Hola a todos. Con motivo de la popularidad del manga y el anime, he decidido escribir este fic sobre The 100 Girlfriends that really, really, really, really, really love you. Quiero pensar en esta historia como si fuese una versión en novela ligera del manga. Al mismo tiempo, haré algunos cambios de edad en personajes, algunos cambios en la trama y eliminaré contenido ecchi innecesario. Asimismo, tampoco tendré contenido lemon, ni yuri.
Al no existir aun una categoría dedicada a este anime, la publicaré aquí hasta que eso ocurra.
The 100 Girlfriends that really, really, really, really love you es una creación de Nakamura Rikito. Este fic es solo con el propósito de entretener.
Y eso es todo. Aquí empezamos. Espero que os guste.
Y antes de comenzar… ¡Música!
Daidai daidai-suki na hodo daisuki na hodo daisuki na dodo tomoranai
Wamagama na kono kimochi
Kimi wa kimi wa kimi wa watashi no sekai de tada hitori
Taisetsu na hito o daisuki
Me to me de kanjiae chau unmei wa
Doushitatte
Hikareau no gurabiti sanseiki
Kimi wa sanraizu ai dakara
Kimi ga mucha na honki miseru tanbi
Sugoku sugoku sugoku itoshikutte
Sugoku sugoku sugoku itoshikutte
Kimi no suki na watashi hokorashii no
Miageta mai waaru
Nai hodo
Masaru
Misete
Mitsumeraretara
Dou shiyou dou shiyou
Nandatte dekichaisou da yo
Nandatte kimi no tame nara
Zettai daidai daisuki na hito
Daisuki na hito daisuki na hito
Dou shimashou
Rappu no kyapa no ningyou ni
Watashi watashi watashi mo da yo
Dakara daisuki ageru
Daisuki ageru daisuki ageru
Mou nankai demo ne
Mou ii semeteyo
Kisu o shiyou yo
Hyakubun no ichi janai
Kakeru hyaku no ai o nabeshite
Mai daisuki
Las 100 novias que te quieren de verdad, de verdad, de verdad, de verdad, de verdad
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Episodio 1. ¿¡100 almas gemelas!?
Todo empieza un día de verano. Era el último día de curso. Un chico y una chica se encontraban frente a frente. El chico era medianamente algo, con los ojos marrones y el pelo corto castaño, además de unas notables cejas. A la chica no se le podían ver los ojos, pero tenía una larga melena de pelo castaño. El chico empezó a hablar.
–Asakawa-san –dijo tímidamente–. Me gustas. ¡Por favor, sal conmigo!
Había estado reuniendo el valor necesario para confesarse. Y cuando llegó el momento, lo soltó. La chica pareció conmovida.
–Aijou-kun –respondió ella–. Eres un chico extrovertido. Y amistoso. Me gusta eso de ti. Pero por alguna razón siento ganas de vomitar cuando te imagino como mi novio. ¡Lo siento!
Este rechazo deprimió al chico, que se quedó desolado mientras Asakawa se alejaba.
–Y ahora soy yo quien tiene ganas de vomitar al escuchar esa respuesta –dijo con la cabeza gacha y grandes torrentes de lágrimas saliendo de sus ojos.
Por primera vez en su vida, Aijou Rentaro se sintió totalmente devastado. Sentía que iba a morir de ese rechazo.
Poco después se encontraba reunido con otro chico. Este tenía el cabello rubio y corto.
–¡Anímate ya, Rentaro! –le dijo–. Vale, has sido rechazado, ¿y qué?
Miró a Rentaro. Estaba apoyado contra un poste.
–Al fin terminamos el curso, ¿y quieres estropear el ambiente poniendo esa cara de alpaca enferma? –preguntó.
–¿A qué cara te refieres? –preguntó Rentaro sin siquiera mirarle.
–A la cara que tienes en este momento –observó su amigo–. De todas formas, ¿cuántas van ya? Tu racha de rechazos, quiero decir.
