Capítulo treinta

El Duque revisaba una y otra vez los documentos que su mayordomo envió hacia algunas semanas y que finalmente llegaron a sus manos, decir que estaba sorprendido era poco, apenas y podía creer lo que veía, ¿Cómo era posible?, peor aún, ¿Por qué nadie se había dado cuenta antes?

―me sentiría mal de leer correspondencia ajena, si dichas cartas no fueran la llave del porque la vida de mi familia ha estado en riesgo desde hacía tantos años, muchos más de los que sabia incluso.

―no puedo más que estar de acuerdo Richard, todo esto podría considerarse material para una traginovela romántica, si no fuera por la férrea intención de la protagonista de acabar con todo el legado de los Grandchester, ―aportó Albert.

―yo sabía que el tío Lord Rupert Grandchester, era el destinado a ser el próximo Duque, por ser el primogénito, pero al morir en un accidente, fue mi padre Henry Grandchester, quien se convirtió en Duque, lo que nunca imaginé, fue que había algo más detrás de su muerte.

―no podemos ignorar lo que dicen las cartas, por lo que se entiende de ellas, Lord Rupert, sostuvo un romance con Lady Maura, la tía de Harriet, tu difunta esposa, en las cartas no se puede negar que llevan muchas palabras de cariño y respeto, por lo que no se comprende que sucedió, ―comentaba Albert.

―bueno, al menos hasta que logras avanzar en la lectura de estas y encuentras una carta de la madre de Harriet, ―explicaba Richard.

― ¿una carta de tu ex suegra?

―pues mírala tú mismo.

Los hombres sintieron pena por Lady Maura al darse cuenta de la trampa tendida por su propia hermana para desacreditarla frente a Lord Rupert, pero lo más cruel, fue que este creyó en las venenosas palabras de la que era su cuñada y se alejó de quien hasta ese momento era su enamorada.

―Lord Rupert fue demasiado desalmado con ella en esta carta, ―observó Albert, con el papel en la mano.

―puedo decir que evidentemente Lady Maura pensó igual, pues a los pocos días mi tío murió.

―obviamente nadie sospecho nada, si no me equivoco, ―afirmó con certeza Albert.

―tal como imaginas, nadie habría relacionado nada, incluso yo no lo haría, si no fuera porque justo después de la horrible carta que el tío envió a Lady Maura, estaba como resguardándola el recorte de un periódico, en donde aparecía la nota de su muerte, no conforme con eso, también estaba otro recorte de periódico, pero en este se anunciaba la muerte de la madre de Harriet, ―explicó el Duque.

―también se desquitó de su hermana, comprendo la crueldad que cometieron con ella, pero, ¿asesinarla?

―podría ser todo una coincidencia, si ambas muertes no fueran tan similares, peor aún, todavía más macabro es que casualmente Harriet murió en iguales condiciones, ―completó sus sospechas Richard y recordó entonces el ataque contra Terry en el que Albert resultó herido y analizo los hechos, las tres personas fueron encontradas muertas en forma similar, uno en un lago y dos en una bañera, en la que aparentemente se ahogaron.

― ¿cree que sea lo mismo que recibí en el ataque dirigido a Terry?, ―adivinó sus pensamientos el rubio mayor.

―pensaría que sí, míralo de esta forma, estabas totalmente inmóvil, si hubieras caído al rio habrías muerto ahogado, al igual que todos ellos, tío Rupert supuestamente cayó de su bote, en medio del lago en el castillo de Grandchester, cuando él nunca había tomado siquiera un paseo en él, y tanto Harriet como su madre murieron de forma similar, pero dentro de la tina de baño.

―ni me lo recuerdes, vi mi muerte con total impotencia, si no hubiera sido por mi pequeña…

―comprendes ahora, ante tal situación fue normal que nadie diera dos pensamientos al hecho, pues todos asumieron que seguramente se golpearon y quedaron inconscientes provocando que se ahogaran, pero y si no fue así, que tal si con ellos se usó el mismo fármaco que trataron de usar con Terry, el cual te mantuvo inmóvil por tantas horas, siendo incapaz de defenderte.

Un frio mortal recorrió a Albert, imaginando la horrible muerte de esas personas, agradeciendo nuevamente al cielo y a su pequeña por haberlo salvado.

