una cantidad abismal de amigos… verdaderos amigos, no tenía precio. Se sentía como si finalmente perteneciera a algún lugar.
Bump bump~ bump bump~
La felicidad cursándole por las venas hizo que su corazón comenzase a latir con mayor rapidez. Sus mejillas se tornaron de un tono aún más brillante, a la vez que la tristeza que sintió momentos atrás se transformaba en felicidad. Eso hasta que inevitablemente recordó su risa. No importaba que tanto intentase rememorar el motivo de esta, mientras pedazos de galletas le caían de los labios, no podía.
Era el más cálido de todos ellos, pese a haber sufrido tanto, el haber traspasado un ciclo interminable de dolor e infiernos varios, ganando y perdiendo aliados poco tiempo después… ¿cómo podía no admirarlo? ¿cómo podía no envidiarlo? ¿cómo podía no querer ser como él? Su valentía, coraje y voluntad de superar su dolor, conquistar su agonía sin olvidar…
Siempre fue rápida en alegrarse a si misma cuando se deprimía, pero eso no significaba que tuviese confianza en si misma. De no ser por Chaldea, Gareth, Da Vinci, Percival y Ritsuka, nunca habría sido capaz de tocar ni siquiera una campana.
"A-ahhh~"
Su voz salió de sus labios en el momento en el que tocó su pecho izquierdo ligeramente con fuerza por accidente. El sonrojo ahora se extendió de sus mejillas a todo su rostro, concentrándose en sus orejas. La humilde chica de Tintagel tragó saliva… ¿qué había sido eso? Se sintió como un choque de electricidad cursándole por las venas. Extraño desconocido… y de alguna manera..
Se sintió bien.
Pero... tan mal. Las cejas de Arturia se curvaron ligeramente, contemplando su propio cuerpo por un momento, su mano una vez más se agarró el pecho izquierdo, moviéndolo de arriba hacia abajo en un ritmo constante… y ahí estaba otra vez. El hada de ojos verdes dejó salir un suspiro, no tenía sentido en absoluto, pero le gustaba… un pensamiento le cruzó la mente.
¿Y si removía sus ropas?
Mirando a su alrededor, solo para estar segura, la rubia efectuó un pequeño hechizo que sellaría la puerta de su cuarto completamente, de igual manera los muros. Nadie podría escucharla.
Tragando algo de saliva, sintió como su piel comenzaba a arder al igual que sus adentros, sus manos se movieron tan rápido como pudieron. Su perfecta piel sin cicatrices se reveló ante la luz del Wandering Sea que se filtraba por su ventana, antes de que se arrastrase de regreso al colchón. Ambas manos lenta pero cariñosamente empezaron a hacerse cargo de sus pezones… estaban duros, notó.
"Ngh..."
Cerrando los párpados conforme sus dedos acariciaban las areolas al ir en círculos, la estudiante de Merlín dejó salir otro gemido de alegría, intentando callarse. El sentimiento de sus acciones estando mal se acumulaba poco a poco en su estómago, ¿qué diablos era esto?... ¿por qué se sentía tan bien, y cómo? Pero la pregunta más importante era..
Su índice y su pulgar apretaron y jalaron ambos botones, trayendo placer… pero también lágrimas, que descendieron por las mejillas de la chica.
¿Por qué… ? ¿Por qué mi corazón duele tanto… ?
"Ritsuka... !"
Por primera vez, decir aquel nombre la entristeció. En medio de la oscuridad de su soledad, en su mente Arturia no pudo evitar imaginarle. Desnudo como ella, sosteniéndola amorsamente entre sus brazos mientras repetía los mismos movimientos que hacían sus manos, bajo su cariñosa, dulce mirada azul. Su expresión sonriente mirándola de vuelta.
Embelesado ante su belleza, mientras ella quería nada más que descansar en su pecho, vista por él.
Parecía que todo su espíritu heroico se estaba quemando. De manera inconsciente sus manos viajaron hasta sus genitales, pese a que no sabía ni entendía que sucedía, ni lo que hacía, no era necesario. Su cuerpo y su corazón guiaban sus movimientos, mientras su mente se enfocaba en la fantasía.
Estando bajo su mirada, con sus brazos sosteniéndola ligeramente como una pluma mientras lloraba y se frotaba la cabeza contra su pecho, él nunca dejó de mirarla.
"¡Ritsuka... Ritsuka... !"
Su corazón dolía, incluso si su cuerpo pasaba por un gozo sin igual, no era suficiente para sanar su anhelo emocional. Los dedos de Arturia apretaron suavemente el botón rosado que coronaba su lugar sagrado, teniendo cuidado de no usar mucha fuerza. Clamaba por él, le necesitaba, le necesitaba ahora mismo de manera desesperada. La fantasía asintió, su cabello dorado cubriéndole los ojos un poco, deseaba tanto tocarle el rostro, sostenerla entre sus brazos y nunca dejarla ir.
"Si, así... Lo estás haciendo bien, Arturia... solo un poco más..."
Dijo el maestro, su mano finalmente cumpliéndole su deseo; sus dedos removieron una pequeña gota de sudor a la vez que retiraban algunos mechones de su vista, su índice y dedo medio se frotaron contra sus labios vaginales, mientras jugueteaba con la entrada, cerrándola y abriéndola continuamente. Las lágrimas ahora caían libremente por sus mejillas, en lugar de permanecer acumuladas en sus ojos.
El latido de su corazón se aceleró, y también sus movimientos.
"Ritsuka... Tengo miedo..."
Sonaba como un grito de agonía. La cara del humano se transformó en una de entendimiento, una vez más, asintió en silencio. Sus brazo fue hasta su cabeza, acomodándola para que escuchara el latido de él, tan parecido al de ella… era reconfortante y relajante. Su amado amigo la acunaba como si fuera una bebé.
