NA: Y aquí vengo con una nueva historia que llevo escribiendo ya un tiempo. Me he decidido a publicarla porque voy muy avanzada y estoy a escasos capítulos del final. Pero antes de continuar, unos puntos a tener en cuenta:
—Seré clara, en este fic Hermione no tiene solo un interés romántico, sino dos. Quien no esté dispuesto a tolerar un poco de sana competencia para Draco, entonces será mejor que no siga leyendo.
—Habrá actualización cada semana.
—(Draco/Hermione/Pansy) (Harry)
—Creo que es la historia de mi autoría cuyos personajes tienen más trasfondo. Por favor, no juzgad a ninguno antes de tiempo, todos tienen razones para hacer lo que hacen.
—Drama/Romance.
—Trigger Warnings: Situaciones traumáticas, muertes, TCA, odio, represión a ciertos personajes por su orientación sexual.
. . . . .
EL ARTE DE ROMPER UN CORAZÓN
. . . . .
"Hay tres reglas básicas en el arte de romper un corazón.
La primera: Amar a alguien. Si duele en lo más profundo de tu ser, estás amando bien.
La segunda: Darle a ese alguien el poder de destruirte y confiar en que no lo haga. Todo el mundo tiene secretos, ¿verdad?
Y la tercera —la más importante de las tres—: Estar dispuesto a morir por amor si fuera necesario. Claro, puedes alzar tu voz y gritarlo al viento, hacer que todos se enteren, pero ¿hasta dónde serías capaz de llegar para demostrarlo?"
. . . . .
Capítulo 1.
—Vamos Hermione…
—Basta Harry, ya te he dicho que no —respondí, y luego bajé la mirada a mi libro para no ver la expresión suplicante de mi amigo.
—Por favor…
Yo negué enérgicamente con la cabeza.
—No, de ninguna manera.
—Dame una buena razón para negarte tan rotundamente.
—Porque no quiero.
—Esa no es una razón decente —se quejó.
—Lo es para mí.
—Vengaaaa… —suplicó.
—¡Que no!
—¿Por qué no? Sabes que nunca te pido nada.
—Ya, pero es que lo que me estás pidiendo ahora es... es…
Ni siquiera encontraba las palabras adecuadas para describirlo. ¿Manipulativo? ¿Deshonesto?
—Tan solo es una pequeña ayuda a tu mejor amigo. —Dibujó una sonrisa tan ancha en su rostro que me hizo reír. Le di un golpecito amistoso en el hombro y me repuse.
—Sí, Harry, eres mi mejor amigo, pero no puedo hacer lo que me pides.
Su encantadora y ridícula sonrisa se borró de sopetón y dio un manotazo en el banco en el que nos encontrábamos.
—¡De hecho, sí que puedes! Tu relación con Malfoy ya es oficial, ¿no? así que no sería tan raro que te acercaras a ella poco a poco, ya sabes, como consecuencia de empezar a salir con su amigo…
Alcé las manos al aire con desesperación para dejarle claro que estaba llegando a mi límite.
—¡Soy bruja, pero no puedo hacer que Parkinson se enamore de ti por arte de magia, Harry! —grité de manera controlada para que solo él pudiera escucharme. Hubiese sido un completo desastre que los alumnos que iban y venían por los pasillos se enterasen de nuestra conversación.
—No, pero ya que vas a estar alrededor de ella más a menudo podrías hablarle bien de mí y esas cosas…
—Tú lo que quieres es que manipule a la chica, y no pienso hacer tal cosa —dije, contundente—. Además, sería raro. No somos amigas.
—Vamos, Hermione… —siguió insistiendo—. Solo necesito que repare en mi existencia.
Puse los ojos en blanco.
