Cuando vio que le llegaba un mensaje de IG, interrumpió la edición que estaba haciendo y lo abrió. Tenía una corazonada, pero incluso con eso no pensaba que las cosas se darían de manera tan rápida.

Habían aceptado que fuera el encargado de la sesión de fotos para el festival de Gion. Ahora no cabía duda, tenía que trabajar prácticamente día y noche para dejar las cosas terminadas con su jefe. Su cabeza se volvió un caos en pocos segundos. Tuvo que levantarse para ir a prepararse un café bien cargado, si no moría en el proceso, probablemente en dos semanas estuviera viajando a Japón.

Debería pedirle ayuda a Levi, ese tipo era un genio para conseguir descuentos en packs de vuelos y estadías. ¡LEVI! Por todos los cielos, que se había olvidado de su mejor amigo. Tragó saliva, sabía lo sobreprotector que era con su prima (y no olvidaba las amenazas la última vez que le había pedido su cuenta de IG), ¿qué le diría ahora? "Oye, viejo, me voy con Mikasita al Japón, échame porras". Lo que le iba a echar era una putiza memorable, volvió a suspirar con desgano.

Le contestó a Mikasa, se pusieron de acuerdo en un horario (ya que el desfasaje entre Francia y Japón era de varias horas) para hacer una video llamada con la señora Kiyomi, ya que, si bien no estaban en plan de ponerse demasiado exquisitos, tampoco era cuestión de traer a cualquier tipo que les ofreciera un servicio de fotos. Leyó las recomendaciones de la chica, debería usar un traje, mostrar respeto, ser mesurado y tranquilo para hablar. Ya era prácticamente un hecho que lo aceptarían, pero nunca se sabía, si la video llamada salía mal, ya no habría planes.

Sin embargo, no era la primera vez que Farlan abordaba clientes difíciles, no iba a decir que era pan comido, pero su intuición le indicaba que iba por un buen camino.

"Bro, necesito hablar contigo cuanto antes, es un asunto muy importante", le escribió a Levi, porque por más que tuviera algo de miedo, sería peor si le avisaba a último momento sería mucho peor, mejor tomar el toro por las astas ya mismo.

"Que haces rata almizclera, te pierdes un montón de tiempo y ahora me apuras, muy malo de tu parte".

"Lo siento, ya sabes, mi trabajo no tiene horarios. Dime cuando puedes hacerte un huequito para mí, te lo suplico".

"¿A quién has matado? Todavía podemos esconder el cuerpo'", bromeó Levi. Farlan sonrió, era una afortunada de tener amigos incondicionales como él.

"Solo digamos que seré yo el muerto si no hablamos".

Levi frunció el ceño, ¿ahora en qué lío se había metido Farlan?

"Me haré un tiempo esta noche para visitar tu cuchitril, de paso hago un poco de limpieza. Corrección: HAREMOS".

"Es probable que me quede a dormir aquí en la empresa, te juro que se me ha triplicado el trabajo, ¿es mucho pedirte que vengas aquí?".

"Pero qué sucede con tu jefe, acaso quiere que te mueras? Le debes dinero a algún prestamista, Far? No tengo muchos ahorros, por lo del casamiento y la luna de miel que se me vienen encima, pero puedo ayudarte si estás en aprietos, si lo sabes, verdad?".

"Qué lindo eres, hermano, pero no, esta vez no es un tema de dinero, vente y te lo explico".

"Tch, a qué hora entonces?".

"Puedes a las diez, o es muy tarde? Es que yo creo que recién a esa hora podré tomarme un descanso".

"Sí, es tarde, pero ni modo, iré a esa hora. te mandaré un mensaje al llegar".

"Gracias, eres el mejor".

Hange lo abrazó desde atrás y dejó sutiles besos en la nuca de su prometido.

—¿Todo bien, cariño?

—Sí, creo que sí, Farlan me pidió que fuera hasta su trabajo a eso de las diez, que debe consultarme algo de vida o muerte, o algo así.

—Dile que es tarde para que se confiese, ya eres mío.

Levi sonrió con picardía.

—Aún no te di el sí en el altar —dijo por lo bajo y Hange se le tiró encima volcándolo contra la cama entre risas y reclamos.

Por la noche, antes de ir a buscar a su amigo, Levi tuvo en cuenta de llevarle unas empanadas, porque estaba seguro que estaría muerto de hambre, cuando estaba demasiado abstraído en su trabajo se olvidaba de las cosas más básicas. Eso y una lata de refresco de naranja, un poco de azúcar le vendría bien. Llegó a la puerta del imponente edificio y le mandó un mensaje, un minuto después su amigo le abrió la puerta, se alarmó de verlo ojeroso y en general desmejorado.

—Hola, bro, pasa —dijo chocando los puños con él.

—Te ves como de dinosaurio.

—¿Gracias? Considerando que la de dinosaurio solo existe en fósiles.

Caminaron hasta el ascensor y subieron, Farlan marcó el piso doce que es donde estaban las oficinas del departamento de edición y diseño.
Estaba todo muy silencioso, los únicos dando vueltas, aparte de ellos, eran los empleados del servicio de limpieza.

—Justamente. Por cierto, te traje esto —dijo dándole la bolsa con la comida, Farlan sonrió como un gato feliz, y aspiró el aroma de las empanadas.

