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Capítulo 6

Decepción

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Se sentía ahogada. Miraba a Suguru-san reír junto a Shoko-san, la acompañaba mientras ella fumaba un cigarrillo, estaban en el patio bajo la sombra de un árbol. Kasumi los miraba desde la ventana, era una escena agradable de ver, pero cada vez que oía a Suguru-san y lo veía juguetear con sus compañeros, pensaba en el ataque a Shinjuku y Kioto y no podía creer que fuera la misma persona. Algo había pasado en la vida del agradable chamán que lo había cambiado, si supiera ¿Podría evitarlo? No debía interferir, lo tenía presente, sin embargo, Suguru había sido un chamán formidable que se había desviado del camino, y si no hubiera sido de ese modo, tal vez él… Kasumi apretó sus dedos en el marco de la ventana, desvío la mirada y repitió mentalmente «no interfieras».

—¿Qué miras? —pegó un brinco al oír su voz, volteó rápidamente y quedó estática cuando se topó frente a frente con su rostro. Él se había inclinado a su altura, casi invadiendo su espacio personal y para esas alturas, Kasumi ya se había sonrojado. Satoru Gojou no usaba su uniforme, venía de una misión en solitario, tenía su cabello húmedo y podía oler su perfume. —Ah… están los chicos ¿Vamos? —la invitó. Kasumi asintió, no dejaba de emocionarse cada vez que compartía con Gojou-sensei. Podía aprender de él, pensó, incluso conocerlo un poco más de lo que todos sabían por ser el chamán más fuerte.

—¿Cómo le fue, Gojou-sensei? —preguntó emocionada, esperando escuchar una gran anécdota.

—Como siempre —sonrió confiado girando hacia ella—bien. No hay maldición que pueda vencerme. —Kasumi sonrió, aunque no dejaba de pensar que, si tuviera un ápice del talento de él, las cosas serían muy diferentes. Seguramente ni siquiera estaría allí.

—¿Gojou-sensei? —preguntó antes de que él se alejara para ir con sus compañeros. Él se detuvo y giró hacia ella, sus lentes cubrían sus ojos, pero podía sentir su atención puesta en ella.

—Es extraño que me llames sensei, pero no malo —murmuró medio sonriendo—¿Qué quieres? ¿Me dirás algo más de mi futuro?

—No puedo —dijo curvando las cejas. Él hizo una mueca graciosa en respuesta, Kasumi soltó una risita que cubrió con el dorso de su mano—sabía que era divertido.

—¿Yo? —preguntó apuntándose, ella asintió meciendo su flequillo y mechones—por supuesto que lo soy ¿Quién dijo lo contrario? Apuesto que fue Utahime.

—Utahime-sensei no habla de usted —dijo entre risas—yo quería preguntarle… si —desvió la mirada, pedirle consejos para las misiones no era nada extraño, pero hacerlo a la persona que más admiraba la volvía un manojo de nervios. Lo miró, él tenía sus manos en los bolsillos, una postura relajada, pero en sus labios había una mueca de disgusto. Ella agachó la vista, seguramente lo estaba aburriendo, sus mejillas se sonrojaron y la ansiedad le hizo balbucear, con ello, la vergüenza le incendió aún más el rostro.

Satoru recordó las palabras de Suguru, la chica de Kioto se movía nerviosa y sonreía con timidez. Reconoció de inmediato la escena, tenía experiencia en ese terreno, el aburrimiento se le pasó rápido, lo mejor era interrumpirla o se quedaría media hora esperando que hablara.

—Ah… ya sé lo que me dirás —dijo mordiéndose el labio inferior por unos segundos. Ella dejó de mirar el suelo y lo observó sorprendida, sus grandes ojos azules brillaban expectantes y Satoru sonrió—mira… lo siento, eres linda, pero pareces de las chicas que buscan noviazgo y no estoy preparado para ninguna relación.

Kasumi abrió la boca, pero el asombro no le permitió conectar las ideas con su lengua. Miró perpleja al chamán más fuerte, él tenía una sonrisa en sus labios, pero parecía una mueca de falsa cortesía. El rubor se borró de sus mejillas, incrédula intentó pensar con detenimiento lo que acababa de escuchar ¿él la estaba rechazando? Por un momento quiso huir, luego se regañó mentalmente, aquello sería muy inmaduro de su parte, además, ella no se le había confesado «entonces… ¿No soy de su tipo?» se preguntó, borró rápido ese pensamiento antes de dejar salir todas sus inseguridades.

—Pero podemos acostarnos —dijo encogiéndose de hombros. Kasumi abrió los ojos de par en par por unos segundos, luego la boca, pero nuevamente no supo qué decir, ni siquiera pasó por su cabeza el interrumpirlo y aclarar la situación—sin compromiso, claro. Pasaré por tu habitación a medianoche. —Le sonrió a la tímida chica de Kioto y caminó hacia sus amigos.

