Capítulo 10. ¡Al fin te encontré!

Una nueva mañana había llegado al recinto sagrado y ahora con cierto toque hogareño, los primeros rayos del sol iluminaban poco a poco los pórticos de los templos y con ello varios caballeros ya se asomaban y algunos otros sólo despertaban como la señorita Heinstein, quien lentamente abría sus hermosos ojos purpura y se adaptaba al lugar donde yacía. Una gran habitación sin muchas excentricidades pero con un delicado tocador adaptado para una dama de su linaje así como coquetos vestidos dignos de su belleza.

Un toque ligero en la puerta llamó su atención.

- ¿Si? - contesto con cierta timidez y volumen bajo.

- Señorita Heinstein, ¿ya está despierta?; la diosa Athena nos manda para ayudarle en lo que necesite - contestó una voz dulce desde el otro lado.

- Estoy bien pero pasen por favor.

Se incorporo en la cama mientras tres ninfas entraban con una gran sonrisa, una de ellas la miro con cierta sorpresa, intentando asociar la primera imagen pero luego simplemente prosiguió en atender a la dama; estas mujeres le prepararon la tina y luego un vestido bastante lindo de color verde pastel con holanes blancos de terciopelo, haciéndola ver bastante inocente y femenina, cepillaron su cabello largo y de un negro intenso para hacer una media coleta acompañada de un moño igual al color de su vestido.

- ¡Se ve hermosa señorita Pandora! - dijo sonriendo la ninfa.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - algo sorprendida pues nadie les había mencionado a ellas su nombre.

- Lo lamento, ayer escuche a la diosa Athena decir su nombre a un caballero pero no lo volveré a decir - haciendo una reverencia con la cabeza en señal de disculpa.

- Esta bien, no me molesta, es sólo que pensé que la diosa Athena no les decía a ustedes quienes eran sus invitados - volteando la cabeza hacia la ventana dejó salir un pequeño suspiro y luego se encontró con la mirada de las tres mujeres un poco consternadas - No me hagan caso por favor, es algo que no tiene importancia, gracias por ayudarme.

Las tres mujeres asintieron con un poco de seriedad pero más que ello era incertidumbre por la reacción de la dama, sin más se despidieron.

- La diosa Athena la espera para desayunar, por favor no tarde.

- Iré en seguida, ¿también van a ir con Pandora?.

-No podemos entrar al templo de un caballero si él no lo solicita a la diosa y en este caso no nos han pedido que vallamos, supongo que la señorita Pandora se encarga de todo ella sola.

- Comprendo, gracias por todo. - sonriendo ligeramente.

Las ninfas se marcharon pero en el pasillo una de ellas cuestiono a otra.

- ¿Cómo sabías el nombre de la señorita? - un poco molesta en su tono.

- Ayer escuché a la diosa Athena decirle su nombre al caballero de Piscis - algo titubeante.

- Por cierto no me has dicho tu nombre, tampoco quien te envió aquí al servicio del santuario - mirándola recriminante.

- Moni tal vez ya se entrevistó con la matrona Tamí, sino no estaría trabajando - intercediendo para ayudar a la chica que ya se mostraba algo incomoda con esas preguntas.

- Sí, ya me entreviste con la matrona anoche cuando llegué.

Sin más se marchó rápidamente y perdiéndose entre los pasillos para ya no contestar más preguntas sin embargo para Moni algo parecía no encajar bien por lo cual no lo dejaría pasar. Horas más tarde Pandora llegó a la casa de Afrodita después de mucho haber lidiado con Milo y Shaka para salir sola.

- ¡Pero el sol no parece tan brillante hoy, ¿será acaso porque tengo a la estrella mas luminosa y hermosa de toda la galaxia?! - dijo con total galantería el caballero que muy bien vestido recibía a la dama en el pórtico de su casa - dime mi hermosa rosa, ¿qué te trae a mi encuentro?.

- Afrodita, mi querido y galante caballero de magnánima belleza - dijo con una sonrisa ligeramente soberbia ante su presencia - sin duda es todo un placer poder verte y conversar pero en esta ocasión necesito llegar a la cámara de Athena para poder reunirme con mi homologa; ¿será posible que me dejes pasar por tu casa?.

