Descargo de responsabilidad: ni los personajes ni el argumento original me pertenecen. Esta historia está ligeramente basada en el webtoon Positively Yours, así que si hay algo que os resulte familiar, ahí tenéis la razón.
Advertencia: no sé cuándo volveré a actualizar, sólo sé que llevaba meses intentando escribir, y es la primera vez que me siento bien y satisfecha con algo que hago.
◉○ Punto y aparte ○◉
«Akane Tendo tiene el corazón roto: el hombre que ama va a casarse con su hermana. No obstante, no es nada que una noche de fiesta y tal vez un apuesto desconocido no puedan solucionar. Pero lo que en un principio iba a ser una aventura de una noche tiene consecuencias, y el destino parece empeñado en unirla a Ranma para siempre»
IV
Algo en su forma de andar me abre las puertas del mal y del bien
Acabaron cenando ramen, pero en un restaurante del centro de la ciudad que Hiroshi había probado por su aniversario. Según su página web, elaboraban hasta los fideos de forma artesanal, y las reseñas que habían encontrado en internet prometían dejarlos satisfechos, aunque con la cuenta corriente significativamente más vacía.
No obstante, y como Ranma había prometido invitarlos a todos, ninguno tuvo reparos en pedir una ración extra de toppings, sake del bueno y varios entrantes para compartir que en realidad se comieron de forma individual. En especial Pantimedias, que siempre había sido bastante descarado.
Acababan de pagar (sólo Ryoga había tenido la decencia de acompañarlo, aunque por motivos completamente egoístas, ya que se había pasado toda la velada intercambiando sonrisas con la camarera), cuando Daisuke se lamentó de lo corta que se le había hecho la velada.
Pantimedias debió de notar en el aire de la noche que la oportunidad de pillarse una cogorza a cuenta de la empresa estaba a punto de escapársele, porque no tardó ni medio segundo en exclamar que justo esa noche su club favorito, el Nekohanten, tenía una oferta de entradas gratis para grupos, ¡y estaba súper cerca!
Incluso Mousse parecía entusiasmado con la idea. Su novia, o la chica que quería que fuera su novia, trabajaba allí como camarera, y todavía no había cumplido con su cuota diaria de acoso «encantador», al parecer.
Ranma puso los ojos en blanco antes de intercambiar una mirada con Ryoga. Su experto en sistemas arqueaba las cejas en una pregunta silenciosa que Ranma contestó con un encogimiento de hombros. ¿Qué importaba alargar la noche unas cuántas horas más, sobre todo teniendo en cuenta que aquella sería la última celebración durante una buena temporada?
(...además, Ranma conocía desde hacía años a la no-novia de Mousse y sentía curiosidad por ver su reacción. ¿Le pegaría una patada en las joyas familiares, como la última vez? ¿O coquetería con Ranma, como había hecho desde que estaban en el instituto? Aunque nunca había aceptado la generosa invitación de Shampoo, lo cierto era que había pasado una buena temporada desde la última vez que había… disfrutado de los encantos de una mujer, y suponía que tampoco tenía en tanta consideración a Mousse o sus sentimientos como para rechazar esa proposición, esa noche en particular. Y vaya que Shampoo tenía encantos, para dar y regalar…)
Como descubrió Ranma unos instantes más tarde, bastante. Había estado dispuesto a invitar al equipo a un par de rondas de cervezas. Pero, ¿un par de rondas de cervezas y la entrada a la discoteca?
—Oferta para grupos, mis narices — murmuró, blandiendo la tarjeta de crédito que reservaba para emergencias.
—Eh, al menos no nos han metido el sablazo de la última vez —respondió Pantimedias con una inocencia de la que ni su madre lo creía capaz.
El club al que habían ido a parar no era nuevo ni un antro de mala muerte, eso seguro, pero tampoco era un local de lujo como la discoteca que había escogido Hiroshi la última vez que se habían permitido salir de fiesta todos juntos. Al menos, esa vez las cosas en la empresa parecían más seguras y la cuenta que había pagado al final de la noche (o al comenzar el día, si no recordaba mal) no le había escocido tanto como este último pago.
—¡Necesitamos chupitos! —exclamó Daisuke con su entusiasmo característico, del que Mousse hizo eco casi de inmediato.
