-La historia y los personajes no me pertenecen en lo absoluto sino que son de la completa autoria de Masashi Kishimoto más la narración y/o utilización de los hechos son de mi absoluta responsabilidad para la dramatización, sentido y cronologización de la historia :3 Esta historia tiene lugar tras el capitulo 468 de Naruto Shippuden, tras la batalla de Indra y Ashura. Les sugiero oír "Into The Nothing" de Breaking Benjamin para Indra, y "Stand My Ground" de Within Temptation para Sanavber.
Desde que Indra tenia memoria, su mayor deseo en el mundo había sido proteger a su hermano Ashura con todas sus fuerzas, no solo porque siempre veía errores y debilidades en él sino porque eso lo hacía más fuerte, pero un día todo había cambiado, una voz en su cabeza le había dicho que ser modesto y no enorgullecerse por su talento y habilidades era un error, por lo que poco a poco había dejado que el orgullo creciera en su corazón y se entendiera, había aprendido que ser el más fuerte era el único camino posible que existía para proteger aquello que era importante en su vida, no por nada aquellos distintivos ojos que tenía—rojos como la sangre misma—había despertado a causa de su temor por perder a su hermano. El tiempo lo había endurecido a propósito según el sendero que había elegido transitar, sabía que no podía existir debilidad si lo que anhelaba era proteger a quienes le significaban algo valioso, tampoco necesitaba de la presencia de nadie más, estaba sobradamente dispuesto a llevar esa carga solo aunque en el proceso destruyera a la persona que una vez había sido, ¿Qué importaba su propia vida? Había algo aún más importante que tenía que hacer, tenía un motivo y un objetivo por el que vivir, algo claro en su mente…o al menos había sido así hasta que su padre tomo la decisión sobre quién sería el heredero del Ninshu, porque a partir del instante en que su padre eligió a Ashura como sucesor es que Indra sintió que todo lo que había hecho, toda la sangre con la que se había manchado las manos hasta el día de hoy no tenía relevancia alguna, como si su sola existencia no fuera importante y eso era algo que no podía tolerar.
Ahora y tras una batalla que resulto eterna a ojos de ambos hermanos, Indra se encontró teniendo que asumir una realidad que jamás había tan siquiera llegado a considerar; había sido derrotado, él que incluso había estado dispuesto a todo—a sacrificarse a sí mismo—con tal de mantener la paz no había tenido otro remedio más que enfrentarse a su hermano para probar la fortaleza de sus ideales, ¿y para qué? Sintiendo el dolor recorrerlo, Indra apoyo ambos brazos sobre el suelo al intentar erguirse y sin importarle la gravedad de sus heridas, ¿Qué sentido tenía todo lo que había hecho a lo largo de todos estos años?, ¿Qué sentido tenía toda la sangre que ahora manchaba sus manos?, ¿Qué sentido tenían todos los límites que había transgredido? Su padre no solo había elegido a Ashura por encima de él sino que inclusive le había brindado su apoyo durante la batalla para vencerlo, de ipso facto había elegido a su siempre fracasado hermano que jamás había mostrado aptitudes para nada, ¿Qué sentido tenía todo lo que había hecho? Todo el orgullo que antes había tenido ahora se estaba consolidando en un odio soterrado en su interior, odio por su hermano, por su padre por todo lo que había representado su estilo de vida hasta ese momento, quería romper con todo eso y pisotear quien había sido una vez. Habiendo guardado distancias de su hermano hasta ese momento, Ashura se acercó a él al verlo en el suelo, dudando en si era lo correcto pero imposibilitado a darle la espalda en ese momento y considerando que ambos aún estaban a tiempo de reconciliar sus diferencias y volver a ser los unidos hermanos que una vez habían sido.
-¡Indra!— llamo Ashura, acercándose a su hermano, pendiente de su condición en todo momento.
-¡No te acerques!— freno Indra sin tener necesidad de alzar la mirada, —Ashura…no aceptare ni al ninshu ni a ti— declaro sosteniendo una última vez la mirada de su hermano.
Ni siquiera sabía si podría volver a llamar a Ashura su hermano otra vez en algún punto de su vida, su ira, dolor y odio hacia él ahora eran demasiado grandes como para tan siquiera compartir le mismo aire y entorno, por lo que empleando parte del chakra que aún le restaba, Indra se teletransportó lo más lejos que le fue posible en un destello eléctrico, dejando a su hermano Ashura triste, preocupado y decepcionado consigo mismo, ¿Qué había hecho? No había conseguido sino aumentar aún más las tensiones entre ambos y enemistarse todavía más si es que eso era posible…Indra no era el único responsable de cómo había acabado su vínculo y hermandad, ambos lo eran y tendrían que aprender a vivir con las consecuencias de sus actos.