¿Qué acababa de pasar? Kasumi vio la espalda de Gojou-sensei alejarse, caminando sin preocupaciones como si no hubiera dicho nada importante. El calor se le subió al rostro ¡Era la peor vergüenza que había pasado! Le ganaba por lejos a su desempeño en el torneo entre las escuelas hermanas de Tokio y Kioto. Su corazón latió deprisa, tragó con dificultad y miró hacia afuera, donde Suguru-san y Shoko-san saludaban a Gojou-sensei, y este último se sentaba al lado de Suguru. Él se inclinó hacia delante y sus lentes se bajaron uno o dos centímetros, dejando ver sus ojos celestes. Kasumi no pudo contemplarlos desde la distancia, pero fue capaz de notar cuando él la miró y le sonrió.

Una sonrisa diferente. No supo definirlo, había algo en su confianza habitual, algo en su postura que le insinuaba que aquella sonrisa era solo para ella, y que entre ambos ahora había un secreto. Su mirada cómplice le estremeció ¿Estaba bromeando con ella? Sabía que Gojou Satoru tenía fama de bromista, sin embargo, ahora mismo parecía acorde a su reciente discurso «pasaré por tu habitación a medianoche», su voz seguía resonando en su cabeza, él pareció notar su desconcierto o quizás estaba siendo paranoica y cualquier gesto del gran Satoru Gojou le inquietaba, vio cómo el chamán que admiraba amplió su sonrisa y Kasumi huyó.


(...)


No se presentó a cenar, no se atrevía a ver a la cara a Satoru Gojou. No dejaba de pensar que debía arreglar de algún modo ese malentendido, pero no encontraba las palabras exactas. Era absurdo, simplemente debía decirle que ella quería un consejo y no declararse, jamás pasó por su cabeza llegar a esas instancias con él.

—Mentirosa —se respondió en voz alta. Si bien, admiraba profundamente al hechicero, no podía negar que era guapo y divertido, parecía perfecto. Sonrió al recordar cuando les dio los recuerdos de su viaje, y cómo molestó a Utahime-sensei por los parlantes. Por lo poco que había compartido con él, no podía asegurar que le gustaba como hombre. Su pecho se sintió pesado de repente, sus mejillas se acaloraron y una mueca decoró sus labios—¿A quién quiero engañar? —preguntó al aire y se desplomó en la colchoneta. Se quedó viendo el techo, luego miró la hora en el reloj de su velador '11:45 pm'. Tragó saliva, nerviosa, llevó su mano derecha hasta su pecho izquierdo y la dejó reposar justo sobre su corazón, latía deprisa, como si aleteara lleno de juventud, al mismo tiempo su vientre se volvió pesado, cargando con sus dudas y nervios.

¿Realmente estaba considerando acostarse con él? Se sentó y resopló, volvió a mirar la hora, luego miró sus piernas blancas, soltó otro suspiro y sacudió su remera desde el cuello, intentando que la brisa le enfriara un poco.

—¡Qué estupidez! —exclamó molesta consigo misma. Se puso de pie y apagó la luz, volvió rápido a la cama, levantó las cobijas y se metió entre las sábanas.

El otoño dejaba un manto frío por las noches, pero tolerable. Aun así, ella usaba solo la remera que Gojou-sensei le había regalado para dormir, seguía demasiado abochornada por la situación con el chamán como para abrigarse un poco más. Lo mejor era dormir, pensó, después de todo seguramente él no iría a su habitación, lo más seguro era que estuviera tomándole el pelo. Con eso en mente, se acomodó y cerró sus ojos.

No supo cuánto tiempo había pasado cuando los volvió a abrir, pero cuando lo hizo, notó enseguida que la luz ahora estaba encendida. Frunció el entrecejo y se reincorporó un poco girando hacia la puerta, antes miró la hora en el reloj '12:35 am', su corazón empezó a latir más fuerte automáticamente, levantó la vista y lo vio. Satoru Gojou estaba de pie junto a la puerta cerrada, con una mano en su bolsillo y la otra sobre el interruptor de luz.

—¡¿Gojou-sensei?! —exclamó desconcertada. Él puso el mismo dedo que tenía sobre el interruptor en su propia boca, haciendo el gesto de 'silencio'. Kasumi alzó ambas cejas, algo confundida, pero le hizo caso.

—Shoko duerme en unas habitaciones más allá —explicó en un murmullo—así que debemos ser silenciosos —dijo y le sonrió exhibiendo sus caninos. Kasumi se tensó, no era tan inocente como para no entender a qué se refería. Sintió sus mejillas encenderse, lo vio acercarse relajado, vestía una remera de manga larga de color gris oscuro y un pantalón holgado negro. Tal vez era su pijama, aun así le pareció guapo, se obligó a apartar la vista, tragó saliva y habló en un murmuro bajito, tal como él lo había hecho.

