La realidad es que sacarle información al tío William y hasta a mi hermano fue mucho más difícil que ese intercambio con Candy. Me sentía como ella, cuando era más joven y tenía una curiosidad devoradora sobre el viejo William, quién era, y cómo podía hacer para conocerlo. A los días de no obtener de parte de ellos sino palmaditas y "luego hablamos", sin embargo, llegamos al puerto de NY, y allí toqué tierra para encontrar otro marqué con un anuncio de la Compañía Stratford, Terry y Robert Hathaway, con el in memoriam a Susanna Marlowe. En todo caso, pude ver cómo lucía esa hermosa y rubia joven en un retrato, sonriente y muy linda, aún estando sentada sobre una silla de ruedas. La verdad es que Candy y Albert evitaban mirar demasiado esa publicidad. Yo, por otro lado, me recreé la vista, en especial porque, cuando joven, tenía una fijación con Eleanor Baker, y esta chica se le parecía bastante. Pero, en fin, ya ella no estaba. Si no, innegablemente se la hubiera competido a Terry, y más sabiendo que ya no puedo cortejar a Patricia. Allá él, y su desastrosa mala costumbre de romperle el corazón a las chicas que lo quieren. Eso es un vicio muy malo, porque también estaba seguro de que las mismas malas costumbres que tuvo con Candy, se las llevó a esa vida que compartió con esa belleza de mujer. Candy me aseguraba, sin embargo, que a veces pensaba que Terry había madurado luego de tantos golpes que le dio la vida, pero estoy casi, casi seguro de que terminaría sus días solo, porque llega una estación en la vida de las personas que el destino nos pasa factura. Quizás podría haber madurado suficiente, pero yo prefería pensar que eso no era así. Y no lo lamentaba. El que provoca dolor no merece compasión.

No sé, quizás es que esa isla había tenido algún efecto en mí. Porque yo viví, de algún modo, en carne propia lo que le había provocado a mis seres queridos por mi egoísmo. Sentirme como lo hice, quizás se hubiera sanado si le hubiera hecho caso a Domi al final. Pero no. Tenía que probarme a mí mismo. Quizás es algo por lo que pasamos a veces los hombres. Todavía me pregunto si esa decisión fue la mejor, pero también entiendo que, aún pagando esas consecuencias, alguna lección quedaría en mí. No podía, por cierto, pensar que Terry quizás había cambiado. Quizás el tiempo me enseñaría que sí.

Por otro lado, la otra persona que había estado en mi mente hacía también varios días era Marie Helène Pietri. Siempre tuve esa foto conmigo de ella que me dejó Domi el día que perdió la vida en el campo de batalla; no, no se la devolví cuando me encontraron. La guardé porque le había prometido buscarla si sobrevivía. Irónicamente, ella me encontró a mí antes de que pudiera cumplirle a mi amigo, pero no quise devolverle esa foto que él guardaba, ni ella me preguntó al respecto. Recuerdo, unos días después de haber llegado a Francia, haberla acompañado a visitar a su familia, y el trato que recibí en su casa. Yo fui de voluntario realmente, porque quería pasar un rato con ella. Para su familia, era como si yo fuera el novio oficial, pero yo me mantuve respetuoso y a distancia, porque no quería dar la impresión incorrecta. Irónicamente, me sentí mal en cierto momento, porque, igual que Susanna Marlowe, Marie Helène era una hermosa joven rubia, como todas las que me hacían perder la cabeza de joven. Aunque más bien me dio con pensar que no debía sentir cosas por ella, porque era la novia de Domi, y yo le debía un respeto a mi amigo, inevitablemente estaba pasando por mi mente, y ahora, con un océano de por medio entre ella y yo, me parecía hasta pecaminoso, pero una buena forma de purgar mi culpa por dejar que mi mente se acelerara de ese modo.

