Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia es de Inadaze22.
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Capítulo treinta y uno: Fuera de la ausencia del miedo
Primera parte: Impaciencia
Quedarse era una cosa, pero esperar era algo completamente diferente.
Draco había tenido que aprender a quedarse, pero nunca había aprendido el arte de esperar. Su madre siempre decía que le pasarían cosas buenas a los que esperaran, pero su padre decía que los Malfoy eran criados para no esperar. A lo largo de los años, los conflictos en sus creencias se habían anulado entre sí y habían creado a un niño impaciente. Ese niño se había convertido en un hombre, uno que no sabía nada acerca de esperar por nada ni por nadie.
Con un bufido, pensó que no podía culpar exclusivamente a sus padres por su impaciencia. Por muy similares que ellos fueran, seguían siendo diferentes. Le había llevado mucho tiempo llegar al punto en el que podía seguir sus consejos y hacer que funcionara para él.
Podía decir con seguridad que, si bien sabía mucho sobre su madre, su padre seguía siendo un misterio que aún deseaba desvelar, pero no sabía cómo. Su padre parecía tener un don con las palabras en el sentido de que todo lo que decía, fuese bueno o malo, permaneció en su mente durante años. Algunos de sus primeros recuerdos eran de su padre hablando, diciéndole lo que no debía hacer como un Malfoy.
Draco había pasado el primer minuto de pie, el segundo paseando, el tercero mirando su reloj y el cuarto contando todo en su línea de visión. Pero durante el quinto minuto, Draco ya estaba aburrido y miró la puerta con curiosidad. ¿Qué le estaba tomando tanto tiempo? ¿Qué podría querer la Comadreja? Una larga lista de posibles respuestas apareció en su cabeza y cruzó la puerta de su casa porque no le gusto ninguna. Sentía una molesta sensación en la parte posterior de su cabeza que le decía que esperara, pero lo ignoró.
Después de todo, no había sido bendecido con el don de la paciencia. Y todavía era un novato en el arte de esperar.
Se movió por el vestíbulo en silencio, pero se detuvo cuando escuchó la molesta voz de Weasley.
—A ella no le importa nada de esto y sabes, en realidad no estoy seguro de qué es lo que más me gusta de ella: su extravagancia o su torpeza, pero... Sí. Me gusta. Y mucho.
Draco puso los ojos en blanco y dio unos pasos silenciosos. ¿Estaba esperando mientras La Comadreja hablaba de un nuevo enamoramiento? Qué absoluta pérdida de tiempo. Excelente. Sentía algo por otra persona. ¿Querría anunciarlo por la radio?
—Oh, ella parece encantadora, Ron, de verdad —Granger había dicho, pero su voz sonaba un poco tensa.
—Sí, lo es —se detuvo durante tanto tiempo que Draco miró a la vuelta de la esquina para ver si todavía estaban allí. Ellos estaban—. Pero hay un problema.
No le gustó el sonido de eso.
—¿Qué? —la voz de Hermione sonaba extraña.
—Tú —la cabeza de La Comadreja se movió y Draco pegó su espalda a la pared, esperando que no lo hubieran visto. Cuando no hubo un estruendo enfurecido, Draco se relajó un poco. Eso fue, hasta que dijo—. O, mejor dicho, cómo me siento.
Draco no se sorprendió. Weasley era el tipo de persona que se aferraba a las cosas y a las personas. Se había aferrado a toda esa ira durante años; tenía sentido que él también se aferrara a sus sentimientos. Y por mucho que eso enfermaba a Draco, el pelirrojo parecía sincero. Y por mucho que eso molestara a Draco, Weasley también lo había expresado mejor.
Pero conocía a Granger. Sabía lo que ella iba a decir. Y por segunda vez ese día, Draco se encontró esperando. Esperando a que ella dijera algo; a que le dijera lo que Draco ya sabía. Esperó a que ella le dijera que Malfoy la estaba esperando afuera y que tenía que irse.
—Ron —su voz todavía sonaba extraña. Draco se inclinó hacia delante y ladeó la cabeza para poder ver la expresión de su rostro cuando ella negó—. Yo…
Los ojos de Draco no se abrieron cuando Weasley la besó, y los abrió aún más cuando aumentó la cantidad de segundos que pasaron sin que ella lo empujara. Los segundos se sintieron como minutos y con cada segundo que pasaba, su mueca se hacía más y más profunda hasta que no pudo soportarlo más.
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Segunda parte: Decisiones
Su madre estaba sentada en el sofá directamente frente a la chimenea, sosteniendo un platillo con bordes dorados con una taza de té en una mano y en la otra una cuchara. Si hubiera estado prestando atención a la expresión de su rostro o la forma en que ella removía delicadamente su té, Draco se habría ido tan rápido como había venido. Su madre no solo nunca tomaba el té en su sala de estar privada, sino que nunca se preocupaba por el decoro cuando estaba sola.
No, eso estaba reservado para los invitados.
Y nunca le gustaba la compañía que tenía su madre. Eran demasiado maliciosos para tener una conversación inteligente o tenían mucho que decir sobre el estilo de vida de soltero de Draco. Narcissa sabía cuando estaba disgustado como para parecer alarmada cuando llegó en un destello de llamas verdes.
—¿Draco? —ella dejó su taza sobre la mesa mientras se ponía de pie—. ¡Esto es una sorpresa! ¡No sabía que vendrías!
Él tampoco había planeado ir.
Draco se había ido de donde Granger con la mente llena e inquieta. Se había ido a casa por unos minutos, caminó y luego decidió venir aquí. Cuando escuchó las palabras exclamadas de su madre, Draco salió completamente de la chimenea, limpiando una pelusa imaginaria de la manga derecha de su túnica. Ni siquiera se molestó en mirar hacia arriba cuando respondió.
—Hubo un cambio de planes.
—Si bien tu cambio de planes es desafortunado para ti, es muy afortunado para nosotras —habló una voz familiar, lo que hizo que se congelara en su lugar—. Ahora tendrás que venir a cenar con nosotras.
Allí, sentada en el sofá de dos plazas, con su estirada madre y sonriendo alegremente, estaba su última exnovia.
Astoria.
«—Qué giro de acontecimientos tan maravilloso para el día —Draco resopló sarcásticamente ante la idea.»
—Draco, ya estás familiarizado con Astoria, estoy segura.
Asintió y trató de no sonreír ante el tono sarcástico que había adoptado su madre. Ella nunca había aprobado a Astoria. De hecho, nunca había aprobado a ninguna mujer.
«—Aparte de Granger —frunció el ceño ante ese pensamiento.»
El tiempo que le había llevado caminar de regreso al punto de Aparición había sido la cantidad de tiempo que Draco había necesitado para darse un firme golpe de realidad.
Una y otra vez, el beso entre Weasley y Granger se reproducía en su mente. Tantas veces que su respuesta inicial de conmoción e ira se convirtió en apatía. Prácticamente, había memorizado las palabras que pronunciaron. Tanto que el único pensamiento en su cabeza fue un mordaz, "¿a quién estás engañando?"
La única persona a la que había estado engañando era a sí mismo.
Tenían una historia, un vínculo y si se esforzaban lo suficiente, podrían tener un futuro, supuso.
