Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia es de Inadaze22
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Capítulo treinta: A merced de la historia
Primera parte: El arte de dejar ir
7 de mayo
Hermione dejó de leer.
Había más, pero estaba cansada. Se masajeó las sienes y escribió notas mientras trabajaba en la línea de tiempo de los eventos. Harry había encontrado el primero de los intercambios entre Parvarti y Ginny por casualidad, los demás habían estado guardados en la caja para guardar el pan que nunca usaban. Los encontró, hizo copias y las llevó a la casa de Hermione mientras ella reconstruía todo.
Resultó que ambos tenían razón y a la vez estaban equivocados.
Sin embargo, sentía que algo faltaba.
Harry tenía razón cuando dijo que Ginny no era cómplice; que no le había dado a Parvarti las indicaciones para encontrar el registro de nacimiento de Matthew. Ella lo había encontrado por su cuenta, su método fue cuestionable, en el mejor de los casos. Pero él también se había equivocado. En respuesta a su primera carta, Ginny había tratado de mentir y Parvati había amenazado con ir a la prensa con una historia que estaba demasiado cerca de la verdad y Ginny había cedido.
Le había dado todas las cartas que Hermione le había escrito a lo largo de los años, las fotos que había enviado, el nombre y la dirección de donde vivía y trabajaba. Probablemente, fue una táctica de distracción, pero, sinceramente, le había dado justo lo que Patil necesitaba. Ginny seguramente pensó que con eso todo terminaría, pero las cartas no se detuvieron y Ginny nunca dejó de responder. Cuando Parvarti comenzó a presionar, Ginny dijo que el niño era de Ron, lo cual no cuadraba con el hecho de que Hermione había huido de la faz de la tierra.
Y así fue como Malfoy entro en la discusión.
Ginny se había hecho la desentendida y Parvarti necesitaba un padre. Tan simple como eso.
Y fue entonces cuando se volvió cómplice, cuando sugirió usar a Malfoy y comenzó a contar una historia de un romance posterior a la batalla, lo que era una auténtica estupidez. Que ella y Draco se relacionaron a medida que se acercaba el juicio de la posguerra de Malfoy, un juicio en el que ella y Harry habían testificado, y todo terminaba cuando Matthew nació. Dijeron palabras como: lujuria, mentiras, secretos familiares, intolerancia y seguridad. Incluso habían vinculado eso a su historia sobre ellos saliendo mientras estaban en París.
Pero a pesar de lo endeble que era la historia, Hermione sabía la verdad.
Iba a ser algo sensacionalista.
Un maldito choque de trenes.
Después de todo, a la gente le encantaba una buena historia, aunque esta no fuera cierta.
Dobló la última de las cartas.
La clave del periodismo especulativo en el que Parvati se especializaba, era acercarse lo más posible a la verdad sin entrar en detalles. Estaba bien tener grandes huecos argumentales porque historias posteriores podrían escribirse. Un poco de desinformación aquí, un poco de rumores por allá, algunas fotos y listo. Una historia. Ginny estaba usando a Malfoy para alejar a Parvarti de la verdad, pero de lo que no se había dado cuenta era que sus mentiras forzarían la mano de Hermione.
Ginny no podía reescribir la historia. No podía arrastrar a Hermione por el barro y proteger a Harry al mismo tiempo. Porque la verdad tenía una forma divertida de darse a conocer. Parvarti había estado demasiado cerca y solo haría falta que alguien más señalara los defectos obvios antes de que la verdad asomara su fea cabeza.
Una grieta en la armadura y todo se haría pedazos.
Hermione lo sabía mejor que nadie.
Ella guardó su línea de tiempo y se sentó mirando a su alrededor y frunció el ceño.
La habitación se sentía tan viciada como silenciosa y eso no le gustaba. Pansy y Lavender estaban en la sala de estar conversando tranquilamente. Blaise se había ido por flú a la casa de Seamus y Lavender para ayudar a organizar todo lo que Hermione les había dado. Harry estaba sentado en la mesa con ella, mordiéndose los dedos mientras leía las cartas. Incluso Apolo estaba sentado junto a la mesa, lamiendo su pata.
El silencio era enloquecedor.
Miró a Harry.
—¿Qué quieres hacer? —era una pregunta perfectamente razonable, pero de todos modos se sintió extraña al hacerla.
Harry miró hacia arriba de forma abrupta mientras se acomodaba las gafas con un dedo.
—¿Acerca de…?
—El artículo —Hermione dijo—. Si sale y alguien… —hizo un gesto—. ¿Cuál es nuestro plan?
Porque tenían que tener uno y al final de todo, esta era la cruz que ella y Harry debían soportar.
—Podemos decir la verdad, pero no creo que eso mejore las cosas.
Hermione frunció el ceño, pensativa.
Él estaba en lo correcto. Sería el escándalo del siglo y algo que ella había tenido en cuenta cuando se fue. Si Harry no hubiera sido quien era, y si ellos no hubieran sido los héroes que eran, no hubiera importado. Habrían sido personas comunes y, tal vez, ella no se hubiera ido. Pero ella desterró los "y sí tal vez" de su mente. Al final de todo, independientemente de quiénes fueran, todavía tenían derecho a su privacidad y a que no se divulgara el resultado de una indiscreción de adolescentes. Matthew se merecía algo mejor. Pero si saliera a la luz, ¿podría hacerlo? ¿Podría apretar el gatillo, por así decirlo?
El castillo de naipes se derrumbaría sobre ella, no en Harry, porque las mujeres eran juzgadas con más dureza. Eso era un hecho, por anticuado, que sonase. Sabía las cosas que dirían sobre ella, los nombres que le dirían y el estigma que se le atribuiría. Después de todo, La letra escarlata también era un estigma social y Hermione sabía lo que sucedería si surgieran las circunstancias.
Pansy entró en el comedor. Se quedó en la puerta, mirando todas las cartas sobre la mesa que Hermione había pasado la mayor parte de la noche revisando.
—¿Cómo te va por aquí? —preguntó Pansy. No le dio un vistazo a Harry.
No era ningún secreto que, a pesar del intento de Harry y Hermione de reparar su amistad, no había amor por parte de Pansy. Él y Blaise tenían una relación laboral. En lo que respecta a Draco y Harry, habían llegado a una especie de entendimiento silencioso que dejó a Harry sin poder burlarse de Draco. La única persona que realmente lo despreciaba era Pansy y ella expresaba abiertamente su disgusto por él. Simplemente, se toleraban por el bien de Hermione.