—Esto es lo mejor de mi día, te lo juro.
Llegaron y Farlan lo llevó hasta un amplio balcón, hacía un poco de frío, pero ambos tenían sus chamarras puestas. Farlan llevó dos vasos y servilletas y si bien Levi ya había cenado en su casa mucho más temprano, aceptó una empanada para hacerle compañía.

—Vaya, la vista es muy hermosa desde aquí —admitió el de cabello negro.

—Sí, es relajante la vista nocturna, porque de día hay mucho tráfico y puros pitidos y frenadas de carro, gritos de peatones, en fin.

—Bueno, ya estoy aquí, dime que te ha sucedido —directo y al grano, como era de esperarse de Levi.

Farlan terminó su empanada, tomó un poco del refresco y prendió un cigarro.

—Verás, Levi. No sé cómo decirte esto sin que te enojes, pero supongo que nos tenemos la confianza suficiente como para ser honestos.

—Mientras no se trate de que usaste mis datos para sacar un préstamo...

—No.

—Que te le insinuaste a mi futura esposa...

—Menos.

—Que te gusta mi prima o algo como eso...

—...

Levi lo miró con una seriedad que haría a cualquiera mearse, menos mal y Farlan lo conocía.

—Te voy a explicar, no te andes imaginando cosas que no son. Primero, la agregué en Instagram, conversamos un poco de esto y aquello, recordamos los tiempos de nuestra niñez cuando vivíamos en Gales —dijo con una sonrisa melancólica—, en fin, que todo fue en ese plan, muy respetuoso. Así fue que ella me contó que está llevando una vida como una geisha, supongo que sabías sobre eso.

—No, la verdad que no, ¿cómo es eso? ¿Sale con hombres por dinero?

—Diablos, no, no es así. Ella está en una de las casas más tradicionales y respetadas de Japón, no es un burdel, ni tampoco nada remotamente similar. Ellos ahí hacen reuniones empresariales, es algo como más, cultural. De hecho, participan diplomáticos, políticos influyentes, empresarios de primera línea. Según entiendo, dan como espectáculos, danzas, completamente vestidas, por si te lo estás preguntando. A veces con abanicos, o la ceremonia del té, o cantos. No es para cualquiera, poder agendar un evento en la casa de té Kiyomi, es solo para las más altas esferas del escalafón social.

Levi se notaba desconfiado.

—¿De verdad es seguro?

—Sí, lo es. De hecho, por lo que he leído, poder ser una geisha no solo depende de tener una cara bonita, debes pulir una enorme cantidad de cualidades, son estrictas con las pupilas y deben pasar por toda una preparación, subiendo de rango hasta poder obtener el honor de ser una. Te lo digo, es mucho más complejo de lo que parece. El punto es, que tal como te pasó a ti, mucha gente piensa que ser una geisha es igual a ser una trabajadora sexual y esto es errado. Por supuesto, ahora gracias a la globalización y documentales hay mucha más información al respecto, pero sigue siendo poca. Desde que comencé a hablar con ella, y aunque no he tenido tanto tiempo libre, hice lo que pude para investigar un poco y de verdad me ha fascinado. ¿Recuerdas que te dije que era hora de hacer mis propios proyectos?

—¿Y justamente se te ocurrió hacer uno sobre geishas?

—Bueno —Farlan se rascó la nuca, Levi cruzó sus brazos y su aura se sentía más amenazante que al inicio de la charla—. La cultura japonesa me apasiona y lo sabes, no es algo que me haya inventado ahora. Tampoco estaba seguro en qué dirección debería haber ido mi investigación, esto surgió espontáneamente, y de verdad tiene mucho potencial. No tienes idea lo hermoso que son sus vestidos tradicionales, su maquillaje, cada pequeño detalle en sus presentaciones, en fin.

—Y lo quieres hacer en la misma casa de té o como se llame dónde está Mikasa.

—Se lo he consultado, no es algo que yo pueda decidir, no es tan simple que te acepten para un trabajo así. El punto es el siguiente, dentro de menos de un mes, habrá un gran festival en la ciudad de Gion, allí se llevará a cabo el "bautismo" de las maikos, que es como el paso previo para convertirse en una geisha, es un evento multitudinario, uno de los más importantes de la región. Al parecer tuvieron un inconveniente con el servicio de imagen que ellos habían contratado y estaban desesperados porque ya estaba muy encima de las fechas para acordar con otros de confianza.

—¡Sí, claro! Todo esto es sospechosamente conveniente, bastardo.

—No estoy mintiendo, Levi, ten, míralo por ti mismo —dijo Farlan extendiéndole el celular.
Levi lo agarró y leyó toda la conversación y lo de más arriba también, solo para cerciorarse qué es lo que Farlan había estado hablando con su prima. Cuando estuvo conforme le devolvió el aparato.

—Entonces, ¿qué? ¿Te irás a Japón?

—Aún faltan ajustar detalles, mañana tendré una video llamada con la señora Kiyomi, si bien ella ya recibió referencias y mi portfolio, ya verificaron mi página y todo eso, me pidieron referencias que ya conseguí, pero luego de esa charla sabré si lo aprueba o no. Pero en caso que lo haga, sí deberé viajar allá. Por eso, antes de tener esa charla, quería hablarlo contigo, si realmente esto te pone en una situación incómoda o algo como eso, solo dime y me negaré.

