Balas perdidas
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R. Martin.
Esta historia participa en el "[Multifandom] Casa de Blanco y Negro 4.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".
1
Criston Cole
15 días antes del disparo.
Criston Cole se encontraba en la biblioteca de la Fortaleza Roja a la espera de que el avvocato leyera la última voluntad del Don Viserys Targaryen.
Mientras que la ansiedad le atenazaba las entrañas, su mirada vagó por la suntuosa estancia iluminada por el sol de mediodía que entraba a raudales por las ventanas. Paredes recubiertas de caoba, estanterías a juego que almacenaban más de mil ejemplares de libros nuevos, sillones tapizados en color verde botella y dos retratos al óleo de Daemon Targaryen que lo juzgaban desde las alturas.
«Cuando todo esto sea nuestro, serán lo primero que quemaré», pensó.
La puerta se abrió y por ella entró Alicent, aferrada al brazo de su padre, Otto Hightower, el último consigliere. A pesar de tener el rostro congestionado por las lágrimas, lucía regia y soberana. Cualquiera que la viera, diría que su dolor era genuino.
Criston Cole sabía que aquello era una fachada. Si Alicent Hightower derramaba lágrimas era de pura emoción. «Nunca pensé que este día llegaría tan pronto, Criston», le dijo después de que Viserys cerró los ojos para siempre. La enfermedad iba a ser larga, agónica. Un Don que no podía salir de la cama para sentarse a la cabeza de la mesa familiar, no era un Don que pudiera mantener la paz entre las mafias locales.
Pero eso no importaba porque, cinco años antes que la enfermedad apareciera, Viserys Targaryen había decidido dividir su imperio y entregar una parte a cada familia del continente, y ampararse bajo la ley común. «Quiero que mis hijos y nietos crezcan sin preocupaciones, que sean ciudadanos de bien», fueron sus palabras. A partir de ese momento, se ganó el apodo de Viserys el Pacífico.
Criston Cole, por su parte, le perdió la poca lealtad que le profesaba y la única razón por la cual no abandonó la Fortaleza Roja fue por Alicent. A medida que la enfermedad de su viejo esposo avanzaba, ella se renovaba en sus brazos. Ahora que estaba muerto, ya no tenía sentido ocultar lo que sentían por el otro.
El avvocato no tardó en llegar y en leer el documento lacado que contenía la firma fidedigna del último Don.
―Yo, Viserys Targaryen, en pleno uso de mis facultades mentales dejo por escrito mi última voluntad. A la hora de mi muerte, mis bienes, con excepción de Rocadragón que será enteramente para mi hermano, Daemon Targaryen, deben ser divididos de la siguiente forma: la mitad de ellos para mi hija mayor, Rhaenyra Targaryen, y consecuentemente, para sus cuatro hijos: Jacaerys, Lucerys, Joffrey y Visenya, y el resto para mis otros cuatro hijos: Aegon, Helaena, Aemond y Daeron Targaryen.
»Como condición para que esto se haga efectivo es que ambas familias celebren un acto que refuerce su unión. Una vez que éste se lleve a cabo, entonces podrán disponer del dinero y de las propiedades que he cosechado todos estos años…
«Qué hijo de puta», pensó Criston Cole.
[Avvocato]: Es el que se encarga de los asuntos legales de la familia.
[Consigliere]: Amigo y confidente del Don. Suele ser su mano derecha.