—Va bien. Casi he terminado de leer las cartas de Ginny.
—Lavender acaba de irse con Chase —y esa fue la forma en que Pansy le decía que se estaba haciendo tarde.
Hermione asintió distraídamente y se pellizcó el puente de la nariz. Ella miró su reloj. Eran las seis y media. Había estado haciendo esto desde las tres de la mañana. No era de extrañar que le doliera la cabeza. No había comido desde que Pansy había entrado con el almuerzo. Horas atrás.
Se volvió hacia Harry.
—Podemos retomar esto después.
Él asintió.
—Seguiré buscando más cosas —comenzó a doblar todas las cartas y apilarlas en el orden en que Hermione las había organizado. No estaba acostumbrada a eso, notó Hermione mientras lo miraba. Ella había sido madre soltera. Si había un problema, lo solucionaba. Y ahora Harry estaba allí. Y se sentía extraño, pero agradable, ahora no estaba sola. Se preguntó si hubiera podido ser así. Cerró los ojos cuando surgieron los sentimientos familiares de autodesprecio.
Su cabeza palpitaba con más fuerza.
—Todo está tranquilo con Patil —dijo Pansy, sin saber la tensión mental bajo la que estaba Hermione—. Skeeter la está haciendo trabajar hasta el desmayo.
Hermione asintió de nuevo; su boca sabía a ceniza.
—Necesito terminar de empacar —miró a Pansy—. Hablando de eso, Blaise me dijo que llevaría la ropa a la caridad.
Pansy asintió.
—Regresará pronto.
—Está bien —así era mejor.
Hubo un silencio bastante tenso y Pansy abandonó la habitación mientras Apolo rebotaba detrás de ella. Se estiró, pero eso no ayudo. Y estaba bien, porque Hermione nuevamente estaba luchando bajo el peso de su propia culpa. Pero en lugar de ahogarse, respiró varias veces y supo que no volvería a hundirse en los rincones de su mente. Eso era algo que siempre estaba presente, pero por ahora estaba silenciado.
Era un ciclo que no terminaba jamás.
—Tengo que ir a la Madriguera a cenar esta noche. ¿Vienes?
Tiró de la piel de su brazo, pellizcando con fuerza hasta que la piel se puso roja. El dolor la distraía.
—Tengo algunas cosas que hacer, así que no.
La señora Weasley le había rogado que fuera, pero no podía soportar otra cena con las miradas tímidas de Ron, las incomodas de Ginny y Harry… Y todo lo demás. Una vez que terminara de empacar, iba a doblar la ropa y pasaría la noche acurrucada con su gato, un libro y una manta. Ah, y la cena. Si es que podía comer.
—Bien. Lo entiendo —y con eso, Harry se despidió y se fue por flú.
Hermione se sentó en el sofá y se recuperó antes de subir las escaleras y reanudo el embalaje.
Estaba haciendo esto por una razón, pensó Hermione mientras empacaba las últimas camisetas viejas de Matthew en una bolsa y la cerraba con un nudo apretado. Tenía que haber una razón por la que se estaba limitando a una caja llena de recuerdos. Y no, no era una locura, como había reflexionado originalmente. Era... Era algo que no tuvo mucho sentido cuando empezó a empacar. Algo que ni siquiera había planeado o considerado hacer. Ese día no había puesto esa actividad en su lista de tareas pendientes; no hay poema, razón o causa para nada de esto. Hermione simplemente se sentó en la cama esa mañana con la idea en la cabeza y la necesidad de empezar a cambiar cosas.
Ella ya había regalado tanto. La cama, muebles, algunos juguetes y libros que nunca había llegado a leer, todo eso fue entregado unos muy reacios Seamus y Lavender, para su hijo. El triciclo de Matthew, el cambiador, la cuna, el moisés, las lámparas, las mantas y el resto de los libros y juguetes que no estaban en su caja de recuerdos habían sido llevados a varios centros de donación en Londres por un confundido Blaise. Y ahora. Ahora, no quedaba mucho, solo tres bolsas de ropa y la preciada obra de arte de sus padres que no había tenido el coraje de colgar junto a la única pintura sobre su chimenea.
Hermione miró las bolsas de ropa cuidadosamente empaquetadas con el corazón extremadamente pesado y lágrimas en los ojos. Camisetas en una, pantalones en otra y zapatos en la última; todo doblado y limpio, porque habían estado fríos y sucios por pasar meses en cajas en un frío ático.
Meses.
No había pasado tanto tiempo, ¿verdad?
Hermione se abrazó a sí misma. Sí, había pasado tiempo. Ella miró las bolsas. Hace más de un año, esta ropa estaba siendo utilizada. Y ahora... Ahora no había nada. Solo vacío, tristeza y silencio. Estaban en bolsas frías e impersonales. Organizadas en lugar de esparcidas. No había manchas de mermelada o salsa de tomate en las camisetas, no había manchas de hierba en las rodillas y barro apelmazado en la suela de sus zapatos. Los artículos en esas bolsas ya no olían a él. No olían a nada. Y eso la había dejado sintiendo frío por dentro.
Pero tal vez eso lo hacía más fácil. Más fácil para tocarlas el tiempo suficiente para empacarlas, para ella regalarlos. Y tal vez fue la razón por la que no se atrevía a regalar nada de lo que estaba en su abarrotada caja de recuerdos. Esos artículos eran insustituibles.
Hermione volvió la cabeza ante el ligero golpe en la puerta.
Era Blaise, y junto a él estaba Harry.
Ella pensó que se había ido.
—¿Estás absolutamente segura de esto? —preguntó Blaise.
Regalar esas cosas era más fácil, pero el acto no. Pero Hermione sabía que tenía que hacerlo. Había tardado mucho; demasiado. En algún momento tenía que dejarlo ir, pero no creyó que se sentiría tan tranquila al respecto. Ella había anticipado un colapso mental, la depresión profunda y esperaba que el proceso fuera largo e insoportable.
Pero, en ese momento, se sintió... Bien.
Claro, en la definición más estricta de la palabra.
Sí, había dolor y una sensación de opresión. Y sí, el anhelo que había sentido cuando estaba doblando su ropa fue casi debilitante. Pero Hermione no se había desmoronado. Era hora. Así es, era hora de aprender el arte de dejar ir.
