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Capítulo 8
Deseo
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Kasumi sintió una presión difícil de explicar en su pecho cuando se detuvieron frente al psiquiátrico de Kioto. No se debía a que el edificio estuviera cargado de energía maldita, al contrario, no había ningún rastro. Sin embargo, su pecho no dejaba de oprimirse mientras miraba el recinto, recordando a Kamo-san, Momo y su derrota. Tragó saliva, iba a apretar la empuñadura de su espada, y al no encontrarla volteó rápido hacia su cadera, frunció el ceño cuando recordó que su espada la tenía la maldición que manipulaba Suguru-san.
Suspiró, una corriente de aire le sacudió el cabello y la falda, pero no se molestó en cubrirse. Su melena se sacudía libre, no le molestaba y tampoco que su falda mostrara sus piernas. No estaba acostumbrada a usar esos vestuarios, pero no tenía tiempo para preocuparse por tonterías cuando estaba haciéndole frente a su debilidad, además sus pantimedias la protegían.
― ¿Y bien? ―la voz de Gojou la distrajo― ¿nos quedaremos mirando el hospital todo el día? ―Kasumi se alejó un poco cuando el chamán se inclinó a su altura, encorvándose para poder quedar frente a frente.
―N-no ―dijo meciendo su cabello―pero ¿cómo entraremos?
―Uhm ―Suguru se cruzó de brazos y miró el lugar, parecía un recinto de salud mental como cualquier otro. No había guardias afuera, pero imaginó que en el interior sí.
―Eso déjamelo a mí ―dijo Satoru al mismo tiempo que se bajaba las gafas y le guiñaba un ojo y sonreía soberbio― ¡andando! Aun debo ir a comprar un celular nuevo.
―Si no lo hubieras quebrado a propósito no tendrías que comprar uno nuevo ―le acusó Suguru, caminando cerca metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.
― ¿Lo rompió a propósito? ―preguntó Kasumi frunciendo el ceño― ¿por qué haría algo así?
―Estaba leyendo hentai ―dijo Suguru volteando hacia ella medio sonriendo. La joven lo miró confundida y la sonrisa del chico se amplió―manga para adultos ―explicó rápido cuando vio a Satoru voltear hacia ellos mirándolos con espanto.
― ¡Es mentira! ―gritó empujándolo― ¡deja de ponerme mal frente a Kasumi-chan! ―su respiración se aceleró un poco, ni siquiera cuando se enfrentaba a maldiciones se alteraba así. Volteó hacia la joven que parecía inexpresiva―es mentira ―insistió.
―No debió romper su celular por algo así ¿ahora dónde verá… hentai? ―la risa de Suguru estalló tan fuerte que la hizo brincar, Satoru enrojeció y no sabía si se debía a la burla de su amigo o por su pregunta, pensó en disculparse, pero antes decir algo más, Satoru se lanzó hacia su amigo a golpearlo. ― ¡Deténganse! ―exclamó asustada al ver como el chamán más fuerte le tiraba el cabello a Suguru, y éste le apretaba la mejilla estirándosela.
―Él empezó ―habló con dificultad, había desactivado su vació infinito para luchar en igualdad de condiciones― ¡dile que es mentira!
― ¿Desde cuándo te preocupa tanto que sepan que eres adicto al porno, Satoru? ―Satoru frunció el ceño, con las mejillas tan rojas como si hubiera corrido una maratón y tiró más fuerte el flequillo de su amigo― ¡Oye!
―Por favor basta ―suspiró Kasumi― ¡lo arruinarán todo! ―exclamó apretando sus manos en puños― ¿a qué querían venir? ―Satoru soltó el cabello de Suguru cuando le oyó y se alejó apenas su amigo soltó su mejilla, se la sobó silencioso mientras la miraba expectante.
―Lo sentimos, Kasumi-chan ―habló Suguru mientras se arreglaba el pelo―eran bromas, Satoru está algo sensible.
―Deja de fastidiar ―respondió Satoru entre dientes―pero es verdad ―dijo mirando las puntas de sus zapatos― ¡lo de que lo sentimos! No que soy adicto al porno… aunque no te interese saberlo ―susurró lo último cuando la vio alzar una ceja.
―Si no pueden comportarse, mejor váyanse a comprar el celular de Gojou-kun, yo me las arreglaré para entrar ―dijo seria y continuó caminando hacia la entrada del edificio.
―Ya no eres Gojou-sensei ―dijo Suguru mirándolo por el rabillo del ojo―ya se dio cuenta que eres… tú. ―Se encogió de hombros y le miró con burla, pero su sonrisa se borró cuando vio el semblante de su amigo.
Satoru no le respondió. Resopló y metió las manos en sus bolsillos, silencioso caminó detrás de la joven, pensando en lo diferente que lucía Kasumi cuando no actuaba como una fan, y en que Suguru tenía razón, ella ya sabía que tenía pésima personalidad y sería difícil hacerla cambiar de opinión, pero no imposible. Con eso en mente, trotó unos segundos para poder alcanzarla y caminar a su lado.