—G-Gojou-sensei… yo —no podía creer que le estuviera pasando eso. Él había hablado en serio, estaba allí para acostarse con ella y no era capaz de explicar que todo había sido un malentendido. Relamió su labio inferior, a esas alturas sus palmas le sudaban, las limpió con disimulo en las sábanas, lo oía acercarse, cerró sus ojos y murmuró—es un malentendido, y-yo quería preguntarle por un consejo… no… —¿Confesarse? No pudo decirlo en voz alta y no entendía bien por qué. Quizás en parte se debía a que, en el fondo, él tenía razón y le gustaba. Pero no era suficiente para acostarse con Satoru Gojou, no era de esas chicas que pueden tener relaciones fugaces, en eso no se equivocaba.

—Entonces… —Kasumi suspiró, algo aliviada por decir la verdad, se atrevió a mirarlo, aún avergonzada por la situación, pero reunió el coraje para hacerle frente. Gojou-sensei se detuvo a un pie de la cama, se quitó los lentes negros y la miró. Serio, atento a su respuesta, sus ojos color cielo fijos en ella—¿No te vas a acostar conmigo? —Kasumi no pudo responder.

Se quedó congelada, como en un encantamiento bajo la hermosa mirada de Satoru Gojou. Estaba segura que no había visto ojos más bellos, no se acostumbraba a verlo sin lentes o sin su venda, sabía que se la quitaba cuando peleaba, cuando lo vio con lentes en el juego de baseball pensó que se veía muy apuesto, pero verlo así, directamente a los ojos era diferente.

—¿Me quedo entonces? —le preguntó él al no oír respuesta. Nuevamente ella guardó silencio, y él sonrió divertido. Le encantaba lo que provocaba en el género opuesto, y la dulce joven de Kioto no era la excepción a la regla. Dejó sus lentes sobre el velador de Kasumi y se inclinó a su altura, se acercó hasta quedar a un par de centímetros de su boca y susurró—lo tomaré como un sí.

Entonces la besó. La boca de Kasumi aún sabía a dentífrico, imaginó que la suya a caramelo, pero no era una mala combinación. La pilló desprevenida, la joven se alejó un poco por su intensidad, y aprovechó para subirse a la cama. No soltó sus labios, ella jadeaba entre besos y no podía seguirle el ritmo, todo en ella gritaba inexperiencia, pero no le molestaba. Buscaba follar, no una actriz de películas para adultos.

Kasumi sentía que le robaban el aliento. Cada beso de Gojou-sensei parecía atraparla, como si hubiera caído en su dominio y, como la niña aplicada que era, sabía que sería imposible huir. Pero no quería huir, mientras era devorada por los labios de él, Kasumi no podía pensar en nada más que en lo que estaban haciendo. Por un momento olvidó el miedo y los nervios, simplemente se concentró en aprender a besarlo, a seguirle el ritmo. Era su primera experiencia después de todo.

—Ah… Gojou-sensei —logró decir entre jadeos. Él sonrió contra sus labios, le dio uno, dos, tres besos cortos y se alejó unos milímetros para susurrarle.

—Toda una fantasía ¿No? —volvió a besarla y se coló entre las sábanas. Sus manos fueron rápidas, la derecha se apoderó de su menuda cintura y la pegó a su cuerpo—una aventura con tu sensei. Eres traviesa, Kasumi-chan —dijo su nombre en un tono juguetón.

—N-no, te equivocas —se apresuró en decir, sus mejillas completamente rojas. Sintió su mano recorrer por su cadera y luego pasar a su muslo desnudo, tragó saliva y murmuró—nunca pensé en hacer algo así con usted.

—No te creo —respondió medio sonriendo—quieres que te folle. Tu sensei de 28, y ahora. No te importa cuando, mientras sea yo quien lo haga ¿Verdad?

Kasumi se encogió, si pudiera esconderse dentro del colchón lo habría hecho. Contuvo la respiración, no pudo negar ni reconocer lo que él afirmaba con total seguridad y él tampoco se molestó en esperar por su respuesta. Volvió a besarla, introdujo su lengua esta vez y ella se tensó, entonces la movió lentamente, enseñándole en el proceso.

Satoru Gojou era fuego. Kasumi estaba jugando con fuego y nada bueno saldría de eso. Rompió el beso para respirar, giró hacia el velador, aún no era la 1 de la madrugada. Mordió su labio inferior, iba a voltear cuando sintió sus labios en la curva de su cuello. Cerró los ojos permitiéndose solo sentir, el cosquilleo recorrió desde su pecho, pasando por su vientre hasta humedecer su ropa interior, no había espacio para avergonzarse, aunque era la primera vez que le ocurriría, no tenía tiempo para pensar, él no se lo daba. Se le escapó un gemido, oyó un 'ssh' y cubrió su boca, él continuó besando su piel, enrojeciendo su cuello por tantos besos.