- Quisiera decirte que no y que preferiría te quedarás aquí conmigo disfrutando de un gratificante té pero el deber es primero - mostrándole el camino con su brazo para que pudiera entrar a su casa - pero debo decirte que tengo que acompañarte pues el jardín de rosas en la parte de atrás es mortífero y no quiero que te pase nada.

- Harás aun más grato mi camino Afrodita.

Sonriendo con coquetería mientras emprendía el camino a la cámara del patriarca donde ya la esperaba Pandora Heinstein y Bud de Alcor, él correspondió a esa sonrisa con orgullo y camino a su lado entregándole una rosa blanca y su túnica para que le cubriera desde la cabeza a los pies.

- Bien hermosa rosa, no despegues de tu nariz esta rosa blanca para que podamos pasar ese mortífero jardín y tampoco te quites mi túnica - haciéndole un guiño cariñoso.

En la parte de atrás de la casa de Piscis se podía ver ya el inmenso jardín de un rojo vibrante que se extendía como una cascada de sangre pero antes de dar un paso dentro de él, aquel caballero puso su mano sobre el hombro pequeño de la dama.

- Espera mi rosa, aún es peligroso para ti entrar ahí, esas espinas podrían rasguñar tu piel y el veneno entraría inmediatamente a tu torrente sanguíneo - tomando entre sus brazos a la joven heraldo para levantarla y llevarla hasta el final del camino.

Esta acción tomo por completa sorpresa a la joven quien se ruborizo y bajo la cabeza al estar tan cerca del pecho varonil de aquel que se portaba como su guía, Piscis al notar este detalle emprendió su andar con total porte magnánimo pues en sus manos llevaba a la mujer más temible desde la era del mito pero que ahora se mostraba algo sumisa al no poder negarse a ser llevaba entre sus brazos por lo cual se sentía afortunado y honrado.

Caminaron en silencio hasta ver la explanada y la estatua de Athena a algunos metros y de la cámara del Patriarca unos jóvenes corrían a su encuentro con cierta preocupación en el rostro, el caballero bajo con delicadeza a la heraldo mientras le ayudaba a quitarse la túnica.

- Mi hermosa rosa, al fin hemos llegado - sonriendo traviesamente pues era consciente del visible enojo en el rostro de la enigmática mujer.

- Mi querido Afrodita tomaré esto como un favor - poniendo su dedo indice bajo la barbilla del caballero como señal de advertencia así como el tono de su voz mostraba seriedad y autoridad - pero ten por seguro que no se va a repetir pues no siempre seré dulce y amable.

Dándose media vuelta para recibir a Bud, Pandora Heinstein y Shura que detuvieron sus pasos al ver que todo estaba bien.

- ¡Que recibimiento tan cálido! - esbozo con una sonrisa para evitar que notaran su indignación.

- Pandora me alegro mucho que te encuentres bien, por la manera en la que llegaste pensé que algo te había sucedido - dijo la pequeña de ojos purpura con algo de preocupación aun.

- Descuida querida mía, el caballero de Piscis tiene maneras excéntricas de transportar a sus acompañantes - usando un fino tono de sarcasmo.

- Bastante excéntricas diría yo, para mi es todo un reto pasar ese jardín de rosas, tal vez deberías facilitarme igual el acceso a la cámara del patriarca. - riendo ligeramente mientras se dirigía a Piscis.

- Shura no tienes la belleza que mi rosa tiene por lo cual tendrás que caminar - haciendo un gesto teatral de desagrado.

- Caballero de Capricornio me da gusto saber que también estás aquí, ¿nos acompañarás a nuestro paseo? - preguntó amable la heraldo para llamar su atención.

- Lo siento, no soy niñera de nadie pero Bud puede acompañarlas - usando un tono frío y cortante.

- Es una pena, escuche que tu Escalibur es la más poderosa y afilada espada que existe en el santuario y en el mundo. Lo cual me llevo a recordar a tu antecesor, el Cid quien tenía verdaderamente una espada tan afilada que separó dimensiones y venció a los dioses del sueño - regalándole una sonrisa llena de sarcasmo y altanería.

- ¡Cómo te atreves a mencionar a mi honorable antecesor después de que por culpa de tus aliados perdiera la vida!, no puedes burlarte así sólo porque gozas de la protección de la diosa Athena, ¡no olvides tu lugar! - indignado y bastante molesto.