Se quedaron de pie cerca de la escalinata, ambos chicos mirando a la joven, esperando alguna indicación e incluso ordenes, estaban a la disposición de Kasumi. No querían que los corriera de nuevo de la misión de investigación, pretendían perder el mayor tiempo posible, así Yaga-sensei no los fastidiaba tan pronto.
―… ¿Entonces? ―se atrevió a preguntar Suguru― ¿rodeamos el edificio?
― ¡Simplemente entremos! ―habló Satoru―déjenmelo a mí, síganme ―habló convencido.
Kasumi miró a Suguru, sus ojos azules miraron dudosa al joven hechicero, buscando alguna opinión o sugerencia. Él se encogió de hombros y miró hacia Satoru, le hizo una seña con la barbilla para que lo siguieran.
―Descuida, es confiable, aunque no lo parezca ―le susurró cuando se animó a seguirle.
Kasumi agachó la mirada, no pudo decirle que pensaba lo mismo. Ella sabía lo confiable que era Gojou-sensei, era el chamán más fuerte y toda la sociedad de hechiceros dependía de él. Había jóvenes que le debían la vida, de él dependía que ellos estuvieran a salvo por postergar sus sentencias de muerte y jamás permitiría que algo les pasara. Gojou-kun seguía siendo Gojou, claro que sería igual de confiable como compañero chamán, no podía juzgarlo por lo que habían hecho la noche anterior. Además, ella había estado de acuerdo y debía hacer caso de sus propias palabras, olvidar lo que había pasado y quedarse con lo importante. Satoru Gojou seguía siendo Satoru Gojou, y él la ayudaría como a cualquier otra persona.
Contuvo el suspiro y se animó a caminar detrás de Suguru. Apenas entraron a la recepción notaron que no había guardias, había unos sillones y sillas junto a una mesa de centro, algunas revistas esparramadas en la superficie, la televisión estaba encendida, pero a volumen moderado. Kasumi tragó saliva, recordaba perfectamente cómo se veía el interior del edificio en su época, y lo que estaba viendo ahora era tan diferente, parecían dos lugares completamente distintos.
―Buenas tardes ―volteó hacia Gojou-kun al escucharlo, el joven estaba apoyado en el mesón mientras le sonreía coqueto a una enfermera―vine a ver a mi abuelo.
―B-buenas tardes ―le sonrió la joven―me temo que no es horario de visita ―Kasumi frunció el ceño, un poco inquieta, pensando en sus opciones. Miró a Suguru por unos segundos al verlo observar hacia todos lados, y sin darse cuenta le imitó, pero no encontró nada llamativo.
―Oh ―volvió a mirar a Gojou-kun, tragó saliva cuando le vio quitarse las gafas e inclinarse un poco hacia la mujer, que al igual que ella, se ruborizó al verlo. Kasumi frunció el ceño nuevamente, y no sabía si se debía a que no aprobaba los métodos del chamán porque eran inapropiados o porque estaba celosa.
No podía negarlo, era difícil ver como Satoru Gojou le coqueteaba a una mujer mayor y que encima, la mujer se viera afectada por los encantos del adolescente. Relamió su labio inferior y cambió su peso de pie, sin saber qué decir o hacer, se acercó al escritorio para ver de cerca. Vio como la mujer le sonreía nerviosa al mismo tiempo que inclinaba su poco pecho hacia delante, como si quisiera mostrárselo a Gojou y Kasumi frunció el ceño, carraspeó su garganta para hacerse notar. Satoru volteó hacia ella sin dejar de sonreír, y la joven se preguntó cómo era posible que se avergonzara por los comentarios que hacía Suguru-san cuando lo que estaba haciendo era peor.
―Buenas tardes ¿Cuál es el horario de visita? ―preguntó apoyándose en el mesón.
―En un par de horas ―respondió la mujer mirando el reloj de su pulsera― ¿a quién vienen a visitar? ―preguntó mirando a Satoru y el joven se rio nervioso.
Kasumi miró a Suguru, y éste a Satoru, la enfermera miró a los tres jóvenes y frunció el ceño, volvió a centrarse en Gojou y se inclinó hacia delante, mirándolo con sospecha.
―No tienes ningún pariente aquí ―y Satoru se tensó―no hay nadie parecido a ti ¿qué quieren? ―dijo ruborizándose, quizás avergonzada por caer en la mentira de un adolescente.
―Disculpe a mi amigo ―habló Suguru caminando hacia ellos mientras le sonreía amable, llamando la atención de la enfermera―la verdad es que estamos haciendo un trabajo del colegio, investigamos sobre algunas enfermedades mentales y queríamos ver cómo funciona un psiquiátrico para detallarlo en nuestro informe. ―Kasumi y Satoru lo miraron con asombro y admiración al mismo tiempo.
Kasumi sonrió optimista, la mentira de Suguru-san se oyó creíble y lo mejor era que la mujer se vio igual de interesada que con Gojou-kun, y no la culpaba. Si no estuviera interesada en Gojou-sensei, también se habría visto afectada por los encantos del usuario de maldiciones. Era bastante atractivo, pero lo que hacía más interesante a Suguru-san era su caballerosidad y amabilidad innata, él no se esforzaba en ser una persona agradable, esa era su naturaleza.