Ranma siguió al grupo de hombres a unos metros de distancia. Shampoo los esperaba en la barra, ataviada con corsé de escote en forma de corazón que no disimulaba en absoluto sus generosas curvas. Mousse ya le había pedido salir tres veces (sin éxito) cuando al fin los alcanzó y Shampoo arqueó una fina ceja en su dirección.
—¿Pongo todo a tu nombre esta noche también, cariño? —ronroneó, inclinándose sin sutileza sobre la barra que había estado limpiando.
Mousse ahogó un grito de indignación y murmuró algo sobre amigos malagradecidos. A su lado, Pantimedias pronunció algo tan desagradable que Ryoga se vio en la obligación de propinarle un codazo en el estómago que lo hizo doblarse sobre sí mismo para recuperar el aliento.
Ranma asintió y abrió la cuenta pidiéndose una cerveza.
—¿Seguro que no te apetece nada un poco más interesante? —insistió Shampoo mientras preparaba los cócteles que habían pedido sus amigos. Pronunciaba las palabras con aparente desinterés, pero la mirada que le había lanzado con los párpados ligeramente entornados era imposible de malinterpretar.
Él le dio un sorbo a su bebida y se limitó a arquear una ceja como toda respuesta.
Sonrió cuando Shampoo levantó la vista del mojito de Ryoga con sorpresa. En otras ocasiones, ante la misma pregunta, Ranma siempre se había negado en rotundo, en parte porque Shampoo era, en cierto modo, una amiga, en parte porque lo último que necesitaba en la oficina eran problemas de faldas con uno de sus mejores trabajadores. No obstante, los últimos días habían sido duros para Ranma, y hacía semanas que batallaba con el impulso primario de perder el control, ¿y qué mejor que hacerlo entre los muslos de una mujer?
Una mujer que, en esos momentos, empezaba a devorarlo abiertamente con la mirada. Shampoo se había recogido el pelo añil en un moño desordenado y algunos mechones le acariciaban los hombros desnudos. Sus ojos oscuros brillaban con la promesa de al menos una noche desenfrenada, y un delicioso rubor se extendió por su rostro cuando se humedeció los labios. Ranma la imitó por instinto y esta vez no tuvo reparos en imaginarse su sabor, en preguntarse si serían tan suaves como prometían. Un hormigueo para nada desagradable se extendió por todo su cuerpo y Ranma no pudo reprimir el impulso de cuadrarse de hombros y devolverle una mirada cargada de intenciones.
—Menos charlar y más servirnos las bebidas —dijo Ryoga, cogiendo su vaso y una pajita de la caja que había sobre la barra e interrumpiendo el contacto visual—. Venga, Patimedias. Aún tienes que enseñarnos los movimientos prohibidos de la última vez…
Con la habilidad de un experto, Ryoga consiguió que todo el equipo se dirigiera al espacio abierto que constituía la pista de baile. Incluso Hiroshi, que había intentado mimetizarse con la decoración, acabó meciéndose a un ritmo que sólo él escuchaba entre la multitud de personas que bailaban aquella noche.
Ryoga se le acercó a los pocos minutos, mojito en mano, y Ranma supo sin necesidad de que le dijera nada que estaba enfadado.
—Ni se te ocurra —le dijo entre dientes, confirmando sus sospechas.
Tenía la vista clavada en su amigo de gafas, que en esos momentos bailaba con toda la elegancia y destreza que no poseía ninguno de sus compañeros. Había algo en sus movimientos que las mujeres (y más de un hombre) que bailaban a su alrededor encontraban casi hipnótico, porque cada pocos segundos se giraban para observarlo de arriba abajo.
Ranma se aclaró la garganta y puso los ojos en blanco.
—¿Qué más da? Está claro que opciones no le faltan.
—Ranma…
—¡Podría estar con cualquiera de ellas! —insistió, señalando con gestos amplios al grupo de personas que se había reunido en torno a su amigo, entre las que destacaban algunas especialmente atractivas a la vista.
—Pero él sólo la quiere a ella —respondió Ryoga con un tono de voz tan definitivo que no había forma de rebatirlo.