No demasiado lejos de ahí, en un territorio que bien podría considerarse lejano de la mano humana y donde solo vivirían animales tenía lugar una especie de ritual enmarcado por el rítmico golpeteo de unos tambores que rompían con el silencio, parecía una reunión en medio de un claro del bosque donde increíblemente se alzaban estatuas con forma de lobos entrelazados a hombres, como si fueran la misma cosa, y alrededor jugaban niños pequeños que se perseguían en medio de risas mientras los adultos hablaban amenamente entre sí, hombres y mujeres que vestían tonos que iban desde el negro al gris y al blanco, todos muy diferentes entre sí en apariencia pero con algo en común; el color de sus ojos y que iba del jade al esmeralda, todo parecía normal…pero no lo era. Tras tanto ajetreo de lo que pareció ser una festividad, se dio paso al silencio en cuanto alguien apareció en lo alto de la roca más pronunciada del claro y que parecía representar un altar, un hombre de corto cabello castaño oscuro y ojos viridián ante quien todos se arrodillaron al instante como líder del clan que era, bajando la cabeza con respeto y vasallaje antes de erguirse y sostenerle la mirada. Por el miedo corro por aquí y por allá; tengo el sabor de sangre y chocolate en mi boca, uno tan odioso igual al otro, reflexiono Sanavber en silencio al levantarse del suelo y desviar la mirada a su diestra donde vio un pequeño cervatillo y que sin embargo no dudo en salir huyendo al encontrar sus ojos con los suyos, porque sabía que a quien veía no era a un humano sino a un depredador bajo aquella aparente piel de cordero. Como líder del clan, Masao paseo su mirada por todos los miembros del clan, esbozando una ligera sonrisa ladina.
-Señoras y señores, nos reunimos esta noche como siempre lo han hecho los nuestros, en la primera noche de luna llena— saludo el pelicastaño encontrando su mirada con la de los presentes. —Nos reunimos como uno, porque somos uno y cazamos como uno— recordó citando el lema que definía al clan Harunn. —Hemos sobrevivido durante siglos, escondiendo lo que somos y escapando de quienes nos persiguen…— interrumpió su discurso cuando dos de sus subordinados aparecieron al pie de la roca trayendo consigo a un hombre con los ojos vendados, —esta cosa frente a ustedes, se llama humano, pero yo lo llamo amenaza— redefinió despectivamente, no sintiendo empatía alguna por el individuo con quien compartían aspecto físico…la mayor parte del tiempo. —Los humanos están corruptos hasta su núcleo, lo único que hacen bien es destruir, así que de vez en cuando debemos dar un ejemplo— su voz, fuerte y clara como un mantra, se gravo en la mente de todos los presentes que no apartaron la mirada en ningún momento. —Y esta noche, dejemos que la naturaleza nos regrese a lo que realmente somos—sugirió finalmente, apartando el abrigo sobre su ropa ya que no lo necesitaría por el resto de la noche.
A imagen de su líder, todos y todas las presentes se deshicieron de sus chales y abrigos que usaban sobre la ropa a causa de la fría brisa nocturna, dejando que cayeran al suelo, era una costumbre para los miembros del clan Harunn; no mataban a humanos inocentes sino a criminales, a aquellos que causaban mal a otros, lo hacían como una forma de justicia—porque ellos eran la justicia—para con los humanos aunque ellos no conocían su actuar y por ende no podían agradecer lo que ello implicaba más a ellos les daba igual, no vivían por el reconocimiento de nadie sino en pro de su propia libertad. De un salto, Masao bajo de la roca sobre la cual se había encontrado para caer de pie delante del humano que se encontraba con los ojos vendados y que tembló de miedo al sentir la presencia de alguien delante suyo haciéndolo esbozar una sonrisa triunfal por despertar ese miedo con su sola presencia. En silencio, Sanavber se acercó y sujeto los hombros del hombre para hacer que se levantara, desanudando la venda que hasta entonces había cubiertos sus ojos y exponiéndolos a todos a su rango de visión en tanto ella cortaba las cuerdas que hasta entonces había mantenido sus manos atadas a la espalda, pero ya no más. No sabiendo donde estaba ni quienes eran esas personas, el hombre tembló como si de una hoja se tratara, solo deseando correr y alejarse de esas personas pero la intensa mirada jade en los ojos del hombre que lo había capturado le impidieron moverse, como si estuviera viendo a los ojos a un lobo que estaba dispuesto a saltar a su yugular para matarlo al instante, aunque sabía que quien estaba delante suyo era un hombre, o eso quería creer.
-Hay un río dentro de ese bosque, si lo cruzas ganara tu vida— dio a saber Masao estoicamente a modo de compromiso, —y si no…gloria a lobo que lo atrape— concedió sin necesidad de alzar la mirada hacia sus hermanos y hermanas. —Nadie nunca ha cruzado el río— añadió a modo de advertencia y en un quedo susurro para que solo el humano lo escuchase.
