Forma del Corazón – Trébol de Cuatro Hojas

Por Fox McCloude

Disclaimer: Go Toubun no Hanayome y todos sus personajes son propiedad de Haruba Negi. Todos los derechos reservados.


Capítulo 1: El día que nos conocimos.


Cafetería de la Preparatoria Asahiyama…

- Menú de yakiniku, por favor. – solicitó un estudiante de cabello azul oscuro con un par de mechones levantados sobre la cabeza en tono serio.

- ¡Servido! ¡Que lo disfrutes!

Habiéndole servido la comida en su bandeja, dicho estudiante dejó unas monedas para pagar y se fue hacia su lugar habitual para comer en la cafetería, en medio de los murmullos de los otros que comentaban burlonamente como (otra vez) estaba comiendo su almuerzo solo. Por supuesto, esto a él no podía importarle menos.

El nombre de este estudiante era Fuutarou Uesugi, diecisiete años de edad, y cursaba segundo año en el salón 2-1. Por sus notas era considerado el mejor estudiante, pero nunca había sido particularmente sociable, pues lo consideraba una distracción para sus estudios. Si bien todos creían que era un solitario amargado y arrogante, esto tenía su razón de ser: Fuutarou vivía con su familia, consistente en sus padres y su hermana menor, que se ganaba la vida con una pequeña panadería que habían abierto algunos años atrás, y que era bastante popular entre los residentes de la zona. Aunque les iba relativamente bien, todavía estaban terminando de pagar las deudas por el préstamo inicial, y hasta que no se cancelaran del todo, él no podía sentirse tranquilo.

Así, Fuutarou se propuso estudiar con mucho ahínco, en busca de asegurarse una buena universidad y un buen trabajo. Entre más pronto pudiera independizarse económicamente, más rápido dejaría de ser una carga para sus padres, y más pronto podría empezar a ayudarlos a ellos y a su pequeña hermana. Por la misma razón, cuando no estaba estudiando, trataba de buscar trabajos de medio tiempo para llevar su parte a la mesa, o si era posible, darle a su hermanita algún gusto comprándole un regalo o llevándola a algún lugar donde pudiera divertirse.

Pero nada de eso importaba ahora. Mientras comía su almuerzo de yakiniku, el chico sacó de su bolsillo una mini-libreta de notas que usaba para repasar. Para él, cada segundo era importante, y como nadie quería comer con un "cerebrito amargado", de esa forma nadie lo molestaba.

Hasta aquel día, al menos…

- ¡Con permiso, disculpen! – dijo de pronto una voz femenina que sonaba algo chillona.

Fuutarou no le puso atención, ya que la mitad de su cerebro estaba concentrado en comer, y la otra mitad en repasar sus notas, hasta que oyó los pasos acercándose y el ruido metálico de la bandeja en su propia mesa, haciéndole voltear.

Vio que se trataba de una chica, que para empezar llevaba un uniforme distinto al de su preparatoria, por lo que dedujo que debía haber sido transferida recientemente. A primera vista podría haberla considerado atractiva: tenía buena figura, ojos azules, y cabello corto de un tono naranja a la altura de los hombros amarrado con un lazo verde que parecía un par de orejas de conejo. Si tan solo no fuera por esa sonrisa de chica tonta que le estaba dando sin motivo aparente.

- Jeje, disculpa, la cafetería está llena. – dijo rascándose detrás de la cabeza, sin dejar esa sonrisa que le estaba incomodando. – No te molesta, ¿verdad?

- Mientras no me interrumpas, haz lo que quieras. – dijo él lacónicamente.

- Muchas gracias. ¡Buen provecho! – dijo la chica mientras empezaba a comer.

Aun concentrado en su propio almuerzo y en su libreta, Fuutarou no pudo evitar espiar fugazmente de reojo el almuerzo de la chica, y mentalmente calculó el costo. Era un menú similar al suyo, pero con un tazón de arroz a rebosar por encima añadiendo pudín de postre y un par de empanadillas que seguramente totalizaban unos 950 yenes. Fuutarou usualmente solo lo veía en los estudiantes que estaban en clubes deportivos y necesitaban la energía adicional, y se preguntó si la chica sería una de esos.

- "¿Qué importa?" – pensó. No era que fuese de su incumbencia de todos modos.

Él no tenía ninguna prisa, pero la chica parecía comer como si no hubiera un mañana. Mejor así, entre más pronto terminara de comer, más pronto se iría y dejaría de invadirle su espacio personal.

- Disculpa, Uesugi-san. – le dijo de pronto, pero él la ignoró. – Uesugi-san. ¡Uesugi-san!

- ¿Qué? – dijo él secamente tras su insistencia.

- Jeje, te hice mirar. – dijo la chica, todavía con esa sonrisa, que ya empezaba a resultarle irritante.

- ¿Qué te pasa, te crees muy graciosa? – preguntó él, y luego se dio cuenta de otra cosa. – ¿Y cómo es que sabes mi nombre?

- Jeje, esa es una excelente pregunta. – Acto seguido, sostuvo frente a él un par de hojas de calificaciones. – ¿Se te cayó este examen de cero puntos, o este otro de cien puntos?

Fuutarou quiso darse una palmada en la cara; ¿cómo pudo ser tan descuidado de dejar caer su examen? Bueno, al menos ella tuvo la gentileza de recogerlo por él, aunque podría habérselo entregado de una vez.

- El de la derecha, obviamente. – dijo él, señalando el de cien puntos.

- ¡Jaja, qué bien, eres sincero! – dijo la chica. – Como recompensa, te entregaré los dos.

- ¿Y para qué quiero el otro? ¿De quién es, de todos modos?

- Es mío, por supuesto. – dijo como si fuese algo para sentirse muy orgulloso.

Fuutarou no veía caso con esta chica. Decidió terminarse su almuerzo lo más rápido posible para ir a entregar su bandeja y alejarse de ella para poder estudiar, pero en cuanto se paró de la mesa ella hizo lo mismo y sin razón aparente empezó a caminar detrás de él, siguiéndolo como una sombra.

- Sabes, mi primera impresión de ti fue que eres alguien sombrío y que no tiene amigos. – le dijo mientras subían por la escalera al segundo piso. – Pero también, pareces alguien muy inteligente, tal vez incluso un genio.

El chico le habría dado las gracias por el cumplido, si no fuese porque estaba diciendo lo obvio. Intentó ignorarla, pero ella siguió detrás de él, siguiéndole los pasos muy de cerca. Cuando se fue al vestidor a cambiarse para la clase de gimnasia, notó que ella se quedó en la puerta, mirándolo como una acosadora.

Ignorarla no parecía servir de mucho, especialmente ya que el resto de los que estaban en el vestidor comenzaron a murmurar o a quedársele viendo por lo atractiva que era. Al ver que no se iba, finalmente decidió confrontarla.

- ¿Hasta cuándo vas a seguirme? ¿Qué quieres de mí? – le preguntó.

- Todavía no me das las gracias. – replicó ella como si fuese lo más obvio.

- ¿Qué dices?

- Cuando alguien te devuelve algo que perdiste, lo normal es dar las gracias, ¿no? – le dijo ella. – ¿Un genio como tú no sabe eso?

Fuutarou quiso protestar, pero viéndolo por otro lado, se dio cuenta de que ella tenía razón. Aun así, él era muy orgulloso como para simplemente decir "gracias" así nada más, así que se sacó del bolsillo el otro examen de cero puntos y se lo entregó.

- Bien, te lo agradezco. Te devuelvo también el tuyo. Ya, ¿estamos a mano?

De pronto la cara de la chica se iluminó, otra vez con esa sonrisa tonta. – ¡Oh, muchas gracias! Jeje, la verdad, estaba pensando en pedirte un favor. Como viste, no soy muy buena estudiante que digamos, y claramente necesito ayuda.

- Sí, eso se nota a leguas. – dijo él lacónicamente.

