Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Advertencias: Leve contenido explicito. Mención de suicido. Juguetes sexuales. Mommy Issues. Y un Menma cruel.


Capítulo 3


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Demonio de zafiros

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Kanade sirvió la cena puntual. No importaba cuán ocupada fuera la agenda de Toneri, él siempre regresaba a casa. Ella no dejaba de preguntarse si sería tan hábil para terminar con cada uno de sus pendientes, o eran los pobres empleados bajo su cargo quienes sufrían las consecuencias de adaptarse a la rutina de su esposo en siempre arribar a casa y nunca dejarla sola en el comedor.

Toneri besó sus labios al encontrarla en la cocina, ayudando a Kanade en los preparativos de la cena. No era que siempre realizaran un banquete cada noche, pero a Hinata le gustaba cocinar y tenía una fascinación por probar distintas recetas. La anciana les pidió regresar, ella se ocuparía de todo, cosa que a Hinata le hizo suspirar al saber lo necia que la mujer mayor era con respecto a dejarle todas las tareas del hogar, aun cuando Hinata pensara que la ama de llaves no era tan joven como antes para dejarla encargarse de todo por sí sola. No obstante Toneri no se quejó y la llevó adentro, permitiéndose disfrutar de las atenciones de su querida esposa después de un arduo día de trabajo.

La rutina era la misma, nada había cambiado desde que se casaron. Toneri iba arriba, se cambiaba de ropas a unas más cómodas. Tomaba asiento al lado de Hinata y le preguntaba cómo había estado su día, y ella igualmente lo hacía. Ambos gustaban compartir los detalles, a pesar de que ella no consideraba sus aventuras igual de importantes o asombrosas como las que Toneri vivía en su oficina.

Pero esa noche era distinta porque su padre llamó y le pidió un favor. Toneri le había confirmado que iría al hipódromo en cuanto Hiashi acordara la cita del encuentro con el hombre a quien deseaba convertir en socio de la empresa.

Sabía de antemano que a Toneri le desagradaban todo lo relacionado a las apuestas o lugares públicos; gustaba de pasar el tiempo en casa, o lugares con más privacidad y un ambiente tranquilo. Pero papá quería la ayuda de su yerno y la única manera de conseguirlo era haciendo a Hinata pedirle ir a acompañarlos. Él no podía negarse nunca a los deseos de Hinata, era su debilidad y ella lo sabía.

―Lamento ponerte en esta situación ―aprovechó que hubo un lapso en la cena para decirle a Toneri su sentir. Éste dio un sorbo a su vino y después le miró, con ternura y el amor desbordante que se tomaba intensidad con cada día.

Él la tomó de la mano, brindándole un apretón suave que tenía como finalidad espantar cualquier temor sacudirla. Pero Hinata no temía de nada, solo actuaba según su papel.

―No hay necesidad de disculparse ―dijo él sin perder la vista de esos orbes preciosos aperlados, los ojos que más amaba―. Nunca rechazaría una petición tuya, Hinata.

Sonrió ante lo dicho, una promesa que él cumplía sin importar qué.

―Padre tendrá un encuentro con un importante empresario a quien desea invitar a invertir en la empresa. Él parece disfrutar de este tipo de ambientes ―soltó un segundo la mano de su marido para cortar la carne jugosa―. Nos invitó a acudir y estar presentes en el evento principal. Mi padre se encargará de la reservación de asientos.

―Con una cena en cualquier otro restaurante hubiera bastado ―soltó una queja sincera Toneri al pensar en el ruido de la multitud―. Aún estamos en verano, el Sol podría quemarte la piel.

Hinata rio por la preocupación de su esposo por el bienestar de su piel, como si aquello fuera de suma importancia. Él frunció el ceño, volviendo a tomar su mano.

―No quiero que te sientas incómoda en un lugar al que no disfrutas acudir; sé lo que tu padre desea de mí. Quiere que asista para ayudar a convencer a su futuro socio. Iría sin problema alguno, no tiene que arrastrarte a ti también.

―Quiero ir ―aclaró, acariciando con el pulgar la piel de Toneri, notando cómo la tensión en sus hombros se le quitaba un poco―. Me gustan los caballos ―sonrió con dulzura, como Hitomi Hyuga le enseñó.

Del mismo modo como ella solía hacerlo para engatusar a su padre y hacerle hacer lo que ella deseara sin que él se diera cuenta de que estaba siendo manipulado.