Terminando de decir esto, Masao extrajo un pequeño cuchillo de entre su túnica, propinando un corte sobre el brazo del hombre y ante cuya señal gran parte—si es que no todos—de los presentes parecieron bestias a punto de atacar, con sus característicos ojos verdes brillando en medio de la oscuridad, logrando hacer que su miedo lo hiciera moverse y correr tan pronto como le fue posible, ajeno a lo que sucedía a su espalda a causa de su terror. Siguiendo la huida del humano de cerca, todos los miembros del clan corrieron para perseguirlo, sintiendo el aroma de su sangre contra el aire y el brillo intenso de la luna llena como propio contra la superficie de sus pieles mientras evadían árboles y obstáculos en su camino, sin minar su carrera hasta que por fin el brillo de la luz lunar los hizo adoptar su verdadera forma; quienes instantes atrás habían sido hombres y mujeres con aspecto humano, en un parpadeo adquirieron el aspecto de lobos salvajes tan pronto como se encontraron cerca de un claro donde la luna los iluminaba en su plenitud, sufriendo una velo metamorfosis segundo a segundo, dejando su humanidad atrás y corriendo como lobos salvajes dentro del bosque con pelajes que iban desde el gris claro al marrón y al blanco pero con sus distintivos ojos esmeralda brillando en medio de la oscuridad, sintiéndose completamente libres mientras sentían el suelo bajo sus patas. El hombre no pensó en ningún momento en voltear y ver si lo seguían porque lo sentía, sentía el ruido a su espalda y el gruñido incesante de caninos siguiéndolo, instándolo a correr aún más rápido para salvar su propia vida.
-¡Auxilio!, ¡Ayúdenme!— grito el hombre con todas sus fuerzas, esperando que alguien pudiera oírlo y ayudarlo, aunque la posibilidad parecía demasiado lejana.
Prestando oídos sordos a las suplicas de piedad, la manada aumento su velocidad para abalanzarse sobre el humano y cobrar su vida, impartiendo su propia justicia…pero uno de los lobos no ataco, uno de los lobos se mantuvo al margen de la cacería, simplemente disfrutando de correr por el bosque con su pelaje negro como la tinta y sus característicos ojos esmeralda, disfrutando de la sensación del viento contra su pelaje, cerrando los ojos al sentir tanta libertad. Pero la sensación de plenitud duro poco al sentir el aroma a humano cerca de donde se encontraba, primero creyó que se trataba de un error ya que los demás miembros de su clan estaban ocupados con él, pero al volver a olisquear el aire es que se dio cuenta de que se trataba de alguien diferente y por lo que siguió el rastro sin que nadie la siguiera a ella en el proceso, dándose prisa mientras corría por el bosque, sorprendiéndose al llegar a un claro y encontrar a un hombre inconsciente sobre el suelo del bosque, vestía una túnica blanca decorada con seis magatamas, con mangas ceñidas de color negro a imagen del fajín que cerraba la tela, con largo cabello castaño oscuro que caía tras su espalda y dos cortos mechones rodeado por vendas y que enmarcaban su rostro, desconocía el color de sus ojos ya que se encontraba inconsciente y su respiración era laboriosa, lo sentía contra su rostro y mientras observaba desde su lugar las heridas que tenía, estaba débil y agotado pero aún existía posibilidad de salvarlo, necesitaba de ayudar, de su ayuda, y ella debía darse prisa antes de que fuera demasiado tarde y la encontrasen.
La figura del lobo se desvaneció a voluntad y en su lugar se encontró una mujer que se arrodillo junto al hombre inconsciente, analizando su respiración y las heridas que tenía, volviendo el rostro por encima de su hombro para aseverar que se encontraba sola e irguiéndose del suelo con todas sus fuerzas al comprobar que era así, respirando mucho más tranquila, dando todo d si para lograr hacer que el hombre se levantase del suelo, apoyándolo contra sí y alejándose del claro tan velozmente como le fue posible al cargarlo. Ella no era como los demás miembros de su clan, ella no disfrutaba de matar y ver como se derramaba la sangre ya sea que fuera de culpables o no, porque ella prefería salvar vidas y por lo que iba a proteger a ese hombre, con su vida de ser necesario.
¿Dónde estaba? No lo sabía, todo lo que Indra recordaba era su batalla contra Ashura y en que prácticamente había sido derrotado, eso sumado a que su propio odio le había impedido mantener la cabeza fría para pelear en igualdad de condiciones a cómo habría hecho en otras circunstancias, luego recordaba haberse alejado del lugar que una vez había llamado hogar tan velozmente como le había sido posible pero todo lo demás ahora era borroso en su mente mientras sentía la cálida luz del sol contra su rostro, haciéndolo abrir los ojos para intentar orientarse sobre donde se encontraba, más algo bloqueo su trayectoria de visión…o mejor dicho, alguien. Moviéndose de acá para allá en el interior de la sencilla cabaña en que podía percatar que se encontraba, Indra siguió con la mirada a una mujer vestida con un sencillo kimono blanco bordado en hilo rosa claro para replicar flores de cerezo, de cuello alto y V bicolor negro y rojo claro, con un grueso fajín a juego desde el busto a su cintura, mangas ceñidas hasta las muñecas para formar guantes sin dedos y sobre el kimono un ligero chal rojo brillante que enmarcaba su figura, pero lo más destacable de su persona eran sus deslumbrantes ojos semejantes a dos esmeraldas en brillo y color, piel blanca como el alabastro y largo cabello negro como la tinta que caía tras su espalda para formar una ligera trenza con dos cortos mechones enmarcando su rostro…no era la primera mujer de tales característica que veía en su vida, al y al cabo existían infinidad de mujeres con el cabello oscuro, pero ojos esmeralda eran únicos, verdaderos arpones para su alma y que le impidieron darse cuenta de la sonrisa en el rostro de la mujer que por fin advirtió que había recuperado la conciencia.
