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Capítulo 9
Recuerdos
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Estaba cansada. Había dormido camino a Tokio, y cuando llegaron al colegio, Yaga-sensei los esperaba con un extenso regaño preparado, con ella no había sido estricto, pero con sus estudiantes directos sí. Se sentía un poco culpable, pero mientras les hacía llaves de las que ambos jóvenes no pudieron escapar, el director le había explicado que entendía su necesidad por saber qué paso dar ahora por su situación, sin embargo, tanto Suguru-san como Gojou-kun, habían sido irresponsables y que la culpa era de ellos. No lo pensaba de ese modo, seguía culpándose por los regaños y golpes que les habían dado a ambos chicos, pero los tres se esmeraron en hacerle entender ―aunque no lo compartía― que no debía sentirse mal.
Todos en Tokio eran demasiado amables con ella, sentía que le daban un trato preferencial y aquello la hacía sentir especial, y apenas lo pensaba, la culpa volvía a invadirle, no se sentía merecedora de nada. Las clases habían terminado hace unas horas, y seguía agotada por todo lo sucedido. Se sentía un poco confundida, tenía mucho en que pensar y no lograba concentrarse por culpa de Gojou-kun.
Debería estar pensando en cómo solucionar su problema con la maldición del tiempo, no recordando la sensación que le recorrió cuando él la tocó. Sus mejillas seguían ruborizadas, la vergüenza no la dejaba ni un segundo. Cada vez que él le hablaba o miraba, Kasumi sentía su corazón latir deprisa y el pudor le hacía balbucear. No entendía como el hechicero podía hablarle y actuar con naturalidad después de lo que había pasado entre ellos.
Se recostó un rato en la cama, sus ojos poco a poco fueron cerrándose, y en cosa de minutos, cayó profundamente dormida. Cuando abrió los ojos, su habitación estaba completamente a oscuras. Frunció el entrecejo, había dormido toda la tarde y eso no era muy común en ella. Si bien, le gustaba dormir, lo hacía cuando debía ―o cuando Inumaki lo ordenaba― su semblante se ensombreció al recordarlo.
Encendió la luz aun algo somnolienta, miró a su alrededor buscando su móvil para poder ver la hora, entonces recordó que lo tenía Gojou-kun. Definitivamente Suguru-san tenía razón, probablemente no lo recuperaría. Suspiró y fue al cuarto de baño, se cepilló los dientes y se dio una ducha rápida, a pesar de haber dormido toda la tarde, seguía con sueño, pero eso era bueno, podría dormir toda la noche, pensó. Luego de darse una ducha, corrió la cortina y notó que solo había una toalla y se había lavado el cabello. Frunció el ceño, normalmente se preocuparía de esas cosas antes, andaba distraída y no sabía si era porque tenía sueño, o por culpa de Gojou-kun.
Optó por inclinarse y estrujar su cabello, trató de sacar hasta la última gota y aun inclinada, pasó la tela por su cuerpo y cuando pensó que ya estaba seca, la envolvió en su cabeza. Salió rápido del cuarto para vestirse, se puso la playera que le había regalado Gojou-kun y unas bragas limpias. Se quitó la toalla solo para seguir secando su cabello, no alcanzó a cepillarse el pelo cuando oyó la puerta abrirse, volteó rápido a ver, ya previendo de quién se trataba se puso de pie y alerta miró al intruso.
― ¡Kasumi-chan! ―saludó Satoru en un tono cantado, miró sus piernas desnudas y su cabello húmedo―al fin despiertas, he venido como 3 veces.
― ¡¿Qué?! ―la joven lo miró espantada al pensar en él viéndola dormir, sus mejillas se sonrojaron y segundos después frunció el entrecejo―n-no tienes porqué venir a mi habitación, menos sin tocar.
― ¿Eh? ―dijo alargando el monosílabo―pero vine a que terminemos lo de anoche ―y le sonrió con naturalidad.
Kasumi alzó ambas cejas y el rubor en sus mejillas se encendió aún más. Tragó saliva cuando lo vio cerrar la puerta, mordió su labio inferior y agachó la mirada hasta sus pies, pensando cómo sacarlo de su habitación. Estaba segura que un "vete" no bastaría, en parte porque no estaba muy convencida. Satoru Gojou seguía siendo Satoru Gojou, y ella estaba completamente idiotizada por el hechicero más fuerte. Sin embargo, se obligó a recordar que aquel chico estaba lejos de ser el sensei que ella idolatraba. Con eso en mente, levantó la vista y frunció el ceño, armándose de coraje para rechazarlo.
―Por favor, váyase ―dijo sin tartamudear, mirándolo con determinación.
―Pero si te gustó lo que te hice anoche ―dijo él, acercándose con pasos lentos como si cualquier movimiento brusco fuera a asustar a la joven. Vio sus ojos abrirse de golpe y el rojo de su rostro parecía como el de un tomate, sonrió divertido y alzó la barbilla arrogante―no puedes mentirme, te gustó mi dedo dentro tuyo y te aseguro que será mejor con mi pene.
― ¡Basta! ―exclamó cerrando los ojos, completamente avergonzada de escucharlo―anoche te aprovechaste de que no podía decir nada, estuvo mal que me tocarás ―dijo sin mirarlo―y no volveré a acostarme contigo, vete por favor.
―Oye, oye ―se quejó frunciendo el ceño―no actúes como si no te gustó, te ayudé a pasarlo bien y yo tuve que masturbarme en el baño ¡no me parece justo! ―Kasumi levantó la vista, sorprendida y soltó un quejido al recordar que efectivamente, él se había levantado después de que la había tocado.
