Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo me divierto un poco con ellos.


—¿Mami?

Sonrió y se giró para ver a su pequeño, tenía el cabello alborotado, le faltaba un calcetín y la playera del pijama estaba medio enrollada.

—¿Te has caído de la cama, mi chiquitín? —Lo tomó en brazos y besó su delgada mejilla, había bajado muchísimo de peso.

—He oído un grito —murmuró acurrucándose entre sus brazos—, he ido a tu habitación pero no estabas.

Acurrucó a su pequeño en brazos, no debería estar despierto, pero a veces los niños eran así y ella no iba a enojarse con la razón de su existir.

—Te acompañaré a tu habitación y me quedaré hasta que te quedes dormido —dijo al mismo tiempo que abría el frigorífico y tomaba una de las mamilas que tenía listas para él—. Esto te ayudará a dormir.

—¿Y si vuelvo a escuchar el grito?

—Te pondremos tus orejeras de conejo, hay muchos chicos locos en la calle que gritan intentando asustar a modo de broma.

—¿Por qué lo hacen?

—Les divierte —se encogió de hombros—, pero no pasa nada, solo son juegos de muchachos, no les prestes atención, tú solo duerme y ten dulces sueños.

—Está bien, mami.

Lo volvió a acomodar en la cama, lo arropó y le tarareó su canción de cuna mientras su pequeño bebía animadamente de su mamila, pronto se quedaría dormido, siempre lo hacía. Le puso las orejeras de conejo y se acurrucó con él, acariciando su espalda hasta que su respiración se hizo pesada y la mamila cayó sobre la cama.

Besó su mejilla, acomodó las mantas y tomó la mamila.

Salió de la habitación asegurándose de cerrar la puerta detrás de ella, nada de luz, ese era el trato.

Regresó a la cocina, en donde tomó la bandeja que había estado preparando antes de que su pequeño la interrumpiera y acomodó todo en perfecto orden, como le gustaba.

Sonrió satisfecha con su resultado.

La puerta trasera se abrió, mostrando a su risueño esposo.

—Vaya, no creí haber tardado tanto —comentó cuando se encontró con todo preparado.

—No lo hiciste, cada vez es más fácil tenerlo preparado. —Se encogió de hombros—. ¿Listo?

—Nací listo, preciosa. —Dio un paso adentro de la cocina, arrastrando a la rubia detrás de él.

Tomó la bandeja y lo siguió hacia la sala en donde todo estaba preparado.

Se rio al escuchar el sollozo de la rubia cuando Edward la aventó contra el suelo.

—Uno pensaría que una mujer embarazada estaría más tranquila —se burló Edward apagando las luces, dejando todo en penumbra.

—Por favor...

—¿Me pides un favor después de que te cogiste a mi esposo? —bufó Bella—, agradece que necesito al niño, sino...

—No es como si lo hubiera disfrutado —se quejó Edward amordazándola nuevamente y comenzando a amarrarla.

Miró el reloj. Era medianoche, oficialmente Halloween había terminado y comenzaba la noche de todos los santos.

El día perfecto.

—Está listo, amor.

Encendió la vela negra y la colocó sobre la cabeza de la rubia.

Edward colocó el osito de peluche de su pequeño junto con uno de los mamelucos que la rubia había comprado para el bebé.

La rubia sollozaba.

—Tranquila, no vas a estar viva después de esto.

La mujer comenzó a llorar aún más fuerte, aun cuando estaba amordazada.

—¿Nil está durmiendo? —preguntó Edward tendiéndole la mano

—Claro que lo está.

Se pararon justo a los pies de la rubia que seguía llorando.

Tomados de la mano comenzaron a recitar aquel verso que por tres años habían estado repitiendo sin falta.

La rubia sollozaba cada vez más, el sonido del crujir de las paredes y los pisos haciéndose cada vez más fuerte, podía sentir como la temperatura iba descendiendo.

Sintió el fuerte agarre de la palma de Edward contra la suya.

Cada año se iban acostumbrado a sentirse rodeados.

El grito de Rosalie fue ensordecedor, así como el llanto de su pequeño pidiendo por ella.

Edward la abrazó, eran tres años seguidos escuchando el grito, y aun cuando sabían que era por su bien, era difícil escucharlo gritar.

Rosalie gritó, su pequeño gritó.

Sabía lo que venía.

Abrió los ojos justo para ver a esa cosa salir del vientre de la rubia, la pobre gritaba detrás de la mordaza, asustada sin saber qué era lo que estaba pasando.

Sonrió al ver cómo la cosa negra se arrastró por el suelo y fue hacia arriba.

Un último grito de su pequeño antes de que todo volviera a la normalidad. Al silencio absoluto.

Las luces se encendieron.

—¿Mami? ¿Papi?

—Ve, yo me encargo.

Después de besar castamente los labios de su esposo, corrió escaleras arriba, en donde su pequeño estaba esperándola, tallándose los ojitos.

—¿Nil?

El pequeño la miró, sus ojitos verdes ahora eran negros, era un efecto secundario, se le pasaría en cuestión de horas.

—¿Puedo comer?

—Claro que sí —lo tomó en brazos besando su regordeta mejilla, de nuevo a la normalidad—, papi lo está preparando para ti.

El pequeño sonrió y ambos bajaron las escaleras, entraron a la sala en donde Edward estaba terminando de sacar los restos que estaban en el vientre.

—Hay mucho para comer.

Su pequeño sonrió feliz y tomó lo que Edward le extendía.

—Va a estar bien, Bella, Jasper dijo que esto serviría por los siguientes tres años.

Asintió mirando a su pequeño que comía ajeno a todo lo demás, su cabello iba tornándose poco a poco a su color cobrizo brillante de siempre, dejando atrás el cabello opaco y seco que días atrás había tenido.

—Todo lo necesario.

Su esposo asintió y la besó.

Harían lo que fuera para que su pequeño siguiera con ellos, si eso significaba tener que hacer esto cada vez, lo seguirían haciendo.


Hola!

Y aquí estoy, con una pequeña locura que ocurrió durante una noche de insomnio, no me juzguen, por favor.

Yanina, muchas gracias por ayudarme en la revisión del capitulo y apoyarme en una de mis muchas locuras que escribo.

Déjenme sus comentarios, opiniones, criticas o lo que tengan que decir en un review, ya saben aquí todo se puede decir, sin problema.

Nos vemos pronto