-La historia y los personajes no me pertenecen en lo absoluto sino que son de la completa autoria de Masashi Kishimoto más la narración y/o utilización de los hechos son de mi absoluta responsabilidad para la dramatización, sentido y cronologización de la historia :3 Esta historia tiene lugar tras el capitulo 468 de Naruto Shippuden, tras la batalla de Indra y Ashura. Les sugiero oír "Fire to Fire" de Sam Smith para Indra, "Dancing's Done" de Ava Max para Sanavber, "Manohari" de Baahubali para la pareja y "Bittersweet" de Within Temptation para el contexto del capítulo.
Orando desesperadamente en su interior porque Indra llegase lo más lejos posible y consiguiera escapar—sabía que sus capacidades estaban por encima del promedio y por ende tenía mayores posibilidades de sobrevivir a la cacería en relación con cualquiera de las presas que habían tenido en jornadas como estas—de las garras de los demás miembros de su clan, Sanavber no quiso darse falsas esperanzas mientras veía como prácticamente todos los miembros del clan buscaban darle alcance dejándola a ella a solas junto a lord Masao y su esposa quien le había vuelto la espalda, no tolerando verla siquiera. Era evidente para Sanavber que se había vuelto el motivo de deshonra para el clan y que la mayor de las culpas recaía ahora sobre ella, pero nada de ello le importaba, guardando silencio y no quejándose siquiera mientras lord Masao la sujetaba del brazo y la apartaba de cualquier posibilidad de escapar y correr a ayudar al humano, entregándola a sus dos escoltas que la sujetaron de ambos brazos y le ataron las manos con firmeza antes de regresar su atención al líder del clan en espera de ordenes de su parte. Masao observó el semblante de Sanavber, intentando entender su lucha o aquello que la motivaba, pero solo se decepcionó al ver lo que él identificaba como rebeldía en los ojos de la joven quien le sostuvo airadamente la mirada, era evidente que no estaba arrepentida en absoluto y contra ello Masao sentía no poder hacer nada, si es que existía algo que pudiera hacerse, eso sería después de que el humano hubiera muerto.
—Si dices que el hombre es un asesino, ¿En qué somos diferentes?— cuestionó Sanavber visiblemente furiosa e impotente a partes iguales.
—En que matamos para sobrevivir— contestó Masao convencido de su proceder. —Vigílenla hasta que yo regrese— ordenó a sus escoltas.
—Si, lord Masao— asintieron ambos antes de que su líder les diese la espalda.
Evidentemente lord Masao sabia de lo que Sanavber sería capaz si de proteger al humano se trataba y fue precisamente por ello que eligió mantenerla al margen, dirigiéndole una última mirada cargada de severidad mientras le daba la espalda y se desentendía totalmente de ella, volviendo la mirada hacia su esposa con sus orbes esmeralda iluminándose como los de un felino con una sola mirada y ambos no tardando en correr velozmente hacia la espesura del bosque tras los pasos de su presa, haciendo que Sanavber se sintiera más acorralada que nunca mientras era vigilada o custodiada por los escoltas del líder del clan y que la arrojaron contra un tronco caído obligándola a permanecer sentada mientras ellos la vigilaban y acomodando las cuerdas que ataban sus manos para que ella tuviera que permanecer en ese lugar sin posibilidad de escapar. Pero por supuesto que ello no detuvo a Sanavber, quien tanteo la madera del tronco bajo sus dedos en busca de astillas y al dar con estas comenzó a mover de arriba hacia abajo las muñecas atadas para que la cuerda pudiera cortarse, siendo cuidadosa y tratando de no delatar su acción. Sin embargo, soltarse de las cuerdas que la ataban no era precisamente fácil, podría hacerlo con un solo movimiento y casi sin esfuerzo, pero esta vía de escape sería tan abrupta que se delataría inmediatamente y provocaría que la atraparan de nuevo y con reservas, lo que no podía permitirse, por lo que Sanavber lo hizo lentamente y deteniéndose cada vez que emitía el más pequeño de los sonidos en el proceso.
—Si realmente le contó a alguien de nosotros, estamos en problemas— murmuró uno de los escoltas a su compañero, temeroso de los peligros que pudiera haber para el clan.
