Eliii Shojo: ¡Muchas gracias por tus comentarios! Aunque el mérito es más para la autora original en inglés (quien fue muy amable al darme permiso), ya que yo sólo lo traduzco al español. Y trato de dar lo mejor de mí para dar una buena lectura al fandom en español. Me alegro que te haya gustado hasta ahora y espero que estos capítulos nuevos no sean la excepción :) ¡Saludos!

Realidad


No recuerdo el camino a su departamento, sólo los besos apasionados y las luces rojas. Por Dios, los besos de esa mujer. Me volvían loco. Y sus manos. Estaban en todas partes y en ninguna al mismo tiempo. Era enloquecedor y maravilloso a la vez. Me encantaba.

Cuando me di cuenta, ya estábamos en su departamento. Me arrastró escaleras arriba, riendo durante todo el trayecto. "Paciencia," me dijo, buscando a tientas sus llaves.

No podía ser paciente, no por la manera en que ella se había burlado de mí toda la noche. Acuné su cuerpo contra el mío por detrás mientras ella manipulaba sus llaves. Volvió a reír y se reclinó contra mí por un momento antes de despegarse de mi abrazo y abrir la puerta.

Me hizo entrar y luego la cerró detrás de mí. Lo que hizo a continuación me sorprendió. Y me complació. Me empujó contra la puerta ahora cerrada y acarició mis labios con los suyos.

"Creo que te dije que fueras paciente," me dijo, alternando sus palabras con pequeños besos.

No estaba seguro de poder responder y, mientras pensaba qué decir, ella volvió a apoderarse de mi boca. Y esta vez con sorpresa incluida. En lugar de volverme loco sólo con los labios, metió su lengua en mi boca. Presionó contra ella, abriéndola sin resistencia de mi parte, y no perdió el tiempo en hacer que el beso fuera más íntimo.

Estaba tan absorto en el beso, siguiendo los movimientos de su lengua, que casi me perdí de lo que estaban haciendo sus manos. Sin embargo, cuando llegó a su objetivo, fue imposible pasar por alto sus intenciones. Cuando comenzó a besarme de espaldas a la puerta, una de sus manos se había ocupado de mis cabellos, mientras que la otra vagaba por mi pecho haciendo remolinos seductores, usando su dedo índice.

Luego metió su lengua dentro de mi boca y les perdí la atención por un momento. Pero ahora, se deslizaban por mis caderas, y una de ellas jugaba con el botón de mis pantalones. Por Dios.

Mis propias manos se aferraban impotentes a sus caderas mientras sus dedos se acercaban adonde necesitaba ser tocado. No podía negar que ella sabía lo que estaba haciendo. Sabía cómo volverme loco. Rompió nuestro beso, jadeando con cuidado. Yo, en cambio, era un completo desastre. Mis jadeos eran incontrolables. Sobre todo desde que ella decidió dejar de bailar alrededor del objeto de sus atenciones.

Abrió el botón con el que había estado jugando y lentamente bajó la cremallera. Cerré los ojos. Me estaba torturando y lo sabía. Lo estaba disfrutando. Su boca se alejó de la mía para repartir besos a lo largo de mi mandíbula. Mi respiración, que se había estado calmando, se descontroló.

Una de sus manos subió por mi pecho para meterse debajo de mi camisa. Apreté mis manos contra sus caderas una vez más antes de soltarla para quitármela. Ella hizo un ruido que parecía ser de apreciación hacia los músculos que había trabajado durante los cinco años que llevaba con mi profesión.

Esa mano suya que antes estaba subiendo lentamente por mi pecho ahora le prestaba atención a mis abdominales, al mismo tiempo que su otra mano terminaba con la bragueta de mis pantalones. Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra la puerta con un ruido sordo, y la escuché reír. Lo sentí, incluso mientras su boca regaba besos por todo mi pecho desnudo.

Mi manos, que habían caído inertes luego de sacarme la camisa, se encontraban tirando de la cinta de su cabello para enredar mis dedos en sus suaves mechones. Dios, cómo la deseaba. No podía recordar la última vez que había mostrado tal interés en una mujer.

Sus manos estaban listas para bajar mis pantalones cuando la detuve. Ella se sorprendió; pude leerlo en sus ojos por un momento antes de que todo se aclarara. Su sonrisa se ensanchó y apartó mis manos de sus cabellos. Unió nuestras manos y me guio al interior del apartamento.

