No Deseo Perderte.

Tomando la carta con reverencia, percibo su importancia. Mi curiosidad se agudiza al descubrir que Puck es el autor de este mensaje premeditado.

Él conocía de antemano los eventos que se desencadenarían, lo cual me lleva a sospechar que Beatrice está al tanto de la trama que se desenvuelve.

Pero ahora, en este momento crucial, debo ser el refugio que ella necesita. Entiendo su esfuerzo, su dolor, y sé que se siente desamparada, abandonada por el ser al que más ama.

Solo en esos momentos de desesperanza se revela una verdad inescrutable: el pasado anhelado que es, en realidad, un torbellino desgarrador de tragedias.

Con paso sigiloso, abro la puerta con delicadeza, esperando encontrarme con un torrente de lágrimas desgarradoras.

Mi mirada se posa en el interior de la habitación y mis ojos capturan la imagen de ella, absorta en su propio mundo mientras sostiene el collar con ternura en frente de la ventana.

Parece estar perdida en un abismo oscuro y desconocido.

Cierro la puerta con un susurro apenas audible. Ella sigue sin girarse hacia mí, pero mis pasos me conducen hacia su frágil figura. Sin embargo, siento una fuerza invisible que me detiene en seco, un eco susurrante que me hace reflexionar.

«¿Debo ser yo?», me pregunto en un torbellino de emociones, mientras mis ojos se clavan en su silueta vulnerable y mi corazón se desgarra ante el peso de la responsabilidad.

Fui yo quien provocó todo esto, quien irrumpió en su vida y la envolvió en un torbellino de circunstancias inciertas. Me llené de orgullo al escuchar las palabras que brotaban de sus labios durante la épica batalla contra Petelgeuse, pero en realidad, ignoré los abismos insondables que habitan en su ser. Ahora ella debe recordarlo todo, todo lo que ha sucedido y también el hecho de que luchamos con alguien que literalmente mató a su madre adoptiva.

Una persona que ella quería pero que se volvió loco por protegerles.

—¿Por qué no te acercas? —me interrumpe Emilia, rompiendo el silencio con un tono cargado de tristeza. Sus palabras se clavan en mi pecho, desgarrando cualquier atisbo de esperanza que aún quedara.

Quizás debería ser honesto con ella, desnudar mi alma ante su mirada dolida. Pero también sé que las palabras adecuadas pueden tejer un engaño más convincente, construir una realidad ficticia que nos envuelva y nos distraiga de la amarga verdad.

Me debato entre la sinceridad y la ilusión.

—Puck... rompió el contrato, ¿verdad? —mi voz se quiebra, apenas un susurro entre sentimientos contenidos. El cristal roto es un mudo testigo de nuestra desdicha, una prueba irrefutable de que su unión ha sido quebrantada.

Intento encontrar una salida, una justificación para el dolor que nos consume. En este momento, la cautela se desvanece, dejando espacio para la desesperación.

Emilia aprieta sus manos con fuerza mientras lentamente camina hacía la mana, sentándose en ella, sus ojos reflejan el agotamiento de una alma quebrantada. No ha derramado lágrimas, pero su rostro es un lienzo sombrío donde la desolación se ha pintado con trazos invisibles.

Mi corazón se acelera, ahogado en una mezcla de culpa y anhelo.

¿Acaso he actuado correctamente?

Con una sonrisa forzada que apenas logra ocultar su dolor, Emilia asiente, como si aceptara resignada el destino impuesto sobre nosotros.

—Todos mienten. Puck me ocultó los secretos de nuestro contrato y, sin más, me dejó abandonada en la oscuridad de la incertidumbre —sus palabras son un eco desgarrador, cargado de desilusión. Un hilo de sangre serpentea por su mano derecha, herida por los fragmentos afilados del cristal roto—. ¿Sabes? Antes de desaparecer, él me dijo que me amaba, que encontraba belleza en mi proceso de autodescubrimiento.

Sin fuerzas, Emilia me mira a los ojos, su mirada perdida en un horizonte invisible. En mi memoria persiste el recuerdo de mi bucle anterior, donde ella sacrificó su vida para salvar la mía. Es una realidad incomprensible, un acto de amor que sobrepasa los límites de mi comprensión.

—Una vez que una promesa es rota, todo puede suceder. El amor que sentía por mí, sus palabras, sus acciones. —Sus ojos, cargados de angustia, se encuentran con los míos—. ¿Cómo saber si alguien capaz de romper promesas está diciendo la verdad?

Sus palabras resuenan en lo más profundo de mi ser, perforando mi corazón y dejando una herida abierta. La sombra de la duda se extiende sobre nosotros, erosionando la confianza que alguna vez fue sólida. Emilia busca respuestas, busca una verdad que la libere de este tormento.