Levi suspiró y se apoyó en el barandal, se notaba molesto, pero también un poco triste.

—Ya sabes lo que opino respecto a mi prima, ella es demasiado importante para mí. Por bajar la guardia terminó muy herida, yo debería haberla protegido y no lo hice, debido a esto ella se fue tan lejos, no necesito repetirte la historia de ese hijo de puta de su ex novio.

Farlan lo recordaba, Eren, el chico de bronceado caribeño y sonrisa compradora. No estaba seguro de todos los detalles, pero de seguro algo malo le hizo a Mikasa, Levi lo agarró y lo mandó al hospital, fue un revuelo en ese momento, todos en Gales se habían enterado, probablemente hasta los monarcas.

—Bro, me cortaría una mano antes que hacerle algo a Mikasa.

—Yo te cortaría las bolas —le lanzó con acidez y Farlan tragó saliva porque hablaba muy en serio—. No confío en nadie, todos parecen buenas personas hasta que no lo son. Y podemos ser una cosa como amigos, pero como hombres es un tema diferente.

—Entiendo, para mí, nuestra amistad es más importante que nada, somos familia del alma, y si esto de verdad te pone en una situación difícil, no te preocupes, desistiré y buscaré otro proyecto en el cual trabajar.

Levi lo miró un largo rato, no podía relajarse, todo el asunto no le gustaba.

—Si ella te pidió ayuda, debe ser porque algo de confianza te tiene, respetaré eso, no te pediré que no vayas, lo que si te voy a exigir es que no la hagas sufrir, de ninguna manera posible, porque entonces no me importará si tenemos el mismo ADN, te haré mierda con mis propias manos.

—Ah, lo sé, lo sé —dijo Farlan transpirando nervioso.

—Y si la ves, habla con ella para que venga a visitarnos, se la extraña mucho.

—Ten por seguro que lo haré.

—Far, sé honesto, ¿tienes segundas intenciones con ella? No me enojaré si me lo dices ahora, pero si lo haré si me lo ocultas y luego me entero.

El rubio se quedó en silencio por algunos segundos.

—Mikasa es hermosa, no puedo decirte que no me siento atraído. Pero te lo dije, me corto una mano antes de hacerle o proponerle algo que no le guste. De todas maneras, leíste parte de nuestras conversaciones, estoy frienzonado y prefiero esta bonita relación a cagarla, así que tienes mi palabra que yo no la haré sentir incómoda, ni le pediré cosas inapropiadas, te lo juro.

—Bien, espero que lo hagas, bastardo. Por cierto, en caso que mañana te acepten, ¿cuándo debes viajar a Japón?

—El catorce.

—¿Qué? Faltan menos de dos semanas para eso.

—Sí, ¿por qué crees que me veo así? Por cierto, en caso que se concrete, ¿puedes ayudarme a comprar los boletos y eso?

—De acuerdo, pero vas a duplicar el regalo de bodas.

Farlan por fin sonrió contento, contento de que Levi no hubiera usado su cabeza para jugar al fútbol.

Una semana más tarde Farlan se dormía de pie. Kiyomi lo había aceptado, claro que se había sentido su autoridad incluso detrás de una simple pantalla de una portátil, esa mujer era fuerte como una lanza de hierro.

Luego, lo obligaron a tomarse un día entero para recuperar fuerzas, porque en ese estado tampoco era apto para hacer un trabajo de calidad. Ya tenía los pasajes y un alojamiento muy apropiado y económico para quedarse en Kioto por un mes, solo le faltaba buscar alojamiento en Gion, porque ya muy encima de la fecha no encontraron nada disponible, ya vería una vez que estuviera allí. La verdad no tenía idea cuanto tiempo le llevaría editar lo del festival, y tampoco era seguro que la dueña de la casa de té aceptara el otro proyecto. Pero bueno, se tenía fe.

Tenía dos maletas abiertas en su casa, una para la ropa y otra para todas sus cámaras y aparatos, el equipo de filmación. Se sentía de verdad muy nervioso de poner a sus "bebés" en la bodega del avión, sabido era de las miles de anécdotas sobre pérdida de equipaje de las empresas áreas, por lo que si en algo no escatimó recursos fue en pagar un excelente seguro en caso de extravío. Había cosas que aún las estaba pagando en cuotas.

En la valija de ropa colocó a Júpiter, el muñequito de crochet que Mikasa le había regalado en su infancia, inconscientemente lo tomó como un amuleto de la buena suerte. También le estaba llevando presentes y cosas que se conseguían en París y en Gales, quería empezar con el pie derecho. No hablaba una sola palabra de japonés y su cerebro estaba tan quemado que ponerse a estudiar algo no serviría de nada, menos mal y su lengua nativa era el inglés y con eso debería ser suficiente para sobrevivir.