Rentaro volvió su cara para mirarle, sin cambiar la expresión deprimida.
–¿Tu amigo acaba de ser rechazado y eso es lo que se te ocurre preguntarle? –espetó.
–Bueno, es nuestro último día. Sentí que tenía que preguntarlo –dijo el rubio.
Rentaro se volvió al poste.
–Con el rechazo de hoy, ya sería… el número 100 –respondió levantando la cabeza sin dejar de soltar lágrimas–. Aunque podrías decir que, incluso después de haber sido rechazado 99 veces, mi mentalidad aún era lo bastante fuerte para manejar una confesión.
–Debería otorgarte el título de "Héroe del amor" –dijo su amigo tendiéndole un pañuelo.
–¡Para ya! –se quejó Rentaro mientras lo tomaba–. ¡Que alguien saque del mercado a este veterano lisiado!
Sin embargo, el número que dijo Rentaro impresionó a su amigo.
–¿Pero cómo has podido siquiera acumular una racha de 100 rechazos? –preguntó el rubio–. ¿Qué edad tenías la primera vez que te confesaste a alguien?
–Nunca lo olvidaré –respondió un emocionado Rentaro mientras se secaba las lágrimas–. Solo tenía 8 meses la primera vez que…
–¡Creo que debería más bien llamarte monstruo en vez de héroe! –le cortó su amigo–. A pesar de que eres espabilado, tus sentimientos no han sido correspondidos. Eso te va a llevar a sufrir una sobrecarga amorosa.
–¡Quiero una novia, una novia! –gimió Rentaro–. ¡Quiero sentir mariposas en el estómago cuando nos tomemos de las manos! ¡Y en lugar de bolas de nieve, quiero que nos lancemos amor el uno al otro! ¡Y hacer también peleas de bolas de nieve, si es posible!
–Pero todo esto sigue siendo un gran misterio –notó el rubio–. ¿Cómo has podido ser rechazado tantas veces? A pesar de ello, tu reputación entre las chicas ha permanecido en lo más alto todo este tiempo, en lugar de caer en picado.
Siguió mirando a Rentaro.
–Tienes una buena cara, eres buen estudiante y relativamente atlético –prosiguió–. Eres amable y te preocupas por la gente, a diferencia de otros. Eres popular entre los chicos y las chicas. Eres una persona seria, pero también sociable, y es fácil hacer amistad contigo.
–¿¡A qué viene tanto elogio!? –le espetó Rentaro– ¿¡Me estás tirando los tejos!?
–En cualquier caso –dijo el rubio–, anímate, Rentaro. Tu racha de rechazos no ha hecho más que aumentar, y seguro que seguirá aumentando, pero no te vengas abajo por eso.
–¿¡Cuántas cosas deprimentes más piensas decirme, amigo anónimo "A"!? –gritó Rentaro.
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Más tarde, Rentaro se hallaba ante un templo, rezando. Iba allí con mucha frecuencia, y siempre era para la misma plegaria.
–Por favor, Dios del Amor –dijo juntando las palmas de las manos y cerrando los ojos con fuerza–. Por favor, haz que tenga una vida escolar feliz permitiéndome tener una novia.
–No te preocupes –dijo una voz.
–¿Huh? –preguntó Rentaro confundido.
Miró hacia abajo. Había una cara emergiendo de la rejilla de donde se depositaban las donaciones. Esa cara le miraba fijamente.
–¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! –gritó– ¿¡Un ladrón de donaciones!?
–¿¡Qué clase de ladrón de donaciones aparecería de esta manera!? –gritó la cara– ¡Soy el dios de este templo!
Rentaro se apartó ligeramente. El dios terminó de emerger. Era un anciano sin pelo con una larga barba blanca, e iba vestido con un kimono tradicional japonés. Unas alas en su espalda y una areola sobre su cabeza completaban su aspecto. En una de sus manos llevaba un bastón.