-Por fin despiertas, me alegro— sonrió Sanavber inevitablemente, —¿Puedes sentarte?— solicito por mera cortesía ya que en realidad era algo necesario.
-¿Quién eres?— cuestiono Indra, negándose a hacer nada de lo que ella le dijese, desconfiando de su persona.
-¿Te parece si termino de curarte primero?— consulto la Harunn ligeramente divertida por su negativa.
-No lo necesito— protesto el Otsutsuki sin siquiera detenerse a considerarlo.
-A mí me parece lo contrario— rebatió ella serena en todo momento, —¿Puedo?— volvió a preguntar con idéntica amabilidad.
No era tonta, sabía que era un tanto estúpido de su parte pedir su permiso ahora para poder examinarlo siendo que lo había llevado a su hogar en medio de la inocencia y lo había atendido por dos días completo hasta ahora, pero ahora que por fin podían dirigirse la palabra mutuamente lo mejor era ser civilizados, ¿no? Podía sentir a ese hombre verla con desconfianza, como si esperara a que ella extrajera un arma de alguna parte de su kimono en cualquier momento lo que sin duda hizo sonreír a la pelinegra que se sentó con cuidado en la cama—cama que hasta hace dos días era suya, pero ya no más—delante de él, pidiéndole permiso con la mirada en todo momento mientras con cuidado tanteaba el abdomen de el con sus dedos por encima de las vendas que cubrían su torso hasta que el Otsutsuki no tuvo otra opción más que aceptar a que ella desanudase las vendas y examinaras sus heridas, ardiendo de las más severas a las más leves sobre su brazo derecho con un profesionalismo que en el pasado habría dejado a Indra sin habla pero en ese momento se encontraba demasiado confundido e inquieto como para demostrarlo, guardando total silencio mientras veía a aquella mujer al pendiente de cada una de sus reacciones. Considerando que tanto silencio ya había sido más que suficiente por parte de ambos, y cambiando los vendajes en que impregno unos aceites curativos de su propia autoría, Sanavber aparto momentáneamente su mirada del trabajo que estaba ejecutando tan afanosamente para encontrarla con tan profundos orbes ónix del Otsutsuki que no dejaba de observarla en ningún momento.
-Mi nombre es Sanavber Harunn— se presentó la pelinegra finalmente, sin detenerse en su labor en ningún momento, —te encontré y al ver tus heridas no pude evitar traerte a mi casa— en medio de su labor le tendió un vaso de agua que el Otsutsuki acepto con evidente renuencia antes de beber. —Vivo sola, si es lo que te preocupa, soy curandera; sé de hierbas, aceites, ungüentos y todo tipo de enfermedades— explico ciñendo las vendas al torso de él al igual que las que acababa de remover. —Tus heridas más graves ya han sanado en su mayoría y las otras lo harán pronto, además la fiebre ya cedió, por eso despertaste— menciono alzando una de sus manos para tocarle la frente y corroborar su temperatura.
-No pedí tu ayuda— objeto el Otsutsuki al instante, incomodo por tanta cercanía de su parte.
-No era necesario que la pidieras, te la di voluntariamente— volvió a sonreír Sanavber, tomando el vaso vacío y llenándolo con más agua si es que él deseaba beber mas.
-Nadie ayuda a nadie por nada— discutió Indra, exponiendo sus razones para desconfiar de ella del modo en que lo hacía.
-Pues en ese caso soy una rareza, ya que yo lo hice— rió ella cantarinamente, desentendiéndose de todo prejuicio que él tuviera.
No era la primera persona que cuestionaba sus intenciones tras nada más conocerla, de hecho era algo a lo que ella ya estaba más que acostumbrada pero le daba igual lo que otros pudieran pensar de sus acciones porque ella no podría empatizar jamás con aquellas personas que necesitaban ejecutar una buena acción con un trasfondo, con segundas o terceras intenciones o razones, no porque no pudiera ponerse en el lugar de otros—de hecho le resultaba muy fácil empatizar con los demás y sus vivencias—sino porque ella no era ese tipo de personas deshonestas, y en momentos como ese podía enorgullecerse de sus valores y su moral sin importar que fuera tildada de loca por lo mismo…porque si hacer una buena acción implicaba perder un tornillo entonces ella estaba bien loquita. Sin que fuera su intención, Indra se encontró fascinado por la figura femenina que tenía delante, analizando cada aspecto de ella tanto para no considerarla una amenaza al tenerla delante como por curiosidad misma, no porque fuera particularmente hermosa—de hecho lo era, pero él no pensaba admitirlo—sino porque tenía un corazón extraño, podía leer sus emociones como si de un libro abierto se tratara, no veía oscuridad en esos ojos esmeralda, era un reto pero a la vez parecía predecible, demasiado inocente…pero eso no era posible, se supone que la inocencia no existía, ¿entonces quién era ella?, ¿Cómo es que podía poner en duda todos sus ideales y creencias con tan solo estar presente? Sin querer admitir su desconcierto, Indra solo tuvo unas palabras con que rebatir lo que ella había dicho.