―Me recuerdan a los carruseles. Solía subirme a ellos cuando tenía la oportunidad.

―De acuerdo ―Toneri suspiró, derrotado. Volvió a apretar la mano de Hinata, ésta llevando los nudillos de ésta hacia sus labios, besando todo tramo de piel con ternura―. Iremos.

―Gracias.

Ayudó a recoger los platos después de finalizar con la cena, dispuesta a limpiarlos, pero otra vez Kanade la corrió de la cocina al mencionarle que ésa era su tarea. Hinata no paraba de decirle a Kanade que no había nada de malo en ayudar pero la mujer mayor ignoró sus propuestas y la llevó hasta la sala donde Toneri se hallaba. Éste rio por ver la pelea entre esas mujeres, no teniendo remedio que atrapar a su esposa, siendo felicitado por Kanade quien regreso a la cocina que venía atendiendo desde que se mudaron.

Estuvieron en la sala relajándose un poco. Toneri prendió el minicomponente y colocó los clásicos, dejando el celular fuera de su alcance. No gustaba que nadie le molestara en su tiempo a solas con su esposa. Era una regla que él mismo se había auto impuesto e igualmente comunicado a cualquiera de sus secretarios no molestarle con asuntos relacionados con la oficina a menos que se tratara de asuntos realmente urgentes que necesitaran de su intervención directa.

Los momentos al lado de Hinata los valoraba más que todas las acciones que tenía a su disposición. La presencia de ella le hacía sentirse tranquilo y en paz, sin preocuparle lo que ocurriera a su alrededor. Gustaba observarla, leyendo, cantándole a sus flores, enfocada en sus pasatiempos o mientras dormía; era un deleite tener al alcance tan hermosa mujer.

No paraba de repetirse cuán afortunado era por tener como esposa a Hinata. Le daba igual si tuviera un apellido importante o no; si ella no fuera la hija de Hiashi Hyuga, él igualmente hubiera caído enamorado de ella y habría hecho todo a su alcance para conquistarla.

Hinata era su sueño reencarnado.

―¿Qué lees? ―preguntó al tomar de sus suaves hebras después de un momento de admirarla en silencio, buscando no importunar su lectura al saber lo mucho que a ella le encantaba leer.

Hinata puso el separador y observó a Toneri, quien tenía un tinte de curiosidad. Ella sonrió ligeramente y mostró la portada del cuento.

―Es un cuento ilustrado ―respondió sin temor a que Toneri juzgara su elección de lectura; había tenido una gran atracción hacia los cuentos dirigidos para niños por considerar la narrativa más simple y directa, sin tantas distracciones que desviaran la atención del lector del verdadero propósito.

Amaba cómo eran abordados temas de gran complejidad a un lenguaje tan simple que era tan fácil de entender.

―Es de una autora chilena ―comentó al tener la atención de Toneri, siempre atento a cualquier cosa que decía―. Habla sobre el maltrato ―abrió una de las páginas que más le había gustado, señalando la enorme sombra que aterraba al protagonista―. El dibujo es hermoso y la historia igual.

―Ya veo ―musitó Toneri al ver la ilustración, continuando sus caricias en la cabellera de Hinata, viéndola retomar nuevamente la lectura.

Pasaron así el tiempo hasta que Kanade se mostró para anunciarles que todo estaba limpio y en orden, que ya había verificado que todas las puertas estuvieran cerradas y la basura en los contenedores de afuera. Hinata se quejó de que solamente pudo dedicarse a los trastes, que ambos se encargarían del resto pero como siempre la anciana negó la ayuda y repitió que era su deber. Con ello se despidió del joven matrimonio, deseándoles buenas noches que igualmente ellos correspondieron, observando la silueta de la mujer desaparecer en los corredores oscuros de la casa.

Otra vez quedaron solos e Hinata terminó su lectura. Sintió a Toneri atraerla a su lado, dejando que su cabeza descansara en su cálido hombro, dedicándose a arrullarla con el ritmo de su respiración.

―¿En qué piensas? ―preguntó inesperadamente, sacándola de la pequeña ensoñación a la que iba sumiéndose.

Hinata quedó confundida por tal cuestión. Estuvo tentada a responder que nada le inquietaba, pero eso sería mentirse. Sí había algo que la hacía sentirse intranquila, y no, no era la cita con su padre en el hipódromo.