―L-lo siento ―dijo la enfermera―no puedo dejarles pasar sin autorización del director del hospital, si gustan puedo consultárselo y les tengo una respuesta la próxima semana. ―Dijo sonriéndoles a ambos muchachos, ignorando a Kasumi.
―La próxima semana ―repitió Kasumi, pensando en sus opciones. No sabía si tendría tiempo libre, y quería irse lo antes posible a su época, no podía seguir con la incertidumbre de no saber qué estaba pasando con sus hermanos. Suspiró, sabía que, aunque pasara una semana, no podría irse tan pronto hasta que no apareciera la maldición.
―Oye… tú estuviste el otro día aquí ―dijo la mujer mirando a la joven otra vez, ahora poniéndole real atención― ¿estás bien?
―S-sí ―dijo riendo nerviosa―volveremos otro día, muchas gracias ―murmuró reverenciándola, giró sobre su talón y no esperó a sus compañeritos para salir del edificio.
Soltó un profundo suspiro estando afuera. Oyó los pasos de los chicos siguiéndola silenciosos, y sin decir nada, corrió hacia el costado derecho del edificio, escondiéndose apoyada en la muralla. Ambos jóvenes caminaron a paso lento hacia ella, Kasumi se agachó afirmándose la falda y se quedó mirando el suelo, pensando. Sus labios se arrugaron en un puchero sin darse cuenta, mientras pensaba en sus opciones, nada se le ocurrió.
―Vamos a comprar ―oyó decir a Gojou-kun. Frunció el ceño, pero no dijo nada, sintió una mano sobre su cabeza, y levantó la vista encontrándose con Gojou que la miraba hacia abajo―arriba el ánimo, ya se nos ocurrirá algo ―dijo y le acarició la cabeza como si fuera un perro, dándole palmaditas suaves.
―Quizás cuando nos dejen entrar ―murmuró sin mirarlo―o peor, quizás cuando se forme la maldición. No hay señales de su energía maldita.
―No estaría tan seguro ―comentó Suguru―aún no se forma, pero hay algo raro con este edificio… no sabría decir qué, supongo es solo intuición ―dijo encogiéndose de hombros―claro, eso no es nada seguro.
―Necesito entrar a revisar… ―murmuró y volvió a suspirar―regresen al colegio, me quedaré.
― ¿Qué? ―iba a voltear hacia Gojou cuando le escuchó, pero él se agachó a su altura y le frunció el ceño―estás loca, no puedes quedarse sola acá.
―Estoy de acuerdo con Satoru ―dijo Suguru agachándose también―no puedes quedarte sola.
―Pero es el momento ―murmuró mirándolo a los ojos―quizás cuando pueda volver… Con las misiones y el colegio, será difícil.
―Entonces quedémonos los tres ―dijo Satoru, sonriéndole optimista― ¿qué piensas hacer?
―Eh… ―se ruborizó y miró hacia el cielo, para evitar verlos a la cara―había pensado colarme de noche… ―susurró no muy convencida con su plan―sé que es una locura, pero es lo único que se me ocurrió.
―Y pensabas hacerlo sola ―dijo acusador Suguru, suspiró derrotado y se reincorporó con las manos en los bolsillos―nos meteremos en problemas si no llegamos a la hora al colegio.
―Entonces apaga el celular ―respondió Satoru sonriéndole con malicia―yo ya estoy incomunicado ―se encogió de hombros y volteó hacia Kasumi―si Suguru prefiere irse, yo me quedo contigo ―y le medio sonrió malicioso―esto suena divertido.
―N-no es necesario, creo que deberían irse ―dijo sonrojada, mirando su sonrisa con sospecha―estaré bien, solo déjame mi espada por si acaso ―habló mirando hacia arriba para observar a Suguru.
―No ―dijo tajante―si te vas a quedar de todas formas, nos quedamos. Nos meteremos en problemas con Yaga-sensei, pero no te dejaré sola con Satoru ―y le sonrió. Sacó su mano derecha de su bolsillo y se la extendió.
― ¡Oye, oye! ―se quejó Satoru, mirándolo con el ceño fruncido―hablas de mí como si fuera poco confiable, no te necesitamos, puedo quedarme solo con ella.
―No te dejaré con este psicópata, tranquila ―le sonrió Suguru, ignorando las quejas a propósito de su amigo. Kasumi sonrió y tomó su mano, sintió como el joven la jalaba hacia arriba ayudándola a ponerse de pie.
―Gracias ―dijo con un tono rosa suave en sus mejillas, volteó hacia Gojou y le sonrió con timidez―a los dos.
―Descuida ―respondió Satoru al mismo tiempo que rodeaba sus hombros con su brazo izquierdo, acercándola hacia su torso. Se le escapó un jadeo por la sorpresa y le miró sonrojada―ahora vamos a comer y me ayudan a elegir un nuevo celular ―Suguru sonrió y se adelantó, pero Kasumi se quedó quieta en su sitio, esperando que Gojou avanzara.