―N-no te pedí nada ―balbuceó desviando la mirada―por favor, vete. Y regrésame mi celular ―tragó saliva y volteó a mirarlo, sintiendo como el corazón le latía deprisa―lo necesito.
Satoru frunció el ceño. No solía enojarse, es más, pocas veces perdía la compostura con situaciones cotidianas, pero la actitud y palabras de la joven le molestaron. Su rechazo era más difícil de tolerar que el de la biblioteca, seguramente porque ahora estaba convencido de que obtendría sexo fácil después de que la había tocado, en ningún panorama mental imaginó que ella lo volvería a rechazar. Hizo una mueca con los labios, sin esconder su frustración.
―Entonces regrésame mi playera ―le dijo con el ceño fruncido y las manos en los bolsillos. Kasumi alzó ambas cejas y abrió la boca, luego sus labios se arrugaron en un puchero infantil.
―B-bien ―dijo, luchando por no suplicarle que no se la quitara, porque era otro tesoro de su ídolo―mañana la lavaré y se la regreso.
―No, la quiero ahora ―respondió anormalmente serio y con el semblante endurecido, sorprendiendo a la joven―y si quieres tu celular, ve a buscarlo a mi cuarto. Yo vine a buscar mi playera.
― ¡Viniste a otra cosa! ―se quejó bajando las manos empuñadas encogiendo los hombros―y-y como no quiero acostarme contigo me quitas la playera que ya me habías regalado ¡yo no te regalé mi celular! Solo te lo presté.
―No es mi problema ¡dame mi playera ahora! ―Kasumi contuvo la respiración, y roja de rabia, le dio la espalda y se quitó la playera en movimientos bruscos. Satoru sonrió victorioso al ver como su cabello mojado caía sobre su menuda y nívea espalda. Tragó la saliva que se le acumuló al ver su pequeña cintura y sus braguitas cuidar lo único que quedaba sin exponer y que él anhelaba más que nunca. Kasumi extendió su brazo hacia atrás con la tela arrugada en su mano, la oía resoplar molesta y no podía dejar de sonreír. La Kasumi directa y seria le gustaba tanto como la Kasumi tímida y avergonzada.
Kasumi tragó saliva, su pecho subía y bajaba intensamente, sentía el rostro acalorado y no sabía si era por la discusión con Gojou-kun, por lo indignante de la situación o por todo. Se sentía vulnerable al estar casi desnuda frente a él, pero sobre todo estaba molesta por devolver la playera que tanto la había emocionado cuando la recibió. Lo que le frustraba era pensar que si fuera Gojou-sensei no estaría pasando por eso, porque él jamás le quitaría el muñequito de la tribu. Frunció el ceño cuando los minutos pasaron y él no le recibió la tela, volteó ligeramente para poder verlo y abrió la boca cuando no lo encontró por ningún lado. Extrañada, volvió la vista al frente, pero al notar un destello blanco por el rabillo del ojo derecho giró rápidamente encontrándose con la mirada de Gojou Satoru sobre su pecho.
Alzó ambas cejas, él se había quitado los lentes y estaba inclinado para poder ver su torso desnudo. La vergüenza mezclada con rabia subió desde su vientre hasta su rostro, con las mejillas completamente rojas, se cubrió con la tela y como acto reflejo, abofeteó fuerte su mejilla izquierda con su mano derecha. Abrió los ojos de par en par cuando su palma quedó estampada en el rostro del chamán, sintió como el color se le iba del rostro ¡había abofeteado al hombre más fuerte!
― ¡¿Gojou-kun?! ¡¿Por qué tenías tu infinito desactivado?! ―balbuceó nerviosa y desesperada. Satoru guardó silencio por unos segundos, procesando que acababa de recibir su segunda abofeteada de una chica, sin embargo, el contexto entre Kasumi y él hacía que la situación fuera más humillante. Volteó rápido a verla, cubriéndose la mejilla con su mano, mirándola con el ceño fruncido.
― ¡Porque quería tocarte y que me tocarás, tonta! ―Kasumi contuvo la respiración al oírlo, a esas alturas no sabía si el calor y el rojo de su rostro se debía a enojo o a lo que él le provocaba, quizás ambos. Tragó saliva, sin saber qué responder cuando Gojou se inclinó hacia ella y le quitó la playera de las manos― ¡Dámela!
― ¿Eh? ―alcanzó a decir, para luego cubrirse rápido con sus brazos. Frunció el entrecejo, algo incómoda por la situación y volteó para darle la espalda, iba a hablar para pedirle que se fuera cuando sintió como la sujetaba de un brazo para girarla otra vez― ¿Qué? ―alcanzó a decir cuando Gojou la volteó y la apegó a su cuerpo. ―N-no.
Y la besó. Kasumi abrió los ojos de par en par, sus brazos estaban extendidos hacia sus costados sujetados por las grandes manos de Gojou. Sintió que se le escapó el aire entre cada beso del chamán, no lograba procesar en qué momento había pasado de darle una cachetada a estar siendo besada por él. Estaba segura que hace unos segundos él se había enojado, ella también lo estaba, sin embargo, ahora no entendía nada. Su confusión fue pasando a segundo plano a medida que sus labios se movían, él la fue empujando hasta la cama, cayeron de golpe sobre la colchoneta.
―N-no ―logró decir entre besos, pero él no se detuvo. Continuó besándola, empujando su lengua contra la suya para obligarla a defenderse. Las manos de Gojou soltaron sus brazos solo para adueñarse de su cintura y pegarla más a su cuerpo.