Esperaba no equivocarse, tenía un vuelo de doce horas desde París a Osaka, ya que en Kioto no había aeropuerto, desde Osaka debía abordar un tren que en 25 minutos lo llevaría a su destino, allí debería encontrarse con Mikasa. Sintió escalofríos al imaginársela. De sobra sabía, y por su experiencia, que una mujer como ella debía ser abrumante conocerla en persona. Bueno, ya la conocía, pero una cosa era recuerdos de niños y adolescentes y otra muy diferente una mujer hecha y derecha.
Se miró en el espejo de cuerpo completo que tenía en su habitación. Mierda, se veía horrible, definitivamente tendría que hacerse tiempo para ir a cortarse el cabello cuando menos, no podía ir tan desaliñado. Cuando tuvo la video llamada se había peinado con spray para que su cabello tuviera forma al menos. Empacó un traje de gala, otros dos trajes más informales y un poco de ropa fresca, ya que la aplicación del clima indicaba que serían días calurosos. Ya su valija se veía bastante abultada, no sería prudente seguir poniendo ropa, si necesitaba algo más tendría que comprarlo allá. Había una caja de cartón duro donde adentro llevaba una buena cantidad de fina tela de seda fría, pesada, ideal para confeccionar un kimono. No tenía idea de los gustos de Mikasa, excepto de lo poco que había visto en las fotos y ella no mostraba demasiado, pero le sentaría muy bien a su bonita piel blanca un color que resaltara. Era una tela que iba del blanco al naranja y luego a un rojo en la base, con algunos estampados de flores en los mismos tonos. A su parecer estaría a la altura de Mikasa, además le había costado una pequeña fortuna.

Se dio un baño, ya no recordaba cuando había sido la última vez que había tomado uno. Los días estaban plagados de actividades y realmente era como si hubiera entrado en una especie de dimensión temporal donde todo se aceleraba demasiado. Miró el calendario, ya estaban a día diez, no quedaba nada para su viaje.

...

No pudo llegar a editar todo lo que le hubiera gustado, pero definitivamente había sorprendido a su ahora ex jefe, quien lo había felicitado bastante. Sus colegas le hicieron una pequeña fiesta de bienvenida y mucho no se pudo quedar. Ahora ya estaba en el aeropuerto, a minutos de abordar el avión que lo llevaría finalmente a Japón donde iniciaría su verdadero camino como persona independiente. Había demasiada emoción en su pecho.

Isabel se acercó para abrazarlo una última vez. La verdad es que había descuidado un poco la relación con sus amigos. Isabel, curiosamente, era prima del ex de Mikasa, y a raíz del problema del pasado había roto lazos con su él. Se había apegado mucho a Levi y a Hange, casi que parecía adoptada por ellos, y desde que había llegado a París hacía dos años, ellos la habían ayudado mucho. Él otro poco, y con eso se habían vuelto un tanto cercanos.

—Far, tráeme cosas lindas de Japón —dijo la muchachita con tono alegre.

—¡Sake, sochu, amazake, hoppy, todo lo que puedas lo embalas y lo mandas! —exclamó Hange con los ojos encendidos de entusiasmo.
—Ya basta, cuatro ojos —la frenó Levi al verla alterada—, pareces una ebria, puras bebidas alcohólicas.

—¿Y qué quieres para ti, bro? —le preguntó a su mejor amigo, pero Levi le devolvió la mirada con una expresión seria.

—Con que te portes bien es suficiente, ya sabes.

—¡Ya, amor, afloja, no seas tan intenso! —pidió Hange apoyándose sobre sus hombros desde atrás.

—Mirá quien habla, intensidad es tu segundo nombre —acusó Levi y todos echaron a reír, porque además era cierto.

Por los altavoces escucharon el anuncio del arribo para el pre embarque, el momento había llegado. Se abrazó con Levi, y luego Hange e Isabel se le tiraron encima como una topadora que casi lo voltean al piso. Farlan quedó sorprendido cuando empezaron a lagrimear y luego se largaron a llorar a todo pulmón. Levi agachaba la cabeza y se escondía detrás de un pilar avergonzado.

—¡Te voy a extrañar, flaco! ¡Hazla feliz a Mika!

—¡No, eso no! —replicó Levi desde la distancia.
—Ya te nos vas, promete volver, amigoooo —lloriqueó Isabel y Farlan solo sonreía forzadamente tratando de zafarse de los agarres para poder ir a abordar.

Una vez que logró despegarse de sus amigas, hizo la fila y antes de entrar en el embarque se giró para dar el último saludo.

La escena era francamente chistosa, las dos abrazadas, llorando como si estuvieran en un funeral, con pañuelos blancos en las dos manos cada una, agitándolos a más no poder (¿quién en su sano juicio saludaba de esa manera?), gritando a todo pulmón que se cuidara y que no se olvidara de traer recuerdos, Levi con cara de "por favor, necesito que maten en este preciso momento". Ah, iba a extrañarlos mucho, eso era seguro.

Por fortuna pudo relajarse una vez que estuvo sentado en el avión, y durmió la mayor parte de las doce horas y media que duraría su vuelo. De repente el cansancio le cayó con todo el peso, solo esperaba rendir a la altura de las expectativas que de seguro la señora Kiyomi y Mikasa esperaban de él. Fue extraño salir de día y llegar de día, esperaba superar el jet lag sin problemas. Si bien París tenía su tecnología, Japón estaba en otro nivel.

