Más adelante, los suficientes como para preparar a los más allegados, y recordemos que el clan es enorme, las noticias de mi regreso inundaban todos los rotativos y noticias de Chicago, primero: DE VUELTA A LA VIDA: JOVEN ARDLAY REAPARECE DESPUÉS DE AÑOS DE NO SABERSE SU PARADERO, entre otras joyas del mundo periodístico; para suerte, nunca se supo las razones de mi desaparición, y por respeto a la tía abuela, jamás se mencionó que yo estuviera en Francia, participando como voluntario de la recién terminada guerra. Eso simplemente no se supo hasta cuando la primera de mis biografías salió al mercado, cuando ya no quedaba comité, ni clan, con sus antiguos convencionalismos. La primera impresión de la familia fue un aluvión de miembros del clan de visita en la mansión de Chicago. Yo supe que el ala principal, la que nos sirvió de hogar de jóvenes, ahora era propiedad de Annie y de Archi, otra gran sorpresa, siendo que Annie tampoco era muy del agrado de la tía Elroy. Archi se quedó pasmado cuando le comenté que sabía de este pequeño detalle desde antes, pero jamás se lo había comentado antes, en especial porque, y me da vergüenza admitirlo ahora, quería distraerlo de Candy, aunque yo también terminé, bueno, distraído en otra parte.

Otra que llegó días después fue la tía Sarah con Eliza. Jamás se me ocurrió que volvería a verlas, especialmente sin la tía abuela para defenderlas. Sarah entró como quien no quería la cosa, y fue ubicada, con su hija, al otro extremo de la mansión, para evitar encontronazos desagradables que provocaran tensiones innecesarias. La verdad es que supe que Eliza había montado un berrinche cuando Archi pidió la mano de Annie, pero otra sorpresa me esperaba. Candy me contó que los Leagan se habían ido a un proyecto de los Ardlay en Florida, y que les iba muy bien. Neal había estudiado y ahora tenía a cargo algunas divisiones del complejo hotelero, mientras que Eliza era una conocida chef de fama internacional, y que estaba comprometida para casarse con su socio. ¿Eliza comprometida? Eso sí que era novedad. Como cambian las cosas cuando estamos lejos de los nuestros.

De todos modos, el cambio en Eliza fue bueno, pues, aunque esquivaba bastante a Candy, conmigo era otra persona muy distinta. De hecho, no era la misma Eliza. Me sorprendió mucho. Siempre pensé que Neil y ella terminarían juntos, casi como un matrimonio, y solos. No pensaba que nadie la toleraría, más que Neal, que siempre fue su pelele. Y aunque, de nuevo, con Candy no parecía querer tener intercambios, ni conversaciones, ni acercamientos, con los demás miembros del clan se comportaba a la altura. Quizás sentía alguna vergüenza, quizás se había reconciliado con la idea de que Candy ahora sí era parte de la familia. La verdad es que me mataba la curiosidad de cómo era que las cosas habían cambiado para ella tanto en la familia, pero para eso, pasaría más tiempo. No, no era algo fácil. La historia que descubrí después era lo complicada que podía ser, y definitivamente, entendí por qué me la habían ocultado. Era de pensarse bien para contarla…

Más días pasaron, más descubrimientos, y más reuniones tanto en la mansión, como en el corporativo. Decidí mudarme allí, al viejo departamento de Albert, que, para mi sorpresa, era el más grande. Georges mantenía el suyo, que era más modesto, y Roger tenía uno aledaño al suyo. Ahí fue que el cuento de que Albert era asistente de Georges me estuvo aún más engañoso, pero no, no debía esperar que me dijeran nada, aunque comencé, al menos parcialmente, a atar cabos, y eso fue en medio de investigar el linaje de la familia. Aparte, sabiendo como sabía que Georges había prácticamente heredado Lakewood, bueno, era, al menos, confuso, pero indudablemente lo merecía, por todo el trabajo que hizo para el tío William.