- Veo que no tienes la templanza que él tenía, entonces no vale la pena seguir hablando contigo - dando media vuelta para caminar en dirección a la cámara de Athena - sin embargo no me burlé de él, admiro mucho a los santos de Athena por su fuerza de voluntad y devoción a su diosa pues a lo largo del tiempo he podido presenciar hasta dónde pueden elevar sus cosmos para conseguir esa victoria tan anhelada por todos. Algo que los espectros no tienen. - caminando hacía los aposentos.

Bud y Pandora Heinstein asombrados por ese pequeño debate sólo caminaron detrás de ella sin decir palabra alguna mientras que Shura se quedó a lado de Afrodita con la cabeza baja y el puño cerrado.

- Amigo no te molestes, esa rosa es enigmática y no por nada fue elegida para comandar al ejercito del dios Hades - sonriendo y poniendo su mano en el brazo del caballero de Capricornio - ella no dijo nada malo de Cid y creo que fue sincera en su reconocimiento.

Luego simplemente fue a alcanzar a los que ya se habían marchado, un grupo de ninfas acudieron al encuentro de las señoritas y con una reverencia les dieron la bienvenida.

- Estamos listas para el paseo señoritas, las ayudaremos en todo lo que necesiten.

- Gracias, podemos ir entonces - contestó la comandante con amabilidad pero sin perder la pose.

- ¿A dónde irán mi querida rosa?, estamos en tiempos de guerra como para dar un paseo. - dijo curioso el caballero de Piscis.

- Tenemos un plan para poder atraer un par de espectros mi querido caballero - sonriendo traviesamente - la diosa Athena ya está al tanto de nuestro plan.

- ¿Y quién más los va a escoltar?, sólo veo al dios guerrero de Alcor.

- Conmigo es suficiente, ya tuve oportunidad de enfrentarme al espectro de cabellos blancos que usa una técnica de hilos como marionetista y pude proteger a la señorita Heinstein, también estuvo el espectro de ojos amarillos. - intervino con seriedad el god warrior de Alcor.

-¿Cuándo fue eso?- expresó sorprendida la heraldo poniendo toda su atención a la estrella de Asgard.

- Señorita Pandora, ¿ellos son los jueces que nombro la otra ocasión?- mencionó con tono inocente la joven sucesora.

- Así es señorita Heinstein, ellos son Minos y Radamanthys, por eso necesito saber cuando se encontraron con ellos, es posible que ya estén siguiendo ordenes del dios Thanatos. - un poco preocupada.

- Señorita Pandora eso fue hace ya un tiempo atrás durante nuestra travesía para llegar al santuario, ellos intentaron colocarle un brazalete a la joven heredera - haciendo una pequeña pausa mientras recordaba lo acontecido ese día - sí, el espectro de cabello blanco llevaba una caja y en él un brazalete con forma de serpiente, en ese momento la señorita Heinstein quedó en un trance por eso no recuerda nada al respecto. Aquel espectro quiso ponerle el brazalete pero cuando íbamos a pelear apareció el otro, el de ojos amarillos e intervino a favor nuestro; fue algo extraño si me lo pregunta pero aproveché la oportunidad y salí inmediatamente con la señorita.

- De modo que Radamanthys intervino - mostrándose un poco confundida - ¿porqué lo haría?

- De ser así no puedo permitirte que vallas sola mi querida rosa - menciono Afrodita con un tono protector hacia ella - si esos dos Kyotos ya se encuentran despiertos y a las ordenes de tus dioses gemelos, no tardarán en aparecer aquí o dónde sea, ahora más que nunca necesitan protección ambas.

- Sin duda que tienes razón Afrodita, ellos pronto vendrán por nosotras pero ahora es cuando debo aprovechar para hablar con ellos.

- Debemos avisar al caballero de Virgo para que venga con nosotros, si esos espectros se presentan, él podrá sellar sus almas en el rosario. - dijo Bud comprometido con la misión.

- ¡Oh no Bud!, en este momento es lo que menos puedo permitir - usando un tono de preocupación en su respuesta, lo cual llamó la atención de todos los presentes - por favor no me mal interpreten, estoy con ustedes en esto pero ellos son...

La dama hizo una pausa y bajo la cabeza para proseguir con cierta tristeza y pena.

- Ellos son mis amigos, ustedes no lo podrían entender pero también nosotros tenemos sentimientos aunque al usar la sapuri renunciamos a todo rasgo humano y a nuestras vidas hasta ese momento.