Entiendo su perspectiva. Un mentiroso siempre puede seguir mintiendo. Sus palabras van dirigidas a mí también, quien le ocultó la verdad sobre el miasma. Romper una promesa implica mentir acerca de las palabras pronunciadas, y la importancia de las promesas para Emilia está arraigada en lo más profundo de su ser, incluso si ha olvidado sus recuerdos.

Ella me mira sin decir nada, esperando que continue.

—Una promesa rota, una mentira. Todo está equilibrado. Las circunstancias cambian y a veces es mejor romper una promesa, sin importar cómo —respondo.

»—Puck debe tener sus motivos para hacerlo. Él te ha demostrado durante todo este tiempo cuánto te ama —susurro con voz temblorosa, tratando de encontrar consuelo en mis propias palabras

Ante mi intento de aliviar su dolor, Emilia estalla en un grito desgarrador, sin lágrimas que empañen su rostro.

—¡SI REALMENTE ME AMARA! —su voz se quiebra, una agonía insoportable se esconde tras su sonrisa forzada—. No me habría abandonado.

Intento acercarme, sin embargo, me detengo a medio camino, separados solo por el abismo de nuestro sufrimiento compartido. Sin embargo, algo me detiene, una voz interior que clama por la verdad.

«¿Debo ser yo? —pienso mientras la contemplo con ojos cargados de anhelo y culpa.»

Soy consciente de que he sido el causante de todo esto, he impuesto sobre ella un destino incierto y doloroso. Me invade una sensación de impotencia y remordimiento.

El silencio se hace presente, un testigo mudo de nuestra angustia. Sin pronunciar palabra alguna, poso mi mano en mi chaqueta, pensando si es buen momento para revelar la carta. Emilia sigue mirándome, su mirada perdida en un paisaje desconocido. Sostiene el collar entre sus manos, como un último vínculo con un pasado que se desvanece en la tragedia.

Mi corazón se debate entre la necesidad de consolarla y el miedo de causarle más daño. ¿Cómo puedo ser la persona que ella necesita en este momento de desamparo y abandono? Su esfuerzo, su dolor, exigen una respuesta, una presencia que le muestre que no está sola en esta desgarradora realidad.

Ser yo o ser quien necesita.

Mis palabras se quedan atascadas en mi garganta, incapaces de aliviar su sufrimiento. Me acerco lentamente, deseando abrazarla y disipar la tormenta que la consume. Pero algo me retiene, el temor a herirla aún más, el temor a ser el causante de su dolor una vez más.

Nos encontramos en un abismo emocional, atrapados entre promesas rotas y corazones destrozados. El destino ha trazado un camino oscuro para nosotros, pero en algún rincón de mi ser, arde una chispa de esperanza. Esperanza de encontrar la redención, de encontrar el camino hacia la sanación y la reconciliación.

—Tu ya sabes la razón por la que te dejo, tienes que saberlo. Si no... —me acerco a Emilia, quedando en frente de ella—. ¿Por qué pareces contener todo ese dolor? mostrarte fuerte, es porque Puck dijo que estaba orgulloso de ti.

El pasado que tanto se ocultó se revela ahora como un torbellino de tragedias. Las promesas rotas y las mentiras entrelazadas forman un caos incomprensible. Siento el peso de la responsabilidad sobre mis hombros, la necesidad de encontrar la fuerza necesaria para enfrentar lo que está por venir.

La emoción me embarga, una mezcla de tristeza y desesperación se adueña de mi ser.

Mi voz se pierde en un susurro apenas audible:

—Emilia... ¿qué puedo hacer para sanar tus heridas y consolar tu alma quebrantada?

Sus lágrimas brotan sin control, el dolor contenidos derrama por sus mejillas. Me mira directamente a los ojos, y en su mirada encuentro la fragilidad de su ser, la vulnerabilidad que había intentado ocultar.

—¡Me abandonó! —recalca Emilia con voz entrecortada, sus labios apretados reflejan el dolor que la consume.

Me siento a su lado, buscando consolarla, y tomo su mano temblorosa mientras sus lágrimas siguen deslizándose sin cesar. Otro error de mi parte, creí ingenuamente que ahora no querría mostrarse débil, pero estaba equivocado. Pensé que había dejado en claro mis intenciones, pero la brecha entre nosotros persiste.

—Emilia, las promesas no son eternas, tarde o temprano se romperán. —La miro a los ojos, su mirada llena de dolor y confusión. Intenta decir algo, pero la detengo, necesito que escuche mis palabras—. A veces, en la vida, nos vemos obligados a tomar decisiones difíciles, a romper nuestras palabras por el bien de alguien más, a ocultar secretos por el bienestar de los demás.

