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Capítulo 5

Atracción

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Se quedó viendo la pantalla iluminada mientras aparecía un icono de batería con un rayo, no dejaba de sorprenderse con el celular de la chica de Kioto, Kasumi. Definitivamente se lo pediría prestado un rato para revisarlo, lo dejó junto a su velador y salió de su habitación silbando y con las manos en los bolsillos de su pantalón.

Al llegar al pasillo que daba hacia el patio, vio a Suguru reír mientras Kasumi hablaba nerviosa y con el rostro ruborizado, la curiosidad por saber de qué hablaban murió al quedarse viendo a la joven. Había algo en ella que llamaba su atención, no solo era interés por saber que venía del futuro, lo cierto era que desde que Suguru le había comentado que creía que le gustaba, había despertado en él ese interés peculiar. Ella no era del tipo de chica que solía rondar, más bien parecía lo opuesto, una joven tímida y un poco vergonzosa, quizás se mostraba así por no conocerlos, le faltaba un poco para poder tener una opinión de ella, pero era linda, eso no podía negarlo ni obviarlo. A diferencia de las hechiceras que conocía de su edad, Kasumi tenía un carisma diferente, parecía una chica normal, lo único sobresaliente era su color de pelo y ojos que en Japón eran bastante llamativos, sin embargo, sus gestos, incluso su cuerpo, era bastante aceptable, definitivamente no tendría problemas con que una chica así se interesara en él.

―No diga eso ―escuchó cuando estuvo a unos pasos de ellos, se echó un caramelo a la boca y la observó por unos segundos, la joven al verlo se ruborizó aún más y desvió la mirada― ¿lo dejó cargando?

―Sí ―dijo y miró a Suguru― ¿Con qué la atormentabas? ―Suguru miró a Kasumi y medio sonrió, se encogió de hombros y respondió en tono sereno.

―Nada importante ―Kasumi agradeció mentalmente que no continuara diciendo cosas que le apenaban, suspiró mientras se tocaba el pecho aliviada― ¿vamos al centro comercial después de clases? Aprovechemos antes que nos asignen misiones.

― ¿Qué quieres comprar? ―preguntó sacándose la paleta de la boca.

―Un cargador para el celular de Kasumi, no puede usar el tuyo todo el tiempo ―dijo encogiéndose de hombros y le sonrió a la joven que le miró sorprendida.

― ¡No es necesario! ―se apresuró en hablar Kasumi, sacudiendo ambas manos para hacer énfasis en sus palabras―puedo usarlo cuando esté desocupado y mi celular no tarda tanto en cargarse… a menos que, sea un problema para Gojou-sensei… ―dijo apagando el entusiasmo en su voz mientras giraba a verlo.

―El problema es que no recuperarás tu celular si dejas que Satoru lo cargue todo el tiempo o si dependes de su cargador ―habló Suguru.

― ¡Oye! ―se quejó frunciendo el ceño―hablas de mí como si fuera un mal chico, no lo escuches Kasumi ―y Kasumi le hizo caso, ya no pudo seguir el hilo de la conversación, su mente se apagó y se quedó centrada solamente en su voz diciendo su nombre. Aun no se acostumbraba, sentía que flotaba en una nube cada vez que la llamaba, era casi como una droga que le calmaba los sentidos y apaciguaba su alma. Era algo tonto si lo pensaba, pero no podía evitarlo, estaba viviendo un sueño hecho realidad, compartir momentos con el chamán que admiraba.

―Bien, al centro comercial entonces ―dijo Suguru, mientras la miraba y le sonreía.

Kasumi sonrió en respuesta y miró el suelo, no podía evitar sentir un poco de culpa. Ellos eran tan amables que se sentía cómoda siendo su compañera, casi olvidando que no pertenecía a esa época.


(…)


Buscó unos minutos en los bolsillos de su pantalón, entonces se topó con las tablas de su falda, frunció el ceño y soltó un quejido al recordar que no vestía su uniforme de Kioto. Miró la espalda de Suguru-san y luego la de Gojou-sensei que caminaban relajados por los pasillos del centro comercial de Akihabara.

―Debo volver ―dijo levantando la voz para que se oyera entre la multitud. El primero en voltear fue Gojou y Kasumi se sonrojó al mirarlo, en su mente se repetía una y otra vez que dejara de emocionarse por cada nueva faceta que observaba de él, quiso pensar que con el pasar de los días se acostumbraría.

― ¿Por qué? ―preguntó Satoru―estamos lejos y quiero pasar a comprar algunos tomos de mangas.