Afrodita notó un brillo de sinceridad en los ojos de la heraldo y sonrió complacido pues podía contemplar a esa enigmática dama en su esencia más pura.

- De acuerdo mi querida rosa, no llamaremos al hombre más cercano a dios en este momento, algo que no negaré me llena de gusto pero sí debo dejar claro que voy a ir con ustedes - volteando a ver a Bud y luego a los demás - no desconfió del dios guerrero pero si aparecen los dos Kyotos, entonces la batalla no estará en iguales por lo cual debo ir y protegerte.

Regalándole una sonrisa dulce y seductora a la vez.

- Estoy de acuerdo contigo caballero dorado de Piscis - asintiendo con la cabeza el dios guerrero de Alcor.

- Entonces vallamos a disfrutar del sol - dijo emocionada la joven señorita Heinstein.

La caravana salió por un pasaje secreto que daba a uno de los jardines exteriores del santuario y a pocos metros iniciaba una de las aldeas cercanas, el paisaje era pintoresco y muy alegre por toda la gente que amable vendía diferentes cosas para el consumo diario; la señorita Heinstein miraba admirada por la inmensa calma que hay acontecía, por todas las sonrisas en las caras de las personas y por la bonita convivencia que en ellos se veía.

- No puedo creer que exista un dios que quiera acabar con toda la armonía que existe en la tierra - mirando a Pandora con melancolía y luego bajando la cabeza - Y no puedo creer que seamos nosotras las que colaboremos en ello.

- Tú no puedes culparte de lo que aún no has hecho, señorita Heinstein yo cargaré con toda la culpa pero primero resolveré este problema, el señor Hades no es un dios maligno es sólo que tiene una visión diferente del mundo y la vida - sonriéndole amablemente a la joven dama.

- Realmente eres un ser benevolente, apenas puedo creer que seas la comandante de los ciento ocho espectros mi hermosa rosa. - intervino el caballero de Piscis.

Luego aquel gallardo hombre simplemente se acercó a un puesto de flores en donde una sonriente mujer vendía.

- Estás rosas son muy lindas y aromáticas además de que su color es tan vivo - tomando una para olerla.

- Usted parece un experto en rosas, espero le resulten agradables las que vendo - sonriendo con cierta coquetería.

- Son lindas, tiene buen gusto señorita. - mirando serio a la vendedora.

Una ninfa de compañía se acercaba a la señorita Heinstein mientras que Pandora miraba algunas frutas que le gustaban a Shaka.

- Señorita Heinstein, mire - señalando un puesto donde había algunos accesorios para el cabello - seguro encontrará algo que le agrade.

La joven sonrió y fue caminando con la ninfa y con Bud que atento miraba a su entorno, a pocos metros de hay la heraldo traía algunas frutas en una bolsa mientras se detenía para poder admirar a sus nuevos amigos disfrutar de su paseo.

- «Por momentos así vale la pena cuidar la vida en la tierra»- pensó con agrado.

De improvisto sintió una cosmo energía muy familiar pero también muy tenue en la espesura del bosque, rápidamente miró hacia allá y sintió como su corazón palpitaba a prisa y con cautela se perdió entre la gente para poder ir al encuentro, la comandante corrió haciendo que su vestido hondeará majestuosamente junto con su largo cabello negro para pronto verse inmersa en el mar verde de arboles y vegetación. Sus pasos se volvieron más lentos y su mirada recorrió todos los lugares posibles pero no encontró nada hasta que de pronto un fino hilo que apenas se percibía con los rayos del sol tomo la fina y delicada muñeca de la bella heraldo, tomándola por sorpresa pues con un giro poco cuidadoso la hizo voltear sólo para chocar con el pecho fornido de un viejo conocido.

- Entonces es cierto que ahora vives en el santuario - dijo aquel hombre consternado mientras con la mano libre que tenía sujetaba con delicadeza y ternura la cabeza de la dama mezclando sus largos dedos con la fina cabellera negra y pegándola a su pecho para que ella no pudiera levantar la mirada.

Sin embargo aquella joven conocía de más la voz del que la aprisionaba con tanta efusividad, lentamente colocó sus manos en el pecho del hombre para poder separarse un poco y así levantar la cabeza, al tener ya de frente a su interlocutor sólo pudo dejar escapar una sonrisa de absoluto e inmenso gusto por volver a verlo después de tanto tiempo y sin querer evitarlo, con todo el cariño que en su corazón había, rodeo con sus delicados brazos al hombre más alto que ella.