El misterio de dónde dejó olvidado su vibrador todavía le rondaba el pensamiento, así como dos zafiros resplandecer de umbríos destellos.

Toneri era un hombre atractivo, una copia exacta de cualquier fantasía de libros de hadas que su madre leía para ella. A todos lados su marido recibía miradas femeninas con el deseo oculto detrás de las pestañas y las sonrisas serviciales; era consciente de lo guapo que Toneri era, no solo por su rostro y físico, sino también por sus ademanes que lo hacían resaltar de muchos, sobre todo con sus ademanes caballerosos y esa manera propia de hablar, pero sobre todo la manera en la que se comportaba a su lado.

Hinata se sentía sumamente femenina a su lado. Nunca antes había tenido un hombre tan dispuesto como Toneri lo era con ella.

Las figuras masculinas con las cuales convivió durante años siempre le trataron de manera superior, haciéndole saber cada segundo que ella nunca contaría con la destreza para hablarles a su nivel, haciéndola sentir menos por no tener la misma seguridad de tratar al resto de las personas como si fueran objetos de poco valor y a quienes podían utilizar a su antojo.

Por eso guardaba silencio y opinaba poco, no porque no fuera conocedora de los temas políticos y financieros que se discutían en una mesa directiva, sino porque le resultaba tedioso participar en una batalla de egos. Además no quería que el orgullo de algún socio importante de su padre se viera afectado por su conocimiento.

Hiashi ya había hecho planes con ella excluyéndola del futuro de la empresa. Solamente la dejó estudiar para que la sociedad la considerara una mujer con estudios, digna del estatus de la familia Hyuga. Pero en sí no ejercía su profesión y no quería hacerlo.

Le gustaba el estilo de vida que llevaba, y aunque otros seguramente despreciaban el papel de una mujer dedicada al hogar y su marido, Hinata sabía de la importancia de su influencia en Toneri.

Era gracias a ella que las acciones de la empresa de su padre se elevaban. Era gracias a ella y a sus atenciones que Toneri continuaba apoyando los proyectos de su padre. Era gracias a ella y a sus besos que Toneri protegía cualquier inversión relacionada con la familia Hyuga en el extranjero. Era gracias a ella y a sus felaciones que Toneri siguiera trabajando con Hiashi y asociados para seguir reinando en el mundo financiero cada vez más hambriento del mercado de Japón.

Por eso Hinata se mordía los labios cuando las embestidas de Toneri aumentaban y la respiración agitada de él la golpeaba en el cuello, apretando más las piernas y fingiendo ser golpeada también por el orgasmo, suspirando entrecortadamente cuando sentía la esencia de su esposo entrar en ella.

No podía ser honesta ni siquiera con Toneri. Sabía lo que ocurría con las mujeres perversas en un mundo así. Él amaba la imagen que tenía sobre ella, la Hinata dulce, tímida y paciente con la que se presentó el primer día en que ambos fueron introducidos.

Ella debía ignorar la desesperación, el grito atorado en la garganta de pedirle a Toneri ser más brusco y dejarla de tratar como una muñeca de porcelana. No quería asustarlo.

No quería terminar como su madre y padre.

Por eso del uso de juguetes sexuales para darse placer a sí misma, fantaseando de ser tomada con brusquedad por su marido. Que le insultara y le dijera lo decepcionado que estaba de descubrir que su linda esposa era realmente una perra pervertida.

No dejaba de pensar en qué tipo de pensamientos tendría aquel hombre que pudo o no descubrir sus secretos, quien vio a través de ella con su mirar profundo teñido de azul, con la esencia masculina cítrica tatuada en su nariz para siempre.

―Nada ―respondió, borrando el recuerdo que nuevamente la asaltaría, las fantasías de lo que pudo suceder si el desconocido la hubiera tomado de la mano y conducido al baño donde ella se corrió, someterla contra la puerta de éste e introducirse en ella mientras Toneri aguardaba fuera, esperando por ella.

Tuvo que esconderse en el cuello de Toneri y aspirar el aroma propio de él para no dejarse arrastrar por los escenarios ficticios con otro hombre que no fuera su esposo.

―¿En serio? ―cuestionó Toneri con una sonrisa por la cercanía de su esposa, viendo cómo esa pequeña hada traviesa introducía sus manos por debajo de su camisa de algodón, buscando la dureza de su pecho.