Sentía el calor centrarse en su erección. Quería follarla rápido para ir a su cuarto antes de que alguien se diera cuenta. No es que le incomodara que alguien se enterara, pero creía recordar que estaba prohibido relacionarse así dentro de la escuela, sabía que no le traería mayor problema, pero era preferible evitarlo. Acarició su forma femenina, su mano izquierda se quedó en su pecho, lo envolvió suave al principio, tanteando su textura, pero no era suficiente. Se coló debajo de la tela y volvió a agarrar su pecho, masajeó con entusiasmo, ganándose unos quejidos por parte de la joven y fue el detonante. Ansioso, sacó de su bolsillo una tira de tres preservativos y los arrojó cerca de la almohada, llamando la atención de Kasumi.

Abrió los ojos de par en par apenas vio los sobres metalizados. Tragó saliva, todo el calor que Gojou-sensei había provocado se apagó ante la idea de tener sexo. Era real, estaba por suceder y no estaba lista. Siempre pensó que su primera experiencia sería con algún novio que la quisiera, y hacerlo ahora con el chamán más fuerte, estaba lejos de ser lo que alguna vez imaginó. Lo había conocido hace unos días nada más, la versión de 17 años de Gojou-sensei era un completo desconocido para ella. Incluso el Gojou de su presente, pero al menos ése último lo había visto más veces.

No podía, no se atrevía a avanzar más. Con el vientre pesado, las mejillas sonrojadas y el cuerpo temblando, giró hacia él. Lo vio quitarse la remera, sus ojos azules miraron con atención su cuerpo marcado, el calor volvió. Desvío la mirada, su corazón latiendo a mil por hora, casi lo sentía bombeando en su oído. Él volvió a acercarse, esta vez subiéndose a su menudo cuerpo. Kasumi jadeó al sentir su peso sobre ella, no era incómodo, pero extraño para alguien que no está acostumbrada a la cercanía física.

La sentía tensa, pero no le prestó demasiada importancia. Supuso que era normal por ser él quien la follaría, seguramente estaba nerviosa, no la culpaba. Volvió a besarla, esta vez la joven pudo corresponder a su beso sin tanta dificultad «aprende rápido» pensó. Sus bocas se movían en sincronía, él no tardó en meter su lengua al mismo tiempo que empujaba sus piernas con su rodilla para hacerse espacio entre ellas. No le costó, la joven de Kioto estaba tan concentrada en sus labios que cuando se percató, él ya estaba instalado. Intentó cerrar sus piernas por la invasión, rompió el beso y sin pensarlo demasiado, intentó empujarlo con sus manos sobre sus pectorales.

—Oye, oye —dijo desconcertado—¿Te estás arrepintiendo? —Kasumi contuvo el aliento por unos segundos, el pánico por sentirlo entre sus piernas la hizo temblar, él lo notó y se alejó un poco para verla con atención y darle un poco de espacio para que se calmara.

—Y-yo… nunca he hecho esto —explicó sin dejar de temblar. Él alzó ambas cejas, la miró fijamente, parecía un conejo asustado frente a un zorro que le daría caza, no podía escapar y solo podía temblar esperando por su muerte. Medio sonrió, no le molestaba ser un depredador, pero no le gustaba que estuviera así de asustada. Resopló fastidiado, quizá no conseguiría sexo esa noche y estaba perdiendo su tiempo. Se rascó la cabeza, pensando en cómo calmarla y que no le llevara tanto tiempo. Tomó sus manos con cuidado, entrelazó sus dedos con los de ella, intentando confortarla y sirvió, ella poco a poco dejó de temblar. Se inclinó hacia su rostro y la besó lentamente, ella cerró sus ojos dejándose llevar por la sensación cálida, se apartó unos milímetros y le susurró.

—Eso explica muchas cosas —le sonrió mostrando sus dientes blancos—oye, tienes suerte. El gran Satoru Gojou será el primer hombre en tu vida —Kasumi se avergonzó, desvío la mirada y una mueca decoró sus labios rosados. Satoru alzó ambas cejas al verla, ella realmente era linda, pensó. Su timidez no le irritaba, era fácil lidiar con ella, sin embargo, despertaba en él la necesidad de dominarla un poco. Le gustaba liderar, ser el que tomaba la iniciativa y así siempre tener el control, pero lo que despertó Kasumi en él era diferente. No sabía bien qué era.

—¿No le complica…? No sé bien cómo hacerlo, no tengo experiencia… —dijo y tragó saliva, sentía la garganta seca. Le miró tímida, sonriendo un poco, con las mejillas rojas y las cejas curvadas. Satoru empujó sus manos hacia la cama, ella jadeó débilmente por la sorpresa, atrapándola y la besó en respuesta.

—Tampoco tengo experiencia con vírgenes, seré un poco rudo. Estamos a mano —Kasumi quiso decirle que no era lo mismo, que no había punto de comparación, pero se quedó en blanco.