No tenía evidencias, solo especulaciones, pero todo era posible, Richard no sabía cómo Lady Maura logró acceder al castillo de Grandchester y drogar a su tío, aunque no le quedo duda que tenía fácil acceso a su hermana y sobrina, nada podía hacerse ahora, solo podía usar sus sospechas para tratar de protegerse aún más, era obvio que esa mujer tenía una vendetta contra su familia.

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―cuídate mucho Flamy.

―no te pongas sentimental Andrew.

―eres muy valiente, te admiro, sé que no logramos ser amigas y que posiblemente nunca lo seremos, pero eso no significa que no te respete por tu fortaleza y tenacidad, te deseo lo mejor y pediré por ti y tu bienestar siempre en mis oraciones, no te quito más tiempo, adiós.

―espera Candice, ―la rubia detuvo su camino y se volvió hacia la joven pelinegra, ―tienes razón en que nunca coincidimos, pero también debes saber que te ganaste mi respeto, aunque nunca comprenda y acepte del todo tu forma de ser, admito que haces muy bien tu trabajo y tu dedicación a la hora de realizarlo es innegable, así como me enfrentaste a mí, hazlo con cualquiera que trate de decir lo contrario.

―tus palabras son más que bienvenidas, nuevamente te pido que te cuides, el campo de batalla es un lugar demasiado peligroso, aun así, debes saber que en otras circunstancias yo también me habría ofrecido a ir al frente, nuestra ayuda allá es más que necesaria.

Las jóvenes se despidieron, compartiendo una agradable sensación, nacida de la charla sincera que sostuvieron, manteniendo ambas su esencia, pero reconociendo y valorando la de la otra, sin intentar cambiarla.

El día anterior se les había llamado a todas las enfermeras que se preparaban en la especialización de cirugía, para preguntar quien se ofrecía de voluntaria para ir al frente, la guerra estaba causando mucho daño y se necesitaba personal médico y enfermeras, Flamy se ofreció sin titubear, pero no solo ella, otras dos estudiantes se habían apuntado también.

Candy se había despedido de todas, pidiendo le escribieran cada que pudieran, recordándoles que tenían mucho por lo que volver.

Aunque la parte profesional de Candy se sentía culpable por no ir al frente a ayudar, se recordó así misma que allí también era necesitada y que por mucho que su vocación le exigiera ir, su deber primero estaba con su familia, con su esposo, con sus seres queridos, quienes no merecían estar muriendo de preocupación por su bienestar.

―Candy, ―llamo la jefe de enfermeras, acercándose a la pecosa.

―dígame señora Morgan.

―tu hora de salir paso hace varios minutos, retírate, tu pobre esposo debe llevar buen rato esperando por ti.

―gracias, solo entrego estos expedientes.

―dámelos, yo continuo.

Candy se fue a cambiar, saliendo a los pocos minutos con un precioso vestido, apenas y salía del hospital cuando ya Terry se acercaba a ella para acompañarla y abrirle la puerta del coche.

―lo siento Terry, ¿te hice esperar mucho?

―no tanto pecosa, no te preocupes, tú también sueles esperarme y muchas veces por horas durante los ensayos, además sé que estás haciendo un trabajo muy importante, no me harías esperar si no lo fuera, ―un beso trono en la mejilla del castaño, por una sonriente Candy.

―te amo Terry, ―la pecosa suspiro más enamorada que nunca.

―Candy…, te amo.

―vamos a casa.

―hoy no pecosa, usted y yo mi bella dama iremos de paseo.

―pero…, se preocuparán, tú sabes…

―ya avisé en casa amor, además siempre estamos siendo cuidados, ―Terry arrancó el coche y en efecto un par de vehículos avanzaron al mismo tiempo.

Al cabo de unos minutos llegaron a un acogedor restaurant, fueron llevados a la segunda planta, en donde se ubicaron en una terraza con vista al mar y a la ciudad.

Terry descubrió ese lugar hacia poco y se encargó de reservar la segunda planta solo para ellos, por lo que además de algunos de los escoltas que se sentaron a comer en algunas mesas suficientemente alejadas, no había más clientes allí.