Subo mi mano y acaricio su brazo con ternura, tratando de transmitirle mi apoyo en medio de su silencio desgarrador. Ella permanece en silencio, esperando pacientemente a que termine de expresar mis pensamientos.

—Hay momentos en los que debemos herir a alguien por su propio bien, momentos en los que romper una promesa se convierte en una necesidad ineludible. Las personas cambian, las circunstancias evolucionan. Forzar a alguien a cumplir una promesa a cualquier costo resulta injusto y despiadado.

Emilia abre los ojos con sorpresa, sus labios se aprietan con fuerza y, incapaz de contenerse, su voz se desgarra en un grito angustiado:

—¡Entonces! —Emilia mueve su cabeza frenéticamente, dejando escapar sus lágrimas hasta tocar mi mano—. ¡¿Por qué hacer una promesa en primer lugar?! —su mirada arde de furia mientras retira bruscamente su mano de la mía, fulminándome con la mirada—. ¿Por qué mentir? ¿Por qué crear una promesa si sabemos que, tarde o temprano, se desvanecerá en la nada?

—Porque, aunque nos esforcemos, ninguno de nosotros es perfecto. Hacemos promesas con la intención de cumplirlas, con la convicción profunda de honrarlas, pero nadie puede predecir el futuro. —La miro con firmeza, tratando de transmitirle la seriedad de mis palabras—. Las promesas se forjan con la intención de mantenerlas, pero no siempre es posible. Puedo prometerte en este momento que estaré a tu lado por siempre, pero si al día siguiente soy arrebatado por la muerte, mis manos estarán atadas y no podré cumplir esa promesa.

Emilia abre los ojos de par en par, comprendiendo que mis palabras contienen una verdad insondable. Su madre, Fortuna, le susurró palabras similares antes de ser arrancada de su vida de forma trágica y cruel.

—Las promesas, tarde o temprano, llegan a su fin, pero eso no justifica todo. —La miro con seriedad, mientras sus lágrimas siguen cayendo sin cesar—. Las promesas deben romperse cuando causan daño, cuando se vuelven ineludibles. Puck rompió su promesa para ayudarte, aunque no sé exactamente a qué se refería, estoy seguro de que el amor que Puck siente por ti no tiene límites. La promesa en sí no es lo más importante, sino los sentimientos que se encuentran entrelazados en ella.

Emilia me mira con una fuerza abrumadora, sus ojos desafiando cada una de mis palabras. Estoy desafiando todo en lo que ella ha creído fervientemente. Su concepto de promesas es algo que todavía no logro comprender por completo, ya que, para ella, una promesa es tan sagrada como el contrato que Beatrice una vez respetó.

—¡Las promesas lo son todo! ¡Un mentiroso como tú no debería pronunciar palabras vacías! —ella me empuja con rabia, sus manos chocan con mi pecho mientras su mirada arde de indignación—. Eres un farsante, me ocultas cosas a pesar de afirmar confiar en mí.

Algo se quiebra dentro de mí, la paciencia se desvanece y mi enfoque se ve nublado. No puedo pensar con claridad, tantas situaciones y emociones me abruman, amenazando con hacerme estallar en mil pedazos.

—¡Deja de decir tonterías! —la miro con una molestia creciente—. Hay cosas que se pueden y no se pueden decir. ¿Palabras vacías? —me acerco decidido a ella, tomando sus hombros con firmeza, ella aparta su mirada, pero yo le grito con fuerza, mostrando mis emociones:

—¡Mírame cuando te hablo!

Emilia inmediatamente mira hacía mí, sorprendida por mi actitud.

—Ves todo desde una perspectiva tan extremista que te impide ver más allá. Deja de ver todo en blanco y negro, las acciones de Puck tienen una explicación.

Mi voz tiembla ligeramente, incapaz de ocultar la frustración y la confusión que me embargan. Sin embargo, mi objetivo sigue siendo claro: tratar de ayudarla a encontrar una comprensión más amplia y equilibrada en medio del caos emocional que nos envuelve.

Ella aparta la mirada con desdén, mientras su tono arrogante y lleno de odio refuta mis palabras

—Son meras falacias de un embustero, tú y Puck. Sus palabras son vanas si eres capaz de tejer mentiras. —Emilia suelta una risa desdeñosa—. El pretende amarme, pero eso es inconcebible para un ser abominable como yo, un monstruo cuyo rastro solo conlleva la muerte. ¿Lo viste no? Solo mi existencia causo la masacre en esos pueblos, y la muerte de personas que creí vería por más tiempo.

¡PAF!

El impacto de mi abofeteo resuena en el aire, mientras mis dedos se encuentran con su mejilla. Emilia me mira con sorpresa, su mano se aferra a la mejilla adolorida. Yo, en cambio, la observo con ira desbordante, mi interior es un torbellino de caos, pero no puedo tolerar lo que está profiriendo.

