Yuzu se había quedado sola con su hermana y Yoruichi-san, una mujer esbelta de piel bronceada y largo cabello purpura, que hacia todo el esfuerzo para explicarle con la mayor gentileza posible lo que había pasado, todo lo que su familia había estado ocultando, incluso lo que habían borrado de su mente.

Aún no podía creerlo, cierto que no era completamente ignorante, sabía que los fantasmas existían, sabía que Karin e Ichi-nii eran capaces de verlos, y que sus «habilidades» se limitaban a ver manchas borrosas y si acaso a percibir su presencia, pero lo que le contaban era algo que desafiaba completamente su imaginación.

Existía toda una «organización» en lo que ella antes habría llamado cielo, una especie de grupo dedicado completamente a la protección de almas y cacería de aquellos que buscaban dañarlas, lo que llamaban hollows. Pero lo peor es que los demás lo sabían, que su otou-san e Ichigo formaban parte, o habían formado parte, que hasta Karin lo sabía, y que nadie le había contado nada. Que en su casa, Yuzu era la ignorante, la débil, la que no merecía saber la verdad. Era hiriente saber que eso era lo que las personas que mas debían quererla opinaban de ella. Pensó que se había calmado, era mentira.

—Me min-min-tieron, todo-s-s me mintie-ron-ron —dijo Yuzu con la voz temblorosa.

—¡Oh, mi dulce Yuzu-chan! Ellos estaban intentando protegerte —respondió Yoruichi-san con un apretón en su mano.

—¿Pe-pe-peroro cómo er-a e-so-so proteger-me? Uno de-de es—os-os monstru-os pudo ha-ha-berse comi-do-do mi alm-a por no-no sa-ber lo-lo que pa-sa-saba —reclamó, porque justo es que entendía todas esas veces en que le decían que se quedara en un lugar o que se fuera a otro mientras todos los demás desaparecían.

—Ahora todo será mejor, te lo prometo Yuzu-chan —Afirmó Yourichi-san. Karin a su lado luciendo terriblemente apenada, pero sin decir nada. Tampoco es que tuviera otra cosa que decir excepto admitirlo, pero su hermana era muy parecida a Ichi-nii, sobre todo en lo terca y testaruda, y aunque Karin era la menor, nunca había dejado de tomarse la atribución de considerarse su cuidadora.

—Pe-pe-pero es qu-que yo no quie-e-ro irme Yoruichi-obacha-n-n —afirmó ella al recordar lo que le habían dicho, que debía dejar el mundo de los vivos e irse a la Sociedad de Almas—. Mis amig-os, la escu-u-ela —siguió ella sin poder parar de tartamudear, y con un dolor en el pecho indescriptible.

—¡Ay Yuzu-chan! Sé que es duro, pero no puedes ir a la escuela así, ni siquiera puedes usar tu nombre ¿lo has pensado?

—No-no —respondió ella en voz muy baja conteniendo las lágrimas.

—¿Qué le dirías a tus amigos? Nunca te creerían, vas a parecer una chica universitaria —insistió Yoruichi-san.

—No se-se —admitió ella.

—Además, no es tan malo, todavía puedes ir a la escuela, bueno, la academia, harás nuevos amigos, aprenderás muchas cosas nuevas, miren esto… hagan silencio niñas —les dijo la mujer colocándose un dedo sobre los labios y picando un ojo como si se preparara para una gran broma antes de girarse hacia la puerta.

—¡Bakudo 1, Sai! —Ichigo brincó echándose a un lado al entrar y escuchar la invocación, pero los ojos de Yoruichi y Karin no lo veían a él.

Yuzu vio como un rayo de luz parecido a una cuerda apareció en el aire y salió disparado hasta enredarse en los brazos de quien había entrado. No la conocía, no la había visto antes, era una mujer joven, no muy alta, blanca, de cabello negro corto con dos pequeñas colitas, vestida con ropas negras ajustadas al cuerpo, parte de su espalda descubierta, una faja amarilla en su cintura, y una capa blanca que casi tocaba el piso.

—¿Yoruichi-samaaa? ¿Yoruichi-Sama? —dijo la desconocida como dolida, no era algo físico, podía darse cuenta de eso, pero algo en el tono bajo y titubeante de su voz daba la impresión de que se sentía traicionada, lastimada.

—Tch, tch, tch… Y por eso Yuzu-chan es que siempre tienes que estar pendiente de lo que te rodea, que sea tu primera lección —comentó burlona Yoruichi-san con una sonrisa juguetona antes de caminar con los brazos abiertos hacia su víctima. Incluso Karin se había puesto a su lado y miraba con curiosidad lo que había pasado.