Y Draco se tomó un momento para pensar en su propio futuro y se dio cuenta de lo incierto que era. Ni siquiera estaba seguro de qué tipo de futuro quería porque no se había dado el tiempo para resolverlo. Tampoco se había dado el tiempo para averiguarlo. ¿Qué quería de la vida? No podía reflexionar en la última vez que había hecho algo que quisiera. Se trataba del deber, la necesidad y la familia; nunca sobre él. Draco podría haber odiado la vida antes de la muerte de su padre, pero se había sentido cómodo con eso. No tenía que meditar en sí mismo; no tenía que cavilar en absoluto.
Fue fácil.
Pero ahora, ahora, no había nada que se interpusiera en su camino y eso lo había obligado a ver la verdad.
La verdad era que Draco había tenido demasiado miedo para hacer un movimiento, seguir el consejo de su padre y vivir sin remordimientos. Quería decirle que había hecho precisamente eso al decirle a Granger cómo se sentía, pero no podía. Eso no había sido un acto de fe, solo alzaron la voz y se enojaron.
Merlín, estaba jodido.
Eso era algo que sabía desde hacía mucho tiempo, pero que había ignorado porque, de nuevo, era fácil. Era fácil descubrir la verdad sobre todos los demás y concentrarse en los problemas de los demás. Pero ahora, estaba alarmantemente claro; sus problemas brotaban de la madera como termitas.
Por otra parte, estaba listo para tratar de lidiar con ellos, uno por uno, porque estaba jodidamente seguro de que no quería seguir viviendo de esa manera.
Para ser honesto, Draco estaba contento de que Hermione no se hubiera dado cuenta de lo que sentía por él. Si lo hubiera hecho, habrían saltado demasiado rápido y serían dos personas jodidas en una relación de mierda. Hubieran tenido que lidiar con sus problemas mutuos, sus preocupaciones, incertidumbres, su desgana y sus miedos. Hubiera tenido que lidiar con el verdadero Draco: imperfecto y terco, perdido y listo para ser encontrado. Hubiera sido demasiado... Para ambos.
Así era mejor.
Había sido un tonto al darse esperanza.
—Te acuerdas de Abigail Greengrass, ¿verdad? —su madre interrumpió sus pensamientos.
Era hora de activar su encanto.
—Sí, lo hago. Es un placer volver a verla, señora Greengrass —esperaba que sus palabras no hubieran sonado tan secas como estaba su garganta en ese momento.
La bruja solo asintió rígidamente y apoyó las manos en su regazo. Draco siempre se había preguntado por qué su madre era amiga de una mujer como ella, pero Narcissa le había asegurado que Abigail más amable cuando estaban solas y no sobrias. No podía ver la razón en eso... O por qué trataba a todos, excepto a su madre, como basura. No era como si estuviera en la cima del orden jerárquico del mundo mágico.
—¿Qué hay de mí? ¿No te alegra verme? —preguntó Astoria, colocando sus manos en sus delgadas caderas. Llevaba una túnica amarilla muy llamativa que gritaba que alguien, cualquiera, la mirara y Draco no se sorprendió de lo poco que había cambiado en el último año.
—Ciertamente, es sorprendente —dijo secamente.
Astoria nunca había logrado distanciarse de su familia, ni siquiera de su hermana, Daphne. De hecho, ella había sido una señal tan insignificante en su radar cuando apareció el pasado julio, que la había ignorado por completo hasta que Daphne apareció y los presentó. Draco solo le había dado su tiempo porque circulaban rumores sobre su padre y necesitaba desviar la atención. Funciono, hasta que no hubo necesidad de ella.
Draco volvió sus ojos desinteresados hacia su madre.
—Abigail y Astoria decidieron venir a visitarme ahora que estoy de vuelta en casa.
Draco hizo una mueca.
—Has estado aquí desde la última...
—Nosotras también estuvimos fuera de la ciudad esta semana —le dijo la señora Greengrass con el ceño fruncido. Giró la muñeca cuando dijo alegremente—. Estábamos de compras en Milán.
Draco hizo una mueca, incapaz de ocultar su aburrimiento. Pasar la noche escuchando a tres brujas charlando sobre el último estilo de túnicas no era la forma en que quería pasar la noche.
—Estoy seguro de que fue emocionante, debería dejarlas a los tres para que hablen.
—No —dijo Astoria de manera tentadora—. Deberías quedarte a cenar con nosotras.
—No puedo imaginar por qué ustedes, de todas las personas, querrían que las acompañara a cenar —cuando él rompió abruptamente su relación, si es que podía llamarse así, ella no se lo había tomado bien. Nunca se había molestado en preocuparse o sentirse culpable.
—Lo superé —dijo Astoria con la cabeza en alto.
—Los Greengrass somos resistentes —comentó la madre con orgullo—. Es una de nuestras mejores cualidades, creo.
Él no hizo ningún comentario.
Draco miró a su madre, diciéndole que interviniera antes de darle a la madre de Astoria una razón para que pareciera que tenía algo maloliente debajo de la nariz. Astoria se puso de pie y sonrió. Merlín, ¿realmente había salido con ella? Era muy bonita, eso era cierto, pero había algo vacío en ella. Ella no lo hacía pensar, preocuparse, notar o ver.
O tal vez todo eso era nuevo para él.
Era posible que este viaje que había hecho con Granger no hubiera sido en vano. A lo mejor había sido tan importante para él como lo había sido para ella. Quizás ella había sido su boleto para salir del infierno. Puede que inconscientemente había tomado ese camino para descubrir sus demonios y ayudarla a superarlos para poder descubrir y aprender a superar los suyos. Posiblemente, ella había sido la clave de todo. Y tal vez y solo tal vez, él la necesitaba tanto como ella parecía necesitarlo a él.
Ese pensamiento lo había dejado más pálido que de costumbre.
Su madre se puso de pie y le puso la mano en el hombro.
—¿Te sientes bien, Draco? Te ves pálido.
—Estoy bien —mintió—. Solo tengo hambre.
—Veré si la cena está lista para ser servida —luego se fue de su lado para convocar a un elfo doméstico.
Cinco incómodos minutos después, les estaba pidiendo que se dirigieran al comedor. Narcissa le dio una última mirada preocupada antes de caminar hacia la puerta de la sala de estar. La señora Greengrass se levantó rápidamente y la siguió, después de darle a Draco y a Astoria una mirada que él no pudo identificar. Pudo escuchar a la señora Greengrass comenzar a hablar con su madre sobre Milán y puso los ojos en blanco en respuesta. Cuando Astoria se dirigió hacia la puerta, Draco se tomó un momento para pellizcarse el puente de la nariz antes de seguirlas.
Iba a ser una larga cena.
—Es bueno verte de nuevo, Draco —su voz fue baja, pero no lo suficiente. Redujo la velocidad aún más, esperando que ella captara la indirecta y siguiera caminando. Ella no lo hizo—. No te he visto desde que rompimos.
—Eso es precisamente lo que sucede cuando la gente se separa —dijo inexpresivo.
Ella no dijo nada por un momento.
—Me voy a casar.