Él lo hizo, pero sin quitar su brazo. Rápidamente, ambos se dieron cuenta que su extremidad era bastante larga para el cuerpo de Kasumi, la mano del joven pasó a tocar su pecho y ambos se quedaron viendo. La joven se tensó, al mismo tiempo que el rosado de sus mejillas cambiaba a un rojo intenso, iba a alejarse cuando la palma de Satoru volvió a tocar su pecho, esta vez intencionalmente, ahuecándolo con disimulo. El rojo de sus mejillas se esparció por todo su rostro, contuvo la respiración para no soltar un chillido y antes de siquiera pensarlo, lo empujó con ambas manos. No pudo alejarlo demasiado, pero él entendió el mensaje y riéndose, soltó sus hombros.
―No me lavaré esta mano ―bromeó mirándola con burla.
―Pervertido ―le dijo con el ceño fruncido y fue su turno de tensarse y mirarla sorprendido. Vio mudo como la joven corrió para refugiarse en la compañía de su amigo. Parpadeó un par de veces y sonrió, su situación con Kasumi empezaba a divertirlo más de lo que esperaba.
(…)
Kasumi levantó la vista cuando vio a Suguru regresar. Estaban escondidos detrás del edificio, que había cerrado las puertas hace al menos tres horas. El hechicero se acercó sigiloso hacia ambos, el único ruido que se oía a esa hora del anochecer era la boca de Satoru que chupeteaba una paleta.
―Encontré una ventana sin seguro en el primer piso ―informó sonriendo―esperemos un poco más para entrar.
―Perderemos el tren a Tokio ―murmuró Kasumi― ¿deberíamos irnos? ―preguntó insegura.
―Nos quedamos en algún hostal ―dijo Satoru restándole importancia―ya no llegamos a la hora al colegio, un problema más, uno menos. Da igual ―Kasumi le miró insegura y volteó haca Suguru, esperando por su opinión.
―Le avisaré a Yaga-sensei ―respondió serio―ya nos metimos en problemas, pero creo que si le aviso al menos estará un poco más tranquilo.
―Bueno ―dijo Satoru blanqueando los ojos― ¿quieres? ―Kasumi parpadeó confundida cuando lo vio sacar otro caramelo de su bolsillo, la joven pensó unos segundos y terminó recibiéndolo.
―Gracias ―murmuró, no tenía mucho ánimo de comer dulces, pero le ayudaría a calmar la ansiedad.
Era una locura, por primera vez en su vida haría una estupidez como esa de infiltrarse en un edificio durante la noche y se sentía nerviosa. Al menos no estaba sola, miró de soslayo a sus compañeros y sonrió, ahora se arrepentía de haberles dicho que se fueran, estaría vuelta un manojo de nervios si se hubiera quedado sola. La tarde había pasado más rápido de lo normal, Gojou-kun los hizo recorrer muchos centros comerciales hasta decidir qué celular comprar. Ahora lo tenía en su bolsillo, había guardado las bolsas en un casillero de la estación de Kioto.
Estaba cansada, habían recorrido mucho, más que la vez que fueron por el cargador de su celular y por mangas. Se sintió un poco incómoda cuando vio a Gojou-kun pagando por sus almuerzos y por cada cosa que se le ocurrió comer en el camino. Solo pudo aceptar un helado después del almuerzo, pero Suguru y Gojou continuaron comiendo cada cosa que encontraban en el camino.
―Tengo hambre ―habló Satoru sentándose en el suelo a su lado, Kasumi le sacó el envoltorio a su paleta y se la echó a la boca.
―Dame una ―dijo Suguru sentándose al lado de Satoru. El joven sacó de su bolsillo otro caramelo y se lo entregó. Mientras buscaba el contacto de Yaga-sensei, le quitó el plástico y se lo echó a la boca. ―Bien, llegó la hora ―dijo en un tono fúnebre y marcó el número. ―Y-Yaga-sensei ―habló casi al instante en que marcó el número, como si el director hubiera estado esperando su llamada.
Kasumi tragó saliva y miró a Gojou, mordiéndose el labio, nerviosa. Pero sus nervios cambiaron a espanto cuando sintió la mano del hechicero más fuerte posarse en su muslo. Le frunció el ceño, pero el joven fingía mirar a Suguru, atento a la plática. Tragó saliva e intentó empujar su mano, pero no pudo acercársele. Miró sorprendida la situación, tardó unos segundos en comprender lo que pasaba. El gran Satoru Gojou estaba utilizando su infinito para que no pudiera empujar su mano de su muslo, y lejos de enojarse, no pudo hacer otra cosa que mirar fascinada como sus dedos no lograban tocar el dorso de su mano.
―S-sí, estamos juntos ―Kasumi levantó la vista hacia Suguru al oírlo, tragó saliva al verlo nervioso por primera vez―es que queríamos investigar el hospital psiquiátrico… s-sí, lo sé ―asintió como si lo tuviera en frente―es que se le rompió… ahora compró otro ―dijo y miró de soslayo a Satoru. La joven se tensó cuando sus afilados ojos negros se posaron en ella, pero Gojou-kun fue más rápido y metió su mano en el bolsillo de su pantalón, y Suguru volvió a mirar hacia el frente―lo siento… pero nos iremos a primera hora. B-bueno, lo siento ―no lograba escuchar con claridad lo que el director le estaba diciendo, pero podía oír su voz alterada.
Suguru suspiró cuando la llamada terminó y volteó a verlos. Satoru seguía relajado, mientras que la joven lo miraba afligida.