Parecía una ciudad del futuro, todo era robotizado, todo muy organizado, limpio, y masas enormes de personas moviéndose a un lado y otro, era tan extraño, se sintió insignificante. Una vez que pudo salir del modo avión de su celular, ingresaron varios mensajes de Mikasa, ya lo estaba esperando en Kioto. Retiró sus dos maletas sin mayores problemas y se tomó un taxi hasta la estación de trenes, dentro de una hora abordaría el último tramo de su viaje.

Era tan extraño todo, el choque cultural se sentía en todo su esplendor. Sobresalía de la multitud por sus rasgos y notaba que, aunque con disimulo, llamaba bastante la atención, solo esperaba que fuera en un buen sentido. Se colocó algo de colonia antes de abordar el tren y siguió conversando con la chica durante el trayecto, preguntándole sobre algunas cosas que había ido viendo y le generaban curiosidad.
Había abordado el tren bala desde Osaka a Kioto, y si bien se notaba la velocidad por fuera de las ventanas, donde las imágenes de la ciudad se volvían líneas de diverso color con el vehículo en movimiento, por dentro era en extremo agradable, tanto que parecía que el tren no se movía en absoluto. Llegó en horario, como era de esperarse de un servicio de esa calidad.

Siguió la aplicación de GPS, ya que al ser una estación con una gran cantidad de movimiento corría el peligro de perderse, y por dios que no quería que eso le sucediera. pero todo salió más que bien y sin contratiempos. Era muy temprano, el sol ya estaba en el firmamento y el cielo despejado, el calor empezaba a asomar su cabeza. La encontró rápidamente, ¿cómo no hacerlo? Mikasa resplandecía, al menos a sus ojos, en medio de la multitud gris y apurada. Estaba de pie junto a una columna, tan hermosa que se lamentó no tener su cámara a mano para retratarla.

El mundo parecía caótico a su alrededor, mientras que su expresión era de tranquilidad. Usaba una blusa de color beige con lunares negros, con las mangas abotonadas en la muñeca, pero abultadas, dándole un aspecto romántico a la prenda, tenía un cuello mao y un lazo negro atado como una especie de corbatín. Un pesado, lacio y brillante cabello negro re tinto que le llegaba por debajo de los hombros, una pollera en un marrón oscuro tipo tubo, pero no pegada al cuerpo, sino un poco suelta que llegaba un poco antes de los tobillos. Unos zapatos negros brillosos que con una cinta se adherían a sus finos tobillos blancos y zoquetes blancos con un pequeño vuelo. Era una diosa en toda la expresión de la palabra. Si estaba usando maquillaje el mismo era muy natural, prácticamente imperceptible.

No pensó, solo actuó, se lanzó a su encuentro con pasos apresurados, como si estuviera a punto de desaparecer como el estallido de una pompa de jabón. Quería estrecharla entre sus brazos, sentir lo real, saber que no era una ilusión óptica. Ella detectó su movimiento a la distancia, sus ojos se encontraron y sonrió de una suave, delicada manera, casi con el mismo misticismo de la Mona Lisa. Farlan la alcanzó, dejó las maletas a un costado y abrió los brazos, sin embargo, se detuvo cuando la expresión de la mujer fue de total desconcierto. Ni siquiera había abierto la boca, pero es como si le hubiera dicho "pero, ¿qué estás por hacer, atrevido?".

—Lo siento, lo siento —se disculpó apenado—. Es la costumbre, perdón —y luego hizo una reverencia que ella correspondió.

—Tranquilo, Farlan, es normal. Sucede que nosotras —se refería a las geishas—, mantenemos nuestras distancias y las expresiones de afecto occidentales no son bien vistas en público.

—Probablemente sea el jet-lag, me lo habías mencionado, solo lo olvidé.

—Ya, no hay problema, por cierto, bienvenido a Japón, espero que tu estadía sea memorable.
El hombre se sentía un poco desubicado, entendía que el respeto por el otro, por el espacio personal y los modales, era una cosa muy seria en ese país. Tenía que ajustar su ansiedad.

—¿Te parece que dejemos tus maletas en el hotel y luego vayamos a desayunar? Hay una casa de té muy tradicional y pintoresca, pero si no nos apuramos no llegaremos. Solo sirven cuarenta y cinco desayunos por vez.

—Oh, que estrictos. Si, vamos al hotel a dejar todo esto. Parece mucho, pero en realidad la matad del equipaje es mi armamento para el trabajo.

—Te ayudaré con esto —dijo tomado una de las valijas.

—Está algo pesa... do.

Se sorprendió de la fortaleza de Mikasa que la manejó como si nada. Abordaron un taxi y ella se encargó de dar las indicaciones. Farlan no quería incomodarla así que se dedicó a mirar el paisaje, en el tren no había podido apreciar gran cosa.

Era increíble como en un lapso tan corto, ya que el viaje en tren duraba menos de media hora (aunque era el más rápido), el paisaje podía cambiar tanto. El verde, los árboles, las flores de cerezo y las casas tradicionales con sus techos con puntas hacia fuera comenzaron a colmarlo todo. El hombre estaba asombrado, sus ojos brillaban tratando de absorber los colores y la belleza a su alrededor. Mikasa lo observó de reojo, parecía como un niño explorando por primera vez.