Draco la miró. ¿Por qué le estaba contando eso? Ya tenía demasiadas cosas en la cabeza: su ceja se levantó lentamente mientras Astoria continuaba mirando su rostro en busca de una reacción. "Felicitaciones", fue todo lo que recibió a cambio.
—Con Theo Nott —respondió.
—¿Theo? ¿El rarito?
Astoria levantó la mano para mostrar su diamante.
—Ese "rarito" es un hombre de negocios muy rico, ahora.
—Bien por él —Draco arrastró las palabras. Realmente no estaba de humor para nada de esto.
—Me preguntó hace dos meses, en nuestro aniversario de cuatro meses.
Eso fue rápido.
—Me lleva de compras, a cenas y a viajes. Piensa en lo que me gusta y en lo que quiero y luego lo hace por mí. Es tan dulce, considerado, leal y divertido. Realmente me ama y me aprecia y me lo dice todo el tiempo.
Mientras Astoria charlaba sobre lo que Theo hacía y decía, Draco opinó el que Hermione irrumpiera en su vida como una bludger rebelde no había sido tan malo. Ella se había encargado de la rumorología, lo había apartado de los aspectos más preocupantes de su vida y le había salvado de perder el tiempo con Astorias. Ella lo había salvado de sí mismo.
—Theo fue quien nos envió a mi madre ya mi a Milán. Me da tanta libertad y me deja controlar casi todo. Puedo elegir dónde, cuándo y qué lugar comemos. Puedo decidir lo que hacemos. Yo puedo elegir a dónde vamos. Creo que he...
—Considero que has dicho suficiente —Draco la interrumpió bruscamente—. ¿Estás tratando de decirme algo?
Los ojos de Astoria se entrecerraron un poco.
—Solo te estoy haciendo saber lo que te estás perdiendo.
Él la miró, repentinamente abrumado por la necesidad de dejar salir su frustración de todo el día y realmente herir sus sentimientos.
—O lo que no me estoy perdiendo —Draco le dijo sin rodeos—. Astoria. Él… Puede… Quedarse… Contigo. Creo que dejé mi punto claro el pasado agosto —le dijo secamente—. Espero que estés feliz con una vida de viajes, compras y cenas.
—Sí, seré muy feliz. Nunca recibí eso contigo. Jamás recibí nada de ti.
Ah, entonces ese era el verdadero problema y la razón por la que ella le estaba contando todo eso. Perfecto. No había estado emocionalmente disponible, no solo con ella, sino con todas las mujeres con las que había estado.
—¿Qué es exactamente lo que quieres de mí en este momento?
—Quiero que te des cuenta de que perdiste algo bueno cuando me dejaste. Yo...
—No me importa, Astoria —eso hizo que su boca se cerrara de repente. Ella se detuvo y él también. Draco se movió de modo que estuvo parado frente a ella, mirándola sin comprender—. Y déjame aclarar las cosas, solo puedes estar celoso de alguien que tiene algo que tú quieras. Solo puedes sentir envidia de lo que deseas. Y como no te quiero ni te deseo... Espero que entiendas el punto. Habla todo lo que quieras, pero no me afectará en absoluto. Espero que tú y Theo sean muy felices juntos.
Dicho eso, entró en el comedor y se sentó junto a su mamá. Ella le lanzó una rápida mirada de disculpa antes de volverse y empezar a hablar con la señora Greengrass. Astoria entró y se sentó frente a él, pero, afortunadamente, no lo miró.
La cena transcurrió sin problemas. Se dijeron muchas palabras, pero pocas fueron dirigidas a él. Estaba agradecido por eso. Sus pensamientos lo habían dejado inquieto e incapaz de concentrarse. Su mente quería que pensara, procesara e intentará comprender todo lo que había sucedido ese día, pero no estaba listo.
—¿Estás bien, Draco? —la preocupación en la voz de su madre era tan genuina que casi habló. Quiso contarle lo que había sucedido en donde Granger. Quería contarle todo lo que había estado pensando desde su llegada. Más tarde, por supuesto, pero, aun así, consideró darle la oportunidad de escuchar la historia de cómo había llegado a estar donde estaba.
Pero no lo hizo.
Sabía por dónde empezar, pero no sabía qué decir.
—Sí. Estoy bien —dijo.
Su madre lo miró con sospecha.
—¿Estás disfrutando de la comida? —ella hizo un gesto hacia su plato apenas tocado.
—Lo estoy madre —la finalidad de su voz dejó bastante claro que no quería discutir ahora o más tarde.
Narcissa lo miró detenidamente antes de asentir y volver su atención a su comida.
—Entonces, Draco —la señora Greengrass habló finalmente—. ¿Qué has estado haciendo desde…? —le lanzó una mirada incómoda a su madre—. Bueno, ya sabes….
Bueno, mierda.
Dejó el tenedor y tomó un trago de vino de elfo que no era lo suficientemente fuerte para la conversación que estaba a punto de tener.
—Trabajar y afinar pequeños detalles del traspaso del control de los negocios de mi padre a mi tío.
—¿Algo más, Draco? —la señora Greengrass arrastró las palabras.
—Eso es todo —pero tal vez no.
Bebió con delicadeza su vino, miró a Astoria y luego a él.
—Ah, veo que no has encontrado una bruja adecuada con quien establecerte, ¿verdad?
Le costó mucho no decir algo grosero.
—No, es bastante obvio que no… Ningún tipo de fanfarria loca —levantó la mano y añadió secamente—. O un anillo de bodas.
—Sabes, creo que es una lástima que no te hayas establecido. Podrías haber tenido cualquier bruja que quisieras y aquí estás. Soltero. Tus padres ya estaban casados...
—No soy mis padres —le recordó Draco a la señora Greengrass con rigidez.
Astoria tomó su copa de vino y tomó un sorbo.
—Además, Draco está haciendo un trabajo importante con el Ministerio —añadió Narcissa.
—No puedo imaginar qué es más valioso que mantener viva la línea Malfoy. Al menos podrías estar saliendo.
—¿No has escuchado los rumores, madre? —Astoria habló finalmente—. Está saliendo con Hermione Granger.
Draco ni siquiera reaccionó a las palabras. Lo había escuchado tantas veces y de tantas personas que se había acostumbrado. No estaba seguro de si lo decían por su falta de confirmación o negación, pero Granger tampoco lo había negado. Simplemente, habían pasado demasiadas cosas y nadie les creería de todos modos, así que ¿por qué intentarlo?
—Oh, lo he escuchado, pero él nunca podría casarse con ella.
Astoria había tenido la decencia de mirar a su madre en estado de shock.
—¡Madre! —estaba claro que ella, como su hermana mayor, no había heredado la intolerancia de su madre—. No deberías decir eso.
Ella miró a su hija.
—¿Qué? Hablo en serio. Ella manchará...
—Abigail —dijo Narcissa con severidad—. No permitiré que nadie hable negativamente de Hermione Granger en mi casa. Es una joven encantadora y me agrada, independientemente de su sangre. Si alguna vez se uniera a nuestra familia, no mancharía, solo mejoraría drásticamente nuestro linaje. Casi pierdo a mi hijo debido a mi intolerancia, perdí a mi esposo y no admitiré eso en mi casa. Entonces, si no puedes cumplir con esa regla, entonces eres libre de irte —su tono era severo, pero ligero.