―Estamos castigados ―dijo serio―no podremos salir en dos fines de semanas a ver a nuestras familias ―Satoru se encogió de hombros y se quitó el dulce de la boca―tampoco a comprar. Si necesitamos algo, tenemos que encargarlo a los asistentes… solo saldremos a misiones.
― ¡Oye, oye! ―se quejó volteando a verlo― ¡eso es tiranía!
―Lo siento ―murmuró Kasumi―si no hubiera insistido en quedarnos… ―la culpa le apretó el pecho, levantó la vista hacia ambos y los reverenció avergonzada―lo siento.
―Descuida ―dijo Satoru―esto será divertido ―celebró echándose el dulce a la boca mientras miraba hacia el cielo y sonrió.
―No te sientas culpable, fue nuestra decisión quedarnos ―le sonrió Suguru―ahora esperemos un poco antes de entrar.
Alrededor de dos horas después, los tres jóvenes rodearon el edificio y encontraron la ventana de la que Suguru había hablado. El primero en entrar fue Satoru, le siguió Suguru, Kasumi se apoyó en el marco con ambas manos y se impulsó hacia arriba imitándolos, pero antes de poder subir una pierna, las manos de Satoru la agarraron de la cintura y la jaló hacia el interior. Al estar las luces apagadas, ninguno pudo ver su rostro sonrojado. No dejaba de pensar en lo fácil que era para el chamán más fuerte tomarla, se imaginó en los brazos de Gojou-sensei y el calor le dominó cada centímetro de su cuerpo.
―Tengo una linterna en el llavero ―susurró Suguru―quiero ir al recibidor, algo me incomoda allí ―Kasumi asintió y le siguió de cerca.
Los tres iban silenciosos, dando pisadas suaves, midiendo cada paso que daban. Todo el edificio estaba a oscuras y en completa calma. Si había guardias, no estaban haciendo bien su trabajo. Llegaron a la entrada del hospital sin complicaciones, cada uno fue revisando el lugar a su ritmo. Kasumi caminó hacia un estante grande que contenía diferentes libros, pero sus ojos se quedaron fijos en un reloj de bolsillo dorado que decoraba la repisa junto a otras figuras. Sintió su pulso acelerarse, relamió su labio inferior y fue hacia Suguru, sin decirle nada le tomó la mano y cuando Satoru notó la situación, se acercó con el ceño fruncido a mirar lo que pasaba, entonces ella tomó su mano también y los guío al mueble.
―Este reloj tenía la maldición ―les susurró cuando llegaron frente al estante―lo hizo girar y me mostró las manijas, luego me atacó y desperté aquí ―murmuró sin soltar sus manos.
―Tiene rastros de energía maldita ―murmuró Satoru bajándose los lentes―pero es muy débil… falta mucho para que se forme algo aquí, Kasumi-chan.
―Vámonos de aquí ―dijo sin dejar de mirar el reloj. Suguru soltó su mano y le acarició la cabeza, la joven volteó hacia él sorprendida.
―Tranquila, todo se resolverá ―Kasumi sonrió en respuesta, iba a hablar cuando sintió la mano de Satoru apretar la suya, volteó hacia él, quien sonreía confiado.
―Al menos ya sabes de dónde se origina y que es real ―sacudió su mano para hacer énfasis a sus palabras y se acomodó los lentes―solo debemos vigilar la situación. Ahora vamos a buscar hospedaje y una cena caliente, muero de hambre.
―Gracias, los dos han sido muy amables ―dijo Kasumi, mirando las puntas de sus zapatos.
―Descuida, somos compañeros ahora ―habló Suguru―vamos antes que Satoru haga un berrinche, ya ha dicho dos veces que tiene hambre.
―No soy un crío para hacer escándalo porque tengo hambre ―refunfuñó.
Kasumi rio bajito. Volvieron hacia la habitación en la que se encontraba la ventana, Suguru salió primero y cuando Satoru pasó una pierna al otro lado sin problema, fue que ambos notaron que seguían tomados de la mano. Kasumi soltó su mano con disimulo, él sonrió soberbio por su timidez, pero no dijo nada. La joven se sentó en el borde de la ventana, y Satoru la volvió a tomar de la cintura para bajarla. Kasumi se alejó rápido del chamán, sentía su corazón latirle a toda prisa, el calor en sus mejillas había pasado hasta sus orejas, y sentía que en cualquier momento soltaría un chillido de pura emoción.
(…)
―No puede ser ―dijo Kasumi mientras oía al dueño del hospedaje.
―Lo siento ―respondió el hombre de mediana edad―solo me queda un cuarto, pero es de cama doble ―dijo encogiéndose de hombros.
―A mí no me molesta ―respondió Satoru sonriendo malicioso.
―Busquemos algo más ―respondió inseguro, mirando a la joven―aunque luces bastante cansada.
―Lo estoy ―reconoció Kasumi, soltó un suspiro y se encogió de hombros―si no les molesta, quedémonos aquí.
―Excelente ―respondió el dueño― ¿identificación? ―los tres se quedaron callados, tensos en sus sitios, sin saber qué responder. Entonces el hombre les frunció el ceño―son menores de edad, usan uniforme escolar… ¿de qué escuela son?