Kasumi soltó un jadeo, el calor opacó al escalofrío que le recorrió cuando su pelo húmedo se pegó a su espalda. Él no tardó en subírsele encima, sabía que, si no lo detenía, él iba a conseguir lo que buscaba: sexo. Pero no estaba dispuesta a ceder por muchos motivos, el principal, no le gustaba este Gojou Satoru, no tanto al menos como para permitirle hacer y deshacer con su cuerpo.
Intentó alejarlo con sus manos, él soltó su boca lentamente y pudo ver como un fino hilo de fluidos los conectaba. Sentía su cabeza dar vueltas, en su frente, sobre todo, un dolor palpitante le asaltó y solo pudo fruncir el entrecejo. Él volvió a besarla, en la curva de su cuello esta vez.
―Quiero follarte ―le susurró contra su piel blanca―no me dejes así ―dijo casi como una súplica y Kasumi se tensó al sentir su erección sobre su muslo. Tenía las piernas bien apretadas para impedir que él se posicionara entre ellas.
―N-no me acostaré contigo ―logró decir soltando un suspiro después al sentir su lengua sobre su cuello, cerró sus ojos y mordió su labio inferior, intentando no pensar en continuar aquello, en mantener su palabra.
―Pero quieres esto ―dijo él apartándose para verla a los ojos. Azul contra cian, Kasumi tragó con disimulo, sus ojos eran como un pozo de agua en calma y a la vez, su mirada le provocaba un calor sofocante, era tan contradictorio que le inquietaba. ―Te gusto ¿por qué sigues negándote?
―No es así ―susurró mirándolo, luchando por no apartar la mirada―me gusta Gojou-sensei y estás lejos de ser como él, por favor vete.
― ¿Me dejarás así? ―preguntó ignorando su declaración, al mismo tiempo que hacía presión en su muslo con su erección―anda… al menos regrésame el favor y me masturbas ―pidió sonriéndole.
― ¿Q-qué? ¡no! ―respondió frunciendo el ceño, desviando la mirada avergonzada al pensar en lo que le estaba pidiendo, no alcanzó a pedirle que se bajara y se fuera, él volvió a besarla, esta vez alejó un poco su pelvis de su muslo y pensó que la situación había terminado, sin embargo, Gojou no pensaba de la misma forma.
La besó por unos segundos, al mismo tiempo que metía su mano dentro de su ropa interior y liberaba su pene erecto, y sin dejar de besarla empezó a mover su mano a ritmo constante. Ella lo notó a los segundos, soltó un gemido que le excitó aún más y dejó su boca para poder verla a la cara.
―Dios… ―susurró Kasumi, desviando la mirada, intentando no mirar lo que Gojou hacía. El movimiento de su mano sacudía incluso su cuerpo, sentía como sus senos se movían rítmicamente incluso sin tocarlo, y no se atrevía a cubrirse. Estaba tensa debajo de él oyéndolo masturbarse, sentía sus mejillas demasiado abochornadas.
Él apoyó su frente sobre la de ella y Kasumi volteó a verlo, de cerca sus ojos eran aún más imponentes. Él jadeaba sobre su rostro, su aliento dulce era agradable, y el calor que emanaba le nublaba el juicio. El asombro mezclado con temor fue opacándose a medida que se concentraba en los gestos y reacciones de Satoru Gojou. Entreabrió los labios, sorprendida, viendo como le faltaba el aliento con cada movimiento de su mano. Tenía las mejillas sonrojadas, un leve rubor que lo hacía ver más guapo que de costumbre, pues el color de sus ojos sobresalía aún más. Debería estar molesta, incluso indignada, pero no dejaba de memorizar cada expresión en su rostro pintado por el placer. Él le robó un par de besos y cuando dejaba sus labios, volvía a apoyar su frente sobre la suya, bastaron unos minutos para oírlo gemir grave y Kasumi contuvo la respiración, como si sobrara en esa situación y cualquier movimiento suyo opacara su momento.
A los segundos sintió como su ropa interior se humedecía, se reincorporó levemente para poder ver un fluido blanquecino sobre el borde de su braga y su vientre, era cálido y espeso, Kasumi frunció el ceño levantando la vista hacia su rostro, Gojou seguía agitado respirando cerca de su mejilla.
―Ahora puedes irte, por favor ―dijo nerviosa. Satoru parpadeó confundido y volteó hacia ella, frunció el entrecejo y medio sonrió.
―P-pensaba que podíamos continuar ―murmuró aun sin recuperar el aliento.
― ¡Ya le dije que no! ―exclamó molesta empujándolo con sus manos― ¿qué es tan difícil de entender? ¡no me acostaré contigo! Eres insoportable… ―balbuceó lo último sin pensar y cuando lo notó, le miró en silencio.
Satoru alzó ambas cejas al oírla. Guardó su pene en su ropa interior sin dejar de mirarla, en completa calma, se bajó de su cuerpo y recogió la playera que se había caído, la miró unos segundos y se la lanzó a los pechos para cubrirlos. Kasumi la atrapó rápido y se tapó, mirándolo confundida, pensando si debía o no disculparse, aunque sabía que él se lo había buscado por ser insistente.
―Quédatela ―dijo desviando la mirada―es un regalo después de todo.
Kasumi no respondió. Lo vio salir en silencio, con pasos lentos y actitud relajada, aun así, tenía la ligera sensación de que lo que había dicho le había molestado. No podía asegurarlo, después de todo no lo conocía, sin embargo, su expresión en el último minuto fue distinta a todas las que había visto. Tragó saliva cuando lo vio salir y cerrar la puerta, soltó un profundo suspiro al mismo tiempo que se sentaba mirando la esencia que Gojou había dejado encima de ella. Tendría que darse otra ducha.