—¡No permitiré que pronuncies esas palabras nuevamente! —grito con ímpetu, fijando mi mirada molesta en la suya—. No te atrevas a proclamarte un monstruo. —Sostengo sus hombros con firmeza y la tumbo en la cama—. ¡No te atrevas a mancillar el amor de Puck!

Con mi último grito, Emilia contorsiona su rostro en furia desenfrenada.

—¡Para ti es sencillo! ¡Todo siempre juega a tu favor! Tus decisiones conducen a un futuro más promisorio para todos, eres capaz de socorrer y soportar cualquier adversidad —clama Emilia a pleno pulmón.

Ella jadea con ahínco, sus lágrimas brotan mientras intenta recuperar el aliento. Y luego, con un arrebato de fuerza, continúa.

—¡Soy una inútil! Por más esfuerzo que realice, mi mera existencia desemboca en la muerte de seres humanos —la voz de Emilia se quiebra, su tristeza parece alcanzar su cénit—. Quise mantenerme fuerte, manifestar esperanza, pero los recuerdos de mi pasado emergen deshaciendo toda fuerza en mí.

Con sus emociones en el límite, la mirada de Emilia se nubla. Ella posa sus manos en mi pecho mientras permanezco sobre ella.

—¿Acaso sabes lo que es presenciar la pérdida de tus seres amados frente a tus ojos? —Emilia empieza a golpear mi pecho—. ¿Sabes lo que es contemplar cómo, por romper una promesa, todos aquellos a tu alrededor mueren? ¿Cómo tu mera existencia condena a otros al sufrimiento?

—¡Sé exactamente cómo se siente! —grito con fervor, clavando mi mirada en sus ojos—. Perder a tu madre ante tus propios ojos, verse forzado a tomar decisiones que provocan la muerte de todos tus seres queridos. —Mi ira se refleja en mi mirada—. Observar morir a todos aquellos a quienes amas.

Un intenso remolino revuelve mi estómago, los recuerdos invaden mi mente, las náuseas se hacen presentes y aprieto mi mano contra mi boca para contenerlas. Respiro con dificultad mientras Emilia me observa directamente a los ojos.

—Tú... ¿cómo logras aguantar eso? —interroga Emilia, cubriéndose el rostro con los brazos—. Yo no puedo, no poseo tanta fortaleza.

—Estar con vida es un don que me fue otorgado por ellos. Debo avanzar, ser fuerte, soportar cualquier obstáculo que se cruce en mi camino. —Me retiro con delicadeza de los brazos de Emilia, permitiéndome contemplarla—. Tú también debes hacerlo, debes aceptar que esos recuerdos conforman parte de lo que fuiste. Debes encontrar la fortaleza en tu interior.

Emilia desvía la mirada, aún incapaz de aceptar tal verdad. Comprendo que apenas está reviviendo esos recuerdos, yo también padecí enormemente a causa de ellos, pero ahora el tiempo apremia. Las elecciones se avecinan y Emilia debe estar preparada.

—No puedo, menos aún ahora que me encuentro completamente sola —susurra Emilia, sollozando en un intento de evitar que el llanto se apodere de ella.

Tomando su barbilla entre mis dedos, la obligo a encontrarse con mis ojos, sosteniendo ese contacto sin pronunciar una palabra durante unos instantes. Sus preciosos ojos me miran con una bruma en ellos, un violeta oscuro, ellos buscan una atisbo de esperanza.

—Mírame a los ojos ¡Aquí estoy yo! —ella me mira mientras sus lágrimas continúan su curso—. Te lo he repetido en numerosas ocasiones, estoy aquí para ti. Es evidente que enfrentas incontables dificultades, anhelas demostrar fortaleza para ganarte el respeto de los demás.

Ella asiente, todo su esfuerzo se ha enfocado en cumplir esa meta. Ahora que sus recuerdos han resurgido, buscó mostrar entereza y ocultar todo para acercarse más a su objetivo. Lo hizo de manera excepcional durante su lucha, lo logró de manera impecable al llegar al pueblo.

Todos merecemos un respiro.

—Conmigo, tienes la libertad de ser quien desees, de expresar lo que quieras, de mostrar tu vulnerabilidad sin restricciones. —Le dedico una sonrisa mientras limpio con suavidad las lágrimas de sus mejillas, para contemplar con mayor nitidez la profundidad de sus ojos—. Eres más que increíble, posees una fuerza indomable, y jamás podrías ser considerada inútil.

Me acomodo en la cama y extraigo de mi chaqueta la carta que Puck escribió. Emilia me mira con sorpresa, mientras ella misma se sienta, expectante ante lo que estoy a punto de revelar. Aclaro mi voz, abro la carta y deslizo una única hoja entre mis dedos.