-Estás loca— concluyo el Otsutsuki, negando en silencio para si al verla.
-Muchos estarían de acuerdo con eso— espeto ella encogiéndose de hombros despreocupadamente. —Tienes razón, nadie hace nada por nada— concluyo por fin y sin hacer desaparecer su sonrisa.
-Lo suponía— asintió él, preparado para algo así de parte de cualquier persona a quien conociera, —¿Y qué quieres?— pregunto sosteniéndole la mirada en un intento de leer sus intenciones a través de sus ojos esmeralda.
-Tu nombre— contesto Sanavber con total naturalidad y observando en sus ojos de igual modo.
-¿Disculpa?— Indra frunció el ceño, todavía más confundido ante tal exigencia de su parte.
-Quiero saber tu nombre— reitero la Harunn sin perder su sonrisa ni su tranquilidad, —si ayudo a alguien, me gusta saber quién es, esa es la paga por mis servicios— estableció en igualdad de condiciones a lo que él pensaba de ella y que estaba errado.
Jamás había pedido una paga por sus servicios como curandera, es más, brindaba su ayuda con gusto a cualquier persona que se la pidiera porque no podía dejar morir a nadie que requiriera su ayuda pero esta vez si quería algo a cambio aunque estuviera mal pedirlo; quería saber el nombre del hombre que tenía delante, por un lado porque no se le ocurría nada más que pedirle como porque no era la primera vez que veía a este hombre que la tildaba de loca por ser ella misma, aunque él no sabía nada de ello desde luego; jamás había podido saber su nombre y al menos ahora deseaba tener una respuesta, alguien a quien dirigir los pensamientos que había tenido por mucho tiempo y que eran impropio para una mujer soltera como lo era ella, sentimientos y pensamientos que este hombre desconocía y que ella pretendía mantener en silencio tanto como le fuera posible, por ahora todo lo que quería hacer era ayudarlo y conocerlo, no necesitaba nada más. Frunciendo ligeramente el ceño, como si esperase a que ella riera y le dijera que aquello era una broma, el Otsutsuki guardo silencio mientras observaba los brillantes ojos esmeralda de ella, intentando leer sus intenciones, esperando encontrar algo en sus ojos que lo hiciera desconfiar mas todo lo que vio fue una inocencia que parecía prácticamente incorruptible y que lo desconcertó todavía más, ¿es que ella no sabía quién era?, ¿lo había ayudado con tanta ingenuidad?, ¿es que podía ser más frustrantemente molesta y desconcertante para él? Aparentemente sí, pero demasiado cansado de intentar comprenderla es que Indra concedió darle lo que le estaba pidiendo ya que le resultaba insignificante.
-Indra Otsutsuki— contesto él, haciendo a un lado su desconcierto sin otra opción.
-Es un placer, Indra— asintió ella, satisfecha con su respuesta, —Volveré enseguida, iré a cambiar el agua— se excusó al levantarse de la cama, por fin apartando su mirada de él.
Era una pobre excusa de su parte pretender retirarse con esas palabras pero de todas formas Sanavber se levantó de la cama con una ligera sonrisa que era tan característica de ella, abandonando la cabaña hacia el exterior…se sentía como una tonta, ¿en que estaba pensando para tan siquiera querer saber su nombre? Ya había admirado a ese hombre desde la primera vez en que lo había visto en un pasado que hoy resultaba lejano, eso ya era suficiente, no necesitaba más, ¿entonces porque latía tan rápidamente su corazón? Sanavber prefirió ignorarlo, bufando de forma casi imperceptible para si al cruzar el umbral de la puerta y salir al exterior, dejando que la brisa serenase sus pensamientos. Siguiendo con la mirada a aquella mujer tan extraña, Indra se recostó sobre la cama, aun sintiéndose demasiado agotado como para tan siquiera hacer el intento de levantarse en su condición, reposando su cabeza contra las almohadas. ¿Cómo es que todo había cambiado así en un abrir y cerrar de ojos? Era todo un misterio para él pero de todas formas Indra no pensaba intentar entenderlo, demasiado desconcertado por esta mujer que había aparecido en su vida de la noche a la mañana y que lo desconcertaba como nada que hubiera conocido antes; era un libro abierto pero a la vez albergando en su interior un contenido que no alcanzaba a comprender, podía leer sus emociones pero no predecir lo que haría, podía ver su corazón y las emociones que bailaban en él, ¿Quién era esa mujer tan extraña y única? No, no tenía sentido formular aquella pregunta porque ella le había dicho su nombre antes de pedir que él le diera el suyo.
-Sanavber— pronuncio el Otsutsuki, disfrutando de la sensación de cómo se escuchaba ese nombre.