―Es que olvidé mi tarjeta en mi uniforme de Kioto. ―Respondió avergonzada, no se había dado cuenta al pagar el ticket del metro, pues Gojou había pagado por los tres.

―Descuida ―dijo Suguru―Satoru pagará ―y le sonrió tranquilo. Kasumi alzó ambas cejas y volteó a ver a Gojou-sensei, esperando alguna reacción negativa en respuesta, en cambio, lo vio quitarse los lentes y sonreírle mostrándole sus perfectos dientes.

―P-pero no está bien ―murmuró afligida― ¡le regresaré el dinero cuando volvamos al colegio! ―exclamó con seriedad y lo reverenció.

―Tranquila, Satoru está forrado en dinero ―dijo Suguru restándole importancia―no tiene problemas con gastar un poco ¿verdad? ―Kasumi miró al joven hechicero quien se encogió de hombros sin dejar de sonreír, alcanzó a reincorporarse a tiempo cuando la mano de Gojou-sensei se posó en su hombro y la guío hacia Suguru que estaba un metro adelante.

―No te preocupes por tonterías. ―No pudo responderle.

Cuando él dejó de tocarla, sintió que su corazón volvió a latir, era un poco cansador para ella estar tan sensible ante cualquier atención del chamán más fuerte, ya podía sentir como sus mejillas se ruborizaban. Caminó cabizbaja entre ambos, se sentía diminuta en tantos sentidos, ellos eran notoriamente más altos, era como ir caminando con guardias de seguridad, sonrió al imaginarlo.

Tal como Suguru prometió, vio como Satoru Gojou compró el cargador para ella sin ninguna dificultad. Se sintió incómoda al principio, pero al ver lo relajado que estaban ambos, decidió dejarlo pasar. Al salir de la tienda, Gojou le entregó la bolsita con una sonrisa en su rostro, Kasumi le devolvió la sonrisa y apenas pudo susurrar un "gracias", sus ojos brillaban emocionados mientras sujetaba con fuerza el paquete. Si bien era algo sin importancia para ambos hechiceros, tenía un significado para ella. Era el tercer obsequio que recibía de su ídolo y si estuviera sola, habría saltado y dado vueltas por la emoción mientras tarareaba alguna melodía.

El resto de la tarde fue un poco cansador para la joven, acompañó a ambos muchachos a cada tienda de anime y mangas que quisieron pasar, caminaron bastante. La planta de los pies le ardían y entendió porque Shoko no había querido ir con ellos. Se sorprendió un poco, no pensó que ambos tuvieran intereses en salir de compras, siempre pensó que los chicos odiaban esas cosas, en cambio Suguru y Satoru parecían entretenidos mientras miraban las novedades tecnológicas y de entretención.

― ¿Estás cansada, Kasumi? ―preguntó Suguru volteando a verla, la joven sonrió encorvando las cejas y murmuró apenada.

―Un poco ―reconoció― ¡pero puedo seguirles el ritmo! ―se recuperó alzando un puño dándose ánimos, vio a Suguru reírse por su actitud infantil, y lejos de avergonzarse, también se rio.

―Puedo cargarte en mi espalda si estás cansada ―habló Satoru mientras miraba el comentario de un mangaka en el tomo que había comprado. Kasumi abrió los ojos de par en par al escucharlo y soltó un chillido diminuto al mismo tiempo que se tensaba.

― ¡N-no hace falta! ―exclamó avergonzada―no podría… ¡estoy bien! Puedo seguir ―sonrió intentando convencerlos. Suguru miró de soslayo a su compañero, que dejó de leer para mirar a la joven.

―No sería un problema ¿Cuánto pesas? Te ves delgada y soy muy fuerte ―Kasumi volvió a soltar un chillido nervioso mientras se ruborizaba haciendo que el azul de sus ojos sobresaliera aún más―ah cierto, a las chicas le incomoda hablar del peso.

―Vamos por ese helado que querías, Satoru ―habló Suguru para cambiar de tema y no seguir molestando a la joven.

― ¿Helado en otoño? ―preguntó Kasumi.

―Lo consume todo el año ―explicó Suguru encogiéndose de hombros―anótalo en tu libreta de admiradora ―le susurró acercándose a su oído y Kasumi se sonrojó aún más. Se alejó del rostro de Suguru mirándolo con los ojos bien abiertos y giró hacia Gojou-sensei, esperando que no hubiera escuchado nada, y al verlo con el ceño fruncido mientras se bajaba un poco los lentes para mirarlos con sospecha, suspiró aliviada.