―De Tokio ―respondió Suguru―mire, sí. No somos mayores de edad, pero de verdad necesitamos un cuarto.
―No ―negó levantando la mano―este es un hostal honorable, no aceptamos inquilinos revoltosos ni pandilleros.
―No somos pandilleros ―dijo Kasumi con las cejas curvadas.
― ¡Mira tu pelo! ¿te parece normal? ¿y el de éste otro? ―preguntó mirando a Satoru.
―Bueno ―habló Satoru―pensaba dejarle una muy buena propina, pero ya veo que no aceptará mi tarjeta platino. Vámonos a otro sitio ―dijo suspirando, fingiendo cansancio.
―E-espera ―titubeó el hombre al ver la tarjeta― ¿es robada? Llamaré a la policía.
―Mi cédula de identidad y mi tarjeta, compruebe el nombre ―dijo mostrando ambas. El hombre tragó saliva, Kasumi miró la escena nerviosa escondiéndose detrás de Suguru.
―Parece legal ―susurró el hombre, mirándolo con desconfianza―bien, pero pagarán el dormitorio adelantado ―exigió.
―Claro ―dijo Satoru encogiéndose de hombros― ¿Incluye la cena?
―Llamaré a Yaga-sensei ―dijo Suguru―para avisarles dónde nos quedaremos ―murmuró sacando su móvil.
Kasumi asintió y volteó a ver a Gojou-kun, quien respondía el formulario de ingreso con calma.
La habitación que les habían asignado era bastante normal, había dos camas de una plaza y media, y Kasumi supuso que quienes compartirían la cama serían sus compañeros. Suspiró mientras estrujaba su calzón, sacándole toda el agua que pudo. Lo metió entre una toalla, y la hizo girar una y otra vez hasta volverla en un remolino delgado.
― ¿Te falta mucho, Kasumi-chan? ―oyó del otro lado.
―Ya salgo ―dijo y miró la toalla entre sus manos, eso lo podía hacer afuera, pensó. Se afirmó la yukata para que no se le viera ningún centímetro de piel, no llevaba nada debajo y se sentía incómoda, pero la tela era de algodón y no se traslucía.
Salió sin dejar de darle vueltas a la toalla, ambos jóvenes la quedaron viendo con curiosidad, y Satoru no pudo más y preguntó antes de meterse al baño a ducharse.
―Es lo que hacemos los pobres para secar la ropa ―respondió sin mirarlo, concentrada en su tarea.
Suguru sonrió por la humildad con la que hablaba Kasumi, miró de soslayo su yukata y prefirió concentrarse en el noticiero. Vio a la joven sacudir la toalla, mientras la desenvolvía para sacar su ropa interior y volteó hacia otro lado, sintiendo las mejillas sonrojadas. Se sorprendió un poco que la inocente chica no se avergonzara por la situación, entonces recordó la fotografía de sus hermanos y sonrió, seguramente Kasumi estaba acostumbrada a escenas mundanas y lidiar con chicos, y le gustaba que fuese de ese modo, que se sintiera cómoda entre ambos.
Suguru fue el siguiente en meterse a la ducha, Satoru salió cantando mientras afirmaba su obi. Ya habían cenado, la joven se había acostado y desde su puesto, organizaba sus ropas para que no se arrugaran. La miró fijamente, observando con atención su nuca expuesta por el moño desordenado que se había hecho, algunas hebras caían sutiles sobre su piel, imaginó que debajo de la tela de su yukata no había nada más, pues toda su ropa estaba tendida en una silla cerca de la cama.
― ¿Dormiremos juntos? ―le preguntó sobresaltándola―no pienso dormir con Suguru.
―No juegue con eso ―le dijo frunciéndole el ceño. Se quitó la liga del cabello, sus mechones cayeron como una cascada sobre sus hombros, se acomodó el borde de la yukata, y se recostó―buenas noches ―le dijo y le dio la espalda.
Satoru sonrió y se sentó en la cama vacía. No dijo nada cuando Suguru salió con el cabello suelto y se acomodó en el otro extremo de la cama, las luces las habían apagado hace unos minutos y solo la tv estaba encendida.
― ¿Qué esperas para acostarte? ―preguntó Suguru apuntando hacia la tv para apagarla―mañana debemos levantarnos temprano.
―No pienso dormir contigo ―dijo sin mirarlo y volteó hacia la cama donde Kasumi dormía―si voy a compartir mi cama, será con una chica linda. ―Y se puso de pie, caminó hacia la cama de la joven y levantó las cobijas.
― ¡Satoru, no! ―susurró abriendo los ojos de par en par, incrédulo con la locura que estaba haciendo su amigo― ¡no seas absurdo y ven a acostarte!
― ¡No dormiré contigo! ―susurró en el mismo tono de voz, para no despertar a la joven. ― ¡Cállate y duérmete!
―Vuelve aquí, Satoru ―dijo en tono amenazante―deja a Kasumi-chan tranquila, si te propasas con ella… ―habló apuntándole con el dedo.
― ¡¿Cómo voy a hacer algo si estás aquí?! Piensa un poco, tarado ―le dijo con el ceño fruncido―solo dormiré aquí ¿bien? Si voy a tocar los pies de alguien, serán los de Kasumi-chan, además, no caemos los dos en esa cama. Kasumi-chan es pequeñita.