Recordar, excepto las cosas que tenía en común con Patty, que me llevaron a quererla más que a mi propia vida, pero nunca olvidaré como mi primer amor fue Candy, otra hermosa rubia de grandes ojos verdes. Por eso, esa debilidad que primero tuve con Eleanor Baker, con Candy, y ahora con Susanna y Marie Helène no era un sentimiento desconocido o nuevo para mí. Lo único nuevo de lo que estaba sintiendo por Marie Helène fue que debía callarlo y ni siquiera pensar en ello, aunque indudablemente lo hacía, y eso comenzó a hacerme sentir peor.

La verdad es que ella no me trató distinto a lo que se podía esperar de una amiga como Candy. No se me hacía que pudiera, por cierto, sentir algo distinto por mí, igual que Candy. Y ese día del rescate, que la miré profundamente tratando de buscar algo que me hablara más de ella que de Domi, sólo sentí que lo había hecho todo, que había acompañado a los Ardlay a rescatarme, era realmente como un agrado a mi familia. Era tonto… Era tonto todo eso. Aunque los días que pasé con ella, me sentí natural, feliz como no lo había hecho hacía tiempo, y un poco culpable, pensando que tal vez lastimaría a Patricia, aunque ahora sé que eso es imposible. La realidad es que Domi no estaba ya entre nosotros. Aún así, me parecía de algún modo deshonrar a su memoria sentir algo por esa mujer, aunque fuera hermosa, y me provocara mariposas en el estómago, algo un poco extraño para un hombre de mi edad...

Sin embargo, no fue más que salir del puerto, y me dije a mí mismo que debía dejar esos pensamientos, pues ya estaba en Estados Unidos. De todos modos, Marie Helène se había quedado en Francia, y yo estaba de vuelta en casa. Incluso, en el puerto me recibieron como héroe, y también en la estación de trenes. La prensa estaba allí, haciendo de las suyas; ni siquiera sé cómo se enteraron. Para suerte, llegamos antes de las noticias en los modernos y ultra rápidos trenes. Nadie en Chicago recibió la nueva antes de que llegáramos a nuestro destino. Eso me dio, al menos, unos días más, pero la sorpresa de mi retorno, bueno, la verdad que fue otra cosa. Por lo pronto diré que más de uno de los miembros del clan se espantaron cuando vieron las noticias en los diarios, incluyendo mis padres, que se encontraban en una convención en Suiza, pero luego les hablo de ellos, y por qué fueron de los últimos que se enteraron. Comenzaré por decir que la prensa llegó mucho antes que nuestras cartas y solicitudes para que verificaran información que ellos tenían a la mano, pero que nunca les llegó. Sabrá Dios qué pensaron cuando abrieron un día la prensa escrita, y se dieron cuenta de que, a veces, estar tan ausente, no es lo mejor…

En cuanto a la travesía en tren, esa me dio tiempo de estudiar un poco la situación de las empresas, y también de la familia. Según lo que me dijeron, tengo dos sobrinos de parte de Annie y Archi, un niño que se llama Aristear y una niña cuyo nombre es Annette. Candy, como sabemos, está embarazada de una niña, según lo que me explicó. Se va a llamar Paulina Rose en honor a la Srta. Pony y la madre de Anthony, y ya tienen a Anthony de casi tres años. Patricia, sin embargo, tampoco tiene hijos, aunque considera los del Hogar como de ella. Me dijo Candy que es probable que adopte. George está casado con una señora llamada Margot y tiene una niña que se llama Emma Louise. Aparentemente, parece ser que Candy y Albert trataron de adoptarla, pero algo pasó que no pudieron. Tampoco entendí esa parte, pero me comentaron que esa señora Margot es la abuela de la niña, y que ella se había quedado huérfana de madre. En cuanto tío Roger Ardlay, él es un solterón empedernido, y nunca ha considerado casarse. No lo culpo. Los ejemplos familiares no han sido los mejores, y eso hay que admitirlo. Espero, sin embargo, no imitarlo. No hay nada peor que estar solo en esta vida; no lo sé yo, que estuve tanto tiempo con una simia como sustituto del contacto humano.

….