Algo dentro de Ranma se deshinchó. Mierda. Ryoga tenía razón, ¿en qué había estado pensando?
Bueno, sabía a la perfección en qué había estado pensando: en que hacía ya un tiempo que no experimentaba un orgasmo que no hubiera sido provocado por su propia mano. Normalmente, cuando llegaba a este punto de frustración, Ranma recurría a aplicaciones de citas y a mujeres anónimas que necesitaban y buscaban exactamente lo mismo que él, pero no había tenido tiempo de volver a activar su perfil, y la última vez que lo había intentado se había encontrado con la desagradable sorpresa de que la loca de su exnovia había tenido la misma idea. Ni harto de vino iba a arriesgarse a correr con la misma suerte.
«¿A qué hora acaba tu turno?», casi había preguntado antes de que Ryoga interviniera, porque Shampoo estaba interesada, había estado interesada durante años, y lo más importante, estaba ahí y ahora, frente a él.
(…Mousse también había estado ahí para él, en circunstancias radicalmente diferentes y, quizás, infinitamente más importantes, pero ¿qué más daba su amistad, sus consejos, su apoyo incondicional durante años, frente a unas cuantas horas de placer compartido en la habitación de un motel?…)
Juró por lo bajo.
—Aguafiestas —se quejó antes de beberse su cerveza de un solo trago.
—No me seas pendón —advirtió su amigo, dándole una palmada de consuelo. Después, se unió a Daisuke en lo que parecía una danza de apareamiento casi ancestral…
Solo que no era a Daisuke a quien se acercaba, sino a una mujer de cabellos largos y rasgos delicados que bailaba unos metros más allá junto a sus amigas. La mujer, que parecía al menos un par de años menor que ellos, sonrió ampliamente cuando Ryoga le rodeó la cintura con las manos para acercarla a él, provocando unas risitas descontroladas entre las otras mujeres que la acompañaban. Ranma arqueó las cejas. ¿De verdad? ¿Cómo se las había apañado para…?
Sacudió la cabeza y se rió él también. El magnetismo de Ryoga no tenía explicación y hacía años, durante su adolescencia, había decidido que era mejor no preguntarse qué estaba mal con las mujeres que, por alguna razón, lo encontraban atractivo.
—Necesito tomar el aire —murmuró para nadie en particular, porque sus amigos estaban todos entretenidos y la música estaba tan alta que era toda una sorpresa que pudiese escuchar hasta sus propios pensamientos.
Abandonó su vaso de cerveza vacío en una mesa deshabitada, pero no se dirigió a la salida principal. En esos momentos, necesitaba el confort de su propia soledad, por lo que sin dudarlo dos veces salió por la puerta de personal que daba al callejón que utilizaban como muelle de carga y descarga. Ranma había estado en el Nekohanten antes, las suficientes veces como para que el segurata que custodiaba la salida lo conociera de vista y lo saludara antes de dejarlo pasar.
Fuera, hacía frío. A mediados de marzo siempre hacía frío en Tokio, pero esa noche en particular el frío le pareció más cortante que en otras ocasiones, tal vez porque resonaba con el frío que hacía en su propio corazón.
—Joder —se quejó, y por instinto buscó la cajetilla de cigarrillos que llevaba en el bolsillo de la chaqueta siempre que salía… —¡Joder!— repitió, porque había dejado la chaqueta en el guardarropas, unos minutos atrás.
Joder, en efecto.
Se pellizcó el puente de la nariz y se obligó a respirar. ¿Tal vez debería plantearse volver a casa? La noche no había hecho más que empezar y ya se había llevado más de una decepción. Estaba cansado, tenía frío, y ahora que había recordado que Shampoo nunca compartiría su cama y por qué, más frustrado que antes de salir de casa, pero la simple idea de acercarse a una desconocida y empezar la pantomima de siempre se le antojaba tan apetecible como llamar a su ex para un encuentro rápido.
Es decir, en absoluto.
Sacó su teléfono del bolsillo del pantalón y, mientras buscaba el contacto de Ryoga, se preguntó si hacía falta incluso que lo llamara para avisar que se marchaba. Su amigo parecía realmente concentrado mientras bailaba con la morena de antes, y dudaba seriamente que cualquiera de los demás se fijara en su ausencia hasta, al menos, la hora de cerrar la cuenta, en cuyo caso Shampoo o quien fuera que cerrara caja les informaría que había dejado todo en orden antes de marcharse…
—¡Te he dicho que me dejes en paz! —exclamó una voz femenina, sacándolo de sus pensamientos.