―Suguru-san ―la voz de Kasumi los sobresaltó a ambos, Satoru volteó hacia ella con espanto, sintiendo su corazón latirle deprisa, al mismo tiempo que sus mejillas se sonrojaban―creo que tiene razón, Gojou-kun. Soy más baja que ambos… quizás estarán más cómodos.
―Bien ―resopló Suguru, la joven seguía de espalda a los dos. Satoru sonrió victorioso y se acomodó con confianza debajo de las frazadas―grita si te hace algo.
― ¡No soy un depravado! ―se quejó Satoru―duérmete ya.
A pesar de sus palabras, Kasumi no podía dormir. Estaba tensa, escuchó como Suguru había apagado la tv, y ella se acomodó abrazando la almohada. Satoru se recostó de lado, y ella tragó saliva, nerviosa. Cerró sus ojos, pasaron los minutos y los volvió a abrir, le ardían y estaba cansada por el día ajetreado que habían tenido, sin embargo, los nervios por estar a unos centímetros de Satoru Gojou no la dejaban descansar.
Pronto oyó la respiración calmada de Suguru-san, supuso que se había dormido. Volvió a cerrar sus ojos, pero los abrió rápido cuando sintió la mano de Gojou sobre su cadera. Se tensó, tragó saliva y con calma que no sentía, la apartó.
Satoru sonrió mientras miraba su cabello esparramado en la almohada. La sentía tensa, y ahora estaba seguro que la joven seguía despierta. Relamió sus labios y lentamente, se acercó al cuerpo de Kasumi. Volvió a poner su mano en su cadera, y ella intentó apartarla, pero la pegó firme a la curva. Ninguno hacía movimientos bruscos, ambos sabían que cualquier movimiento en falso podía despertar a su compañero, y para Kasumi era el peor escenario, estaba nerviosa, mientras que para Satoru era un riesgo divertido de correr.
Contuvo el suspiro cuando sintió la mano de él meterse entre su yukata, se tensó al sentir la yema de sus dedos rozar lentamente por su vientre, tragó saliva e intentó quitarse su mano de encima, pero la fuerza del chamán se lo hizo imposible. Relamió su labio inferior, pensó en sus opciones y en todas terminaba gritando, haciendo que Suguru despertara y la vergüenza se le subía al rostro de solo imaginarlo.
Él aprovechó esa situación y sin vergüenza alguna, subió su mano hasta su pecho. Kasumi se tensó, contuvo el aliento y tragó saliva al mismo tiempo. Intentó calmar su respiración, él se acercó un poco más, pegándose a su cuerpo y lo sintió. Él estaba excitado, y ella solo quería gritar. No sabía si se debía al miedo de que Suguru se diera cuenta o a que no quería ser acosada por él, y ni siquiera se atrevía a pensar que era acoso, porque después de unos minutos, el calor fue esparciéndose por su pecho hasta todo su cuerpo, y descartó por completo el despertar a su compañero.
La piel de Kasumi era suave, de cerca podía oler su aroma natural y le gustó. Su cabello le cosquilleaba la punta de la nariz, pero era lo que menos le importaba. Su palma ahuecó su seno derecho, relamió su labio, ansioso al sentir como su pezón se erizaba entre sus dedos, al mismo tiempo que su erección mojaba su yukata. La situación era algo extrema, oía a Suguru dormir, a Kasumi contener la respiración, y él mismo intentaba no reír o jadear.
Jugó con su pecho unos minutos, luego deslizó su mano hasta su vientre plano y antes de que la joven pudiera cerrar las piernas, pasó sus dedos por su pubis. Su vello era suave, pero no se quedó mucho tiempo palpando su monte de venus, la joven intentó cerrar sus piernas cuando avanzó más allá, pero bastó mover un poco sus dedos para empujar muslo interno, consiguiendo un puesto privilegiado entre sus piernas. Ella soltó un suspiro bajito cuando dos de sus dedos palparon suavemente entre su carne hinchada. Él tragó saliva, su cuerpo completo estaba reaccionando a Kasumi. Estaba ansioso, y se obligaba a recordar que no estaban solos en el cuarto, que debía contener las ganas de subirle la yukata y follarla.
Fue su turno de suspirar, un resoplido ronco de pura excitación. Jugó varios minutos con sus pliegues, al mismo tiempo que punteaba su trasero lentamente con su erección, intentando apaciguar su deseo con el roce. Sentía la urgencia de acelerar sus movimientos, pero no podía, no con Suguru a unos metros de ellos. Volvió a relamer su labio, y sin previo aviso, hundió uno de sus dedos en su interior. Ella se tensó, y él cerró sus ojos deleitándose con la humedad cálida de su compañerita.
Kasumi sentía que se le escapaba el aliento, abrazó fuerte su almohada y sin darse cuenta, la mordió para acallar sus suspiros. El dedo medio de Satoru Gojou estaba en su intimidad, no sabía cómo manejar aquello, porque lo que el chamán le estaba haciendo sentir era único y le gustaba. La sensación de peligro, el calor que le invadía todo el cuerpo, y sentirlo respirar en la curva de su cuello, era una combinación a la que podía acostumbrarse. Poco a poco fue abriendo más sus piernas, para permitirle un mejor acceso a su mano y él lo supo aprovechar. Respiraba agitada contra la almohada a medida que Satoru introducía y sacaba su dedo medio.
