-Gracias por ayudarme con esto, Sarah. -Aceptó las tarjetas de contacto que Sarah le entregó y las guardó en su bolso.
-Espero que alguno de ellos te pueda ayudar, especialmente Steven. Llámalo a él primero, es el mejor que conozco en el negocio. Te juro que puede olfatear una falsificación a kilómetros. ¿Estás segura de que quieres hacerlo?
-Sí. Llevo meses preparándome. Ya sabes, esos meses en los que no podía hacer mucho. Al final, uno no sabe qué hacer con tanto tiempo libre.
-No tengo ni idea. Quisiera tener vacaciones o tiempo libre. Ya no sé qué es eso.
-¿No puedes? Delegar tu trabajo, digo.
-Ya lo hago -suspiró y se frotó la sien-. Ahora entiendo a Constance. El no tener vacaciones, ¡la ineptitud de la gente! Al final, terminas haciendo el trabajo tú mismo o despidiendo a más gente de lo que a Recursos Humanos le gustaría.
-Suenas como ella -concordó, ladeando la cabeza y sonriendo.
-Porque sabía lo que hacía. Es… -suspiró-, bueno, ya sabes.
Claro que Ella sabía. Y si Rafael estuviera ahí en ese momento, estaría burlándose y haciendo algún comentario sobre lo de ser 'fangirl' de Constance.
-Te acompaño a la salida, necesito algo de comer. No olvides regresar el pase de visitante.
-Solo pasó una vez, Sarah… -suspiró al recordar cuando, sin darse cuenta, se llevó el pase a casa.
Las dos caminaron hacia el ascensor, sintiendo las miradas de varios. Miradas curiosas que ya no incomodaban a Ella, no como antes. Algunas personas de Ciao habían tenido la confianza -o el valor- de acercarse y presentarse cuando Rafael y Sarah la llevaron a Ciao por primera vez.
-Aún no puedo creer que trabajé aquí por tanto tiempo…
Sarah se rio.
-Al menos recordabas el camino hacia la oficina de Rafael, bueno, en aquel entonces de Constance. Es increíble cómo funciona el cerebro.
-Sí.
Ambas se detuvieron en seco cuando una joven rubia casi colisionó con ellas al ir corriendo y sollozando.
-Oh. Oh… -murmuró Sarah.
Ella se había quedado boquiabierta. No tanto por el llanto de la mujer, sino por la reacción, o más bien la falta de reacción de los trabajadores de Ciao. Era como si no hubieran visto nada, o como si fuera algo completamente normal.
-¿Qué fue… -empezó a decir Ella, pero un hombre con los puños cerrados y el rostro enrojecido de enojo se dirigía hacia ellas.
-Oh no… solo una persona puede dejar a Alex así.
Ella la miró con confusión.
-Constance Isles está aquí -dijo con un tono que Ella no pudo determinar si era de horror o emoción-. Esto no es bueno… oh, no, no… -Sarah miró a su alrededor como si estuviera buscando algo o a alguien.
-¿Qué pasa?
-¿¡Cómo que qué pasa!? Si logró que Alex saliera así, entonces significa que NADA está bien. Dios, menos mal que no soy su asistente… creo que estoy teniendo una reacción post traumática, Ella. Pensé que lo había superado…
-¿No estás exagerando otra vez? Pensé que la adorabas.
-No, la admiro. Es muy diferente. -Sarah negó bruscamente con la cabeza, sacando el celular del bolsillo de su pantalón de traje-. Mierda… -susurró y le mostró a Ella el mensaje de Rafael que solo decía "AYUDA.3C."
-Todo está bien. Estará bien, estará bien -se repitió como un mantra y alzó la cabeza, respirando profundamente.
Ella estaba sorprendida por la habilidad de Sarah para recomponerse con aparente facilidad. Así que decidió apoyarla.
-Recuerda que ya no es tu jefa. No puede despedirte.
-Eso solo lo dices porque no recuerdas -bromeó y Ella sonrió de oreja a oreja.
Ya podían bromear con su tragedia, si así se le podía llamar. A Ella le agradaba; definitivamente, era mejor reír y verlo desde un lado positivo que lo opuesto. Y Sarah, por seria que fuera, tenía un buen sentido del humor, especialmente cuando tenía una o dos copas encima.