—Sí, sí —su voz era acuosa, pero se mantuvo firme. Hermione les dio la espalda y no se dio la vuelta hasta que estuvo segura de que las tres bolsas y los dos hombres se hubieran marchado. Ido. Hermione respiró hondo y esperaba que eso mantuviera a raya las lágrimas. Luego dio otra respiración profunda porque la primera no funcionó bien.
Ella estaba haciendo esto por una razón, pensó de nuevo, mientras se movía hacia la ventana.
Sí, por una razón.
—¿Estás bien? —la voz de Pansy resonó en el silencio.
Hermione asintió aturdida.
—Estoy agotada —hubo una larga pausa en la que todo lo que escuchó fue el sonido de los tacones de Pansy mientras cruzaba la habitación. Luego sintió que la barbilla de la otra mujer descansaba sobre su hombro izquierdo y giró levemente la cabeza para mirarla.
Pansy estaba mirando directamente a la ventana.
—Con todo lo que está pasando —se interrumpió y murmuró—. Es comprensible.
Ella cerró los ojos con fuerza. Hermione no quería pensar en todo lo que estaba sucediendo. Era demasiado para que su cerebro lo procesara y eso la tenía adormecida. Entre el proceso emocionalmente agotador de sacar la mayoría de las pertenencias de su hijo del ático y la debacle de Parvarti y Ginny, era un milagro que estuviera tan compuesta. Hermione había estado trabajando para armar el rompecabezas porque, más que nada, quería que todo terminara. Había tenido suficiente drama para toda una vida y quería liberarse de la prisión en la que se había encerrado.
—¿Qué estás pensando? —Pansy preguntó suavemente detrás de ella.
Suspiró.
—Estoy cansada de estar cansada.
Hermione giró la cabeza cuando sintió que Pansy se movía y observó que se apoyaba contra la pared junto a la ventana. Estuvo pensativa por un momento.
—Entonces no lo hagas —dijo Pansy—. He estado pensando en ello y creo que deberíamos tener un fin de semana de spa…
—Pero es solo por el fin de semana...
Pansy lo desestimo.
—Puedo escribir al resort. He estado yendo allí durante años. Me dejarán ir los días que elija, así que eso no es un problema —Pansy hizo una pausa antes de continuar—. Tienes que venir, estoy segura de que puedes tomarte tres días libres. Sé que yo puedo —cuando Hermione asintió, Pansy siguió—. Creo que el tiempo libre te hará bien.
Ella suspiró. El spa la distraería mucho.
—Solo piénsalo. Estaremos tú, yo y un equipo de masajistas. Sin drama, ni preocupaciones, sin Ginny y Parvarti, ni Draco… —hizo una pausa abrupta. Cuando Hermione frunció el ceño y cambió su peso de un pie al otro, Pansy pronunció un suave—. Mierda —se aclaró la garganta—. Yo…
Los ojos de Hermione se posaron en sus pies.
Draco. No había oído su nombre desde que Blaise intentó hablar con ella cuatro días antes; no lo había visto desde aquella desastrosa discusión en el muelle hacía poco más de una semana. Hermione miró por la ventana y eso le dio una vista clara de dónde había tenido lugar la pelea.
Había repetido la discusión en su cabeza en los momentos más aleatorios: en la ducha, en el trabajo, durante su almuerzo con Pansy, cuando estaba acariciando a Apolo... Solo por nombrar algunos. Comer en su restaurante favorito era prácticamente imposible, porque en todo lo que podía cavilar era en las cosas que él le había dicho, lo que ella había respondido y lo que se dijeron el uno al otro. Estar de pie en el muelle hacía que su estómago se revolviera violentamente porque en todo lo que podía reflexionar eran en las palabras no dichas y en la ira. Escuchar su nombre solo hizo que Hermione rememorara sus descubrimientos recientes...
Sus emociones habían estado alteradas esa noche, pero la ira era la única presente cuando dejó a Draco. Pero una vez que paso, el torrente de emociones se había convertido en incredulidad. La gravedad de sus palabras no había tardado de hundirse en su piel. Le gustaba a Malfoy, no, eso era demasiado simple para describir lo que realmente estaba pasando.
Draco Malfoy tenía sentimientos reales y sinceros por ella.
Por ella.
Era algo asombroso, pero Hermione no debería haberse sorprendido tanto. Pansy le había hablado de esos sentimientos, con otras palabras, pero escucharlo a él gritárselas fue algo completamente diferente. No estaba orgulloso de sus sentimientos y, además, no estaba preparado para ellos. Hermione no estaba segura de cómo sentirse al respecto. En el calor del momento, ella había estado tan furiosa que ni lo miró. Y horas después de que se fuese, Hermione todavía estaba molesta. Sin embargo, a medida que pasaron los días y su ira se enfrió, descubrió que lo comprendía.
Eran dos personas heridas que intentaban encontrar una nueva normalidad.
Y las emociones siempre complicaban las cosas.
—¿Estás bien? —preguntó Pansy.
—Sí —respondió en voz baja, esperando que su voz no la traicionara.
Hermione no era una persona fácil, ni tampoco era una persona con quien tener una relación cercana. No es que ella tuviera más equipaje emocional que la persona promedio, porque él mismo era el orgulloso propietario de cierto equipaje emocional. No solo ella estaba rota, él también lo estaba, incluso si se mostraba reacio a admitirlo. Y no era que ella hubiera perdido más que los demás en su vida, y él tampoco era ajeno a la pérdida.
Con ella, no había seguridad de que saliera bien y no había garantía de un futuro. No había confianza en que se quedara, o incluso que ella sintiera lo mismo. Tal vez Draco lo supo mucho antes de que ella se diera cuenta. Quizás esa era la razón por la que odiaba sentir algo por ella, entre otras cosas.
—¿Qué opinas de la idea del spa? —preguntó Pansy—. Puedo arreglar que nos vayamos mañana por la mañana.
—Mañana, está bien.
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Segunda parte: La razón
Había vuelto por una razón, Draco creía aquello mientras levantaba su dedo índice para presionar el timbre.
Simplemente, tenía que haber una razón. Habían pasado ocho días desde que sus voces elevadas resonaron sobre las tranquilas aguas del lago. Ocho días desde que había despertado algo extraño dentro de él. Pasaron ocho días, pero nada había cambiado. En su cabeza, de alguna forma, estar ahí era algo totalmente justificado.
O tal vez solo habían pasado ocho largos días.
