Ayer subí el primer shot de los siete que planeo subir para festejar el Pokéshipping Day. Sinceramente, me faltan dos shots para lograrlo, pero pondré todo mi esfuerzo en lograrlo. El shot "o" fue muy corto e intenso, al menos así lo sentó, pero este y los dos siguientes serán más alivianados, así que espero los disfruten mucho y nos reencontremos en este mundo de fans de Pokémon, aunque Ash ya no esté... Y muchos de nosotros, tampoco.
Placer
Las manecillas del reloj no dejaban de anunciar sonoramente el correr de los minutos que transcurrían en esa gélida noche invernal, al tiempo que el viento agitaba con violencia la ventana de esa habitación donde se encontraba; sin embargo, ninguno de esos ruidos era el culpable del insomnio que la acomedía. Sabía, gracias al tic tac de ese fastidioso objeto ubicado en la mesita a lado de la cama, que ya era pasada la medianoche y que, a esas horas, el cansancio de su cuerpo debería haberla hecho caer en los brazos de Morfeo, tomando en cuenta toda la actividad que realizó a lo largo del día, más el sueño no lograba alcanzarla por calientes y cómodas que fueran las frazadas con las que cubría su cuerpo.
Eso era extraño puesto que, sin contar el quejido del viento, nunca le resultaba difícil dejarse llevar por la tranquilidad que le proporcionaba Pueblo Paleta, su lugar favorito del mundo y refugio desde diez años atrás; la mayoría de las veces que se instalaba ahí, sólo bastaba con poner la cabeza en la almohada para perderse en sus sueños y fantasías y olvidarse del mundo y sus problemas hasta pasado el mediodía y, si por alguna razón llegaba a trasnochar, era debido al bullicio y exaltación que generaba estar en buena compañía, llegando a vivir pequeñas fiestas improvisadas en compañía de sus amigos.
Sin embargo, su insomnio no se debía a nada más que a los feroces pensamientos que invadían su mente, repitiéndose en un bucle que no amenazaba con dejarla en paz, advirtiéndole que mientras menos durmiera, más corta se haría la noche, trayendo la mañana consigo y con ella una despedida, que quizás, esta vez, si fuera la última. La ansiedad perlaba de sudor su frente, a pesar del típico frío decembrino, y la hacía respirar entrecortadamente, ocasionándole un cuadro que hacía años creyó vencer… Estaba entrando en pánico, y no sabía que hacer… Así que, despojándose de las frazadas, se incorporó en la cama y comenzó aquel ejercicio de respiración que de niña aprendió. Tenía que calmarse… No tenía otra opción… Sobre todo, no quería tomar la otra opción.
Cinco minutos pasaron cuando sintió su cuerpo relajarse por lo que, dispuesta a acomodarse de nuevo en la cama y comenzar su encomienda para dormir, maldijo entre dientes al escuchar un suave golpe en la puerta de la habitación; respiró profundamente y esperó unos segundos para levantarse a abrir, sin embargo, al no escuchar de nueva cuenta que alguien le llamara, creyó que el cansancio era quien la hizo escuchar tal ruido. No era así, ya que otro golpe, un poco más fuerte que el anterior, le alertó que seguían esperando tras la puerta; tiró la ropa de cama a un lado y se calzó de las pantuflas que yacían listas para su uso, caminó hacia la puerta rogando que fuera Delia la que interrumpiera sus sueños… Pero, la suerte nunca estaba de su lado.
-¿Te desperté?- Del otro lado de la habitación, el chico de azabache cabello se encontraba nervioso de su reacción, siendo conocedor que las horas de sueño eran sagradas para ella y que, quien la despertara, sufría todo el día de su mal humor- Te juro que no iba a volver a tocar, sólo iba a esperar unos segundos más y si no salías, iba a regresar a mi habitación- El sonido de su voz y la inquietud en sus ojos demostraba, que así como ella, el sueño lo había dejado en el olvido, dándole una noche en vela; tal vez por las mismas razones, pero Ash al menos había tenido el valor de ir a buscarla para alivianar lo que fuera que rondaba por su mente, algo que ella se propuso no hacer.
