El mundo es hermoso por todos los fulanitos como TamashiHimura y Atarashii Hajimari. Gracias por sus palabras de ánimo, este capi es para ustedes.
Btw, please! Si no lo han hecho, chéquense mis otras historias kenxkao xD denles una oportunidad tmb!
Disclaimer: Nada me pertenece más allá de las palabras que conforman esta historia, excepto los personajes por supuesto (aunque hay algunos de mi autoría).
Warning: Primero aclaro que al ser una historia de ficción, ninguno de los ritos aquí mencionados pretenden representar ni al sintoismo ni a la cultura japonesa como tal al pie de la letra, no busco ofender de ningún modo a nadie ni a su cultura. Segundo, habrán un par de escenas de contenido sensible, lean bajo su decisión.
"Los secretos que guardamos: Yumi"
1864
Yumi ingresó en el altar tan pronto Himura se fue.
Esperó paciente tras su charla con el anterior Guji a que la cuadrilla terminase de limpiar el desastre que quedó atrás; sacerdotes y acólitos inconscientes y más de uno con evidentes heridas tipo moratones, las cuales evidenciaban que -aunque no había desenfundado la espada- el joven samurai no se había contenido.
Yumi lo entendía, por supuesto, el chico tenía el corazón roto y el pecho enardecido de todas las promesas que de pronto se habían desvanecido. La mujer se sintió mucho más que culpable. Las palabras del Guji volvieron a hacer eco en su mente...
"Tienes que irte. Tan pronto Kaoru dono reciba el reconocimiento por parte de su alteza el emperador, tendrás que irte del santuario."
La castaña apretó las manos sobre la tela del hakama, clara evidencia de su sentir. Quizá se hubiese hundido en su propia tristeza si no fuera porque era conciente de que había otros con un destino peor al suyo.
La luz de la lámpara titiló entonces, Yumi dirigió sus ojos hacia el fusuma donde una de sus nuevas acólitas, una chokkai sobreviviente del asedio y que había estado al servicio de Kaede, esperaba a que lo recibiera.
-Adelante. -Dijo Yumi.
El fusuma se recorrió dejando ver a la joven de no más de unos quince años; su tez blanca se veía grisácea, sus ojos cafés estaban salpicados de rojo por la falta de descanso y el exceso de lágrimas previamente derramadas, su cabello negro estaba aún despeinado; evidentemente no había tenido oportunidad de recuperarse al igual que el resto.
-Yumi sama, he traido lo necesario y el baño ha sido dispuesto -le informó.
Yumi suspiró cansada. No hacía mucho que había despedido al anterior Guji, pero ya era de mañana y era mejor acabar con aquello pronto.
-Habrá que despertarla -dijo poniéndose de pie.
Ambas salieron de la casa de descanso y se encaminaron rumbo al altar de la diosa Inari donde la recién coronada miko residía. Era un grupo pequeño el que todavía hacía guardia alrededor del altar en la parte externa; los pocos que habían quedado y que Yumi sabía eran de confianza. Aunque quizá sería justo decir que tras el asedio, todos buscaban el resguardo en sus compañeros, como conscientes de que no sobrevivirían de otra manera.
Cuando la castaña entró en el altar le sorprendió encontrar a la miko sola, una parte de ella había esperado el regreso de Himura incluso si sabía lo imposible de tal deseo. La morena se acercó hasta su protegido y comenzó a sacudirla con suavidad.
-Kaoru dono. -Le llamó. -Kaoru dono.
La niña se estremeció, y en esa sacudida Yumi apreció el rezago de las lágrimas en la piel de su rostro, fue capaz de incluso percibir el dolor y la fatiga en el cuerpo de la pequeña. Pero ante todo, notó que la inocencia de la misma prevalecía.
Himura había cumplido su palabra.
-Ne, Kaoru dono...
Los ojos de la niña al fin se abrieron tras parpadear, dos estrellas azules cuyo brillo había menguado. Cuando su mirada se posó, sin embargo, en los ojos de su superior no fue un saludo lo que salió de sus labios, sino una pregunta.
-¿Kenshin? -susurró, la voz ronca.
El corazón se le oprimió a Yumi en el pecho, y luego negó con la cabeza dos veces.
Kaoru desvió la mirada con tristeza, se notaba en el temblor de su labio inferior que tenía ganas de llorar.
-Gomenasai... No debería... -susurró la niña con dificultad debido al nudo que sentía en su garganta, emociones atoradas en su pecho.
Lágrimas silenciosas corrieron por sus mejillas.
Yumi se acercó entonces y la ayudó a levantarse hasta quedar sentada, no sin cierta dificultad; hincada frente a ella le habló con infinita ternura.
-Por el contrario pequeña niña, mereces el derecho a llorar -le dijo, acariciándole el rostro-. Aun más ahora tras lo que viene.
El corazón de la joven miko brincó en alarma, sus ojos parpadearon con confusión.
Sólo entonces, la pequeña notó la presencia de Sasaki en la habitación por detrás de Yumi; la castaña llevaba una cesta con toallas y otros enseres; por detrás de ambas otras dos chokkai esperaban, y al fondo, justo a la entrada, Kaoru podía ver la silueta de un chokkai más a través del shoji que separaba el recibidor del altar.
-¿Sucede... algo más? -Cuestionó con miedo.
Yumi se alejó un poco, retraída en sí misma; esto sólo alertó aún más a la morena quien sentía el corazón estremecérle en el pecho.
-El Maekkai ha sido intervenido en sus esfuerzos por concebir un niño de los dioses, gracias a Himura kun -Le dijo Yumi-. Sin embargo, esto no significa que vayan a ceder en sus intentos por conseguirlo. Pero... Tras la presentación...