Él soltó sus manos para tomar el borde de su remera y se la quitó sin mucha dificultad, Kasumi intentó cubrirse el pecho cuando quedó expuesta, pero Satoru fue rápido y volvió a tomar sus manos. Sentía todo el rostro rojo, acalorado, volvió a temblar, no pudo mirarlo a la cara mientras él no dejaba de ver sus pechos desnudos. Pasaron unos segundos en que él se dedicó a mirarla, la inseguridad afloró nuevamente en la joven, tragó con dificultad y lo miró por el rabillo del ojo, volteó por completo cuando se percató de que sonreía.

—¿Qué… pasa? —preguntó en un susurro débil. Él negó sin dejar de mirarla ni sonreír, se acercó a sus labios y los besó hambriento, a esas alturas follarla era una urgencia.

Kasumi no logró seguirle el ritmo esta vez, Satoru se movía con experiencia sobre ella y a los segundos después, sus caderas iniciaron un vaivén lento pero intenso cuando topaba con su intimidad. Ella jadeó al sentirlo, ambos seguían vestidos, él con su pantalón y ella con su calzón, solo la tela la protegía de la erección del chamán más fuerte. Perdió la concentración otra vez, mientras sentía como Gojou-sensei besaba sus labios, para luego volver a su cuello, su atención se iba a sus pelvis. Él la embestía en un ritmo constante, no se atrevió a preguntarle, pero parecía que la fricción le gustaba. Kasumi estaba en modo ausente, un poco tensa ante las sensaciones desconocidas.

Cuando se aburrió de su cuello volvió a sus labios, soltó una de sus manos para agarrarle un seno desnudo, lo masajeó unos segundos sin dejar de besarla. Ella estaba tensa, lo podía sentir y entender hasta cierto punto, pero no le tenía mucha paciencia. Hizo un camino de besos hasta llegar al pecho que acariciaba, sin pensarlo mucho se echó la cúspide a la boca y ella se estremeció. Sonrió triunfal y succionó entusiasta su pezón que no tardó en erizar. Todo ese juego lo tenía ansioso, su erección palpitaba por ese momento, necesitaba buscar un refugio cálido, pero ella no estaba lista aún. Dejó su pezón húmedo y siguió con el otro, sin dejar de moverse, ella fue relajándose minutos después, mientras soltaba jadeos femeninos bastante agradables de oír.

—Toca —pidió casi exigiendo. Ella lo miró confundida, con los labios entreabiertos, las mejillas acaloradas, respirando agitada. La mano que aún sostenía la jaló hasta su pelvis deteniendo el movimiento por un momento. La joven alzó ambas cejas cuando sintió su miembro erecto, quiso apartar la mano, pero no se lo permitió, sostuvo su muñeca y le guío para que acariciara desde la punta hasta la base, Kasumi se estremeció y volvió a temblar bajo su cuerpo. Satoru la besó otra vez, y entre besos le murmuró—¿Estás asustada?

—U-un poco —reconoció con la voz temblorosa. Él sonrió en respuesta y buscó los sobres que dejó junto a la almohada. Kasumi miró nerviosa como cortaba uno de los paquetes, él levantó la vista y le miró fijamente, hechizándola con sus ojos penetrantes, sin dejar de sonreír se inclinó para besarla.

—¿Sabes ponerlo? —le preguntó y ella negó rápido, su flequillo se sacudió por el movimiento—te enseño —dijo y Kasumi le miró con espanto—no me mires así, saber poner un condón suma puntos.

—Pero ¿Y si lo rompo con las uñas? —se excusó nerviosa. Satoru soltó una risita burlesca y negó rápidamente.

—Entonces sabes un poco del tema. Yo te guiaré, y tenemos otros para probar —le dijo restándole importancia al asunto.

Kasumi mordió su labio inferior, vio como Gojou-sensei se apoyaba en sus rodillas y bajaba su pantalón dejándolo a la mitad de sus muslos. Él no parecía avergonzarse por mostrarse desnudo, es más por el contrario, parecía estar orgulloso y lo entendía. La joven apartó la mirada por unos segundos, pero la tentación fue más fuerte y volteó nuevamente para verlo. Realmente parecía perfecto, estaba segura que su cuerpo parecía una escultura griega. Los ojos azules de la joven viraban por su torso trabajado hasta su erección. Tragó saliva, no tenía idea de tamaños, pero no entendía bien cómo eso estaría dentro de ella en unos minutos.

—Ábrelo desde el borde, sácalo con la yema de los dedos y aprietas con cuidado desde la punta —le indicó mientras le entregaba el sobre. Kasumi asintió y lo recibió con la mano temblando.