–Así que puedes traspasar objetos sólidos –observó Rentaro–. Pero todavía encuentro difícil de creer que seas un dios. ¡Estoy seguro que los fantasmas también pueden hacer lo mismo!
–¡No me llames fantasma! –se quejó el otro– Soy un dios.
Una vez calmado, el dios prosiguió.
–No debes preocuparte, Rentaro –dijo–. Con o sin oraciones, vas a encontrar a tu alma gemela en tu próximo curso.
–¿Huh? –preguntó Rentaro–. ¿Has dicho "alma gemela"? ¿Yo? La verdad, me parece una locura. Ya lo entiendo, seguro que me estás tomando el pelo. Debo estar soñando y me voy a despertar en cualquier momento.
–Esto no es ningún sueño –dijo el dios–. Cuando digo alma gemela, lo que quiero decir es una persona destinada a ser el "Compañero Amoroso Definitivo".
–El Compañero… Amoroso Definitivo –repitió Rentaro.
–Eso es. Cuando te encuentras con tu alma gemela, ambos sentiréis como una corriente eléctrica circulando por vuestro cuerpo. Y en ese instante ambos sentiréis un amor tan fuerte que duele. En otras palabras, es lo que se conoce como "Amor a primera vista" –explicó.
–Un amor tan fuerte… ¿¡Que duele!? –preguntó Rentaro.
–Correcto. Sin embargo, hay algo a lo que debes prestar mucha atención –advirtió–. Cuando se trata de enamorarse de otras personas… las mujeres "se enamoran al instante", mientras que los hombres "se enamoran gradualmente conforme pasa el tiempo".
–Las mujeres se enamoran al instante… ¿¡Mientras que los hombres se enamoran gradualmente conforme pasa el tiempo!? –repitió Rentaro.
–¡Deja ya de repetir todo lo que digo! –se quejó el dios–. ¡No estás haciendo más que desperdiciar palabras en este fic! ¡Ya es lo bastante duro el tener que explicar tantas cosas en el primer capítulo!
El dios recuperó la compostura.
–Y… –prosiguió–. Cada par de almas gemelas están destinadas a conocerse en el momento señalado.
–Pero… –dijo Rentaro confundido–. Hay gente que pasa su vida quedándose sola.
–Claro que sí –dijo el dios–. Existen aquellas personas que no tienen un alma gemela asignada. Pero aquellos que tienen una, son excepcionalmente afortunados.
–Ya entiendo –razonó Rentaro–. ¿Así que me estás diciendo que conoceré mi alma gemela en mi próximo curso, y que me enamoraré, no importa lo que haga?
–Sí –confirmó el dios–. Pero eso no es todo… El número de almas gemelas que conocerás… ¡Es cien!
–¿¡Cien!? –exclamó Rentaro, totalmente perplejo.
–Correcto. Dentro de poco, serás libre de elegir a la chica que más te guste. Maravilloso, ¿no?
–Guau, libre de elegir –dijo Rentaro con una gran sonrisa.
El chico estaba feliz de escuchar aquello, pero lo que el dios no le había contado era que esto se debía a toda la "suerte en el amor" que había invertido viniendo con tanta frecuencia a aquel templo, lo cual también era el motivo de la gran racha de rechazos que había tenido hasta aquel momento.
–No… no me estás mintiendo, ¿verdad? –preguntó cauteloso–. ¡Esto suena demasiado bueno para ser verdad!
–No te estoy engañando –aseguró el dios–. Los dioses no mienten.
–Ya veo –dijo Rentaro–. Entonces, si por algún motivo esto que me has contado resulta ser una mentira, supongo que no te importará que reduzca este templo a cenizas, ¿verdad?
–Ya sé que suena sospechoso, pero ¿te parece bien amenazar a un dios de esa manera? ¡Maldita generación! –se quejó el dios.
Rentaro se calmó.
–¡En cualquier caso, si esto es verdad, no puedo esperar a que comience mi próximo curso! –exclamó entusiasmado.