"Eres diferente a cualquier hombre que haya conocido," me dijo mientras me guiaba a su habitación. "Me gusta."

Le lancé una sonrisa perezosa. "Feliz de poder servirte."

Sus ojos se iluminaron y me empujó bruscamente sobre la cama. Dejé salir un jadeo de sorpresa, pero ella lo ahogó con sus labios al momento. Estaba sentada a horcajadas sobre mí y sus brazos estaban a los lados de mi cabeza, con sus codos soportando su peso. Rodeé su cintura con mis brazos y traté de atraerla hacia mí.

Ella rompió el beso con una risa sin aliento y negó con la cabeza. "Casi, amor, ya casi," me prometió.

Retomó el descenso que había iniciado contra la puerta, tomándose su dulce tiempo. Mis manos se deslizaban arriba y abajo por sus costados mientras ella avanzaba. Respiré hondo cuando ella atrapó mi pezón con su boca. Movió su lengua a su alrededor y, antes de apartar la cabeza, le dio un mordisco de amor.

Y luego ella continuó, sus manos abandonaron la cama para posarse cobre mi pecho mientras su boca bajaba. Mis propias manos se habían detenido en su cintura mientras asimilaba todo lo que ella me estaba haciendo. En tanto una de sus manos permanecía sobre mi pecho, la otra comenzó a bajar mis pantalones de nuevo.

Sus ojos se encontraron con los míos, preguntándose si esta vez iba a detenerla. No lo hice. Simplemente tiré de su vestido, ofreciéndole un intercambio silencioso. Esa sonrisa tímida apareció de nuevo y ella asintió. Usó sus manos sobre mi pecho para empujarse hacia arriba y así, sentarse otra vez a horcajadas sobre mí. Me encantaba verla en esa posición.

Me dedicó una mirada coqueta y se subió el vestido por encima de la cabeza, quedando solamente en ropa interior. Negra y con mucho encaje, dejando poco a la imaginación. Me encantó.

Sin embargo, tuve poco tiempo para admirar su pequeña y ágil figura, ya que ella esperaba a que diera mi pago. Mis pantalones. Me ayudó a sacármelos. Impulsé mis caderas para adelante y me los saqué con las manos. Las suyas estaban sobre las mías y estaba tan ansiosa por deshacerse de ellos como yo.

Después de unos segundos de persistencia, fueron a parar al suelo, dejándome sólo con mis boxers. Vi cómo sus ojos recorrían mi cuerpo antes de decidir si me permitiría hacer lo mismo.

Mis ojos la devoraban. Su cabello caía como una cortina luego de haberlo soltado. Su sostén no tenía tirantes y sus pechos casi no cabían allí. Lo mismo con el resto. Su piel blanca cremosa se ofrecía a mis ojos y no perdí tiempo en apreciarla.

Su cuerpo tonificado hablaba de cierta familiaridad con el gimnasio. Me pregunté por un momento si podríamos ir juntos a entrenar después de conocernos más. Sin embargo, sólo pude reflexionar sobre esa posibilidad por un segundo, porque ella me volvió a mirar después de decidir que yo cumplía con sus estándares.

"Eres un hombre muy atractivo," me susurró al oído, mientras su mano me agarraba a través de mis boxers.

Gemí, incapaz de formular una respuesta adecuada. De hecho, lo único que pude pronunciar fue su hombre. "¡Kaoru!" En parte shock, en parte placer. Ella apenas rio, y su sonido me atravesó, mientras usaba sus hábiles dedos para dejarme sin palabras.

"¿Te gusta?" Me preguntó con picardía, aunque mi respuesta era obvia.

Mis manos temblaron en su cintura y no podía dominar mi respiración. Pero yo no quería ir por ese camino. Obligué a mis manos a obedecerme y aparté su mano de mi miembro. Quería que esto durara.

Ella lucía decepcionada, pero dejó que yo me pusiera encima de ella. Un pequeño puchero decoró su boca y fue mi turno para dedicarle una sonrisa diabólica mientras me abalanzaba para besar sus labios.

Mientras la distraía con besos, a la vez me deshacía de sus bragas. Sin embargo, descubrí que ella ya se las había bajado hasta las rodillas. Sin querer quedarme atrás, comencé a intentar desabrocharle el sostén. Pero no había ganchos.