-No te preocupes, no he podido pegar el ojo en toda la noche y por lo visto tú tampoco. ¿Quieres platicar? Podemos bajar a la…- Su propuesta de instalarse en el sofá de la sala murió en sus labios, cuando sorprendida vio al chico pasar sobre ella e instalarse cómodamente en el colchón. Con un ligero suspiro y una pequeña sonrisa acomodada en su rostro cerró la puerta tratando de hacer el menor ruido posible para evitar que la única persona de la casa que seguramente dormía fuera perturbada. Caminó sobre los dedos de sus pies, dando la ligera impresión de flotar sobre el suelo de madera, el cual crujiría si caminara con más fuerza; con inercia movió su cabello tras sus orejas y con discreción sus ojos escudriñaban al chico que la esperaba con paciencia en el borde de esa cama de invitados, a la cual, todos habían renombrado "cama de Misty".
El rostro de Ash apenas se vislumbraba en las sombras de la noche, siendo iluminado únicamente por aquellos rayos de luna que se filtraban por la ventana, su cuerpo, lejos de la época en que viajaban juntos, se erguía demostrando una serenidad que no tenía, pues el incesante movimiento de su pie derecho lo delataba. Viéndolo así, no pudo hacer más que acallar sus miedos y pensamientos, por lo que aceleró el paso y se sentó frente a él, brindándole la sonrisa que siempre componía cuando era el momento de decirse adiós; una sonrisa que hacía la idea de despedirse más sencilla, pues otorgaba la esperanza de colorearse ante su regreso.
No obstante, esta vez aquel gesto que su rostro componía cada que se despedía de su amigo se veía vacío, no albergaba absolutamente nada, no cuando la ilusión de volverlo a ver se había diluido con las palabras que él profesó aquella tarde. Seguramente por ello se encontraba ahí en silencio, buscando el apoyo y confidencia de su amiga, y eso era lo que ella estaba dispuesta a darle; no importaba que tan miserable se sintiera y que las lágrimas se anidaran tras sus ojos, siendo lo que evitó fuera a buscarlo, pues no sería ella quien lo alejara de sus metas, no sería quien lo retuviera por mucho miedo que tuviera a perderlo… No sería ella quien le pediría que se quedara, porque ese no sería su sueño. Porque esa no sería ella siendo su amiga, sería ella siendo la mujer que lo amaba.
- ¿Me escribirás largas cartas contándome absolutamente todo de tu vida, de tu día a día?... ¿Me extrañaras?... ¿Pensarás en mí?... ¿Crees que la distancia y el tiempo cambiara lo que sentimos? - El susurro en el que Ash pronunció esas palabras le confirmó lo nervioso que se encontraba ante el embarque de un nuevo viaje, dejando ver entre un tinte de melancolía una gota de algo que no reconoció, pero intuyó era el miedo que generan las nuevas expectativas. Y ella con gusto lo acallaría, al menos la parte en la que el miedo se externara con respecto a la amistad que creía podría quedarse atrás, en aquella zona conocida como el olvido. Misma que no se olvidaría, pues si el amor que ella sentía por él aún no desaparecía, mucho menos lo haría el sentimiento de esa hermosa amistad.
Con un toque delicado y suave posó su mano sobre la del chico dándole un pequeño apretón que contenía un sinfín de sentimientos que las palabras no podrían expresar; un ligero tacto que aminorara los turbios pensamientos que revoloteaban en la mente de su amigo. Empero, en un sutil movimiento, ese apretón se transformó en una mano aprisionada por las fuertes manos del chico, en una señal que ella interpretó él necesitaba que con palabras claras y precisas le despejara aquellas preguntas, que era imperativo escuchar su voz recalcándole que nunca se podría romper esa relación que los años pasó cimentando, y que el cariño afianzó hasta convertirlo en lo que era en ese momento.