Relamió su labio inferior, intentó hacer lo que él le había dicho pero sus dedos no obedecían correctamente, temblaba de pies a cabeza, no conseguía concentrarse en su única tarea. Sintió las manos de él sobre sus hombros, la joven le miró esperando ver una sonrisa burlesca, o fastidiado, pero él simplemente la besó al mismo tiempo que acariciaba sus brazos, intentando confortarla.

—¿Quieres que me vaya? —preguntó con calma que no sentía. Si Kasumi le decía que sí, se iría muy frustrado e incluso un poco molesto, pero no le pareció correcto seguir insistiendo si ella no estaba lista. No solía prestar demasiada atención a esas cosas, sus compañeras de turno siempre se mostraron dispuestas, pero en la joven de Kioto veía mucha duda.

Kasumi lo miró a los ojos, pensó rápido en los pro y contras de acostarse con él, y a pesar de que encontró muchas desventajas, se quedó con un único argumento en mente: una oportunidad así no la volvería a tener. Tragó saliva y se inclinó para besarlo, él alzó las cejas, sorprendido por unos segundos, para terminar sonriendo contra sus labios. Se besaron por unos minutos, ella le quitó el borde del sobre mientras y sacó con cuidado el preservativo. Frunció el ceño, un poco asqueada por la textura aceitosa del látex. Él se apartó un poco y le murmuró sin dejar de sonreír.

—Sin soltar la punta, ponlo en mi pene y vas deslizando el resto, no sueltes la punta en ningún momento —reiteró. Kasumi asintió obediente y Satoru medio sonrió satisfecho. Vio en silencio como la joven reunía ánimos para hacer lo que él le había dicho, alzó ambas cejas cuando la joven le puso el preservativo, si bien seguía nerviosa y temblando un poco, la vio más decidida. —Excelente, tienes talento, Kasumi-chan —no le pareció un buen halago, pero sonrió de todos modos. Contuvo la respiración por unos segundos cuando él la empujó suavemente a la cama—saquemos esto —dijo juguetón, casi cantando. Kasumi apretó los dedos en las sábanas y levantó las caderas cuando él tomó los bordes de su ropa interior, y aunque estaba avergonzada, dejó que él le bajara la tela—lo frotaré un poco —le avisó abriéndose paso de inmediato entre sus piernas, estando ambos desnudos.

Kasumi asintió, aunque tenía miedo y estaba temblando otra vez, no se tensó cuando él comenzó a moverse, al contrario, intentó captar cada sensación nueva que Gojou-sensei le estaba provocando. Jadeó a los minutos, cuando el calor poco a poco fue ganando terreno, recorriendo cada centímetro de su menudo cuerpo. Kasumi rodeó su cuello con ambos brazos y lo atrajo hacia ella, y Satoru le dio en el gusto complacido.

Sintió como sus pectorales aplastaban los suaves pechos de Kasumi, asaltó su boca nuevamente y continuó moviendo las caderas, los pliegues cálidos de su intimidad lo invitaban a refugiarse, y estaba impaciente por hacerlo, pero era muy pronto para ella. Aceleró sus embestidas, y ella soltó sus labios para poder gemir, Satoru sonrió orgulloso, pero se apresuró en cubrir su boca con su mano izquierda. Ella le miró apenada y aquella escena le excitó todavía más.

—No tan alto —le recordó y la besó para comerse sus jadeos, alimentando su ego todavía más.

Ella tembló bajo su cuerpo, sintió todo su cuerpo estremecerse en una ola que recorrió desde su intimidad hasta su pecho, la electricidad que le sacudió nunca la había sentido antes, le faltó el aire para expresar aquella sensación, un ahogo reprimió su gemido al mismo tiempo que enterraba sus uñas en los hombros de su compañero. Levantó su pecho y arqueó su espalda al mismo tiempo que su cuerpo se tensaba intentando prolongar aquella sensación, podía distinguir como el placer empezaba en su intimidad y se distribuía por todo su cuerpo, sacudiéndola para finalmente soltar un profundo suspiro, se desplomó en la cama sintiendo su cuerpo entero adormecido, su pecho subía y bajaba intentando contener su respiración agitada. Sentía el calor dominar cada centímetro de su piel, pero no le molestaba.

Era el momento, ella había tenido su clímax, era su turno ahora, su corazón latió deprisa por pura ansiedad de follarla. Con su mano derecha guío su erección cuando ella todavía se estremecía de placer, colocó la punta y empujó suave pero seguro. Casi al instante Kasumi se tensó e intentó empujarlo, él detuvo su invasión y se rio por su reacción, sin romper su avance, la besó buscando distraerla un poco, pero no sirvió de mucho. La joven ya estaba alerta, y aunque su orgasmo había servido para lubricar, el miedo nuevamente la tensó.

—Déjame follarte —le susurró para luego besarla y empujar un poco más.

—Me duele —explicó con las mejillas acaloradas. Aún no se recuperaba de lo bien que se había sentido por los movimientos de cadera del chamán, llegó a pensar que cuando la penetrara no sería tan terrible, pero se había equivocado. Le ardía, no había espacio para más de él en su interior, estaba segura—¿Puede… sacarlo?