El resto de la escolta se quedó afuera, vigilando que no hubiera peligros, todos se tomaban muy en serio su trabajo, muchos de ellos habían estado al borde de la pobreza cuando fueron reclutados por George, no tardo en ver su capacidad y entrenarlos en lo que les faltara.

Mas que un trabajo, para ellos era la dignidad, de por fin estar recibiendo un digno salario y siendo cuidados, porque sus patrones estaban siempre pendientes que no se sobrepasaran sus turnos de trabajo, que tuvieran sus alimentos en su hora, nadie nunca antes se había preocupado tanto por un trabajador.

Ahora sus familias prosperaban, por lo que su lealtad era infinita, incluso aquellos que habían venido con Richard, quienes tenían años de tradición de servicio, veían que estos hombres competían en su disciplina a la hora de cumplir con su trabajo.

―oh Terry, es tan hermoso.

―para que veas que tu Romeo también tiene una vena romántica.

―lo eres y mucho más de lo que le muestras a los demás, de hecho, el Romeo de tu obra se queda corto comparado contigo, siempre eres atento, estas pendiente de lo que necesito, incluso antes que yo, me demuestras tu amor a diario y estas lleno de bondad, aunque disimules con tu arrogancia, veo a través de ti, conozco al verdadero Terry, ese que es solo para mí.

―en eso tienes razón, mi corazón es solo para ti Candy, para nadie más.

Envueltos en su burbuja apenas y registraron la presencia del camarero, quien tomo sus órdenes, sintiéndose culpable de interrumpirlos.

Al volver a quedar solos una suave melodía comenzó a sonar, Terry no perdió oportunidad y se puso de pie frente a Candy, tomando su mano la sacó a bailar, la pareja parecía deslizarse al compás de las notas, en un acercamiento tan intimo que, si no fuera por la poca iluminación, habría sido escandaloso.

Al terminar la melodía regresaron a la mesa, justo a tiempo para que se les sirviera la comida.

―siento como si estuviéramos en una ocasión especial, como si festejáramos algo.

―estar a tu lado es la razón más importante para festejar, pero ahora que lo dices, te pido perdón.

― ¿perdón?, ¿Por qué?

―por tenerte tan abandonada, estamos jóvenes, nos amamos, deberíamos tener momentos y salidas así más a menudo, ―respondió un apesadumbrado Terry.

―hey, no digas eso, tampoco es que no me dedicas tiempo, ambos tenemos responsabilidades, es lógico que no podamos salir a diario, aun así, ya sabes que siempre compartimos tiempo juntos, un tiempo nuestro.

―pero no es suficiente amor, tu mereces que te presuma, que te invite a compartir veladas románticas, no solo estar juntos en la privacidad de tu habitación, aunque aclaro amo eso y te agradezco que me lo permitas, ―completó eso ultimo casi susurrándolo en su oído, en el cual depositó un tentador beso.

―Terry…

―te amo Candy, solo mantenlo presente siempre.

Una urgente necesidad de besarse surgió en ambos, conformándose con apenas un dulce beso, por mucha privacidad de la que dispusieran, Terry no expondría la reputación de Candy, si bien todos sabían que estaban casados, no sería muy bien visto que se besaran como necesitaban.

Además, si bien él era un caballero, también era un hombre y desde siempre su amor por su pecosa era equivalente al deseo que ella despertaba en él, aún tenía frescos los recuerdos del festival de mayo, de como por más que trato de ser un caballero y voltear la mirada, por el contrario, se quedó congelado en su sitio, disfrutando de todo el espectáculo.

Aun así, durante todo este tiempo el mismo amor por ella impedía que siquiera intentara pensar algo más que pudiera manchar su inocencia, la respetaba más allá de sí mismo, pero…, pero resulta que no es de palo, es un joven, al fin y al cabo, así que por mucho que mantuviera su resolución, poco a poco se estaba dando cuenta, que ambos estaban necesitando mucho más.

Habló con sus padres y con Albert, no quería esperar más, él estaba obteniendo todo el éxito que una vez ansió, lo que también significaba que ahora sería más que capaz de poder cuidar de ella, como un esposo lo hace, tal vez no con el nivel de vida que ambos gozaban actualmente, pero el punto era que tenía la capacidad para proveerla.