―Hmm ―respondió ella con los ojos cerrados, respirando cerca de él, apegando el cuerpo más hasta frotar las palmas de sus manos ardiendo sobre la firme piel de Toneri.

Le escuchó soltar un suspiro trémulo a causa de las caricias brindadas e Hinata comenzó a besar la mandíbula masculina, acercándose hasta la oreja de él, mordiendo el cartílago y estirándola con ayuda de sus dientes.

―H-Hinata… ―llamó Toneri, sorprendido de la iniciativa de su esposa pero si sentir desagrado, sino un ardiente deseo endurecer la parte de abajo.

Ignoró el llamado de Toneri, enfocada más en cómo el cuerpo debajo suyo temblaba con apenas un par de roces a la parte sur de su ombligo; la piel estaba ardiendo. Incluso pudo sentir algunas venas resaltar por la fuerza con la cual Toneri se contenía para lanzarle al otro extremo del asiento y posicionarse encima de ella.

Hinata quería que dejara de pensar como un caballero estando en la intimidad y se comportara como lo que venía buscando de él a través de esas provocaciones.

―Hinata, preciosa, espera… ―Toneri mirada por la misma dirección a la cual Kanade desapareció, pensando en las probabilidades de que el ama de casa regresara a la cocina y les viera. No sería gratificante para él que la mujer quien le crío de niño lo hallara en tales circunstancias.

Jamás se atrevería a revelar los secretos de su relación con Hinata abiertamente ni dejar que alguien externo fuera testigo de la entrega de sus cuerpos.

La idea le asqueaba y un instinto de posesividad se anteponía por encima de cualquier pensamiento racional.

Hinata no hizo caso e introdujo su pequeña mano hasta el interior de la ropa interior que Toneri usaba, quedando con la boca semiabierta con una muda exclamación por lo bien que se sintió las caricias en la erección.

Echó la cabeza hacia atrás al momento en que los delgados dedos de Hinata rodearon el grosor, el cómo sus uñas cortas raspaban la piel alrededor y subía hasta la punta ya humedecida con sus fluidos. Estaba totalmente excitado.

Toneri no se consideraba alguien ajeno a los juegos sexuales, tenía conocimiento sobre particulares posiciones que brindaban más placer en el coito, más Hinata tenía una apariencia delicada que le hacía rechazar los planes de aplicar lo investigado. No quería lastimarla ni asustarla con el enorme deseo que sentía hacia ella.

Empero constantes veces era puesto a prueba por lo que esos pequeños ojos le hacían a su cuerpo. Las manos pequeñas de ella tocarle, volverle loco por la manera en la que acariciaba su erección y besaba su cuello en una combinación mortal le dificultaba la tarea de controlarse a sí mismo.

―Ugh, Hinata… ―le apenaba sentir que estaba cerca del orgasmo, que él estuviera disfrutando mientras ella realizaba todo el trabajo. No podía dejarla encargarse de todo. El principal disfrute de Toneri además de unirse a ella, era verla complacida, satisfecha, hacerla sentir bien y deseada, besarle cada curva y maravillarse por la suavidad de su cuerpo sin importar todas las veces que repetía el rito.

Toneri tomó la mano de Hinata para detener los movimientos, ella se separó para verle, lista para disculparse en caso de incomodarlo cuando éste se puso de pie y la atrajó consigo, colocando las piernas de ella a los laterales de la cadera, besándola profundamente que la hicieron rodearle el cuello con ambas manos y mantenerse firme sobre el cuerpo masculino. Ella no preguntó el repentino cambio de planes al sentir cómo se movían.

A la habitación ―se dijo mentalmente, con la lengua de Toneri enredándose con la propia mientras las manos de él ayudaban a que sus muslos no perdieran la fuerza y se cayera. Hinata abrió los ojos para toparse con los de Toneri cerrados, intuyendo la distancia que los separaba de la habitación con maestría, cuidando de no tropezarse o que algo chocara contra ella.

La emoción del momento se disipo al entrar al aposento matrimonial que venían compartiendo desde años. La suavidad de la cama apareció mágicamente y la figura de Toneri la cubrió, permitiéndose acariciarla por debajo de las ropas que aun usaba, palpando las zonas calientes de su cuerpo y devorándose las bocas mutuamente.