El calor abandonó el cuerpo de la joven miko de ojos azules, su cuerpo tembló ante la sensación de frío que la recorrió entonces.
-Kenshin no... él no podría... -La morena se ahogó con las palabras, porque una parte de sí entendía por fin hasta dónde se había involucrado el joven samurai y lo mucho que le había ocultado, al mismo tiempo en que deseaba defenderlo-. ¿Por qué es un problema?
La mayor suspiró, se notaba el cansancio y el esfuerzo que aquello le representaba.
-Todavía tienes dos días para tu purificación, en ese lapso, si no ha habido alguna intervención sin duda volverán a intentarlo durante la presentación al emperador. Y me temo que Himura kun no podrá ayudarnos para entonces. -Le explicó Yumi con premura-. ¿Entiendes lo que te digo? Aunque nosotras podamos protegerte por ahora, una vez llegues frente al sumo sacerdote deberás probar tu comunión con tu kami.
-Mi diosa es Inari. -Refutó Kaoru un tanto ofendida, aunque claramente no digería del todo la información dada.
-Pronunciaste dos nombres. -Declaró Yumi para sorpresa de su protegida. -E igualmente deberías haber recibido comunión sino por el kami elegido sí por tu don. No presentar marca alguna, en tu caso y bajo nuestro contexto, sería lo mismo que decir que has sido repudiada.
Miedo.
La niña sintió un miedo tal que la necesidad de salir huyendo la abrumó hasta la médula; sus ojos, su cuerpo entero buscaba por una salida... una salida en la forma de un samurai de cabellos rojos y ojos de un azul violeta. Una puerta que, se recordó, se había cerrado con su cornación.
-Podría... Podría usar la sangre de mi periodo -propuso con voz temblorosa.
-Oh, avecilla. -Lamentó Yumi con pena, igual que lo hicieron las demás chokkai presentes; sus semblantes de tristeza y pena fueron dagas de hielo que se clavaron en la espalda y el pecho de la menor.
-¿Nani?(¿qué?) -Preguntó con voz temblorosa, con la marca de su miedo y su pronto llanto.
Ninguna de sus compañeras habló, no porque no quisieran calmar los miedos y las dudas de la menor, sino porque realmente no contaban con palabras de consuelo y enfrentar tal tristeza en el rostro de la recién coronada miko las hacía sentir hasta cierto punto culpables. Una espina más en el corazón de Yumi, sin duda, pues tanto ella como sus predecesoras habían obviado el preparar a la menor, confiadas las tres en que el resultado habría sido difernte.
Fue Sasaki al final quien acabó por contestarle.
-Has dejado de sangrar Kaoru dono. -Le dijo con tristeza.
Los ojos de la menor se abrieron en sorpresa y angustia.
-Ni siquiera te habías dado cuenta. -Declaró Yumi con dolorosa sorpresa.
Kaoru siguió buscando otra posible solución, sus ojos miraban en varias direcciones.
-¿Deberé... hacer un corte entonces? -Propuso.
En ocasiones, cuando la virginidad de una doncella había sido comprometida, a algunas jovencitas se les permitía fingir el haber sangrado, haciendo el corte en la entrepierna, e incluso usando sangre de algún animal.
-Kaoru dono. -Lamentó Yumi. Luego negó con la cabeza de manera tajante. Se acercó a ella y la tomó por los hombros, atrayéndola así, clavando su mirada en la suya propia. Cuando tuvo su atención, la castaña le acarició el rostro-. Escúchame bien. En tu posición, serás revisada. Si para entonces aún conservas tu virtud, habrá una segunda intervención tras tu presentación al emperador. Quizá hoy podamos fingir, pero será un esfuerzo en vano después.
-Únicamente prolongaríamos lo inevitable, Kaoru dono. -Completó Sasaki cortando las palabras que habían querido abrirse paso en los labios de Kaoru; la joven se había acercado también movida por los sentimientos de angustia tan claros en el semblante de su compañera. Aun más tras conocer ella misma el dolor de ser ultrajada...
Kaoru miró a una y a otra, mientras el calor le abandonaba el cuerpo de a poco.
-¿Qué debo hacer entonces? -Preguntó.
-Confía en nosotras. -Le pidió Yumi tomándola en sus brazos y levantándola con ella.
Incluso si no se lo decía en palabras, la menor ya sabía internamente lo que habría de hacerse; por lo que no opuso resistencia incluso si cada célula de su cuerpo le pedía a gritos que lo hiciera, que peleara, que huyera...
-¿Dolerá? -Cuestionó no sin miedo, dejándose llevar por la mayor rumbo a la tina dispuesta, llena de agua caliente perteneciente al onsen.
La coronada miko se sentía de pronto navegando a través de un sueño confuso, uno que de a poco se pintaba de tristeza y cierta alarma, pero que no acababa del todo en convertirse en pesadilla. Veía sin mirar, sin darse cuenta de los movimientos de sus compañeras y notando las cosas sólo hasta que las tenía de frente.
-Esperemos no por mucho. -Rogó Yumi, incapaz de mentirle. -Ven, pequeña. Mejor que empecemos pronto -le dijo girándola hacia sí tan pronto quedaron frente a la tina.
Entre las dos, Sasaki y Yumi, comenzaron a asistir a la menor. La desvistieron hasta dejarla en sus ropas interiores, solo abriendo el haneri hasta que la menor hubo entrado en la tina junto con ambas jóvenes, todavía perdida en un trance. Yumi por delante de ella, Sasaki la abrazó por detrás, sosteniéndola.
-El agua ayudará a aminorar el dolor, Kaoru dono. -Le dijo la de ojos chocolate mientras acariciaba de arriba a abajo los brazos de su compañera en un claro intento de conseguir, aunque sin mucho éxito, el que ésta se relajara.