- Así que pensé, ¿crees que podrías ayudarme como tutor particular o algo? Puedo pagarte muy bien, solo…

- No, gracias. – dijo él. Aunque normalmente apreciaría cualquier trabajo, no creía que hubiera precio que valiera ayudar a estudiar a una chica tan molesta como ella. – Y si no te importa, tengo otra clase a la cual asistir, así que no me estorbes, ¿quieres?

La clase de gimnasia transcurrió como normalmente lo haría. Dado que esta le requería mucho más esfuerzo físico que mental, era la que menos le agradaba. Todos se burlaban de que al momento de darle las vueltas al campo él siempre terminaba de último, pero al menos no podían decir que se quedaba sin terminar. Sintió un gran alivio cuando finalmente sonó el silbatazo del entrenador declarando que había terminado.

Mientras recogía sus cosas, su teléfono comenzó a repicar. El identificador de llamadas le informó que era el número de su madre, así que sin tardanza decidió contestar.

- ¿Hola?

- ¿Cómo estás, cariño? – sonó la maternal voz del otro lado. – ¿Has tenido un buen día?

- Igual que siempre. – dijo él despreocupadamente. – La clase de gimnasia me dejó rendido, pero fuera de eso, y una chica acosándome en la cafetería, supongo que no ha sido del todo malo.

- ¿Oh, una chica acosándote? – preguntó la mujer con interés. – ¿Mi hijo por fin está atrayendo la atención de las chicas? Tu padre se pondrá muy feliz de saberlo.

- Mamá, no empieces con eso. – dijo él. – Sabes que esas cosas no me interesan.

- Vamos, hijo. No tendría nada de malo que un día invites a alguna chica linda a cenar. Y Raiha se pondría muy feliz de tener a una hermana mayor con quien jugar, y lo sabes.

Fuutarou quiso rodar los ojos y replicar, pero sabía que estaría tratando de ganar una discusión perdida y que sería mejor ahorrárselo. Siempre sus padres y Raiha le recordaban que debería conseguirse una novia, ¿pero por qué la prisa? Él no tendría planes de casarse de todos modos hasta estar económicamente estable para mantener una familia.

- Pero bueno, te llamaba por otra cosa. – siguió hablando su madre. – Pasa que tu padre se encontró con un antiguo compañero de clases que se mudó cerca de aquí, y que al parecer quiere ofrecerte un trabajo.

- ¿De verdad? – dijo él. Eso sí captaba su interés.

- Está buscándole un tutor particular a una de sus hijas. Según me dijo fue suspendida de su antigua escuela por sus malas calificaciones, y arregló para que sea transferida a tu clase. Será un trabajo a domicilio, y quiere que empieces lo más pronto posible.

- Hmm… ¿y qué dijo sobre mis honorarios? – preguntó Fuutarou a lo que realmente le interesaba.

- Dijo que te pagarán por horas, y si obtiene buenos resultados, puede que te den un bono adicional.

Fuutarou no pudo evitar sonreír al escuchar eso. Si ese era el caso, entonces tenía que asegurarse de hacer que esa chica pasara con honores. Bueno, siendo prácticamente el mejor estudiante de su preparatoria, ¿qué tan difícil podría ser?

- Ah, por cierto, Raiha quiere saludarte.

- ¡Onii-chan, te quiero mucho! – exclamó una vocecita de niña en un tono muy alegre.

- Lo sé, lo sé, también yo, hermanita. – dijo él. Él podría ser un tipo serio y orgulloso de serlo, pero su hermanita menor era una de las pocas personas capaces de arrancarle una sonrisa. La adoraba y haría lo que fuese por ella.

Luego de terminar la llamada, acabó de recoger sus cosas y se dispuso a marcharse. Ya era la última clase por ese día, así que solo le quedaba volver a casa para cenar con su familia y descansar.

Sin embargo, al salir por el portón de la escuela tuvo la extraña e incómoda sensación de que alguien lo estaba observando, y al voltear, casi podría jurar que vio un lazo verde asomándose por encima de las paredes de la entrada. Esperaba que fuese su imaginación, no quería tener que lidiar de nuevo con esa chica risueña y tonta de la cafetería.


Al atardecer…

De camino a casa, Fuutarou frecuentemente pasaba por la panadería de su familia. Siempre que le quedaba algo de dinero extra y tenía ganas de algún bocadillo antes de la cena, ese era el mejor lugar para ir. Aunque podría haber usado sus palancas familiares para que le dieran algo de pan gratis, él siempre se rehusaba rotundamente, salvo ocasiones especiales como en su cumpleaños.

Normalmente, la panadería de los Uesugi se llenaba más durante el mediodía, ya que por allí pasaba mucha más gente durante el descanso del almuerzo que venía para comer algo rápido. Y todos estaban de acuerdo en algo: el pan que hacía su madre era el más sabroso de toda la ciudad.

- ¡Bienvenido! ¡Ah, Onii-chan!

Una figura pequeñita con vocecita chillona se acercó rápidamente a saludarlo. Se trataba de su hermanita menor Raiha: una dulce niña de once años de pelo largo azul oscuro como el suyo con un enorme mechón levantado sobre la cabeza sujeto con un lacito rosa. En ese momento llevaba un overol de tela vaquera y una franela a rayas de colores, y se veía tan alegre como siempre.

- ¿Cómo estuvo el día, Onii-chan?

- Como siempre, supongo. – dijo él, tratando de sonreír. Raiha era una de las pocas personas que era capaz de mejorarle su humor con su sola presencia. – ¿Y mamá?

- Está atrás buscando algo de cambio, así que mientras yo cuido el lugar. – dijo la pequeña con orgullo. – ¿Quieres lo de siempre?

- No, gracias, creo que echaré un vistazo por algo diferente hoy. – le dijo él.

- Muy bien, tómate tu tiempo. – dijo Raiha antes de regresar al mostrador, dejando que su hermano pudiese echar un vistazo.

Su panadería nunca estaba corta de variedad, así que podía elegir con calma. Además, en aquel momento, no había mucha gente, salvo por una chica que se veía de su edad que en ese momento llenaba su bandeja.

Fuutarou se quedó mirándola por un momento. Su apariencia le resultaba extrañamente familiar, aunque no estaba seguro de dónde la habría visto antes. Tenía una cabellera roja que le caía hasta la mitad de la espalda, con un mechón curvado levantado sobre la cabeza, y estaba adornado con un par de horquillas con forma de estrellas amarillas. Por lo visto también había venido desde la escuela ya que también llevaba su uniforme.

La chica volteó a verlo en cuanto notó que estaba siendo observaba y le lanzó un gesto fruncido. – Disculpa, me estás mirando mucho, ¿puedo ayudarte en algo? – le preguntó.

- No, no es nada, solo me pareció… – Pensando rápido, Fuutarou supuso que sería mejor desviar el tema para evitar una situación incómoda, y buscando algo, sus ojos se fijaron en la bandeja que llevaba.

La cual por cierto estaba llena a rebosar. A Fuutarou le pareció que la muchacha había llenado su orden con al menos uno de cada tipo de pan que ellos vendían. Calculando por el tamaño debía haber no menos de unos cuatro o cinco mil yenes.

- ¿Planeas comerte todo eso tú sola? – le preguntó. Después quiso darse una palmada en la cara por como sonó eso.

- ¿Oh, tienes hambre? – dijo la chica sonriendo de pronto. – Puedo compartir un poco contigo si es que no tienes para pagar.

El comentario le hizo sentirse ofendido: ¿acaso lucía como un pobretón? Por supuesto, ella no tenía manera de saber que ese local era de su familia, y aunque no lo fuera, él llevaba dinero más que suficiente para pagar lo suyo.

- No, gracias. Solo pensaba que, si alguien se come todo eso sola, puede subir mucho de peso.

La sonrisa de la chica se disipó al instante, siendo reemplazada por un ceño fruncido con las mejillas hinchadas.

- ¿Qué estás insinuando? ¡Para que conste, estoy comprando esto también para mis hermanas, muchas gracias!

Sin más, giró sobre sus talones y se dirigió hacia la caja para pagar. Para entonces, la madre de Fuutarou había vuelto de atrás para colocar algunos billetes y monedas extra en la registradora, y Raiha se encontraba ayudando a meter todo a las bolsas.