En Chicago, bueno, igual que en NY, todo parecía muy cambiado. Había muchos hermosos vehículos, más de los que recordaba, transitando por las carreteras cuando me fui. De hecho, vi muchos proyectos para establecer nuevas carreteras, algo de esperarse con tanto movimiento vehicular. Me llevaron donde están las sucursales de los negocios Ardlay, en el corazón de la cuidad, para que experimentara los cambios recientes también ahí. Eso me hizo recordar las veces cuando niño que la tía Elroy nos llevaba a mí y a Archi, pero muy pocas veces nos dejaban entrar en las facilidades. Desde afuera, lucían algo diferentes a cuando las visitaba de niño, pero no tanto como para no reconocerlas.

La sede de los negocios era el Banco Nacional de Chicago, estructura dedicada a nuestros antepasados. No nos detuvimos, pero el mismo Archi me contó que había una galería conmemorativa a cada uno de nuestros miembros fundadores, como un memorial, algo parecido a Lakewood, que, bueno, recordemos que la tía abuela no nos permitía acceder a ciertas áreas. Ahora que ella es parte del memorial, se ha abierto para todos los miembros de la familia extendida, y Georges, que es el dueño honorífico de la propiedad de Lakewood, nos ha expresado que la ha mantenido como la recordamos siempre. Aunque Candy me comenta que no es un lugar muy grato para Albert, quizás por todos esos recuerdos negativos de sus problemas con la tía abuela. De todos modos, le expresé a todos que deseo regresar en algún momento y recordar esos momentos felices que experimenté en mi pasada juventud, porque, por lo menos para mí, excepto la pérdida de Anthony, fue un lugar muy especial.

Albert expresó que era buena idea, como forma de reconectarme con los valores de la familia. Me pareció que debía comenzar a hacer esos viajes y visitas lo más pronto posible, para ir recordando cosas que, quizás por el trauma, se habían borrado de mi mente. Por otro lado, los choferes me llevaron también de paso al Magnolia, donde vivían Candy y Albert cuando él no tenía memoria. Candy me comentó que Albert se había encargado de remodelar esos apartamentos, y hacerlos más cómodos. La Sra. Gloria, la casera, sentía aún una vergüenza indescriptible por haber juzgado siempre mal a Albert, según lo que me dijo Candy, pero el mismo Albert la justificó siempre. Nadie con dos dedos de frente la hubiera juzgado mal por tratar de proteger su propiedad y a los vecinos, menos cuando no sabían quién era él y, según me dijo ella, tan pronto recuperó la memoria, comenzó a actuar raro. Candy, incluso, me comentó que tuvo una doble vida, y todo por no separarse de ella. De verdad, era de verse y de admirarse como el tío amaba a esa chica.

Aunque, la propiedad realmente era del tío abuelo, quien también pagó generosamente por esos arreglos. Y yo todavía no tenía aún ni idea de quién era el viejo patriarca del clan, así que me pareció positivo darle esos puntos a su favor, aún sin entender el por qué lo había hecho. Parecía que de algún modo le estaban pagando a Albert por los años que estuvo de vagabundo, desahuciado prácticamente de la familia, o al menos eso era lo que creía yo. Además, había que admitir, el tío abuelo debía tener un corazón de oro si tenía a Candy en tan alta estima, lo suficiente como para remodelar el Hogar, la habitación ahora ocupada por Candy y Albert en la mansión, según me contó la misma Candy, y hasta el lugar donde ella convivió con Albert por más de dos años. Y para completar, también fue tan bueno, que la adoptó aún sin conocerla, y se la había pasado dándole todo lo que la hizo feliz más adelante así porque sí. Aunque me moría por entender sus razones, ciertamente le agradecía en silencio todos sus gestos buenos con una muchacha adoptada como miembro del clan.