¡Vaya que la adultez había favorecido al hombre! Ella era alta, para el promedio japonés al menos, tenía un metro setenta, pero Farlan le pasaba por casi media cabeza. Con una estructura propia de occidente, hombros anchos, cuerpo fornido. No lo recordaba tan apuesto, el color rubio cenizo de su cabello enmarcaba unas facciones hermosas, donde resaltaban mucho sus ojos grandes y celestes.

—Creo que me voy a sentir muy a gusto aquí.

—Ah, es la magia de Kioto —aceptó ella recordando cuando había pisado ese maravilloso suelo la primera vez—. Parece como si el tiempo se empeñara en dejar todo intacto, la arquitectura de la zona es prácticamente la misma de hace doscientos años. Una ciudad que cuida celosamente su legado.

—Puedo notarlo, me hubiera gustado investigar más antes de venir, pero la verdad todo se dio de manera precipitada, no pude hacer mucho.
Mikasa sacó su celular que sonaba despacio, atendió la llamada.

—¿Moshi, moshi?

Farlan escuchó atentamente, aunque no tenía mucha idea lo que ella estaba diciendo, se delató con los matices de su voz, tranquila, sosegada, diferente a cuando la escuchaba en su idioma natal, como si fuera una persona distinta, pero a la vez le intrigaba mucho. Iba a tener que pedirle ayuda con el idioma, si bien podía manejarse con el inglés para poder acercarse a la gente y entender mejor todo debía poner de su parte. Además, sonaba tan bonito, o a lo mejor era porque era la voz de ella.

—Era la señora Kiyomi, quería saber si ya nos habíamos encontrado. Me ha pedido que te comunique que se alegra de que hayas llegado a salvo. Tenemos programada la reunión con ella a las tres de la tarde. Si no estás muy cansado luego del desayuno podemos explorar un poco, almorzar algo liviano e ir a la casa madre.

—No te preocupes, si necesito recuperarme lo haré por la noche. La verdad en estos momentos tengo muchas ganas de visitar los alrededores, y conocer esa casa de té tan exclusiva.

—Algo que debes saber, los sabores de las cosas aquí, en general, sin mucho más mesurados que en occidente. No se usa casi el azúcar, los dulces son muy suaves, te va a costar un poco encontrar panaderías. Ah, extraño el pan crujiente.

—Entiendo, lo cierto es que quiero descubrirlo todo, ya que de gastronomía japonesa solo conozco el sushi y nada más.

—Terminarás extrañando mucho la comida de París, ya verás.

—No lo creo, me adapto rápido y me encanta probar cosas nuevas.

Llegaron al hotel Kuu Kioto, un agradable equilibrio entre la tradición nipona y los estándares occidentales. Fue del total agrado del muchacho, sin dudas Levi había estado en todos los detalles. Hizo el check in, dejó el equipaje en la habitación, se cambió y remera y se encontró de nuevo con su amiga en el lobby.

Tuvieron que tomar otro taxi para ir a la casa de té Totousha.

—Este lugar está sobre una colina, desde allí se puede observar el templo Daitoku-ji. El kanji que se utiliza para escribir el nombre del lugar, Totousha, se puede interpretar como intoxicación, pero también evoca un paisaje fascinantemente hermoso. El idioma es como un laberinto, pero cuando lo aprendes y comienzas a ponerte cómodo, descubres estas variedades tan agradables, como pequeños misterios encerrados en cofres que se van revelando a medida que llegan a uno. Incluso hay palabras que no tienen un significado exacto en nuestro idioma.

—Tu explicación hace que quiera hablarlo cuanto antes. Su musicalidad es muy linda.

—Eso es porque no lo has escuchado alterados o cuando se emocionan, que diría que es casi todo el tiempo. En Osaka, por ejemplo, tiendes a pensar que te están gritando, pero en realidad es la forma natural de hablar en general, así que no sientas que te agreden.

Llegaron a la imponente casa de té, que tenía cerca de tres plantas, y por las conexiones de Mikasa, y lo que ella representaba (era conocida en el lugar), les dieron una ubicación prestigiosa. Los ubicaron en una especie de pieza, todo muy privado. La habitación tenía una mesa baja y almohadones, una salida con un ventanal que daba a un balcón pequeño. Farlan fue hasta allí y se quedó mudo. Tal como le había anticipado, la geisha, el paisaje era asombroso.

—Debo agradecerte, esto es... wow.

—Me complace que lo disfrutes, Farlan. Debo admitir que yo también estoy emocionada, aunque suelen haber visitas extranjeras en la casa madre, la verdad es que pocas veces tengo el agrado de hablar en mi lengua natal y ahora que lo hacemos, he notado lo mucho que extrañaba esto.

Luego de admirar el paisaje, entraron, Farlan trató de sentarse de la manera tradicional, pero lo cierto es que casi se le acalambran las piernas y optó por apoyar su espalda en la pared. Con la precisión de un reloj suizo, les llevaron el desayuno completo a los diez minutos. El rubio que estaba acostumbrado a los sosos desayunos de una taza de café, casi siempre fría y con suerte algún croissant, quedó en shock. Había tantos cuencos y tantas cosas que no supo por dónde empezar. Para su fortuna, además de los palillos, le habían traído un tenedor y una cuchara.