Pero lo que menos esperaba era la otra persona que había entrado tras su hermano, de piel muy blanca, cabello negro justo por encima de los hombros, y vestida de negro con las ropas que entendía era el uniforme típico de un shinigami.

—¡RUKIAA-NEEEEEE! —gritó ella al ver a su hermana mayor «postiza» que no tardó en acercarse a su cama con unos ojos llenos de tristeza.

—Yuzu-chan, lo siento tanto, si hubiéramos tenido más cuidado…

—No Rukia-nee, n-n-no es tu culpa —respondió ella intentando hablar con más calma—. ¿Tú también eres una shinigami? —preguntó con su cabeza entre los brazos de Rukia, aunque imaginaba que la respuesta era obvia.

—Si Yuzu-chan, lo soy.

—Ell-ellos me dicen-n que tengo que-que irme a la Sociedad de Alma-s. —Aún no había podido asimilar la idea, se le atragantaba el corazón en la garganta.

Rukia la abrazó más fuerte al escucharla antes de sacar una libreta y colores de un bolsillo, y comenzar a hacer algo que no lograba distinguir, mientras la otra shinigami y Yoruichi-san murmuraban a un lado de manera algo agitada, casi como discutiendo.

—Ejemm, ejemm —carraspeó una voz llamando la atención de todos, hasta Ichigo había volteado.

—Hora de las presentaciones. Yuzu-chan y Karin-chan, conozcan a mi antigua pupila, Soi-Fon, capitana de la segunda división.

—¡Hola, Kurosaki Yuzu! —fue toda su respuesta, se sentía un poco intimidada. Había entendido que los capitanes eran esas figuras casi míticas y todo poderosas, y la verdad es que su expresión no la hacía parecer precisamente simpática. Y estaba en lo cierto, la capitana tan solo le dirigió una mirada y un breve gesto sin palabras.

—Ahora que salimos de eso —continuó Yoruichi-san colocando un brazo por encima de Soi-Fon-taichou que se había puesto roja como un tomate—. Abejita, tengo una misión para ti.

—¡Hai, Yoruichi-sama! ¿A quién tengo que matar? —preguntó la capitana entusiasta y en posición firme para recibir sus órdenes. El cambio de actitud era notable.

—No, no, nada de eso abejita —respondió Yoruichi-san con una carcajada—. Es algo más sencillo. Solo quiero que te encargues de cuidar a Yuzu-chan en la Sociedad de Almas, tú sabes, un poquito de hoho, algo de hakuda, quizás kido, mostrarle las vistas, nada que no puedas hacer.

Yuzu abrió muchísimo los ojos al escuchar la «misión». Quería hacer muchas preguntas, ya le habían contado sobre las artes de los shinigami, pero pensaba que aprendería eso en la academia. Sin embargo Ichigo la cortó antes de que pudiera decir algo.

—¡NADA DE ESO! ¡¿TE HAS VUELTO LOCA YORUICHI?! ¡VA A MATARLA! —gritó su hermano enojado.

—¡Ahhh Fresa-kun, siempre tan protector! —notó Yoruichi-san al ver a Ichigo exaltado—. ¡Poooor favooor, nadie mejor que mi abejita para eso!

—¡HAI, Yoruichi-sama! —interrumpió la capitana todavía sonrojada al tiempo que miraba a su hermano exactamente como si quisiera matarlo.

—¿Pero y Rukia? Ella puede hacerlo, ella es buena en ki… —Comenzó a reclamar Ichigo aireado.

La puerta volvió a abrirse.

—¡Oh, miren! ¡Que animados están todos! ¡que alegría! —exclamó el hombre del kimono verde y sandalias, que ahora que lo pensaba no le habían presentado.

—¡Urahara! ¡Yoruichi se ha vuelto loca! Quiere que Soi-Fon cuide a Yuzu. Otou-san, tú no puedes estar de acuerdo con eso —comentó su hermano caminando hacia el vendedor.

—¡Oh, Ichigo-kun! ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué la convierta en mmmm una asesina? —preguntó Urahara riéndose detrás de su abanico—. Isshin-san por cierto está a mi izquierda.

—¡No voy a caer de nuevo! —refunfuñó Ichigo girándose hacia la derecha.

—Otou-san, no puedes permitir eso. Es Soi-Fon, es como Byakuya…

Karin reventó en carcajadas al mismo tiempo que Rukia había empezado a darle golpes en la cabeza a su hermano con su libreta, golpes que no hacían nada, excepto atravesarlo de un lado a otro.

—¿Qué? —preguntó su hermano con esa cara de obstinación que no cambiaba últimamente.

—Es... que... es… Otou-san… jajaja, Otou-otou-san… no-no está aquí JAJAJA —respondió Karin atragantándose entre risas.