Gojou no preguntó nada, esperó que Kasumi se distrajera mientras miraba los sabores de los helados y se acercó a su amigo, sin mirarlo le murmuró con el gesto anormalmente serio.

― ¿Qué está pasando entre tú y ella? ―Suguru volteó a verlo sin esconder la sorpresa, observó sus rasgos por unos segundos, buscando alguna señal que delatara sus verdaderas intenciones detrás de la pregunta. Sabía que, si le mentía, probablemente él lo notaría, pero decirle que la joven de Kioto sentía demasiada admiración por él era aumentar su ego, si es que eso era posible.

― ¿Por qué lo preguntas? ―dijo en cambio, medio sonriendo― ¿te interesa Kasumi? ¿Por eso has sido tan amable con ella? ―Satoru soltó un bufido y volteó hacia él.

―Soy así con todos ―respondió haciendo una mueca infantil―tantos secretitos me hizo pensar que te gustaba ―dijo encogiéndose de hombros, restándole importancia―lo que me parece bastante cínico, dijiste que esa chica no contaba.

―Vaya ―dijo mirando hacia Kasumi que emocionaba probaba distintos sabores de las muestras que le ofrecían―parece que te molesta.

―No es así ―se apresuró en responder―solo quería saber ¿no se supone que los amigos se cuentan estas cosas? ―terminó preguntando en un susurro mientras miraba la punta de sus zapatos. Suguru lo miró sorprendido, tal vez era primera vez que decía que eran amigos, aunque lo fueran desde hace tiempo. No se le ocurrió ningún comentario ácido para molestarlo, sabía que en la vida de Satoru había pocas personas que consideraba cercanas, y agradecía ser una de ellas a pesar de todos los conflictos que eso le causaba.

―Sí, se supone que se cuentan esas cosas ―concordó mirando hacia Kasumi que volteaba hacia ellos y les sonreía―y cuando eso pase, te lo contaré.

―Entonces ¿no te gusta? ―insistió Satoru mirándolo por encima de sus lentes. Suguru giró hacia él y le dio un suave empujón en su espalda.

―No. Creo que otra persona ya puso sus seis ojos en ella ¿no? ―no esperó por su respuesta y se acercó a la joven. Satoru hizo una mueca curvando sus labios hacia afuera y soltó un bufido, sabiendo que aquel gesto no bastaba para desmentir a su amigo. Pero tampoco quería hacerlo, le parecía bien tantear el terreno, porque sería incómodo que ambos se fijaran en la misma chica, si bien Suguru se había bajado del juego, no descartaba relacionarse con Kasumi, tampoco le importaba si no se daba nada.

Después de pedir tres barquillos, dos simples y uno triple, se sentaron en un patio de comida cercano a la estación Akihabara, un espacio cerrado para evitar que el viento de la tarde les enfriara aún más que el helado.

―Debimos invitar a Nanami ―murmuró Suguru antes de echarse a la boca la cucharita de plástico.

― ¡¿Nanami Kento?! ―preguntó emocionada Kasumi, llamando la atención de ambos― ¡es verdad! Él también estudió en esta época ¡Qué emoción! ―exclamó mientras con una mano sujetaba el barquillo y con la otra se acariciaba la mejilla para calmar su rubor.

― ¿Eh? ―soltó Satoru frunciendo el ceño mientras arrugaba los labios en una mueca de molestia―eres fan de todos ―le dijo apuntándola con un dedo de modo acusador―las chicas que le gustan todos los chicos no son agradables.

Kasumi se paralizó al escucharlo, sintió que su rostro palideció un poco, como si las pocas esperanzas de agradarle al joven Satoru Gojou se hubieran desvanecido por ese simple comentario. Casi al mismo tiempo se recuperó y frunció el entrecejo, sus mejillas recuperaron el color, decorándose con un suave rosado y sin dejar de mirar al hechicero que admiraba, murmuró entre balbuceos.

― ¡N-no me gusta Nanami-senpai! ―se apresuró en explicar―es solo que… es emocionante conocer a tantos hechiceros de jóvenes ―miró su helado y le dio una lamida por el costado al ver que se derretía―que en mi época son tan brillantes.

―Quiero que conozcas pronto a Nanami ―habló Suguru cambiando de tema antes que Satoru siguiera molestándola. ―No lo ha pasado bien estos meses, tu carisma le ayudará a distraerse.