Se había quedado. Aun después de que Hermione se marchara, él permaneció clavado en su lugar. Draco se había quedado para calmarse. Cuando se hubo calmado, se quedó y pensó. Terminó de reflexionar, se quedó para reproducir la discusión una y otra vez en su cabeza. Era un acto que lo había hecho encogerse después de cada reproducción. Podría haberse ido, pero ese muelle parecía ser el único sitio del mundo donde podía encontrar algún tipo de claridad.
Quedarse, se había convertido en una de las pocas constantes en su vida. Y eso era tan irónico como divertido. Draco era un profesional en irse. Había dejado de discutir con su madre, sus amigos e incluso Granger en una ocasión o dos. Y la cantidad de mujeres que Draco había abandonado en los últimos seis años era… Bueno, nunca quiso cuantificar el número porque ellas no le importaban. Eran solo un número, un rostro, una persona con la que ser visto, un recipiente sin cerebro.
Y eso fue lo que hizo que dejar a Granger fuera tan diferente. Ella era más que eso. Era mejor que eso, al menos en su mente. Y por eso le importaba. Por eso la había buscado después de la discusión en el callejón. Por eso a Draco le había importado lo suficiente como para saltar tras ella cuando cayó al lago, incluso antes de saber que fue accidental y no intencional.
Sí, lo había racionalizado, había culpado a otros factores y personas, pero tal vez era más que eso. Quizás Draco había intervenido por ella. Puede que él también haya intervenido por sí mismo. Tal vez ese fue el comienzo; fue el cambio de paradigma y el momento en que debería haber sabido que las cosas nunca volverían a ser lo mismo.
Eso era... Plausible.
La prueba había estado en sus acciones, no en sus palabras.
Draco palideció y miró fijamente el timbre. Maldito infierno.
Lo había cagado.
No le había tomado esos ocho días darse cuenta, pero con el aniversario de la Batalla Final, "la gala a la que ninguno de los héroes había asistido", y un nuevo caso en su escritorio, no había tenido mucho tiempo.
Hasta hoy.
Honestamente, ¿quería arreglar las cosas? Una parte muy pequeña de él quería evitar todo: la amistad, la declaración e incluso la discusión. Quería que lo dejara, porque así era más fácil. Podía tomar sus sentimientos por ella y enterrarlos lo suficientemente profundo como para que no lo afectaran...
Pero la inmensa mayoría de él había pensado lo contrario.
Y por eso estaba allí.
Draco no le había estado mintiendo a Granger cuando le dijo que estaba cansado. Estaba cansado de enterrar algo que no quería ocultar y negar algo que era tan inquietantemente obvio para todos. No sabía cómo diablos iba a arreglar las cosas y seguro que no sabía qué iba a hacer con sus sentimientos por ella, pero no quería dejar todo como estaba.
Apoyó el dedo en el timbre y tocó antes de que pudiera convencerse de que no lo hiciera.
Su madre había dicho, una vez, que se necesitaba ser un hombre fuerte para admitir sus errores; que se necesitaba ser un hombre fuerte para tragarse su orgullo. Draco prácticamente se estaba ahogando con el suyo.
Pansy abrió la puerta, luciendo bastante satisfecha.
—Bien, bien. Mira lo que trajo la oveja.
—¿No que era el gato?
La presunción se convirtió en una mirada furiosa, pero ella lo ignoró.
—¿Necesito preguntar cuánto tiempo llevas aquí? —cruzó los brazos sobre el pecho.
Honestamente, no tenía la energía ni la voluntad para discutir con Pansy. No al menos en ese momento. Después de todo, había estado guardando su determinación para tratar con Granger.
—No empieces, Pans —se burló Draco—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Debería hacerte la misma pregunta.
—Creo que sabes por qué estoy aquí —espetó con tono sarcástico.
Si estaba sorprendida, nunca lo demostró.
—No lo arruines, Draco. Ha sido un día muy largo para ella.
—¿Día largo?
—Sí. Estamos terminando de empacar todo lo de su ático. Ella... Bueno, está dejando ir algunas de las cosas de Matthew; dándolas a la caridad, así como a Seamus y Lavender... Para su hijo —Pansy se encogió de hombros cuando Draco levantó las cejas—. No estoy segura de dónde surgió la idea, pero supongo que es una continuación del día de las muestras de colores.
—¿Muestras de colores? —Draco estaba realmente confundido.
Pansy le lanzó una mirada, luego negó con la cabeza.
—Quiere pintar sus paredes y colgó un muestrario en la pared. Dice que quiere empezar de nuevo. Como un renacimiento o algo así.
Un renacimiento. Muy óptimo, consideró. Además, ya era hora, pero no le diría eso.
Ahora mismo, bueno, en ese momento, Pansy estaba parloteando sin cesar.
—Cuando Blaise y yo vinimos esta mañana, ella estaba arriba empacando frenéticamente. Ella estaba diciendo que eran cosas que ya no necesita guardar. Decía que eran cosas que puede servir a alguien más. Potter volvió con Blaise y se llevaron las últimas tres bolsas de ropa para...
Draco levantó la mano.
—¿Potter estuvo aquí?
—Sí, estuvo aquí durante horas.
—¿Por qué? —preguntó demasiado rápido para su gusto.
Una ceja se elevó en el rostro de la bruja, pero por gracia divina no hizo preguntas.
—Están revisando las cartas de Ginny Weasley y Patil. Él las encontró —Pansy hizo una pausa y negó con disgusto—. Por lo que puedo deducir, va a ser una fiesta de especulaciones sobre ustedes dos. Pero la escuché a ella y a Potter hablando sobre decir la verdad si fuese necesario.
Los ojos de Draco se entrecerraron. No sería bonito para Granger. Y ella se llevaría la peor parte porque todavía se culpaba a sí misma.
—Entonces, ¿cómo vamos a asegurarnos de que ese artículo nunca se publique?
—¿Nosotros? —ella lo miró con curiosidad.
—No empieces...
—Solo pensé que dado que ustedes dos pelearon…
—No cambia nada, Pansy —la cortó.
—¿Con quién estás hablando? —una voz dijo detrás de Pansy.
Draco había reconocido esa voz. Hermione. No había expresión de sorpresa en el rostro de Pansy, lo que significaba que debió haberla oído venir mucho antes de hacer esa pregunta. Estaba más agradecido por su determinación cuando Granger entró en su línea de visión y se paró junto a Pansy.