- ¡Gracias por tu compra, vuelve pronto! – le dijo, y la chica tras tomar sus bolsas se dirigió a la puerta mientras sacaba uno de los panes para comérselo por el camino. Raiha rápidamente volteó a verlo. – ¡Onii-chan, no deberías ser tan grosero!

- Espero que eso no la disuada de volver después. – dijo la señora Uesugi. – Es la mejor cliente que hemos tenido en mucho tiempo.

Al salir eso de la boca de su mamá, Fuutarou sí sintió un poco de culpa. Lo menos que querría sería espantar clientes o hacer algo malo para el negocio, aunque no era que estuvieran pasando apuros económicos.

El nombre de la señora Uesugi era Kazane, y claramente sus hijos habían heredado de ella el color de su cabello. A pesar de tener ya treinta y nueve años, la gente solía estimarla cuando mucho a mitad de sus veintes a primera vista, al grado que si no fuera por el delantal y la bandana con la que se amarraba su pelo podrían confundirla por hermana mayor de sus hijos, casi pareciendo una versión en femenino de su hijo mayor, aunque su pelo caía de un largo similar al de su hija sobre uno de sus hombros.

- Como sea, ¿quieres lo de costumbre o algo especial por el día de hoy?

- No, un bollo de crema estará bien por hoy. – dijo Fuutarou, pagando de una vez para poder comérselo. – Por cierto, sobre ese trabajo que me consiguió papá…

- Ah sí. Dijo que si es posible podrías empezar el lunes. – dijo la mujer. – Ya que estarán en la misma clase, ella te llevará a donde vive para que puedas trabajar. Recibirás tu primera paga el próximo viernes.

- Grandioso, en ese caso más vale que vaya a casa y prepare todo para las sesiones de estudio. – dijo él. – Nos veremos luego.

- ¡Onii-chan! – lo llamó Raiha mientras cruzaba la puerta. – ¡Acuérdate que me prometiste llevarme al arcade el próximo fin de semana!

- ¡Lo sé, lo sé! – replicó él. No se le había olvidado, y tenía toda la intención de cumplir esa promesa.

Aunque Raiha no le pedía cosas a menudo, cuando lo hacía era incapaz de decirle que no. Bueno, si hacía bien su trabajo, podría pagárselo con su propio dinero, y eso le quitaría de encima sus preocupaciones.

Sin embargo, mientras se dirigía a su casa, notó que la chica que había salido antes de la panadería se había quedado en la esquina esperando, y justo en ese momento un auto negro que claramente se veía de lujo vino por ella. Bueno, si pudo permitirse pagar en efectivo todo ese pan que llevaba, seguramente debía tener dinero para quemar, y para pagar un transporte como ese.

- "Aun así… ¿por qué siento que me resulta tan familiar?" – pensó.

Finalmente decidió olvidarlo. Después de todo, a menos que decidiera volver a pasarse por la panadería de su familia, era muy poco probable que volviera a verla.


El lunes siguiente, en el salón 2-1…

Fuutarou llegó a clase a la hora de siempre, y se quedó en su lugar esperando. Si era cierto lo que le había dicho su mamá el viernes pasado, tendría que conocer a la que sería su alumna el día de hoy. De hecho, ya todos estaban chismorreando al respecto.

- ¿Ya te enteraste? Hoy se transfiere a nuestra clase una nueva estudiante.

- ¿De verdad? ¿Es bonita? ¿De qué escuela viene?

- Eso dicen. Por lo que escuché viene de la preparatoria Kurobara.

Fuutarou escuchaba sin poner mucha atención, aunque la última parte sí captó algo su interés. La escuela Kurobara era una preparatoria exclusivamente femenina y para gente muy adinerada. De ser ese el caso tendría que ser una familia rica la que quería contratarlo para hacerle de tutor a su hija. En tal caso, debía causarles una buena primera impresión.

- Dicen que también es muy atlética. Según entendí, estuvo en los clubes de atletismo, basquetbol, softbol, voleibol y natación, y logró llevarlos a todos a las nacionales.

- ¿En serio? Wow, entonces tenemos que reclutarla. ¡Tal vez por fin nos saque de esta mala racha!

Escuchando eso, Fuutarou no pudo evitar resoplar ligeramente. Los rumores usualmente tendían a expandirse más de la cuenta y a exagerar las historias. Por más atlética que fuera esa chica, no habría forma de equilibrar tantos clubes deportivos a la vez, menos todavía si tenía que apartar tiempo para estudiar.

Aunque ahora que lo pensaba, si le habían dicho que había sido expulsada por sus malas calificaciones, tendría sentido si solo se enfocó en los deportes. Seguramente era puro músculos y sin cerebro. Iba a necesitar mucha ayuda de parte de él si ese era el caso.

Sonó entonces la campana de inicio de clases, y menos de un minuto después entró el profesor. Tras el habitual saludo, procedió a hacer el ya esperado anuncio de que hoy se les unía una nueva estudiante, y le indicó que entrara para presentarse.

Y Fuutarou sintió que palidecía al reconocerla.

- ¡Buenos días a todos! – saludó con esa misma voz chillona y alegre con la que le habló el viernes pasado. – ¡Soy Yotsuba Nakano y acabo de mudarme! ¡Espero que nos llevemos muy bien!

- "No… esto tiene que ser una broma." – pensó Fuutarou. – "Una pesadilla… un mal sueño… ¿ella es a quien tendré que asesorar?"

Estaba en demasiado shock como para concentrarse en lo que decía, y solo recobró el sentido cuando ella fue a sentarse en uno de los pupitres vacíos, dos filas atrás en la columna a su derecha. Instintivamente volteó a ver por encima del hombro, solo para que la chica alzara la mano y lo saludara con esa sonrisa tonta.

Concentrarse en clase ahora iba a resultarle muy, muy difícil.

Fuutarou no supo cómo se las arregló para pasar la mañana entera de clases. La chica risueña, cuyo nombre ahora sabía que era Yotsuba, por lo menos hoy respetó su espacio y no intentó abordarlo, limitándose únicamente a sonreírle y saludarlo de lejos, pero sabía que tarde o temprano iban a tener que hablar. Después de todo, él ya había aceptado aquel trabajo y no iba a poder echarse para atrás, por más irritante que le resultara.

A la hora del almuerzo, no le sorprendió ver que su sitio habitual ya estaba ocupado, y que ella ya se encontraba esperándolo allí. Apenas lo vio, le hizo un gesto para que viniera a sentarse, y un vistazo rápido le hizo darse cuenta que el resto de la cafetería estaba repleta y no tenía más opción.

- Jeje, nos volvemos a encontrar, Uesugi-san. – le dijo, apoyando la barbilla sobre las manos entrelazadas.

- Supongo. – dijo él. – Nakano-san, así te llamas, ¿verdad?

- Oh, puedes llamarme Yotsuba sin problemas. – dijo ella despreocupadamente. – Después de todo, pronto vas a ser mi tutor, ¿no es así?

De pronto ese "acercamiento" del viernes pasado comenzaba a cobrar sentido. Seguramente su padre ya le habría contado al respecto, y si era cierto que había sido compañero de clases del de Fuutarou, podría hasta haberle dado su descripción física para que pudiera identificarlo. Lo extraño era que, incluso aunque él trató de ser frío y hasta grosero para alejarla, ella seguía actuando como si nada. Hasta le pedía llamarla por su nombre, eso ya era decir mucho.

- De acuerdo… Yotsuba. – dijo él mientras se disponía a comenzar a comer. Se había percatado que ella no había tocado su comida y no empezó hasta que él lo hizo. ¿Llevaría rato esperándolo allí?

Ninguno de los dos dijo una palabra por un buen rato mientras comían, aunque a su alrededor Fuutarou podía escuchar los murmullos de los demás. No era de extrañarse: haberlo visto sentarse a comer con la misma chica dos días seguidos ya era para dar un hervidero de rumores y que se hicieran falsas ideas. Aunque eso no lo hacía menos molesto.