Kaoru tembló. Y luego comenzó a hipar.
-Hush, avecilla. Estás en buenas manos. -Le dijo Yumi abrazándola por el torso. Sus manos comenzaron a acariciar a la pequeña a la altura de sus caderas, como si quisiese infundirle calor por encima del que poseía el agua del onsen.
-¿Qué debo hacer? -Preguntó Kaoru, aunque a nadie en particular.
Yumi la inclinó hacia ella misma, la menor casi resbala. Tras un pequeño forcejeo, Kaoru recargó su cabeza en el hombro izquierdo de su superior; Sasaki entonces le acarició la frente y dejó su mano después ahí, luego depositó un beso en la mejilla de la niña.
-Intenta relajarte -le dijo-. Te dolerá más si permaneces tensa. -Le explicó.
Kaoru cerró los ojos, nuevas lágrimas surgían y amenazaban con caer aún a pesar de los esfuerzos de su dueña por contenerlas. La respiración se tornó irregular... Sasaki intentó consolarla a través de su abrazo-. Piensa en algo hermoso -le pidió.
Kaoru negó con la cabeza, ojos firmemente apretados; la niña sentía a Yumi descubrirle el área entre las piernas al tiempo en que procuraba acariciarla con cuidado, como intentando poner esfuerzo y cariño en el roce tan solo por no lastimarla...
-No sé qué debo imaginar -Lamentó la morena. Su corazón latía descontrolado y había comenzado a sudar por una razón diferente al calor que producía el agua.
-Piensa en Himura kun. -Le susurró Sasaki, consiguiendo que el corazón de su compañera se brincara un latido.
La imagen del espadachín se formó con prisa en la mente de la niña. Una figura en la distancia bajo el sol, al pie del Tori. Había una calidez que la sacerdotisa de ojos azules deseaba recuperar, mientras la veía en la distancia, sumergida en el frío del abandono.
Las manos de Yumi le seperaron las piernas, su mano derecha invadió la intimidad de la pequeña y comenzó a estimularla.
Kaoru dió un brinco asustada y a punto estuvo de separarse. Mas Sasaki fue rápida en sostenerla en su abrazo, procurando con desesperada angustia el transmitirle de forma física el cariño que sentía por ella. Le meció el cuerpo mientras la abrazaba, sosteniendo el rostro de la menor recargado en su hombro izquierdo. Su voz una melodía suave que la ayudaba a distraerse de la invasión en su cuerpo.
-Piensa en Himura kun, Kaoru -Volvió a ordenarle con voz dulce. -En tu Kenshin.
La menor ahogó un lamento. Respirando profundamente la visión regresó a ella.
Kenshin la esperaba de pie debajo del Tori. Ella caminaba hacia él. Él con la mirada aún en la ciudad sonreía antes si quiera de voltear a verla. Él siempre sabía cuando ella estaba cerca.
-En el brillo de sus ojos, en la sonrisa que te dedica siempre... -Continuó Sasaki, guiándalo a través de aquel sueño. Sus palabras y su consuelo lograron de a poco el que la menor pudiera al fin relajarse. Se dejó estimular por su compañera y pronto concedió el acceso a aquella invasión.
-Ve hacia él, Kaoru -Le dijo Sasaki, consciente de que aquello estaba por culminar, asintiendo hacia Yumi apretó su abrazo sin llegar a ser incómodo-. Dibújalo a través de tus recuerdos. Piensa en él... En la manera en la que pronuncia tu nombre...
"Kaoru dono" Habló el Kenshin de su visión.
Y al instante sintió el calor herirle en su centro. Una cortada ardiente que golpeaba sus paredes.
-Aah...! -Gritó la miko.
-Hush pequeña, sólo un poco más. -Le pidió Yumi
La visión comenzó a desvanecerse... en su lugar las lágrimas se dejaron salir presurosas, el dolor salió a través de llanto a través de la boca de la miko quien se aferraba con fuerza del brazo de Sasaki que la sostenía por debajo de los hombros; peleando contra sí misma por no alejarse del agravio que padecía sino hasta que éste terminara.
-Kaoru dono... -Le habló desesperada su compañera, con el llanto atravesado por igual en su pecho-. Recuerda, todos aquellos momentos compartidos; la razón por la que decidiste entregarte al santuario.
La menor se retorció en el agarre, Yumi invadió en ella hasta hacerla sangrar.
-Aah...!
-Eso es... Está hecho. -Declaró la mayor-. Sasaki -ordenó.
La aludida asintió, con un movimiento de cabeza llamó a otra de las chokkai presentes, ésta se apresuró a limpiar la sangre en una tela que parecía de algodón. Sasaki suspiró una vez todo hubo terminado. Dejándose caer en la tina de lleno, se sumergió con su compañera hasta que esta quedó cubierta hasta el pecho, recostadas ambas en ese espacio que de pronto se sentía muy pequeño.
-Ha terminado, Kaoru sama... Con esto es suficiente. -Le dijo a suave voz sin dejar de abrazarla.
Yumi, incapaz de ver tal escena, se apresuró a dirigirse a la chokkai que llevaba ahora la marca de la inocencia de la vidente. Tomándola del hombro, salió con ella hasta la antesala.
-Ya sabes qué hacer. Una vez esté lista, entrégala a Sato. -Ordenó.
La chokkai asintió.
-Sí, Yumi sama.
La chokkai salió en compañía de otra compañera. Yumi aprovechó para arreglarse las ropas, incapaz de mirar por detrás de sí misma pero también de abandonar la sala del todo. Por detrás de sí siguió escuchando las palabras de consuelo que Sasaki seguía murmurando a la menor. Palabras que ella misma hubiera deseado tener.