"Lo sé... Estoy contigo... Hazlo, Arturia... hazlo por mi..."
Tan tenebroso como era, y tan aterrada como estaba, la parte baja de su vientre comenzó a arder. El hada sintió a su humano deslizar el primer dedo, a la vez que el aire se le escapaba de los pulmones, por solo un segundo, se detuvo. Fujimaru sonrió orgullosa y amorosamente, finalmente se había tocado a si misma adecuadamente, entregándose a los placeres de su propio cuerpo.
No tuvo que decir nada, ella misma comenzó a moverlo, prontamente deslizando un segundo dedo mientras la otra mano ahora hacía su mejor esfuerzo por mantener ambos pechos ocupados, yendo de pezón a pezón, las palabras apenas y le salían de la boca.
"¡S-se... se siente... bien! ¡No lo entiendo, Maestro!"
El salvador de la humanidad rió un poco, escuchándola llorar y sollozar en busca de su consuelo mientras que perdía control de sus movimientos. Eventualmente un tercer dedo fue añadido, la niña de la profecía, Artoria Caster, ahora no quería nada más que la mirara a ella. A ella y nadie más, en esa hermosa utopia de flores rosadas.
Aunque nada tuviese sentido… o si era aterrador, su presencia, su mirar, sus manos, su cuerpo… su mera existencia era todo lo que necesitaba para ser feliz.
"Déjalo ir... ya casi terminas... déjalo ir Arturia, no temas..."
Pidió, de una forma tan amable que no pudo sino obedecerle. Un grito escapó de las partes más profundas de su alma, mientras finalmente abría los ojos. En lugar de estar entre los brazos de Ritsuka Fujimaru, estaba totalmente sola, en un cuarto oscuro y vacío, acostada sobre su cama mientras la luz azul de la ventana bañaba su desnudo y perfecto ser.
Por primera vez en su vida, Caster había experimentado un orgasmo... y pese a todo...
Se fue a dormir llorando aquella noche.
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BOOOOOM~
Una explosión fue bloqueada por el hada del paraíso, que alzó su bastón para repeler un ataque enemigo. Eran las diez de la mañana del día siguiente, y como cada día, estaban entrenando para asegurarse de que su trbaajo en equipo fuese infalible sin importar quien fuese su compañero. Arturia no se sentía bien aquel día, apenas y estaba con energías pese a ser un servant y haber dormido sus ocho horas.
Sus ojos solo estaban enfocados en su espalda.
"¡CU CHULAINN! ¡VE A ASISTIR A NEE-SAMA Y A LADY NOBUNAGA!"
"Entendido"
Replicó Berserker, saltando en la dirección en la que vino otra explosión. Estaban en una simulación enfrentando varios grupos de Dragones, Lahmus y Samurais de Orleans, Babilonia y Heian-kyo respectivamente. Rurika "Gudako" Fujimaru era una maestra excepcional justo como su gemelo pese a haber despertado poco tiempo tras la derrota de Morgan Le Fae.
Pero en las palabras de Goredolf, Holmes y Da Vinci...
Necesitaban empezar a confiar en el otro, dejar de creer que siempre estarían juntos para protegerse en el campo de batalla. Ahora Chaldea tenía tres maestros potenciales; él, Kadoc y su hermana mayor, pero primero y principalmente tenían que entrenar a Gudako, y entonces podrían comenzar a entrenar como un equipo. Más fácil decirlo que hacerlo, justo como pasaba con Nobukatsu, hoy en día toda la atención de Ritsuka estaba enfocada en su hermana.
"¡Senpai! ¡estamos rodeados!"
Mashu habló, el hombre de ojos azules miró a su alrededor. Rurika había tomado a Red Hare, Kojirou Sasaki y Oda Nobunaga, mientras que él escogió a Cú Chulainn Alter, a ella, y Mashu. Había cometido un grave error, pero de nuevo… no esperaba separarse de la pelirroja tan repentinamente, probablemente fue una orden de Goredolf.
Sus ojos voltearon atrás para mirarla, y Caster apretó su bastón.
"¡Arturia! ¡Libera tu fantasma noble! Mashu, prepárate para pelear, trata de efectuar un ataque combinado y golpear a tantos como -"
Dejó de escucharlo. Sus labios se movían, dándole ordenes a Shielder, que escuchaba atentamente. Sus dedos se enroscaron alrededor del Bastón de la selección con tanta fuerza como pudieron, los ojos morados de Kyrielight se enfocaban en aquellos zafiros, apenas y le había dicho algo desde que empezó la batalla… ¿por qué? En lugar de enfocarse en sus órdenes...
Todo lo que le llegaba a los oídos, era el doloroso latir de su corazón. Mashu Kyrielight… siempre estaba con él, a cada momento, y ahora también Rurika Fujimaru. ¿Por qué? ¿Por qué la odiaba tanto? Los ojos de Arturia se llenaron con lágrimas mientras su vista se enfocaba en el piso, todo estaba tan… tan mal…
No podía sentirse de esta manera, tanta envidia, celos, dolor e ira… no era nada más que una humilde campesina criada en Tintagel, forzada a un destino que no quiso, uno que de hecho, odiaba… todo por las acciones de su predecesora.
Y sin embargo, hela allí, sintiendo las ganas de llorar y gritar únicamente porque la persona que más quería no le daba la atención suficiente.
Mirando hacia arriba, múltiples dragones preparándose para hacerlos cenizas la hizo reaccionar… o intentó, al menos. Mashu se preparó primero, para ser su cobertura, asegurarse de que sobreviviera. No había sido lo suficientemente rápida en utilizar su Fantasma Noble como le pidió, así que Kyrielight intentaría emplear Mold Camelot para protegerlos a ambos ella misma... para ser el escudo de Ritsuka.
Mashu... Y no ella...