-Tiene que hacerlo, la distancia hará que nos extrañemos más y el tiempo nos hará más sabios. Además, nosotros nunca hemos necesitado estar juntos todo el tiempo, ni hablar a cada hora para saber que somos amigos, siempre has estado ahí cuando te he necesitado y yo… Aunque pasen mil años estaré atenta a cada uno de tus movimientos, a tus triunfos y a tus derrotas, cuando estés feliz o triste o enojado… Yo siempre estaré…- Y esas palabras eran más sinceras que muchas de las promesas que alguna vez hubiera hecho. Ella siempre estaría ahí… No importaba el qué o el por qué… No importaba el cuándo… No importaba nada. Y sí sus palabras no eran suficiente para darle la seguridad de sus sentimientos a Ash, lo haría su abrazo, por lo que retirando con suavidad su mano de la prisión del chico, abrió sus brazos y con fuerza rodeó el torso de su amigo, atrayéndolo a su cuerpo, para poder colocar su rostro en el cuello del muchacho y llenarlo de la confianza y seguridad de lo dicho. De la promesa de sus palabras.
Ash correspondió su abrazo sin un atisbo de la vergüenza que generalmente sentía ante ese tipo de gestos, apretándola con más fuerza de la que ella ejercía, pero sin llegar a lastimarla, en un gesto que le llegó al corazón, sintiendo la dicha que siente cualquier persona al saberse valorara y querida por alguien más, de la manera en que fuera, eso era algo invaluable para ella. Y el que él se sintiera cómodo en sus brazos era un regalo que no pensaba desaprovechar, un acto en el que se quedaría toda la vida; En cambio, él la fue soltando lentamente para dejarla ir, no tanto como para abrir una gran brecha entre sus cuerpos, pero si lo suficiente para que sus rostros quedaran a la misma altura y la conversación fluyera frente a frente.
- ¿Y si no quiero irme? ¿Si me quiero quedar?... ¿Sería tan estúpido rechazar esta oportunidad? - La mano de Ash sin vacilación alguna se dirigió a su rostro hasta posarla en la tenuemente sonrojada mejilla de la chica, haciéndole una suave caricia que se sintió tan íntima, tan irreal… Que la hizo soltar un suspiro por lo bajo y que su piel sufriera un escalofrío que mucho tiempo atrás no sentía. Una caricia que contenía un extraño mensaje que ella no quería leer, porque si no era cierto, la paz que estaba sintiendo se convertiría en un desgarrador dolor. Un tacto que murmuraba más de lo que realmente las preguntas hechas querían interrogar. Poco a poco, dicha caricia fue desvaneciéndose, pero lo sentido por ella sería una marca que siempre estaría presente, sin embargo, la mano de él no regreso a su cuerpo, sino que se quedó acunada en el brazo de ella, dibujando círculos en su piel.
-Sí es por miedo, si… Sería muy estúpido, en particular porque es algo que siempre has querido, por lo que has luchado… - Renuente a perder las caricias que él le proporcionaba, pero inquieta de la magnitud de ellas, con sus manos apartó la de Ash hasta acomodarse en el gesto con el que empezó la interacción de sus cuerpos, obligando a su mente a dejar atrás todo significado oculto que vislumbrará que para él despedirse de ella significara algo más, enfocándose a contestar con honestidad y convencimiento a las dudas que lo encaminaban a rechazar tal propuesta. - Si, te irás, pero no sería la primera vez que lo haces, has viajado más de la mitad de tu vida; eres el mejor en lo que haces, le has enseñado a mucha gente y te has enseñado que todos perdemos, y que a veces ganamos más cuando lo hacemos. Es una gran oportunidad y serías tonto si no la tomas- Lamentablemente, la cara de Ash no expresaba que sus palabras estuvieran causando efecto alguno, comparándose con la sorpréndete desesperación de sus manos por tocarla y abrigarla con ellas, dándole una sensación de extrañeza que la guiaba por un camino que sus palabras aún no tomaban. Tal vez, sólo tal vez, él no quería que lo convenciera de irse -En cambio, si no quieres ir por otra razón, tendrías que pensar si lo vale… Si vale la pena quedarte. Y sí te quedas, saber y aceptar que lo haces porque es lo que realmente quieres y que jamás te arrepentirás por ello…
Con una creciente llama extendiéndose en su pecho, Misty observó como Ash exhalaba un derrotado suspiro ante lo dicho, mostrando con su cuerpo el cansancio que le generaba la lucha que había en su mente; más, en un segundo aquella triste facción en su rostro cambió al frotar la mano contra el mismo, gesto que por un momento le hizo cerrar los ojos, para que al abrirlos mostraran la misma determinación que sus acciones habían tenido a lo largo de su vida. El miedo que la chica sentía y que mantuvo oculto tras esa máscara de serenidad, se esfumó por completo al ver cómo, nuevamente, pudo ayudar al chico a responder a aquellas dudas que las voces en su cabeza estuvieran formulando, facilitándole la elección del camino que se coloreaba ante su futuro.