Mikasa le explicó como agarrarlos, pero era evidente que necesitaba bastante práctica. bebió el té de matcha, no fue de su total agrado, pero era algo nuevo. Luego Mikasa tomó su cuenco de arroz, puso un poco de huevos en tiras y de furikake.

—Prueba un poco de esto, se llama furikake, son especias, le dará sabor al arroz. Aquí esto es la base de la alimentación, el arroz blanco lo llaman gohan.

Farlan la imitó, le agregó un poco de salsa de soja y le gustó mucho la combinación. Luego de unas cucharadas pasó a la sopa de miso, que estaba inesperadamente muy caliente, casi que se quema el garguero. Mikasa se rio al verlo toser con ardor y le acercó un poco de agua.

—Creo que es mucho para un desayuno regular.

—Sucede que luego para el almuerzo apenas si se toma un pequeño bocadillo, vas a tener que acostumbrarte, así que el mejor consejo que te puedo dar es que comas todo lo que puedas.
Una vez satisfechos, pudieron conversar un poco mientras bebían otra nueva taza de té, esta vez de hibiscus y pomelo, esa le gustó mucho más al rubio.

—Ah, el entrenamiento fue casi como ir a una academia militar —contaba Mikasa sobre los cuatro años que le llevó pasar de maiko a geisha—. En mi vida, había tocado un instrumento y de repente, tenía que saber manejar tambores, el shamisen de tres cuerdas, pero lo peor fue la flauta —agregó con una expresión compungida, porque todas sus expresiones en general eran bastante mesuradas.

—Por favor, dime que podré ver algo de la ejecución de esos instrumentos.

—Ah, te vas a cansar de escucharlos. Pero no era solamente eso, tuve que perfeccionar la lengua nativa de la nación. Yo era bilingüe, gracias a mi madre, y eso facilitó un poco las cosas, pero ya debes notar aquí todo se toma a pecho. Aquí todo parece siempre una cuestión de vida o muerte, no puedes equivocarte o fallar, y uno de los grandes artes de las geishas es dominar la conversación y ser capaces de entretener a los invitados, para mi que lo de sociabilizar no se me daba bien, puedo asegurarte que me costó más que lo demás.

—Pues se nota que lo has dominado del todo, hasta ahora me has tenido cautivado en todo, es decir, intrigado —se corrigió de inmediato.
—Otro dolor de cabeza son las danzas, la coordinación, los esquemas, horas y horas de práctica, exámenes. La ceremonia del té, que parece algo tan simple, creo que jamás la olvidaré en la vida, con decirte que hice más de mil prácticas. El arte del maquillaje, la vestimenta, el servicio, no voy a aburrirte, pero te diré que es increíblemente duro. Hubo momentos en que pensé que no podría superar las pruebas. Además, aunque mis facciones son por completo de aquí, mi media sangre occidental siempre me hacía las cosas aún más difíciles. Te diré que en general los nativos son muy amables y agradables con los extranjeros, siempre que se mantengan en calidad de turistas, cuando te quieres convertir en ciudadano es distinto.

—Vaya, no sabía lo duro que había sido para ti. De hecho, además de lo poco que he leído en internet, no sabía nada de la ardua preparación.
—Kiyomi me exigía el triple que a las demás aspirantes. De las treinta pupilas que ingresamos, solo hemos quedado cuatro. La mayoría termina renunciando, es un camino plagado de espinas, pero que luego se vuelve muy gratificante, así que no me arrepiento. Siento que he podido superar todo eso, me he ganado mi lugar, y aunque aún existen personas que creen que las geishas eran damas de compañía con fines sexuales, aquí nos tienen un gran respecto, pues todos saben que no cualquiera puede ganarse ese lugar.

Aunque Farlan sentía un gran respeto por Mikasa, este creció aún más al conocer su historia de lucha, por haberse ganado día a día el estatus del que ahora gozaba.

—Eres admirable —Soltó de manera natural y notó apenas un sonrojo imperceptible en la chica.

—Bien, creo que ya terminamos aquí. No te voy a aburrir más con mi palabrerío, vamos de una vez a visitar los alrededores.

Lo primero que hicieron es ir al templo Ginkaku-ji, Mikasa le explicó que allí había una enorme cantidad de personas que practicaban el budismo, por lo que la influencia budista estaba reflejada en casi todos los museos, templos y castillos que pudieran visitar.

—Hoy solo daremos una vuelta por aquí, no hay que apresurarse, en realidad tienes tantos lugares hermosos, y cas uno merece que uno se tome el tiempo necesario.

—Creo que esto es lo que necesitaba en mi vida —dijo el rubio apreciando una de las lagunas del lugar, sus ojos deleitándose con cada maravillosa imagen—. Siento como si hubiera vivido demasiado rápido hasta ahora, tan rápido que no he disfrutado demasiado. Aquí es como si el reloj no existiera, quiero decir, no tengo que estar cumpliendo entregas, se siente tan extraño. Hasta hace unas horas atrás parecía que la vida no me alcanzaba para cumplir con todo. Aquí siento... una inmensa y calma libertad —se giró y se encontró con la mirada de la hermosa mujer, hizo una reverencia—. Nunca podré agradecerte lo suficiente por todo lo que has hecho por mí, Mikasa.