Siempre, siempre, siempre, cada maldita vez. Ella era demasiado lenta o no prestaba atención, no era lo suficientemente rápida, ni fuerte, ni brillante, ella no era suficiente, nunca, nunca, nunca nunca nunca-
Pero... solo por esta única vez...
Quería que él tomara su mano.
¡NO!
Saltando a la acción, Caster agarró a Shielder del hombro, cambiando posiciones forzosamente. Mashu fue jalada hacia atrás con una expresión de shock, mientras Fujimaru veía el cuerpo de la chica ser cubierto en una luz dorada. Sin preparación previa, la chica forzó a su origen espiritual a entrar en su tercera ascensión: Avalon.
Alzando la espada de la selección, y canalizando su maná por esta, su rostro empapado en lágrimas miró hacia adelante mientras los muros del castillo prometido se manifestaban debajo de ellos. Desde atrás, todo lo que podían ver fue la figura galante de Caster, conforme la enorme marea de fuego les alcanzaba, buscando tomar sus vidas.
"La isla al final del mundo... la capital de los pecados. ¡El último dragón está en mi corazón!"
Gritó, la ventaja de clases causándole mayor daño mientras empleaba las últimas palabras de la utopía. No dejaría que nadie le pusiera un dedo encima a su maestro, no porque fuese su deber como servant, sino simplemente porque era su mejor amigo. Porque era su compañero, porque lloraba ante la idea de perderlo, porque quería el lugar de Mashu...
Porque quería estar a su lado.
"¡NINGUNA DESTRUCCIÓN NOS CONSUMIRÁ! ¡REUNÍOS, GUARDIANES DE LA MESA REDONDA! [ROUND OF AVALON]"
Eventualmente, la brillante luz azul de los pilares flotando atrás de ella logró imponerse y anular el calor de las llamas. Sintiéndose tan liviana como una pluma, y fuerte como una montaña, Mashu saltó a la acción usando el aumento de poder que le brindaba el Ortinax, lanzando su escudo y partiendo a un dragón a la mitad, para luego golpearlo, fue como un boomerang, alcanzando a todos los demás en cadena justo como le solicitó.
Una vez se enfocaron en la pelirrosa, Arturia finalmente salió de su desesperación emocional. El castillo desapareció, y también lo hizo su tercera ascensión, regresando a su ropaje azul, cayó desde los cielos, directo al piso, apenas consciente. Había entrado en su estado más poderoso sin haberse preparado, así que su cuerpo ya resentía los efectos de una acción tan imprudente.
Mientras el viento golpeaba su rostro, su cuerpo se acercaba al piso… y la veía, luchando sin contemplaciones, gritando y destruyendo todo a su paso, para abrir un camino de regreso con la chica de cabello rojo.
Ah... justo como... en aquel entonces...
Justo como en Norwich, ella peleaba sin igual. La oscuridad clamaba por ella, y pensó que quizás era lo mejor. Se dio cuenta que, conforme pasaran los años, Ritsuka tendría menos y menos razones para pasar tiempo con ella, ahora que su hermana había regresado… ¿en qué estaba pensando?
Era una servant, una Arturia que no debería existir... ¿cómo pudo siquiera creer en la posibilidad de que él estaría ahí para ella eternamente? Ella ya estaba muerta, un producto de un ¿qué hubiera pasado si… ? que nunca debería haber ocurrido en primer lugar.
Un día, todos los servants tendrían que regresar al trono de héroes, cada uno de ellos… excepto Mashu. Ella era la única, la única que realmente tenía una oportunidad de estar a su lado, y ese pensamiento la lastimaba más que cualquier otra cosa que haya experimentado antes y después de su muerte.
Ritsu... ka...
Lo único que vio fue el hermoso cielo azul, que palidecía en comparación con sus hermosos y perfectos ojos, antes de que la oscuridad la consumiera por completo.
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-[Fragmento 3: Lo que las palabras no pueden expresar]-
"Mnght..."
Todo dolía. Abriendo sus párpados lentamente, Arturia acarició su cabeza ligeramente, en busca de daño alguno… pero no había nada. El cuarto estaba oscuro, pero no estaba sola. Un peso extra en sus piernas la hizo pararse, a la vez que un tinte rojo se esparcía por su rostro cuando identificó a su compañero. Ritsuka dormía plácidamente contra sus piernas, mientras una de sus manos la sostenía con una gentileza tal que parecía tratarla como una pluma. La rubia se movió ligeramente, incapaz de comprender.
¿Qué había pasado? ¿No había desaparecido? Podría haber jurado que su Núcleo espiritual le dolía producto de la sobrecarga de mana...
Sus pequeñas, dulces y gentiles acciones despertaron a Fujimaru. El maestro con cabello negro arrugó la nariz un poco, antes de que sus ojos entrasen en contacto con los de ella.
"¿Arturia... ? ¿estás despierta?"
La forma en la que le habló fue tierna, y también el tono adormilado que tenía. Pese a que sus miradas chocaron, el maestro cuarenta y ocho aún no estaba del todo despierto. Acariciando sus párpados conforme se levantaba de la silla, un largo y cansado bostezo escapó de sus labios, see sentía exhausto hasta la médula. El hada del paraíso vio una pequeña bolsa de sangre, conectada a su brazo.
Nada tenía sentido.
"¿Ritsuka? ¿qué... qué pasó?"
Preguntó, intentando ignorar su vergüenza ante la idea de que básicamente compartieron una cama juntos, pese a que utilizó sus piernas como una almohada improvisada. Estirándose ligeramente, Fujimaru levantó su manga; un parche cubría su ante brazo, y no tomó mucho tiempo para que la fémina se diese cuenta de lo que trataba de decir.
"Usaste todo tu Mana cuando entraste a tu tercera ascensión y activaste tu fantasma noble. Da Vinci sugirió que compartiera algo del mío mediante una transfusión de sangre, para estabilizar tu saint graph."