Vio cómo la señora Greengrass se recostaba en su asiento y miraba a Narcissa al otro lado de la mesa. Cuando ella asintió, murmuró una disculpa y tomó un largo sorbo de vino, Draco se sorprendió un poco al ver cuánto poder tenía su madre sobre los demás.
Todo quedó en silencio hasta que Astoria preguntó.
—¿Son ciertos los rumores? Theo cree que no, pero yo creo que lo son.
—Los rumores son… Erróneos, no es que sea de tu incumbencia —Draco se atragantó—. No estamos juntos —sin embargo, tan pronto como las palabras salieron de su boca, se sintió extraño.
—¿No lo están? —preguntó la señora Greengrass con una extraña sonrisa en su rostro.
—No —se sentía enfermo.
Abigail Greengrass estaba extrañamente alegre.
—Bueno, ahora no importa lo que piense, ni siquiera es una posibilidad.
Draco se sintió extrañamente malhumorado.
Con un pequeño murmullo, se excusó de la mesa… Y de la habitación.
Ni siquiera es una posibilidad.
Sus piernas intentaron dejar atrás esas palabras y la verdad en ellas, pero estas siguieron el ritmo de sus largas zancadas. No había posibilidad. Ella tenía razón. Todo había terminado hoy, justo en el momento en que había visto ese beso y se había ido.
Ni siquiera es una posibilidad.
Y mientras caminaba por el pasillo con destino desconocido, Draco se dio cuenta de que, independientemente de sus problemas, de lo jodido que estuviera, de cuánto trabajo tuviera que hacer en sí mismo, no quería que ese fuera el final.
Quería esa posibilidad.
Se detuvo y abrió la primera puerta a su izquierda. Era un baño. Draco entró, cerró la puerta y se echó agua en el rostro con la esperanza de que eso lo calmara. Luego dejó el grifo abierto mientras se sentaba en el suelo. Por segunda vez, se encontró en un baño, pensando. Y la amargura de toda la situación se hundió en sus huesos. Tenía que haber algún nivel de ironía involucrado en darse cuenta de que él no solo sentía algo por Granger, en realidad la deseaba. La quería. Después de todo este tiempo, se había dado cuenta con solo cinco palabras.
Eso fue jodidamente irónico.
«—O tal vez la ironía no estaba involucrada, en absoluto —pensó mientras apoyaba la cabeza contra la pared.»
Tal vez solo eligió un terrible momento para tener ese tipo de claridad. No debería haber sido demasiado sorprendente, considerando todo. Draco reflexionó e incluso lo consideró antes de expulsar ese pensamiento de su cerebro. A la mierda, todo era fantásticamente irónico. Y lo dijo de la manera más seca y sarcástica posible.
Miró al techo y luego cerró los ojos para calmarse.
Ni siquiera es una posibilidad.
No había nada como la sensación de darse cuenta de que quería algo que no podía tener.
E hizo que Draco se diera cuenta de que necesitaba tomar algunas decisiones.
Decidió que se daría un segundo para preguntarse si tal vez debería haberse quedado. Otro segundo, para cuestionarse si debería haber entrado en la habitación, haberlos alertado de su presencia y decir algo, cualquier cosa. Se daría dos segundos para deshacerse de esa idea.
Draco decidió que se daría un minuto para preguntarse si había tomado erróneamente el beso entre ellos como una señal de que ella había hecho su decisión. Había sucedido muy rápido. Se daría dos minutos para cuestionarse por qué le importaba. Después de todo, era imposible.
Decidió que se daría una hora para preguntarse si Granger alguna vez se habría dado cuenta de lo que sentía por él. Dos horas para cuestionarse si, con el tiempo, hubiera sido lo suficientemente maduro como para sumergirse en algo más que una amistad con ella. Tres horas para investigar si él podría haber sido el hombre que ella necesitaba que fuera. Y cuatro horas para desterrar los pensamientos e ideas anteriores.
Se daría un día para preguntarse si sentir algo por una mujer como Granger era saludable. Dos días para dejar de cuestionarse la respuesta porque todavía no había posibilidad. Tres días para darse cuenta de que la falta de posibilidad era algo bueno. Cuatro días para cerrar completamente el libro sobre Granger. Y cinco días para darse cuenta de que realmente había hecho lo correcto al alejarse… De soltarlo.
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Tercera parte: Izquierda
Hermione siguió las instrucciones del elfo doméstico y subió la escalera derecha y recorrió los pasillos, girando de derecha a izquierda en el laberinto que eran los pasillos de la mansión Malfoy hasta llegar a la puerta correcta.
Se tomó un momento para recuperar el aliento. Después de todo, había estado yendo de un lugar a otro buscando a Draco. Ella no estaba del todo consciente de por qué, pero el hecho de que él se fuera la lleno de miedo. Había ido donde Blaise, con Pansy, a su trabajo y a su casa, todo sin suerte. Y el elfo doméstico le había dicho que él estaba aquí. ¿Y ahora qué?
Bueno, no había ordenado sus pensamientos ni había escrito notas, pero tenía tiempo y ya era demasiado tarde para huir. Narcissa, después de todo, había sido alertada de su llegada. Sería de mala educación que se fuera sin decir nada. Entonces, abrió las puertas dobles.
Narcissa tenía invitados a cenar.
Dos invitadas.
Se volvieron y la miraron con sorpresa, incredulidad y apreciación. Hermione sabía que parecía un desastre y sabía que las dos extrañas la estaban juzgando. Pero a ella no le importaba porque había cosas más importantes en su mente.
Como era de esperar, Narcissa fue la única que la saludó con una sonrisa. Ella le dio besos en el aire.
—Bueno, esta es una agradable sorpresa. ¿Te gustaría acompañarnos?
—Oh, yo… —miró su ropa y luego se volvió avergonzada—. No estoy vestida para la cena.
Narcissa la ignoro con ligereza.
—Oh, ni siquiera te preocupes por eso. ¡Debes unirte a nosotras! Oh, estoy tan feliz de que hayas venido. Tengo mucho que contarte sobre mi viaje. Tengo que decirte cómo le doy un buen uso a nuestras lecciones de italiano y… —luego le dio a Hermione una mirada que no pudo reconocer—. En realidad, ¿por qué estás aquí?
Hermione sintió como si un foco gigante la iluminara. De repente tuvo miedo escénico.
—Bueno, vine aquí para hablar con Draco —esa era la verdad. Simple. Lástima, Hermione no estaba segura de qué más decir exactamente. Las otras dos brujas intercambiaron miradas y Hermione las miró con leve interés.
—Salió de la habitación hace unos diez minutos —dijo el más joven de las dos invitadas.
—¿Dijo si volvería? —mantuvo su voz firme.
—Estoy segura de que regresará pronto —Narcissa aplaudió una vez—. Tengo una idea. Deberías sentarte. Haré que Mimzy te traiga un plato —antes de que Hermione pudiera declinar cortésmente, Narcissa llamó al elfo doméstico, le pidió otro plato para su nueva invitada y le presentó a las dos brujas: Astoria y Abigail Greengrass. Hermione notó la forma en que Astoria se encogió cuando preguntó—. ¿Greengrass? ¿Alguna relación con Daphne?