(…)
Se apresuró en salir de la sala, necesitaba alcanzar a Nanami-senpai antes que se fuera a su misión. No alcanzó a salir cuando se tropezó antes de la entrada, soltó un quejido y volteó a ver lo que la había hecho caer, frunció el ceño cuando notó las largas piernas de Gojou estiradas, mientras él leía un manga.
― ¡Satoru! ―lo regañó Suguru―ten cuidado, hiciste caer a Kasumi-chan ―Satoru estiró el cuello para verla y luego volvió su atención al manga.
―Ella debería ver por dónde camina ―respondió, sorprendiendo a su amigo.
―Estoy bien, no pasa nada ―dijo Kasumi mientras se ponía de pie y sacudía sus pantis, no esperó una respuesta y corrió hacia la salida, tenía la ligera sospecha ―por la actitud del chico― que había sido a propósito, pero prefirió no pensar en eso.
Encontró a Nanami bajando por las escaleras, iba con su arma al hombro preparado para su misión, Kasumi frunció el entrecejo y reanudó su trote para alcanzarlo.
― ¡Nanami-senpai, espérame! ―el joven volteó hacia atrás al oírla, la vio por unos segundos y continuó su camino, haciéndole fruncir el ceño. Se apresuró en llegar a su lado y jadeando cansada, murmuró―c-creí que éramos compañeros de misión ¿Por qué Yaga-sensei no me dijo nada?
―Porque le pedí que me asignara misiones en solitario ―le respondió―sigue en tus clases.
― ¿Qué? ―Kasumi lo miró perpleja, frunció el entrecejo y balbuceó con una sonrisa nerviosa en los labios― ¿Es porque soy débil? Prometo que me haré más fuerte, déjame ser tu compañera.
―No ―Nanami suspiró y detuvo su andar, volteó hacia ella y Kasumi tragó saliva al ver su expresión cansada―no se trata de eso, eres fuerte Miwa-chan, solo que no quiero tener compañeros. Trabajo mejor solo.
―Y-ya veo ―dijo con un nudo en la garganta, sintiendo sus ojos arder, sentía que en cualquier momento rompía en llanto y se estaba conteniendo para no lucir más patética frente a él―que te vaya bien.
―Gracias ―respondió y se apresuró en alejarse, el auto que lo esperaba ya estaba en la entrada del establecimiento.
Kasumi agachó la mirada, al mismo tiempo que intentaba no parpadear para no llorar. Esperó que él se alejara hasta ya no verlo y se agachó abrazando sus piernas, respiró profundamente, un par de veces, y soltó el llanto. Un cúmulo de cosas pasaron por su cabeza, desde la culpa hasta la rabia consigo misma por ser tan débil, se sentía inútil, que nada podía hacer bien. Ni siendo hechicera ni relacionarse con otras personas ―Satoru Gojou― se le daba bien. La angustia fue dominando su pecho, su llanto fue subiendo de intensidad a medida que sus pensamientos la iban hundiendo.
― ¿Kasumi-chan? ¿Qué te pasó? ―pegó un brinco cuando oyó a Suguru, estaba tan concentrada llorando que no le oyó acercarse. Se puso de pie en un movimiento y secó rápido sus lágrimas. Sentía el rostro abochornado, y sabía que no tenía sentido mentirle, pero lo intentó.
― ¡N-nada! Ya iba a la sala, es que me caí otra vez ―y rio sin ganas. Suguru curvó las cejas y la miró extrañado, soltó un suspiro y metió ambas manos a sus bolsillos.
― ¿Por qué llorabas? ―preguntó en un tono amable, como solía ser y Kasumi contuvo la respiración, pensando qué responder. Cuando pensó en un buen argumento, abrió la boca y el llanto volvió, y entre balbuceos, habló.
― ¡Nanami-senpai no quiere ser mi compañero porque soy débil! ―Suguru alzó ambas cejas al ver la expresión dolida de la joven. Parecía una niña que hace un berrinche, sin embargo, sabía que lo que sentía Kasumi no era algo trivial. Él mismo a veces se sentía de ese modo cuando se comparaba a Satoru.
―No, no es así ―negó Suguru―Nanami no es así ―apoyó su mano en su hombro y se inclinó un poco para verla de cerca―no llores, Nanami no quiere compañeros porque hace poco perdió a su amigo… cuando te dije que necesitaba de alguien que lo apoyara y subiera el ánimo, era por eso. Yu… Yu falleció en una misión, Nanami apenas regresó con vida. No quiere más muertes sobre su espalda, no lo hace con malas intenciones… no lo juzgues.
―Eres muy amable, Suguru-san ―susurró Kasumi, mirando el vacío. Recordando la expresión de Nanami cuando le dijo que continuaba siendo hechicero en su época. Respiró profundamente, tratando de calmar el llanto y sonrió―gracias, debo irme.
― ¿A dónde irás? ―le preguntó Suguru, sorprendido por ver el cambio de actitud de la joven.
―A alcanzar a Nanami-senpai ―dijo y corrió lo más rápido que pudo detrás del rubio hechicero.
Lo vio justo cuando estaba subiéndose al vehículo negro, él pareció escuchar sus pasos, se detuvo justo antes de cerrar la puerta y la miró confundido. Kasumi llegó a los minutos, jadeando más cansada que antes, levantó su dedo índice para pedirle un minuto para recuperarse.
―E-entrenaré… entrenaré mucho ―dijo entre jadeos―y no podrás hacerme a un lado ―le apuntó con el mismo dedo de antes y le sonrió.
Nanami alzó ambas cejas al ver su determinación, pensó en despacharla rápido cuando la vio correr hacia él, pero su sonrisa confiada, sus ojos enrojecidos por el llanto y sus mejillas sonrojadas lo convencieron. Sonrió derrotado y asintió.