Sin poder evitarlo, una sonrisa ladina se apropió del rostro de Indra que cerró los ojos, sintiendo un extraño tipo de calma inundarlo aunque no quería ni estuviera dispuesto a reconocerlo, esa mujer era fastidiosa porque era un completo misterio para él como nadie a quien hubiera conocido antes, era una autentica molestia…
Tras nada más abandonar el interior de la cabaña que era su hogar, Sanavber negó en silencio para sí, se sentía como una tonta, le habían faltado las palabras delante de ese hombre, se había comportado como una mujer normal cuando era todo menos eso. Intentando alejar sus pensamientos de quien ahora se encontraba bajo su protección, Sanavber se aproximó a la fuente que se encontraba fuera de su cabaña y donde vacío el agua que anteriormente había empleado para preparar las hiervas y ungüentos que acababa de aplicar, y llenando el balde con agua nueva y limpia…como un depredador asechado por alguien menor, Sanavber volvió la mirada a su espalda, viendo a un lobo común que parecía estar intentando asecharla, y con una sola mirada de sus ojos esmeralda fue suficiente para que el lobo se amedrentara con su presencia y renunciara a su intento de ataque. Tal vez un lobo común podría atacar a un humano normal, pero no a ella, no a alguien como ella. Irguiéndose y dejando el balde sobre el suelo tan pronto como este estuvo lleno, la Harunn estuvo convencida de ver a alguien a la distancia, cerca del claro que daba con el bosque, y por lo visto sus aseveraciones eran ciertas ya que en un parpadeo se arrojó sobre quien pudiera ser, yaciendo a horcajadas encima de Hiroshi, un conocido suyo y parte de su clan, sujetándole el cuello con ambas manos a la altura de la tráquea, como si estuviera dispuesta a matarlo en un segundo, pero no lo haría, ella no era el tipo de persona que mataba por placer, eso y que no necesito saber que su amigo no estaba solo, el olor distintivo de otros junto a él era prueba suficiente, corroborándoselo al levantar la cabeza pero sin distraerse en ningún momento.
-Así te imagino siempre; arriba— sonrió Hiroshi, sosteniéndole la mirada pese a la indiferente expresión de ella.
Puede que fuera una estupidez de parte de Hiroshi disfrutar de forma masoquista de la agresividad de aquella a quien podría considerar su hermana por todos los años que llevaban conociéndose, pero sería tonto de su parte no darse cuenta que Sanavber ya no era una niña inocente sino una mujer, y muy hermosa, mas sabía que su querida amiga jamás lo vería de la forma en que él si la veía a ella , y no tenía problema en contentarse con ello admirándola en silencio…pero el aroma a humano impreso en su ropa lo hacía enfurecer, ¿no era ella quien siempre cumplía las ordenes y seguía las leyes como si fueran un mantra inquebrantable?, ¿Cómo es que entonces se había asociado con un humano? Con una expresión indiferente en su rostro, Sanavber paseo su mirada por los "cinco afortunados" como a ella le gustaba llamarlos; su amigo Hiroshi—a quien bien podría considerar su hermano—de cabello castaño almendra medianamente rubio y ojos entre jade y aguamarina, Arata de corto cabello castaño rosáceo y ojos jade, Eiji de cabello rubio ceniza hasta los hombros con ojos viridián levemente opacos, Haruo de largo cabello castaño grisáceo hasta la mitad de la espalda y ojos color trébol, y Kyo de corto cabello pelirrojo y ojos azul verdoso…todos ellos al igual que ella misma provenían del mismo clan solo que ellos no seguían las reglas, eran cuando menos los sicarios del clan, aquellos que disfrutaban de hacer el trabajo sucio, y hablando de trabajo sucio es que Sanavber podía hacerse una idea del motivo por el cual ellos cinco estaban ahí, visitándola sin una razón aparente; buscaban una pres a la que exterminar.
-Los cinco afortunados salieron de su cueva— celebro Sanavber con evidente sarcasmo, absteniéndose de entornar los ojos.
-Teníamos que investigar, desapareciste de la cacería sin decírselo a nadie— justifico Hiroshi en nombre suyo y de sus amigos.
-Mis razones no son de su incumbencia— acallo la pelinegra en el acto, negándose a contestar.
-Ahí te equivocas, si lo es— discernió él, ignorando la diversión y comportándose con seriedad, —especialmente porque apestas a humano— añadió alzando ligeramente la cabeza para sentir mejor su aroma mezclado con el de alguien más, alguien que no era del clan.