- No sabía que ya estabas despierto pero me da tanto gusto que estés bien - luego lo miró fijamente con una mueca de ternura - ¡Minos te eche de menos!.

Esas últimas palabras crearon un eco en su mente y un vuelco en el corazón del Kyoto, su actitud tierna y preocupada le hacía recordar a su señora antes de tomar su lugar como mano derecha del dios del inframundo provocando que en sus ojos se formaran lagunas que terminarían en lagrimas corriendo por su rostro pero el deseo de saber lo que estaba pasando era mayor y guardó esas ganas de llorar. Sujetando por los antebrazos a la frágil heraldo y con un movimiento brusco de su parte, colocó a la mujer en una posición firme frente a él, mirándola casi indignado.

- ¿De que se trata todo esto Pandora?, ¿a que lleva esta patética escena de ternura?, ¡sólo quiero saber que rayos haces aquí en el santuario con esas ratas doradas! - enfocando todo su enojo y frustración en su última oración mientras le regalaba una mirada tan fría que congelaría el corazón de la joven.

- Minos...- dijo en un susurro y bajó la cabeza un poco para tratar de entender lo que estaba pasando, luego levantó nuevamente la vista que aún buscaba un halo de ternura en su eterno aliado - Así es mi querida estrella de la nobleza, ahora vivo en el santuario porque Athena me rescató del silencio eterno de la muerte y purificó mi alma para expiar mis pecados.

- Pero que tonterías dices Pandora, entonces es evidente que has traicionado al señor Hades - mirándola con sumo enojo y aun más frustración - jamás pensé que lo harías pues tú eras su mano derecha, ¿porque?.

Recordando el Juez de la primera prisión un comentario que el dios Thanatos le había hecho antes de salir a buscar a la comandante.

- Minos es probable que te topes con una sorpresa, Pandora puede no ser la misma que conociste en épocas pasadas.

- ¿A que se refiere señor Thanatos?, ¿lo dice por su forma física?.

- No mi gloriosa estrella, al parecer ella fue persuadida por Athena en esta era, no quiero pensarlo pero es probable que Pandora nos halla traicionado - volteando la mirada al Kyoto con un gusto disimulado al tiempo que extendía el brazo para entregarle una daga dorada - y si eso pasó, sabes lo que debes hacer.

- Señor Thanatos yo... - tomando la daga y haciendo una reverencia para luego levantarse - haré lo que mejor convenga.

Retirándose de la presencia del orgulloso dios con la daga en la mano y el corazón destrozado al pensar en la posible traición pero peor aún al pensar en tener que acabar con la única mujer que por eras ha sido su razón de existir.

- Minos - mencionó con dulzura la joven heraldo al ver que su guardián estaba en una batalla interna.

El Kyoto de la nobleza regresó su atención a ella y con el rostro abrumado sólo mencionó con desánimo.

- Entonces el señor Thanatos tiene razón, traicionaste todo por lo que alguna vez luchamos, por la utopía del señor Hades a quién decías amar y encima te involucras con un caballero dorado.

-¡Qué! - mostrando total sorpresa en su mirada.

- No finjas como si fuera mentira, Radamanthys y yo te vimos en los brazos de tu amante, el caballero de virgo, aquel que dicen es el hombre más cercano a un dios - apretando el puño con rabia al recordar aquella visión y tratando de mostrar sarcasmo.

- Entonces ya estaban en el santuario, todo este tiempo han estado cerca, ¿y porque no se acercaron?, Minos necesito explicarte tantas cosas que ahora no se por dónde empezar - su semblante al igual que su tono se dejaban mostrar bastante consternados, aprisionados en sus emociones encontradas.

-¿Qué vas a explicarme?, no quiero saber absolutamente nada de ti, haz faltado a tu palabra como heraldo, como la líder que tanto admire, te has rebajado a ser la amante de un caballero enemigo, ¿o qué es lo que piensas; a caso crees que Athena no te manipula para llegar al señor Hades?. ¿Luego qué pasará?.