Bueno, había otra forma de ahogar un poco los murmullos. Ya que iban a verse a menudo, tanto dentro como fuera de la escuela, supuso que no haría daño empezar a conocerse, y saber con qué clase de estudiante le tocaría lidiar.

- Entonces… tu papá quiso contratarme para ayudarte. ¿Es cierto que te expulsaron de tu antigua escuela?

- Jeje, sí lo es. – dijo ella, dándose un golpecito en la cabeza y sacando la lengua. Aunque inmediatamente adoptó una expresión un poco más seria. – No pude evitarlo. Me metí a tantos clubes deportivos que no me quedó tiempo para estudiar después. Pensé que si me esforzaba podría con todo, pero…

- Oye, el que mucho abarca, poco aprieta. – le dijo él con severidad, luego de confirmar sus sospechas. Por lo visto los rumores no eran tan exagerados como pensaba. – Si ese examen que me mostraste es un indicio, vamos a tener que trabajar mucho tú y yo.

- Haré lo que haga falta. Sé que podrás ayudarme, eres un genio después de todo. – aseguró la chica con determinación. Luego hizo una pequeña reverencia en su dirección. – De antemano te lo agradezco mucho.

- No me agradezcas nada hasta que hayas pasado. – le dijo él. – Además, no lo estoy haciendo por ti, sino porque me están pagando por ello, ¿estamos claros?

- ¡Claro como el cristal, Uesugi-sensei! – dijo ella haciendo un ademán de saludo militar, que rápidamente atrajo las miradas y risas de algunos curiosos.

De pronto Fuutarou estaba empezando a arrepentirse de haber aceptado el trabajo. ¿En qué se estaba metiendo? ¿Valdría la pena que le pagaran por enseñar a esta chica?

Fuutarou estaba acostumbrado a caminar a casa solo, pero aquel día al salir de clase, Yotsuba lo arrastró para que se fueran los dos juntos. Dado que todavía no le habían dado la dirección y como no tenía idea de dónde viviría la familia de la chica, supuso que no había remedio. Aunque estaba el hecho de que, igual que en la cafetería, no pasaba desapercibido el hecho de ir caminando con una chica atractiva, y no podía sacudirse de encima esa incomodidad.

Él no era ningún ciego: por dentro admitía que Yotsuba era una chica muy hermosa, pero su tipo de mujer estaba muy lejos de ser una belleza sin cerebro como ella. Los superficiales que se fijaban en la apariencia antes que en la personalidad (o en su caso, en la inteligencia) terminaban luego decepcionándose, y él se negaba rotundamente a ser uno de ellos.

De vez en cuando echaba una mirada de reojo y se daba cuenta que Yotsuba mantenía esa sonrisa todo el tiempo, como si estuviese de lo más contenta por ir caminando al lado de él. Si bien la idea se le hacía algo extraña y hasta incómoda, no podía evitar sentirse algo halagado al respecto, aunque rápidamente lo descartó, pues tampoco era que le estuviese dando ninguna clase de "trato especial". Durante todo el día por lo que pudo ver Yotsuba fue capaz de ganarse a toda la clase con su actitud alegre y risueña sin ningún problema, así que no era difícil deducir que simplemente ella debía ser así con todo mundo. Incluso con los que eran distantes y antisociales como él, aparentemente.

Caminaron por un buen rato hasta llegar a un enorme edificio de apartamentos, cuyo nombre en la entrada rezaba "PENTAGON". A primera vista, Fuutarou calculó que debía tener unos treinta pisos de alto, y le produjo una cierta sensación de vértigo. No solo por lo alto sino porque se notaba que seguramente costaría una fortuna vivir en ese lugar.

- Wow… – dijo al ver el edificio.

- Jeje, ¿te impresionas? – dijo Yotsuba divertida, seguramente al ver su rostro boquiabierto.

- Debo admitir que sí. – reconoció él.

- Aguarda un momento, debo avisar que llevaré una visita. – dijo Yotsuba aproximándose hacia la entrada, mientras él todavía se quedaba mirando el lugar, todavía algo conmocionado de estar en ese lugar.

Nunca se imaginó entrando en un sitio como este. Si la familia Nakano podía permitirse un apartamento en este complejo, seguramente no bromeaban al decirle que le pagarían bien por hacer de tutor para Yotsuba.

- Disculpa, ¿puedes moverte? Estás en el… ¡¿TÚ?!

Al oír esa voz volteó de inmediato, y se llevó una sorpresa al encontrarse de frente con la pelirroja que vio en la panadería. ¿Cuáles eran las probabilidades?

- Vaya, pero si es la señorita glotona. – dijo él. – ¿Qué haces aquí?

- ¡Yo soy la que debería preguntarte eso! Y para que conste, yo vivo aquí, señor pesado.

- Bueno, yo vine por un trabajo, ¿de acuerdo? – se defendió él.

- ¿Trabajo? ¿Qué clase de trabajo podría tener alguien como tú aquí?

- ¡Gracias por esperar, Uesugi-san! – regresó Yotsuba. – Listo, ya podemos entrar, ahora… ¡ah, Itsuki!

- ¿Yotsuba? Disculpa, tengo que decirle unas cuantas cosas a este pesado de aquí.

- Pues qué lástima, porque yo no tengo nada que decirte. Como dije, solo vine para trabajar.

- ¿Y esperas que me trague ese cuento?

- Em… Itsuki, en realidad Uesugi-san…

- ¿Qué, te refieres a él? – dijo la pelirroja, cuyo nombre aparentemente era Itsuki. Y luego, su expresión de enojo cambió bruscamente, como si acabara de darse cuenta de algo. – No… no me digas que él…

Entretanto, Fuutarou se había quedado totalmente desconcertado. ¿Estas dos se conocían? ¿Cuáles eran las probabilidades de eso? ¿Y más todavía de que vivieran en el mismo edificio?

- Vaya, vaya, esta ciudad es más pequeña de lo que pensaba. – dijo el chico, tratando de romper algo la tensión. – No me imaginaba que tú y esta glotona fueran amigas.

- ¡Hey! – gritó Itsuki, claramente indignada por el apelativo.

- Em… bueno, no somos exactamente amigas. – dijo Yotsuba, rascándose detrás de la cabeza, y mirando de un lado a otro como si tratase de encontrar una forma de mediar las hostilidades.

Antes de que Fuutarou pudiese preguntar a qué se refería con eso de que no eran amigas, Itsuki se fue pisoteando con rabia hacia la puerta de entrada. A esa distancia el chico alcanzó a ver que se metía al ascensor, seguramente para irse a su apartamento. Mejor así para no lidiar más con ella.

- ¿Qué quieres decir con que no son amigas? – preguntó él. – Está claro que ustedes tienen trato cercano.

- Bueno… creo que se me pasó mencionar que tengo hermanas, ¿no? – dijo Yotsuba, riéndose nerviosamente. – Somos cinco, de hecho. Yo soy la cuarta, e Itsuki es la quinta.

- ¿Cinco? – preguntó Fuutarou alzando una ceja.

De pronto se acordó: cuando su madre mencionó lo del trabajo por primera vez, se acordó que dijo que el amigo de su padre lo había contratado de tutor para "una de sus hijas". Hijas en plural. Algo de pronto le vino a la cabeza, tenía que estar seguro.

- Oye, ¿puedes fruncir el cejo un momento? – le preguntó.

- ¿Eh? ¿Así? – dijo ella haciendo lo que le pedían, y de pronto, en su cabeza se superpuso la imagen del rostro de Itsuki. Lado a lado, quitando el cabello largo y las decoraciones diferentes, coincidían perfectamente.

- "Que Dios me libre, podrían ser gemelas." – pensó. Seguramente lo serían así que no se iba a molestar en preguntar.

- Bueno, creo que ya es mejor que entremos, vinimos a estudiar, ¿no? – dijo ella, sacándolo de sus pensamientos.