—Ella ya sabe quién eres. ¡Todo el mundo sabe quién eres! De hecho, se te conoce por varias hazañas —dije, mientras empezaba a contar con los dedos—. Por ser el niño que vivió, por ser el vencedor del Torneo de los Tres Magos, por ser el líder del Ejército de Dumbledore, por derrotar a Voldemort, por donar una millonada para la reparación del castillo…
—Sí, pero nada de eso parece impresionarla.
—Entonces será que no le interesas —sugerí.
—O tal vez solo sea que necesita un empujoncito para terminar de superar los prejuicios. ¿No fue eso lo que os pasó a ti y a Malfoy?
Apreté un poco los labios. Lo único bueno que nos había dejado la guerra a Draco y a mí había sido el poder admitir, de una vez por todas, que teníamos fuertes sentimientos por el otro. El hecho de que él, Parkinson, y algunos otros alumnos de Slytherin hubiesen cambiado de bando en la batalla hizo que sus juicios fueran increíblemente rápidos y favorables en comparación con los de sus padres. El Wizengamot había sido duro con los mortifagos y simpatizantes de Voldemort, pero benevolente con los jóvenes que habían podido probar que habían sido arrastrados al lado oscuro por las malas decisiones de sus progenitores. A pesar de la opinión pública, Draco y sus amigos tan solo habían tenido que hacer un curso de reinserción a la sociedad y pasar por la consulta de un especialista que asegurara que no eran psicópatas o personas que supusieran un peligro para el resto.
Así que ahí estaban, tratando de integrarse de nuevo en un mundo que ya no los quería y los miraba como repudiados. Ahí estábamos todos… todos los que no faltaban, todos los que habíamos tenido el valor de volver al colegio tras la masacre. El porcentaje del alumnado aquel año era menos de la mitad del de un curso normal.
Pero ahí estábamos. Y aunque los ánimos no eran los mejores, todos luchaban día a día por adaptarse a la manera en la que era el mundo ahora.
Y luego estaba Harry, quien no había perdido el ánimo y el buen humor a pesar de haber sido el más perjudicado en todo el asunto desde su primer año en el castillo.
Lo miré. Él me observaba con esperanza a pesar de haberle dicho que no al menos una veintena de veces. No, él nunca se rendía, nunca lo había hecho, y en parte ese era el motivo por el que el mundo mágico podía decir que el tormento y la represión por fin habían acabado definitivamente. Sentí cómo algo en mi interior flaqueaba un poco al percatarme del brillo que asomaba por sus ojos. ¿No merecía él, más que nadie, amar y ser amado de una vez por todas? Siempre habíamos estado tan ocupados salvando al mundo que nunca nos habíamos permitido el lujo de pensar en tener parejas románticas, aunque yo siempre había sabido de su pequeña (gran) obsesión por Parkinson desde tercero. ¿Tan mal estaría que le echara una mano con ella? Tal vez podría probar a dejar caer algunos comentarios aquí y allá y ver si aquello iba a alguna parte o se estancaba. Pansy no era ninguna tonta, si Harry le gustaba y veía la más mínima posibilidad de estar con él, definitivamente aprovecharía la oportunidad. Si por el contrario no se mostraba interesada, siempre podía parar, y Harry no tendría nada más que reprocharme al respecto.
Temblé ligeramente al imaginar que, de ser ese el caso, su corazón se rompería en mil pedazos y tendría que ser yo quien le consolara y le prestara mi hombro para llorar.
La mano del susodicho entró en mi campo de visión y se agitó un poco para traerme de nuevo al presente. Abrí mucho los ojos y volví a mirarlo.
—¿Estás bien? Parecía como si hubieras entrado en trance.
Meneé la cabeza para aclararme las ideas.
—No, no, es solo que…
—¿Vas a ayudarme?
Suspiré, derrotada.
—Me lo estoy pensando.
Harry me estrechó entre sus brazos con tal efusividad que se me cayó el libro del regazo.
—Gracias, gracias, gracias —canturreó.
