Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Aclaraciones: Mundo Alternativo. Fantasía. Cazadores de Demonios y Espectros.

Advertencias: Este trabajo tendrá contenido maduro, dominación, actos explícitos, distintas parafilias y muchos más. Y MadaHina así como IndraHina. Sobre aviso no hay engaño. Ustedes dieron clic, no me culpen.


No Mercy


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Primera Noche de Caza

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Los habitantes de la Capital estaban resguardados en casa desde el toque de queda anunciado por las autoridades a cargo de la protección. La Guardia Nocturna se hallaba en cada rincón, atentos a cualquier movimiento sospechoso. Las apariciones de los espectros de Satanás preferían la Hora Muerta para realizar sus atrocidades. Los valientes hombres que se quedaban hasta el amanecer, arriesgando sus vidas, no se movían de sus puestos. Aunque él no paraba de pensar que todos eran unos completos inútiles que solo usaban los uniformes brindados por la Iglesia.

Ocultó en las sombras Madara dejó caer el cuerpo de un fenómeno a quien mutiló cuando a éste la pareció buena idea asaltarlo atrás. Vaya torpe. Debió haber sospechado el por qué un mortal caminaba con tranquilidad en las noches. Los monstruos en verdad subestimaban las habilidades de algunos.

Aplastó con la bota cualquier resto del engendro para asegurarse de que no volviera a levantarse a pesar de que le apuñaló con la cruz de plata que llevaba guardada en el interior de su gabardina. Por esos lares los neófitos del Señor de la Oscuridad rondaban como cucarachas, alimentándose de la fuerza vital de las personas o de su carne. En todos sus viajes en solitario jamás se había topado con una ciudad tan infestada como ese lugar. Ni siquiera podía ir a la taberna a ingerir un poco de alcohol sin ser interrumpido por una oleada de ataques demoníacos.

Iría a caminar por las cercanías para deshacerse de unas cuantas molestias, quizá encontrara algo que pudiera servirle y hacerle ganar unas cuantas monedas de oro por parte de la Iglesia.

Madara era un Cazador de Monstruos, una profesión que iba en decaída con la enorme popularidad de la Guardia Nocturna creada por fieles creyentes de la Iglesia que eran protegidos por la Santa Divinidad. Corrían los rumores que el mismo Papa rezaba Aves Marías en la comodidad de su Santuario para proteger a los hombres y mujeres que valientemente se entregaban a la honrada tarea de darle protección a la Capital.

Él quería reírse a veces de la sarta de idioteces que les hacían creer.

A pesar de que su profesión no era bien vista y que la mayoría le considerara una ofensa por las actividades tan violentas que cometía, Madara continuaba ejerciendo lo que mejor sabía hacer: matar a demonios.

Tenía un alto conocimiento en distintas especies, desde los goblin hasta un feroz Lycan. Había dedicado la mayoría de su juventud a vagar en los bosques más embrujados del país hasta recorrer los más desolados desiertos donde las almas en pena de los viajeros atormentaban a cualquier intruso deseoso en enfrentarse a los peligros mortales de las arenas. Pero ya nadie la confiaba a los Cazadores los trabajos que antes solían ser abundantes. Todos confiaban ciegamente en que la Iglesia se encargaría de protegerles a todos y exorcizar a los monstruos.

Siguió caminando por los callejones para evitar encontrarse con molestias que le aconsejarían buscarse un refugio seguro, irritándole por que pensaran que él era un debilucho como cualquier otro cobarde escondido en sus hogares en esas horas.

Iba a dar vuelta en la esquina cuando otra figura impactó con él. Tomando con habilidad su espada apuntó hacia abajo, cerca del cuello del responsable de hacerlo detener solo para escuchar una exclamación ahogada seguido de lo que pareció un lloriqueo.

Con la punta del arma elevó la barbilla oculta de la persona que temblaba al otro extremo de la espada, topándose con unos orbes perlados brillantes incluso en la oscuridad. Alzó una ceja, curioso de encontrarse con tan pequeña mujer, especialmente en la oscuridad.

―¿Te perdiste, mujer? ―cuestionó al ver las facciones delicadas de la chica, seguramente más joven que él, quedarse congeladas por su arma. Al estudiarla y darse cuenta que no destilaba poder demoníaco de su aura, alejó el arma, dándole espacio para respirar y reponerse del susto―. Hey ―llamó al no gustarle el entumecimiento de ella quien aun le miraba desde abajo.