Agradeciendo la distracción de parte de los escoltas de lord Masao, Sanavber contuvo un suspiro de alivio tan pronto como sintió que las cuerdas dejaban de aprisionar sus muñecas y buscó no emitir ningún sonido al arquearse hacia atrás y rodar sobre el tronco antes de que los escoltas de lord Masao pudieran atraparla, corriendo aún más velozmente que si su vida dependiera de ello, sujetándose la falda del kimono en el proceso y siguiendo con su agudo sentido del olfato el rastro que sus hermanos de clan habían dejado, así como el rastro de sangre de Indra y que la hizo esbozar una sonrisa ladina ya que su aroma se perdía a la distancia, prueba de que este había ideado una estrategia para escapar sin que ella tuviera que ayudarlo, mas lo haría de todas formas. Tan pronto como la Harunn llegó a un claro iluminado por la luz de la luna, evadió de un saltó un gran árbol caído en su camino, pasando en el proceso de su forma humana a la de la loba de pelaje oscuro que era y que corrió velozmente por el bosque, siguiendo su rastro. La sensación de correr en libertad por el bosque en su verdadera forma resultó embriagadora, tanto que a nada estuvo de nublarle el juicio, sin embargo, Sanavber no permitió que eso sucediera y se enfocó únicamente en lo importante que era seguir el escaso rastro dejado por Indra y él aún más penetrante y confuso hedor de los miembros de su clan, pero de los que trato de mantener distancias por obvias razones, ya que de no hacerlo con seguridad caería en una trampa y seria atrapada nuevamente.
Debía encontrar a Indra.
Huir y replegarse no era en absoluto una opción para Indra sino defender su posición y pelear lo que hiciera falta, incluso arriesgando su vida…mas no es como si tuviera muchas opciones de que hacer en ese momento, la primera de ellas fue detenerse en diferentes puntos del bosque por el que corría y frotar la herida en su brazo contra los troncos de los árboles, dejando un rastro sin sentido y que esperaba pudiera confundir lo suficiente a los Harunn para que estos le perdieran la pista por los minutos, y continuando con su veloz carrera hasta llegar a un riachuelo donde se detuvo, limpiando la herida de su brazo para difuminar el aroma a sangre, pero también intentando desvanecer su propio aroma, frotándose agua en los lados del cuello. Los riachuelos llevan a ríos, esa mera deducción hizo que Indra no tardara en levantarse y continuase corriendo por el bosque, no sabiendo si agradecer o no su velocidad y sabiendo que ello no lo salvaría del todo, buscando entre sus ropas y extrayendo la daga o cuchillo que había hecho y que empleo para protegerse de cualquier lobo que se acercara en su camino y así fue, pero él apenas y reparó en ellos en el proceso, se negaba a dejar de correr mientras seguía el sendero del riachuelo hasta la desembocadura del rio al que se arrojó velozmente, evitando a otro lobo que lo perseguía y nadando velozmente para cruzar de la orilla en la que estaba a la otra, pudiendo decirse a salvo entonces…o eso fue lo que creyó. Tan pronto como Indra salió del agua, se encontró cara a cara con un lobo que le gruñó ferozmente.
—Se suponía que era un trato; si cruzaba el río ganaba mi vida— recordó Indra frunciendo el ceño, pero sin bajar la guardia.
Aunque estuvo en el ánimo de Indra defenderse con la daga que aún sostenía en su mano derecha, ni siquiera pudo intentarlo pues el lobo de pelaje gris rojizo se arrojó contra él, desarmándolo, y aunque el Otsutsuki podría haberse defendido perfectamente usando alguno de los jutsu que él había creado, ya se había metido en suficientes problemas por haber matado a Hiroshi en defensa propia, ¿Cómo defenderse en ese momento? Intimidado por el feroz lobo de orbes esmeralda, Indra parpadeó intentando pensar en alguna solución cuando un segundo lobo se unió a la escena, mas no para atacarlo, sino que arrojándose directamente contra el otro lobo, y aunque todo lo que estaba sucediendo era demasiado abruptos para que Indra pudiera encontrarle sentido, lo que más notó del segundo lobo era que tenía un distintivo pelaje negro como la tinta y los mismos ojos verdes que todos los miembros del clan Harunn. ¿Cuál era la motivación de aquel lobo para ayudarlo? Indra prefirió no profundizar en ello, mas si le extraño que el lobo negro se dejase golpear y morder por el otro canino, usando la fuerza y peso de su cuerpo para arrojarlo al agua, terminando así con la pelea, aunque no para Indra quien recuperó su daga del suelo cuando el lobo se volvió hacia él y se le acercó lentamente, y esta vez Indra no dudo en defenderse, propinándole un corte en la pata derecha y haciendo que el lobo lo observase lastimeramente mientras se quejaba por lo bajo, recostándose en el suelo y sufriendo una metamorfosis que lo dejo helado.
—No puede ser…— el Otsutsuki estaba totalmente superado, acercando lenta y cautelosamente sus pasos hacia la azabache. —Sanavber, yo…— intentó disculparse mientras ella temblaba de temor y abrazándose a si misma para cubrir su desnudez.
—Por favor, no me mates— rogó la Harunn con la voz quebrada y alzando la mirada hacia él, temerosa de lo que él pudiera hacer.