- ¡Basta Minos, tus palabras me lastiman! - gritándole al espectro con enojo y los ojos llorosos - pensé que me entendías por haber compartido tanto desde la época del mito, jamás quise ser la heraldo y cargar con la muerte y tristeza de tantas personas pero nadie me dio a elegir mi destino. Incluso quise hacerme a la idea de que debía ser así, de que Athena estaba equivocada pero los equivocados eramos nosotros ya que la muerte no es la salvación, o dime tú, ¿qué has conseguido con el silencio eterno?.

- Pandora - expresó sorprendido y casi como un susurro.

- Yo serví fielmente a los dioses menores y al dios Hades sin importar absolutamente nada, incluso soporté los castigos que los dioses gemelos me impusieron cuando mi señor fue enviado a su taller para terminar el lienzo perdido...

- ¿Cuáles castigos? - dijo indignado la estrella de la nobleza.

- Los castigos que me impusieron por desacato y por inepta según palabras del señor Thanatos pero eso nadie lo supo a excepción de Cheesire que estuvo presente en algunos y quiso ayudarme pero la influencia de los dioses siempre ha sido abrumadora.

- ¿Porqué nunca me lo dijiste? - sintiéndose impotente por saber la verdad.

- ¿Y qué pensabas hacer Minos?, ¿enfrentar a los dioses?, además tu alma había sido sellada por el rosario de las ciento ocho cuentas para ese momento.

- ¿Y Radamanthys?, ¿él lo sabía?, ¿dónde estaba?.

- No lo sabía, nunca lo supo.

- Aún así no puedo perdonarte, no puedo permitir que faltes a tu promesa - sacando la daga que el dios Thanatos le había dado y que brillaba maliciosamente con los rayos del sol.

Pandora al ver la daga supo de quien era emisora y movió la cabeza de derecha a izquierda mostrando un semblante agotado y taciturno.

- Comprendo Minos y creo que es lo mejor, estoy cansada de servir al inframundo y no creo poder vivir en paz siendo mortal ... ¡vamos hazlo y termina con todo! - ordenó enérgicamente la antigua comandate sin dejar de mirar a su estrella con frialdad y dureza, como si fuera la mujer que por eras acompaño al ejercito de la oscuridad eterna.

Minos al verla tan decidida paso saliva con dificultad y comenzó a titubear, bajando con sumisión el arma que sostenía mientras se dejaba caer en el fresco pasto, a los pies y merced de su amada mujer.

- No puedo hacerlo Pandora, sabes que no puedo hacerlo aunque sea una orden de Thanatos pero es que me duele verte con él, con ese caballero indigno de ti y saber que ni en esta vida tendré una oportunidad para llegar a tu corazón - su tono de voz ya no era agresivo, mostraba más bien la tibieza de su alma y su tristeza.

- Minos, perdoname.

Mencionó con absoluta ternura la joven heraldo mientras se sentaba en el pasto junto con él y acariciaba su cabello para reconfortarlo.

- No puedo amarte como quisieras pero eso no quita el hecho de que para mi eres muy importante, tanto como Radamanthys y me duele lo que te pasa y lo que te pasó...

Guardando silencio por un momento para recordar la última vez que lo vio en una pasada guerra santa, un lugar del castillo donde la élite de la nobleza esperaba pacientemente y recibía instrucciones de un imponente comandante de sapuri resplandeciente que daba la espalda a la puerta, de inmediato sus leales soldados hicieron una solemne reverencia y guardaron silencio, algo que sorprendió a Minos y lo hizo voltear, topándose con la figura mas sacra y perfecta de todo el inframundo para él... Pandora.

Dando instrucciones a sus soldados para que se retiraran y poder estar con ella a solas.

- ¿Tan preocupada te tiene que yo valla al santuario que has venido a verme? - expresó con sarcasmo y mostrando una sonrisa pícara - ¿crees que no podré vencer a esas ratas doradas?, sabes que los convertiré en mis marionetas.

- No dudo en lo absoluto de tus capacidades como Kyoto y comandante de tu élite pero tengo un mal presentimiento que me abruma el corazón. Por favor cuidate mucho.

Al oír esas palabras Minos sintió una gran sorpresa pues pudo sentir por momentos breves la calidez de su señora, luego hizo un gesto de seriedad y colocó su casco para hacer una reverencia con la mano derecha al pecho.

- Voy a volver sólo por ti y voy a ganar esta guerra para tener el derecho de pedir tu mano y libertad.

Sin más se marchó sin voltear atras...