Más que nada, parecía sorprendida de verlo, pero él no podía discernir qué había bajo la sorpresa. Parecía un poco distante. Eso era de esperar, considerando lo que había ocurrido entre ellos. Draco no podía culparla. Él realmente no pudo hacer mucho en ese momento. ¿Por qué? Porque estaba sorprendido de su reacción al verla y eso lo confundía. Hermione se veía diferente; no en apariencia o gestos, solo diferente. Al menos para él. Se sintió atraído por ella, aun con su cabello rizado, camiseta negra, jeans, calcetines naranjas y todo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Hermione mientras metía las manos en los bolsillos. Granger lo miró a los ojos por un segundo, antes de bajar la mirada al suelo.
—Yo, bueno… —miró a Pansy, que parecía cada vez más intrigada—. ¿Puedo pasar?
—¿Por qué? —inquirió Hermione.
Draco flexionó los dedos.
—Para hablar contigo, en privado.
—Estoy segura de que lo que tengas que decirle a ella también puedes decirlo a mi alrededor —dijo Pansy. Ambos la miraron, uno simplemente la observo y la otra tenía los ojos muy abiertos. Ella los miró, hizo una mueca y levantó las manos como si se estuviera rindiendo—. Está bien, está bien. No hay necesidad de darme esas miradas —resopló presuntuosamente—. Tengo algunas cosas que necesito hacer y preparar nuestro viaje de mañana, así que dejaré mi flú abierto, ¿de acuerdo?
Hermione asintió y pronto, Draco se encontró solo con ella.
El silencio entre ellos era denso por la tensión y cargado de inquietud, pero no era del todo incómodo. Hermione comenzó a balancearse de un lado a otro sobre las puntas de sus pies, y Draco comenzó a mirarla. No la cuestionó. Estaba más preocupado por elegir sus palabras.
—¿Cómo has estado? —ella preguntó.
—Bien —era mentira, pero fue lo mejor que pudo decir en ese momento, en particular—. ¿Y tú?
—¿Yo? Oh, cierto... Sí, bien. He estado bien —respondió mientras se rascaba el brazo y se clavaba las uñas en la piel. Lo hacía cuando estaba ansiosa o tenía pensamientos oscuros. Sin mencionar que estaba mintiendo y tampoco estaba haciendo un buen trabajo ocultándolo.
Draco casi se sintió aliviado. Al menos no estaba solo en esto.
—Escuché que Potter encontró…
Hermione levantó la mano y lo interrumpió abruptamente.
—¿No podemos hablar de eso?
Draco se metió las manos en los bolsillos.
—De acuerdo.
Permanecieron así durante un tiempo. Draco empezó a mirar la alfombra de bienvenida bajo sus pies y Hermione comenzó a cambiar su peso de un pie a otro. Estaba a punto de fruncir el ceño cuando los feos calcetines de ella dejaron de moverse.
—Disculpa por la rudeza, pero por qué...
—Te pido disculpas —Draco espetó con los dientes apretados—. Vine aquí para disculparme… Si eso era lo que estabas a punto de preguntar. Yo… —se pasó la mano por el cabello y luego se frotó la nuca. Maldita sea, esto era difícil—. Me equivoqué al decirte eso la semana pasada —sus palabras le resultaron extrañas y toscas, pero al menos no lo había gritado.
Eso fue una mejora.
Sus ojos viajaron al suelo porque honestamente no podía recordar la última vez que se había disculpado con alguien. Era extraño y no quería convertirlo en un hábito.
Su voz le sonó extraña.
—Yo no…
—No me hagas repetirlo —Draco le dijo antes de que pudiera decirlo. Eso había sido demasiado duro. Incluso después de haber hablado, las palabras todavía le sabían amargas.
Granger no dijo nada.
Draco pensó que probablemente la había cagado de nuevo.
Pero luego ella soltó una sola palabra.
—Bien.
Su mente había comenzado a tambalearse. Había esperado que ella peleara, que discutiera con él y que lo llamara idiota por disculparse y que le dijera que no lo volviera a hacer. Pero, en cambio, ella había dicho: "bien". Estaba bien. ¿Bien? ¿Qué demonios? Draco la miró con incredulidad. ¿Bien? ¿Qué significaba eso? Las cosas no estaban bien. Nunca habían estado bien.
Draco quería decir algo, cualquier cosa para acabar con el silencio, pero no pudo. No podía pensar en nada. Nunca había sido un maestro con las palabras, especialmente cuando se trataba de ella.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir? —una vez más, se sintió encogido ante sus propias palabras. Estaba perdiendo el control sobre su boca, de nuevo, y eso era lo último que necesitaba—. Mira, yo...
Ella se rio entre dientes. Fue bajo y gutural, pero fue una risa.
Una nerviosa.
Draco la miró como si se hubiera vuelto completamente loca.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó, un poco ofendido.
Granger continuó riendo.
—Realmente no eres bueno en esto, ¿verdad? Blaise me dijo que no lo eras, pero yo creí que estaba exagerando.
—¿No soy bueno en qué?
—Palabras o, mejor dicho, con las emociones.
Draco abrió la boca, no estaba seguro de por qué; ni siquiera sabía lo que iba a decir. Afortunadamente, el débil sonido de alguien saliendo del flú había impedido que más palabras idiotas se derramaran de sus labios. Granger abrió más la puerta para dejarlo entrar, pero él no hizo ningún movimiento para aceptar su invitación. Después de todo, había hecho lo que se había propuesto hacer. Se tragó su orgullo, llamó a su puerta y se disculpó con ella. ¿Qué más quedaba por discutir?
—Probablemente debería irme.
—¿Por qué?
—Hice lo que vine a hacer —respondió Draco, encogiéndose de hombros. Hubo un momento intenso en el que estudió la expresión de su rostro, pero al final, dijo—. Entonces, te veré luego.
—Sí.
—Claro —Draco murmuró casi en voz baja mientras la miraba por última vez. Los brazos de Hermione estaban cruzados sobre su pecho y estaba mirando al suelo con tanta intensidad que Draco creyó que su suelo se iba a incendiar. Se quedó allí un poco más antes de darle la espalda.
Era ahora o nunca, pensó mientras comenzaba a alejarse. Pero había una sensación de hundimiento en su pecho e indecisión en su mente. Draco, en ese momento, se dio cuenta de que quería quedarse. Pero esa no sería una buena idea. Además, ¿para qué diablos se quedaría? Probablemente, haría el ridículo, bueno, más de lo que ya lo había hecho.