―E-Eh, yo… No, no estoy perdida ―contestó apresurada, apenas poniéndose de pie, pero cayó de nuevo, como si sus piernas no le estuvieran respondiendo.

Probablemente le dio un susto de muerte.

Madara suspiró con irritación y tomó la mano de la muchacha sin esperar preguntarle si necesitaba ayuda; se había topado con muchas damiselas en peligro que después le pagaban su gratitud con atenciones intimas para al día siguiente abandonarlas aun dormidas y continuar con su travesía personal. No pesaba, así que resultó demasiado fácil levantarla, escuchándola ahogar otro gritito por lo inesperado del movimiento.

―Entonces regresa. La noche es peligrosa aquí ―dijo después de soltarle la mano, viendo cómo ella las apegaba a su pecho―. Busca un lugar donde resguardar la noche o serás alimento para un demonio.

―Uhm… G-Gracias ―susurró sin mirarle, manteniendo la mirada abajo.

Madara no le puso atención y pasó del lado de la chica, dejándola. Si seguía o no sus consejos, ya era asunto de ella.

Ya había hecho suficientes buenas acciones el día de hoy para alguien que no se preocupaba demasiado por el prójimo.


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Hinata llegó hecho remolino al refugio donde sus amigos se resguardaban durante las noches de caza por parte de la Guardia Nocturna, aun con la respiración agitada y la tez más pálida que de costumbre.

De inmediato Kiba y Shino dejaron de mantener su acalorado debate en cuanto ella hizo presencia en el salón que usaban como dormitorio. Pudo sentir las miradas de ambos sobre si silueta y el primero en acercársele fue Kiba.

―Hey ―se mostraba preocupado de ver a la joven así―. Hey, hey, respira, estás a salvo. Tranquila ―le decía con suavidad, buscando apaciguar el respirar agitado de su amiga quien le veía con suma angustia pintada en su plateado mirar.

―Toma asiento, Hinata, y trata de calmarte ―pidió Shino al colocarse de pie y señalar el lugar en el que anteriormente había estado.

Ella aceptó la invitación, siendo guiada por Kiba quien no se despegó de ella por ningún momento. Incluso Shino le sirvió un poco de té que había hervido para pasar la noche, consumiéndolo de inmediato.

No dejaba de temblar por el encuentro que tuvo momentos atrás. ¡Tuvo un Cazador así de cerca! El contacto con él seguía presente en su brazo, como una marca que dejaría huella. Debido a la oscuridad no lo pudo apreciar perfectamente, pero contaba con visión nocturna por ser una súcubo. Esos ojos negros no mostraron ningún miedo, no comprendía cómo era posible que un humano ―que no fuera parte de la Guardia Nocturna― se paseara con tanta tranquilidad por las calles infestadas de pesadillas en la Capital.

Pero por la manera en la puso una espada en ella, listo para brindarle el tiro de gracia, Hinata supo que no se trataba de una persona ordinaria como pensó. Era un Cazador.

Tragó el resto del té por lo seca que sintió la garganta de saberse demasiado cercana a la muerte.

Ninguna de las creaturas que atormentaban a las personas de la zona era inmortal. Solo los Señores Demonios que dominaban el Inframundo lo eran al contar con un poder gigantesco que los convertía en los perfectos rivales para los Ángeles. Monstruos como ellos no tenían las mismas probabilidad de sobrevivir a una ataque divino o a un arma remojada en agua bendita.

Llevó las manos al cuello, el filo de la espada le hormigueaba, así como la voz ronca del hombre preguntarle sobre su estado. Se sentía aliviada de que éste no la hubiera descubierto o no se encontraría con sus amigos en esos momentos. Aunque también eso la alarmó; si un Cazador preparado como el sujeto con el que se encontró en los callejones no supo reconocer su aura demoniaca, entonces eso significaba que su poder vital estaba en un nivel demasiado bajo.

Eso no era bueno. Había llegado al Mundo de los Vivos hacía tiempo pero no había tenido la oportunidad de alimentarse debidamente.

―¿Estás más tranquila? ―la voz de Shino sacó a Hinata de sus preocupaciones para verle y asentir. Él ajustó sus gafas―. Bien. Ahora cuéntanos, ¿qué te asustó tanto para que regresaras en ese estado?

―Sí, Hinata ―secundó Kiba, con los brazos cruzados, dejando entrever sus músculos trabajados gracias al chaleco que le cubría muy poco la parte superior. Eso era normal considerando que el castaño era un Lycan y estos eran conocidos por poseer sangre caliente―. Dinos quién se atrevió a molestarte y lo descuartizaremos ―enfatizó al chocar ambos puños con uno de los caninos sobresaliendo de sus labios.