-No quiero ir… Creí que quería cuando me lo dijeron, hasta brinqué de la emoción, pero fue sólo un segundo, un maldito segundo… Y no es nada comparado con las tantas horas que he pasado tratando de convencerme que es una buena idea- Sin darse cuenta, compuso una expresión de extrañeza e incredulidad… Puesto que nunca imaginó que la decisión tan marcada en las conocidas facciones de su amigo fuera compuesta por la idea de rechazar una oportunidad tan esplendida, que lo haría el más famoso Maestro Pokémon. Fue tanta su sorpresa, que ni siquiera reparó en que, de nuevo, él había colocado la mano en el hueco de su cuello, tomando con delicadeza pequeños mechones de su rojo cabello- Recuerdo que alguna vez me dijiste que si de algo no estoy seguro, lo mejor es decir no… Claro que después me dijiste que el que no arriesga, no gana, es contradictorio ¿no? Pero, entonces me voy a la cama y me doy cuenta de algo… ¡No quiero ir, y no porque tenga miedo! No quiero ir porque no quiero, porque me quiero quedar, porque tengo otro motivo por el cual arriesgarme... Uno que lo vale todo.
El bloqueo de su mente le hacía incomprensible lo que él le decía, ya que no era posible que existiera algo más importante que su trabajo soñado, al menos no para él. No obstante, al percatarse de la duda que asaltaba a la chica, él sonrió con timidez y en un movimiento tan suave que se percibía inexistente afianzó el agarre en su cuello y la atrajo hasta posar su frente en la suya, sacándola de aquel estado inerte en el que se encontraba; conociéndola, tratando de darle sentido a lo dicho. No era claro, ese era el problema, pero al cruzar sus miradas, ella entendió que, quizás, ella era su motivo y lo creyó, lo creyó con todas sus fuerzas, porque desde niña lo había deseado… Porque quería sentir que ese fuerte abrazo en que ahora se encontraba prisionera era la suma de todos sus sentimientos… Porque tenía fe en que los de él fueran tan reales para dejar todo atrás por ella, por esa chica a la que siempre consideró amiga, pero que ahora apartada del mundo entre sus brazos, la hacía sentir que era algo más.
Y así, como había transcurrido los últimos minutos de esa conversación, perdida entre su mente y el cuerpo del chico, no supo en qué momento sus labios se unieron en un tierno beso, tan casto y puro, que al terminarse hizo que de su pecho brotara una risa tan limpia, la más hermosa que jamás hubiera formulado, la cual él acompañó por unos breves segundos, hasta que el deseo y la felicidad de sentirse correspondido lo empujaron a regresar a sus labios y llenarlos de todos esos besos que por muchos años guardó.
El reloj, la ventana, el viento… Los fúnebres pensamientos quedaron atrás en esa noche de insomnio, llevándolos a postrarse en la cama sobre las sábanas mal acomodadas, subiendo la intensidad de sus besos, dando permiso a sus manos a tocar más de lo que nunca habían tocado, a descubrir en sus ojos tantos momentos que los convirtieron en lo que eran. Empero, las palabras también hacían falta, ya que por muy satisfactorio que fueran las caricias brindadas, esa noche era de ellos, y si él había decidido quedarse, no sólo sería esa noche, habría más… Tal vez trescientas sesenta y cinco noches más, quizá toda una vida… Toda su vida.