-¿Quieres ver cómo era tu vida? -preguntó Sarah, alzando una ceja como si se tratara de un reto. Aquella mirada hizo que los nervios burbujearan en Ella.
-Pensé que nunca llegaría el día -dijo, sonando menos segura de lo que le hubiera gustado.
-Cuidado con lo que deseas, Santorini.
Desde la noche en que se emborracharon los tres, Sarah comenzó a llamarla de esa forma también, y a Ella le agradaba.
-Está por aquí. 3C… justo acá.
Sarah abrió la puerta al gran espacio, y el aura en el lugar las paralizó a ambas al dar dos pasos adentro. Ella había esperado escuchar gritos, órdenes… cualquier cosa menos aquello, que era mucho más aterrador. Constance hablaba en voz baja, como normalmente hacía, aunque con un tono firme que no daba pie a ninguna discusión. Incluso uno de los fotógrafos tuvo que acercarse un poco más para escucharla.
-No, no. Esto no es aceptable. ¿No hay ninguna modelo que tenga una onza de carne en sus huesos? ¿Qué es esto? Tú -señaló a una de las modelos y sin decir una palabra indicó un lugar; la muchacha caminó insegura hasta donde Constance había apuntado.
Ella observó cómo Constance cruzó los brazos con una expresión pensativa y labios afinados.
-No puedo creer que sigan con esto -dijo Sarah en voz baja-. -Es la foto para la portada de este mes. Rafael comentó que Constance lo estaría ayudando, pero si no me equivoco, esta sesión de fotos empezó hace tres horas. Constance no aceptará nada que no sea perfecto. Rafael se lo buscó.
-Creo que sé qué podría ayudar -susurró Ella-. -Vuelvo en diez minutos.
-¿Qué? ¿A dónde diablos vas? -exigió saber Sarah en un susurro entre dientes, pero lo suficientemente alto como para que Rafael la escuchara.
-Oh. ¡Gracias a Dios que estás aquí! -exclamó el hombre, siguiendo con la mirada a Ella, que se escabullía silenciosamente por la salida. - ¿Ya se asustó?
-Ni idea, dijo que volvería en diez minutos.
-No me queda duda de que estaremos aquí para entonces. Si es que de verdad vuelve. -Se aclaró la garganta y se acercó un poco más y habló en voz baja-. La Reina Roja está en la ciudad.
-¿¡Sí!? -exclamó Sarah, y los dos se quedaron helados cuando Constance los escuchó y se giró hacia ellos, aniquilándolos con la mirada.
-Mierda -dijo Rafael entre dientes.
-Qué agradable ver que tienes tiempo para cuchichear. Haz algo útil al menos y busca a Alex.
-Enseguida, Constance.
-Yo me voy -dijo Sarah y siguió a Rafael hacia la salida.
Constance se volteó hacia el fotógrafo, que parecía un conejo temblando ante una tigresa.
-Toma otra foto en ese ángulo. Ahora.
-Sí, Constance.
Constance se dio media vuelta y se encaminó hacia la pantalla en el extremo del estudio para examinar las fotos. Nada la estaba complaciendo y todo estaba mal. ¿Cómo Rafael podía estar conforme con esas fotos?
Por suerte, Rafael regresó con un Alex mucho más calmado, y varias fotos fueron tomadas.
-Esta me parece perfecta -dijo Rafael, y Alex no pudo contener una sonrisa. Ambos esperaron la aprobación de la mujer.
-¿Te parece? -cuestionó Constance.
-Es perfecta -repitió con más convicción.
La mujer pareció satisfecha con esa respuesta, y Alex suspiró de alivio.
-Envíame una copia del producto final, Rafael. Yo me—
-Constance.
Constance frunció el ceño al reconocer aquella voz y se giró, apretando la mandíbula con fuerza para no quedarse boquiabierta. Ahí estaba Eliana, con la misma sonrisa de siempre, sosteniendo un café de Happy Beans y acercándoselo, diciéndole "Es para ti" con la mirada.
-Ya no eres mi asistente, Ella.
-Lo sé. Está muy caliente.
Constance miró sus ojos y luego el vaso, aceptándolo. Un aclarar de garganta le recordó a Constance de dónde estaba y que no estaban solas. No hizo falta mirar para saber que la mayoría de los presentes las estaban observando fijamente.