Quién era, por cierto, el viejo William, fue la pregunta que me invadió los sentidos desde siempre. Cuando me puse a analizar nuestro árbol genealógico, vi que el tío abuelo que ahora fungía como tal, no era el viejo William Charles, hermano de la tía Elroy. Claro, ese había muerto hacía algo más de 20 años. Era, por cierto, padre de la tía Rose y de Albert, que en el tomo era William A. Ardlay. Cuando tuve la oportunidad de preguntarle a Albert sobre su padre, me dijo que tenía 8 años cuando murió, así que todo era un sinsentido. Yo era demasiado pequeño para recordar esas cosas, pero también me acordé de otras que ahora tenían más sentido que cuando era pequeño. Quizás el viejo William era una figura decorativa, y no había una persona tal en ese papel. Lo que me pregunté, siendo que la tía abuela odiaba a Candy en principio, fue como una figura decorativa firmó esa adopción dentro del clan. ¿Sería Georges el que representaba al viejo patriarca, y tomó la decisión para ayudarla? Pero cómo es que Georges conocía a Candy entonces. ¿O sería que nuestras cartas, la mía, de Archi y Anthony, habían surtido efecto como para que el viejo patriarca tomara la decisión, y fuera Georges quien realmente terminara aceptando nuestra solicitud?

Una de las cosas que recuerdo de cuando era niño era mi madre repitiendo que ese rol de patriarca pasaba de generación en generación entre los miembros del clan. Si ese clan estaba repleto de miembros adoptados, es probable que alguno de ellos, o como pensé, Georges, habría ocupado ese lugar mientras alguno otro reclamara su derecho. No era asunto heredado, al menos no en el cambio de siglo. Así que cualquiera podría ser patriarca si demostraba honor dentro del clan y destrezas en el mundo de los negocios. Quizás era una tontería pensarlo, pero de pronto se me hizo una ridícula idea en la mente: ¿Sería que estaban preparando a Albert para ese puesto? Sí, era tonto, y más considerando que pronto, si mis cálculos eran correctos, pasaríamos por una recesión. Albert no hubiera tenido realmente oportunidad de ejercer como patriarca. Sí, definitivamente era una tontería. Además de que Albert era muy joven para ser el viejo patriarca.

En cuanto a la recesión que se avecinaba, era común en tiempos de guerra que hubiera un período de bonanza seguido de otro de carencia. Pocas décadas o como poco, dentro de la misma década si no se manejaban bien los negocios y el capital, era lo que se necesitaba detrás de un conflicto bélico. Históricamente, siempre había ocurrido. No sé cómo afectaría esto a los Ardlay, pero recuerdo historias de cómo la Guerra Civil provocó rupturas económicas que coincidieron con el auge de los Hogares de adopción poco después, aunque el ingenio de nuestra familia pudo más que las pérdidas de la economía mundial. Me dice Candy que cuando ella llegó de bebé al Hogar, habían más de 20 niños que fueron adoptados. Ahora mismo, hay más de 50, según sus cálculos. Esta es una de las señales de que ocurrirá lo que me temo en los próximos años, una recesión, y posiblemente la más grande de nuestra historia. La falta de empleo será el motor para que los Hogares de Niños tengan un auge mientras se estabilizan las economías.

Por cierto, también me dio por mirar esos libros del Hogar que ahora era propiedad de Candy y sus madres. Según parece, el tío abuelo William compró 200 cuerdas de los terrenos a la redonda aledaños al Hogar a un hacendado de nombre Cartwright. Según parece, ahora sus herederos tienen a su cargo la mayor parte de los terrenos, unas 500 o más cuerdas adicionales a la redonda, que el Consorcio Ardlay está vigilando para también adquirir. Es, mayormente, terreno agrícola, bosque y granja. Parece que el gran tío abuelo está previendo para los tiempos difíciles que vienen. Me parece, si es Albert a través de Georges y/o de Roger Ardlay, que fue una decisión bien tomada.