Después de abrir la puerta con la tarjeta de acceso, los dos se fueron hacia el ascensor, donde Yotsuba pulsó el botón del piso 30. El chico tragó en seco ante el pensamiento de haber tenido que subir todas esas escaleras un día que se fuera la luz o estuviera averiado, ya que no creía ser capaz de hacerlo. El esfuerzo físico nunca había sido su punto fuerte después de todo.

Estando los dos solos en el ascensor en ese momento y sin más nada que hacer, supuso que no estaría mal conversar con ella un poco, así fuera solo por matar el tiempo. Y para despejar su mente del altercado con Itsuki.

- Así que… escuché que antes estudiabas en la preparatoria Kurobara. – preguntó él. – ¿Cómo era?

- Supongo que no estaba mal. Aunque ser una escuela solo para mujeres tenía sus desventajas. Como que no puedes conocer chicos guapos y eso. Aunque tenía muy buenas amigas en los clubes deportivos, y claro, también a mis hermanas conmigo.

Fuutarou pensó que, si todas las demás hermanas eran como Itsuki, no debía ser fácil lidiar con ellas, pero no quiso decirlo en voz alta. Mejor desviar ese tema, al menos por el momento.

- Yo también tengo una hermanita, ¿sabes?

- ¿De verdad? Seguramente debe ser muy linda, ¿no? Siempre quise tener una hermanita pequeña, pero eso es difícil cuando eres la cuarta de cinco.

- Ya me lo imagino. – dijo él. Si una de ellas parecía alguien difícil de tratar, ¿cómo serían las demás?

- Pero bueno, el lado positivo es que así nunca me siento sola. Seguro te gustará conocerlas. Incluso Itsuki, te aseguro que cuando la conozcas mejor verás que es muy dulce.

Fuutarou no quiso atreverse a refutar eso, pero dudaba que realmente se pudieran llevar bien. Mejor minimizar el trato, no solo con ella, sino con las demás para evitar problemas y distracciones innecesarios.

El ascensor llegó a su destino y los dos caminaron hacia la puerta al final del corredor. En una placa de oro estaba grabado el apellido "NAKANO" en letras occidentales, y Yotsuba inmediatamente les abrió la puerta para que pudieran ingresar.

A primera vista, el apartamento era impresionante. Era de estilo occidental con dos niveles, de los cuales el inferior estaba compuesto por una enorme sala de estar/comedor con un gran acuario lleno de peces multicolores, sillones mullidos alrededor de una mesa de estudio junto a una para comer de cinco personas, y también podía verse la cocina, con unas escaleras que llevaban al nivel superior donde Fuutarou asumió que estarían los dormitorios.

- ¡Ya estoy en casa! – anunció Yotsuba.

- Bienvenida. – dijo una voz femenina apagada. Una chica, que Fuutarou asumió debía ser otra de las hermanas de Yotsuba, se encontraba tendida cuan larga era en el sofá, jugueteando con una tablet.

- Hola, Miku. – saludó Yotsuba. – Hey, ¿ese no es el juego que te presté? ¿Cuándo me lo vas a devolver?

- Cuando lo termine. – replicó la hermana llamada Miku. – Me falta el 45% del modo campaña.

- Hmm. – Yotsuba frunció el ceño ligeramente. – ¿Y dónde están las demás, por cierto?

- Nino está haciendo la cena. Itsuki fue a darse un baño. Ichika dijo que llegará un poco más tarde.

- ¡Ah, qué mala suerte, Uesugi-san! – exclamó Yotsuba como si fuera una tragedia. – ¡Habría sido genial presentártelas a todas de una vez!

- ¿Y eso qué importa? – dijo él. – No olvides a lo que venimos.

¿Qué habría de especial en conocer a cinco hermanas a la vez? Fuera de que dos aparentemente eran gemelas, dudaba que hubiera algo interesante de ver en ellas.

- ¡Jeje, claro, perdón! – dijo Yotsuba. – ¿Quieres algo de tomar antes que empecemos?

- Supongo que un poco de agua está bien, después de una caminata tan larga. – respondió él, queriendo empezar pronto para ganarse su paga.

- ¡Muy bien, espérame aquí! ¡Mientras, tú y Miku pueden aprovechar de conocerse un poco!

Fuutarou no tenía mucho interés en eso, pero supuso que no haría daño sentarse, y cogió uno de los sillones frente a la mesa.

Sin embargo, al ver a Miku frente a frente, se llevó otra sorpresa. Quizás a primera vista por el tono marrón rojizo de su cabello le habría costado un poco reconocer el parecido familiar, pero descontando eso, y que tenía el cabello más largo que Yotsuba y más corto que Itsuki, Miku tenía el mismo rostro y los mismos ojos, aunque su mirada se notaba bastante cabizbaja, como si estuviese deprimida o desvelada. Muy diferente a la actitud constantemente alegre de Yotsuba, y a la de irritación de Itsuki. Su forma de vestirse también parecía reflejarlo: llevaba un suéter simple, tenía las piernas cubiertas con unas calcetas oscuras, y alrededor del cuello llevaba unos enormes auriculares azules.

- Así que tú eres el tutor de Yotsuba. – le dijo con la misma voz apagada.

- Fuutarou Uesugi. – se presentó él. – Y tú… ¿te llamas Miku?

- Itsuki estaba muy enojada cuando entró. – agregó ella sin responderle. – ¿Fuiste tú?

- Yo… supongo que sí. – respondió él. No había sentido en mentirle después de todo.

- Espero que tengas mucha paciencia. Tendrás mucho trabajo por delante con Yotsuba.

Fuutarou quiso responder que con aquel examen de cero puntos eso ya se le hacía muy obvio, pero no veía necesidad de ello. Mentalmente, superpuso la imagen de Miku a las de Itsuki y Yotsuba, jugando a rompecabezas mezclando sus estilos de cabello. No eran gemelas, ¿seguramente debían ser trillizas? El colmo sería que después las otras dos resultaran también verse iguales.

No queriendo pensar en eso, se puso a sacar sus lápices, cuadernos y libros para empezar de una vez, colocándolos en la mesa. Mientras lo hacía, de reojo alcanzó a espiar la Tablet de Miku, notando que estaba jugando un juego que él conocía, que recreaba las batallas históricas de los generales del período Sengoku.

- "Un buen juego para aprender de historia, si alguna vez vi uno." – pensó.

- ¡Gracias por esperar! – llegó Yotsuba patinando sobre el suelo, cargando una bandeja con un vaso de agua que de inmediato le entregó. – ¡Aquí tienes, Uesugi-san!

- Gracias. – Fuutarou se bajó casi todo el vaso en un santiamén, y notó que detrás de Yotsuba venía su otra hermana, que lo miraba con una mueca de recelo por alguna razón.

- "Ay no." – pensó al verla, quedándose con el vaso en la mano sin terminar de tomarse el contenido restante.

Esta hermana, que por lo que escuchó antes de voz de Miku debía llamarse Nino, se le podía distinguir únicamente por su cabello largo color magenta, más largo incluso que el de Itsuki y adornado con un par de listones con forma de mariposa. Tenía el mismo rostro y ojos azules que las demás, aunque en ese momento se le podía distinguir por ese gesto enfurruñado.

- ¿Qué me ves? – le preguntó.

- ¿Eh? Yo, nada, solo que… – miró involuntariamente a Miku, y después a Yotsuba – no pude evitar notar que…

- Sí, cualquiera puede ver lo mucho que nos parecemos, genio. – lo interrumpió. – Somos quintillizas después de todo.

- ¿Quintillizas? – exclamó Fuutarou sorprendido. – ¿O sea que la última…?

De pronto, cobraba sentido que Yotsuba se las quisiera presentar a todas de una vez. Seguramente habría querido generar una mayor impresión, una mucho mayor que la que le dio de por sí con verlas una por una. Y eso que aún faltaba una de ellas.

- Exactamente. – La chica se le acercó y se inclinó para mirarlo frente a frente. – Y óyeme bien, sé que papá te contrató para ayudar a Yotsuba con sus estudios, así que más te vale no intentar absolutamente nada con ella, ¿me entendiste? – agregó tocándole con el dedo de manera amenazante.