En fin, pero momento de la verdad…aunque no la verdad más grande de todas, pero aún así importante. Estábamos a sólo minutos de cruzar los portones de la vieja mansión en Chicago. Recuerdo sentirme totalmente abrumado en ese momento. No sólo la propiedad se me hizo más grande, sino que, por un momento, me pareció que no tenía ningún derecho de entrar como otro miembro más de la familia, aunque era una idea absurda. Sin embargo, llegamos a un punto en el que el chofer dio un giro hacia lo que creía que eran las viejas caballerizas. Me extrañó mucho que se desviara por esa área. Y digo, siendo que nadie había avisado sobre nuestra llegada, porque Candy y Albert habían sido muy esquivos con el tema, no me parecía razonable ese giro hacia algún lugar escondido de la mansión, como si no quisieran que se conociera sobre mi llegada. No tuve más que preguntar a dónde íbamos, y ellos comenzar a mirarse como si yo estuviera a punto de convertirme en testigo de algo nunca visto dentro de esa propiedad.

Seguí observando bien el camino, y más adelante, llegamos a otro portón que no conocía, y que no me parecía que fuera de las antiguas caballerizas. De hecho, tampoco sabía que había una entrada en la parte trasera de la estructura, lo que me sorprendió bastante. Sí, acepté que no conocía completamente la propiedad de Chicago siendo que siempre nos movíamos dentro de la misma área, pero que se me escapara, especialmente a mí, que siempre trabajé con medidas y proporciones, aún siendo un estudiante joven…esto era otra cosa. Más aún, el silencio de mi tío, de Candy y de mi hermano, me tenían muy nervioso. Cuando llegamos a la entrada, vi a Georges y a Roger, ya que habían llegado antes de nosotros, mientras daban instrucciones a varias personas que yo no conocía. Y sí, podía recordar muy bien el servicio de esa mansión, pero ahí había personas mayormente desconocidas para mí. No entendía nada, y el silencio de mi tío me abrumaba más los sentidos.

De pronto, Georges hizo la señal para que siguiéramos, y el chofer comenzó a moverse de nuevo. El vehículo, entonces, entró dentro de un cobertizo que yo no conocía, pero que tenía los distintivos vehículos con la insignia del clan en todos ellos. Había al menos 12 vehículos diferentes allí. Cuando por fin pudimos apearnos fue que Albert comenzó a hablarme de lo que se escondía en esa parte desconocida de la mansión.

"Escúchame, Aristear, porque esto es importante. Por unas dos noches, y en espera de que la noticia de tu llegada comience a filtrarse por la prensa, nos mantendremos escondidos en esta área, en la habitación de la tía Elroy, que estamos preparando para ti, en lo que podemos hacer otros arreglos".

"No entiendo, tío".

"En esta ala, que estuvo oculta durante mucho tiempo, pasarás los próximos dos días. Ya el servicio está advertido, pero no puedes salir de aquí, por ahora".

"Estaré solo".

"No, estarás aquí con Candy y conmigo. Nuestra habitación es la otra puerta que verás antes de llegar a la tuya, después de las escaleras del salón de entrada. Si necesitas algo…nos avisas allí".

"No entiendo, tío. Por qué yo no sabía de esta parte de la mansión…"

Ahí el tío y Candy se miraron, pero simplemente ignoraron mi cuestionamiento por el momento. Llevaban varias semanas sin hablar del tema del tío abuelo William, y yo quería saber, pero tampoco me dirían nada aún, y eso lo sabía. Y mientras más los inundaba de preguntas, más sonrojados se ponían los dos ante la complejidad de mi cuestionamiento.

"Prepárate, porque vamos a llamar a Annie y a Patty, para que vengan a comer con nosotros a la cocina. Creo que debemos comenzar por ahí. Será un poco intimidante, pero es un comienzo", de pronto me dijeron para callarme la boca y cambiar el tema.

Hubo que decirme, por cierto, dónde era la cocina. En parte, me sentí traicionado por la falta de confianza, y mi hermano me miró con un acierto en su rostro, porque, en algún momento, parece haberse sentido igual con el asunto de los secretos, pero al saber, por fin, la verdad, igual que él, pude atar cabos, y eso valió más que la ofensa. De pronto, me sentí liberado, pero antes, mucho antes…

CONTINUARÁ...