Pidió ya formalizar la boda religiosa, no le parecía ni justo, ni necesario seguir en la espera, para sorpresa de todos fueron la tía abuela, Sofía y Eleonor quienes le apoyaron, no viendo la necesidad de una espera más larga, ahora solo tenían que preparar todo.

Después del postre la pareja estuvo lista para irse, no olvidando llevar la comida para los escoltas que estaban afuera.

―ha sido una maravillosa noche, ―comentó Candy con una radiante sonrisa.

―lo vales, trataré de que podamos repetirlas más a menudo.

―eso sería estupendo, ¿crees que estará todo listo a tiempo?

―más les vale que sí, no pienso irme de gira sin ti, ya les dije que soy capaz de llevarte a la primera capilla que encontremos si no se apuran.

―ja, ja, ja, ja, que exagerado eres.

―oh, ellos saben que no bromeo, ―respondió el castaño, dándole una intensa mirada que provoco un remolino de sensaciones nacidas en el vientre de ella y que además le secaron la boca.

Al llegar a la mansión ya todos se encontraban charlando en el salón, degustando un té, sonrieron al verlos, pero no hicieron ningún otro movimiento de reconocimiento por su presencia, ellos se sentaron en un sofá, para unirse a la conversación, era todo tan cotidiano y a la vez hogareño, que no podían más que agradecer poder compartirlo.

Horas más tarde Candy se encontraba en su tocador, terminando de prepararse para dormir, Terry peinaba sus rubios cabellos, disfrutando del efecto de estos al volver a rizarse una vez el cepillo terminaba de pasar.

Hacia un rato ella había hecho lo mismo con su castaño cabello, peinándolo con mimo, aprovechando a disfrutar de su sedosa textura entre sus dedos, en ese momento Terry termino con el ultimo mechón y ella se volvió a darle un suave beso, al terminar sintió perderse en sus brillantes e intensos zafiros.

No supo si era por la emoción de la noche, por la intimidad de la habitación, pero de pronto ella se adueñó nuevamente de su boca, colocando una mano entre sus castaños cabellos, acercando su cabeza más, abrió sus labios, como tantas veces lo había hecho en el pasado, haciendo que los diques que mantenían firme a Terry se soltaran.

Los besos ahora dominados por el castaño tenían apenas pausa solo para tomar un respiro, Candy tardó un poco en darse cuenta de que ahora estaba literalmente sobre Terry, sentada a horcajadas sobre él, una pierna a cada lado, sus pequeñas manos dentro de su camisa, acariciando, conociendo por primera vez la sensación de sus dedos dibujando el camino de su clavícula.

El embriagador placer que la recorría la tenía nublada, pero el pudor de pronto se hizo cargo, haciéndola darse cuenta de sus acciones, sintiéndose tremendamente avergonzada, detuvo sus caderas, las que no se había dado cuenta que estaba moviendo frenéticamente contra él.

La mirada de pánico de las bellas esmeraldas de su pecosa lo hicieron ver que tenía dos opciones, tomó la que sabía que ella necesitaba, no iba a permitir que Candy se sintiera avergonzada por las expresiones naturales de su amor, ella era tan apasionada como él y eso era algo que amaba.

Tomo su pecoso rostro entre sus manos y comenzó a repartir besos a lo largo de sus mejillas, su nariz, sus parpados, hasta que sintió que la respiración de ella se calmaba.

―no te asustes amor, supongo que debimos conversar hace mucho, es solo que…

―Terry yo…

―te amo Candy, no sabes lo feliz que me haces al ser como eres y expresar tu amor sin medidas, pese a lo firme de tus enseñanzas, recuerda también que legalmente eres mi esposa, por lo que no has hecho nada malo, no lo olvides y pronto amor, muy pronto no vamos a tener que detenernos.

Terry acomodo a Candy, sentándola en su regazo al estilo novia y comenzó a cantarle suavemente una canción que hablaba del amor, calentando tiernamente su corazón.

―un día entonces quiero que me enseñes, que aprendamos juntos todo sobre esa parte maravillosa que será nuestra vida como esposos, te amo Terry.

Continuará…

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Hola, se que no tengo perdón por tardar tanto en actualizar, en mi defensa solo puedo presentar el capítulo y espera lo disfruten.

Infinitas gracias por su apoyo y comentarios, feliz día, bendiciones.