Cuando un miembro del clan Harunn dejaba voluntariamente atrás su apariencia humana, las ropas que llevaba al momento de la transición se desvanecían con esa apariencia, mas regresaban cuando elegían hacer la transición inversa de lobo a humano porque este era un acto involuntario; pero cuando como en ese momento la transición a su forma humana era por causa de una herida relativamente seria o que generaba una copiosa pérdida de sangre, la ropa no respetaba este balance, de ahí que cuando su verdadera forma de lobo se desvaneció, Sanavber se encontrase completamente desnuda y tuviera que abrazarse a sí misma en un intento por descubrir su desnudez, sollozando por lo bajo tanto del dolor por la herida en su brazo—y que iba desde la muñeca hasta casi la altura del codo—y los nervios por la posibilidad de morir, lo que de inmediato la hizo pensar en su fallecido padre asesinado por un cazador. Todos los acontecimientos que habían tenido lugar desde la muerte de Hiroshi y la interferencia del clan Harunn en la incipiente relación de ambos dejaron de tener importancia para Indra quien sintió un escalofrió que lo recorrió de la cabeza a los pies, sintió una loza de condenación sobre sus hombros, había cometido muchos errores en su vida y lo sabía pero ninguno tan reprochable como levantar su mano contra la única persona que lo había ayudado y apoyado realmente, ni siquiera sabía cómo disculparse verbalmente y lo único que atino a hacer el Otsutsuki fue acercarse a la Harunn y envolverla lentamente en un abrazo.
—Perdón, no quería lastimarte, en verdad lo siento— se disculpó Indra sinceramente, envolviendo sus brazos alrededor de ella.
Esa no había sido su intención en ningún momento, simplemente la había visto como una más de los lobos que eran los miembros del clan Harunn y había actuado en base a sus instintos que le gritaban que intentara sobrevivir a como diera lugar, ahora se lamentaba profundamente por haber seguido esos instintos, pero ello era una parte de quien era e Indra se lo repitió mentalmente una y otra vez mientras cuidadosamente envolvía sus brazos alrededor del cuerpo de Sanavber quien no dudo en corresponder a su abrazo, aun envolviendo sus brazos alrededor de sí misma para proteger su desnudez pero enterrando su rostro contra su pecho, ya no sollozando sino que tranquilizándose aparentemente y lo que también contribuyó a tranquilizar a Indra que apoyó su mentón sobre la coronilla de ella, cerrando los ojos un momento y suspirando sonoramente. El Otsutsuki volvió la mirada por sobre su hombro hacia el río que parecía protegerlos al separar los territorios de caza del clan de aquellos que no lo eran, ese río era el único medio de seguridad con que contaban, lo dejaba en claro la mirada de un par de lobos que ya habían llegado a la otra orilla y que los observaron en silencio únicamente, gruñendo desde la otra orilla, pero sin atreverse a hacer nada antes de proceder a replegarse entre aullidos por sus camaradas caídos. Esperando que ello fuera una señal de que no habrían de ser atacados nuevamente, Indra rompió lentamente el abrazo que lo unía a Sanavber y sin olvidar la desnudez de ella procedió a desanudar el fajín de su túnica para dársela…
Intentando dejar atrás el desafortunado suceso que había tenido lugar, Indra llevó cuidadosamente en sus brazos su preciada carga que era Sanavber y cuya desnudez se encontraba cubierta por su túnica blanca propia del clan Otsutsuki y de la que él no había dudado en despojarse para protegerla a ella, vistiendo el resto de su traje negro de cuello redondo y sin mangas, con dos gruesas muñequeras cubriendo desde sus antebrazos a sus muñecas y que él mantenía alrededor de la Harunn a quien sentía tan frágil entre sus brazos, y era por su causa aunque ninguno quisiera afirmarlo o recordarlo más bien. Sanavber no se sentía incomoda en absoluto en los brazos de Indra, una curiosa contradicción digna de reprochar por cualquiera, mas nada de ello le importó, recargando su cabeza contra el pecho del Otsutsuki, no pudiendo concentrarse en nada aunque tratara, ni sabiendo a donde iban, ligeramente aletargada y pálida por la pérdida de sangre debido al profuso corte en su brazo y que el Otsutsuki había envuelto con un improvisado pero certero vendaje. Si Sanavber seguía teniendo miedo de él, por el corte que le había hecho en el brazo mientras se había encontrado en su forma de lobo, era difícil saberlo e Indra no se atrevió a preguntar nada por obvias razones, temiendo su reacción ante la menor de sus palabras y por lo que todo lo que los acompaño en su camino hacia las profundidades del bosque fue el mayor de los silencios, consolándose al no sentirla temblar entre sus brazos ni por causa de frío ni por temor.
—Tenemos que encontrar a alguien que te atienda— determinó Indra en voz alta, rompiendo con el silencio.