Draco cuadró los hombros. Tenía que recordarse a sí mismo que se había tragado su orgullo. Maldita sea, se había tragado tanto orgullo que prácticamente estaba a punto de estallar de humildad.
Era mejor que se fuera. Necesitaba deshacerse de ese orgullo y obligar a su mente a volver a la normalidad. Se sentía demasiado vulnerable. Draco centró su atención en el frente mientras caminaba hacia el punto de aparición. Pero ese sentimiento todavía estaba ahí; el que le decía que se detuviera, que se quedara. Draco había asumido que se debía al hecho de que se había quedado tanto tiempo que su mente no podía comprender el hecho de que se iba.
—¿Lo decías en serio?
La pregunta fue un suave grito y Draco inicialmente se sorprendió de haberla escuchado. Pero lo hizo, y eso le había hecho quedarse paralizado a mitad de camino. Sin embargo, no se dio la vuelta. Draco se dio cuenta de que hablar con ella era más fácil cuando no la miraba.
—¿Qué cosa?
Era una cosa curiosa, podía mirar a sus tíos a los ojos, pero no podía hacer lo mismo con ella.
Escuchó el leve temblor en su voz.
—Lo que dijiste... ¿Fue en serio?
Esa fue la pregunta más estúpida que jamás le había hecho. No lo habría dicho si no fuese en serio.
—¿Por qué me estás preguntando eso? —había intentado decirlo con calma, pero le había resultado bastante tenso.
—Realmente no sé por qué. No tengo espacio en mi cerebro para procesar todo lo que está sucediendo, o las cosas que han sucedido entre nosotros. Están pasando demasiadas cosas en mi vida, lo sé, pero también sé que… Quiero que te quedes, Draco —Granger sonaba como si esas palabras fueran las más difíciles que jamás había tenido que pronunciar. De todas las veces que le había pedido que se quedara, esta vez pereció ser la más difícil. Él se preguntaba por qué.
Sacó las manos de los bolsillos.
—¿Quedarme aquí para qué?
—No sé —Hermione sonaba increíblemente frustrada y Draco tuvo que evitar sentirse reivindicado. Ahora ella sabía cómo se sentía, que le hicieran preguntas que no estaba preparada para responder; preguntas para las que ella no tenía respuestas—. Tal vez para habla —murmuró finalmente. Casi podía imaginarla encogiéndose de hombros.
Pero Draco no volvió la cabeza.
—¿De qué tenemos que hablar? Mejor dicho, ¿qué tenemos que discutir?
A pesar de los ruidos que la naturaleza hacía a su alrededor, la escuchó tronarse los nudillos de manera poco femenina. Se encogió involuntariamente.
—Estaba pensando… —hizo una pausa—. Espera, ¿qué?
Se frotó la nuca con la mano izquierda y pasó el peso de un pie a otro.
—Olvídalo, yo…
—Lo sé, sé que esto ya termino —espetó Hermione apresuradamente—. Sé que, si te vas ahora, nunca vamos a hablar de eso. Si te vas ahora, nunca tendré el coraje para volver a hablarlo.
—¿Quieres hablar de eso otra vez? ¿Honestamente? Porque prefiero tragar vidrio molido que discutir eso contigo, otra vez —Draco suspiró por millonésima vez—. Por lo que recuerdo, te alejaste antes de que pudiéramos tener esa discusión.
—Yo estaba enojada —Granger dijo en un áspero susurro mientras la tensión entre ellos aumentaba. Le parecía irónico, ya que ni siquiera se estaban mirando—. Tenía razones para alejarme, pero fue mi enojo lo que me hizo irme. Nada más, solo enojo. Me estabas gritando. ¿Recuerdas? Gritaste que odiabas sentir algo por mí...
—Yo estuve ahí, Hermione —Draco espetó con los ojos enfocados en la pasarela que lo llevaría a la calle y luego al punto de aparición—. No es necesario que me lo digas. Lo recuerdo todo con bastante claridad, pero lo que no entiendo es por qué quieres discutir eso ahora.
—Yo, ¿puedes por favor darte vuelta? —preguntó con vehemencia—. ¡Estoy harta de hablarle a tu espalda!
Él no movió un músculo.
—No tenemos nada que discutir, Hermione. Te hice una pregunta y no tienes una respuesta. Estoy cansado, vine e hice lo que tenía la intención de hacer y ahora, me voy a casa —con eso, empezó a caminar, de nuevo.
—¿Qué quieres que diga, Draco? —Granger preguntó y casi se encogió.
—No quiero que digas nada.
—Detente, ¿de acuerdo? Solo espera. Yo…
—Mira, me gustaría irme de aquí con mi orgullo intacto —más que eso, quería irse de ahí con tanto control sobre la situación como pudiera, pero Granger no necesitaba saber eso.
—Bueno, a mí me gustaría que no te fueras.
—¿Quieres que hablemos? Maldita sea, Hermione, he dicho todo lo que tenía que decir. He hablado lo suficiente. Discutir no va a cambiar nada, no va a hacer que desaparezca, y hablar no va a cambiar lo que sientes por… —se detuvo porque, una vez más, la conexión entre su cerebro y su boca se estaba desintegrando.
—Eso es todo, Draco —entonces la voz de Hermione se elevó bruscamente—. Sabes lo que sientes por mí. Y puede que no te guste, o no lo quieras, o lo necesites, pero al menos lo sabes.
Él no volvería a ir allí. Los ojos de Draco se entrecerraron.
—No voy a hacer esto contigo.
—¡Pero no sé lo que yo siento por ti!
Eso fue suficiente para que Draco se diera vuelta y marchara por el triste y pequeño sendero.
—Si no lo sabes, Hermione, entonces no hay nada que una conversación pueda hacer para cambiar eso. Simplemente… —su cabeza y corazón latían con fuerza. Ira, supuso, porque realmente quería estar enojado con Granger por decirle eso. Quería estar furioso porque había escuchado las cosas que ella dijo, también porque había oído lo que ella no había dicho.
La incapacidad de Hermione para definir sus sentimientos y solo decir una cosa: sentía algo. Y todo estaba revuelto en su cabeza. Draco no sabía cómo sentirse al respecto, pero odiaba absolutamente que esa deducción llenara su cabeza con algo que no quería sentir, algo que lo tenía un poco mareado: la esperanza.