-Abraza la sensación, Kaoru sama. -Le dijo Sasaki, mientras Kaoru permanecía recostada en ella-. Llora lo que debas de llorar; no hay vergüenza en las lágrimas... has renacido hoy.
Yumi cerró los ojos. Sintió ganas de vomitar.
-Lo lamento, pequeña. -Murmuró a voz baja, casi inaudible, un ahogado lamento. -Lo siento tanto...
Dos días después, cuando los preparativos del altar se habían terminado para recibir a la nueva sacerdotisa, Kaoru se presentó ante Yumi pidiendo consejo. Se notaba en la severidad de su mirada que aún estaba en duelo.
Yumi apenas y consiguió sostenerle la mirada.
-Volví a sangrar... -Declaró la morena una vez su superior cuestionó el motivo de su visita-. ¿Es normal?
La castaña no pudo evitar sonreír con tristeza.
-Lo es. -Le contestó-. Tu sangrado debió interrumpirse por el shock que padeciste durante el ataque al santuario. Y al haber roto la marca de tu virtud, puede que te haya vuelto a estimular. -Le explicó, y luego preguntó antes de poder ontenerse. -¿Duele mucho?
La morena negó con la cabeza, incapaz de pronunciar palabras, el dolor se reflejó un segundo en sus orbes azules y Yumi consiguió verlo.
-No mientas. -Le ordenó.
Kaoru frunció el cejo con incomodidad y pena, mas al final habló.
-No sé qué me duele más. Si el cuerpo o el alma. -Dijo.
Las manos de Yumi se cerraron en puños, hasta que las uñas de sus dedos se clavaron en su propia carne.
-El maestro Takani te visitará hoy. -Dijo, deviando la mirade de su hasta entonces protegida -Aprovecha y pregúntale todas tus dudas, no sientas pena; es un hombre decente y te conoce desde antes de ingresar al santuario.
-Me verá como lo hicieron ustedes. -Lamentó Kaoru.
-Es necesario, pequeña. -Le recordó Yumi. -Aunque aún no eres una mujer adulta, ya no eres una niña. -Declaró.
Aquellas últimas palabras trajeron nuevas lágrimas a los ojos de la joven miko.
...
Mas incluso si tenía razones de sobra para llorar igualmente, Yumi no podía permitirse derramar lágrima alguna. Sabiendose culpable como era, al igual que sus difuntas compañeras, y teniendo en cuenta que el plan confabulado por ellas debía seguirse hasta el final... No. Yumi no tenía el derecho a llorar. No todavía al menos.
El anterior Guji Jineh seguiría en su cruzada por erradicar a los culpables del destino del santuario Inari, Katsura seguiría con sus planes de rebelión, el Shinsengumi seguiría en la caza de los rebeldes, y el mundo seguiría girando incluso mucho después de que ella y todos los demás muriesen. Pero antes de eso, debía terminar con lo que había empezado.
Aferrándose a su propia tristeza y dolor que le inflingía su propia culpa, Yumi se obligó a ser fuerte y dejar que, de momento, fueran otros los que lloraran por ella.
Fue así que horas antes de formalmente entregar a la miko a su sagrada reclusión, había visto a bien el reunirse con el líder del clan Chosu, quien, tras los recientes asesinatos había permanecido recluso con la intención de evitar el que se levantasen sospechas sobre él. Pero era cuestión de tiempo para que se escondiera tras declararse enemigo del shogunato.
Tanto él como Shinsaku, y el guarda espaldas del primero, la recibieron en la zona boscosa que rodeaba al edificio de retiro.
-Himura desistió de su intención de unírsenos. -Declaró Katsura, en cada una de sus palabras se notaba su molestia. Quedaba claro lo insatisfecho tras haber logrado tal azaña tan solo para que el pelirrojo acabase por negarsele una vez más.
Sin embargo, Yumi no se inmutó ante sus palabras.
-Era de esperarse. -Declaró con soltura, como si fuese lo más obvio-. El chico no es alguien con un corazón corrompido. Él sólo deseaba justicia.
Katsura frunció el gesto. Su guardaespaldas por el contrario bufó divertido.
-Igualmente sirvió a nuestra causa -se apresuró a decir Shinsaku quien temía un conflicto-. Aquella intervención ha sido un golpe bastante fuerte para el shogunato, y ha permitido el levantamiento de otros clanes, principalmente en el sur. -Les recordó. -Sin mencionar que pudimos liberar anteriores patriotas, además de recuperar el puerto.
Para su buena fortuna Katsura asintió, aunque igualmente no se le veía satisfecho.
-Pero aún no les es suficiente, ¿no? -Indagó Yumi-. Me temo que ya no cuento con maquinaciones que puedan convencer a Himura kun de unírseles. Si no lo han logrado hasta ahora, dudo que puedan conseguirlo en lo absoluto.
-Pero tu promesa se mantiene. -Inquirió Katsura.
Yumi asintió.
-Es un voto que no puedo romper. Es la razón de que esté aquí también. -Reconoció. Luego dijo con voz tajante -Abandonaré el santuario.
Aquello generó reacciones diversas en los tres hombres, pero en todos se compartía la sorpresa.
-Para evitar que caigan señalamientos y repercusiones sobre el santuario, partiré como la responsable. -Explicó la miko. -Ofreceré mi honor en el lugar de mis compañeros. Pero no pienso mantenerme a raya.
Shinsaku sonrió entretenido, igual que lo hizo el guarda espaldas de Katsura, Shishio.
-Oh... Parece que tenemos a una pequeña guerrera.
Katsura, tras analizarla un instante, asintió.
-Tenemos un trato entonces.