—Oye, oye —se quejó haciendo una mueca—¿De verdad me pides ahora que pare? Te pregunté varias veces —murmuró haciendo un puchero. Sacó sus manos de su cuello y entrelazó sus dedos con los de ella bajo su atenta mirada, las volvió a dejar sobre la cama, abrazándola contra su cuerpo, para evitar que lo empujara otra vez—si no quieres seguir, lo entiendo. —Dijo y le sonrió, se acercó a sus labios otra vez y la besó lentamente, buscando relajarla. Metió su lengua segundos después y ella lo recibió sin protestas—¡Qué cruel, Kasumi-chan! Me pides que pare y me besas así… —dijo cuándo se alejó unos milímetros para verla.

—Es que me duele —insistió. La joven mordió su labio inferior, él se dedicó a contemplarla por unos segundos y luego la volvió a besar. Movieron sus bocas con entusiasmo, a esas alturas a Kasumi ya le había pillado el truco. Frunció el ceño cuando sintió que él volvió a empujar—despacio… por favor.

Y él sonrió contra sus labios. Tenía el permiso, sin soltar su boca ni sus manos, empujó más, ella se tensó y ya previniendo otra interrupción, terminó de entrar abriéndose paso en su interior. Ella se quejó contra su boca, pero no le prestó atención, se dedicó a besarla, movía sus labios con desesperación, quería moverse, el calor que envolvía su erección se le hacía insoportable, necesitaba aliviar aquella sensación tan familiar. Kasumi apretaba sin darse cuenta y eso solo servía para desesperarlo. Supo allí, que el evento no duraría mucho. La inexperiencia de la joven lo excitaba, además, saber que lo deseaba incluso siendo mayor que ella en su presente le gustaba.

Se sentía raro, estaba llena de él y dolía, pero Gojou-sensei le transmitía cierta calma con sus besos, y verlo tan ensimismado por estar con ella le provocaba cierta satisfacción. Satoru Gojou la deseaba, en ese momento al menos, él quería follarla y nada podía impedirlo, no había ninguna norma moral que impidiera que dos jóvenes despertaran sus hormonas y experimentaran. Así que resistió, había recibido heridas más dolorosas que ser penetrada por el hechicero. Apretó sus manos cuando él comenzó a moverse, como ella no se quejó no tardó en acelerar la velocidad, se alejó de su boca para poder respirar mejor mientras se esforzaba en follarla, y ella quedó libre para quejarse por cada embestida.

El aliento se le escapaba por cada movimiento, usó toda su concentración en llegar al clímax, a esas alturas comenzó a moverse más fuerte y rápido, ganándose gemidos más altos por parte de su compañera, no tardó en soltar una de sus manos y cubrir la boca de Kasumi y con ello, siguió moviéndose en completa libertad. Ella lo miraba afligida, seguramente le dolía, pero no pudo controlarse más. Incluso con su mano silenciando sus quejidos, podía oírla, frunció el ceño, la situación estaba saliéndose de control, pero le gustaba la sensación abrasadora que le recorría por el cuerpo. Era el único momento que permitía dejarse llevar, al menos por ahora, aún no lograba controlar todas sus reacciones corporales, pero estaba bien, se dijo, pues le recordaba que después de todo, solo era un hombre y en esos momentos no le molestaba reconocerlo.

El interior de Kasumi parecía perfecto. Lograba moverse sin problemas, aunque estuviera tan estrecha, desde su ángulo podía ver cómo sus senos se movían al ritmo de sus embestidas, sacó su lengua por la comisura de su boca y empujó más fuerte, hasta que el cosquilleo recorrió por todo su cuerpo, miró hacia el techo, sintiendo como su miembro se sacudía en su interior liberando parte de él, que, si no hubiera sido por el látex, habría dejado allí y la idea no le pareció tan mala. Frunció el ceño sin dejar de sonreír ¿Qué idea estúpida había sido esa? Jadeó profundamente, su pecho subía y bajaba y su cuerpo aún tiraba por el placer. Apartó la mano de la boca de Kasumi y rompió la unión de la otra, las llevó ambas hasta su cabeza, sacudiendo su cabello. Bajó la vista hasta la joven, ella parecía un ciervo alumbrado por un foco de un vehículo.

—Lo hiciste bien —dijo sin dejar de reír. Se inclinó y la besó, ella correspondió lentamente, la sentía temblar debajo suyo—¿Quieres que lo saque? —preguntó juguetón, pensando en follar otra vez.

—Por favor —murmuró algo ida. Satoru frunció el ceño, él había quedado satisfecho y alegre, pero la joven de Kioto parecía sombría.

—¿No te gustó? —quiso saber, aún sin salir de su interior. Su ego necesitaba la respuesta, ella lo miró con los ojos brillantes y las cejas curvadas.