― ¿M-mi carisma? ―preguntó con las mejillas rojas, por un momento el pensamiento habitual de sí misma le hizo creer que se burlaba de ella, que seguramente esperaba que entretuviera de alguna forma al hechicero de primer grado porque todo en ella era una broma. Pero, así como vino ese pensamiento pesimista, se fue al ver la sonrisa amable de Suguru. Él no parecía ser de esas personas que se burlaba, al contrario, cada comentario que le había hecho le había animado, por lo que no pudo evitar mirarlo con extrañeza ¿qué veía Suguru en ella que pasaba por alto?

―Se les derretirá el helado ―habló Satoru sin mirarlos, algo molesto por ser ignorado.

Suguru sonrió y comió en silencio. Kasumi miró por unos segundos su helado de tres leches y le dio otra lamida. No estaba segura de las intenciones de Suguru, no se atrevía a preguntarle el significado de cada palabra o gesto, le parecía inapropiado, tal vez el tiempo que pasara allí le ayudaría a conocerlo y comprenderlo, frunció el entrecejo al pensarlo ¿llegaría incluso a comprender por qué había hecho el festival nocturno de los 100 demonios? No, estaba segura, miró de soslayo a Gojou-sensei, incluso él siendo su amigo había tomado la postura de enfrentarlo, y al pensarlo su semblante ensombreció. Ellos se llevaban demasiado bien, no quería pensar en el momento en que esa relación de amistad se había roto, seguramente ambos habían sufrido a su manera.


(…)


Los pasos de Kasumi seguían oyéndose a pesar de que estaban en la zona residencial de los chicos. Suguru no preguntó por qué los seguía a esa hora de la noche, Satoru la miraba de soslayo, la joven miraba sus pies mientras caminaba, sin una pizca de timidez o pudor, parecía haberse acostumbrado a sus presencias.

Llegaron primero a la habitación de Satoru, dejó sus bolsas en el suelo y metió la llave en la cerradura bajo la atenta mirada de Suguru y Kasumi, volteó hacia atrás con el ceño fruncido al notar que ambos se habían detenido junto a él. Miró a Suguru que le sonreía burlesco, luego hacia Kasumi que le miraba cansada.

― ¿Qué? ―preguntó a la defensiva al verlos tan silenciosos.

― ¿Eh? ―soltó Kasumi, tardó unos segundos en comprender― ¡ah! Venía por mi celular, seguramente ya debe estar cargado.

―Ah… ―fue el turno de Satoru, miró a Suguru cuando lo escuchó reír con disimulo, frunció el ceño y giró hacia Kasumi―quería usarlo un poco ¿me lo prestas?

―Si quiere se lo presto mañana después de clases ―respondió ella sonriéndole mientras se encogía de hombros.

―Es que quiero usarlo ahora ―dijo abriendo la puerta― ¡anda, anda! Di que sí. ―Habló en un tono juguetón.

Kasumi se distrajo de su voz al ver el interior de su habitación, miró asombrada el espacio del hechicero. Estaba amoblado con al menos cinco cómodas, imaginó que llenas de ropa costosa, como la playera que le había obsequiado. Su cama era bastante amplia, quizás de dos plazas. Con la luz apagada no logró ver demasiado, olfateó con disimulo y sonrió al sentir el mismo aroma que tenía impregnada la remera que le había dado ¡era su olor!

―Uhm ―murmuró pensativa―es que me aburro sin usarlo ―dijo sin mirarlo.

― ¡Será solo esta noche! ―dijo sacándose los lentes mientras parpadeaba simulando ser encantador. Kasumi sonrió al verlo y suspiró derrotada.

―Está bien, pero no borre nada ―oyó una carcajada a su espalda, giró un poco para ver a Suguru reírse mientras se apretaba la guata, ella se rio bajito contagiada de su humor.

― ¡Cállate! ―exigió Satoru frunciendo el ceño mientras lo miraba― ¿cómo se hace eso de borrar? ―preguntó curioso volteando hacia ella―para no hacerlo.

―Ah… claro ¿puedo pasar? ―preguntó sonrojándose, Satoru se hizo a un lado para que entrara, encendió la luz y levantó el dedo del medio a Suguru que seguía riéndose de algo que no entendía del todo. Volteó hacia Kasumi justo cuando la joven se inclinó para tomar su celular del velador, alcanzó a ver un poco de sus muslos cubiertos por sus pantimedias, un panorama bastante agradable. ―En los archivos, si presiona estos tres puntitos, le dará diferentes opciones. Intente no tocarlas ―pidió mientras se lo enseñaba―bien, gracias por lo de hoy. ―Sonrió desviando la mirada, Satoru no respondió, se quedó unos segundos viendo sus mejillas sonrojadas y recibió el celular.