- ¿Oye, por quién me tomas? – exclamó él.

- Nino, no seas mala con Uesugi-san. – lo defendió Yotsuba. – Perdón por eso, es que no le gustan mucho los extraños. ¿Ya podemos comenzar?

- Seguro, faltaba más. – dijo Fuutarou. – Si no les importa, ¿nos pueden dejar solos? Ya saben, para concentrarnos.

Miku no respondió verbalmente, pero se paró del sofá y se fue sin decir ni una sola palabra. Nino tardó un poco más, pero le lanzó una mirada que a Fuutarou le heló la sangre de solo verla, como si tratara de decir "Te voy a estar vigilando", antes de dirigirse a Yotsuba.

- La cena está en el refrigerador. Hay también para nuestro "invitado" si le da hambre. – Luego como quien no quiere la cosa, agregó: – Y no te preocupes, no lo envenené.

Fuutarou tragó en seco mientras la veía subir la escalera. ¿Qué le pasaba? Sus preocupaciones eran ridículas, por no decir infundadas. Yotsuba ni siquiera era su tipo para que él quisiera llevársela o hacerle cualquier cosa.

Y hablando de Yotsuba, esta última seguía tan sonriente como siempre, así que seguramente sería cosa de todos los días y decidió no darle importancia. Lo primero, le dio un examen de prueba en blanco para que lo resolviera, para determinar qué tan mal estaba. La chica tomó el lápiz y comenzó a trabajar en él sin tardanza.

- "Por lo menos pone interés. Buena señal." – pensó mientras la observaba.

Con base en el resultado del examen podría evaluar en qué áreas necesitaba ayuda, y con eso saber en qué debía poner más énfasis durante las tutorías. Aun así, hasta que terminara, no le quedaba mucho por hacer excepto quizás admirar un poco el lugar.

A ojo preliminar, Fuutarou calculó que el área de la sala por sí sola debía ser suficiente para contener el pequeño departamento donde vivían él y su familia. Y eso sin contar que cada una de las quintillizas debía tener su propio cuarto, a juzgar por el número de puertas que se veían en el nivel superior donde estaban los dormitorios (seis en total, y la última él asumió debía ser donde dormirían sus padres).

En contraste, su residencia originalmente solo tenía dos dormitorios y tuvieron que pagar arreglos de construcción para expandir uno y después dividirlo, de modo que él y Raiha pudiesen tener cada uno su propia habitación. Afortunadamente no tuvieron que endeudarse más por ella, aunque a veces podía sentirse un poco apretado allá. Se había acostumbrado, pero no negaba que le gustaría tener un poco más de espacio para él.

Aterrizando de vuelta de volar con sus pensamientos, Fuutarou se enfocó nuevamente en Yotsuba que al parecer ya estaba terminando el examen.

- ¡Listo! – exclamó, pasándole la hoja. – ¿Qué tal lo hice?

Fuutarou cogió el papel y comenzó a revisarle las respuestas. Cincuenta preguntas variadas, cada una que valía dos puntos. A primera vista, la buena noticia fue que al menos no resultó ser un cero como el que le mostró ayer. La mala… fue que de cien puntos únicamente obtuvo…

- Ocho puntos… ¿ocho puntos? – El chico estaba que necesitaba de toda su fuerza de voluntad para aguantarse el impulso de estrujar el papel en su mano y estamparlo contra la mesa. – Además, ¿por qué marcaste la opción número cuatro en casi todas las preguntas?

- Bueno, ¿no dicen las estadísticas que en las preguntas de opción múltiple la cuarta opción es siempre la más probable en ser la correcta? – dijo la chica poniéndose las manos detrás de la cabeza.

- ¿Quién te dijo eso? – preguntó él. Seguramente alguien que también tenía la idea de que en un examen de verdadero o falso podías aprobar colocando todas en verdadero para acertar la mitad.

- ¡De verdad lo siento! – dijo Yotsuba poniendo las manos en posición de súplica. – ¡A veces todo es demasiado confuso, y no me queda otra cosa que arriesgarme y esperar lo mejor!

Fuutarou frunció el cejo; pero en vista de su situación, parecía lo más viable para al menos acertar algo. Claramente iba a necesitar más ayuda de lo que él creyó inicialmente.

Bueno, eso resolvía un problema: si estaba igual de mal en todas las materias, poco importaría con cuál iniciaban. De inmediato cogió el libro de matemáticas para empezar por allí, explicándole las ecuaciones más sencillas para luego pasar a las más complejas.

A pesar de que el avance fue lento (Yotsuba parecía tener problemas para captar los procedimientos, y cometía bastantes errores de factorización), por lo menos le daba crédito por no dejarse distraer, y cuando no entendía algo pedía aclaración sin dudarlo. De nuevo, se podía hacer muy molesto tener que repetir el mismo paso en el mismo problema unas tres o cuatro veces, pero se había comprometido a enseñarle a como diera lugar, y no iba a echarse para atrás ahora.

- "Será un avance lento, pero al menos es algo." – dijo.

- ¡Yay! ¡Lo logré, mira, Uesugi-san! – exclamó la chica, enseñándole el problema resuelto.

Sip, el problema estaba perfectamente solucionado, sin omitir ninguno de los pasos en el procedimiento. El problema fue que estuvo media hora atascada en él para poder lograrlo, y él tuvo que darle pistas cada vez que se quedaba congelada. Tenía que empezar a trabajar en que pudiese hacer las cosas más rápido, si quería sobrevivir a los exámenes.

- Buen trabajo. Ahora vamos al siguiente. – le dijo secamente.

Mientras iniciaban, la puerta del apartamento volvió a abrirse, anunciándose otra voz femenina. Para entonces, Fuutarou ya no se sorprendió de ver que se trataba de la quintilliza restante por conocer. Se distinguía de las demás en que tenía el pelo teñido de rosa, y bastante más corto que el de Yotsuba con unos mechones cayéndole por las sienes y más largos del lado derecho.

- Vaya, vaya, ¿tenemos visita hoy? – dijo acercándoseles. – Oh, tú debes ser el tutor que papá contrató para Yotsuba, ¿no es así?

- Obviamente. – dijo él. – Yotsuba ya me presentó a sus otras hermanas, solo faltabas tú.

- ¿Oh? ¿Y qué impresión te dimos, hmm? – dijo la hermana, con una sonrisa coqueta. – ¿Encuentras interesante a alguna de nosotras?

- En lo más mínimo. – dijo él, desviando la mirada. No había venido para ligar, sino para estudiar, después de todo.

- ¿De verdad? Qué lástima, hasta me pareces lindo. – se rio la chica, antes de echar un vistazo a lo que estudiaban. – Conque Matemáticas. ¿Quieren que les ayude? Soy buena con los números, ¿sabes?

- Me las puedo arreglar, muchas gracias. – dijo él secamente. Entre menos gente hubiera en la sala, menos distracciones habría.

Especialmente dado que la chica de pelo rosa parecía estar inclinándose de manera intencional para mostrarle el escote, y tuvo que resistir el impulso de bajar la mirada en esa dirección. ¿Por qué tenían que ser tan condenadamente atractivas físicamente?

- Está bien, como quieras. Pero si necesitas algo, no dudes en llamar. Ichika-oneesan estará gustosa de darte una mano cuando quieras. – le dijo guiñándole el ojo antes de subir por la escalera hacia su dormitorio, dejando al chico algo perplejo por su actitud.

- ¿Oneesan? – preguntó Fuutarou mirando a Yotsuba, que simplemente se rio.

- Ichika es la mayor de nosotras cinco. Por pocos minutos, claro, pero le gusta restregarnos ese hecho siempre que puede.

- Ya veo. – Fuutarou asintió. Así que esa era la hermana mayor. En ese momento se puso a cavilar y notó el patrón en sus nombres: si Ichika era la primera, y con lo que le había dicho Yotsuba antes de ella e Itsuki, eso quería decir que Nino y Miku eran la segunda y tercera respectivamente. Muy conveniente para nombrarlas, tenía que admitirlo.