―Está bien ―dijo y el rostro de la joven se iluminó―te ayudaré a entrenar cuando vuelva.
― ¡Sí! ―exclamó dando un brinco en su sitio―ve con cuidado ―dijo despidiéndose con una mano. Vio a Nanami cerrar la puerta del auto y siguió moviendo su mano hasta que el auto se perdió en la calle―no te decepcionaré, Nanami-senpai. ―Susurró con convicción.
Si bien la había dejado atrás por su debilidad, no le quedaba otro camino que seguir esforzándose para superarse, entrenar hasta que su cuerpo no pudiera más. Y saber que el mismo Nanami la ayudaría, le animaba y hacía pensar con optimismo. Respiró profundamente y regresó a paso lento a la escuela.
(…)
Sus pasos apenas hacían ruido, miraba aburrido el pasillo sin nada particular en su cabeza, pero se estaba esforzando por mantenerse así. Ya era bastante difícil lidiar con su rechazo constante ―porque no estaba acostumbrado que le dijeran que no― como para que su día estuviera lleno de ella, incluso si intentaba mantenerse al margen, Suguru llegaba a contarle los chismes y saber que la joven de Kioto andaba corriendo detrás de Nanami y le andaba rogando por ser su compañera le pareció una broma de mal gusto.
No es que despreciara al rubio, sin embargo, era él quien debería recibir toda su atención, a él debía perseguirlo y no viceversa. Frunció el entrecejo al recordar sus palabras y ojos azules. Pero no tenía tiempo para pensar en tonterías, si la joven no quería darle una oportunidad, ella se lo perdía. No estaba para perder el tiempo con mocosas inmaduras. Había decidido ignorarla, pasar de ella simplemente, pero cada vez que escuchaba su voz en clases, o la miraba pasar por su lado, su cuerpo reaccionaba solo y terminaba haciéndola tropezar con su pie o le daba un leve empujón, luego simplemente fingía que no la había visto por ser tan baja. Ella no se había quejado, tampoco parecía molesta, solo se sacudía las pantimedias y sobaba el hombro en silencio.
Suspiró de mala gana cuando llegó a la sala, donde Yaga-sensei lo esperaba con el ceño fruncido.
―Otra vez tarde ―ladró apenas lo vio ingresar―llevamos esperándote 20 minutos con Miwa ―Satoru alzó ambas cejas al escucharle y volteó hacia los pupitres, recién reparando en la presencia de la joven. Sus labios se amurraron en una mueca al verla, ni siquiera había notado su energía en la sala, estaba demasiado desconcentrado.
― ¿Por qué ella está aquí? ―preguntó como si la joven no pudiera oírlo.
―Irás con Miwa a la misión, aquí está el informe ―le dijo sin mirarlo, extendiendo la carpeta hacia él.
― ¿Eh? No necesito ayuda, menos de ella. Llevo más de un año trabajando solo ―dijo en un tono anormalmente hostil. Pero no se estaba midiendo, ni siquiera pensaba realmente en lo que estaba diciendo o actuando. Estaba irritado y era culpa de ella, no quería pasar tiempo a solas con el origen de su malhumor.
Kasumi tragó saliva con disimulo y agachó la mirada. Sentirse despreciada por Nanami-senpai y Gojou-kun el mismo día no era nada agradable para su poca autoestima. En su cabeza se repetía una y otra vez lo inútil que era y no podía culpar a ambos muchachos por no querer trabajar con ella. A la vez, se repetía que sería la última vez, que con el entrenamiento con Nanami-senpai, las cosas mejorarían.
―Eso lo sé ―respondió Yaga mirándolo aburrido―serás el niñero, no confío en dejarla sola en el colegio ―Miwa alzó ambas cejas y se le escapó un quejido de sorpresa, el director la miró rápido y se encogió de hombros―es lo que te ganaste con el numerito del hospital y pasar la noche fuera del colegio.
―Ah… entiendo. Lo siento ―murmuró avergonzada, desviando la mirada.
― ¿Por qué yo? ―insistió Satoru, ignorando a la joven y concentrándose en el director―Suguru podría haberse hecho cargo, o Nanami ―dijo blanqueando los ojos.
―Será más fácil para ti cuidarla que para Suguru, y deja de reclamar. No estás en posición de nada, piérdanse de mi vista ahora. Recuerden que están castigados.
―Sí, lo siento ―dijo Kasumi, reverenciándolo. Se acercó tímida a tomar la carpeta y caminó despacio hacia la salida, esperando a Gojou, pero este no se movió. La joven apretó sus labios y se alejó rápido hacia el auto.
―Cuídala ―dijo Yaga antes de que Satoru saliera―no sé por qué estas de malhumor, pero ella no tiene la culpa. Así que no te comportes como un idiota.
―No estoy de malhumor ―dijo entre dientes y salió rápido del salón.
(…)
El trayecto al santuario Meiji fue en completo silencio. Kasumi estaba incómoda, sentía que incluso el respirar era ruidoso, terminó de leer la misión y le entregó la carpeta a su compañero, pero Gojou no la recibió. Tragó saliva y la dejó sobre el asiento entre ambos. No había que ser un gran genio para darse cuenta que el hechicero estaba molesto con ella, y sabía que era con ella solamente pues el trato con los demás seguía siendo el mismo. En cambio, a ella no le hablaba, no la miraba, y ya después del segundo empujón y tercera zancadilla, comprendió que era personal. Le parecía una actitud infantil por no querer acostarse con él, sin embargo, también se sentía culpable por lo que le había dicho. Quería disculparse, nadie merecía esos tratos a su parecer, aprovecharía esa instancia en que estarían solos para decirle.