―Satoru ―habló Suguru cuando pudo contener la risa―Kasumi se aburrirá por tu culpa, devuélveselo.

―¡Cállate! Ya me lo prestó ―se defendió y volteó hacia la joven― ¿verdad? ―preguntó en un tono suave, completamente opuesto al grito que le había dado a Suguru. Kasumi soltó una risa por su cambio de actitud, y asintió.

―Bien, buenas noches ―dijo y caminó hacia la salida. Satoru se quedó viendo el espacio vació que dejó la joven, segundos después sus ojos viraron hasta su televisión y alzó ambas cejas ante su idea.

― ¡Espera! ―dijo girando hacia ella. Kasumi alcanzó a salir de su habitación cuando volteó a verlo―llévate mi televisión para que no te aburras ―dijo animado por su idea―yo no la uso mucho ―explicó y caminó hacia el aparato.

―N-no es necesario ―murmuró negando mientras mecía ambas manos, lo vio agacharse para desenchufar el aparato que se veía bastante moderno para la época. Y sujetarlo desde las ranuras que tenía por el costado, era quizás de 32'', por lo que no le costó trabajo tomarla mientras sostenía el cable.

―Tranquila, yo la llevo para tu habitación ―dijo risueño y salió de su cuarto―Suguru, trae el reproductor de DVD y las películas ―le ordenó.

― ¿También las de adultos? ―preguntó con las manos en los bolsillos y Satoru abrió los ojos de par en par, volteó hacia Kasumi y negó antes de hablar.

― ¡No tengo de esas! ¡no le hagas caso a ése idiota! ―se apresuró y caminó rápido alejándose de ambos, para evitar que vieran el rubor en sus mejillas, como si no llevara el aparato entre sus brazos.

Kasumi se sonrojó y volteó hacia Suguru al escucharlo carcajear más fuerte, lo vio caminar hasta el mueble en que antes estaba la Tv, tomar el DVD y un estuche que imaginó estaba lleno de películas.

―Te lo dije ―habló Suguru al salir del cuarto de Satoru con el aparato bajo su brazo derecho, con su mano izquierda cargaba algunas películas, le pasó las demás a Kasumi. ―No recuperarás tu celular.

Kasumi soltó una risa nerviosa en respuesta ¿qué podía decir? No podía reconocer que no había podio negarse a la petición de Gojou-sensei porque había caído rendida en sus ojos. Al llegar a su dormitorio, se sorprendió al encontrarlo dentro acomodando la TV sobre una cómoda.

―Así no te aburrirás ―dijo al escucharla entrar. Suguru pasó por su lado para llevar el reproductor de DVD y dejarlo sobre la cama, metió sus manos a los bolsillos y sacó ambos controles.

―Gracias ―dijo sonriendo―sé instalar todo, pueden ir a dormir ―Suguru miró a su amigo al verlo encogerse de hombros. Se apresuró en salir del cuarto de la joven, podía notar lo cansada que estaba después de recorrer tantas tiendas. ―Buenas noches, Suguru-san.

―Descansa, Kasumi ―dijo sonriéndole y caminó a paso lento por el pasillo. La joven volteó hacia Gojou-sensei justo cuando pasó por su lado, ambos en el umbral de la puerta al mismo tiempo.

Los minutos parecieron detenerse para Kasumi cuando él pasó de costado por la entrada, quedando frente a frente mientras le miraba hacia abajo por la diferencia de altura, sonriendo. Contuvo la respiración un poco para que su pecho no chocara con el de él, alejó lo que más pudo su espalda pegándose al marco, al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban.

―B-buenas noches ―logró decir cuando él llegó al pasillo, lo vio mover la mano a modo de despedida, caminando hacia Suguru. ―G-gracias por lo de hoy. ―Susurró y se maldijo por no hablar más alto, decepcionada miró el suelo, entró a su cuarto y soltó un suspiro.

―A ti, por aguantarnos ―levantó la mirada rápido hacia Satoru, él caminaba hacia atrás mientras le sonreía, fueron segundos en que Kasumi quedó completamente flechada por el gesto del hechicero. Algo normal, nada especial, pero que para ella había bastado para sacarle una sonrisa. Tragó saliva y movió la mano a modo de despedida, sonriéndole. Él le dio la espalda y trotó suave para alcanzar a Suguru y Kasumi cerró la puerta detrás de sí sin dejar de sonreír.