Draco parpadeó ante esa palabra, ante la expresión de su rostro, que estaba entre miedo y comprensión, y luego parpadeó otra vez cuando se dio cuenta de lo cerca que estaban.
Ni siquiera tuvo la oportunidad de dar un paso atrás, porque ella lo detuvo.
—Umm, Ron acaba de llegar y… —ahora Draco sí dio un paso atrás. Respiró hondo—. ¿Puedes esperar? Por favor. Solo espera por mí.
Había una razón por la que esperaría y no, no necesitaba decirlo en voz alta.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Tercera parte: Claridad
La mente de Hermione estaba aturdida cuando entró corriendo a su casa.
Era extraño que los momentos de mayor claridad ocurrieran cuando estaba más estresada.
Hermione era muy consciente de que tenía otras cosas que arreglar antes de que pudiera siquiera considerar algo relacionado con él. Pero si él se marchaba, sería el final. ¿Y quería que todo terminara así? Ella no lo sabía. Era demasiado duro. Eso no hizo nada para aliviar el dolor punzante en su cabeza; no hizo nada para calmar sus nervios. Se masajeó las sienes, sin saber qué pensar.
Cuando Hermione abrió los ojos, vio a Ron. Estaba de espaldas a ella y tenía las manos metidas en los bolsillos de los pantalones. Y era extraño, porque cuando lo vio, casi se olvidó de que tenía que hacer esta reunión lo más rápido posible. Él estaba mirando la pintura sobre su chimenea.
La pintura de un sol naciente.
Hermione hubiera permitido que sus pensamientos vagaran, pero el maullido de Apolo la interrumpió. Y aparentemente, había interrumpido a Ron porque parecía sorprendido por el pequeño ruido.
Él se volvió, miró hacia abajo y frunció el ceño.
—¿Tú otra vez?
Ella creyó que era hora de hacer una broma.
—Todavía no eres fan de mis gatos, ¿verdad?
Si Ron se sorprendió, no lo demostró.
—En realidad no. Nunca he sido muy aficionado a los gatos.
—Lo sé —el silencio entre ellos fue incómodo—. Entonces, ¿por qué estás aquí, Ron? —eso le salió un poco más rudo de lo que había anticipado. Esperaba que él no se hubiera dado cuenta, pero el leve estremecimiento lo delató—. Lo siento. Eso sonó mal, solo estaba…
—No —se pasó una mano por la cabeza y cambió su peso de un pie a otro—. Yo… Bueno, Harry vino a mi apartamento y mencionó que estabas molesta. Yo… Yo solo vine a ver cómo estabas —no la miró a los ojos.
Eso fue bastante considerado de su parte. Era uno de los rasgos de Ron al que no se había acostumbrado durante su breve relación.
—Estoy bien —tomó a Apolo, que había ido hacia ella en cuanto había hecho notar su presencia. Su gatito emitió un ronroneo cuando distraídamente le frotó las orejas como a él le gustaba.
—¿Vienes a la Madriguera?
—No.
—¿Tienes un momento?
—Bueno, Mal... —se detuvo. No quería saber la forma en que reaccionaría si es que ella lo corría para quedarse con Draco—. Estoy un poco ocupada. Tengo algunas cosas que hacer antes de irme —eso no era mentira. Conseguir días libres sería fácil, tenía vacaciones acumuladas. Sin embargo, averiguar qué necesitaba llevar, quién iba a alimentar a Apolo y cuidaría de su casa, no sería una tarea fácil.
—¿Cuándo te vas?
—Mañana.
Era curioso ver cómo algunas cosas no cambiaban. Y era asombroso lo bien que podía leer a Ron, incluso después de años separados. Se podría decir que Ron tenía el corazón en la manga, pero eso no era exactamente cierto. Él era fácil. Ella sabía cuándo estaba inquieto, tenía miedo o quería hablar con ella de algo importante. Hermione se dio cuenta rápidamente de que estaba allí para hablar.
—Pansy me llevará a un spa en Escocia durante tres días. Ella cree que necesito alejarme unos días, para relajarme y distraerme.
—Sí, probablemente sea una buena idea.
Hermione lo miró un poco más antes de cruzar la habitación hacia él.
—¿Ron?
La mirada que le dio fue una que ella había visto... Hace mucho tiempo.
—¿Qué?
Dejó a Apolo en el suelo y observó cómo se alejaba.
—¿Por qué estás aquí? ¿La verdadera razón?
—Te lo dije…
—Cuando mientes, no puedes hacer contacto visual y siempre te pones nervioso —le dijo con naturalidad. Los ojos de Ron se abrieron y sus labios se separaron con sorpresa por el hecho de que ella todavía lo conociera tan bien—. Estás aquí por algo más. Dime.
Ron la miró durante un tiempo antes de empezar a hablar.
—Verás, está esta mujer. Su nombre es Kate y es reportera de Quidditch para El Profeta. Está cubriendo nuestros juegos de esta temporada después de que el último chico renunciara repentinamente. Creo que hubo un problema con su pago, pero no estoy seguro.
Estaba divagando y todo lo que Hermione pudo hacer fue escuchar.
—Kate no sabe nada sobre Quidditch. Ella tomó el puesto porque era escribir artículos de Quidditch u obituarios —Ron se encogió de hombros y continuó divagando—. Casi elige los obituarios, pero su jefe la hizo pasar al campo para vernos practicar. No recuerdo haberla visto, pero aparentemente, se divirtió mucho —él se rio entre dientes y continuó—. Le he estado enseñando lo básico y la ayudo en mi tiempo libre, y…
—¿Sí?
Sus mejillas empezaron a enrojecerse.
—Ella es agradable, Hermione. Es bonita, tiene los pies bien puestos en la tierra y es divertido estar con ella. No le importa quién soy. A ella no le importa nada de eso, y ya sabes, en realidad no estoy seguro. Lo que más me agrada de ella es su extravagancia o su torpeza, pero... Sí. Me gusta. Mucho.
No era lo que ella esperaba que le dijera. Hermione nunca había pensado en ese aspecto de la vida de Ron... Ni siquiera lo consideró porque había asumido que él había encontrado a alguien mucho antes de que ella regresara a Londres.
—Ella suena como una persona encantadora, Ron, de verdad —y lo decía en serio.
Parecía incómodo.