Replicó, aún un poco cansado, confirmando sus pensamientos. Caster dejó salir un largo suspiro, intentando esconder su rostro entre sus muslos, sosteniéndolos con sus brazos. No solo le había vuesto en peligro, sino que también había armado una escena entre ella y Mashu antes de que Round of Avalon fuera invocado a la batalla.
Había fallado, estrepitosamente.
Fujimaru, por el otro lado, encontró sus acciones de lo más extrañas, incapaz de entender su comportamiento. ¿Por qué estaba triste? Incluso si no hubiera dicho nada, para él era obvio que no estaba siendo ella misma el día de hoy. Ahora que estaban solos en su cuarto… le daba algo de nostalgia. Le recordaba al bosque sin nombre, cuando la confundió con Mashu.
"Arturia... no has sido tú últimamente... ¿pasa algo?"
Sus dedos encontraron los de ella, con su rostro cubierto por las sombras… apretó sus dientes, al sentir como su pecho se apretaba producto del dolor cuando sintió su piel en la suya. Le amaba tanto, este sentimiento tan cálido, gentil, dulce y con un suministro de amor y afecto aparentemente ilimitados.
Y sin embargo...
"¿Por qué... Ritsuka... ?"
Murmuró, apenas y siendo capaz de escucharla, Ritsuka alzó una ceja. Un gentil "¿qué?" escapó de sus labios, y el hada finalmente reaccionó. Sus piernas cayeron, revelando su rostro empapado en lágrimas, reflejaba pura agonía. No podía seguirle mintiendo, solo había sido un día y una noche, y ya estaba al límite.
"¡¿POR QUÉ NO PUEDES MIRARME DE LA MISMA FORMA QUE A MASHU?!"
El estridente grito tomó al maestro por sorpresa, además de ver el siempre dichoso y alegre rostro de la rubia con una expresión nunca antes vista. Arturia intentó quitarse las lágrimas de su rostro, pero fue inútil. Simplemente siguieron saliendo, no quería, pero a la vez deseaba que la mirase.
Que la sostuviera entre sus brazos.
"Me di cuenta... en solo una noche... cuanto me duele. Cuanto te preocupas por ella; jamás te he visto sonreír tanto cuando estás conmigo. Y el día que Rurika despertó, brillabas como un sol..."
Continuó el hada, a sabiendas de que sentirse de esa manera estaba mal. No podía, era enfermizo. Tuvo todo un viaje con Fujimaru en su día, pero quería más. No estaba a su lado como antes, ya no más, no como en Fairy Britain, sino más bien, viéndole desde atrás.
Como lo haría un soporte, pero no como su compañera o escudo.
"Algún día, todos nos iremos... Volverás a ser un estudiante normal... o un mago de renombre... sea lo que sea que te depare tu futuro, ninguno de nosotros estará ahí para verlo. Yo no estaré ahí para verlo. Todos estos recuerdos, estos sentimientos, todo lo que hemos pasado juntos… desaparecerá… y no sé si eso es algo bueno o malo..."
Incapaz de seguir mostrándole su rostro entristecido luego de terminar, optó por ocultarlo dándose la vuelta. Fiel a su naturaleza, prefirió evitar que la viera, avergonzada de sus actos. Incluso si terminó diciendo exactamente lo que quería decir, no arregló en absoluto el dolor de su corazón, se volvió aún peor ante la idea de que tal vez… ahora la odiase.
"Arturia..."
No se dio la vuelta para encararlo. Abrazándose a si misma, intentó cerrarse emocionalmente, para que se rindiera y se fuera. Fujimaru no dijo nada, en su lugar, le acarició el hombro con gentileza, para que luego sus brazos le rodeasen el cuello. El joven mago jaló a su amiga hacia sus brazos, ella no se resistió.
"Lo siento... por no haberme dado cuenta antes. Nunca quise lastimarte y… para ser sincero, si. Amo a Mashu, después de todo lo que hemos pasado juntos, y Nee-sama... bueno, nunca he sido capaz de tener una noche de paz desde que empezó la Grand Order, siempre me pregunté si volvería a verla o no."
Si. Entendía muy bien lo que quería decir, por supuesto que si. Pese a no tener hermanos reales como su contraparte de la historia Pan-humana, al menos si se sentía muy apegada a su abuelito y a la mujer que la crio como una madre. No era su intención, pero podía sentir, además, su aliento en su cuello.
Sus brazos la hicieron sentirse más segura y protegida que cualquier otro hechizo.
"Arturia..."
Su voz, dulce como la miel, empezó a sonar como el tono que utilizó en ese sueño que tuvo la noche anterior, Caster se volteó, su cora´zon latía dentro de su pecho, mientras un brillante color rojo se esparcía por su rostro, Ritsuka tenía la misma expresión, para él, ella no era diferente de Mashu.
Porque la verdad era… que ambas eran especiales para él, de la misma manera. Las únicas dos a las que podía ver con esa mirada, y se dio cuenta cuando observó aquel mar azul. Su propia pregunta resonó silenciosamente entre ambos. ¿Por qué no puedes mirarme de la misma forma que a Mashu? Y la verdad… es que siempre lo había hecho.
Por eso...
"Sé que no tengo derecho de pedirte esto, pero... si me aceptas, si nos aceptas a los dos... estaría contento de sacrificarlo todo por ustedes."
Una vez más, la pobre campesina dejó que las lágrimas le cayeran, por un motivo diferente esta vez. Fujimaru, lo suficientemente inteligente para saber que esa era su respuesta, cerró los ojos mientras se movía acercando su cabeza hacia la de ella. La rubia imitó su actuar, permitiendo que la oscuridad nublara su vista, a ese vacío negro que tanto odiaba.