No fue hasta que él se separó que se miraron directamente. Ella sonrió con timidez, desconociendo la fuerza que le hizo toquetear a su marido en la sala, esperanzada de que éste la tomara, callando cualquier gemido emergente al ahogarla contra la textura del sofá debajo suyo, bajar la iluminación y embestirla con fuerza.

Pero era Toneri, su dulce marido, quien la trataba con dulzura y delicadeza; el tipo de hombre que solo guardaba las relaciones dentro de la seguridad de su habitación.

―Señorita, eso fue jugar muy sucio ―le dijo él aun con la respiración agitada por la falta de oxígeno―. Tocarme así… ―acercó la nariz hasta el cuello de ella, aspirando profundamente la esencia pura de Hinata, maravillándose de que siempre oliera tan bien―. Si tanto deseaba mi atención, pudo haberlo dicho y le cumpliría sus caprichos.

―Me gusta más cuando adivina, Toneri-san ―soltó sin sonreír, acariciando los cabellos albinos de Toneri, soltando un pequeño suspiro cuando sintió los labios de él comenzarle a besarle el cuello.

Toneri siguió con su paciente tarea de estimularla a través de la atención que creía que ella merecía. Solo le quedaba mirar al techo, suspirar en ocasiones cuando una caricia rozaba con sus pezones erectos o su caliente intimidad que exigía más y más.

Y a pesar de que lo tuvo adentro, de que el grosor de Toneri era lo suficiente para hacer enloquecer a cualquiera, su deseo no quedaba satisfecho, no cuando era tratada con tanta delicadeza que a ella solo le quedaba clavar las uñas en la espalda de él, escuchándole gruñir cerca del oído mientras aceleraba sus embestidas hasta llegar al propio clímax al cual ella se sumaba con un apretón más intenso de los muslos, apegándose a él como si una oleada de placer le hubiera golpeado también, acompañándole en su respirar descontrolado y aceptar gustosamente el trato de Toneri después del acto.

―Te amo.

Antes de caer dormido él le soltó esas acostumbradas palabras. Hinata sonreía con el sueño asomándose en sus ojos y dándole una caricia al rostro de Toneri, agradecida por el gesto de recordarle que ambos estaban ahí por amor y no por un negocio.

Él fue el primero en caer dormido sin preocuparle recibir o no respuesta al tener la completa seguridad que sus sentimientos eran correspondidos con la misma intensidad por la mujer quien le acompañaba en el lecho.

―Yo también, Toneri…

Solo hasta que él quedó completamente dormido Hinata se atrevió a contestarle, deteniendo las caricias y acomodándose en el espacio que Toneri le brindaba entre sus brazos, tratando de dormir y no caer en una desesperación silenciosa que sometía a su mente a un caos.

La perspectiva de pasar así toda su vida le hacía sentir atrapada en un final de cuento de hadas eterno donde la promesa de vivir un feliz para siempre se tornaba en una maldición en lugar de una bendición.

Hinata deseaba convencerse que en algún momento tendría el valor de decirle a Toneri sus verdaderos deseos sin que el miedo de que éste se decepcionara o la despreciara la obligara a quedarse callada para siempre. Que su actual presente mejoraría.

Ese era su consuelo para lograr dormir, espantar los fantasmas que gustaban visitarle a la misma hora, siendo el principal el de su madre, quien la veía desde afuera del jardín como si ella estuviera asomándose por una ventana, siendo observada igualmente por ella con su vestido rojo, rodeada de las rosas que ella cortaba.

―¿Eres feliz, Hinata…?

No lo era, pero intentaba hacerlo con lo que tenía. Ya no estaba bajo el yugo de su padre, Toneri jamás permitiría que su padre le hiciera daño. Contaba con él para sentirse protegida sin que la fea sombra le atrapara otra vez y la hiciera llorar.

―¿Quieres que te cuente un secreto?

«No necesito saberlo. No lo quiero» le contestaba a la Hitomi de su sueño.

―Las mujeres como nosotras nunca son felices ―ignoraba su petición y le respondía igualmente, gustosa de confirmarle uno de los peores miedos que a Hinata atormentaban desde que vio a su madre desangrarse en la bañera de la casa principal.

Se apegó más a Toneri, buscando su protección, sintiendo los brazos de él rodearle pero eso no ayudaba a que Hitomi continuara diciendo verdades que a ella le costaba aceptar.