A decir verdad, Hermione solo sabía de Daphne porque, de vez en cuando, Pansy mencionaba que necesitaba soltar el pasado y volver a conectarse con su antigua compañera de casa. Había una carta a medio escribir para ella en el escritorio de Pansy, una que su orgullo no le había permitido completar.
—Sí. Daphne es mi hija mayor. Astoria es la menor.
—Oh —Hermione no sabía que Daphne tenía una hermana, pero la expresión del rostro de la bruja le dijo que era mejor que no lo mencionara. Probablemente, había pasado mucho tiempo siendo invisible. Ella le dio a Astoria un pequeño asentimiento—. Es un placer conocerte, Astoria —Hermione luego se volvió hacia la madre—. Y a usted también, señora Greengrass.
—El placer es todo nuestro, señorita Granger —dijo Abigail, pero Hermione no le creyó. Hizo que su disgusto por ella fuera bastante obvio en la sequedad de sus palabras. No se molestaría en averiguar por qué la señora Greengrass parecía tener algo contra ella y Astoria parecía tan perpleja por su presencia. Aun así, tragó saliva con valentía y tomó asiento en la mesa, mirando rápidamente más allá de Narcissa hacia el plato casi intacto de Draco.
Hermione se dio cuenta de que no tenía mucha hambre.
De hecho, sentía un poco de náuseas.
—Señorita Granger, se ve un poco sonrojada —dijo la señora Greengrass.
—Por favor llámeme Hermione —la bruja le dio una mirada divertida, pero ella lo ignoró—. Y estoy bastante bien. Solo un poco cansada —el rostro de Narcissa le dijo claramente que no le creía. Maldición. Estaba perdiendo su toque—. ¿Cómo estuvieron tus vacaciones?
Narcissa floreció.
—Fiji fue maravilloso, de verdad. Me dio el tipo de descanso mental y físico que necesitaba después de lo de Lucius —su luz se atenuó un minuto, pero no mucho—. Me gustó tanto que me quedé más tiempo —la bruja mayor pareció dispersarse por un momento antes de asentir—. El clima era grandioso. La comunidad mágica era muy hermosa y traje regalos para todos. El tuyo todavía está en mi habitación, pero tal vez después de la cena pueda traerlo para...
Las puertas se abrieron y Draco entró, o lo habría hecho, si no se hubiera congelado inmediatamente al verla. Hermione se sorprendió al verlo. Túnica negra, rasgos pálidos, cabello pulcramente peinado, postura severa, leve ceño fruncido. Normal, en su opinión, pero había algo extraño en él. Estaba más pálido que de costumbre y un poco angustiado.
—¿Qué estás haciendo aquí, Granger? —sonaba brusco, sorprendido y molesto.
¿Era posible siquiera sentir todas esas cosas a la vez?
Una persona promedio podría, pero no un hombre como Draco Malfoy.
Ella no había hecho nada más que sentir, pero Draco, sus emociones probablemente eran tan nuevas para él como desconcertantes. Tenía que haberlas sentido en algún momento, pero después de la guerra parecía que Draco había enterrado sus sentimientos bajo un manto de tierra. Y no solo eso, también parecía tener cuidado con cada palabra que decía, bueno, no últimamente y no con ella.
—¿Y bien? —espetó con impaciencia.
La cabeza de Hermione dio vueltas. ¿Era la tensión en la habitación su propia imaginación o un producto de su propia creación? En el fondo, conocía la respuesta. Había estado allí durante meses, espesa y casi vibrante; podría haber emanado tanto de ella como de él. Astoria parecía tan incómoda como su madre. Él seguía esperando. Hermione pensó que probablemente debería empezar a hablar, a pesar de que todavía no tenía ningún plan.
—Yo, bueno —maldita sea, las palabras no saldrían bien—. Yo —sus hombros se hundieron en derrota—. Te fuiste.
La pequeña risa de Draco fue frágil.
—Diez puntos para Granger.
—¡Draco! —Narcissa lo regañó.
Él mantuvo sus ojos fijos en Hermione.
—No te metas, madre.
—Al menos puedes esperar hasta que termine la cena.
—En realidad, no.
—No puedes estar enojado conmigo —finalmente espetó—. Tú eres el que se fue.
—Y mírame hacerlo de nuevo —con eso, se dio la vuelta y salió del comedor.
Por un momento, Hermione se quedó sentada en estado de shock antes de levantarse y caminar detrás de él sin siquiera excusarse. Lo último que escuchó antes de permitir que las puertas dobles se cerraran detrás de ella fue el "¿Qué diablos fue eso?" De Astoria. Seguido por el brusco comentario de la señora Greengrass "Y se supone que no era una posibilidad". Hermione no estaba muy segura de por qué había dicho eso, estaba demasiado ocupada yendo por el pasillo de la mansión Malfoy detrás de Draco, gritando su nombre.
Él no respondió.
Caminó cada vez más rápido hasta que lo agarró del brazo.
—¿Podrías...?
Draco se liberó de su agarre.
—Sería una buena idea que te fuera.
—Y sería una idea mucho mejor que me dijeras qué te pasa.
Él la miró fijamente. Había algo en sus ojos que ella no podía ubicar.
—No voy a hacer esto contigo.
Hermione lo tomo por la manga de la túnica cuando trató de alejarse, de nuevo.
—Más temprano estábamos bien —se dio cuenta, de nuevo, de que le estaba hablando a su espalda. Su voz se suavizó, pero su agarre en la túnica no lo hizo—. Supongo que merezco saber por qué no me esperaste.
Se volvió bruscamente hacia ella, su mirada era tan intensa que Hermione pensó que se incendiaría espontáneamente.
—Y yo quiero saber por qué estás aquí.
—Creo... Creo que dejé en claro que estoy aquí para hablar contigo —su impulsividad por encontrarlo había hecho que Hermione perdiera un valioso tiempo de planificación y se maldijo por eso. Prefería meditar en lo que iba a decir, dar vueltas y vueltas a las palabras en su cabeza hasta estar segura de todos los ángulos, todos los bordes y todas las imperfecciones. Probablemente, se debió a los muchos errores que había cometido, pero no le importaba. Necesitaba tiempo para ordenar todo y Draco no la iba a dejar retroceder.
Fue frustrante.
Él flexionó su otra mano.
—Hubiera pensado que querías pasar un tiempo a solas... Para volver a conocerse —su voz sonaba hueca y vacía.
—Pero estoy aquí.
Cerró los ojos y tomó lo que sonó como una respiración tranquilizadora.
—Detente.
El problema entre ellos fue que, en algún momento, se habían caído y se habían hecho añicos. Había demasiados fragmentos, tantas palabras no dichas, que Hermione no sabía cómo volver a unirlos. Así pasaba con las cosas rotas. Había mucho que podía decir para llenar algunos de los agujeros, pero se estaba ahogando con sus palabras, los nervios y algo extraño se le había atorado en la garganta. Eso solo empeoró las cosas. Draco estaba hablando, pero no le estaba dando nada. Tenían dos conversaciones diferentes. Ella estaba discutiendo y él se defendía. Estaba luchando para salvarse a sí mismo, de ella.