—Sí, lo es —se calló, rascándose la parte posterior de la cabeza—. Pero hay un problema.
No le gustó el sonido de eso.
—¿Qué cosa? —su voz vaciló.
—Tú —Ron miró sus pies antes de mirarla—. O más bien cómo me siento.
No había palabras para describir con precisión cómo se sentía. Dio un cauteloso paso hacia atrás; sus ojos se movían hacia todas las direcciones mientras trataba de procesar esas últimas palabras. Las luces brillantes de la máquina de discos, el cuadro y la pared con muestras de colores la llamaron, reclamando su atención, pero no por mucho tiempo. El leve aroma del polvo flú y la colonia de Ron provocaron sus bulbos olfativos.
Escuchó a Apolo rascando la puerta.
¿Tenía sentimientos? ¿Por ella? ¿Después de todo lo que pasaron?
Después de las mentiras, el dolor, las heridas y las verdades, él... El momento para la confesión fue ciertamente una mierda.
Hermione trató de ignorar su pulso acelerado, su frente sudorosa y la tensión que parecía asentarse en sus huesos, pero fue inútil. Todo lo que sabía era que se sentía pesada. Ella ya estaba tratando de asegurarse de no sobrepasar involuntariamente sus límites con Harry, de averiguar cómo se sentía por el hombre que estaba afuera, y ahora esto. ¿También Ron?
—Ron —dijo su nombre en un suspiro de cansancio—. Yo…
Él la beso.
Fue un poco áspero e impetuoso, pero sus labios se encontraron con los de ella y sus manos llegaron a sus hombros para mantenerla en su lugar. No era más que labios tocándose, pero permaneció y la dejó sintiéndose extraña. La dejó pensando que quizás algunas cosas realmente cambiaron. Antes había habido algo, electricidad y calor. Pero ahora, no había nada. Sin electricidad. Sin calor. Nada.
Hermione se apartó de él. Algo extraño burbujeó en la superficie de su piel. Eso había sido un error. Y eso no era algo, se suponía que debía hacer. Habían hecho algo terriblemente mal.
—No deberías haber hecho eso.
Ron la miró como si se hubiera vuelto loca.
—¿Qué?
—No deberías haber hecho eso, Ron. Yo… No puedes hacer algo así. No puedes simplemente…
—Vine aquí para averiguar si había alguna posibilidad de que pudiéramos… No quiero comenzar nada con Kate si todavía hay algo entre nosotros. No quiero empezar nada si hay esperanza...
Hermione cerró los ojos y trató de encontrar las palabras adecuadas, pero todo lo que pudo decir fue un simple: "Ron".
—Creo que una pequeña parte de mí siempre te ha estado esperando, debajo de mi ira —lo escuchó arrastrar los pies—. No quiero mirar atrás y preguntarme qué habría pasado si hubiera...
—No lo hagas —abrió los ojos. Su cerebro le recordó la última vez que lo había dejado. El ambiente era diferente, la ropa tampoco era la misma, era otra Hermione y otro Ron, pero todo lo demás era igual. Esa noche, antes de que ella se fuera, Ron le había dicho que la esperaría. Él había dicho todo lo que ella quería escuchar. Él le dijo la verdad.
Estaban repitiendo la historia.
Y ella no le haría eso.
—¿No qué?
—No me esperes.
Porque el daño entre ellos ya estaba hecho, y todo había sido destrozado.
—Pero yo…
Ella negó con tristeza. No había sentido nada durante ese beso porque ya no sentía nada por él. Ese barco había zarpado. Y por triste que fuera, probablemente así era mejor. Ella no era la misma chica que lo amó, así de simple. Y nunca volvería a ser esa chica.
—Entiendo todo lo que estás diciendo, pero no te dejaré hacer eso. No me lo merezco. No después de lastimarte tanto. Me equivoqué y no puedo deshacer lo que hice, pero no puedes seguir viviendo en el pasado —ella dio un paso atrás—. Quizás, en otra vida, podríamos haber obtenido todo lo que queríamos. Tal vez podríamos haber sido felices. Podríamos haber funcionado, pero, pero no en esta realidad.
Parecía increíblemente herido.
—Hermione...
—Mereces ser feliz, Ron. Lo quiero para ti más que para mí —ella le dijo con sinceridad—. Y Kate, ella te hace feliz. Puedo verlo. Tu rostro se iluminó cuando hablaste de ella. No dejes que me interponga en eso. No dejes que yo te impida ser feliz.
—Pero me haces feliz, lo hiciste, durante un tiempo.
—Me ves, Ron, pero no me conoces. Ves a la Hermione de antes, pero yo ya no soy ella. Fue en serio cuando dije que te mereces algo mejor, Ron. Lo haces. Confía en mí. Estoy trabajando para convertirme en una mejor versión de mí misma, pero no soy una buena persona. Trato de sanarme a mí misma, pero todavía estoy desgarrada. Estoy intentando perdonarme a mí mismo, pero…
—Quiero decir, tú has cambiado, pero yo también. Tal vez, con el tiempo...
—No puedo darte lo que quieres. No puedo hacerte feliz porque lo que hice está grabado en mi alma. Y no necesitas eso. No necesitas mi equipaje emocional. Necesitas algo honesto y puro. Y yo no soy ninguna de esas cosas. Yo… —Hermione se interrumpió cuando una ola de claridad la golpeó con tanta fuerza que apenas pudo respirar.
Ron se acercó a ella.
—Estás tratando de proteger mis sentimientos, pero no necesito protección.
Sintió la sangre correr de su rostro mientras lo miraba.
—No te estoy protegiendo. Te estoy diciendo que no quiero esto. Te digo que quiero…
—¿Qué quieres, Hermione? ¿Realmente qué quieres?
La honestidad estaba tirando de ella.
El mundo estaba inclinado hacia un lado y su corazón se había desquiciado. La pregunta la golpeó, desatando una implacable tormenta sobre ella. La cuestión la sacudió hasta que quiso caer de rodillas. Hermione había pensado demasiado tiempo y la respuesta se estaba volviendo alarmantemente clara. Ella luchó, no quería admitir la verdad, pero ahí estaba, afuera de la puerta. Allí estaba, esperando a que ella recobrara el sentido. Estaba allí, había estado ahí por un tiempo.
Y a punto de romperse, la respuesta se hizo clara.
—¿Qué deseas? —preguntó Ron de nuevo.
—Necesito irme.
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Naoko Ichigo