Shino suspiró silenciosamente ante las amenazas del castaño, mirándole mal incluso a través de sus gafas.

―Esa no es la manera de aliviar la angustia de Hinata, Kiba.

Ella carraspeó para que ninguno de los dos iniciara una pelea, algo común sabiendo que la relación entre vampiros y hombres lobos siempre era complicada. De hecho la amistad entre esos dos era una anomalía que nunca se imaginó presenciar.

―D-Descuiden, todo está bien ―explicó, omitiendo los detalles―. Solo creí que alguien de la guardia me perseguía. No fue así. L-Lamento preocuparlos.

―¿Estás segura de que no te siguió?

―S-Sí. Muy segura.

Shino asintió mientras Kiba soltaba un silbido sin ocultar la decepción que le provocaba no tener algo de acción esa noche.

―La próxima vez tendrás más suerte en conseguir alimento, Hinata. No te preocupes, Kiba ni yo dejaremos que te debilites.

Sonrió a su amigo, esperando que así fuera. Había tenido complicados en lograr alimentarse como era debido por varios factores, siendo el principal su falta de confianza.

Varias de sus hermanas y hermanos habían venido al Mundo de los Vivos por milenios para alimentarse y engañar a los humanos con sus sueños e ilusiones. Era el trabajo que su Señor Oscuro les había otorgado. Su turno llegó y debía cumplir con su propósito, pero hasta la fecha no había conseguido un número de víctimas adecuado.

Tenía miedo, no solo de quedarse sin energía vital para sobrevivir, sino de que su Señor Oscuro se enterara de la mediocre tarea que realizaba. No quería desatar la furia de él ni que la castigara.

No había tenido problemas en mantenerse oculta de los humanos durante las persecuciones a las que eran sometidos seres como ella. Pero eso fue cuando aún desbordaba de energía, ahora le costaba esconderse, no teniendo de otra que ocultar su llamativa vestimenta bajo una gabardina que Shino le consiguió.

Estaba totalmente agradecida de la hospitalidad del dúo, así como su comprensión y amistad. No era común que los monstruos se ayudasen mutuamente, especialmente si no eran de la misma especie, pero aprendió mediante la interacción que mantenía con ambos que Shino ni Kiba eran monstruos ordinarios y no se apegaba completamente a los códigos que regían su especie en general.

La prueba era que los tres convivían bajo el mismo techo, con Shino cuidando de que nada les sucediera durante las noches y que Kiba lograra conseguir provisiones durante el día usando su apariencia humana para no levantar sospechas. Envidiaba que cada uno lograra conseguir alimento con facilidad y no tuvieran un método tan complejo como el suyo.

―Se los agradezco ―contestó con total honestidad.

―No tienes que ponerte tan sentimental ―Kiba le acariciaba la cabeza como si fuera uno de los cachorros en su manada―. Para eso estamos, ¿no?

Ella sonrió con las mejillas sonrojadas, feliz de tener a verdaderos amigos con ella.


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Hinata cuidada de no gastar su energía al elevarse por los cielos encima de la Capital, pero era la mejor manera de evadir a los guardias. Se detenía a descansar en las altas cúpulas de los edificios del centro, observando a través de las paredes a una posible víctima, pero la mayoría se hallaba acompañado por sus respectivas parejas que prefería continuar buscando.

Podía ser una súcubo pero no haría que un hombre le fuera infiel a su esposa, al menos no en sus sueños. Sabía de antemano que Temari la regañaría por pensar de esa manera tan patética y nada propia de seres como ellos, pero tenía sus propias reglas. Prefería alguien soltero y sin vínculos con nadie para no sentirse culpable. Solo de ese modo comería sin remordimientos.

Sin embargo esa noche tampoco tenía suerte. Nadie se veía lo suficientemente apetitoso y el ruido en su estómago no la dejaba en paz. Tenía rato de no alimentarse correctamente y dudaba que continuara sobreviviendo de pequeños préstamos de energía que robaba de los vagos que dormitaban cerca de la Iglesia.

Necesita energía vital masculina, además de un buen historial que entregarle a su Señor Oscuro.