Y eso la desconcertó.
Si alguien podía resultar herido en todo esto, era ella.
Si alguien había resultado herido ya, había sido ella.
Entonces, ¿por qué él estaba tan interesado en protegerse?
Draco, por una vez, mostró su frustración pasando su mano por su cabello. Hermione lo observó mientras abría los labios para decir algo, pero se detuvo.
—No quiero alargarlo —parecía exhausto—. Tú tomaste tu decisión y yo la mía.
—¿De qué demonios estás hablando?
—Sobre esto —Draco hizo un gesto entre los dos—. Tú tomaste tu decisión y me rindo.
—¿Renunciar a qué? —cuando sus ojos se entrecerraron, ella no se acobardó. De hecho, hizo lo contrario—. ¡No me mires así, no soy una vidente! No puedo entrar en tu cabeza y leer tus pensamientos. ¡Sé claro conmigo!
—¡Yo fui claro!
—¡No, no lo fuiste! —Hermione suspiró exasperada.
—Quieres más de lo que puedo darte, porque ahora mismo, todo lo que quiero hacer es gritarte. Salí de ese comedor y tomé la decisión de que estoy mejor sin esto —señaló entre ellos por segunda vez—. No me interpondré en el camino —le quitó la mano de su túnica. No se había dado cuenta de que todavía lo estaba agarrando. Draco se rio entre dientes oscuramente y no había humor en ello, solo ceniza y amargura—. No puedo ganar contigo, ¿verdad? —cerró los ojos—. Te dejé ir y aquí estás. Siempre estás aquí. Estoy tratando de respetar lo que quieres.
Hermione lo miró fijamente, insegura de cómo debería sentirse al respecto.
—No sabes lo que quiero.
Él soltó otra risa sin humor.
—Bueno, tú tampoco.
Quería decir más; había mucho más que necesitaba decirle; cosas que estaban atoradas en su interior, listas para explotar. Pero las palabras se le escapaban. Y ella entendió por qué. Las palabras le darían un significado, y eso era aterrador y definitivo. Una vez que le diera una definición a sus palabras y sentimientos, corrían el riesgo de salir herida. Y fue inesperado porque, aunque sabía todo eso, allí estaba, parada en el borde del precipicio.
—¿Por qué estás aquí? —Draco preguntó abruptamente.
—¿Qué?
—¿Por qué estás aquí? —repitió lentamente.
—Yo… —Hermione se aclaró la garganta en un intento de quitar lo que fuera que estuviera alojado en ahí.
Y Draco se giró rápidamente y se alejó.
Ese fue el empujón que necesitaba para tragar lo que estuviera atascado. Y con eso, cosas extrañas comenzaron a burbujear: palabras, significado, propósito, todo se volvió tan claro. Por un momento, Hermione intentó recuperar el aliento, para evitar vomitar las palabras con las que se había estado ahogando durante lo que parecieron horas.
De repente supo cómo se sintió Draco esa noche en el muelle.
Dobló la esquina y ella comenzó a seguirlo, su determinación aumentaba con cada paso que daba. Se dio cuenta de que él estaba a mitad de la gran escalera.
—Si tan solo se te quedaras para escuchar.
Ella no era del tipo que tiraba todo su orgullo a un lado, porque eso era todo lo que había tenido durante mucho tiempo. Pero ahí estaba, poniendo todo sobre la mesa y esperando no volver a salir lastimada. Ella estaba dispuesta, no solo porque lo necesitaba, sino porque él le importaba más que su orgullo. Draco le importaba y por eso quería que se quedara, por eso siempre había querido que se quedara.
El darse cuenta, se sintió como si estuviera cayendo por las escaleras en la oscuridad. Una vez que comenzó, no pudo agarrar nada para detener su caída. Fue repentino, inesperado y, por no decir, doloroso. Su centro de gravedad se había ido y allí estaba ella, tratando de alcanzar algo, cualquier cosa, para agarrarse.
Para su sorpresa, Draco se detuvo al pie de la escalera. Se detuvo, pero no se dio la vuelta. Hermione recordó instantáneamente la conversación que habían tenido en la puerta de su casa. Solo que ahora, ella estaba en lo alto de los escalones y él en la parte inferior.
—Deberías ir a casa —Draco le dijo, pero su voz sonaba extraña.
—Probablemente, debería, pero no lo haré —comenzó a bajar los escalones. Sonaba mucho más segura de lo que se sentía y eso estaba bien—. No hasta que empieces a hablarme directamente —Hermione no se detuvo hasta que estuvo a tres pasos de él—. Si se trata de lo de la semana pasada, en el muelle...
Draco se dio la vuelta.
Había pocas cosas que podía decir sobre Draco y aún menos cosas que supiera con certeza. Su confesión la semana pasada lo había probado. Era como un libro, un libro dejado por un viajero en un país donde nadie podía leer. Sentía que todo sobre él estaba justo frente a ella, pero no podía entenderlo. Tal vez fue su culpa, pero se negó a culparse a sí misma por leerlo mal. Quizás había estado tan absorta en tratar de volver a aprender sobre sí misma que no se había tomado el tiempo de estudiar el idioma de Draco. Y por primera vez, Hermione se preguntó cómo sería si lo hubiera hecho. Cómo cambiarían las cosas si hubiera tenido el poder de desbloquearlo, de ver, sentir y ser todo lo que Draco era.
El miedo acompañó esa curiosidad porque era demasiado para pensar.
Hermione sabía que ya no vería lo que quería ver en Draco y nunca se sentiría de la forma que quería sentir por él. Ella sería capaz de mirar más allá de toda la renuencia, la ira, la terquedad y ver la raíz de sus problemas: sus problemas con ella. Sería capaz de sentir todo lo que él sintió, pero que nunca mostraba. Y a juzgar por la mirada en sus ojos, probablemente sería demasiado para ella.
Pero eso no fue suficiente para hacerla cambiar de opinión o evitar que bajara los dos últimos escalones hasta quedar cara a cara.
Y su rostro. Bueno, no estaba feliz, por decir lo menos.
—Esto no tiene nada que ver con eso y tiene mucho que ver con el día de hoy.
Ahora, estaba confundida de nuevo.
—¿Qué paso hoy?
Draco apretó los dientes.
—No actúes como si no lo supieras —cerró los ojos por un segundo y se pellizcó el puente de la nariz—. Adelante, solo dilo.
El tono derrotado de su voz la alarmó.
—¿Que qué?
—Solo dime lo que viniste a decirme —Draco le dijo con los dientes apretados—. Dime que tú y La Comadreja reavivaron lo que sea que tuviesen en el pasado. Solo dilo y termina con eso.
—¿De eso se trata? ¿De Ron? —preguntó Hermione con asombro.
—No es lo que sé; es lo que vi...
Y su reacción tuvo perfecto sentido.
—Es posible que hayas visto eso, pero no lo viste todo. No me viste alejarlo. Ni decirle que no podíamos ser lo que alguna vez fuimos.
Si Draco estaba sorprendido, no lo demostró. Sus dedos se flexionaron a los lados, eso fue todo y ella ni siquiera sabía lo que eso significaba.
—No soy... —Hermione se calló para reunir las palabras que amenazaban con derramarse—. Si incluso estuviera considerando volver con Ron, ¿por qué vendría aquí?