Ranma alzó la vista de la pantalla de su móvil y buscó por instinto el origen de aquel grito. Unos metros más allá, en la entrada del callejón, una pareja discutía: el hombre agarraba a la mujer de la muñeca y era evidente que había bebido más de la cuenta, porque incluso desde la distancia Ranma podía distinguir que se tambaleaba. La mujer, en cambio, parecía sobria y enfadada. Muy enfadada.
—Venga, preciosa —balbuceó el tipo—. Vamos a mi casa.
—Suéltame —respondió la mujer con fuerza. Ranma frunció el ceño cuando notó que intentaba alejarse—. ¡No te conozco de nada!
Vaya, así que ese era el caso.
Ranma guardó el teléfono y empezó a caminar hacia ellos, a un ritmo no demasiado rápido para no llamar su atención. La chica necesitaba ayuda y lo último que quería era que aquel desgraciado le hiciera daño si lo alertaba. Aunque quizás su ayuda no era necesaria después de todo: unos segundos después, la chica logró zafarse de un empujón y rápidamente se alejó del hombre, que tuvo que apoyarse en la pared para no perder el equilibrio. La chica, de aspecto joven, se dirigía con pasos ágiles hacia la puerta de la discoteca, en su dirección. Ranma se detuvo, satisfecho. Estaba a punto de volver a sus asuntos cuando notó que el tipo se recuperaba y, a una velocidad imposible dado su estado de embriaguez, se abalanzaba sobre ella.
—¡Cuidado! —exclamó, pero era demasiado tarde y el tipo ya la había asido de su hombro derecho para tirar de ella.
No obstante, la muchacha volvió a sorprenderlo girando sobre sí misma y pasando el brazo izquierdo sobre la ofensiva extremidad que se había atrevido a tocarla. El movimiento había sido tan rápido y tan fluido que el tipejo no tuvo tiempo de procesar que la chica había cerrado la otra mano en un puño, que enterró con fuerza y sin miramientos en la entrepierna una milésima de segundo después.
Dos veces.
Por si acaso.
Muy a su pesar, porque el imbécil se lo merecía, Ranma encogió el rostro en una mueca de compasión al escuchar el alarido de dolor que profirió el desconocido. Y muy, muy a su pesar, porque el imbécil de verdad, de verdad que se lo merecía, se obligó a interrumpirla antes de que efectuara el golpe en la nuez que seguía a continuación y que, sin duda, lo dejaría inconsciente.
—¡Hay cámaras en la esquina! —gritó. Aunque las probabilidades de que el tipejo recordara al día siguiente algo más que su nombre eran escasas, siempre existía la posibilidad de que quisiera denunciarla por daños físicos y la utilización de fuerza excesiva.
Y si algo había aprendido durante su corta y fugaz carrera como artista marcial profesional, era que los tribunales no siempre eran generosos con las defensas que no cesaban cuando cesaba la agresión.
La chica se detuvo en seco, demostrando un control sobre su cuerpo que delataba práctica y disciplina. Ranma tuvo el fugaz presentimiento de que aquella mujer había recibido entrenamiento, y no sólo algunas clases (realmente efectivas) de defensa personal.
Le preguntó si estaba bien. La mujer, que seguía dándole la espalda y todavía sujetaba al desconocido, que ahora lloraba abiertamente, esperó unos segundos antes de responder:
—Estupendamente —dijo en el momento exacto en el que mandaba al desgraciado que la había acosado al suelo de un firme empujón.
Entonces giró sobre sus talones y sus miradas se encontraron.
Y por alguna razón, Ranma decidió allí y en ese momento que todas las decepciones de aquella noche habían valido la pena sólo por ese instante.
A/N: mi ig es _mago97
Hello! Oficialmente ya soy un alma libre. Más pobre, pero libre. ¿Qué os ha parecido este capítulo? ¿Sabéis ya quién es la personita que acaba de conocer Ranma?