—Le dije que me dolía y fue brusco igual —dijo con un nudo en la garganta. Satoru alzó ambas cejas, pero luego frunció el ceño, indignado con su reproche.

—Quizás esto fue mala idea después de todo —dijo fastidiado, se alejó un poco y con cuidado de no dejar el preservativo dentro, salió rápidamente—te iba a doler de cualquier forma —dijo encogiéndose de hombros, restándole importancia. Y Kasumi quedó perpleja.

Lo vio quitarse el condón, hacer un nudo y guardarlo en el mismo sobre. Una idea se instaló en su mente, si hubiera sido el Gojou de su presente ¿habría sido así de egoísta? No, se respondió apenas se preguntó. El hechicero que ella admiraba era un hombre diferente al adolescente que tenía sentado en el borde de la cama. No se había acostado con el hombre que le hacía suspirar, había entregado su primera vez a un chico que no la quería, que solo la había usado para tener sexo fácil, que se había aprovechado de lo que ella sentía por él, por el Satoru Gojou que le gustaba. El chico que tenía en frente era como cualquier otro, que solo pensaba en sí mismo, que no tenía consideración con los demás, que buscaba su propio beneficio, que podía pisar a quien fuera si eso le daría un poco de placer. Se sentía usada y pisoteada por él, mientras se repetía su respuesta, bastante desconsiderada de su parte, se dio cuenta que a pesar de lo que le había dicho, a él no le importaba. Definitivamente aquel chico solo se parecía físicamente a Satoru Gojou, su sonrisa no era cálida, su actitud no era divertida y estaba segura, aunque no lo conociera bien, que el hechicero más fuerte no era así de egoísta, que no se aprovecharía de una chica enamoradiza como ella. Quiso imaginar un escenario en el que se animaba para decirle lo que sentía y que él la rechazaba por ser menor, y aun así no dolía porque era lo que esperaba de él, hubiera preferido mil veces ese escenario que el que estaba experimentando ahora.

Él se vistió rápido, parecía querer huir de sus reproches, entonces la indignación aumentó. Él estaba molesto por sus recriminaciones y no los entendía, en ningún momento hacía el intento de empatizar, aunque sea un poco con ella, entendió entonces que aquel adolescente, era simplemente un chico arrogante y egoísta, que no merecía su admiración ni respeto, él no era Gojou-sensei. Se cubrió con la sábana, frunció el ceño y le dijo sin miedo, molesta y sobre todo, indignada.

—¿Ni siquiera se va a disculpar? —Satoru no alcanzó a ponerse la remera y giró hacia ella, alzando una ceja y sin su sonrisa habitual.

—No te obligué —se defendió rápidamente—querías que te cogiera, ahora no te hagas la ofendida. Pero tranquila, no cometo un error dos veces. No volveré a esta habitación —dijo y le sonrió, le hizo un gesto de amor y paz con tres dedos a modo de despedida y prefirió terminar de vestirse en el pasillo. Iba a tomar sus lentes cuando la voz de Kasumi lo detuvo.

—Tampoco cometo un error dos veces —dijo mirándolo molesta, Satoru le observó serio, atento a lo que él llamaba reclamos femeninos cargados de despecho—y si, tiene razón. Quería esto, pero con Gojou-sensei. Tú… no te pareces en nada a él. —Satoru tomó sus lentes, sonrió y le dijo con burla.

—Acuéstate con él entonces —dijo con ironía—ah, cierto ¡No puedes! —soltó una carcajada y se alejó, abrió la puerta y salió rápidamente.

Kasumi quedó estática en la cama, con las mejillas rojas de vergüenza y rabia. Respiraba agitada, no sabía si estaba más molesta con él o con ella misma. Soltó un profundo suspiro, lo hecho, hecho estaba, lo mejor era intentar dormir. Apartó las cobijas para ir al baño, pero sus ojos quedaron clavados en un par de manchas rojas en las sábanas.

—Estúpida.

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N/A: En defensa de Satoru adolescente, es eso, un adolescente que le falta mucho por saber y experimentar. Intenté darle un enfoque un poquito realista al momento, digo, las primeras experiencias la mayoría de veces suelen ser un fiasco para las mujeres, no sabemos lo que nos gusta como para decirle al compañero de turno y así el momento sea placentero para ambos, Satoru pecó de egoísta y arrogante, y eso tendrá consecuencias obvio hahaha, quiero decir, Kasumi entendió que el adolescente con el que comparte no es el mismo hombre que ella admira tanto. Satoru la supo hacer igual hahaha, Kasumi no llevaba ni una semana allí y ya se la sirvió xDDD

Bueno, disculpen las palabras revueltas y decepcionarlas por la primera vez de este par, pero era necesario para lo que se viene. Gracias por sus comentarios y nos estamos leyendo!