-Una vez concluya la guerra, de ser el lado rebelde los ganadores, las sacerdotisas serán relegadas a ayudantes. Y únicamente podrán atender al sintoismo por voluntad propia; cualquier poder político que antes poseyeran será nulo -Declaró Yumi. -Incluido el de Kaoru sama. ...La tradición del "niño de los dioses", por tanto, también será erradicada.
Tras definir el plan y las acciones a seguir, se despidieron con prisa. Yumi debía volver con la comitiva del santuario para entregar a su protegida. Sin embargo, el guardaespaldas de Katsura, el mismo samurai que la recibiera en la posada en la que se ocultaban los rebeldes, se acercó a ella tras haberla mirado a detalle, tratando al parecer de entenderla.
-No lo entiendo. -Le dijo tan pronto estuvo frente a ella. -En tu lugar posees honor, orgullo y poder. ¿Por qué renunciar a ello? -Cuestionó. Para alguien que buscaba sobresalir por encima de todos como el más fuerte, no tenía sentido el abandonar el derecho a tal puesto con tan fuerte poder político.
Yumi le sonrió divertida.
-No te equivoques, ronin. -Le advirtió. -Ése honor y poder del que hablas no es más que una fachada. Como mujeres, aun si se nos venera, tan sólo somos marionetas. -Le dijo. -Yo busco tener el poder en mis manos por mis propios medios, no voy a conformarme con migajas.
La mirada de la mujer denotaba una fuerza y una determinación tal que, tras haberse debatido con ella, el hombre acabó por concederle aquella pequeña victoria.
-Comprendo. -Le dijo tras sonreír de medio lado, se veía satisfecho. -Es bueno ver que no eres débil. -Le tentó.
-¿Qué tal tú? -Retó ella.
Y la sonrisa de Sishio tan sólo creció.
Yumi los miró partir con un sabor agridulce en la boca.
"Kaoru" Pensó para sí. "Sólo espero que cuando entiendas lo que realmente hicimos... que puedas perdonarnos."
Horas después, la comitiva del santuario Inari junto con los representantes de los sacerdotes imperiales, se presentaron frente al altar privado hacia la diosa Inari, donde Kaoru haría su perido de reclusión de seis meses, en servicio a ésta. Las cuadrillas de los clase Aizu y Kiyosato ya los esperaban afuera del lugar.
Tras las respectivas procesiones y reverencias, Yumi entregó a su hasta entonces protegida.
-Kaoru miko sama viene a hacer retiro y comunar con su kami elegido. -Declaró.
Shinji, quien había sido declarado como el heredero oficial de la primera rama de su clan, estaba al frente de la comitiva de resguardo, y contestó a las palabras de la miko superior.
-El clan Kiyosato junto con el clan Aizu, la reciben y se unen en su misión de protegerla. -Declaró.
Yumi compartió una mirada significativa con el joven.
-La pongo en tus manos, Shinji kun.
El muchacho asintió.
-Cuidaré de ella. No debe preocuparse, Yumi sama. -Le respondió, mano en el mango de su katana.
Seguido el evento al pie de la letra, la joven coronada miko se dispuso a despedirse de su superiora. Plantándose de pie frente a ésta, la mayor no pudo evitar admirarla y sentir orgullo de la joven que tenía frente a sí. Adornada en su traje ceremonial y ataviada con adornos en sus cabellos, la joven de ojos azules parecía más una visión divina y éterea; una pequeña muñeca hecha carne. El poco maquillaje que llevaba denotaba los razgos que de a poco se habían ido afilando.
La castaña se sintió envuelta de una inconmensurable añoranza. Sintiéndose conmovida y afligida a la vez, fue incapaz de prevenir las palabras que salieron de su boca entonces.
-Habrías sido una novia tan hermosa. -Lamentó.
Si aquellas palabras habían herido a la miko de Inari, ésta no lo demostró. Por el contrario, se veía reacia a mostrar emoción alguna, y por primera vez fue Yumi quien lloró en lugar de ella. Se cubrió el rostro con una mano, limpiándose las lágrimas con prisa. -Perdona. No debí decir eso.
La morena apenas si asintió. Hizo la debida reverencia y se dispuso a partir, cuando Yumi volvió a detenerla.
-Kaoru -Le llamó, consiguiendo que se detuviera.
Yumi buscó en las mangas de su kimono hasta sacar un pequeño objeto envuelto en una tela de seda roja. El color atrajo un cierto brillo a los ojos de la morena. La mayor desenvolvió el objeto y entonces sí, tras verlo, una emoción se dibujó al fin en las orbes azules de la menor.
Era el trompo que Kenshin le había obsequiado tres días atrás.
-Lo necesitarás, pequeña. -Le dijo Yumi.
Kaoru lo tomó con prisa, y lo abrazó a la altura de su pecho.
-Muchas gracias. -Dijo con sinceridad.
Después se marchó.
Apenas habían pasado tres semanas cuando había recibido la visita del futuro líder del clan Kiyosato, Shinji, tan pronto había llegado al edificio administrativo del templo privado a Inari.
Había estado demasiado ocupada arreglando la situación delsantuario lo mejor posible, seleccionando al futuro Guji que habría de estar del lado de la rebelión y de Kaoru por supuesto, que a penas y había tenido tiempo para buscar reporte de la miko de Inari. Aquella visita le causó cierta sorpresa, incluso si en parte ya la había estado esperando. Shinji entró tras de que le concedieran el acceso y se le anunciara.
-Kiyosato san, qué sorpresa. -Exclamó Yumi, invitándolo a sentarse frente a ella, el muchacho así lo hizo. -¿No debería estar haciendo guardia? -Cuestionó.