El resto de la sesión transcurrió sin mayores dificultades. A pesar del lento progreso de Yotsuba, Fuutarou tuvo que reconocer que al menos la muchacha ponía empeño y decidió capitalizar en ello. Trató de ser lo más justo posible sin dejar de ser estricto, pero al menos, aunque le costó una eternidad, logró que retuviese lo de cada ejercicio antes de pasar al siguiente. Intencionalmente le puso varios similares para ver si era capaz de darse cuenta y aplicar lo aprendido en el siguiente, y aunque no fue mucho, por lo menos en cada uno tardaba un poco menos en dar con la solución. En el último ejercicio él no tuvo que señalarle nada.

Para cuando terminaron, ya eran casi las siete de la noche. Antes de irse, Yotsuba insistió en que primero comieran algo, y aunque Fuutarou tenía sus dudas sobre comerse lo que Nino les había dejado en el refrigerador, estaba tan hambriento después de esa sesión que rápidamente le borró las sospechas. Y admitiéndolo, estaba bastante bueno. Yotsuba luego le dijo que Nino era la que mejor sabía cocinar entre las cinco, y les dejó incluso una bolsa de galletas como postre. Fuutarou decidió guardar algunas de esas para su hermanita.

Habiendo acabado, la cuarta hermana bajó junto con su tutor a la entrada del edificio, y a pesar de las objeciones del chico, le llamó un taxi para que lo llevara a casa.

- No hace falta que hagas esto, puedo irme yo solo. – le dijo.

- Solo es por precaución. – replicó Yotsuba. – ¿Qué haremos mañana?

- Pasaremos a inglés, si estás de acuerdo. – dijo él. – Aun así, harías bien en repasar lo de hoy cuando tengas tiempo. Odiaría que se te olvide después.

- ¡Lo que usted diga, Uesugi-sensei! – exclamó la chica con entusiasmo.

- Deja de llamarme así, ¿quieres? Ambos tenemos edad similar.

- Perdón… Uesugi-san. – se disculpó Yotsuba. – Oye… otra vez gracias por ayudarme. Espero no haberte causado muchos problemas.

- No más de lo que ya esperaba, de cualquier modo. – dijo él. – En todo caso, no te distraigas incluso cuando yo no esté. Todavía te falta mucho.

El taxi llegó a los pocos minutos, y ambos se subieron en él. Aunque el dinero no fuese un problema para ella, le extrañaba que quisiera acompañarlo todo el camino de vuelta a su casa. Ella argumentó que también necesitaba saber dónde vivía él, especialmente para cuando tocara pagarle sus honorarios y por si no podía hacerlo en la escuela. Tomando eso como una razón válida, lo aceptó, aunque no dijo ni una sola palabra más durante todo el trayecto.

- Gracias por escoltarme hasta aquí, pero ya puedo seguir el resto yo solo hasta la casa.

- Ah, qué malo eres, ¿te invité a mi casa y tú no me invitas a la tuya? – dijo Yotsuba haciendo una carita enfurruñada, pero él podía ver que solo estaba fingiendo.

- Oye, ya sabes que solo fui por trabajo, además…

- ¡Onii-chan! – exclamó de pronto una voz que reconoció rápidamente como la de Raiha. Y con toda certeza, su hermanita venía corriendo hacia él. – Al fin volviste a casa, mamá y papá te estaban esperando para… – En eso volteó a ver hacia el taxi, donde todavía estaba Yotsuba, y lo apartó empujándolo para verla. – ¡Ah, ella debe ser tu alumna, ¿verdad?! ¿Quieres cenar con nosotros?

- Ya comimos en casa de ella, vamos adentro. – Fuutarou agarró a Raiha de los hombros y trató de llevársela a la casa.

- ¡Onii-chan, no seas malo, preséntamela! ¡Además, mamá y papá también querrán conocerla!

- Pero, Raiha…

- ¿No puedes? – En ese momento, Raiha utilizó su última arma: los ojos de cachorrito tierno, a los cuales era imposible decirle que no. Y mientras él estaba paralizado, estos surtieron efecto en otra persona.

- ¡Aww, Uesugi-san! ¡Cómo puedes decirle que no a tu linda hermanita! – De alguna manera Yotsuba se había salido del taxi, y se le había ido encima a Raiha para abrazarla. – Ya que me lo pides, con gusto me quedaré a cenar con ustedes.

- Terminarás engordando como Itsuki. – dijo Fuutarou por lo bajo, aunque eso no la disuadió en lo más mínimo.

Entretanto, el taxista se quejó de que lo dejaran allí esperando su pago, por lo que Yotsuba pasó una tarjeta para cancelar y le dijo que podía irse, que después llamaría otro para volver a casa. Grandioso: apenas su primer día como tutor, y su alumna ya iba a conocer a su familia.

No supo cómo (o quizás sí), pero de alguna manera, estaban los cinco sentados alrededor de la mesa. Además de Raiha y su madre, se les había unido Isanari, el padre de la familia. A diferencia de su hijo, tenía un físico bien formado digno de un atleta, y cabello rubio salvaje con unas gafas de sol sobre la cabeza. De todos los miembros de la familia, parecía el más emocionado de que su hijo hubiera traído a una chica a casa.

- ¡Jajaja, empezaba a creer que no vería este día! – dijo. – Mi hijo siempre se porta como un antisocial que piensa en solo estudio y no diversión. ¡Muy diferente de mí!

- ¡Papá!

- Cariño, no avergüences a Fuutarou de ese modo. – lo regañó su mujer. – Aunque sea cierto lo que dices. Fuutarou, si no fueras tan serio serías más popular, como tu padre.

- ¿Tú también, mamá? – Fuutarou rodó los ojos. Yotsuba también parecía encontrar divertido el bochorno que le estaban haciendo pasar, pues se estaba riendo tanto como ellos. – Lo de las burlas lo esperaría de ella, ¿pero de ustedes, mi familia?

- Uesugi-san, no seas tan serio. – dijo Yotsuba dándole una palmada en la espalda, tan fuerte que por poco se da con la mesa. – En serio deberías sonreír más, te quedaría bien.

- ¡Es lo que siempre le digo yo! – dijo su padre. – ¿Lo ves, que hasta tu linda alumna está de acuerdo conmigo?

- ¡Gracias por esperar! – llegó Raiha trayendo los platos. – ¡Aquí para Yotsuba-san, para mamá, papá, y Onii-chan! ¡Curry y tortilla Uesugi!

- ¡Oh, esto se ve genial! – dijo Yotsuba. – ¡Muy buen provecho!

De inmediato empezaron a comer con ganas, y Fuutarou vio que la glotonería probablemente no estuviera limitada solamente a la quinta hermana, sino que sería cosa de familia. Aunque ya había comido en casa de Yotsuba, el curry de Raiha era demasiado bueno para desperdiciarlo. Mientras comían, rápidamente surgió el tema de conversación para todos:

- Por cierto, Onii-chan, ¿qué tal tu primer día como profesor particular?

- Supongo que… – miró de reojo a Yotsuba – no estuvo del todo mal. No me dio demasiados problemas. Aunque va a ser difícil.

- Pues tendrás que ser constante. – dijo Isanari. – Pero no puedes quejarte, cualquiera mataría por tener una alumna tan bonita como ella.

- Ah, no, como cree. – dijo Yotsuba, restándole importancia al cumplido. – Uesugi-san prefiere a otro tipo de chicas, ¿verdad? Yo soy demasiado tonta para él.

- No seas modesta, linda. – le dijo Kazane. – Puedo ver que eres alguien muy simpática, aunque con lo terco que es nuestro hijo quizás le tome algo de tiempo darse cuenta.

- ¡Sí, es un cabeza dura! ¡Mira! – dijo Raiha, dándole unos toquecitos en la cabeza con el dorso de la mano.

- ¡Ja! Pues prefiero ser un cabeza dura que un cabeza hueca. Como alguien más aquí presente…

El chico miró furtivamente a Yotsuba al decirlo, pero lamentablemente el gesto no pasó desapercibido por su hermanita, que alzó la bandeja y le pegó detrás de la nuca con ella.