(…)


Toda la emoción que sintió al conocer a Nanami Kento murió apenas le vio la expresión indiferente en su rostro. A diferencia de los demás, Nanami-senpai no demostró emoción por saber de ella y de su procedencia, actuaba como si fuera una compañera sin importancia, y la verdad es que lo era, sin embargo, no dejó de llamarle la atención su inexpresividad. Le sorprendió un poco ver su peinado y sus ojos sin lentes, la juventud que irradiaba parecía darle un aire de inexperiencia, pero a la vez, había algo en el destello de sus ojos que le convencía que, en esencia, era el habilidoso chamán de primer grado.

Kasumi tenía su espada sobre sus piernas, la afirmaba con ambas manos mientras miraba furtivamente al hechicero en formación que leía el informe del caso que les habían asignado. Ambos iban en un vehículo de la institución, en silencio, lo único que podía oírse era el motor del auto.

Les habían asignado misiones esa tarde después de clases, a Gojou-sensei y a Suguru-san le habían dado misiones individuales, Shoko debía quedarse como punto fijo en el establecimiento en caso de emergencia. Eran los únicos que compartían caso, debían exorcizar una maldición de grado 3 que rondaba un jardín infantil del barrio de Kōenji. El establecimiento estaba en desuso desde hace unos meses por reparaciones.

Kasumi soltó un suspiro con disimulo, miró de soslayo a su compañero justo cuando él le extendió la carpeta con el caso.

―Gracias ―dijo y le regaló una sonrisa tímida, pero el joven Nanami ni siquiera la miró a la cara. Frunció el ceño, algo confundida, sabía que había personas bastante serias y distantes, Kamo-san era un ejemplo claro de eso, por lo que no se lo tomó personal.

Leyó en silencio las hojas del archivo, la maldición de grado 3 aparecía casi al anochecer, y se le adjudicaban 5 muertes hasta el momento. Su vientre se tensó un poco, estaba nerviosa, la maldición con la que había perdido en el 2018 no había sido relacionada con ninguna muerte, y aun así había resultado bastante complicada, sabiendo que a lo que se enfrentarían ahora parecía más peligroso, su inseguridad le jugó una mala pasada y le hizo imaginar uno y mil escenarios en que resultaba siendo una molestia para Nanami-senpai, o peor, que alguno terminara gravemente herido por su culpa.

El auto se detuvo a los 20 minutos desde que había salido del colegio de Tokio, frente a una cuadra algo desolada. Nanami fue el primero en bajar, mientras Kasumi se ajustaba la espada en la cintura, sobre el borde de su falda con la misma cuerda que usaba con sus pantalones. Se aseguró que no se cayera y salió del vehículo, apenas la corriente de aire chocó con su rostro, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.

Toda la calle parecía estar cargada con energía maldita bastante hostil. Tragó saliva y miró a su compañero, que observaba serio el jardín infantil. El asistente que los acompañaba levantó el velo en un par de minutos, sin dirigirle muchas palabras ni indicaciones.

― ¿Qué sabes hacer? ―habló Nanami sin mirarla a medida que avanzaba hacia la reja del establecimiento.

―Ah ―Kasumi lo miró perpleja, segundos después sonrió animada al ver un poco de interés de su parte―pues… lo normal, cocinar, ordenar… soy bastante buena ahorrando ―dijo entusiasmada mientras movía su brazo derecho con entusiasmo. Volteó hacia Nanami sonriéndole, el joven la miraba perplejo y con los ojos estrechados mientras alzaba una ceja.

―Me refiero a tu ritual ―Kasumi abrió los ojos de par en par y se ruborizó apenas terminó de hablar, sonrió nerviosa y balbuceó una disculpa torpe.

―S-sí, lo siento ―siguió diciendo apenada mientras lo reverenciaba. Nanami frunció el ceño, algo incómodo por el excesivo respeto que le mostraba―uso el Nuevo estilo de sombras, soy mejor en ataques de un movimiento y defensa.

―Ya veo ―dijo asintiendo―entonces cuando nos encontremos con la maldición, lo atacaré con mi técnica hasta guiarlo a ti para que lo exorcices de un movimiento ¿te parece?

―Sí ―dijo asintiendo, moviendo su flequillo y mechones que le rodeaban el rostro―espero no decepcionarte.

―Eso veremos ―murmuró sin mirarla―solo no mueras.