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No tardaron en pasar las vacaciones, llegando con ello el primer día del siguiente curso en el instituto Ohananomitsu. Rentaro caminaba por los pasillos del instituto con un papel en la mano, abriéndose camino entre las hileras de estudiantes.
–No haremos esperar a los lectores con contenido innecesario –dijo mientras miraba el papel–. Bueno, veamos. Como hoy no hay clases, creo que pasaré el día estudiándome las reglas del instituto.
Iba tan distraído que no se dio cuenta de otras dos personas que caminaban en diferentes direcciones, cada una también distraída leyendo papeles. Se produjo una colisión triple, haciendo que todos cayesen al suelo.
–¡Ah, lo siento! –se disculpó Rentaro mientras miraba a las otras dos personas.
Ante él había dos chicas. La primera tenía el pelo rosa y de largo hasta el cuello, en el cual llevaba unos clips en forma de flores a ambos lados de su cabeza. Sus ojos eran verdes e iba vestida con una camisa blanca en la que llevaba un cordón rojo a la altura del cuello, y una chaqueta azul marino, mismo color de la falda que llevaba, además de unos calcetines blancos. La otra chica tenía el pelo rubio, el cual llevaba recogido en dos coletas con lazos verdes, las cuales se extendían hasta casi llegar a su cintura, y tenía los ojos amarillos. Su vestimenta era una camisa blanca sobre la que llevaba una rebeca marrón y una falda azul marino. Unas largas medias blancas que le llegaban hasta casi sus rodillas completaban su vestimenta.
–No… yo soy la que debería disculparse –dijo la pelirrosa.
–¡Eso ha dolido! –se quejó la rubia– ¡Vigila por donde vas!
Los tres se miraron a los ojos.
¡Zing!
Al instante, Rentaro sintió como si una corriente eléctrica circulara por su cuerpo. Y estaba seguro que las otras dos también la habían sentido, a juzgar por sus respectivas expresiones.
Rentaro se quedó boquiabierto. ¿Qué era lo que acababa de sentir? ¿Era esto lo que le había dicho el Dios del Amor? Sí, debía de serlo, coincidía con lo que le había descrito. Entonces, ¿estas dos chicas eran sus almas gemelas?
Miró a ambas. Las dos estaban tan impresionadas como él con lo que acababa de pasar. Entonces vio que ambas se sonrojaban. Él apartó la vista de inmediato. Mirarlas tanto sin decir palabra era raro. Ambas no sabían que él era su alma gemela. Y no quería que le tacharan de mirón por su comportamiento.
–¿Estáis bien las dos? –preguntó mientras les tendía la mano para ayudarlas a levantarse.
Este gesto pilló por sorpresa a ambas chicas, que miraron el gesto con un ligero sonrojo en sus caras, en especial la chica rubia, que era la que tenía la mano de Rentaro más cerca.
Sin embargo, la pelirrosa también pareció percatarse de algo, y fue la primera en hablar.
–Ayyyyy… –se quejó en un tono evidentemente fingido–. Lo siento, pero creo que me he hecho daño en la pierna.
La chica se agarró la pierna izquierda con una mano. Entonces dirigió su mirada a Rentaro.
–¿Podrías… –preguntó mientras le echaba una mirada cargada de intensidad– llevarme hasta la enfermería…?
Rentaro no se había percatado de que la chica fingía. Así pues, extendió sus manos, temblando debido al pánico que sentía al sentirse culpable por lo ocurrido.
–Cla… claro –dijo nervioso–. ¡Lo siento muchísimo!
La pelirrosa pareció sonreír con el gesto. En cambio, la rubia quedó muda de asombro con lo que estaba pasando.
–¿Te duele mucho? –preguntó Rentaro a la pelirrosa.
–Oh… no. No es nad…
–¡Lo siento…! –exclamó Rentaro con lágrimas en los ojos–. ¡De verdad…!