Inesperadamente las alas de Hinata comenzaron a sentirse pesadas. Comenzó a entrar en pánico, teniendo que sostenerse de las gárgolas de piedra de algunos techos para no caer en picada. Eso estaba muy mal. Si caía definitivamente llamaría la atención de la Guardia Nocturna y le darían muerte. Seguramente la exorcizarían o la quemarían con agua bendita. Debía buscar la manera de estabilizarse y huir de ahí, pero no tenía casi fuerzas. Incluso le costaba seguir manteniéndose firme con su agarre.

―A-Aguanta ―se repetía, mirando a sus dedos que se adherían a la textura rocosa de la figura, esperando que ninguno de sus dedos flaqueara.

Pero llevaba mucho tiempo sin comer, la energía en su cuerpo era poca y no tenía la misma fortaleza que antes. No podría seguir sosteniéndose por mucho tiempo.

Hinata hizo el intento por elevarse pero no pudo y no creía durar por mucho más tiempo. Rápidamente buscó algún lugar en el que caer, uno que le sirviera como un escondite por el resto de la noche pero no había demasiadas opciones.

Luego observó el edificio del cual buscaba no caerse, específicamente a los enormes ventanales de los cuales sus pies quedaban demasiado cerca. Sin duda el ruido de su entrada llamaría la atención, pero podría esconderse o hacerse invisible si alguien revisaba.

Seguramente estaba apostando la vida pero Hinata prefería esa opción que caer en un lugar tan abierto como las calles del centro.

―No tengo otra opción ―dijo para sí misma, buscando la valentía de realizar el movimiento.

Se obligó a balancearse para tener un mejor ángulo de caída y no hacerle daño a quien sea que durmiera al otro lado. También pidió en nombre de su Señor Oscuro que la habitación estuviera vacía y así nadie le escucharía; juraba no hacer ninguna maldad y solo quedarse en silencio hasta que pasara el peligro, o se recuperara un poco, lo que ocurriera primero.

Segura de que no caería en las calles custodiadas por la Guardia Nocturna, Hinata se lanzó hacia la ventana, quebrándola ruidosamente. Cayó en los interiores de la habitación, quejándose por el impacto en su espalda, tratando de recuperarse rápidamente. Vio con alarma todos los rincones para cerciorarse de que nadie estuviera ocupando la alcoba, suspirando aliviada de que luciera vacía.

Con la completa seguridad de que nadie se dio cuenta de su entrada comenzó a sacudirse el resto de cristales en su ropa, viendo el desastre que hizo. Se recordó a sí misma que en cuanto tuviera la oportunidad iría a pagarle a la persona el daño.

―Comienzo a darme cuenta que tienes una extraña manera de encontrarte en las peores situaciones, mujer.

La voz a sus espaldas la hizo olvidarse de cualquier plan a futuro para girarse lentamente y observar, sentado en una silla cercana a la puerta, una figura masculina escondida por las penumbras, observándole con destellantes ojos negros y la un crucifijo de plata balanceándose en uno de sus dedos.

Oh no. ¡Era el mismo sujeto del callejón!

―Ah… Y-Yo ―iba a morir despellejada, no seguramente tendría un destino peor que cualquier otro guardia pudiese darle. La señal de aquello era que él no había llamado a nadie de la Guardia Nocturna, por lo cual no se veía ansioso por dar a conocer aquella extraña intrusión. Incluso si él no sospechaba que era un espectro, todas sus acciones serían sospechosas. ¿Haberse topado dos veces con la misma mujer caminando en la noche?

Demasiado extraño. Era natural levantar tantas sospechas.

―L-Lo siento ―se levantó de inmediato, obligándose a ignorar el temblor en sus piernas, pero Hinata recordó otra vez que seguía débil―. Yo no pretendía entrar así… Uhm, p-prometo pagarle lo de la ventana…

―¡Hey!

Nuevamente la expresión de Hinata se tornó pálida al escuchar allá afuera el grito de alguien. ¡Era la Guardia Nocturna! Estaba segura de que habían escuchado el desastre que causó. ¡Oh no, eso no podía suceder!

―¿Todo bien allá arriba? ―la voz continuaba―. ¿Necesitan ayuda?