Ella rompió el beso, riendo, y me echó las bragas por encima del hombro antes de alcanzar la parte delantera del sujetador. "Es un broche frontal," me explicó, lamiéndose los labios.

Claro. Ni siquiera podía desnudar a mi cita como correspondía. Ella sacudió la cabeza ante mi expresión y me jaló hacia abajo hasta que su lengua estuvo cerca de mi oído.

"¿Sabes qué es lo que quiero?" me preguntó, mientras acariciaba con su dedo índice el borde de mis boxers.

"¿Qué?" Jadeé de manera entrecortada. Esperaba que fuera lo que yo quería porque no creía poder esperar más.

Ella mordió levemente mi lóbulo antes de responder, "Quiero que me folles."

Morí con esas palabras. Dejé escapar un gemido y bajé mi cabeza para que descansara sobre su hombro. No quería nada más que estar dentro de ella. Y ella lo sabía. Después de todo, podía ver mis fantasías.

Me bajó los boxers y liberó mi longitud. Cerré los ojos y me apoyé contra ella por un momento. Ella dio un pequeño sonido de aliento. Sonreí y comencé a guiar mi miembro a su entrada. Empujé suavemente, yendo despacio. Sus manos acariciaban mis caderas, y las empujaba hacia ella. Lo tomé como una señal para ir más rápido.

Entonces di la estocada final, entrando y llenándola por completo. Ella gimió y llevó su cabeza para atrás. Mi propio gemido le hizo eco. Jamás sentí algo así. Por supuesto, no era la primera vez que tenía sexo, pero había algo diferente con Kaoru... algo que me fascinaba. Creo que nunca deseé a nadie tanto como la deseaba a ella en ese momento.

Sus piernas rodearon mis caderas y supe que estaba perdido. Mis pensamientos se desvanecieron ante la necesidad de verla en los arrebatos de pasión. De verla gritar mi nombre al llegar al final. Mía. Y de nadie más.

Comencé despacio, sin querer lastimarla. No duró mucho, ya que ella enterró sus uñas en mi espalda y rogó por más. Además, mi autocontrol pendía de un hilo. No pude mantener el ritmo lento por mucho tiempo antes de que empezara a afectarme.

Antes de darme cuenta, estaba agarrando sus caderas con fuerza y penetrándola con una determinación que ni yo mismo sabía que poseía. Y ella parecía disfrutarlo, tanto como yo. Cerré los ojos y me concentré en la sensación que me proporcionaba su interior rodeándome.

"Ke-Kenshin," maulló, arqueándose. Estaba cerca; podía sentirlo. Lo cual era una bendición, porque no estaba muy lejos de ella y quería complacerla desesperadamente.

Unas cuantas estocadas más y ella sucumbió, sus músculos internos se contrajeron a mi alrededor mientras jadeaba mi nombre. Aquello simplemente avivó mi fuego, escuchar de esa manera mi nombre de sus labios. Sólo me tomó un par más de penetraciones para seguirla y ahora fue mi turno de que ella escuchara su nombre de mi boca.

Colapsé sobre ella, tratando de no aplastarla apoyándome sobre mis codos. Sus manos recorrían mis brazos mientras hacía un sonido sospechosamente parecido a un ronroneo.

"Eso," comenzó ella, sin aliento, "fue increíble."

"Y eso que nos saltamos los juegos previos," bromeé, besando sus cabellos.

Ella rio. "Siempre hay una próxima vez."

Me complació escuchar que habría una próxima vez. Por la forma en que me sentía, no me creía capaz de dejar ir a esta mujer. En el lapso de unas pocas horas ella me había capturado por completo.

"No puedo esperar," murmuré, saliendo de ella de mala gana. La abracé y nos cubrí con una manta.

"Mmm," murmuró, abrazándome y enredando sus piernas con las mías. "Yo tampoco."

Mientras caía dormida en mis brazos, me preguntaba adónde iba esto, qué significaba para ella. Y si todo esto era un juego... Bueno, sólo tenía que satisfacerla tanto como para que no quisiera dejarme.

Porque después de esta noche, no había manera de que la dejara alejarse de mí. Nunca.

Ella era mía. Sólo que ella aún no lo sabía.

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