En esa hoja, vislumbro la caligrafía de Beatrice, lo cual confirma su participación en esto. Le dedico una sonrisa leve y, en un tono calmado, inicio la lectura.

—Para la persona a la que amo por encima de todo en esta existencia...

Emilia abre sus ojos de par en par, posa sus manos temblorosas sobre su pecho y comienza a sollozar, observándome con una mezcla de incredulidad y anhelo. Sigo leyendo, sin perder la calma ante la marea de emociones que nos envuelve.

—Si estas palabras llegan a tus ojos, es porque ya no estoy a tu lado. ¡Oh, cómo lamento haber roto nuestra promesa sin previo aviso! Jejeje.

El tono de Puck no se altera, a pesar de la gravedad del momento. Emilia me mira con seriedad, pero noto que sus labios intentan dibujar una sonrisa entre los rastros de sus lágrimas.

—No soy diestro en la escritura. Le rogué a Beatrice que me ayudara a plasmar algo más conmovedor, pero ella se negó. ¿Puedes creerlo? Estoy seguro de que Marco la está malcriando.

Emilia deja escapar una breve risa ahogada, aunque pronto se contiene. Me reconforta saber que tengo la capacidad de hacerle bromas a Beatrice cuando vuelva a encontrarme con ella.

—Sin duda, al leer esto, te asaltan innumerables interrogantes sobre lo que acontece, sobre tus pensamientos en torno a mí, a tu pasado y a la esencia misma de tu ser. Yo siempre te observo, y eso lo sé.

Emilia aprieta con fuerza los restos del collar entre sus dedos, el símbolo tangible de una promesa quebrada.

—Yo tampoco guardo muchos recuerdos de mi pasado. Hay episodios que se han desvanecido en la niebla del olvido y otros que desearía borrar de mi existencia. Durante mucho tiempo, anhelé desaparecer, deseé eludir mi propio deber.

La tristeza inunda el aire, envolviéndonos con su pesar, mientras nuestras almas parecen danzar al ritmo de un lamento compartido.

Emilia, con la mirada perdida en el horizonte, suspiros entrecortados se escapan de sus labios mientras sus sollozos se intensifican, reflejo del profundo dolor que empieza a comprender.

—Sin embargo, conocerte ha sido el más preciado tesoro de mi vida —susurro con voz entrecortada, dejando que las palabras se deslicen en el aire con una carga de emoción insondable.

Emilia asiente, susurrando su nombre para sí misma, cada palabra cargada de la grandeza de sus sentimientos.

—He quebrantado la promesa que nos unía porque deseaba que crecieras, porque aquella promesa se interponía en tu camino, bloqueando tus recuerdos, tu pasado, confinándote en una jaula dorada. Creí que era lo correcto, lo que debía hacer. Pero en estos últimos meses, he comprendido mi error. Te he visto consumida por la autodestrucción, ahogada en el torrente de tu propio sufrimiento mientras ansiabas avanzar.

Contemplar cómo Puck cargaba con todo eso en su interior, saber que su amor por Emilia era resultado de un contrato pasado, plantó una semilla de desasosiego en mi ser.

—Sin embargo, una chispa de esperanza surgió con la llegada de Marco. Al principio, temí que te aferrarías a él, buscando refugio en su fortaleza. Pero me has demostrado cuán equivocado estaba. Te has transformado, te has esforzado, y te has mirado con nuevos ojos. Admiras a Marco por su valentía, por su forma de enfrentar la vida. Sé que lo llevas en lo más hondo de tu corazón, pues él es esa pequeña luz que brilla en medio de la constelación, ¿no es cierto?

Emilia se sorprende, agitándose en un intento desesperado de arrebatar la carta de mis manos, pero hábilmente esquivo su esfuerzo. Ruborizada y bañada en lágrimas, comprende la futilidad de su gesto y se sienta nuevamente, anhelante.

—¡Oh, Puck, ¡eres un insensato! —exclama Emilia, su voz quebrada por los sollozos, revelando la intensidad de sus emociones más íntimas.

—Tú admiras a Marco, pero yo te admiro a ti. Me has mostrado una faceta completamente distinta de ti misma. Te has vuelto más confiada, más fuerte. Has irradiado una luz tan resplandeciente que no pude evitar anhelar verte florecer.

Emilia pronuncia el nombre de Puck en medio de su llanto, lamentando cada palabra que le fue dedicada.

—No te lo he mencionado antes, pero una de las condiciones para romper aquel contrato era sentir que estabas lista. Como un padre, deseaba que mi niña se convirtiera en una mujer capaz de brillar con luz propia. Rompí el pacto para que pudieras enfrentarte a ti misma, porque ahora sé que eres capaz. No estás sola, incluso si no estoy a tu lado, Marco te acompaña. Él se preocupa profundamente por ti y confío en que siempre te brindará su apoyo cuando lo necesites.