¿Sería prudente asomarse y fingir que todo estaba bien? No, sería una mala idea. El dueño de la habitación era el Cazador, no ella. Si actuaba así definitivamente sería extraño. Debía mantenerse al margen, esperar ver cómo actuaría él, si decidía entregarla o no. No llevaba con ella monedas de oro pero podía quitarse una de las joyas que adornaba su vestimenta y entregársela, apostaba que tenía algún valor. Pero las joyas del Inframundo no eran conocidas por los vivos y seguramente no serían fácilmente aceptadas, otra razón para que él asumiera que no era humana. Pero, ¿qué podía hacer? No podía simplemente pedirle que mintiera por ella, no había razón para que fuera protegida…

Él se levantó de la silla, llegando a Hinata en menos de dos pasos. Su figura era alta que la hizo sentir como una hormiga a punto de ser aplastada. El tacto del cuero de sus guantes contra sus mejillas la puso nerviosa, sobre todo por el apretón que le dio, casi con la intención de unir ambos lados. Puso una mueca de dolor por el repentino movimiento pero él simplemente se limitó a hacer una señal de guardar silencio. Hinata asintió repetidas veces sin deseos de contradecirle, quedándose en el mismo sitio y verlo caminar hacia la ventana.

―Todo bien ―respondió al guardia debajo de la ventana. Asomó la mano para enfatizar el asunto sin importancia―. Un pequeño accidente ―explicó.

Allá abajo el guardia le miró por otro largo minuto pero Madara suspiró, enseñando la botella de licor vacía.

―No debí beber tanto, mi culpa.

―Traté de mantenerse protegido ―aconsejó el chico de abajo, irritando naturalmente a Madara quien solo asomó un atisbo de sonrisa―. La noche es larga y el alba aun no llega.

―Sí, eso haré, gracias por el consejo ―musitó―. Imbécil.

―¿Disculpe?

―Nada. Mucha suerte con tu ronda. Gracias por tu preocupación pero todo bien por acá ―se despidió al alejarse de la ventana, escuchando los pasos pesados de la armadura del guardia hacer eco por todo el lugar.

Él bufó sin sentirse para nada contento por la subestimación de aquel bastardo. Había tenido más enfrenamientos que lo que ese mocoso tendría en su miserable vida. Incluso apostaba a que ni siquiera se había enfrentado con un demonio todavía.

Atreverse a darle consejo cuando él era una experto, qué ganas de golpearlo.

Pero esos asuntos podían esperar, ahora mismo tenía algo más interesado de lo cual ocuparse.

La pequeña intrusa.

―¿A dónde vas? ―preguntó al verla escabullirse silenciosamente hacia la puerta, observando cómo ella respingaba en su sitio al ser atrapada.

―Ahm… B-Bueno, no quiero incomodarlo ―señalaba la cama―. L-Le he puesto una joya para cubrir los gastos de su ventana. Lo lamento profundamente… Ahm, si requiere más, puedo venir a dejárselo. G-Gracias por no acusarme…

La risa del Cazador la sometió a un ataque de nervios, obligándola a mirar por encima del hombro y ver cómo el hombre era poseído por un ataque de risa que ella nunca imaginó venir.

Se sintió confundida por aquella extraña situación. Por eso quería marcharse mientras él se hallaba ocupado lidiando con el guardia. Hinata sabía que no era muy valiente de su parte y huir era un acto de cobardía, pero eso era lo mejor que quedarse a esperar cualquier reprimenda que el hombre quisiera imponerle. Además corría el riesgo de ser descubierta. La gabardina no le serviría mucho si en algún momento él se la quitaba, revelando su conjunto revelador que dejaba expuestos sus dotes encantadores que ayudaban a seducir a sus víctimas.

Estaba en peligro.

―Ah, qué divertido ―él terminó de reírse y la mueca se transformó en una burlona que erizó toda la piel de Hinata, similar a la de un gato negro que presiente el peligro del lobo acercarse―. ¿Realmente piensas que voy a dejarte ir, Señorita Súcubo?

Estuvo tentada a soltar un grito por ser descubierta, notablemente atrapada y sin las posibilidades de salir con vida, más nuevamente él llegó hasta invadir su espacio personal, con esa altura bestial marcando la enorme diferencia de poderes. Quiso usar sus habilidades para escapar, pero lamentablemente lo hizo demasiado tarde ya que él, sin ser consciente de ello, había atrapado sus manos en unas cadenas bendecidas.

El ardor le hizo soltar un siseo por cómo el peso le generaba dolor. Pero fuera de eso no podía usar el poco poder que le quedaba, por lo tanto estaba a merced del Cazador.

Le vio y supo que definitivamente moriría esa noche.


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Notas

Bienvenidos sean a ese especial de trabajitos con temática spooky que no he dejado de pensar una y otra vez. Y posiblemente una excusa para escribir smut con mis personajes favoritos.

Espero que la disfruten y estén atentos para próximos proyectos, pues tengo un par guardados.