El mundo negro, con la estrella de la esperanza al final… pero esta vez, la tormenta no estaba en ninguna parte.
"Ritsu... ka..."
Su voz murió en el momento en el que sus labios se tocaron. El corazón de Arturia latió al finalmente conseguir el momento que tanto había anhelado. Las manos masculinas que habían pasado por tanto dolor y sufrimiento, ahora la sostenían cerca a su cuerpo como si fuese la cosa más preciada sobre la tierra.
Instintivamente, sus brazos fueron a su cuello, el sabor de su boca iba más allá de lo que su mente pudiese haber soñado, un sabor prohibido que nadie en este mundo conocía salvo ella y Shielder, las manos de Ritsuka bajaron al sentir las de Caster en su piel.
Cuando sus pulmones rogaron por aire, forzándolos a romper el beso, el maestro sonrió, seguido de la servant poco después. El dolor en su corazón había desaparecido completamente, ahora reemplazado por ese deseo que la plagó por tanto tiempo, más fuerte que nunca antes. Pese a intentar decir algo, fue inútil.
Él tomó la iniciativa en su lugar; ella no vestía su capa ni su sombrero, únicamente la chaqueta blanca que Muramasa le hizo, bajo esta, una pequeña camiseta blanca. Su cuerpo tembló ligeramente, pero un rápido vistazo por parte de Ritsuka borró cualquier tipo de duda o miedo que pudo haber tenido. Ya lo conocía bastante y la verdad sea dicha… no quería que esto terminara antes de que siquiera comenzara.
"Yo estoy aquí Arturia... solo yo... no te preocupes"
La niña de la profecía asintió silenciosamente, sus manos continuaron acariciando su cuerpo, tanto explorando como desvistiendo a la vez. Su aliento se aceleró cuando la falda carmesí fue la siguiente en caer, permitiéndole ver su ropa interior, ahora solo vestía sus medias negras. Cuando observó a Ritsuka quitarse su camisa, le detuvo alzando una mano para agarrarle suavemente la muñeca, por un momento el pensamiento de detenerlo todo cruzó por su mente, pero lo descartó al ver que, pese a estar temblando con una expresión tímida, había fuego en su mirar.
"Por favor... permíteme..."
Hizo tal cual, agarrando su camiseta para quitársela, revelando los músculos con los que no dejó de soñar desde la noche anterior, sabía la historia de cada cicatriz, incluyendo el agujero gigante que le hizo Shuten Douji en Shimousa, pero verlo más de cerca le hizo sentir escalofríos.
No exageraba cuando decía que jugó con sus intestinos.
Sus dedos acariciaron cariñosamente las líneas de sus abdominales, su piel estaba tan caliente que pensó que sus manos se derretirían hasta los huesos, pero no lo hicieron. Fueron hacia arriba hasta encontrar su rostro, más confiada que antes, pero también queriendo detenerse a si misma de pensar en los "¿Y si hubiera… ?" decidió que el espacio entre sus labios tenía que cerrarse nuevamente.
El mago aceptó gustoso el beso de su Caster, mientras la empujaba contra la cama. Él ya tenía una tienda en su ropa interior, así que aprovechó la oportunidad para frotarse lenta y gentilmente contra su feminidad, dándole escalofríos. Si, su cuerpo estaba tan caliente como en sus sueños, pero su imaginación no le hizo justicia a su… masculinidad.
Casi parecía que estaban desnudos.
Ritsuka rápidamente descartó cualquier preparación por parte de Arturia, pero no le importaba. No estaba aquí para recibir, no en su primera vez al menos, sino más bien, solo quería darle, darle y darle todo de si para demostrarle que no mentía cuando dijo que sacrificaría su entero ser para que ella y Mashu fuesen felices.
Un apretón suave en sus brazos le hizo separarse para que pudiesen respirar por segunda vez, ahora estando ambos más calientes que en la primer ocasión. Con sus jadeos, el aliento de Arturia le golpeaba en su rostro, finalmente había dejado de llorar, pero no estaba seguro de cuando. Ver su rostro acercarse le hizo pensar en un inicio que quería más besos…
"¡A-ahhh!"
En su lugar, la engañó. Su boca aterrizó no en su pezón, sino en su cuello. Fujimaru continuó besando y lamiendo las zonas erógenas que Arturia desconocía, no pudo evitar preguntarse si estos eran trucos que aprendió con Mashu o si sabía mucho sobre biología… probablemente una mezcla entre ambas.
Cuando fue a por su sostén, miró hacia arriba con anticipación, buscando su aprobación de manera silenciosa, que le dio con una sonrisa de ojos cerrados. "Confío en ti" escrito por todo su rostro, y no traicionaría ni la decepcionaría en ningún ámbito. Era demasiado dulce e inocente, así que no podía permitirse ser egoísta ni brusco. Maldición, su propia alma debería de ser condenada al eterno sufrimiento si la lastimaba.
El pelinegro no tuvo problema en lidiar con la prenda, ya había practicado en múltiples noches con la escudera de cabello rosa. Ver esos hermosos senos rebotar un poco tras ser liberados, justo frente a su rostro, le excitó a más no poder. Su mente pensó rápidamente si debería de dejar un camino de besos, o simplemente lamerle los pezones… optó por lo primero.
Arturia confiaba en él, así que no debería de forzar las cosas, probablemente ya estaba al borde de desmayarse producto de la vergüenza.
"Eres hermosa, Arturia... tu piel huele a rosas..."
Los pétalos rosados del jardín de Avalon pasaron por su mente, ¿acaso comparaba su existencia con la de una flor? ¿La consideraba su flor?... Arturia tragó saliva, haciendo su mejor esfuerzo para sonreírle mientras sentía sus labios dar los llamados "besos de mariposa" a su perfecta piel de porcelana, cada uno de ellos rápido y dulce.