—No, no —pidió ella instándolo a que se irguiera—. No hice gran cosa, creo en el destino, y creo que es el que ha orquestado todo para que tú pudieras estar hoy aquí.

—No seas humilde, acepta que, sin tu ayuda, tal vez hubiera viajado, pero quien sabe cuándo.
Mikasa sonrió de forma sutil, complacida. Caminaron por el lugar por al menos unas dos horas, Farlan escuchando atentamente las explicaciones, haciendo otras tantas preguntas, inundándose de la energía poderosa del lugar.
—Olvidé contarte, casi no vengo —confesó Farlan con una sonrisa nerviosa.

—¿Mmm? ¿Mi primo tendrá que ver con eso?

—Sí, así es —se rieron cómplices al recordarlo—. Fue muy específico y muy amenazante. Tenía miedo de contarle, tuve que hacerlo antes de siquiera pensar en sacar los pasajes, sí que intimida cuando está molesto.

—Vaya, después de tanto tiempo sigue siendo sobreprotector.

—Está bien que te cuide, no reniego de eso. Y, por cierto, te extrañan mucho allá. Hange, Isabel y él, me han dicho que te lo diga.

Mikasa bajó la mirada hundiéndose en la melancolía.

—Aunque este es un lugar mágico, siempre uno lleva su verdadero hogar en el corazón.

—Y hablando de hogar, tengo algo que quiero darte, cuando pasemos de nuevo por el hotel. En realidad, son varias cosas.

—¡Farlan, te dije que no hicieras gastos innecesarios!

—No lo son, y cuando los veas, te vas a poner contenta, estoy más que seguro.

Cuando volvieron al hotel eran pasadas las trece horas, con lo cual decidieron almorzar en el restaurante del mismo lugar, o corrían el riesgo de no llegar a tiempo a la reunión con Kiyomi, cosa que sería imperdonable.

Tal como anticipara, Mikasa, al haber tenido un abundante desayuno, para el almuerzo se conformaron con té helado y unos bocadillos hechos de arroz relleno. Farlan aprovechó para darle sus presentes, si bien a Mikasa le pareció un exceso, apreció el gesto.

—¡Crempogs! —dijo emocionada cuando abrió una de las cajas de dulces típicos de Gales que Farlan había escogido para ella—. Dios mío, no puedo ni decir la cantidad de años que llevo sin probarlos. Arigato, Farlan.

—Por supuesto son más ricos los recién hechos, pero te digo que esa marca no tiene nada que envidiar a los crempogs recién hechos. Aquí, en esta caja tienes bara brith, y aquí son bombones rellenos de licor. Respecto a París, te traje una caja de macarons, de los mejores que he probado allá.

—Entonces, vas a tener que aceptar que yo te regale dulces de aquí y no puedes decir que no —amenazó la chica de manera graciosa.

—No me resistiré lo prometo.

—¿Y esto? —dijo tomando el último paquete, envuelto en un precioso papel de color azul oscuro, con salpicaduras blancas y un moño blanco.

—Bueno, no estoy seguro si esto podrás usarlo para tu profesión, pero ojalá puedas.
Mikasa abrió con parsimonia el regalo, cuidando de no romper el papel, cuando llegó hasta la tela sus ojos se iluminaron y se llenaron de emoción.

—¡Farlan! ¡Esto es... demasiado!

—Tarde para devolverlo, solo dime que es de tu agrado, por favor.

—¡Es bellísimo! De hecho, me encantan los estampados en colores cálidos y vibrantes. Esta tela, es hermosa.

Farlan se sintió aliviado, ya que no sabía con lo que podía encontrarse.

—No compré el kimono terminado, porque leí que las geishas prefieren hacer sus trajes a medida, y porque tenía miedo de traer un tamaño que no fuera el adecuado.

—Pues, hiciste bien, tenemos costureras y sastres con los que trabajamos para hacerlos. Esto será fantástico. Arigato, Farlan, otra vez.

—Arigato, Mikasa, por recibirlo.

—Bueno, mejor vamos a la casa madre, es hora de ponernos en marcha.

—De acuerdo, ¿estoy presentable? —consultó Farlan que se había colocado uno de sus trajes.

—Sí, así es.

—De acuerdo, vamos entonces.

Cuando descendieron del taxi, que en menos de diez minutos los había llevado hasta el imponente edificio de cuatro pisos en unos de los sectores más privilegiados de Kioto, Farlan sintió que se le encogía el estómago. Mikasa notó su nerviosismo, por lo que puso una mano sobre uno de sus hombros.

—Lo harás muy bien, Farlan, te apoyaré.

—Sí, arigato Mikasa, por favor, apóyame.

Junto a ella, sentía que todo era posible. Era la persona que lo fortalecía, que lo convertía en una mejor persona, de repente los nervios se alejaron, ya no estaba solo.

Por Luna de Acero.-

Hola.

Después de mucho tiempo decidí pedir otra comisión para este fic.

En lo personal me gustó mucho el capítulo y como va yendo la trama.

Espero que a ustedes también les gustará.

Cómo siempre perdonan las faltas ortográficas, aunque siempre estarán por más que una lea mil veces para evitarlas jajaja.

Voten y comenten.

Nos vemos en este o en algún otro fic.

Hasta luego.

Adiós.