El muchacho se veía cansado sin duda, pero debajo del cansancio había cierto brillo de preocupación.
-Perdóneme. -Se disculpó él. -Tras escuchar que se encontraba de visita decidí venir.
-¿Es sobre Kaoru sama, no es cierto?
El moreno asintió.
-Me temo que no se encuentra en buen estado mental. -Declaró.
Una espina en el pecho sintió la mujer.
-¿Insinúas que ha perdido la cordura? -Retó con precaución.
El joven frente a ella arrugó el gesto no sin cierta molestia.
-Insinuo que el daño tras el ataque ha sido demasiado -Dijo. -Pareciera una especie de shock post traumático. Tiene ataques de pánico todas las noches sin falta, y su descanso se ve reducido debido a ésto.
Yumi ya lo sabía por supuesto. Kaoru, a pesar de su contexto y de lo madura que éste la había hecho no dejaba de ser una niña. Ni siquiera había cumplido los doce.
-No sabía que estuvieses letrado en tales temas. -Respondió Yumi con cinismo, quedaba claro que prefería no discutir aquello.
Mas Shinji no desistió.
-Todos los samurai deben estarlo -le dijo-. En especial tras la primera vida que cobramos.
Viendo que no habría modo de abochornarlo, y notando por vez primera que el joven frente a sí era más un hombre que un niño, a pesar de su edad, Yumi dejó las pretenciones de lado.
-¿Y? ¿Cuál es tu punto? -Cuestionó.
-¿Por qué no se le ha atendido? -Se quejó el samurai.
Yumi bufó con irritación.
-No tiene ese lujo.
Shinji se enardeció.
-¿Lujo? -Cuestionó. -Estamos hablando de la vidente de Inari, si alguien merece tal lujo, sin duda es ella.
-Es precisamente por su puesto que no tiene derecho a uno. -Le cortó Yumi, su voz por encima de la de él. -Shinji kun, como tú mismo lo has dicho, ostenta un cargo alto y es la promesa del clero para recuperar de lleno su poder dentro del actual gobierno, por tanto, no se le puede permitir mostrarse débil.
-¡Pero!
-Incluso si fuese una situación de vida o muerte -volvió a cortarle-, se atendería en lo privado y se negaría el hecho. Lamentablemente, al estar en reclusión y tras la popularidad que adquirió durante las últimas semanas tras su kuchiyose, todos las miradas están en ella. No podemos arriesgarnos a descubrir que hay un problema con la princesa de Kioto.
Shinji se quedó mudo de pronto, porque no encontró argumentos con qué negar lo dicho por la miko. Pero tras recordar sin duda los ataques de pánico que había estado sufriendo su ahora protegida, se forzó a seguir debatiendo.
-Aún así, esto no es algo que pueda resolver por su cuenta con pura meditación y rezos, ¡necesita a alguien que la atienda! Si me lo permite-
-¡Ni se te ocurra! -Le cortó de golpe la mujer, ésta se puso de pie y a punto estuvo de tirar el servicio de té que estaba entre ellos. -¡Lejos de ayudarla estarías poniéndola en peligro! ¡¿Acaso deseas una segunda purga del santuario!? -Le advirtió. -No. Kaoru sama tendrá que resolver su trauma por su cuenta. Y tu deber es únicamente cuidar que no se quite la vida. -Sentenció. -Te di una ayuda además. Sé que lo notaste.
-Es sólo un juguete. -Se quejó él.
-Es su ancla. -Debatió ella. -Simplemente asegúrate de que siempre lo tenga a su alcance.
Shinji rumió por lo bajo. Tenía tantos deseos de pelear contra aquella mujer... Mas entendía sus palabras y la preocupación implícita en éstas. Y aquél juguete...
Tal como había dicho, sin falta, había servido para regresar al aquí y al ahora a Kaoru cada que alguno de sus ataques se sucitaban. Frustrado y furioso con la situación, Shinji se excusó y abandonó el recinto.
Tan pronto se fue, Yumi cayó al suelo y su máscara de fortaleza se deshizo tan pronto como se había levantado.
-Lo lamento... -Sollozó. -Lo siento tanto.
Odiaba a Momiji. Odiaba el terrible plan que había conjurado, y la odiaba aún más por no haberlo concebido antes. Odiaba a Kaede por haber muerto antes de haber instruido a Kaoru sobre las expectativas que recaerían en ella. Odiaba al Guji por haber sido tan débil al caer en el hechizo de Momiji. Odiaba a Hiko por no permitirle acercarse a Kenshin de nuevo...
"¿Qué puedes ofrecerle que no lo haga más miserable de lo que ya es?" Le había cuestionado cuando había ido a buscarlo en su desesperación por no ver una salida, consciente de que había sido ella la que había estado detrás de los asesinatos de la posada.
.. Pero por sobre todo se odiaba a sí misma por no haber vislumbrado una salida para quien se suponía debía ser su hermana pequeña. Le había fallado terriblemente al no reconocer los sentimientos que ésta albergaba por Kenshin, al no entender las dudas que la ahogarían y al no haber hecho nada por hablar con ella para aclararlas.
De haberlo hecho quizá, la pequeña hubiera podido tener otra aspiración.
Mas Shinji tenía razón.
...
Apenas un mes después se vió obligada a intervenir.
...
-Yumi sama. -Le habló Sato, su nuevo sacerdote a cargo. -Recibimos un nuevo encargo.
-Entendido. -Contestó.
Estaban de vuelta en el edificio administrativo, cerca de donde residía Kaoru.
-¿Y Guji sama?
-Ingresó al Shinsengumi, tal como lo predijo -Informó Sato-. Los últimos asesinatos fueron obra de él.