Su plan en ningún momento era el estar en una disputa secreta con el hechicero, estaba segura que podían mantener la comunicación como buenos compañeros, debía poner de su parte. Después de todo, Gojou-kun nunca la había tratado mal ni dicho palabras crueles, se sentía mal por lo mismo, había perdido por completo la compostura y dicho cosas que no sentía, él merecía una disculpa. Tragó saliva y con eso en mente, soltó un suspiro y miró por la ventana.
El vehículo se detuvo a una cuadra del santuario Meiji. Kasumi se desbrochó el cinturón de seguridad y antes de abrir la puerta, se quedó pensando si realmente era necesario que bajara, después de todo él había dicho que no la necesitaba para exorcizar a la maldición grado 1 que habitaba en la profundidad del bosque eterno.
― ¿Qué esperas? ―volteó rápido hacia Gojou que la miraba desde afuera del auto con la puerta abierta―no te dejaré sola con un hombre adulto desconocido ―dijo mirando con sospecha al conductor.
―No soy un desconocido, Gojou-kun ―dijo el asistente, mirándolo con cansancio. ―Levantaré el velo antes de que se le olvide otra vez.
―Cállate ―respondió molesto y cerró la puerta con fuerza.
Kasumi pegó un brinco en el asiento y segundos después salió rápido del auto afirmando su espada a su cintura.
Nunca había ido al santuario Meiji en Shibuya. Le costaba respirar mientras miraba los árboles que rodeaban el templo. El gran Torii de la entrada se erguía imponente incluso a la distancia, imaginaba que de cerca debía ser mucho más grandioso. Le hubiera gustado ir a visitarlo de día, como una turista más, pero ahora debía concentrarse en la misión o en no ser un estorbo para su compañero. No iban específicamente al santuario, por lo que rodearon todo el perímetro y caminaron bordeando el bosque, buscando el acceso más directo a donde los seis ojos del hechicero habían detectado la energía maldita.
Kasumi miró de soslayo a Gojou, que iba en completo silencio a su lado. Era un chico diferente al que había conocido. No lograba ver sus ojos por sus lentes oscuros, pero sus cejas estaban fruncidas y sus labios en una escueta línea. Agachó la mirada, pensando qué y cómo decirle, como empezar a disculparse, pero tenía problemas para empezar a hablar. No tenía problemas con reconocer un error y pedir disculpas, pero el semblante sombrío de Gojou le intimidaba ¿Gojou-sensei sería igual cuando se enojaba? Había oído rumores de Todou-san que era imponente cuando estaba luchando en serio, pero era difícil para ella imaginarlo molesto o serio. Siempre que lo vio lucía una sonrisa, incluso cuando fue a molestar al director Gakuganji ―cuando lo conoció y le pidió su atesorada fotografía― se mostró bromista a momentos.
Satoru no le dijo por dónde ir o qué iba a hacer. Solo lo siguió como si fuera un pollito persiguiendo a su mamá gallina. Debería estar emocionada por ver por primera vez en acción al hechicero más fuerte, sin embargo, la tensión que los rodeaba hacía que fuera en lo último que pensara.
―G-Gojou-kun ―comenzó diciendo en un tono susurrante. Pero él no le escuchó, o prefirió ignorarla. Tragó saliva, reunió las fuerzas que no sentía y alzó un poco más la voz― ¿Gojou-kun? ―insistió. Él no detuvo su andar, pero giró su rostro hacia ella. Kasumi desvió la mirada, nerviosa tomó su mechón de cabello más cercano y lo movió entre sus dedos―yo… quería disculparme por lo que te dije… la otra noche.
―Me da igual ―respondió él encogiéndose de hombros―lo que diga una chica como tú me tiene sin cuidado ―y Kasumi se mordió el labio inferior.
Tenía mucho en la cabeza, y en su pecho. El corazón le latía deprisa, y tenía ganas de regresar al auto, pero no recordaba el camino. Era incómodo sentirse una molestia constantemente, en el mundo de la hechicería al menos siempre era así. A menudo se cuestionaba qué estaba haciendo entre hechiceros tan fuertes como los Kamo o Zenin, pero luego recordaba a sus hermanos, y recuperaba los ánimos, las ganas de seguir trabajando y mejorar por ellos. Sin embargo, tal vez ahora que no los tenía cerca, las ganas de continuar mejorando eran reacias a volver. Soltó un suspiro, lo cierto era que recibir ese tipo de comentarios de Gojou no le ayudaban, él entre todas las personas la consideraba un estorbo y para nada importante, era difícil no cuestionarse en momentos como ese.
Siguió a Gojou cabizbaja, en silencio y pisó cada lugar que él sin mirar a su entorno, por lo que cuando su pie se dobló por el suelo resbaladizo, fue que se dio cuenta que caminaban por el borde de una quebrada. Alcanzó a soltar un pequeño chillido cuando su cuerpo se fue hacia el barranco, pero nunca tocó el suelo. Abrió los ojos de par en par, estaba como flotando y no entendía el porqué.
―Mira por donde pisas ―volteó hacia atrás apenas oyó a Gojou, entonces notó su mano sujetando su chaqueta a la altura de su cintura, la tomaba como si fuera una bolsa de compras. Quedó perpleja, sabía que era el hechicero más fuerte, pero siempre lo atribuyó a la magia, ahora en cambio, la sostenía sin problema y estaba segura que no cualquiera podía tomar entre 45 a 50 kilos como si nada.