La mirada de Emilia, ensombrecida y perdida, se dirige hacia sus propias piernas, y sus sollozos se vuelven más intensos, como una tormenta desatada en su interior

—¡Puck! —exclama, su voz quebrada y desgarrada, mientras sus lágrimas se convierten en torrentes incontrolables. Anhela desesperadamente que su amado esté allí, a su lado, para abrazarla y consolarla en medio de su angustia.

—Eres valiente, aunque sientas que tu alma se desmorona. Confío plenamente en la magnificencia de tu ser, y por eso mismo debes seguir adelante. Emilia, mi amor por ti es la esencia misma de mi existencia. Eres la joya más preciosa que la vida me ha otorgado, y deseo que sigas creciendo en todos los aspectos posibles. Hoy, he decidido soltar tu mano para que alcances tu plenitud, para que te conviertas en la persona que anhelas ser. Esto no es un adiós, sino un hasta luego. Permíteme observarte desde lejos, mientras te haces fuerte y experimentas la vida en su plenitud. Incluso, te doy mi bendición para que te entregues al amor si así lo deseas. Solo ten cuidado.

Contemplo con admiración las palabras de Puck, que emergen desde lo más profundo de su ser. Estoy orgulloso de haberme cruzado en su camino, aunque nuestro encuentro sea efímero. Le agradezco por el impacto que ha tenido en mi vida y en la de Emilia.

—Sé quién quieras ser y, cuando estés lista, podremos sellar otro pacto, uno que sea forjado en beneficio mutuo, donde ambos podamos hallar la felicidad. Allí estaré, esperando tu regreso.

En mi interior, susurro las últimas palabras que no están dirigidas a Emilia. Las leo con profunda tristeza. «No tengo el poder de materializarme, pero confío en que protegerás a mi hija durante mi ausencia. Eres un mago excepcional, superior incluso a ese Roswaal. Tu potencial es abrumador y no puedo ver un límite en él, te agradezco por ser parte de este mundo y permitir a mi hija tener una gran compañía. Gracias por cuidar de mi hija y espero que este sea solo un adiós temporal. Deseo encontrarte nuevamente, así que te insto a que cuides de tu vida. Dejo las últimas palabras en tus manos».

—Con amor, Puck.

Al finalizar la lectura, Emilia se arroja hacia mí, aferrándose desesperadamente a mi pecho mientras sus lágrimas desbordan sin control. Su llanto es un lamento angustioso, un eco de dolor que penetra hasta lo más profundo de mi ser. Jadea y solloza, sus brazos se entrelazan a mi espalda, buscando consuelo en medio de su tormento.

—¡Lo siento! —exclama Emilia entre sollozos, su voz sumida en el abismo del pesar—. ¡Tuve miedo! Traté desesperadamente de justificar su partida, de eludir la confrontación con la verdadera razón. ¡Lamento este dolor con la profundidad de mi ser!

Emilia llora en mi pecho, liberando todas sus emociones en un desbordante torrente incontenible. Vuelve a ser aquella niña vulnerable, quien se oculta detrás de una máscara de fortaleza. La abrazo con vehemencia, procurando transmitirle una sensación de compañía en medio de su desolación más abismal.

Transcurren unos instantes, y la alejo ligeramente. Sus ojos y su nariz están enrojecidos, pero, a pesar de las lágrimas derramadas, su semblante sigue irradiando una belleza conmovedora. Deposito ambas manos en sus mejillas y me acerco, inclinándome sutilmente mientras dirijo mis labios hacia ella. Emilia me observa con sorpresa, aunque no se aparta de mí.

En un beso cargado de calidez, poso mis labios en su frente. Emilia abre los ojos y su rostro se tiñe de un rubor intenso. Coloca sus manos en mi pecho, pero yo permanezco allí un instante más. Cierro los ojos para reflexionar sobre todo lo que hemos atravesado. Ahora, Emilia debe seguir adelante. Ha experimentado una metamorfosis notable y, como afirmaba Puck, ha llegado el momento de forjar su propia identidad.

—¿Marco? —inquiere Emilia, sumida en la vergüenza.

Me alejo y vuelvo a sentarme, tomando su mano con delicadeza mientras la contemplo directamente a los ojos. Ella, a su vez, no desvía su mirada. Me observa a mí, y con una sonrisa cálida, lagrimeando aún, refuerza su agarre en mi mano.

No sé qué pensar exactamente, ni qué palabras serían perfectas.

Por primera vez en muchos años, permitiré que sea mi corazón quien hable.