―Los hombres de los que nos enamoramos nunca nos dejan ser felices.

«Eso no sucederá conmigo; soy diferente a ti. Lo soy. No voy a terminar como tú».

―Oh, mi pequeño terrón de azúcar. No sirve de nada mentir. Sabes que mamá siempre tiene la razón.

No. No será así. No voy a terminar como tú…

No.

―Es inevitable, Hinata. Tienes mi sangre corriendo por tus venas. Y eres igual a mí. En todos los sentidos.

No.

No. No es verdad. No va a pasar.

―No tienes que dar pelea, eso solo hará más complicadas las cosas. Haz como yo y acéptalo.

¡No lo voy a aceptar…!

―Pero si ya lo hiciste, cariño. Al dejar que esos zafiros entren a tu mente. Has dejado pasar a otro demonio que te atormente tu lugar seguro.

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Miles de personas asistían a las carreras en el Hipódromo de Tokio, el santuario más grande para los eventos de dicha categoría. Hinata observó a través de su sombrero a las personas tomar asiento en las gradas inferiores. Todo se veía revuelto y con demasiados ánimos a comparación de la zona VIP del lugar.

Su padre le confirmó hace dos días la fecha y ahora se hallaban ahí. Toneri se comprometió de liberar su agenda para tener libre el sábado y asistir sin compromisos a la carrera. El hombre encargado de la seguridad de la zona les permitió entrar a la zona restringida donde asientos más cómodos se hallaban a disposición. Toneri agradeció y la guio por el camino que los llevaría al lugar donde Hiashi y su socio les esperaban; no fue complicado de hallarlos. Era conocido que su padre pensaba siempre en el trabajo los 365 días del año. No había poder sobrehumano que le hiciera despegarse de los papeles pendientes de firmar o solicitudes para próximos proyectos.

Al llegar y hacer su presencia conocida las miradas de ambos cayeron sobre ellos. Puso una sonrisa educada con Toneri a su lado, dando las presentaciones correspondientes y saludos al hombre alto de ojos verdes que acompañaba a su padre: Kakuzu Shijima.

Les invitaron a pasar y Toneri le permitió sentarse, hablando de manera inmediata con el socio de su padre mientras ella observaba hacia abajo, buscando con que distraerse hasta que la discusión terminara.

Ocasionalmente contestaba a las preguntas que Kakuzu le hacía, sintiéndose extraña de atraer la atención del empresario. Ella respondía sin dar demasiados detalles sobre su respuesta y guardaba silencio, dejándole a Toneri encargarse de lo demás relacionado con las dudas del hombre con respecto a invertir o no en la nueva causa del Grupo Byakugan.

―Hiashi-san es un hombre confiable y fiel a sus principios, ha levantado su empresa incluso en los momentos más críticos en la economía del país ―Toneri miraba a su suegro, enviándole una mirada empática al hombre quien bebía su bebida sin despegar la vista de la pista de carreras―. No tiene nada de qué preocuparse, Kakuzu-san, su dinero será bien invertido. Y puedo asegurarle que ganará grandes recompensas.

―¿Cuánto calculas que sea el porcentaje de incrementos?

―En los primeros dos meses será de un 8%. Incluso con una bolsa tan inesperada como la de Nueva York nuestras acciones se mantienen intactas. Somos bien aconsejados en cuestión de nuestros movimientos. Ahora, después de pasar esa duración, puedo asegurarle que el porcentaje irá aumentando hasta alcanzar un 30% en menos de seis meses…

Toneri hacía de maravilla su trabajo de convencer a los demás en unirse a sus propuestas; era excelente al momento de utilizar los números a su favor, el lenguaje que cualquier inversionista interesado quería escuchar.

Miró a su padre brevemente para recibir una mirada fugaz de él. Había hecho bien el trabajo de traer a Toneri al lugar, ahora solo quedaba recibir su recompensa.

Tomó de la Champagne que Toneri pidió para ella, escuchando la música clásica que colocaban antes de dar inicio con las carreras. Ni siquiera con los prismáticos de bolsillo que guardaba para la opera le ayudaba a ver bien los caballos, siendo una de las pocas atracciones que tenían el lugar.

No le interesaba quién corría o quién ganaba, solo estaba ahí hasta que su padre lograra obtener la confirmación de Kakuzu y tener una fecha para firmar el contrato con la presencia de los abogados de cada uno.