- Lloré mucho por ti, en silencio y tuve que ocultar mi tristeza ante todos - dijo con la voz titubeante la señorita Pandora por el dolor que volvía a sentir tras haber recordado aquel hecho.

Esto hizo levantar la cabeza al Kyoto y poner su mirada en ella, limpiando las lagrimas que rodaban por esas mejillas ruborizadas.

- Perdoname por ser un insensible contigo Pandora, ahora entiendo porque a pesar del tiempo no has podido amarme, siento lastima de mi mismo. - avergonzado y dolido.

- No lo digas Minos porque podemos tener una nueva oportunidad de ser felices los tres y vivir tranquilos.

Minos miró a su comandante con incredulidad y curiosidad pero antes de que ella pudiera proseguir el crujir de unos pasos sobre las hojas llamo la atención de ambos hacia un claro a lado izquierdo de ellos y una figura varonil con porte gallardo se dejaba ver poco a poco, dejando notar a un glorioso Kyoto que aunque no portaba armadura se mostraba orgulloso, de su mano derecha una lanza hecha por su propio cosmo violáceo se mostraba. Pandora se quedó perpleja al ver de quien se trataba y no supo como reaccionar.

- ¡Oh!, al fin has decidido aparecer Radamanthys - menciono aquel hombre desde el césped con aspecto derrotado.

La lanza en mano del juez desapareció y con un gesto frío lleno de indignación contestó.

- Jamás creí que le harías daño a Pandora pero prefiero estar preparado.

- Siempre un paso adelante, por eso eres el juez más cercano al señor Hades - sonrió Minos con un poco de amargura.

- Vamos levantate estrella de la nobleza, no querrás que vean al juez más temido y sádico así - extendiendo el brazo para ayudar a su amigo a incorporarse.

- Radamanthys... - dijo como un susurro mientras se apoyaba en él para levantarse.

Luego el Kyoto de la furia volcó su atención a la joven dama que se mostraba tímida pues no sabía como iba a reaccionar.

- Me da gusto ver que estás bien y que Thanatos no te ha encontrado. - dijo el Wyvern sin mostrarse expresivo.

- ¿Tú también has estado bien?, gracias por cuidar de Minos - sonrió con calidez.

Un grito de auxilio se escucho pese a la lejanía y gracias al silencio del bosque, acompañado de una cosmo energía ya familiar.

- ¿Qué hace la estrella terrestre de la rareza aquí? - comentó el Wyvern sin mucho interés.

- Nada bueno puede ser por ese alboroto que al parecer viene de la aldea - contestó Minos con un tono más propio y sensual.

- La señorita Heinstein - susurró preocupada la heraldo - debo irme, hay algo que debo arreglar.

Ellos voltearon a mirar a Pandora sorprendidos cuando Minos se percató que la daga dorada no estaba donde él la había dejado, de inmediato soltó a su comandante de aquel hilo que le aprisionaba la muñeca.

- Imagine que no venías sola, ¿quién te resguarda?, ¿es ese caballero dorado? - recrimino Radamanthys un poco dolido.

- Vine al pueblo con la nueva heraldo y dos caballeros y si Zeros está aquí no dudo que otros espectros lleguen también.

- Entonces vamos contigo.

Sin darle tiempo a decir nada, Radamanthys tomo a la dama entre sus brazos y hábilmente se movió entre los arboles para llegar hasta donde todo ocurría, un grupo de espectros menores se enfrentaban al guerrero de Alcor mientras que Zeros aprisionaba a la señorita Heinstein y mencionaba palabras sin sentido proclamando su victoria anticipada. Una ráfaga violácea atravesó a los espectros en una fracción de segundo, dejándolos en el suelo inconscientes.

- ¡Pero señor Radamanthys! - exclamó Zeros terriblemente sorprendido por el ataque presenciado.

El magnifico Kyoto descendía lentamente con Pandora en sus brazos para ponerla con delicadeza en la tierra.

- ¿Quién te ordeno venir por esa joven? - dijo con autoritarismo el Wyvern.

- Señor Radamanthys fue el dios Thanatos, me dijo que la nueva heraldo nos llevaría a la anterior - mirando a la comandante - Y es verdad, aquí está la traidora.

- Cuida tus palabras sucio espectro, Pandora no es ninguna traidora.- dejando emanar parte de su aura oscura con hostilidad.