—En este vasto mundo, hay quienes gozan de una fortuna mayor que otros, y muchos atraviesan vidas cargadas de tragedias que desconocemos. La vida misma es un enigma insondable, y nuestra única misión es seguir adelante. Si algo he aprendido, es que todo depende de cómo deseas percibirlo.

Emilia asiente, mientras refuerza su sujeción en mi mano.

—La vida será aquello que tú desees que sea, adoptará la forma que le otorgues. Las experiencias, ya sean adversas o benévolas, se convertirán en una parte íntegra de tu ser. Lo único que varía es cómo elijas afrontarlas. Sé feliz, contempla la vida como la obra de arte que es. Haz que cada día se ilumine con los colores que más te cautiven.

—Sí, deseo ser feliz. Es solo que temo al cambio, siento que quedaré sola si me aventuro en él —añade Emilia, su mirada colmada de tristeza clavada en la mía.

—Eso no es lo que verdaderamente importa. —sonrío—. Tú eres tú, y es posible que algunas personas se alejen cuando cambies, es cierto. Sin embargo, ese cambio atraerá a muchas otras que se acercarán a ti con mayor ímpetu.

Emilia me observa con asombro, como si esas palabras hubiesen sido el anhelo oculto que tanto anhelaba encontrar.

—Existen seres de todas las estirpes en este vasto mundo, y por ello, no importa cuánto cambies, siempre habrá alguien destinado a ti. Además, aquellos que aprecian tu esencia te amarán sin importar las transformaciones que experimentes. Confía en ellos, pues te guiarán cuando necesites transitar por senderos de cambio beneficioso.

Ella asiente con una sonrisa, parpadeando en un intento por frenar sus lágrimas.

—Estaré a tu lado sin importar cuánto cambies, sin importar cuán frágil te muestres, sin importar cuántas máscaras te coloques. Tú siempre serás Emilia, la encantadora medio elfa, bella y fuerte, que mis ojos han tenido el privilegio de conocer.

Sonrío, provocando sorpresa y rubor en sus mejillas.

—Posees una fortaleza intrínseca, habilidades tanto sutiles como torpes. Puede que tengas dificultades para comunicarte, pero te esfuerzas incansablemente en ello. Disfrutas de conversaciones alegres, pero al mismo tiempo, extiendes tu mano solidaria cuando vislumbras a alguien sufriendo. No importa las experiencias que hayas vivido, hay aspectos que jamás podrás cambiar.

Pongo mi mano en su mejilla, secando con ternura sus lágrimas mientras la acaricio.

Sin duda, Emilia se ha transformado en una persona admirable. Es verdaderamente impresionante el cambio que puede acontecer en todos.

—Es tiempo de que avances sin miedo, de que camines con los ojos abiertos para apreciar el arte que la vida despliega ante ti. Observa todo desde la perspectiva que deseas experimentar, avanza y crece hasta que aquellos que te subestimaron se lamenten por no haber sido partícipes de tu vida.

Afianzo mi tono, mostrándole a Emilia la determinación y el cariño en mis palabras. Con una mano en su mejilla y otra en su mano, intento hacerle ver la luz que merece, la felicidad que tanto necesita. Con un tono fuerte y cargado de emociones profeso:

—Eres Emilia, una semi elfa hermosa, y estás a punto de iniciar una nueva etapa. Aquí, desde cero.

Al concluir mis palabras, los ojos de Emilia se abren de par en par. Me mira sonrojada, esforzándose por aplacar sus lágrimas. Empezar desde cero no significa olvidar todo, no implica borrar el pasado de tu memoria. Iniciar desde cero significa partir desde una base de experiencia, aprender de lo vivido y no permitir que las sombras del pasado te afecten.

Emilia continúa enjugando sus lágrimas, mientras agradece una y otra vez. "Gracias", repite incansablemente, buscando calmar el torrente de emociones que la embarga. Finalmente, toma mis manos y me mira con una sonrisa radiante en su rostro. El atardecer se acerca y un rayo de luz la baña en un resplandor mágico de tonalidades anaranjadas.

Emilia me observa fijamente, sus ojos resplandecen con una intensidad arrebatadora, mientras su agarre se afianza con una fuerza renovada. Una danza mágica comienza a desarrollarse a su alrededor, pues varios espíritus acuden en su auxilio, sus formas etéreas y luces deslumbrantes se elevan en apoyo a su nueva esencia luminosa.

Emilia, en quien se ha operado una metamorfosis profunda, se alza como un ser verdaderamente admirable.

Con una sonrisa radiante y una determinación palpable en sus ojos, ella me habla con confianza y una alegría contagiosa:

—¡Sí! Seré auténtica, seré yo misma y seguiré avanzando. ¡Gracias por venir a este mundo, Marco!