Esa sola mención hizo que Sanavber temblara de los nervios aunque se esforzó por no demostrarlo, irguiéndose y sin molestarse en alisar la falda de su kimono, pareciendo segura en todo momento o eso se empeñaba en aparentar delante de ellos…ella bien podía enorgullecerse de seguir las reglas, jamás había atacado a un humano adrede como si hacían sus conocidos y amigos, simplemente amaba la libertad de correr por el bosque en su verdadera forma, libre, fuerte, feroz…sus amigos por otro lado mataban humanos por placer, disfrutaban de sentirse superiores y actuaban como si no hubiera consecuencias, parecían no recordar la importancia del equilibrio entre salvajismo y humanidad, porque si continuaban actuando así, pronto conseguirían que los humanos comenzaran a cazarlos y eso los llevaría a la aniquilación. Sanavber sabía que ese día llegaría, el día en que los humanos acabarían descubriendo quienes eran y los cazarían hasta aniquilarlos por completo, y siendo honesta le temía a ese día, ya algunos de los suyos estaban mezclándose con humanos a causa de su temor haciendo que su descendencia no pudiera adoptar su verdadera forma…era triste, pero era su única forma de sobrevivir, por ello es que ella estaba marcando la diferencia, no solo al ayudar y proteger a Indra sino al ayudar a otros humanos, a todo aquel que priorizara ayuda, por eso era curandera, no podía pensar en no salvar una vida porque creía de todo corazón que los humanos eran nobles, que tenían bondad, estaba convencida de que era así, lo había sentido al ver a Indra a los ojos, había odio en su corazón pero también bondad, aunque muy oculta.
-Nada dice en nuestras leyes que no podamos asociarnos a ellos— discutió Sanavber sin negar ni afirmar nada.
-Es cierto, pero tú no eres de quienes incumplen la ley, ni de quienes meten a un desconocido a su cama solo por diversión— recordó Hiroshi con una ligera sonrisa al observarla intensamente, —¿acaso ya posaste tu rabo para él?— cuestiono indignado por su ligereza de conducta.
-No soy como ustedes— rebatió ella de inmediato, ofendida por la pregunta al instante. En respuesta Hiroshi y sus amigos avanzaron un paso, dispuestos a acercarse a la cabaña más ella se los impidió situándose ante ellos como un escudo. —No se atrevan, está bajo mi protección y no lo tocaran— amenazo sosteniéndoles la mirada de forma inquebrantable.
Detestaba pelear, de hecho estaba en contra de la guerra y cualquier forma de violencia o agresión que dañase a otros, pero eso no significaba que no estuviera sobradamente dispuesta y capacitada para pelear con todas sus fuerzas y de ser preciso contra ellos cinco sin inmutarse, especialmente para proteger a alguien a quien había decidido salvar y proteger, porque no permitiría que nadie se entrometiera en su vida. Aunque luciera indefensa y hermosa ataviada con ese kimono y con su delicado aspecto humano grácilmente femenino, tanto Hiroshi como sus amigos sabían que en otra situación y bajo su verdadera forma les estaría gruñendo ferozmente en ese agudo contraste de su persona, podía parecer alegre, dulce y serena en todo momento pero también era violenta, agresiva y feroz, libre pero todo menos una mujer indefensa, Sanavber era el tipo de mujer con la que ningún ser viviente se enfrentaría de estar en sus cabales. Sonriendo ladinamente ante la amenaza de su querida amiga, Hiroshi volvió la mirada por encima de su hombro hacia sus amigos que asintieron en silencio en tanto él alzaba ambas manos en señal de rendición para hacerle saber que no harían nada contra ella ni contra el humano que estuviera protegiendo…por ahora únicamente, aceptando estar en igualdad de condiciones ya que ella también estaba rompiendo las reglas como ellos habían hecho antes. Satisfecha con esta resolución de parte de ellos, Sanavber bajo ligeramente la guardia pero aun de todas formas los observo con cautela, como si esperase a que en cualquier momento intentasen atacarla por la espalda, siempre alerta, siempre atenta de todo.
-No será hoy, Sanavber— acepto Hiroshi, viéndola a los ojos seriamente, —pero si lo será mañana— advirtió sencillamente y sin darse por vencido.
Si esto preocupo o no a Sanavber, ella no lo demostró, reservándose a guardar silencio y a no inmutarse en cuanto vio a los cinco desaparecer delante suyo como si jamás hubieran estado ahí…pero si lo habían hecho y ella lo sabía bien, centrando su mirada pro el rabillo del ojo en la cabaña a varios metros detrás suyo, pensando en Indra, sabía que estaba rompiendo las reglas de su propio clan por él, sabía que no debería estar protegiéndolo y aun así lo estaba haciendo y quería seguir haciéndolo, se sentía incapacitada de darle la espalda a él que la necesitaba tanto, no podía abandonarlo y no lo haría, era una promesa.
La noche había caído tras lo que pareció ser una eternidad, y en su plenitud Indra no podía estar más agradecido por ello; la noche y el silencio eran tan afines a él, le preveían algo de sosiego a su agitada mentalidad y a sus pensamientos mientras se mantenía despierto más aun recostado sobre la cama de Sanavber, la extraña mujer que lo había recibido en su hogar y que estaba cuidando de él como si para ella fuese lo más preciado en el mundo, y sin importar que para él aun fuese una completa desconocida que si bien no parecía tener malas intenciones pecaba de inocente e ingenua, dos cosas que él había creído por mucho tiempo que no existían en el mundo porque las había perdido demasiado rápido en el pasado, cuando aún era un niño. Sin poder dormir, Indra se sentó sobre la cama, contemplando las penumbras en silencio, como si de alguna forma extraña aquel silencio pudiera otorgarle respuestas, siguiendo con su mirada la luz de la luna que ingresaba por una de las ventanas, inundando el interior de la pequeña cabaña más a él pronto le resultó inútil intentar estudiar un entorno en que de todas formas habría de permanecer un par de días, o al menos hasta que sanaran sus heridas tal y como esa extraña mujer había dicho. A un par de pasos de la cama y envuelta en una manta, apoyando su espalda contra la pared Sanavber dormitaba en silencio, abrazándose a sí misma y teniendo en todo momento una expresión serena…era un completo misterio para él que por un momento se olvidó de todas sus divagaciones al verla, al observar su sereno dormir y sin perder detalle alguno de su rostro angelical.