- ¡Auch! ¡Eso duele, ¿sabes?! – se quejó él, frotándose, mientras los demás se reían haciéndole rodar los ojos de nuevo. ¿Por qué siempre le tocaba ser el blanco de todas las burlas?

- Yotsuba-san, sé que mi hermano es un gruñón, egoísta y maleducado a veces. – dijo Raiha, mirando a Yotsuba. – Pero también tiene muchas cosas buenas, solo que no le gusta mostrarlas.

- ¿Estás tratando de insultarme o de defenderme? – preguntó Fuutarou.

- Descuida, estoy segura de que sí. – dijo la chica del lazo con voz alegre. – Es más: como recompensa por ayudarme a estudiar, me esforzaré por hacer que sonría más. ¿Qué dices de eso?

- ¿De verdad? – exclamó Raiha, con la carita iluminada de emoción. – ¿Lo prometes?

- ¡Claro que sí!

- ¡Jajajaja, ese es el espíritu! – dijo Isanari. – ¡En serio, hijo, mientras la enseñas deberías aprender también de ella!

Fuutarou quiso resoplar, pero no había caso en contradecirlos. ¿Qué iba a aprender él de una idiota como Yotsuba? ¿Se les olvidaba que era él quien tenía que enseñarle a ella, y por lo que parecía, iba a ser una batalla cuesta arriba?

Al menos ellos, especialmente Raiha, parecían estar contentos. Se había comprometido en hacer que la chica pasara, y también quería ganarse su dinero como era debido. Tenía un futuro en la mira y quería alcanzarlo a como diera lugar, sin importar cómo lo hiciera.

En ese momento Fuutarou no se imaginaba lo mucho que cambiaría su vida, solo por haber conocido a Yotsuba y a sus hermanas. Algo era seguro: ya nunca más volvería a tener días de aburrimiento.


Flashforward, cinco años en el futuro…

Me había quedado dormido en el camerino de la iglesia, soñando con aquel día. Me despertaron las campanadas, junto con la voz de una de los asistentes avisándome que la novia me estaba esperando. Me miré al espejo y arreglándome el pelo y las arrugas de mi traje, inmediatamente salí. Por fin había llegado el momento.

Aun lo recordaba como si hubiese sido ayer, el día que nos encontramos por primera vez. En ese entonces, jamás me habría imaginado que terminaría enamorándome de alguien como tú. Pero claro, eso fue porque no pude verte como realmente eras, lo que ocultabas debajo de esa primera imagen. Mis padres tenían razón. Me llevó mucho darme cuenta de lo maravillosa que eras.

Y aquí estamos ahora, en el altar, a punto de unirnos para el resto de nuestras vidas. El camino fue largo, lleno de altibajos, risas, enojos, y tristezas, pero no me arrepiento de mi decisión. Y ahora que te veo, más hermosa y radiante que nunca con ese vestido blanco, estoy más convencido de ello. Aunque yo fui tu tutor, tú me enseñaste muchas cosas más importantes, cosas que jamás habría aprendido de nadie más.

Esta es la historia de cómo conocí a la mujer de la cual me enamoré, a sus hermanas, y todo lo que pasamos juntos desde entonces. Para entender el presente es necesario conocer el pasado, y saber cómo fue que llegamos hasta aquí.

Esta historia continuará...


Notas del autor (editadas Octubre de 2020):

¿Cómo están, gente? Bien, finalmente decidí un nombre definitivo para ponerle a este fic. Si se preguntan por eso, lo tomé del título de la image song de Yotsuba. Ahora a la espera de la segunda temporada del anime de Go Toubun no Hanayome, debo admitir que es una de las mejores comedias románticas que he podido ver durante este año, en gran parte porque no cae en tantos clichés típicos de las series del género harem (como abusar del fanservice), y que me identifiqué bastante con el protagonista (habiendo sido tutor, sé lo que se siente tratar con alumnos particularmente difíciles). Por supuesto, tenemos un colorido reparto de personajes típico de estas series que te hacen reír, llorar y hasta enojarte, pero que al final terminas queriéndolos cada uno a su manera, y aquí no es la excepción.

Dicho eso, este manga está muy lejos de ser perfecto, e irónicamente uno de los puntos donde falló fue en el desarrollo romántico de la pareja final. No me malentiendan: adoro a Yotsuba (es mi segunda quintilliza favorita después de Miku) pero el que ella resulte la elegida lo sentí bastante forzado ya que ella no hizo casi nada activamente para ganarse su amor, y tampoco pudimos ver suficiente atracción del lado de Fuutarou hacia ella (o incluso a cualquiera de las demás) que justificara su decisión. Al final sentí que solo la eligió por haberla reconocido como la niña de sus recuerdos, y eso no hubiera estado mal si se hubiera llevado mejor. Me explayaría más de la cuenta hablando de esto aquí, así que si quieren más detalles busquen mi análisis en Wattpad respecto a esto (mi username allá es FoxBluereaver) donde explico a mayor detalle cómo creo que se podría haber desarrollado mejor.

Y por último, este primer cap fue un pequeño "experimento", un episodio piloto, si se quiere, para un AU de esta serie. Ya he visto que es muy común en todo tipo de mangas, animes u otras series que los fans buscan hacer AUs variados para "mejorar" o "corregir", ya sea con la pareja que les guste, cambiar algo, etc, pero estos lamentablemente caen en errores bastante comunes (pido disculpas a quien se sienta aludido, pero estas cosas tienen que ser dichas para que se entiendan). Están los que se toman la historia original prácticamente copypasteada al 100% (especialmente con los diálogos), salvo por los retoques aquí y allá pero que a la larga no cambian absolutamente nada y dejan todo intacto a excepción de lo que les "conviene" para satisfacer sus deseos personales. Que no se ofendan, pero eso es un signo de pereza creativa y falta de esfuerzo. Créanme, por experiencia les aseguro que es mucho más satisfactorio sacarlo de tu propia cabeza y darle tu propio estilo, aunque lleve tiempo y mucho ensayo y error para lograrlo, bien vale la pena. Otra cosa, muchos AUs suelen dejar "notas aclaratorias" al principio donde dicen lo que cambiaron para que el lector "entienda por qué pasa esto", pero no es lo mismo "decir" lo que va a pasar a "mostrarlo", que fue lo que intenté hacer aquí: específicamente que la mamá de Fuutarou sigue viva y que solo Yotsuba es transferida a su escuela en vez de que sean las cinco. Y por último, que estos AUs parecen no tomar en consideración las consecuencias incluso de cambios menores: por ejemplo, que la mamá de Fuutarou siga viva implica que la familia habría podido sacar adelante su negocio y por tanto no estarían en una situación económica tan precaria como en canon, lo que se traduce en que tengan un lugar mejor para vivir y que Fuutarou no necesite tanto dinero. Eso a la vez justifica que en este caso le haga de tutor a una sola de las quintillizas en vez de las cinco, lo que deriva en que tenga menos dificultades iniciales al tener que lidiar con una sola (que de paso es la más "cooperativa" inicialmente), aunque a la vez traté en lo posible de mantener algunas situaciones algo similares a como resultaron en canon para mantener la esencia de la serie original (que es otra cosa que se pierde cuando se desvían demasiado, sobre todo al cambiar personalidades o sucesos sin explicación o justificación alguna). De modo que mi objetivo es que sea un AU fiel a la esencia del canon, pero sin convertirlo en un calco casi total del original cambiando solo lo que no me gustó, para evitar caer en lo predecible y que tome su propio curso.

Bueno, creo que eso es todo lo que tengo que decir. Le agradezco a Shadechu Nightray por el trabajo de beta que le hizo ayudándome a corregir los errores aquí y allá, y para hacer ajustes que ayudaran a que fluyera mejor (especialmente, gracias a ella decidí agregar la escena de Itsuki en la panadería). No olviden decirme qué les pareció y ahora que tengo algunos caps, comenzaré a publicar de manera regular. ¡Sayonara!