- Lo siento señor Radamanthys, es sólo lo que se rumora en el inframundo pero si la señorita Pandora no es una traidora entonces que venga con nosotros, seguro que el señor Thanatos la perdonará y podrá tomar su lugar al frente del ejercito en el cuerpo de esta joven.

Unos filos hilos imperceptibles al ojo humano rodearon el cuerpo de la señorita Heinstein con delicadeza para hacerla levitar y apartarla del espectro con armadura de rana, tomándolo por sorpresa y haciéndolo sentir indefenso.

- Se ... señor Minos, ¿qué significa esto? - dijo titubeante la estrella terrestre de la rareza.

- ¿No es obvio Zeros? - acercando a la dama a su cuerpo para resguardarla mientras la tomaba por la cintura - regresa al inframundo y dile a Thanatos que aún no ha llegado el momento.

Aquella estrella no podía creerlo, a caso se estaban revelando los dos jueces más fuertes del inframundo, sin más tomo su postura clásica para moverse no sin antes ser atrapado en la pierna por uno de los hilos del Grifo para detenerlo.

- Sólo una cosa más Zeros, devuélveme esto.

Dejando a la dama aun atada pero a lado de Radamanthys y Pandora para dirigirse al espectro y tomar la daga dorada que le sería de mucha utilidad más adelante, luego soltó al emisario y este se perdió apresurado en la espesura del bosque.

- Volvemos a encontrarnos dios guerrero de Alcor - dijo Minos mostrando una sonrisa de satisfacción y burla.

- Así es espectro, otra vez los tres - tomando una posición de ataque y mostrando las garras.

Pero una rosa roja atravesó el viento y cortó de manera precisa los hilos que resguardaban a la joven heredera, de inmediato Pandora fue a su encuentro para confortarla.

- Pandora llevate a tu homologa, nosotros nos haremos cargo de estos sucios espectros - dijo demandante y claro el caballero dorado de Piscis que salía de entre los arbustos ondeando magistralmente su túnica blanca y mirando con frialdad a los Kyotos reunidos.

Minos lo miro a detalle y a su mente volvieron ardientes recuerdos de una batalla épica con aquel que fue su mejor oponente, sonrió de lado.

- Entonces tu eres el caballero de Piscis en esta era.

- Minos, Radamanthys no peleen con Afrodita y Bud por favor, ellos no son nuestros enemigos - luego se levantó y fue a lado de sus Kyotos mirando a sus amigos - también les pido a ustedes caballeros que no tengan enfrentamientos con mis jueces.

- De modo que estos son aquellos que tanto nombras mi hermosa rosa, creo que ahora ya no tienes motivos para estar preocupada o triste.- dijo un tanto altivo el caballero de Piscis.

Ella sólo suspiro.

- No lo sé aún Afrodita - volteando la mirada a los jueces - ¿ustedes díganme si tengo razones para estar preocupada y triste?.

Radamanthys le dedicó una mirada fría, tan certera y sin palabras simplemente se perdió entre los arboles y su espesura.

- En verdad empiezo a creer que es el rey del suspenso - dijo Minos con un tono sarcástico y luego tomo la mejilla de la heraldo con ternura al tiempo que le dedicaba una mirada ardiente - cuando te vuelva a ver sabrás la respuesta a tu pregunta, mi amada Pandora.

Desapareciendo por el mismo camino que su acompañante.

- Mi hermosa rosa, tus espectros son seres bastante complejos.- mientras ayudaba a Bud para levantar a la joven Heinstein.

- No los juzgues Afrodita, es difícil para ellos pero confió en que sabrán elegir lo que más les convenga, por ahora me preocupa la reacción del dios Thanatos cuando se entere de lo sucedido.

Mirando hacía la espesura del inmenso bosque con esperanza y un peso menos en el corazón.

- ¿La volveremos a ver Radamanthys? - dijo Minos con tristeza.

- Ella ya tomo su decisión pero yo no puedo dejarla al cuidado de esos caballeros - desconfiado.

- Entonces es un hecho.

- En cuanto a ti sólo te diré que la próxima vez que trates así a Pandora, no estaré en las sombras observando. - mostrandose amenazante.

- Estás en tu derecho, mi corazón herido no justifica mis acciones pero te aseguro que no volverá a ocurrir.

La tarde se marchó lentamente y dio paso al anochecer, el santuario se veía un poco distante aún.

*FIN DEL CAPITULO*