-Ya me iba. Acompáñame -pidió Constance y se dirigió hacia la salida sin esperar una respuesta. Ella la siguió de cerca y después de varios minutos, cuando caminaban a lo largo del pasillo hasta el ascensor, Constance disminuyó el paso hasta caminar a su lado-. ¿Por qué estás aquí?
-Tenía una entrevista con Sarah -respondió Ella, mirándola presionar el botón del ascensor para bajar.
Mientras esperaban, una al lado de la otra enfrente de la puerta de metal, Constance probó el café por primera vez. Ella reprimió la sonrisa satisfecha al notar que Constance cerró los ojos y sonrió levemente.
-¿Quieres trabajar en Ciao otra vez?
-No. No. Solo necesitaba ayuda para un artículo que estoy escribiendo.
-¿Artículo? -Se giró hacia Ella.
-Sí, he estado escribiendo… ya me publicaron en Art Weekly. Algo pequeño, no gran cosa…
-Nunca rebajes tu propio trabajo, Ella.
-Amm… No, claro…
Constance refunfuñó ante aquella respuesta. La puerta del ascensor se abrió y ambas entraron. Ella detuvo la puerta al notar que dos mujeres caminaban apresuradas hacia el ascensor, pidiendo que se detuviera el cierre de la puerta. Las dos se detuvieron en seco al ver a la acompañante de Ella.
-Podemos esperar al siguiente -dijo una de ellas.
-¿Qué? Hay espacio. -Ella arrugó el ceño al notar que las dos no dejaban de mirar a Constance.
-No, no. Esperaremos.
Ella apartó la mano y la puerta se cerró de inmediato, comenzando a descender.
-¿Qué fue eso…? -susurró y miró a Constance, quien sostenía la copa de café con ambas manos y tomó un sorbo antes de alzar la barbilla y preguntar sin mirarla:
-¿Desde cuándo estabas en el estudio?
-¿Qué?
-Me trajiste café de Happy Beans. Debió tomarte unos diez, quince minutos como mucho. Es lo que te tomaba cuando eras mi asistente -explicó ante la expresión atónita de Ella-. ¿Me escuchaste? Me viste. Entonces haz de entender la reacción de esas dos mujeres. Todos me evitan como la plaga, Ella. Aquí yo soy… ¿Sabes que me llaman la Reina de Hielo?
-Llegué poco después de que la modelo saliera llorando.
-Ya… entonces has visto lo cruel que he sido. ¿Ahora comprendes por qué todos reaccionan como lo hacen cuando les dices que eras mi asistente? -preguntó cabizbaja y se sorprendió al escuchar una risa como respuesta. ¿Acaso Ella había perdido la cordura?
-Yo solo vi a una mujer apasionada por su trabajo. Una mujer que quiere que las cosas se hagan bien, que hace y quiere el mejor trabajo posible y espera que los demás den y hagan lo mismo. Exiges perfección y en una revista como Ciao no esperaba menos. Si fueras hombre, Constance, te verían como un jefe y líder ejemplar. De eso no me cabe duda.
-¿No crees que fui cruel? Era así contigo…
Ella se perdió en aquellos ojos verdes que la miraban con algo semejante al arrepentimiento.
-No recuerdo cómo fuiste conmigo. No recuerdo si fuiste cruel, como dices. Te conozco a ti, Cons. -Usó el diminutivo de su nombre para remarcar su punto y sonrió cuando la morena hizo una mueca, aunque Ella se sorprendió al no ser corregida-. Me gustaría pensar que, de cierta forma, pensaba lo mismo en aquel entonces y que tal vez por eso fui tu asistente durante tanto tiempo.
-¿De qué hablas?
-Admiro tu poder, Constance. Eso que vi en el estudio es poder. Cómo manejas la situación, las personas; todos escuchan y hacen lo que quieres porque saben que eres la mejor en lo que haces, que das lo mejor.
Constance abrió y cerró la boca. Definitivamente, Ella había perdido un tornillo en la cabeza.
-Siempre tuviste un brillo en tus ojos. Siempre supe que eras diferente a cualquier otra asistente que tuve -confesó en un suspiro, y esta vez fue Ella quien la miró con una expresión de confusión. Constance tomó su tiempo para organizar sus pensamientos, y tomó otro sorbo de café, sintiendo la mirada de la mujer a su lado-. Las demás eran como Sarah, aunque no igual de aptas. Sarah me idolatra; adora este mundo y mis logros. En cambio, tú, tú ni siquiera sabías quién era. En tus ojos veía un brillo de propósito, de ambición. Querías hacer tu trabajo bien, demostrar que podías hacerlo aunque no tenías experiencia previa como asistente. Y lo hiciste; aprendiste de este mundo, hacías tu trabajo de asistente casi a la perfección, Ella. Y eso te convirtió en la mejor asistente que tuve -admitió.