Kasumi detuvo su andar cuando le oyó, sintió su corazón latir con más fuerzas y asintió seria, tomando la responsabilidad que le correspondía. Se apresuró a su paso, iba a sugerir que se dividieran para buscar, sin embargo, Nanami-senpai parecía estudiar el lugar y no querer separarse. El Jardín estaba cerrado al público, por lo que tuvieron que saltar la pandereta para poder llegar al otro lado. Nanami no tardó en cruzar, por su parte, Kasumi caminó hacia atrás para ganar impulso y corrió hacia la muralla al mismo tiempo que pegaba un brinco hasta afirmarse del borde. Quedó colgando, intentó mover sus brazos para poder impulsarse, pero no lo consiguió. Se ruborizó por el esfuerzo, y antes de poder decir algo, vio como Nanami-senpai volvía a subirse a la pandereta, dejando una pierna en cada lado, sentado tomó ambos brazos de Kasumi y la jaló hacia arriba.

―L-lo siento ―balbuceó derrotada, quería darle buena impresión, pero nada de lo que decía y hacía daba resultado. Su autoestima le gritaba diferentes insultos que no le ayudaban en el momento.

―No puedes hacer nada por tu estatura ―dijo él restándole importancia. Kasumi quedó sentada en el borde, vio como Nanami-senpai saltaba con maestría hacia el otro lado y ella volvió a mirar hacia el suelo notando la altura. Tragó saliva, no le asustaba, pero al estar con su falda se sintió incómoda saltando, y estaba segura que, si pisaba mal, podría doblarse el tobillo y sería una molestia para su compañero. ―Toma mi mano ―Kasumi miró hacia el joven Nanami que extendía ambas manos hacia ella, sin dudarlo le hizo caso. Una vez que el joven la sostuvo, se animó a saltar.

―Gracias ―dijo apenada. Él no respondió, se quedó viendo hacia el interior del edificio que aún tenía un letrero colorido pegado en la fachada.

―La maldición ronda en el sótano ―murmuró Nanami―las víctimas han sido obreros que trabajan en la remodelación. Por algún motivo, no quiere que cambien nada del sitio. Debe ser una maldición que se formó aquí.

―La energía maldita viene del suelo ―dijo Kasumi mirando todo el lugar―tiene sentido.

No dijeron ninguna palabra más, caminaron a paso decidido hacia el interior. La puerta del edificio estaba cerrada con una cadena gruesa, que Nanami rompió con su machete en un movimiento. El ruido del metal al chocar resonó entre el silencio del atardecer. Esperaron unos segundos antes de volver a moverse, al no oír ningún ruido adicional, quitaron la cadena e ingresaron al recinto.

Dentro del jardín no se veía demasiado abandono, la pintura estaba algo desgastada, los muebles se protegían con paños blancos, había mucho diario en el suelo que crujía como hojas secas al pisarlo. La luz del crepúsculo se colaba por algunas ventanas, la corriente eléctrica estaba apagada por lo que no servía encender ningún foco. Nanami sacó de su bolsillo una lámpara personal y la encendió al llegar al último pasillo, donde en el fondo había una puerta roja que parecía ser la que daba con el sótano. Lo supusieron por la cantidad de energía maldita que desprendía.

La puerta estaba con llave, Nanami esta vez le dio un fuerte empujón con su hombro hasta que la cerradura cedió. Al abrirla, Kasumi se preparó para activar su dominio simple por si la maldición salía huyendo, sin embargo, nada ocurrió. La energía seguía sintiéndose, la maldición estaba allí, pero no mostró hostilidad por la presencia de ambos.

―Quizás quiere que entremos ―dijo Nanami mientras afirmaba el vendaje de su machete en su mano que sostenía el mango con fuerza.

―No nos hará nada ―murmuró Kasumi sin mirarlo, concentrada en la habitación oscura que se anteponía. Sintió la mirada de Nanami sobre ella, por lo que se apresuró en explicar―los obreros fueron encontrados en el sótano, mientras comenzaban a trabajar. Los que trajeron los materiales y ordenaron los muebles no sufrieron ningún ataque.

―Cierto ―concordó y apuntó hacia el interior con su linterna.

La habitación parecía más una bodega que un sótano, no había ninguna escalera que diera hacia el subsuelo. Mientras Nanami apuntaba a cada rincón, Kasumi miraba el entorno con el ceño fruncido. La energía era intensa, pero la maldición no se mostraba. La joven se acercó a la pared más próxima a la puerta y tomó una espátula, carraspeó su garganta para llamar la atención de Nanami, y éste volteó hacia ella. Kasumi soltó un suspiro y silenciosa, posó la punta de la herramienta en la pared y picó la pintura, antes de poder dar un segundo raspado, la maldición sobresalió bruscamente desde la pared, empujándola.