—¡KARIIIINNNN! —gritó Ichigo con una vena palpitante en su cabeza.

—Yare, yare… reírse siempre es bueno Ichigo-kun, además… —afirmó Urahara con una sonrisita mientras los pasos de varias personas se acercaban.

—¡Kurosaki-kuuuuuuuuun!


—¡TAICHOOOOOOOU! ¿Puedes sentirlo? —gritó Matsumoto tumbando todos los papeles que estaban en el escritorio del capitán de la décima división.

—Es… es… —titubeó Toshiro Hitsugaya con los ojos muy abiertos, su mano temblando ligeramente al sentir ese reiatsu que nunca había olvidado.

—¡ESE BASTARDO! ¡ESE IMBÉCIL! ¡VOY A PATEARLO Y GUINDARLO DE SUS BOLAS! ¡Y MATARLO! —respondió rabiosa Rangiku antes de desvanecerse de la oficina.

—¡MATSUMOTOOOOOOOO!


Isshin saltó entre los techos del Seireitei notando lo poco que había cambiado el lugar, no es que le desagradara, pero de cierta forma se había acostumbrado al mundo de los vivos donde lo nuevo reemplazaba a lo viejo con una frecuencia que a veces le parecía alarmante.

Kuchiki a su lado no se marchaba. Actuando casi como si fuera un perro vigilante pendiente de que no escapara para hacer de las suyas en algún lugar perdido de la ciudad, pero reconocía que debía tolerarlo de momento, incluso si no era la única forma en la que podía conseguir una audiencia con el soutaicho.

—Shiba —dijo Kuchiki brevemente al alcanzar las puertas de la primera división, en la que otro shinigami de cabello blanco los esperaba.

—¡Chojirooo-saaan! Tanto tiempo—exclamó él al acercarse, no es que el teniente de Yamamoto fuera su amigo, nunca habían sido cercanos, y la verdad es que le resultaba un poco pomposo, pero por lo menos no era un estirado prepotente como su compañero actual—. Veo que todavía llevas el mismo bigote.

—Shiba-san —replicó Chojiro poco expresivo sin darle respuesta a su comentario—. El comandante espera.

—Bueno, supongo que ya estoy aquí —murmuró él con poco ánimo, porque eso era justo lo que sentía, las ganas de reunirse con el comandante totalmente ausentes. Sin embargo era hora de enfrentar la realidad y aceptar que no podía seguir viviendo de la misma manera despreocupada en la que lo había hecho los últimos 20 años «Masaki, es muy pronto, no estoy listo» pensó antes de comenzar a seguir a Chojiro.

La primera división era la misma de siempre, pasillos largos y de mucha altura, el piso reluciente, paredes blancas, era curioso como la guerra contra Aizen no había alcanzado la ciudad, quizás si hubiera visto algún destrozo se habría sentido mejor, menos ansioso, suerte que Kuchiki se había quedado atrás, solo habría aumentado sus nervios.

—Yamamoto-soutaichou —saludó él con una reverencia al pasar las grandes puertas de la oficina del comandante general, el viejo Yama-ji sentado en su silla como si de un trono se tratara, su bastón en mano, pocos sabían que ahí mantenía sellada su zanpakuto, pero él con una zanpakuto de fuego era otra historia, ese viejo lo había entrenado.

—Shiba Isshin. Mi descarriado aprendiz —respondió el viejo con esa voz anciana y áspera que hablaba de poder y mil conflictos.

—Supongo que es una forma de verlo, descarriado je je —reconoció Isshin sin dejar de mirar al comandante general.

—Es un poco tarde para que regreses de tu misión —notó Yamamoto, porque ese era precisamente su principal escollo. Había marchado a una misión al mundo de los vivos, y solo 20 años después es que regresaba.

—Puedo explicarlo —respondió Isshin rápidamente. Tenía razones, si, había sido impulsivo, había pensado poco, pero no era como si de repente hubiera decidido abandonar el Gotei 13, y más importante aún, él solo fue otra pieza en el ajedrez de Aizen.

Tras ver al comandante hacer un gesto con su mano, comenzó con su larga explicación, su misión, el combate con el hollow con el poder de un vasto lorde, como un shinigami lo había atacado por la espalda, la quincy que lo había rescatado, y sin ocultar que eso era Masaki, una quincy, antes de pasar a su hollowficación, y como la única forma de mantenerla con vida era sellando sus poderes en un gigai especial. Y Ichigo, no podía dejar por fuera que era su padre.

—Ya veo —comentó Yamamoto—. ¿Y qué esperas ahora del Gotei 13, Shiba Isshin? ¿Vienes en busca de perdón?