La chica le miró con desconcierto. Él se sentía lo peor. Nada más conocer a su alma gemela, ya le había hecho daño. ¿Qué estaba haciendo?
La pelirrosa en cambio le miró con admiración. Alguien que se lamentaba tanto por haberla herido, aun sin conocerla… lo sentía como un alma generosa. Verdaderamente el amor es ciego.
Rentaro se recompuso, poniéndose en pie. Le tendió la mano a la chica pelirrosa, quien la tomó con decisión.
–¿Estás bien? ¿Puedes ponerte en pie? –le preguntó.
–Sí. Muchas gracias –respondió ella.
La chica rubia estaba en cambio desconcertada. No paraba de mover la cabeza nerviosamente de una dirección a otra, como si no supiera qué hacer o cómo comportarse.
–¡…Como si quisiera que me ayudases a caminar porque me he hecho daño en la pierna! –exclamó cerrando los ojos mientras apartaba la mirada.
Rentaro la miró confundido, preguntándose qué estaba pasando.
–¡Espera…! –dijo al percatarse– ¿¡También te has hecho daño en la pierna!?
–S… Sí –dijo con un tono algo gruñón sin mirarle a la cara–. ¡Me he hecho daño! ¿Tienes algún problema con eso?
Acto seguido, Rentaro se pegó una sonora bofetada en la cara, lo cual sorprendió a las dos chicas.
–¿Pero qué demonios eres, una enorme masa de músculos andante? –se preguntó en voz alta a sí mismo con tono indignado mientras se sacudía otra bofetada–. ¡Como te las has arreglado para hacer tanto daño a dos personas cuando apenas las has rozado, maldito estúpido!
De pronto, Rentaro se detuvo. Miró a las dos chicas. Ambas se habían puesto en pie, mirándole con desconcierto.
–¿Qué ha pasado con vuestras piernas? –les preguntó.
Las chicas se percataron. Rápidamente se echaron al suelo volviéndose a agarrar la pierna y soltando quejidos fingidos.
–¡Solo date prisa y ayúdanos a caminar! –le gritaron al unísono.
–Vale, vale –respondió él.
Poco después Rentaro iba por el pasillo sosteniendo a la chica pelirrosa con el brazo izquierdo y a la chica rubia con el derecho. Se preguntó si esto no le hacía parecer a él el herido.
–Con tres personas aquí, es necesario hacer esto para mantener el equilibrio –dijo la chica pelirrosa pegándose al pecho de Rentaro con una sonrisa traviesa, lo cual desconcertó a los otros dos.
–¡Oye, tú! –se quejó la rubia apretándose también– ¡Estás demasiado cerca de él! ¡Voy a perder mi equilibrio!
–Eres tan… –protestó la pelirrosa.
–Y tú eres tan… –replicó la rubia.
Rentaro estaba cada vez más desconcertado. Ambas chicas se estaban apretando contra él con todas sus fuerzas, como si ninguna quisiera perder terreno ante la otra. Él se preguntó lo que estaba pasando. Las chicas se estaban agarrando a él como cigarras. Él se sentía como el poste telefónico más afortunado de la galaxia. Y por si fuera poco ambas olían muy bien. Se estaba volviendo loco.
–Esto… ¿Qué tal si por ahora nos centramos en llegar a la enfermería? A este paso, siento que si seguimos así me voy a convertir en chica.
–No funciona así –le espetó la rubia.
Los tres se encaminaron hacia la enfermería. Rentaro sintió que no habían empezado con buen pie.
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Y hasta aquí el primer episodio. Espero que os haya gustado.
Para el nombre del protagonista masculino, aunque se le llama Rentarou, he preferido llamarle Rentaro, ya que así es más cómodo para escribir.
Los nombres de los personajes están escritos siguiendo el sistema japonés, en el que se coloca el apellido antes que el nombre.
Por último, este episodio es una parte del primer número del manga. Al ser tan extenso, dividiré la acción en tres episodios.