Suave y amoroso, más de lo que ella podía soportar, pero lo suficiente como para ser tolerable.
"¡N-nght!... Riii... ~"
Gimoteó, observándole besar peligrosamente cerca de su pezón, pero nunca tocándolo. Su maestro sonrió y le guiñó el ojo izquierdo, entendiéndola perfectamente. Fujimaru continuó con le camino de besos hasta encontrar su estómago, para ella, el solo sentir lo cerca que estaba su rostro la hizo sentirse nerviosa, el aliento acariciándole la piel le daba cosquillas.
El momento en el que besó su ombligo la hizo gritar.
"¡A-AHHH! ¡Ritsuka!"
El maestro cuarenta y ocho continuó por no más de cinco segundos, antes de mirar hacia arriba. Si bien Arturia no se había corrido, la mezcla de emociones y sensaciones nuevas tomaban el control de su cuerpo y su mente hasta tal punto que su débil corazón de hada no podía soportarlo. Verla jadear con las manos en el rostro le hizo darse cuenta que estaba llevándola a su límite.
Así que, como disculpa, el rostro del humano encontró el de ella una vez más, apartándole suavemente las manos para hacer que le viese. Arturia abrió los ojos, ¿cuándo fue que Ritsuka se acercó tanto a ella? Había quedado absorta en el placer de sentir sus labios sobre su ombligo.
No importaba.
No podía rechazar aquel tesoro.
El beso que compartieron fue la oportunidad perfecta para quitarse su ropa interior, y la de Arturia poco tiempo después. Sus manos rodearon el cuello de él, acercándolo a su cuerpo, la sensación de sus pechos desnudos tocándose mutuamente, piel contra piel, era maravilloso. Si, sentía que se transformó en una bomba de tiempo, pero su boca, su cercanía, su presencia…
Ritsuka... Ritsuka...
Eso era todo lo que necesitaba para sentirse segura. La alegría de ser aceptada dentro de su corazón casi la hizo llorar una vez más, ansiaba llorar de felicidad con tanta desesperación, sostenida por él, diciéndole "te amo" una y otra vez mientras le apegaba a su pecho. Iba a añadirlo a su lista de cosas por hacer, sin duda alguna.
Ni siquiera se dio cuenta, pero el sentimiento de su... cosa tocando su entrepierna la hizo regresar a la realidad. Desesperada por aire tras acabar el beso, la rubia intentó mirar abajo a la unión de sus sexos, pero su mano se frotó contra su mejilla, deteniéndola. Movió su cabeza, en señal de negación.
"No tienes que verlo, Arturia... ninguno de nosotros necesita hacerlo."
Sus palabras eran ciertas. Esto no era solo "sexo", sino más bien, hacer el amor. Y el punto principal era que sus almas se conectaran mediante sus cuerpos, una unión directa de corazón y alma a través de la carne, eso lo sabía. Los ojos verdes de la chica se iluminaron mientras sonreía con una boca temblorosa.
"Bésame, Ritsuka... bésame hasta que termines..."
Suplicó, no queriendo pensar más, solo sentir. Fujimaru asintió, feliz de satisfacer la petición del hada del paraíso. Cuando sus labios se encontraron una vez más, su cadera se movió hacia la de ella tan lento como pudo, Arturia pudo sentir su carne siendo abierta por el falo de su amado, el gemido de dolor que soltó, fue ahogado por el beso.
El maestro pudo sentirlo; su mano derecha fue en busca de la de ella, algo que Arturia apreció en demasía. Su miembro ya estaba empezando a destrozar su himen, pero necesitaba un descanso, que él otorgó felizmente. Su pulgar acariciaba cariñosamente su mejilla, mientras las lágrimas de dolor continuaban cayendo.
Sus labios bailaron uno sobre el otro, mientras que continuaban respirando mediante sus narices, Ritsuka sintió como Arturia se relajaba, así que finalmente se decidió por continuar su penetración, quitándole la virginidad por completo. Las gotas rojas de sangre fresca cayeron libremente, manchando tanto su carne como las sábanas de la enfermería.
No importaba que tan doloroso fuera, Avalon Le Fae no sollozó.
Porque él estaba con ella.
Fujimaru gimió dentro de su boca, y ella lo hizo también, ambos por motivos diferentes. Para él, se sintió como su interior le apretaba cálidamente, como si fuese un templo sagrado dándole la bienvenida. Arturia por el otro lado sintió el tamaño y el grosor de la virilidad de Ritsuka, a tal punto que casi parecía estar dentro de su estómago, pese a saber que no era así, era aterrador. Tenía razón al decir que no querría ver, no estaba lista para ver los genitales masculinos, ni siquiera los de él.
Mucho menos si era tan grande como se sentía.
Sus manos fueron a parar a sus hombros, la punta de sus dedos acariciándole cariñosamente, una señal silenciosa de que se separasen. El sonrojo no se había ido, pero los hilillos de saliva que conectaban sus labios por breves segundos eran nuevos… vergonzoso, pero la hizo feliz, pese a lo indecente que se veía, no era nada comparado a lo que ya estaban haciendo de por si.
"¿Estás bien, Arturia?"
Preguntó, amoroso como de costumbre. No pudo evitar sonreír, cerrando sus párpados. Todo de él la hacía sentirse amada, segura. Odiaba pelear, odiaba el campo de batalla pese a amar la magia y los hechizos, solo quería ser normal… y ahora mismo, en este cuarto...
Estando entre las manos de quien amaba...
Se sentía como una chica normal, dándole todo de si a la persona que más le importaba.
"Si, lo estoy. Gracias, Ritsuka."
Fujimaru sonrió ante sus palabras, retomando el beso casi al instante. Conociéndola, probablemente intentaría contener sus propios gemidos producto de la vergüenza, así que prefería ayudarla de esta manera. Moviendo sus caderas, finalmente empezó a hacerle el amor como se debía, con un ritmo lento, para acostumbrarla...