En cuanto a las propiedades hoteleras en Florida, que están manejando los Leagan por asignación del tío William, aunque las mismas están teniendo un auge increíble en estos años, es de esperarse que reciban un golpe si esa recesión está próxima a ocurrir. Aunque la señal de progreso es buena en esa cartera, creo que va siendo hora de comenzar a buscar otros usos para las facilidades. Ahora mismo, hay 23 en parte del litoral playero de todo Florida y algunos movimientos en algunas áreas del Caribe. Quizás deban dejar dos o tres para recreo en ciertos lugares estratégicos, y las demás convertirlas en apartamentos y alquilarlas o venderlas. En una recesión no hacen falta tantas facilidades hoteleras, y sí vivienda asequible. Por eso, debíamos convertirlas o, incluso, vender a desarrolladores el sobrante.

Más allá, en cuanto al resto de las propiedades, incluso las de allende el mar, le comenté a Georges que pensaba que era adecuado vender parte de esa cartera también, la de Europa, siendo que la familia estaba concentrada mayormente en diferentes partes de Estados Unidos. Quizás debían quedarse con una de las villas en Londres, en vez de las cinco que habían preparado para el negocio inmobiliario de esa zona años antes, y por supuesto, la propiedad ancestral de los Ardlay, en Escocia. Todo lo demás debía venderse, incluso antes de que comenzara la recesión, y posiblemente otra gran guerra, que por lo que había leído sobre el Armisticio, parece que Alemania no había quedado conforme con los artículos del acuerdo de paz. Probablemente planificarían en estos años otro conflicto bélico, y esta vez por venganza, dañarían todo lo que se progresó después de esta guerra.

Albert y Georges se sorprendieron bastante con mi capacidad para ver más allá, bueno, por lo de los negocios. Lo otro sería sorpresivo cuando me senté a hablar con ellos de lo que había pensado cuando leí sobre nuestro linaje. Casi casi había descubierto la verdad de todo lo que concernía al tío abuelo por mi cuenta. Lo otro, sin embargo, no dejaría de sorprenderme de todos modos, pero todavía faltaba algo más.

….

Diez días después, salíamos para Lakewood, luego de la actividad en la que nos reunimos los miembros más cercanos del clan y el comité y sus familias. Me asombró bastante la capacidad de ese comité de convertir todo en un negocio. Lo primero que me informaron, sí, porque me lo informaron, sin ápice de felicidad por mi regreso, es que debía considerar una carrera rápida para comenzar a desempeñarme en los negocios familiares, además de un matrimonio concertado y conveniente. Según parece, Albert y Georges les habían informado que yo todavía no conocía el secreto familiar, así que se hizo jurar a todo el mundo, so pena de un castigo ejemplar, que nadie mencionaría al tío abuelo, aunque fuera él quien auspiciaba tal agasajo, y para nada esas condiciones que el comité me quería imponer, como si fuera a hacerles caso. Cómo es que lo hacían, no sé, pero la realidad, y eso lo supe después, es que ese secreto final, la historia que fui hilvanando en esos pocos meses de volver a la civilización, aunque sin su personaje principal, no me sorprendería tanto. Candy me había dado una pista. El viejo William no era tan viejo ni estaba tan enfermo como siempre supusimos. Y hubiera apostado hasta la foto de Marie Helène, que se convirtió en uno de mis tesoros más valiosos, que Candy sabía la historia completa, historia que no me quería contar porque era un secreto que no le correspondía divulgarlo realmente a ella.

La verdad es que todo se sabría finalmente en Lakewood, con todas las personas más cercanas, menos los Leagan, que, aunque en buenos términos con nuestro lado del clan, realmente ni ellos, ni nuestro lado se sentía cómodo compartiendo. Tampoco estarían mis padres, que continuaban en su largo viaje. Por lo poco que sabía, Patricia y Eddie vivían muy cómodamente en la ex Villa Leagan, mientras que Georges estaba en Lakewood con su familia. Allí pasaríamos unos días. Y aunque preguntaba por Patricia y cómo había tomado las noticias, sólo me decían que mejor de lo que esperaban, pero yo lo que pensé era que Patty sencillamente no terminó de asimilarlo todo, y eso pude corroborarlo cuando llegué allí, días después, pero vayamos por partes.

CONTINUARÁ...