—No, eso solo empeoraría todo y harían preguntas— negó Sanavber con voz rasposa, sintiendo sed ante la perdida de sangre.
—¿Y entonces?— el Otsutsuki se detuvo para que ella le dijera a donde ir con claridad.
—Conozco un lugar, y cerca de fuentes de agua, eso evitara que nos rastreen y nos dará tiempo— expuso la Harunn, carraspeando para aclararse la garganta.
El lugar que Sanavber consideraba seguro y hacia donde guio a Indra únicamente mediante indicaciones, sin que este dejara de cargarla protectoramente en sus brazos, era una cueva muy cómoda y amplia tras una gran cascada a varios kilómetros de distancia de los terrenos del clan Harunn, lo suficientemente cerca de la boca del lobo, pero al mismo tiempo perfectamente protegida para permitirles recuperarse de lo ocurrido y en la que se internó el Otsutsuki andando con cuidado por la estrecha saliente al costado de la caída del agua y que permanecía húmeda por lo que el riesgo de caer por un descuido era muy grande, haciendo que el Otsutsuki contuviese brevemente la respiración hasta por fin cruzar el umbral hacia el que era un lugar seguro o eso parecía. Para alguien con un agudo sentido del olfato como los miembros del clan Harunn, propio de los lobos que dependían mucho de sus sentidos olfativos, el agua no tenía olor—los humanos también lo percibían así, solo que no podían percibir todos los detalles que los caninos si—y en contacto con individuos u elementos con aroma propio, este se desvanecía lo suficiente para poder cambiar de ruta y no ser rastreados, naturalmente el efecto se desvanecería, mas por ahora era más que suficiente para permitirles a ambos bajar la guardia. Ya dentro de la cueva y para inevitable preocupación del Otsutsuki, Sanavber se soltó de su agarre y observó el interior con la familiaridad, acercándose hacia la pared de agua con que junto una generosa cantidad de líquido dulce y que bebió para aclararse la garganta.
—¿Cómo encontraste este lugar?— preguntó Indra con inevitable curiosidad por ella.
—Solía deambular mucho cuando era pequeña, y me gustaba estar sola— contestó Sanavber sintiéndose un poco mejor mientras se alejaba del agua.
—¿Segura de que estás bien?— no pudo evitar preguntar el Otsutsuki viéndola acercarse hacia una de las paredes de roca y sobre la que se recargó.
—Si, suerte que no me atacaste con plata— asintió la Harunn intentando tranquilizarlo, mas el recordatorio de su acción solo lo hizo estremecer. —De serlo, se quedaría en mi sangre y me mataría en pocas horas— hasta el ser más fuerte tenía su talón de Aquiles. —Solo necesito descansar y estaré como nueva— aseguró cerrando los ojos y solo deseando dormir para poder volver a sentirse mejor.
—Haré una fogata, creo que estaremos aquí un buen tiempo— sosegó él, solo queriendo que ella se recuperase y pudieran dejar atrás lo ocurrido.
Lo menos que el Otsutsuki sentía debía hacer era proveer de todo lo necesario a Sanavber para que ella pudiera descansar, él la había herido después de todo y por lo que no dudo en reunir los maderos presentes al interior de la cueva—muy abundantes, lo que aseguraba que ambos podrían permanecer allí el tiempo suficiente para recuperarse y hacer cara al enemigo que los perseguía, o ello quería creer él—para armar una fogata que encendió con su jutsu de estilo de fuego, solo entonces volviendo la mirada por sobre su hombro hacia Sanavber y a quien encontró profundamente dormida, con su rostro poblado de una expresión dulcemente serena y la cabeza apoyada contra el muro de roca. Aunque Indra sentía que podría haberse pasado la vida entera observando tan bello semblante, no podía dejar que Sanavber durmiera apoyada contra la pared de roca y de ese modo, estaba muy claro para él que era incomodo y por lo que el Otsutsuki se levantó sigilosamente de su lugar y acercó sus pasos a la Harunn a quien cargó cuidadosamente en sus brazos para no despertarla, acercándola a la fogata para que no sintiera frío y no estuviera lejos de su vista, recostándola suavemente sobre el suelo de roca—que sabia no era precisamente cómodo, pero era lo único con que ambos contaban en ese momento—, acariciando sus sedosos cabellos azabaches antes de apartarse de su lado y tomar asiento en el otro extremo de la fogata que se encargó de vigilar aunque no tanto como a Sanavber a quien observó en silencio, dejando libre un sereno suspiro.
Velaría por su sueño el tiempo que fuera preciso.