Pero también para borrar cualquier rastro de dolor.
Fue inútil, porque sin importar cuanto intentaron...
"H-hmmph..."
Su voz salió de igual manera. La rubia sintió como su corazón chocaba contra su pecho cuando le sintió chocar contra la entrada a su cuarto para bebés, así de profundo llegaba. Arturia gimió una segunda vez, más fuerte que antes, al sentir como su carne descendía y volvía a entrar en ella. Sus dedos apretaron su palma, y ella apretó la suya igualmente.
Ser presionada contra la cama y la almohada la hacían sentirse indefensa. Ritsuka continuó penetrándola, esta vez un poco más fuerte, al notar como Arturia parecía arquear su espalda un poco cada vez que tocaba la entrada a su útero, probablemente una mezcla entre temor, dicha y anticipación.
No había señal alguna de dolor, eso era un alivio.
Ah... es... es como...
Su cerebro finalmente pareció luchar contra la vergüenza y el pudor que la reprimían, cada sensación se registraba en su existencia, en su misma alma, mientras sus labios desesperadamente buscaban los suyos. Otra embestida, esta vez él se mantuvo quieto, dejando que su glande tocase las zonas más profundas de su cuerpo, antes de volver a retroceder.
Cuando la lengua de Ritsuka salió buscando la suya, no se escondió, no. Lo lamió y le besó con la misma intensidad, incapaz de contener las lágrimas de felicidad, la deseaba, la amaba, buscaba por ella incluso en la oscuridad.
Es como en aquel entonces…
Ritsuka no era su estrella, pero aún en la tormenta más oscura, siempre que existiera la esperanza, podría soportarlo. Pero no sola, no sin esa caliente flama a su lado. Tal cual pasó en Norwich, en el bosque sin nombre o en el de Oberon. Donde fuera, siempre que esa flama llamada "amor" ardiera dentro de su pecho...
Siempre podría encontrar esperanza.
Fujimaru se movió a si mismo una vez más, para su sorpresa cuando sintió la lengua de la joven presionándose contra la suya en un intento de tomar control, él la lamió con evidente entusiasmo mientras su penetración ahora alcanzaba un ritmo más fuerte y rápido, que Arturia disfrutaba enormemente al parecer, porque sus pernas se cerraron alrededor de su cadera.
Sus lenguas dejaron de chocar, y los dedos le acariciaron el hombro una vez más. Cuando dejó ir su boca, abriendo sus ojos, observó aquel bello rostro, tan brillante con los colores de una manzana, lleno de incertidumbre, felicidad, lágrimas y sudor, todo mezclado en una dulce sonrisa.
"Ritsuka... por favor... por favor..."
Suplicó, mientras el moreno asentía, no había necesidad de que continuara hablando. En su lugar, las manos de ambos entrelazaron sus dedos, ahora su respiración se hizo más y más pesada conforme seguía. La caster, libre para escuchar sus propios gemidos de placer, también sentía como su cuerpo se preparaba para lo inevitable.
Su corazón latía con tanta fuerza que parecía estar a punto de salírsele del pecho.
"¡A-Ahhhh! ¡Ritsuka! ¡Ritsuka! ¡Ritsuka!"
Era como si uno hubiese nacido para el otro y viceversa, por lo compatibles que eran. Avalon Le Fae siguió diciendo su nombre, inagotable, mientras él se mantenía en silencio; su rostro y boca ocultos en el cuello de ella, lamiéndolo como si fuese un festín. Arturia apretó sus dientes, incapaz de seguir hablando coherentemente.
El humano, ahora usando toda la fuerza que pudo reunir, penetró su cuerpo una vez más, incapaz de seguir. No necesitó de atención extra para alcanzar su límite, al menos no con ella, por lo mucho que la amaba y lo increíblemente bien que se sentía. Sus adentros le apretaron, no queriendo dejarlo ir, mientras las piernas femeninas le acercaban, impidiendo cualquier posibilidad de escape.
"¡Arturia!"
Era él diciendo su nombre lo que la hizo alcanzar "la meta" segundos después. Su caliente semilla no tuvo problema en llenarla por completo. La chica de ojos verdes sintió como todas sus fuerzas abandonaban su cuerpo, su mismo spirit origin temblaba tras una actividad tan agotadora. Antes de que pudiese hacer o decir algo más, Ritsuka se movió, soltando una de sus manos para sujetar su cuerpo, girándolos a ambos.
Ahora ella estaba sobre él, usando su pecho como almohada… que vergonzoso, pese a que seguía dentro de ella, la posición hizo que sus orejas se enrojecieran.
Algo que Fujimaru notó aparentemente, por la risa que soltó.
"¿Pasa algo?"
Preguntó, mirando su rostro. Algo había cambiado entre los dos, porque le parecía más masculino y apuesto que nunca antes. El maestro de Chaldea movió su cabeza de izquierda a derecha, su mano yendo de arriba abajo en su espalda, acariciando su hermosa y suave piel.
"Es solo que... creo que eres muy linda, ¿sabes? Estabas temblando cuando te acosté sobre mi..."
Irónicamente, sus propias palabras causaron que la niña de la profecía empezara a temblar una vez más, pero esta vez era por su culpa. El de ojos azules notó su error, porque continuó subiendo desde su espalda hasta su cuello, su cabello, y finalmente su mejilla. Su tacto derritió su corazón sin esfuerzo alguno.
Ella era suya, ahora y para siempre... o tal vez... siempre lo había sido.
"Te amo, Arturia..."
...
Apenas pudo contener sus deseos de llorar, pero esas palabras fueron demasiado. Por millonésima vez ese día, las lágrimas descendieron libremente por sus mejillas, pero estaba bien, porque él estaba ahí para limpiarlas, cuantas veces necesitara, siempre y cuando sus manos siguiesen juntas, y que aquel calor ardiera amablemente dentro de su corazón...