No podía creer lo mojada que estaba, no se comparaba ni un poco a la noche en que estuvo con ella, no pudo evitar fruncir el ceño al pensar que, si hubiera hecho aquello la primera vez, la historia habría terminado muy diferente. Su dedo se movía con facilidad en su interior, ella apenas suspiraba, estaba controlándose muy bien. No supo cuánto tiempo estuvieron así, él moviendo lentamente su erección contra su trasero mientras la masturbaba, y ella conteniendo sus gemidos. Pero su esfuerzo dio frutos, abrió los ojos de par en par cuando sintió como su intimidad vibró con su dedo en su interior, entonces lo comprendió, ella se había corrido y eso no se podía fingir como acostumbraba a leer. Si ponía suficiente atención, era imposible que pasara desapercibido. Ella se tensó bajo su toque, la oyó soltar un profundo suspiro al mismo tiempo que sus pliegues envolvían su dedo medio, temblando, y sonrió victorioso.
Ahora entendía todo.
Orgulloso dejó su dedo unos segundos más en su interior y lo sacó con cuidado cuando la sintió más calmada, no dejó de sorprenderse por lo mojada que ella estaba, pero no se quedó a contemplar su obra de arte. Necesitaba soltar su deseo y no podía hacerlo ahí, así que en movimientos lentos para no despertar a Suguru, se puso de pie y fue al baño, dejó el agua correr y se masturbó frustrado, pensando en lo que acababa de hacerle a Kasumi.
(…)
Sentía sus mejillas sonrojadas, no podía evitar avergonzarse al pensar en lo que había pasado la noche anterior. Satoru Gojou, el mismo Satoru Gojou que tanto admiraba, la había masturbado con Suguru-san en la misma habitación. Se sentía culpable, temía mirar a Suguru y descubrir que él lo sabía todo. No sintió a Gojou-kun volver a la cama, se quedó dormida antes de que eso pasara. Tragó saliva mirando las líneas ferroviarias, sin mirar a su compañero, esperando que el tren de la línea Shinkansen de Tokaido llegara pronto.
― ¿Cómo dormiste, Kasumi-chan? ―la pregunta de Suguru la sobresaltó, volteó a verlo con los ojos bien abiertos, sintiendo como el calor se le iba del rostro. El frunció el ceño, mirándola preocupado y murmuró― ¿pudiste dormir algo con Satoru al lado? Me imagino que no te sentiste muy cómoda, fuiste la primera en levantarse esta mañana.
―E-es que quería usar el secador de pelo en mi ropa interior ―reconoció apenada―d-dormí bien. ―Susurró avergonzada.
―Traje un cappuccino de vainilla para Suguru, uno de chocolate para mí y uno con nata montada para la pequeña Kasumi-chan ―dijo animado Satoru al llegar junto a ellos. Kasumi se sonrojó cuando le escuchó, tragó saliva y desvió la mirada.
―Gracias, Satoru ―Suguru tomó el vaso caliente de Kasumi y se lo entregó―cuidado, está caliente.
―Gracias ―dijo recibiendo el café.
―Estaba pensando, podríamos ir al cine con Shoko y Nanami ―dijo mientras soplaba su café.
―Estamos castigados ―le recordó Suguru―ellos podrían ir.
―Sí, cierto ―recordó―pero valió la pena ¿verdad, Kasumi-chan? ―la joven volteó a verlo justo cuando iba a probar de su bebida caliente, sintió sus mejillas sonrojarse abruptamente cuando vio su sonrisa ladina y sus lentes se deslizaron unos centímetros, justo para ver sus ojos celestes.
―S-sí, gracias ―susurró con un hilo de voz y volteó hacia el frente, rogando que el calor de sus mejillas se calmara.
―Amaneciste optimista ―dijo con sospecha Suguru―le robaste la energía a Kasumi-chan durante la noche ―murmuró acusador.
― ¡Ni que fuera un íncubo! ―se defendió.
― ¿Qué es un íncubo? ―preguntó con inocencia Kasumi, y ambos voltearon a verla, serios.
―No le digas ―se adelantó Suguru―por favor, no le digas. No la contamines con tus tonterías ―Kasumi miró confundida al par de hechiceros, y al ver a Gojou-kun reírse a carcajadas, contagiando a Suguru a los segundos, frunció el ceño. Definitivamente lo averiguaría. El tren bala llegó dos minutos después, y gracias a Satoru, pudieron irse cómodos en asientos reservados, a pesar de que estaban en horario punta.
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N/A: Holiiiii! espero estén super, yo emocionada por escribir de estos dos hahah. Muchas gracias a quienes comentan, me alegro que alguien más esté disfrutando esto.
Quería incluir más cosas en el cap, pero no quise saturarlo así que será para el siguiente xD Espero se haya entendido, y que no tenga muchas letras revueltas y faltas de ortografía,
Espero leernos pronto,
Se cuidan!
Gracias,!