La situación en que Indra y Sanavber se encontraban no era ideal, sabían que los estaban buscando, huir y ser perseguidos no era precisamente lindo, pero sin necesidad de decirlo ambos asumieron esta nueva realidad y supieron adaptarse a ello, cayendo en los brazos del sueño dentro de la cueva y por lo que parecieron varias horas, al menos en el caso de Sanavber quien finalmente abrió los ojos con lentitud, apretándolos con un deje de incomodidad al estirarse y finalmente enfocar su atención en el semblante de quien cuidaba su sueño, recapitulando todos los acontecimientos que habían tenido lugar en su mente. No teniendo sueño, no pudiendo bajar la guardia y no queriendo dormir a partes iguales, Indra se había encargado de mantener la fogata que había hecho con su jutsu de fuego, intentando mantenerla lo más posible, sumergido en sus pensamientos a la par que velando el sueño de Sanavber a quien veía tan etérea e inocente mientras dormía, aun sintiéndose mortalmente culpable por haberla herido, pero también no sabiendo bien que hacer ahora que ambos eran proscritos a su propio modo, porque ella había literalmente dado la espalda a su clan para protegerlo a él, e Indra no podía continuar enojado con ella. Sin apartar la mirada de Indra y no sabiendo que pensar en ese momento, Sanavber se sentó lentamente en su lugar, masajeándose incómodamente los hombros por haber tenido que dormir en el duro suelo de roca, mas casi pudiendo ignorar aquello del todo con solo saberlo a él ahí y vigilando su sueño, como antes de que todo ocurriera.
—No te fuiste— reconoció Sanavber, sin poder evitar que se aceleraran los latidos de su corazón por causa de ello.
—No puedo confiar en muchas personas— obvió Indra a modo de justificación y sin manifestar sus sentimientos.
—Nunca he matado, ni en las cacerías, créeme— aseguró la Harunn, queriendo ser totalmente honesta con él.
—Pero, ¿Por qué vas?— fue todo lo que el Otsutsuki pudo preguntar, no sabiendo bien que pensar, mas valorando enormemente que ella lo hubiera protegido.
—Es por el correr, el ser libre, no por la cacería— aclaró la pelinegra con una distraída sonrisa con un deje de tristeza. —Fueron mis huellas las que llevaron a los cazadores a nuestra casa— mencionó, pues ello había conducido a la muerte de su padre.
—Eso no lo hace culpa tuya— defendió el pelicastaño, entendiendo lo que era ser visto como el villano de la historia pese a no serlo.
—Es un círculo vicioso; los hombres nos matan y nosotros a ellos, porque lo que no somos es lo que nos enseñan a temer— comentó ella con una tenue sonrisa burlona.
¿Qué era ser humano exactamente? Lord Masao y muchos de los miembros del clan Harunn se sentían muy diferentes o distantes de los humanos pese a lucir como si lo fueran, y de hecho, cuando desde el punto de vista de Sanavber compartían muchas características en común, había mucho que podía unirlos y formar un solo camino en lugar de dividirlos y obligarlos a tomar caminos separados, mas el clan Harunn no creía en intentar cambiar sus tradiciones, lo que siempre había hecho que Sanavber se distanciara de ellos y creía firmemente que en tanto el clan no cambiara ni se relacionara con humanos, el único camino que les quedaba por transitar era el de la extinción. El miedo era una emoción contradictoria y escalofriante por el sentir que provocaba, Indra había vivido con ello respirándole en la nuca desde su más temprana infancia, tener que ser el hermano mayor lo había llevado a proteger de manera innata a Ashura desde siempre, pero también a albergar temor de que le ocurriera algo y pudiera perderlo, o a su padre, al final el temor había estado justificado en el sentido de que si los había perdido a ambos y ello le pesaba, pero porque Ashura y su padre lo habían traicionado y se habían vuelto en su contra, no porque alguien más le hubiera arrebatado ese vínculo. Y en este caso, no existía la posibilidad de que alguien le arrebatara a Sanavber a quien se acercó con toda intención, esa sonrisa y ese brillo en sus ojos esmeralda le era más preciados que nada que hubiera visto o tenido antes y no iba a consentir que nadie se la quitara.
—¿Qué es lo que sientes ahora?, ¿Miedo?— preguntó Indra, alzando lentamente una de sus manos y trazando con ella el contorno del rostro de la Harunn.
—Si, miedo— contestó Sanavber con un nudo en el estómago, ansiosa y nerviosa por tenerlo cerca a partes iguales.
—¿De lo que quieres hacer?— inquirió el Otsutsuki, refiriéndose a tomar su vida en base a lo que quizás le dictaban sus instintos.
—No, de lo que pienses de mí, que me odies o me temas— confesó la Harunn casi con un hilo de voz, encontrando su mirada con la de él con lágrimas en los ojos.