―L-lo siento ―dijo, él iba a dejarla sobre el suelo firme cuando su espada se deslizó entre los nudos que tenía sujetada en su cintura― ¡Mi espada! Bájame, iré por ella.
―Da igual, en la escuela hay mejores o te puedo pasar alguna de mi familia ―dijo dejándola de pie a su lado.
Pero Kasumi no respondió, apenas sus pies tocaron el suelo, bajó por la quebrada por su propia cuenta, iba agachada avanzando, midiendo cada paso que daba para que la tierra suelta no la hiciera caer. Satoru frunció el ceño al verla, parecía una araña que avanzaba hacia atrás. Se puso de cuclillas y la miró aburrido, atento por si debía intervenir en algún momento. La joven no tardó en recuperar el arma que se había quedado atorada en un arbusto pequeño, contuvo la sonrisa cuando la vio regresar gateando. Antes de que pudiera llegar arriba, se reincorporó y la sujetó de su chaqueta otra vez y la dejó de pie a su lado.
―Gracias ―dijo Kasumi mirando su espada, volteó para sonreírle, pero Satoru continuó avanzando.
Amarró bien el arma a su cintura y mirando por donde caminaba, le siguió. La maldición que rondaba el bosque ―que tenía el acceso prohibido para los turistas, pero que ingresaban de todas formas, sobre todo los extranjeros porque no leían los letreros― se volvía activa durante la noche. Había asesinado a varios turistas irresponsables que se adentraban al santuario por la madrugada, era bastante hostil a los humanos, y por los reportes, atacaba a distancia por lo que el mejor para enfrentarse a dicha maldición era Satoru Gojou.
―Quédate cerca de mí ―dijo cuando vio que la maldición estaba emanando más energía maldita, seguramente por ellos.
―Lo estoy ―dijo detrás de él, estirando el cuello para poder ver lo que él observaba. Pero antes de dar un paso más, sintió la mano de él sujetar la suya y apegarla a su cuerpo― ¿G-Gojou-kun?
―Puedo extender mi infinito si estás cerca ―le explicó sin mirarla―afírmate de mí chaqueta ―le ordenó sin mirarla, con los ojos fijos en la maldición que atravesaba entre los árboles como si fuera un mono― ¿Qué esperas para atacar? ¡quiero irme a dormir!
Kasumi contuvo el aliento al oír su provocación, le hizo caso y se agarró del borde de su chaqueta, por un momento recordó a su madre, cuando se escondía detrás de ella sosteniendo su falda cada vez que veía una maldición. Miró la espalda de Gojou y notó que él le inspiraba la misma sensación de seguridad. Sintió sus mejillas sonrojar, era difícil no mantener alejados sus sentimientos por Gojou-sensei del Gojou adolescente, le confundía un poco. Miró atenta como el hechicero derrotaba a la maldición sin esfuerzo, a pesar de que el ser les lanzó varios ataques, gracias al poder del hechicero ninguno les tocó. Observó en primera fila la efectividad del infinito, sentía que estaba como en un concierto de su banda favorita, sosteniéndole el micrófono al vocalista.
Satoru se lució un poco, normalmente habría exorcizado a la maldición en unos minutos, pero teniendo testigos quiso prolongar un poco el sufrimiento del horrible ser. Estaba seguro que hubiera sido de esa forma con cualquier persona, que no intentaba impresionar a Kasumi en particular. La joven soltó su chaqueta cuando la maldición se desintegró completamente, sin dejar de mirar asombrada el resultado del enfrentamiento. Él infló un poco el pecho y con la barbilla en alto, caminó de regreso al auto.
Kasumi iba emocionada, a pesar de que seguía deprimida por sus palabras, no dejaba de pensar en lo sorprendente que era el hechicero. Aun así, apenas puso la cabeza en la cabecera del asiento, su energía se apagó de forma automática y antes de que el auto avanzara por un par de cuadras, cayó dormida.
Satoru la miró de soslayo cuando la oyó respirar pesadamente, volteó hacia su ventana para ver las luces de los postes, pero un golpe en su hombro la distrajo. Giró hacia el lado justo para ver el rostro de Kasumi cerca de su brazo y su cabeza apoyada en su hombro. La joven tenía los labios entreabiertos, y respiraba pausadamente. Frunció el ceño, tragó saliva al mismo tiempo que contuvo el suspiro ¿por qué debía ser tan linda? Le molestaba, la rabia que le invadía era netamente porque no podía hacer con ella lo que quería. Era como ir a una pastelería llena de dulces y que no se le permitiera probarlos. Irritado, sacudió su hombro con fuerza, haciendo que la joven se golpeara con la cabecera del asiento y despertara de golpe.
―No me babees ―le dijo cuando la vio con los ojos abiertos. La joven alzó ambas cejas y volteó avergonzada.
―L-lo siento ―dijo y se limpió con la manga de su chaqueta, frunció el ceño cuando vio la tela seca―no babeaba… ―susurró frunciendo el ceño. Pero el sueño era más grande, por lo que volvió acomodarse, esta vez más cerca de la ventana y se durmió a los minutos.
Gojou frunció el ceño al ver como su frente se golpeaba con el vidrio, miró al conductor por el espejo retrovisor y en un movimiento rápido, tomó del brazo a la joven y la jaló hacia él, para que su cabeza volviera a su hombro y así no siguiera golpeándose.
(…)
Cuando abrió los ojos, lo primero que pensó fue que no eran sueños, «son recuerdos» se dijo. Pasó su mano por su frente y con su dedo medio, hizo movimientos circulares en su sien para calmar sus ideas. Su respiración estaba un poco agitada, y estaba seguro que no tenía que ver con su revelación sino con sus recuerdos.