-Lo que vi hoy no cambia mi opinión de ti -dijo Ella con simplicidad.
Constance suspiró y sonrió. Ella, una vez más, le demostraba que sabía exactamente lo que necesitaba escuchar.
La puerta del ascensor se abrió y ambas salieron.
-¿Tienes algún otro plan?
-No.
-¿Me acompañas?
Ella no tenía idea a dónde o a qué.
-Sí.
El mesero dejó sus platos sobre la mesa y rellenó el vaso de agua de la morena antes de presentarle una botella de su vino preferido.
-De parte del Chef Simón.
Ella observó el intercambio en silencio. Constance asintió complacida, y el joven sirvió dos copas del vino antes de retirarse. Ella alzó la copa, imitando a Constance al mirarla a los ojos.
-¿Un brindis por mejores días?
Ella sonrió y asintió antes de que sus copas tintinearan.
-Por mejores días.
El día de Ella, en particular, había sido estupendo hasta el momento, pero no era necesario preguntar, -no después de lo que había presenciado en Ciao-, para saber que el de su acompañante había sido todo lo contrario. El rostro de Constance parecía estar en un estado permanente de disgusto; algo la estaba abrumando. La conversación durante el almuerzo fue ligera y no fue hasta que terminaron de comer el postre que Ella reunió el coraje para preguntar lo que le había estado dando vueltas en la cabeza.
-¿Tienes algún plan para Acción de Gracias?
Constance la miró como si no hubiera entendido sus palabras.
-Tengo una invitación. Una orden, en realidad.
-¿Alguien ordenándote a ti? -preguntó con un tono divertido, intentando aligerar el momento.
-Mi madre -dijo Constance en voz baja y la mirada perdida.
-¿T… tu madre?
-Sí -afirmó y finalmente la miró, como si solo lo hiciera para confirmar la sorpresa que había escuchado en la voz de Ella.
-Pensé que vivía en Francia, que estaba allí.
-Hmmm.
-Hmmm -repitió Ella de forma automática-. -Perdón, ¿qué quieres decir con 'hmmm'?
-Ahora está en Nueva York. De visita, claro.
Constance no le estaba dando mucho para seguir, pero de algún modo, Ella se había acostumbrado a eso. Al principio había pensado que Constance simplemente no quería iniciar o mantener conversaciones con ella, pero luego se dio cuenta de que, en realidad, no se le daba tan bien como las personas suponen. Ella misma lo había visto: cómo Constance se desenvuelve en el ámbito laboral; segura de sus palabras, dando órdenes y exigiendo respeto y admiración, incluso cuando no abre la boca. Pero en otras ocasiones, como esta, había que sacarle las palabras casi a la fuerza.
Por suerte, a Ella se le daba muy bien llenar el silencio.
-Tu madre está en la ciudad y te ha pedido cenar con ella para Acción de Gracias -concluyó.
-Ordenado -aclaró la morena, haciendo un ruido que se pareció demasiado a un gruñido-. -¿Qué es tan gracioso? -preguntó al notar cómo los labios de Ella temblaban ligeramente al intentar contener una sonrisa.
-Nada. ¿Ese pequeño detalle tiene algo que ver con tu humor durante la sesión de fotos?
Constance suspiró. No tendría sentido mentirle a Ella. Desde que quedaron de acuerdo en 'conocerse' nuevamente, solo se habían pedido honestidad y, -para sorpresa de ambas-, ha funcionado de maravilla.
-No entiendo qué hace aquí.
-¿No? ¿Ni un presentimiento?
Constance giró un poco su cuerpo hacia la mujer.
-No deja de ser un poco perturbador que hagas eso.
-¿Qué?
-¿Cuál es la expresión? ¿Darle a la cabeza del clavo?
-Algo así. Supongo que debería agradecer a mi subconsciente -le hizo un guiño. Aquello era algo que decía como broma al principio para restarle importancia al hecho de que habían sido unas extrañas por un tiempo.