—No podría sentir algo negativo hacia ti, y sí que lo intente— confesó él con una tenue sonrisa ladina. —No puedo explicar lo que siento por ti, Sanavber; me abrumas, me turbas…y me asombras a partes iguales, y solo sé que no puedo ni quiero estar lejos de ti— jamás había sentido algo así y no creía poder resistir esos sentimientos por más tiempo. —Desde el primer momento en que te vi, todo lo que desee es que fueras real, y si lo eres, ¿Cómo negar lo que siento entonces?— era egoísta y no quería que existiera barrera alguna entre ambos.
Observando el sereno rostro de Sanavber y sintiéndose absolutamente seducido por ella que parecía ser todo cuanto necesitaba para vivir—no queriendo nada más—, Indra acunó su rostro y lo haló hacia si, besando sus labios y siendo inmediatamente correspondido por los labios de la Harunn, lo que despertó mayor fervor con ambos, provocándoles una ola de excitación fluir por sus cuerpos y que los alentó a profundizar el beso, envolviendo sus lenguas una contra la otra con mutuo entusiasmo. Inclinándose hacia Indra y envolviendo sus brazos alrededor de sus hombros y espalda, Sanavber lo besó una y otra vez, sonriendo entre ansiosa y nerviosa, delineando el contorno de su labio inferior con su lengua antes de recibir paso a su boca en busca de su lengua para encontrarla con la suya, ambos apenas y respirando mientras continuaban con sus ardientes besos, mas fue precisamente Sanavber la primera que tuvo la necesidad de separarse y a quien Indra hizo inclinar la cabeza hacia atrás, halándole muy suavemente el cabello para esta acción y haciéndola sonreír ante su dominancia. Ambos estaban nerviosos, no tenían experiencia en aquello en lo que se estaban internando, y sin embargo sabían que querían aquello, lo necesitaban, ello los llevó a recostarse ahí mismo en el suelo de la cueva, Sanavber debajo de Indra quien se apoyó en sus brazos para no aplastarla con su peso y encontrando su mirada con la suya, buscando una respuesta y que ella le dio acercando su rostro al suyo, besándole la punta de la nariz con ternura y haciéndolos sonreír a ambos.
Con renovada seguridad y sin dejar de observar el rostro de Sanavber, Indra desanudó la tela que cerraba su túnica al cuerpo de ella—sabiendo que no había nada más debajo—y que abrió, permitiéndole contemplar finalmente su perfecta desnudez y que observó como si fuera un mortal ante una diosa; solo entonces apartando su atención del rostro de la Harunn, Indra descendió por su garganta con eróticos lametones que la hicieron arquearse contra él hasta que el Otsutsuki finalmente concentró su atención en sus pechos, atrapando su pezón izquierdo entre sus labios, chupándolo suavemente mientras movía su mano para darle la misma atención a su pecho derecho. Puede que en su inconsciente Indra no tuviera muy claro aquello que estaba haciendo, las artes amatorias eran terreno completamente desconocido para él, pero si sabía de la guerra y los jutsus, se consideraba a sí mismo un perfeccionista y en ese momento se prometió conocer el cuerpo de tan hermosa mujer para saber siempre como brindarle el mayor de los placeres, porque aún sin tenerla ya sabía que siempre sería la única mujer que desearía y que no querría más que tenerla siempre en sus brazos. Sintiendo los labios de Indra sobre su piel, Sanavber arqueó la espalda y empujó sus pechos más hacia él, sintiéndose tan cerca del límite, olvidando cualquier nerviosismo mientras sentía como él le separaba las piernas que ella envolvió alrededor de sus caderas, buscando quitarle torpemente la ropa y ante lo que el Otsutsuki se dejó hacer dócilmente bajo su tacto.
Considerando que las cosas ya eran lo suficientemente serenas y amenas para aquello que ambos deseaban realizar, Indra levantó la vista de los pechos al rostro de Sanavber, deseando tener su total aprobación, temblando de anticipación ante su semblante, jadeante y completamente sumergida en su propio éxtasis, eliminado cualquier rescoldo de duda y ante lo que el terminó de quitarse la ropa, arrojando las prendas a un lado y exhalando mientras contemplaba la perfecta forma desnuda de ella. Encontrando su mirada con la de Indra, Sanavber asintió únicamente, sabiendo que él no actuaria hasta tener su beneplácito, y entonces lo hizo, comenzó a penetrar en su interior, sintiendo una punzada de culpa ante la ligera mueca de dolor que ella no pudo disimular tan pronto como su miembro cruzó la barrera de su virginidad, mas lo que consoló a ambos en ese momento fue que ese dolor era breve y que nunca volvería a molestarlos, porque ahora eran uno solo. Comprobando que Sanavber se había adaptado a él, Indra se retiró lentamente antes de volver a embestir, esta vez por completo, centímetro a centímetro y ante lo que la Harunn dejó escapar un pequeño silbido al sentir más dolor, haciendo que él se congelara en su lugar y rechazara a moverse por los próximos instantes, recostándose lentamente encima de ella, rodeándola con sus brazos en un abrazo y presionando su frente contra la de ella; le era enormemente difícil no moverse, toda ella era y se sentía perfecta, pero él quería más que nada que ella también lo disfrutara.