Draco parpadeó dos veces.
Hermione miró al suelo y tomó un respiro antes de levantar los ojos de nuevo hacia él.
—No soy la misma Hermione que era a los dieciocho. Ni estoy segura de quién soy —Hermione no podía creer que le estaba contando a Draco todo eso, pero al mismo tiempo, esta charla parecía muy necesaria—. Quiere algo que yo no puedo darle. Quiere una familia, quiere una esposa, quiere hijos... Y yo no quiero nada de eso ahora.
Draco miró a sus pies.
No iba a decir una palabra, pero estaba bien, porque era su turno de hablar.
—No hay progreso en la perfección, así que no lo quiero —ella le dijo con seriedad—. No quiero palabras, solo acciones. Estoy en un viaje hacia la recuperación y el redescubrimiento y quiero a alguien que también lo esté. Alguien que me haya visto en mi peor momento y todavía se quede. Quiero luchar, porque eso nos hará más fuertes y nos conectará más profundamente.
—¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, mirándola por primera vez.
Maldita sea, esto era difícil. No era de extrañar que Draco estuviera furioso. Hermione solo quería dejarlo ahí e irse, pero no lo hizo. Quería gritarle como él le había gritado a ella y probablemente por la misma razón: estaba arriesgando el poco control emocional que tenía y era malditamente aterrador. El hecho de que hubiera sentimientos no significaba que hubiera garantías de algo. Y él estaba allí, haciéndola sentir cosas peligrosas que no necesitaba ni quería. Ahora que sabía lo que sentía, Hermione se dio cuenta de que esos sentimientos habían estado ahí más tiempo de lo que ella creyó.
Maldita sea, si él podía ser honesto, a su manera, entonces ella también podría serlo.
—Necesitabas saberlo.
Él pareció entender el significado de sus palabras y las líneas duras de su rostro comenzaron a suavizarse. Sus manos se relajaron y en ese momento parecía la personificación de la claridad.
—Tú…
—No estás solo... Con tus sentimientos —Hermione tiró de la parte de abajo de su camisa para evitar arrancarse el cabello—. Tú... Tú me importas.
Y el silencio que siguió de declaración fue incómodo. Quería arrojarse sobre un caldero hirviendo. Hermione cambió su peso de un pie a otro, metió las manos en los bolsillos y esperó a que él dijera algo. Por extraño que pareciera, apenas podía mantener el contacto visual y pasó los momentos de silencio alternando entre Malfoy y el suelo de mármol. Pareció que pasó una eternidad antes de que Draco volviera a hablar.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir?
—Bueno, no lo sé. Esperaba que dijeras algo en respuesta, cualquier cosa —Hermione se mordió el labio—. ¿Cambiaste de opinión?
Draco levantó la cabeza hacia el techo y cerró los ojos por un momento antes de hacer contacto visual con ella.
—Sería más fácil si lo hubiera hecho, pero no. No lo he hecho —ella estaba genuinamente sorprendida por la honestidad en su voz—. Estoy seguro de que es demasiado tarde para eso.
—No eres el único que está asustado.
—No tengo miedo —le dijo.
—¿No? —Hermione continuó jugando con su ropa—. Realmente esperaba que lo estuvieras.
—No, no lo estoy.
—Yo estoy terriblemente aterrada —Hermione espetó porque cuando realmente se abría con alguien, lo hacía por completo—. No esperaba nada de esto. Yo no me desperté esta mañana sabiendo sobre mis sentimientos… Por ti…
—Granger…
Draco sonaba muy incómodo, pero ella ya no podía parar.
—Es difícil de explicar —Hermione negó con la cabeza—. No estoy lista para esto.
Él resopló sin humor.
—Ya somos dos.
Fue un raro momento de honestidad entre ellos y Hermione no pudo evitar el hecho de que había sucedido de forma natural. Ella tampoco pudo evitar sentirse aliviada de que él entendiera cómo se sentía.
—No he pensado en mis sentimientos en mucho tiempo. Siempre ha habido algo más, alguien más que me necesitaba. Simplemente, no he tenido tiempo para mí. Y ahora que lo tengo, es extraño razonar sobre mis deseos y necesidades.
—Así que, ¿qué haremos? —Draco murmuró un poco incómodo.
—Qué pareja tan disfuncional somos. Imperfectos e incompletos; no estamos donde necesitamos estar. Ninguno de los dos quiere esto, ninguno de nosotros realmente necesita esto, pero aquí estamos... Y no podemos movernos.
Escuchó la frustración en su suspiro y entendió exactamente cómo se sentía.
—¿Dónde estamos, exactamente, Granger?
Ella se encogió de hombros.
—En una bifurcación en el camino, supongo.
—¿Una qué?
—Hay dos caminos que podemos tomar ahora. Podríamos ir a la derecha e ignorar todo lo que se ha dicho en la última semana... O podríamos ir a la izquierda y tratar de resolverlo... —se calló, dejando la última palabra en el aire.
Juntos.
—¿Qué camino quieres tomar? —preguntó Hermione.
Porque tuvo la sensación de que una vez que tomaran la decisión, no habría vuelta atrás.
—¿En qué dirección quieres ir? —Draco respondió.
Y tomó su decisión sin pensarlo dos veces, pero se estaba ahogando en la ansiedad.
—Izquierda, tal vez.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Cuarta parte: El descenso a la locura
Izquierda.
Ella quería ir a la izquierda.
Draco no sabía qué pensar.
No se suponía que ella fuera la que tomara la decisión, al menos, no tan rápido. Hermione había sido la que estaba asustada como para dar un paso adelante porque no quería cometer un error. Y allí estaba, frente a frente, diciéndole que quería ir a la izquierda. Mientras reflexionaba, su mirada nunca se apartó de ella. Sus ojos estaban fijos en sus horribles zapatos y su cabello colgaba de una forma que él ni siquiera podía verle el rostro. Probablemente, eso era algo bueno.
Draco parecía no poder borrar la expresión atónita de su propio rostro.
La derecha era más fácil, pero la izquierda era... Más gratificante. Pero eso lo podría en conflicto con su carácter, aunque tenía sentimientos por Granger. Era una locura. No esperaba este repentino giro de los acontecimientos.
—¿Y tú? —ella lo estaba mirando de nuevo—. ¿Qué quieres, Draco?
Y se maldijo a sí mismo porque siempre se sentía como si estuviera al borde de la locura cada vez que ella lo miraba de esa forma.
—Pero…
Hizo sonar sus nudillos y murmuró torpemente.
—Es un poco más fácil cuando no piensas tanto en eso.
¿Sin reflexionarlo? La miró como si se hubiera vuelto loca. ¿Cómo no podía cavilar cuando estaba tan lejos de su zona de confort?
—Al menos uno de nosotros tiene que razonar en esto. Es una locura. Nunca funcionará porque somos todas esas cosas...
—Tienes razón, pero nunca dije nada sobre no trabajar. Solo dije que deberíamos intentar resolver las cosas. ¿Quién se está adelantando ahora? —se suponía que debía sonar sarcástica, pero el nerviosismo en su voz era dolorosamente obvio.