Me habría reído con ganas de no haber percibido cierto olor cítrico que ahora me era tan familiar. Me separé de Harry justo a tiempo para ver cómo Draco se agachaba, recogía mi libro y, acto seguido, lo dejaba con suma delicadeza de nuevo sobre mi regazo.
—Potter, querida —saludó.
No le dio tiempo a terminar porque salté a sus brazos con entusiasmo, volviendo a tirar el libro al suelo. Aún notaba cómo las personas nos miraban de reojo y murmuraban cosas cuando teníamos muestras de afecto en público, sobre todo porque yo ahora era una heroína de guerra y él era considerado como un traidor por muchos. Nuestras reputaciones no podían ser más diferentes, pero yo nunca dejaba que ese pequeño detalle me afectara en absoluto.
Draco recibió mi abrazo con gusto y me estrechó contra él a la vez que me besaba la coronilla una y otra vez. Me reí cuando pasó a besarme la frente, las mejillas, el cuello… Vi por el rabillo del ojo cómo Harry se tensaba, y no fui consciente de la razón hasta que Draco por fin me soltó: Pansy Parkinson estaba allí, rodando los ojos por nuestro arranque de amor y mascando chicle de fresa. Podría haberlo olido desde la torre de Astronomía, así como también podría haber sentido los nervios de Harry desde Londres.
—¿No teníais entrenamiento ahora? —pregunté para romper el hielo.
—Sí —respondió su amiga por él a la ligera—, y llegamos tarde, de hecho.
Giré la cabeza para mirar a Draco. Este me regaló una maravillosa y blanquísima sonrisa.
—Estábamos yendo cuando te he visto —explicó, apartándome un rebelde mechón de cabello de la cara—. Solo he querido pasar a saludar.
—Sí, porque las dieciocho horas al día que pasáis pegados como lapas no son suficientes —dijo Pansy con sarcasmo, y luego hizo como que vomitaba—. Me dais diabetes.
Draco le dio un empujón con una mano mientras que con la otra me apretaba un poco más a él.
—Debería irme. —En su voz había un claro atisbo de pena por tener que separarse de mí.
—Sí, deberíamos —le instó su amiga.
Mi novio se inclinó un poco para hablarme al oído.
—¿Nos vemos luego, princesa?
Accedí asintiendo con la cabeza. Le cogí la mano hasta que se alejó tanto que tuve que soltarla, y luego me quedé allí mirando cómo se iba mientras sentía cómo se me encendían las mejillas. Di un saltito de felicidad y volví a sentarme al lado de Harry, recogiendo el libro del suelo y alisando las páginas que se habían doblado en la caída.
—¿Has visto? Ni siquiera me ha mirado.
—Sí que lo ha hecho.
—No, qué va. Pero es normal que no te hayas dado cuenta, solo tienes ojos para él cuando está a un radio de… ¿Cuánto? ¿Mil kilómetros?
Me reí con ganas y apoyé la cabeza en su hombro. Tenía razón, estaba tan enamorada de Draco que el resto del mundo desaparecía cuando lo tenía cerca. Era tan feliz con él que me sentía flotar cuando me miraba, cuando me tocaba, cuando me besaba. Tenerlo era como tenerlo todo, y nunca había un problema más grande en mi cabeza que el de no verle.
¡Qué diferente se veía la vida con ojos enamorados! Qué diferente era el mundo, aun en llamas, cuando el amor era correspondido.
Y cuánto quería que Harry, al fin, experimentara todo aquello. Porque se lo merecía. Y si el amor era solo la mitad de bueno y puro que el de Draco y mío, entonces sería lo mejor que le pudiera pasar en la vida.
Llené mis pulmones de aire y lo retuve todo lo que pude antes de exhalar.
—Voy a ayudarte —dije al fin.
. . . . .
NA: ¿Qué tal esta primera toma de contacto? ¿Os llama la atención?
¿Me dejas un review?
Cristy.