Por lo que, entre besos esporádicos y caricias afectivas, no saciaron solamente las ansias de sus cuerpos, sino las dudas de sus sentimientos. Rodeada de sus brazos y cómplice de sus risas, ella escuchó con fascinación cómo él describía el instante exacto en que descubrió que la quería, cómo se contuvo por años en hacer o decir algo que delatara lo que sentía y la espantara apartándola de su lado, cómo fingió retraerse en su mundo aparentando no tener interés en las mujeres, sólo en su vocación. Y encantada con todo lo que él le susurraba cálidamente en su oreja, sintió la verdad que había en una conexión como la que tenían.
Las horas pasaron siendo ignoradas deliberadamente, pues no había motivo alguno para prestarles atención. No cuando acobijados reían y hablaban de todo y nada, sintiéndose, amándose inocente y tiernamente, afianzando su relación… No hubo necesidad de pasar las barreras del sexo para demostrar lo que sus palabras decían, puesto que nada podía causarles más placer que eso que estaban compartiendo… Un placer que ni las tempestades venideras, sí es que venían, podrían borrar de sus cuerpos. Ella estaba consciente de eso.
Un par de horas antes del amanecer, ella se vio envuelta en un abrazo que aligeraba su fuerza, ya que el chico la abandonó para encontrarse con el tan inoportuno sueño, dejándola con los sentimientos de lo vivido a flor de piel mientras lo observaba dormir. Empero, por mucho que amara lo que estaba viviendo y lo tan feliz que se sentía, la melancolía no podía dejarla atrás, haciendo brumosos sus pensamientos, llevándola a reflexionar que si bien, él decía amarla, lo que repitió hasta el cansancio… Ella no era lo suficiente para que él se quedara. Idea que no la abandonó y que necesitaba con urgencia expresar.
El sueño parecía haberse olvidado de ella, aunque lo prefería así, temerosa de que al dormir y al despertar las cosas sufrieran un cambio, dejando que esa noche sólo fuera eso, una noche. Con cuidado, apartó lo brazos del chico para moverse libremente y distraerse hasta que él despertara, conformándose con admirar su sereno semblante y grabándose en la memoria la discreta sonrisa que componía. Ya que al llegar la mañana tendrían que repetir su plática, para que fuera real ante la luz del sol y no una charla pasajera, de esas que sólo conoce el manto estelar. No hizo movimiento alguno, poco le importó, pero ante los primeros rayos del día, notó que el chico empezaba a removerse en su lugar y ni un minuto tardó en acostarse a un lado de él, colocándose en tal posición que sus rostros quedaran a la misma altura.
-No creo que valga que te quedes… No lo valgo todo para que te quedes por mí- Esas fueron las primeras palabras que musitó al verlo abrir los ojos, no quería que al despertar él dijera "buenos días" y la besará, logrando que olvidará esa inminente pero fatal percepción de la realidad que se había formado… No quería que después, al correr de los años, el reproche se formará en su boca… No podría soportarlo. Pero, antes de que alguna lágrima cayera por sus aguamarinas pupilas vio como él la observaba y como su mano se posaba con suavidad en su cara obligándola a que ojos vieran fijamente los suyos.
-No me quedo por ti, me quedo contigo…- Sintió que la mano que le sobraba al chico se detenía sobre la suya para halarla hacía su cuerpo y posarla en su corazón, reafirmando que estaría ahí y que ella era el motivo por el que siempre valdría la pena arriesgarse- Porque, aunque me pueda producir mucho placer estar al otro lado del mundo, quizás por diez años, buscando y entrenando nuevos Pokémon; nada me dará el mismo placer estar aquí… Contigo- Y cuando la besó, fue ese beso el que la dejó hundirse en ese placer que tanto espero y del que estaría rodeada en la eternidad.
Si has llegado hasta aquí, te lo agradezco mucho. ¡En verdad, que significa mucho para mí que alguien siga leyendo y apoyándome!
Gracias de verdad... Y disfruten su día de muertos.