Sus palabras llenas de convicción y gratitud resuenan en el aire, dejando entrever el resurgir de su fortaleza interior. Emilia se dispone a abrazar su nueva realidad con coraje y determinación, desplegando sus alas y dejando que su luz ilumine el camino que se despliega ante ella.


SS Puck

Qué difícil es escribir.

Me hallo en la biblioteca perdida, un lugar sagrado donde compartimos momentos de risas y alegría, mi vieja conocida, o, mejor dicho, mi dulce hermana. Últimamente, el flujo del tiempo ha dejado su huella en todos nosotros, desencadenando cambios profundos e inesperados. Es asombroso cómo una sola persona puede influir de manera tan significativa en la vida de otros.

No obstante, yo permanezco inmutable, inmune a las transformaciones que me rodean. Beatrice me sostiene con ternura entre sus brazos, mientras relata con júbilo los instantes compartidos con esa persona especial. Al enterarme de su contrato, una inquietud aprensiva se anida en lo más profundo de mi ser. Aunque confío plenamente en Marco, soy consciente de que encierra en su interior una oscuridad insondable, oculta a los ojos de todos.

—Parece que lo amas profundamente, jejeje —comento, tratando de perturbar a Beatrice.

Ella frunce los labios en un puchero irresistible y, en ese instante, desvía la mirada con ternura, susurrando con una voz serena y cargada de afecto.

—Sí, lo amo, ¿y qué? —responde en un murmullo suave que acaricia el aire.

Quizá debería tomar acción. Mi razón de ser, mi razón de moverme en este mundo, mis recuerdos sellados y los que yacen sin sellar. Algo en mi existencia me susurra que algo no está bien. Los recuerdos de Satella se desvanecen en la neblina, pero un torbellino de emociones me consume al mencionarla.

Hay una extrañeza en mí, simplemente recordar de donde provengo, recordar a Satella, recordar todos esos momentos y terminar convertido en una criatura más allá de todo.

Le pido a Beatrice que redacte una carta por mí, ella no se niega y accede a hacerlo, ajena al contenido que deseo plasmar. Al iniciar, veo la expresión dudosa en los ojos de Beatrice, como si no comprendiera del todo mis palabras. Le explico que es necesario, que es mi anhelo y que, por ahora, es lo mejor. Erróneamente, pensé que Emilia permanecería igual, que no avanzaría, que se mantendría inmutable en el transcurso del tiempo.

Supuse que sería capaz de enfrentar los desafíos sin experimentar cambios.

Al final, fui yo quien menospreció su capacidad. Emilia ha dado pasos agigantados, y observo su figura con pesar, consciente de que soy el único que no cambia. Fue gracias a las palabras de Marco que comencé a comprender parte de mi error. Sellé sus recuerdos al igual que se sellaron los míos, le hice tener recuerdos desgarradores de su pasado, haciéndola caer más en la oscuridad. Existe una razón por la cual me acerqué a ella, un contrato que me obliga a mantenerme a su lado, pero ya no me importa.

—¿Estás seguro? No sé si podrá soportarlo, Pucky —inquiere Beatrice, mostrando preocupación por ella.

—Jejeje, estoy seguro de que sí. Y si no, Marco estará allí para ella —respondo con convicción.

Beatrice asiente, brindándome confianza en mis palabras. Es verdaderamente sorprendente cómo una sola persona puede transformar a quienes la rodean. No obstante, también me preocupa su salud mental. He conversado mucho con ella sobre ello y me inquieta, sé que su mente es un caos que nadie debe ver. Hay cosas que no desea compartir, pero entiendo las múltiples responsabilidades que recaen sobre sus hombros.

Revelar mis sentimientos es algo que rara vez he hecho, de hecho, no recuerdo haberlo hecho antes.

¿He cambiado?

La incógnita flota en mi mente, suspendida entre la inmensidad de lo desconocido.

Quizás ya no tenga que seguir el rol que me fue impuesto. No, hay cosas que se deben hacer, hay verdades ocultas en este mundo que deben salir a la luz. Si tan solo no hubiese un contrato que me lo impida.

Idrill, eres una enigmática criatura.

—Con un potencial impresionante, de hecho —bromea Beatrice, mientras termino con unas palabras dirigidas a él.

—¡Sí! Es alguien asombroso, pensar que su perspectiva única le permite dominar la magia de esa manera es verdaderamente sorprendente —afirmo con orgullo por haberle enseñado.

No sé qué deparará el futuro ahora que me he desviado de mi camino, ahora que pretendo abandonar mi papel. Desconozco qué me aguarda. Sin embargo, lo que sí sé es que ella seguirá adelante, y espero fervientemente que se transforme en alguien irreconocible, una versión magnífica de sí misma.

Entonces, podré mirarla a los ojos y decidir cambiar por ella.

I love you, Emilia.