"Si... yo también te amo Ritsuka..."
Sería capaz de encontrar su camino de vuelta a casa.
.
.
-[Epílogo: La vida como es usualmente]-
Para una mujer como Morgan "Tonelico" Le Fae, los detalles nunca pasaban desapercibidos. Por eso logró gobernar Faerie Britain por más de 2000 años y transformarla en un país hermoso luego de fusionarse con su contraparte de la historia Pan-humana. Alguien de sus talentos terminó siendo, en menos de dos meses, uno de los mejores combatientes y estrategas que Chaldea había visto jamás.
No cambió cuando su cuñada regresó, por supuesto, como la esposa de su marido, siempre intentaría de asegurarse de que estuviese rodeado de buenas personas y felicidad constante, quizás fuese una berserker, pero no era en absoluto estúpida. Justo como Kiyohime, Edmond Dantes, Serenity y Minamoto no Raikou, su mirada siempre estaba sobre Ritsuka y aquellos cercanos a él.
Y era por eso que cuando se dio cuenta de como la niña de la profecía empezó a brillar más fuertemente que nunca antes cuando estaba cerca de su media naranja, todas sus alertas se dispararon.
Sentada en una copia perfecta de su trono en su cuarto, la albina mantenía la vista fija en su puerta, sin darle ni un gramo de atención a Mélusine, Barghest ni a su preciada niña. Baobhan Sith fue la primera en darse cuenta, todas las Tam Lin se arrodillaron, antes de que la vampira pelirroja alzara su voz.
"¿Sucede algo, madre?"
Preguntó, genuinamente preocupada. ¿Quizás estaba pensando en maneras de destronar a Chaldea? No podía estar más equivocada. Su helada mirada carente de emociones casi parecía intrigada. Baobhan Sith pudo ver su rostro reflejado en los ojos de Morgan, pero era como si...
No estuviera ahí.
"No es nada por lo que debas preocuparte, Baobhan Sith. Solo pensaba en el comportamiento reciente de la niña de la profecía y mi esposo."
Solo Lancelot comprendió lo que su reina intentaba decir, y sonrió para sus adentros. Gawain y Tristan, por supuesto, no tenían idea alguna de lo que quería decir su líder. Para ellos, las cosas entre Avalon Le Fae y Ritsuka Fujimaru no habían cambiado en absoluto. Pero estaban completamente equivocadas; porque en ese preciso momento, caminando por los pasillos de Chaldea, una feliz, radiante campesina de Tintagel jugaba con su bastón de la selección, caminando hacia el cuarto de su prometido.
"¡Té de Ritsuka! Té de Ritsuka~ Té de Ritsu-Ritsu-Ritsu-KA!~"
Canturreando una canción muy familiar para este punto, Arturia lanzó su arma al aire, atrapándola con una sola mano mientras hacía una reverencia justo en frente de su puerta, nadie la había visto actuar de una manera que dejaría a un acróbata sintiendo celos. Pese a estar usando la misma letra, tenía un tono diferente, porque cada vez que decía su nombre, brincaba, ahora su motivación no eran simplemente los postres, el té o la charla...
Sino él, solamente él.
Arturia dejó salir una risilla alegre ante su tonto actuar, para luego por fin dignarse a tocar. Sus latidos se aceleraron, ansiosa, dio ligeros saltitos en donde estaba. No se habían visto en casi dos horas, pero para ella ya era demasiado. Habían estado entrenando en espionaje durante la mañana, y fallado miserablemente… iba a tener que preguntarle a Merlín unos cuantos consejos sobre mezclar hechizos de invisibilidad y sonido más tarde.
Swishhhh~
La puerta se abrió, y lo que la saludó fue una vista de lo más inusual; si, su amado estaba ahí, pero no estaba solo. A su izquierda, ni más ni menos que Mashu Kyrielight, que tenía una sonrisa feliz en su rostro. Sin embargo, lo que la sorprendió fue que su futura cuñada estaba a su derecha, vistiendo una camiseta negra.
Al verla, Rurika alzó su mano, haciendo un signo de la paz como saludo.
"¡Bienvenida, Arturia-san!"
Exclamó la de ojos morados, el hada del paraíso sonrió mientras colocaba su bastón al lado de la puerta tras entrar, esta se cerró por si misma no mucho tiempo después, la jovencita quitó su sombrero de su cabeza, sentándose justo en frente de Ritsuka. Había algo diferente, no solo el té, los dos platillos rellenos hasta el hartazgo con dulces aparentemente caseros.
Cocinados por él, benditas fuesen las lecciones de cocina de EMIYA.
"Hola, Arturia. Bienvenida."
Su voz era dulce como la miel, y su expresión era tan amable como siempre. Arturia le sonrió igualmente, abriendo la boca un poco mientras asentía, sonrojándose tras admirar sus rasgos faciales, ahora, todos ellos reunidos, Ritsuka se aclaró la garganta, Mashu bebió un poco de té, y la maestra de cabello carmesí se llevó una de las delicias azucaradas a la boca, dándole un mordiscón.
"Entonces... ¿Podrías contarme qué pasa con la niña blanca y rosa? uh... ¿Illya, creo que era? ¿cuál es su historia?"
Gudako preguntó, y los ojos de Arturia se llenaron de emoción, mirándolo como si fuera una cachorrita. Ritsuka rió ante su reacción, todavía tenían que salvar el mundo, pero siempre que su hermana, su escudo y su espada estuviesen a su lado… estaba seguro de que sería capaz de superar a quien sea y lo que fuese que se interpusiera en su camino.
Y supo que Arturia se sentía igual, cuando tomó su mano discretamente por debajo de la mesa.
El fin.