Se quitó el sombrero al considerarlo innecesario cuando el Sol ni siquiera le daba, dejándose el cabello suelto y guardando la pinza con la cual lo sostenía. Ojalá Toneri no se tardara demasiado y pudieran dar un paseo por el lugar, disfrutaba de las caminatas largas y del verdor fresco rodearles, ayudaba a que se relajara.

Pero por lo que escuchaba Kakuzu realmente tenía muchas dudas, las cuales Toneri se encargaba de contestar sin perder el objetivo de encantarle los oídos.

Intentó ponerse cómoda en el lugar al anticipar que estaría aguardando ahí por un prolongado tiempo, así que buscaba no perder la paciencia y comportarse como siempre.

Con Toneri podía darse ciertas libertades, tales como comunicarle que realmente deseaba marcharse; él siempre encontraba el modo de retirarse de un evento sin escuchar las habladurías a sus espaldas por irse temprano. Pero su padre estaba ahí y su capricho no se llevaría a cabo. Además, debía cumplir lo que prometió.

Tener el cuadro de su madre valía la pena.

Hinata pensó que ese día sería uno más, tranquilo y sin sorpresas. En la mañana amaneció alterada debido al sueño que tuvo con su madre, el cual era borroso y no recordaba del todo. Hasta Toneri le preguntó si sentía bien y ella solo respondió que sí, que no era nada.

La pesadilla desaparecía eventualmente.

A veces el doctor Kabuto le ayudaba a entender lo que ocurría en su mente, que su subconsciente adoptaba la forma de su madre para crear un conflicto que ella originalmente maquinaba para sabotearse a sí misma. Hinata solo asentía pero en el interior quería reírse porque ella sabía reconocer la presencia de su madre a pesar de los años que llevaba de muerta.

Intentó enfocarse en lo que lograba escuchar de otras personas, que el cuchicheo le ayudara a distraerse.

Hasta que lo inesperado sucedió.

Tuvo que sostenerse del borde del asiento al sentir una sacudida en su interior, específicamente su intimidad. Apretó los muslos al temer que el ruido lograra llegar a los oídos de su esposo y padre. Apretó los labios para no dejar que ninguna exclamación saliera, no quería llamar la atención de nadie, pero su movimiento obligó a Toneri dejar por un momento su plática de negocios para verla con preocupación.

―Hinata ―pasó una mano por su espalda baja y ella tembló―. ¿Te ocurre algo? Estás… ―puso una mano en la frente de su esposa, notando lo caliente que estaba―. ¿Temperatura…? ―la idea de que se hubiera enfermado y no le dijera por temor a no llegar a la cita que Hiashi concretó asustó a Toneri quien estaba dispuesto a dejar interrumpido el negocio de Hiashi con tal de llevar a Hinata con un médico.

―E-Estoy bien ―alarmada de que el movimiento de su esposo hiciera irritar a su padre, Hinata calmó a su marido, trayéndolo de vuelta al asiento, intentando que su alteración no fuera tan obvia―. N-No sucede nada.

―No dejas de temblar ―señaló Toneri, tomando la mano de ella, buscándole la verdad en sus ojos perla.

Hinata sonrió como si no hubiera nada malo con ella. Como si el vibrador que tenía dentro de su vagina no se hubiera activado inesperadamente y la estuviera haciendo humedecerse con rapidez por la fuerte intensidad.

Siguió calmando a Toneri hasta que éste le creyó. Lo animó a continuar con la conversación y que la disculparan, levantándose para ir hacia el baño sin importarle que la carrera iniciara o no.

Necesitaba sacarse el vibrador antes de que llegara al orgasmo y que todos se dieran cuenta.

No había tenido la intención de usarlo, no en esa situación; las reuniones a las que asistía por ser la esposa de Toneri solían ser aburridas. Había rozado el peligro al activar el vibrador y excitarse al lado de su esposo sin que éste se diera cuenta, le ayudaba a pasar el rato y alcanzar el clímax en el baño.

El peligro lograba humedecerla con una rapidez increíble, como si una entidad malvada le susurrara cerca del oído las cosas que ella deseaba escuchar y su mano invisible jugueteara con su intimidad.

Pero ella no activó el vibrador; el control lo llevaba en su bolso de mano, pero en ningún momento lo usaría. Incluso dudaba de siquiera prenderlo en el primer nivel. Arruinar los negocios de su padre no era su objetivo.