¿Perdón? No lo había pensado en esos términos, había fallado en su deber, lo reconocía, pero al mismo tiempo sabía que había hecho lo correcto, era una deuda, un asunto de honor, si luego se enamoró de Masaki eso era otra cosa, y de eso no se arrepentía.

—Es mi hija soutaicho… —replicó él antes de comenzar con una nueva explicación sobre todo lo que había pasado con Yuzu, el infierno, sus poderes shinigami, su crecimiento. Esperaba que el viejo pudiera comprenderlo. Es más, Yamamoto había estado ahí, Ichigo lo había confirmado, y el comandante general había visto lo que le había ocurrido.

—Urahara y tú —lamentó el anciano cerrando los ojos como si le doliera la cabeza—. Sé que luchaste contra Aizen, y tenemos una profunda deuda con tu hijo —continuó Yama-ji antes de quedarse muy quieto.

Isshin sabía que apenas era el comienzo, Yama-ji había sido comandante por dos mil años, y no era ningún abuelito simpático, era un hombre duro, fiero, sin escrúpulos cuando necesitaba no tenerlos.

—¡Tú grandísimo idiota! —pronunció en voz baja y aterradora. Era imposible esconder el peligro en su tono.

—Pero…

—¡CALLA! —gritó golpeando su bastón contra el piso y liberando un poco de su reiatsu, denso, aplastante. Estaba seguro que tanto él como muchos shinigami en el Seireitei podían sentirlo.

—¡Fallaste en tu deber Shiba Isshin! Y debes enfrentar las consecuencias de tus actos —declaró firme con otro golpe al piso—. Kurosaki Yuzu puede entrar en la academia, pero tú…

Isshin tragó grueso al escuchar la dureza de su voz.

—¡CHOJIRO! ¡TRAE MIS PAPELES Y MI SELLO! —bramó el comandante a su teniente que se mantenía en guardia fuera de la oficina, que no tardó en entregar lo que le habían pedido.

—¿Estás listo para tu castigo Shiba Isshin? —preguntó Yama-ji al terminar de escribir.

—Sí, comandante —respondió temeroso pero solemne, con dignidad, fuera la que fuera su decisión, al menos podía contar con que su hija estaría bien.

—Entonces toma —dijo el comandante lanzando un rollo de pergamino a sus manos.

Isshin lo desenrolló lentamente antes de dejarlo caer al piso.

—Pero… Pero comandante —reclamó apenas terminó de leer—. No puedo…

—¡SILENCIO! —gritó una vez más—. No seas un idiota malagradecido. La Central 46 no habría dudado en ordenar tu ejecución. Así que agradece que están todos muertos, y que ahora mismo la única ley soy yo.

«!Oh, Masaki! El viejo Yama-ji me está ordenando tomar comando de la tercera división, no puedo hacerlo» pensó.

—Pero comandante, Ichigo y Karin, mi familia, no puedo abandonarlos, es mi responsabilidad como pa… —intentó reclamar una vez más pero el viejo solo alzo una mano en una orden clara de que se callara.

—¡¿Es que te olvidaste de cómo obedecer?! —preguntó el comandante antes de ponerse a escribir nuevamente—. ¡Idiotas, imbéciles, descerebrados… deber y responsabilidad solo cuando les conviene… decepcionante…! —murmuró el anciano obviamente sin querer una respuesta.

¿Pero qué demonios podía estar escribiendo el viejo ahora? Él y su gran boca. Debió haberse quedado callado, tuvo que haber pensado, no quería una división, pero tampoco era una situación imposible, como capitán podía visitar el mundo de los vivos, quizás podía conseguirle algunos boletos a Karin para que visitara.

Yamamoto le lanzó otro rollo de pergamino al terminar de escribir.

—¡Pero…! Comandante, yo no estaba pidiendo esto, yo no quiero esto —protestó al leer.

—¡NO-ME-IM-POR-TA-SHI-BA-IS-SHIN! Hablas de tu familia ¿Le vas a negar sus derechos también? ¿Es que tu responsabilidad inicia y termina con tus hijos? —le reprochó el viejo irritado—. Y para que dejes de quejarte, dile a Jushiro que Karakura es tuya ¡AHORA VETE!

Isshin salió de la oficina con las manos calientes como si las hubiera puesto en la hoja de Ryujin Jakka. Kami, había ido como un corderito al matadero. El maldito viejo lo había atrapado y debía estar riéndose a sus espaldas. «Demonios, demonios, demonios» pensó, Kukaku iba a matarlo.

Gracias por los comentarios. Sí, creo que Yuzu es un personaje desperdiciado en el mundo de los fanfiction, cuando se trata de una hermana, los autores suelen elegir a Karin, y hacerla al mismo tiempo una copia de Ichigo, esas demás está decir no son mis intenciones.