-Creo que quiere que retome las riendas de Ciao. Nunca estuvo de acuerdo con mi decisión de renunciar -confesó.
-¿Lo harás?
-Claro que no. Rafael ha sobrepasado todas mis expectativas durante estos meses… No me arrepiento de la decisión que tomé.
-¿Entonces?
-Siempre se trae algo entre manos. Solo que esta vez no tengo idea de qué podría ser. -Suspiró, recogiéndose un mechón de pelo y colocándolo distraídamente detrás de una oreja.
-Puedes quedarte con nosotros, si deseas.
-¿Qué?
-Para Acción de Gracias. Elena lo pasará con la familia de Lucas -se rio, negando con la cabeza-. Está muy nerviosa -dijo, y por la leve sonrisa de Constance, se dio cuenta de que ya estaba al tanto. Era cierto lo que su hermana había dicho hace un tiempo: que de alguna forma (que Elena aún no entendía) había creado una amistad con Constance-. Estaré sola con los niños y pensábamos ir a la casa que mis padres me dejaron en la playa. Aún no me decido si quiero venderla.
-¿Quieres que vaya contigo?
-Sí, digo, si no terminas cenando con tu madre. Será en la playa y los niños estarán, y no sé si a Maura le gustaría ir a la playa…
-Eliana, estás divagando.
Ella sintió cómo su corazón se aceleró al escuchar su nombre completo con aquel tono de voz. ¿Algún día se acostumbrará?
-Perdón -dijo en voz baja, observando a Constance servirse otra copa de vino y asintió cuando le preguntó con la mirada. Ya había perdido la cuenta, ¿era la segunda o tercera copa? No importaba.
-No podré evitarla por siempre. Es igual de persistente que yo. Me encantaría ir con ustedes, y a Maura le encanta la playa.
-¿En serio? -Constance ladeó la cabeza y Ella elaboró-. ¿Te gustaría?
-Me encantaría -corrigió con una sonrisa honesta. La misma sonrisa que aparecía -pocas veces- en los videos que habían grabado en las aventuras que vivieron los fines de semana antes de que perdiera todos aquellos momentos de su memoria. Con el tiempo, Ella supo reconocer que aquellas sonrisas eran un privilegio, uno que Constance parecía no tener ninguna restricción en mostrar con ella.
-Te enviaré los detalles…
-Tu presencia en Ciao me recordó algo de lo que he querido hablar contigo. Tu contrato. Ya no soy la jefa y tampoco eres mi asistente, pero algo estaba asegurado al cumplirlo. Pusiste el tiempo y prometí que al cumplir tu contrato se te abriría cualquier puerta que quisieras. Fue el caso para cualquier asistente que cumplía con su contrato; por eso Sarah está donde está, aunque habría llegado allí con o sin mi ayuda. Así que no consideres esto como un trato especial.
Ella la miraba con una expresión entre sorpresa y desconcierto.
-No terminé mi contrato. -Se encogió en el asiento al ver que Constance apretó los labios. Aquella no era lo que Constance esperaba escuchar, y Ella se dio cuenta al instante.
-Sí lo terminaste.
-Renuncié -dijo sin pensar y lo primero que le vino a la mente fue un "Oh no… respuesta equivocada, otra vez". Así que esta vez se limitó a cerrar la boca y esperar a que Constance dijera algo. Cualquier cosa.
-No acepté tu renuncia, ya debes saberlo. Tu seguro médico cubrió algunos gastos de tu tratamiento y estadía en el hospital, también las vacaciones pagadas. Terminaste el contrato, Ella -confirmó con firmeza.
Ella cerró los ojos. ¿Cómo Constance podía decir aquellas palabras tan firmes en un tono de voz tan suave que parecía una caricia? Aún era un misterio.
-En estos momentos no estoy aplicando para ninguna posición. Me está yendo bien con los artículos que he escrito, y trabajar por cuenta propia viene de maravilla con los niños…
-Ya veo… -dijo Constance antes de mirar hacia el ventanal del restaurante, sumida en sus pensamientos.
Ella arrugó el ceño. ¿Por qué había sonado decepcionada?
-¿Cuánto tiempo tengo?
-¿Para?
-Para hacer uso de ese trato nada especial -preguntó y le hizo un guiño, sonriendo al lograr sacarle una leve sonrisa a Constance.
-Tienes todo el tiempo del mundo.