Bufando para sí ante tales pensamientos, Indra aparto la mirada de esa mujer a quien desde el primer momento había considerado delirante, y aun no cambiaba de parecer, ¿Cómo es que ahora de la nada sentía fascinación por una simple mujer a la que acababa de conocer? No, solo era gratitud y curiosidad por un ser de tan buen corazón que representaba todos los valores e ideales que él una vez había tenido y que había perdido en su afán por convertirse en el más fuerte, pero nada más o ello es de lo que intentaba convencerse mentalmente con tanto afán, recordándose que tenía algo aún más importante en lo que pensar; en destruir a su hermano Ashura y todo lo que él representaba, no tenía tiempo para enamorarse como un tonto de una mujer a la que tan siquiera acababa de conocer y que lo desconcertaba en demasía, más incluso de lo que él quería admitir para sí mismo. Precisamente pensando en esto y sosteniendo un debate incansable en su cabeza sobre lo que quería y debería hacer, Indra volvió a recostarse sobre la cama sin otro remedio más que intentar conciliar el sueño sin importar lo difícil que ello fuese, más regresando de manera inevitable su mirada hacia Sanavber, embriagándose de su inocencia, perdido en su acompasada respiración que hacia ascender y descender rítmicamente su pecho en un movimiento que parecía tan unió a sus ojos en ese instante, el Otsutsuki pronto se encontró perfectamente capaz de sentir la bruma del sueño a su alrededor como no había podido hacer desde hace muchísimo tiempo, y eso se lo debía una sola persona:
A Sanavber.
PD: Hola, hola mis amores, feliz navidad y feliz año nuevo-adelantado, pero no importa-para todos ustedes :3 cumplo con lo prometido y he aqui la segunda historia que dije que iniciaría hasta el 31 de Diciembre, ya que a partir de ahora continuare actualizando mis otras historias, entre ellas "El Sentir de un Uchiha" y el fin de semana "El Velo del Amor" para volver a actualizar la historia que inicie la semana pasada,"Mas Que Nada En El Mundo" la próxima semana :3 esta historia esta dedicada a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (dedicándole cada una de mis historias como siempre y deseándole una feliz navidad y prospero año nuevo a ella y todos los suyos), y a todos que siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Sanavber Harunn: ya había mencionado a esta mujer en uno de los capítulos de mi fic "El Sentir De Un Uchiha", es la antecesora de Sakura y miembro del extinto clan Harunn, además de la esposa de Indra Otsutsuki el llamado padre de todos los Uchiha. He leído varias historias sobre quien habría sido la esposa además de primer y único amor del hijo mayor del sabio de los seis caminos y me he visto múltiples fanarts, llegando a una conclusión; todos siempre creen que por ser la antecesora de Sakura, esta mujer fue idéntica a ella, de ojos esmeralda y cabello rosado cuando yo creo que es un error. Si bien Indra se asemeja a Madara y a Sasuke físicamente, los tres son muy diferentes entre si, por lo que seria imposible que si Sakura fuese la reencarnación de la esposa Indra fuera idéntica a ella, por lo que en esta versión Sanavber tiene el cabello negro y los característicos ojos verdes del clan Harunn, ¿Por qué ? Se ha asociado mucho que el cabello negro es un rasgo distinto en los Uchiha y sin embargo en la animación Indra tiene el cabello castaño, por lo que será el legado de Sanavber lo que se transmitirá a los Uchiha.
Trama de la Historia: si bien por ahora este fic parece estar destinado narrar la vida de Indra Otsutsuki y su esposa, esta será—al igual que actualmente lo es el fic "El Clan Uchiha"—una de las muchas etapas de la trama ya que mas adelante conoceremos a Seina Uchiha, la hija de Indra y Sanavber, a Miso e Izuna Uchiha—los bisabuelos de Mikoto—a Madara Uchiha y Aratani Haruno antes de cerrar la trama con un epilogo de Sasuke, Sakura y Sarada. Confieso que inicialmente pensé en centrar la historia única y enteramente en Indra pero a la larga me di cuenta de que hay muchos Uchiha sobre los que me gustaría hablar y cuyas historias merecen ser contadas, por ejemplo Naori Uchiha la hija de Izuna y sobrina de Madara, Fujitama Uchiha y su esposa Ayame, los padres de Fugaku, también en Itachi y Eshima Uchiha, los padres de Mikoto para explicar la historia del clan y su compleja estructura social.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