—Me gusta la estabilidad.
—A mí también.
—Me gusta la certeza.
—Nada en la vida lo es, ambos lo sabemos.
—Pero…
—No eres un vidente, Draco. No puedes predecir el futuro —él abrió la boca para discutir, pero ella lo hizo callar—. De nuevo, dije que deberíamos tratar de resolver las cosas.
—Mira… —intentó interrumpirla de nuevo, pero ella estaba tan cerca que no podía pensar.
—Tal vez no soy la única que tiene miedo...
—No estoy asustado.
—Sé muchas cosas y estoy... Sintiendo muchas cosas que no he sentido en mucho tiempo, pero escúchame. Tú me importas y yo te importo. Eso es todo lo que tenemos ahora, pero no creo que necesitemos nada más en este momento. Sé que es más complicado que eso. Sé que somos más complicados que eso.
Él resopló de acuerdo.
—Sé que no soy exactamente la persona más fácil por la que tener... Eh sentimientos, pero tú tampoco lo eres Draco. Tienes tantos problemas y no dices las cosas. Sé que ninguno de los dos está listo, pero… —Hermione se calló—. Si he aprendido algo en los últimos meses, es que tienes que arriesgarte. Me arriesgué contigo cuando te conté lo que sucedió entre Harry y yo. Tú te arriesgaste conmigo después de que tu padre murió.
—¿Y exactamente cuál es tu punto? —Draco preguntó en voz baja.
—Todo lo que digo es que no debes descartar a las personas tan rápido. Pueden sorprenderte —lo miró significativamente y agregó—. Podría sorprenderte.
Muy tarde. Hermione lo había sorprendido al punto que se quedó sin habla.
Sus pies estaban ahora a medio camino del escalón; ella estaba demasiado cerca. Estaba temblando, pero su voz era fuerte.
—¿Izquierda o derecha, Draco? Porque no estoy segura de cuánto tiempo pueda estar aquí, esperando algo que ni siquiera debería estar deseando. No estoy segura de cuánto tiempo tengo antes de comenzar a analizar esto en exceso... Y tú también.
Draco quería analizar esto a muerte. Y habría podido hacerlo si ella no hubiera estado allí, pidiéndole que se arriesgara con ella. Podía pensar, si no se hubiera alarmado por el mero hecho de que Granger, la personificación del miedo, estaba tomando esto con mucha más calma. Y decidió que si ella podía ser honesta y abierta, sin temor a ser juzgada; si ella iba a intentarlo sin pensar… Entonces tal vez él también podría hacerlo. Porque lo quería. Y lentamente, aunque nada más que por su propia persistencia, logró una especie de equilibrio, le respondió.
Pero no lo hizo con palabras.
Él respondió alcanzando su mano que estaba tirando de la parte inferior de su camisa. La tomo y la cubrió con la suya, sintiéndose un poco estúpido a pesar de haberlo hecho antes. Pero lo quería. Él la quería. Él era estúpido y esto era estúpido y… Los ojos de Granger se cerraron casi involuntariamente. Y se quedó congelado. Ausentemente, paso las yemas de sus dedos por su mejilla y ella se estremeció y él no estaba seguro si fue un estremecimiento de miedo o algo más. Tenía las mandíbulas apretadas, los labios fruncidos y los ojos entrecerrados. Fue una mirada de pura valentía, pero Draco sabía la verdad. Su lenguaje corporal y sus lágrimas no derramadas gritaban su verdad.
Ella estaba asustada.
Cuando inclinó su barbilla, los ojos de Hermione se abrieron de repente y allí estaba de nuevo. Esa sensación. Esa mirada. Intentaba hacerlo de nuevo. Leerlo, conocerlo, entenderlo, verlo. Ella estaba tratando de observarlo, probablemente por las mismas razones por las que él estaba tratando de observarla; para buscar una duda, una excusa, una razón para evitar dar el mayor paso de su vida. Un salto que no estaba dispuesto a dar.
Draco no sabía qué era peor, el hecho de que ella no había visto nada que la hiciera alejarse o el hecho de que él tampoco hubiera encontrado nada. Porque había un millón de razones por las que no deberían dar ese paso y solo una razón por la que debería hacerlo.
Murmuró las pocas palabras que le dieron el escape perfecto, Hermione pareció dudar solo por un breve momento antes de inclinarse hacia él. Cuando Draco asintió en respuesta, ella se mordió el labio. Era obvio que ella no estaba haciendo esto sin miedo. Pero en ese momento, mientras la miraba, supo que se estaba volviendo loco.
Draco quería esto, más de lo que creía. Y se inclinó lo suficiente como para rozar sus labios contra los de ella. Draco podía sentirla temblar, pero ella no se movió ni respondió. Hermione solo respiraba y temblaba como un ratón bajo la caprichosa garra de un gato. Su mano se movió de la de ella y la puso alrededor de su cintura para acercarla más. Draco no pudo evitar la sensación de que Hermione se sentía pequeña y frágil. Sintió que la iba a romper.
Quizás lo haría algún día.
O tal vez ella lo rompería.
Cuando ella lo busco, Draco predijo, para su total consternación, que sería lo último.
Recordó el día en que la había aplastado. No había sido su intención, pero eso era lo que había sucedido. La había apabullado, pero al mismo tiempo, había terminado encendiendo una llama que crecía y se extendía silenciosamente. Para cuando lo notó, era un incendio demasiado grande como para contenerlo. Y ahora, estaba de pie ante ella con la piel chamuscada, cenizas en la boca y hollín en los dedos.
Ahora, estaba ante ella, derrotado.
Cuando sus labios rozaron los de ella por segunda vez, Hermione se veía tan incómoda como él se sentía. No era más que piel pálida y rasgos helados, pero al menos tenía los ojos cerrados. Y nuevamente, ella se quedó allí, sin moverse ni responder. Pensó en poner fin a los incómodos casi besos, como excusa de su parte, por la falta de respuesta por parte de ella y por la aprensión por ambas partes.
Pero dejó el pensamiento a un lado y la besó, tomándose su tiempo. Sintió su pequeño jadeo y no dejó que su rigidez lo disuadiera. La forma en que sus labios se movieron sobre los de ella fue controlada, decisiva, pero aún vacilante. Estaba calculando, familiarizándose con una situación extraña y mentalmente quitando todo significado a sus acciones. Eso no importaba.
Pero al mismo tiempo lo hacía.
Y cuando comenzó a besarla honestamente, profundamente, sintió una lágrima rodar por su mejilla. Y cuando ella comenzó a responder, le devolvió la sinceridad y sintió como si le hubieran quitado un peso de encima. Ella tocó su hombro y luego le agarró la mano. Draco trató de ignorar lo fuerte que estaba temblando, pero no pudo.
Ella estaba asustada.
Tan asustada.
Pero él también.
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Notas: Mis idiotas preferidos por fin dejaron sus tonterías de lado y decidieron ser sinceros. La verdad no sabía si publicar aquí los capítulos, ya que FF ha estado dando problemas y no notifica absolutamente nada… Pero al final decidí que mejor los publicaba, porque ajá, tenía que cumplir con mi calendario.
Link historia original: www . fanfiction s/4172243/1/Broken
Naoko Ichigo