Sanavber sentía tanto dolor como placer al mismo tiempo, y una ligera sensación de ardor por tenerlo más profundamente en su interior, todas sensaciones nuevas y desconocidas, pero con las que deseaba familiarizarse, por lo que se tragó el dolor y trató de concentrarse en el placer mientras buscaba los labios de Indra en medio del abrazo, besándolo y alentándolo a comenzar a moverse, retirándose para volver a embestir lentamente, susurrándole las mismas palabras que instantes atrás; que lo asombraba, abrumada y turbaba, que se sentía embriagado por ella y que solo quería más, lo mismo que ella sentía y que la hizo mecer ligeramente sus caderas hacia las suyas. Los labios de Indra dejaron los de Sanavber y se deslizaron por su rostro, a lo largo de su nariz, sus mejillas, su mandíbula y su cuello mientras continuaba embistiendo lentamente fuera y dentro de ella, hasta que la Harunn finalmente sintió que su cuerpo se acostumbraba a su tamaño, envolviendo sus brazos alrededor de sus hombros y sus piernas alrededor de sus caderas, imitando el ritmo del Otsutsuki y comenzando a gemir suavemente, sintiendo los labios de Indra en su cuello y una tensión aumentar en su interior. Mordisqueando la piel a su paso, Indra se sintió complacido de que el dolor de la Harunn comenzara a disminuir, lo que lo hizo halar las caderas de ella hacia las suyas, buscando llegar más profundo en su estrecho interior, gruñendo él contra el costado de su cuello mientras escuchaba sus gemidos tornarse más fuertes mientras él continuaba haciéndola suya
La Harunn estaba ahora abrumada por las sensaciones de Indra en su interior, llenándola profundamente, inundando todo su cuerpo de éxtasis, y que solo la hizo arañarle fuertemente los hombros y la espalda para saberlo tan suyo como ella se sentía suya mientras aquella desconocida presión crecía más en su interior, ambos disfrutando enormemente de aquel acto de volverse parte el uno del otro, experimentando sentimientos mutuos de inmenso placer ante la forma en que sus cuerpos se unían como uno solo. Sanavber cerró los ojos para sentir más profundamente mientras Indra embestía más duramente contra su interior, aumentando aquella tensión en su interior y que se dio cuenta la conduciría al clímax, su primer orgasmo, el de ambos más bien y saber aquello enardeció completamente a Indra, porque no quería ni permitiría que nadie más la tuviera, ella siempre seria única y enteramente suya. Cambiando ligeramente la posición en que se encontraban, Indra se sentó y haló a Sanavber hacia si para que se encontrara sobre su regazo, con sus brazos alrededor de sus hombros y espalda mientras él envolvía su estrecha cintura entre sus brazos, ambos cara a cara y viendo en los ojos del otro; todo lo que Indra quería en ese momento era verla a los ojos mientras alcanzaba el orgasmo, embistiendo más profundamente dentro de ella, resultándole la criatura más hermosa y fascinante que había visto sobre la faz de la Tierra, jadeando con los labios entreabiertos y gimiendo su nombre mientras la hacía suya, y él gruñendo el suyo una y otra vez.