Kasumi alcanzó a sacar su espada para defenderse del impacto, sus pies se arrastraron por el suelo hasta chocar con la mesa que contenía las pinturas. Su espalda resistió el golpe, imaginó que le quedaría un feo hematoma, pero no le tomó importancia en el momento. Antes de poder posicionarse para activar su dominio, Nanami se lanzó rápido al ser que emanaba grandes cantidades de energía maldita. Kasumi frunció el ceño cuando notó que no había salido del todo de la muralla, parecía tener una cola que atravesaba la pared, y lo que peleaba con su compañero no era más que un tercio o la mitad de la maldición.

Pensó en ir hacia la pared para investigar, pero las palabras de Nanami seguían resonando en su cabeza. Debía esperar que lo guiara hacia ella, mordió su labio inferior y metió la espada en su vaina y esperó en posición, su respiración era intensa, sentía el corazón latirle deprisa mientras miraba como Nanami corría por la habitación mientras intentaba darle un golpe que el ser eludía con facilidad. Se movía como una serpiente, movimientos ondeantes, pero rápidos. Volvió a mirar hacia la pared, algo defendía la maldición que no dejaba que se acercaran y por la que no salía del todo, miró con sospecha, luego a su espada. Frunció el ceño con determinación, corrió hacia Nanami y lo empujó con todas las fuerzas que pudo.

― ¡Ataca la pared! ―le dijo mientras sacaba su espada y se defendía de los embistes de la maldición. De cerca notó que su rostro estaba invertido, no tenía ojos y la boca parecía cocida.

― ¡¿Qué?! ¿Por qué? ―preguntó y volteó hacia la muralla de donde había salido la maldición, entonces lo notó. El núcleo del ser estaba en la pared, seguramente en el otro extremo del largo de su cola, la energía seguía siendo intensa en ese sitio y sin esperar por una respuesta, corrió hacia el otro extremo de la habitación y le dio una fuerte patada a la muralla haciéndole un agujero.

Apenas la pared fue rota, la maldición se apuró en ir hacia Nanami, pero Kasumi aprovechó su descuido y atacó su pecho con su espada ya previamente preparada con su desenvaine. La criatura se retorció ante su ataque, y antes de lanzársele comenzó a desintegrarse. Kasumi miró hacia Nanami al ver como el joven tenía su brazo derecho dentro de la pared junto a su arma. Suspiró aliviada, corrió hacia su compañero al ver que aún no sacaba su mano de la muralla y apuntaba hacia el interior con su lámpara.

― ¿Estás herido? ―preguntó al llegar a su lado, pero Nanami no respondió. Kasumi frunció el ceño, entonces sintió el olor de putrefacción golpearle. Se cubrió la nariz y la boca con su brazo izquierdo y se acercó poniéndose de puntillas para mirar.

Había al menos cinco cadáveres, parecían ser niños.


(…)


Esperaron dentro del vehículo mientras el ventana que los había acompañado llamaba a las autoridades.

―Lo hiciste bien, Miwa-san ―dijo Nanami mientras apoyaba su cabeza en el asiento. Kasumi sonrió al oírle y volteó a verlo.

―Gracias, no quería arruinarlo frente a ti ―reconoció apenada. Nanami abrió los ojos y la miró de soslayo―se nota porque eres de primer grado.

―Ah ―soltó sin expresión en su rostro―así que sigo siendo hechicero.

Kasumi volteó a verlo animada para halagarlo, pero al ver la desilusión en sus ojos pequeños prefirió callar. Entonces las palabras de Suguru-san resonaron en su cabeza, querían que lo animara y no se atrevía a preguntar por qué.

No volvieron a hablar, en el camino de regreso al colegio, Kasumi quedó con una extraña melancolía en su pecho, a pesar de que debería estar feliz por haber ayudado a derrotar a la maldición, no dejaba de pensar que no había ayudado realmente a Nanami-senpai, no en lo que le encargó Suguru-san al menos. Y al pensarlo, dudó de ese carisma del que le habló, y nuevamente cuestionó sus virtudes, deprimiéndose aún más.

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N/A: Holi! muchas gracias por leer y dejar comentarios, en serio me anima saber que les gusta esta trama.

Espero el cap haya sido de su agrado, me reí mucho mientras escribía a Satoru hahah, y bueno, el siguiente cap viene juguito de limón y les advierto que a partir de ese cap, habrá mucho R18 hjahajha

Nos estamos leyendo y gracias!