-No durará mucho tiempo antes de que el capitán Saito u Okita lo asesinen -Declaró Yumi, todavía concentrada en los documentos sobre su pequeño escritorio-. Debemos cubrir la evidencia el mayor tiempo posible.
-¡Hai! La cuadrilla de limpieza dispuesta por Katsura ya ha sido enviada.
La mujer arrugó el gesto. Odiaba tener que trabajar con gente fuera de la suya.
-Tendrá que ser suficiente por ahora. -Se dijo a sí misma.
Sato pareció debatirse un instante antes de volver a hablar.
-Algo más, la fecha de presentación ante el emperador se ha movido. -Declaró, consiguiendo que al fin la mujer le mirara con algo parecido al horror. -Tan pronto termine el retiro, deberá presentarse y llevar a cabo la ceremonia.
-Es muy pronto. -Se quejó poniendose de pie. -Kaoru sama todavía no consigue evitar los ataques de pánico.
Afonía.
Por un breve instante la mujer se vio abrumada por ansiedad.
-Diga la palabra y lo haré. -Le dijo Sato, consiguiendo sacarla de su estupor. Yumi se sorprendió de no ver duda en los ojos del chico. -Ha llegado el momento. -Aseguró éste.
Yumi suspiró derrotada, su semblante denotaba una clara angustia.
-Muy bien. -Dijo.
Sato abandonó la sala en dirección al templo privado de Inari.
En su soledad la mujer dejó salir un suspiro largo y aungustioso. Miró en derredor suyo, admirando por vez primera aquel espacio en el que llevaba cerca de un mes trabajando y que apenas y reconocía como tal. Se encaminó de regreso a donde los documentos descansaban y no pudo por más que terminar arrojando todo al suelo en un ataque de rabia y frustración.
Un sollozó se escapó por entre sus labios y luego las lágrimas le nublaron la visión. Se llevó una mano a la boca tratando de evitar el que sus lamentos se escuchasen, recordándose que no tenía derecho a llorar. Mas ella misma recordaba el deplorable aspecto de su protegida.
"Dime Kaoru sama, ¿has tenido visiones?" Le había cuestionado la última vez que había ido a verla en su encierro.
La niña había negado entonces, todo su cuerpo gritaba fatiga y tristeza. Había ojeras debajo de sus ojos, el color de su piel era mucho más claro, y su complexión aún más delgada.
"Sólo pesadillas." Había respondido ella, con los ojos secos de lágrimas.
"¿Ni un solo atisbo siquiera?" Había vuelto a presionar, con el miedo de que Kaoru estuviese siendo abandonada en sus visiones.
La morena había sacudido los hombros.
"Es difícil de decir."
-¡Aah! -Yumi gritó al fin, dejando salir sus lamentos.
Y mientras lo hizo, maldijo a todos y cada uno de los que la habían puesto en tal lugar...
...incluida ella misma.
Yumi debía acelerar el proceso de sanación de Kaoru si quería que su plan rindiera frutos.
...
Como lo predijo, Shinji volvió apenas un día después tras de que mandara por él. Una terrible noche de tormenta.
...
-¿Pidió verme, su excelencia? -Cuestionó Shinji, tan pronto entró en el recinto en donde la miko descansaba.
Yumi le sonrió lo mejor que pudo.
-Bienvenido Shinji kun. Hay algo de lo que debemos hablar. -Le dijo, ofreciéndole asiento.
Todavía desconfiado, el muchacho se sentó frente a la mujer; estaba preocupado además por dejar sola a Kaoru en una noche de tormenta.
-Escuché que la fecha para la presentación con el emperador se adelantó. -Dijo él, deseoso de poder aclarar sus propias dudas sobre el tema. Durante las semanas pasadas no había descansado en sus intentos por ayudar a Kaoru, pero no había logrado avance. -Supongo que están intentando mantener la popularidad de la vidente y conseguir además el favor del shogún al hacerlo.
La sonrisa de Yumi se llenó de amargura.
-No tenemos opción. Debemos atender tal y como se nos dijo. -Dijo ella.
-¿Podrá viajar en su condición? -Cuestionó él.
Yumi suspiró con irritación; sabía que aquello era una contienda para el chico.
-Tendrá que hacerlo. -Declaró. -Hablaré con ella antes de partir, y sé que acatará mis indicaciones.
-Éso es...
Shinji iba a hablar, a volver a inferir sobre los planes de la miko, pero ésta no tenía tiempo para tales cosas y le cortó al instante.
-Es momento de que se enfrente de lleno a la oscuridad, pues ya no le queda más tiempo. -Declaró.
Silencio.
Por un largo instante Shinji no supo qué interpretar de aquellas palabras. Mas cuando Yumi levantó al fin la vista y la dirigió hacia él, tratándo de comunicarle aquello que no podía decir en palabras, el corazón del muchacho pareció haber sufrido una caída que lo había hecho tocar el suelo.
Aún más al ver el preciado juguete, el trompo que había sido de Himura Kenshin, en las manos de la miko. Como si los dioses mismos estuviesen molestos, un rayo cayó a lo lejos y el estruendo que siguió al relámpago de su luz, remarcó aún más el poema de emociones en el centro mismo del samurai.
Entre el miedo, el desconcierto y la rabia, el samurai se levantó de golpe tirando el servicio del té al hacerlo.
-¡¿Cómo ha podido hacer esto?! -Reclamó, sus manos volaron hacia su katana.
Yumi permaneció quieta, sin embargo, mirada hacia el suelo.
-¿La ayudarás? -Pidió con voz queda pero firme.
Aquello sólo consiguió encolerizarlo aún más.
-¡¿Cómo podría no hacerlo?! -Cuestionó con emoción. -¡Ha ido demasiado lejos! ¡Ella aún no está lista! ¡No ha recibido apoyo además!