―Era un chico terrible ―murmuró antes de ducharse.
Nuevamente su ducha duró 20 minutos en vez de 10. No era su culpa, se defendía cuando lo analizaba, aunque no se sentía incómodo al respecto, después de todo era algo natural. Se vistió rápido, a pesar de que tenía una teoría armada, necesitaba comprobarla y para ello debía hablarlo con alguien que también hubiera estado allí.
Nanami estaba bebiendo un café mientras leía el periódico cuando llegó al salón. Sonrió al verlo mientras metía sus manos en los bolsillos y le saludaba enérgico.
― ¡Nanami! ―dijo estirando su nombre en un tono juguetón.
Nanami no respondió, dio vuelta la hoja y Gojou frunció el entrecejo.
―Oye, oye ―dijo sentándose en el sillón de enfrente― ¿recuerdas cuando hiciste llorar a Kasumi-chan? La pobre lloró toda la tarde por tu culpa.
―No la hice llorar ―respondió Nanami sin mirarlo―y no lloró toda la tarde, Geto-san la calmó ―entonces Kento Nanami apartó la vista del diario, lo bajó y miró fijamente a Gojou Satoru.
Satoru sonrió arrogante al confirmar lo que pensaba y sin darle ninguna explicación, porque Nanami no le había preguntado, sacó su móvil de su bolsillo y marcó a Utahime. La maestra de Kioto respondió al par de minutos.
―Ella está bien ―dijo sin saludarla―está en Tokio.
― ¡¿Gojou?! ―exclamó alterada como siempre y Satoru frunció el ceño al escucharla, apartó el móvil de su oreja y puso el altavoz, dejó el aparato sobre la mesa y miró a Nanami― ¿cómo en Tokio? ¿Por qué no se ha venido? ¡Envíala ahora mismo de regreso!
―Eso no será posible ―respondió Satoru, inclinando la espalda al mismo tiempo que juntaba sus manos y las posaba cerca de su nariz y boca, pensativo―ella está en Tokio, pero en el 2007.
― ¿Q-Qué? ¿de qué estás hablando?
―La maldición la envío al 2007 ―dijo―está conmigo en esa época y con los demás. Quédate tranquila, están buscando como regresar las cosas a su normalidad, pero es probable que tarden.
―Explícate Gojou Satoru ―exigió― ¿cómo estás seguro de eso?
―Estuve teniendo sueños… y entendí que no eran sueños, sino recuerdos. Nanami también la recuerda ―dijo mirando al hechicero de grado 1―nuestras memorias van cambiando según lo que Kasumi-chan va interactuando con nosotros y el significado de sus acciones, supongo… Shoko también debe recordarla, aunque lo dudo porque siempre está ebria.
―Aun no entiendo cómo funciona, Utahime-san ―dijo serio Nanami―y entiendo que dudes de Gojou, pero tiene razón esta vez. Recordé sucesos de repente, solo por una pregunta que me hizo de algo que al parecer vivimos con Miwa-chan.
―Y-ya veo…
― ¡Oye anímate! Ella está viva y conmigo, la estoy cuidando.
―Eso es lo que me preocupa, Gojou Satoru ―respondió son recelo―mantenme al tanto de cualquier situación… ahora, no sé qué hacer con los hermanos de Miwa-chan. Pensaba darles el seguro de vida… pero son niños y…
―No hagas eso ―respondió Gojou―les daré una manutención, sé que el viejo Gakuganji no dará ni un yen del presupuesto para un par de críos no hechiceros ―Nanami alzó ambas cejas al oírlo, pero no le sorprendió. Satoru podía ser un idiota la mayor parte del tiempo, pero era el primero en socorrer a los estudiantes―diles que su hermana está bien.
―Sí ―asintió―g-g-gracias por lo de…por eso ―balbuceó Utahime.
― ¿Qué? ¿cómo dices? ¿podrías repetirlo? ―dijo burlesco.
― ¡Cállate! ―gritó la maestra de Kioto y colgó.
Satoru se carcajeó, tomó su móvil y le escribió rápido antes de que lo bloqueara por unas horas, pidiéndole que abriera una cuenta o averiguara a qué cuenta podía depositarles a los niños Miwa. Suspiró aliviado y se puso de pie, estirando sus brazos para desperezarse.
―Nos vemos, Nanami ―dijo y el chamán asintió sin mirarlo, pensando en la sonrisa de la joven.
No la recordaba del colegio de Kioto, pero ahora que Gojou le había preguntado por ella no lograba borrarse su sonrisa amable y sabía bien porqué. Era raro encontrar personalidades tan agradables y genuinas en ese rubro, Itadori y Yu eran de los pocos que le transmitían la misma calidez, y ahora Miwa. Solo esperaba que la joven pudiera regresar a salvo, y que como le prometió su versión adolescente, le ayudara a entrenar. Suspiró cansado y volvió a leer el artículo que no le interesaba, pero que era mejor para desperdiciar su tiempo que concentrarse en sus deberes de adulto funcional.
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N/A: Holii, espero estén bien! hice el cap en dos días, y cada vez quedan más largos, espero que no aumenten mucho xD
Gojou como las niñas del vídeo "devuélveme todas mis cosas" hajhaja me reí cuando lo escribí. Espero que se vaya entendiendo un poco del viaje/salto en el tiempo. Aun no me decido con el final, hay cosas que no quiero que cambien porque el canon es cruel :'c
Muchas gracias por comentar, en serio me animan :) me alegra que les guste, me tiene muy emocionada este fic.
Lamento si hay letras revueltas, faltantes o sobrantes y errores muy feos de ortografía, dedazos!
Nos estamos leyendo, espero que pronto!