Sin embargo no entendía el cómo su vibrador se encendió por su cuenta. Quizá se habría averiado o algún funcionamiento del control estaba dañado, alguna explicación lógica que la hiciera sentir tranquila.

Pero las velocidades del vibrador cambiaban a voluntad como si de pronto el juguete sexual hubiera cobrado vida sin que ella lo sospechara.

Hinata se apoyó contra la barandilla que separaba los dos niveles dentro del hipódromo, tratando de tranquilizar su agitación. Alguien del personal se acercó a ella pero Hinata simplemente negó la ayuda, sonriendo para que todo mundo le creyera que solo necesitaba ir a refrescarse y no se trataba del orgasmo rasparle las paredes vaginales.

Estuvo tan ensimismada en controlarse que no escuchó los pasos detrás de ella. Imagino que se trataba de alguien más del personal queriendo ayudarle, y ya tenía lista una frase para quitarse de encima a cualquiera cuando se topó nuevamente con los mismos ojos azules que conoció en el restaurante hace varias noches.

―Volvemos a encontrarnos ―dijo él, hablándole con tanta familiaridad que ella se sintió como una tonta por no responderle, por tener atrapados en la garganta los gemidos que viniera a continuación cuando otra sacudida la dejó más sensible.

―¿Q-Quién…? ―se tapó su mano con el sombrero para esconder sus muecas, mirando el rostro impasible del azabache quien no le perdía la mirada, con las manos en los bolsillos de su pantalón, vistiendo como cualquier otra persona sentada en la zona VIP del lugar con la única diferencia que a él le traje realmente le hacía lucir poderoso.

No necesitaba hablar con firmeza para imponer orden, bastaba con sus zafiros umbríos para dejar callado al más valiente.

―¿Se encuentra bien? ―preguntó él después de verla por un largo tiempo en el que ella casi lloriqueaba―. No luce bien.

―E-Estoy bien… S-Solo necesito refrescarme ―hizo una reverencia apurada―. A-Ahora, si me permite, tengo que…

La intensidad aumentó y ella por poco llama la atención de todos los demás por el grito que ocultó a tiempo con la mano. No entendía, ¿por qué estaba ocurriendo eso precisamente cuando estaba delante de aquel hombre a quien pensaba nunca volver a encontrar?

¿Era acaso él el demonio que su madre le advirtió que la atormentaría en sus sueños?

Le miró nuevamente y el cuerpo le tembló por la sonrisa arrogante que él puso cuando los orbes perlados de la mujer se estremecieron.

Sin que Hinata lo esperara él sacó la mano, enseñándole a ella sin que nadie más pudiera echar un vistazo el control entre su puño.

El control que él perdió.

Otra sacudida agitó a Hinata y no tenía nada que ver con el vibrador.

Era miedo puro.

―Qué coincidencia, okusan ―agitó la mano donde mantenía oculto el control del vibrador de Hinata―. Parece que al fin encontré la dueña de este control ―la sonrisa maliciosa que puso erizó toda la piel de Hinata y el color viajó hasta sus mejillas―. ¿Quieres agradecerme mi buena acción aquí, delante de todos? ―él viajó su mirada azulada por su cuerpo y en contra de todo Hinata sintió un palpitar más agudo en su clítoris―. ¿O deseas ir a un lugar más privado, okusan?


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Okusan: en japonés significa "esposa" o "mujer casada". En algunos animes o audios, incluso mangas, se utiliza este término para referirse a las esposas. O en dramas que incluyen infidelidades, el amante suele hablar de este modo a la mujer casada. Se me hizo una buena idea de que Menma le llamara así a Hinata.

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Notas

Hola, mucho tiempo sin pasarme por aquí. Pido disculpas, simplemente no sabía qué escribir. Pero los últimos doramas que he visto y cosas que he leído me dieron la inspiración para continuar.

Y antes que nada me gustaría aclarar que la historia no será larga. No pienso ponerle mucho drama, espero, y será solo una excusa para meter a mis personajes favoritos en un smut porque no hay fics así, por lo que no tengo de otra que escribirlos yo.

Bueno, con eso dicho, nos leemos en el siguiente capítulo. Gracias por sus comentarios, favs y follows. Se los agradezco infinitamente.