-No le queda tiempo. -Debatió ella, sintiéndose pequeña por primera vez en mucho tiempo.
-¡Al diablo con eso! -Sentenció él antes de arrebatarle el trompo de madera para luego salir corriendo del lugar, sin duda en dirección a donde Kaoru se encontraba.
La entereza de Yumi se derrumbó como un suspiro.
-Lo lamento... -Sollozó.
Hubiera querido permancer lejos.
Hubiera querido permancer ajena a todo lo que sucedía fuera de las paredes de aquella oficina.
Hubiera querido presentarse hasta que la tormenta hubiese terminado y Kaoru hubiese salido vencida de la pesadilla de sus temores.
Hubiera querido no haber tenido que ser ella justamente quien llevara acabo tal empresa.
Mas el cariño que sentía por la sacerdotisa de ojos azules era mucho más grande que su culpa.
Y quizá también fuese el mismo peso de su culpa lo que la obligó al final a ponerse de pie e ir en dirección de donde se encontraba la joven miko.
En medio del caos de la tormenta, de sus fuertes vientos y el frío de la lluvia que arreció, Yumi caminó entre las luces de los relámpagos abriéndose paso entre el follaje de aquella montaña. Llegó con dificultad hasta el edicificio principal, avanzando con pesar y empapada hasta la médula una a una las habitaciones. Cuando quedó claro, tras encontrar el caos en la habitación de Kaoru, que la joven miko no estaba ahí, sintió el corazón oprimírsele en el pecho al entender el camino que su anterior protegida había seguido.
Quedaba un rastro del daño que la misma seguramente había hecho. Diferentes objetos personales de uso diario, así como los instrumentos del templo yacían regados por todo el suelo; el shoji estaba discorrido y había fisuras, razguños en realidad, en varias de sus cuadrillas de hojas de arroz.
Cuando Yumi salió en dirección al jardín, se encontró con un camino salpicado de gotas oscuras, que a la luz de un relámpago desvelaron ser marcas de sangre. El cuerpo se enfrió aún más. Avanzando apresurada, temerosa de que de la niña se hubiese hecho a sí misma un daño irreparable, llegó hasta el límite del templo; ahí, cerca del borde del terreno encontró a la niña que adoraba y al samurai que había ido por ella instantes atrás.
Shinji sostenía a Kaoru de los hombros y le hablaba con prisa y desesperación; mientras Kaoru se debatía por liberarse de éste, tenía las manos manchadas de sangre...
A la distancia a la que se encontraba no era capaz de escuchar sus voces, pero podía darse una idea de lo que ocurría...
...
Su corazón descansó cuando al fin Kaoru cedió ante las palabras de Shinji y se dejó abrazar por éste.
...
A partir de entonces Kaoru cambió.
Las lágrimas se fueron reduciendo hasta secarse, y del mismo modo lo hicieron los ataques de pánico por las noches. Yumi no era tonta, y sabía el apoyo que Shinji había dispuesto para la joven miko durante los meses subsecuentes; pero había algún otro tipo de entendido entre ambos si su dinámica denotaba algo.
"Shinji kun debió de haberle hecho una oferta. Su semblante se veía diferente." Debatió Yumi después para sí misma.
"Pronto" Se había dicho. "Pronto comenzarán a moverse las piezas."
...
Cuatro meses después Kaoru se presentó frente al emperador.
Su debut había sido perfecto y bendecido además con una visión. Y aunque hubo suspiros pidiendo por una segunda intervención con el kami dueño del segundo nombre que la miko había mencionado, dichas voces se vieron enmudecidas al instante. Yumi sabía que aquello había sido obra de Katsura y agradeció el que éste mantuviese su parte del trato. Cuando Kaoru tuvo que ser revisada una segunda vez, nadie dudó de que ya hubiese sido reclamada por su kami regente.
Tras su regreso al santuario, Yumi soñó con Momiji.
"Ya es hora." Le había dicho ésta.
De modo que la castaña se preparó para partir.
1865 KIOTO
La carroza se movió con dificultad por el terreno pedregoso; a pesar de no haber habido lluvida esa tarde, había zonas enlodadas por las lluvias de los días anteriores. Recién había terminado de regresar a Kaoru al santuario tras el apoyo de Sato y Hikari, pero aunque ya era de noche, Yumi tenía todavía una lista larga de actividades por concluir antes de dar por terminado el día.
Una reunión con Katsura, quien llevaba ya dos meses escondido tras su declaración como rebelde por fin, seguía en la lista del día. Pero antes de éso, debía mandar una carta al Kihetai. Si las instrucciones que el anterior Guji y Momiji habían de seguirse al pie de la letra, Yumi tendría que asegurarse de la caída del clan Kamiya si tan solo para lograr un enfrentamiento entre el clan Kiyosato y Himura. Éste último, sí o sí, debía de tomar un papel más activo en la lucha.
"Sólo un poco más." Pensó para sí.
-En menos de cinco meses todo Kioto deberá de arder -declaró.
Por delante de ella, sentado en el banquillo de enfrente, Shishio sonrió con suficiencia, extasiado quizá por la expectativa de aquella promesa, o quizá por que había sido ella justamente quien la había pronunciado.
A/N: Escribiré a base de reviews LOL
Y sí, caí en cuenta de que este capi debió de haber ido primero, pero meh! Tal vez lo arregle después, y si no, cuando menos en la versión en inglés xD
Lo cierto es que soy escritora tipo jardinero, y me ha costado podar esta historia, muchas de las líneas que originalmente tenía acabaron por marchitarse, y estoy en el proceso de decidir qué camino continuar y cuál cortar. Espero no errarle y terminar secando la planta. T_T