Ambos encontraron sus miradas y Sanavber se sorprendió cuando instintivamente los ojos del Otsutsuki pasaron de ónix a carmesí, era su Sharingan que sabiéndolo o no activo, lo hacía querer conservar aquella imagen de ella solo un instante antes de que se detonase el clímax; Sanavber jadeó cuando una repentina descarga electrizante recorrió sus sentidos, haciéndola abrazarse de Indra o habría sentido que se perdía en ello, casi gritando su nombre y aun meciendo sus caderas entre las suyas, buscando más de ese placer que solo él podía darle. Solo ver a Sanavber alcanzar el orgasmo fue suficiente para que Indra lo alcanzase un instante después, golpeado por sentimientos profundamente cálidos y satisfactorios como ningún otro, derramándose en su interior y reteniendo impulsivamente sus caderas contra las suyas para no abandonar su interior, habiéndose hecho absolutamente adicto a ella con solo haberla tenido una vez, enterrando su rostro en el costado su cuello y correspondiendo a su abrazo, acariciando sus sedosos cabellos azabaches cuyo perfume lo hizo sentir como en el cielo mismo. Recostándose sobre el suelo mientras intentaban recuperarse de tan perfecto momento, ambos permanecieron abrazos y dejando que sus preocupaciones escaparan, olvidándose de todo y siendo solo ellos en el universo en ese momento, solo necesitándose el uno al otro, volviendo a fundirse en un nuevo beso y meciendo sus caderas hacia las del otro en busca de un nuevo encuentro. Nunca habían experimentado algo tan glorioso, y querían más…
En la cueva solo reinaba el silencio, el ambiente era relajado y solo roto por el eco del agua de la cascada cayendo y ocultando tanto su ubicación como olores, y que de haber podido percibirse seria solo el del sexo más puro y crudo aunque dicho acto hubiera finalizado hacia varios minutos, ambos besándose lentamente y con sus cuerpos presionados uno junto al otro en un abrazo que se sentía incapaces de romper en medio de la oscuridad de la cueva—aún era de noche por la iluminación exterior que se filtraba a través de la pared de agua de la cascada—y en que solo iluminaba la luz de la fogata a unos escasos pasos de ellos. Lo que sentían era algo nuevo, único y especial, ambos eran completamente nuevos en este tipo de interacciones por lo que era en extremo fácil volverse adictos a ello y a todo lo que las emociones que estaban comenzando a conocer les prometían; estaban convencidos de que el cuerpo del otro era perfecto para ellos en todos los sentidos; Sanavber no podía dejar de trazar el contorno de los músculos de Indra con su cuerpo presionado contra el suyo e Indra acariciaba de arriba abajo la curva de su suntuosa silueta, absolutamente prendado de ella por completo. Les había tomado poco tiempo acostumbrarse al cuerpo del otro y les brindaba una inmensa plenitud que no podían expresar mientras permanecían abrazados juntos, la Harunn suspirando en brazos del Otsutsuki quien gruño por lo bajo ante el roce del cuerpo de ella contra el suyo; estar juntos de ese modo se sentía más perfecto que nada que hubiera sentido antes.
—Fue maravilloso— suspiró Sanavber cerrando los ojos ante los placenteros estremecimientos que aún la recorrían.
—Más que maravilloso, fue probablemente lo más perfecto que he experimentado en mi vida— secundó Indra por su parte, no alcanzando a describir lo que sentía mientras concentraba su mirada en la pelinegra. —Solo lamento no haber podido contenerme y esperar a que la ocasión fuese más especial— se disculpó, pues no hablaba bien de él intimar con una mujer sin estar casado con ella.
—¿Qué te dice que no lo fue?— difirió la Harunn por su parte, teniendo su propia opinión de lo que era especial. —Estando contigo, todo me parece perfecto— todo lo que conocía era diferente para ella desde que él estaba en su vida, buen diferente.
—Siento lo mismo— asintió el Otsutsuki acariciando los sedosos cabellos azabache de la Harunn con sus manos. —¿Lo hacemos de nuevo?— preguntó en voz baja, ya lo habían hechos dos veces, pero sentía no poder tener suficiente de ella.
No sería propio de una dama aceptar aquella sugerencia, por muy placentero que fuera lo que Indra le estaba sugiriendo...mas Sanavber nunca se había considerado una dama convencional, por lo que y aunque el sonrojó intentó adueñarse de sus mejillas en un arrebato de pudor, la Harunn se controló para que ello no sucediera y en su lugar esbozó una sonrisa confiada mientras encontraba su mirada esmeralda con la intensa mirada ónix de Indra, gateando sugerentemente sobre su cuerpo para presionar sus labios en un beso profundo y hambriento, envolviendo su lengua contra la suya hasta quitarle el aliento a Indra quien intentó torpemente corresponder al beso lo mejor posible, justo la reacción que ella buscaba y con la que rompió el beso, deslizando sus labios por el mentón, cuello y torso del Otsutsuki y más abajo hasta llegar a su miembro, queriendo retribuir el amante generoso que había sido para con ella. Indra no pudo evitar cubrirse la boca y ahogar un gemido que murió contra la palma de su mano tan pronto como sintió la lengua de Sanavber recorrer su miembro desde la base a la punta antes de continuar lamiendo de arriba a abajo, familiarizándose con su sabor y buscando brindarle el mayor placer posible antes de lentamente tomarlo en su boca, tanteando las aguas y averiguando que tan profundo podía tomarlo, introduciéndolo y sacándolo lentamente de su boca, acariciando con su mano el resto que su boca no era capaz de abarcar, tomando obviamente como algo positivo los gruñidos y gemidos contenidos emitidos por el Otsutsuki.
En medio de aquel acto tan intimó, Sanavber alzó sus penetrantes orbes ónix para observar el semblante del Otsutsuki, absteniéndose de esbozar una sonrisa al verlo tan visiblemente desesperado por más del placer que ella le estaba dando, su piel volvía a perlarse ligeramente de sudor e Indra se revolvió el cabello mientras suspiraba sonoramente en un intento por acallar un nuevo gemido, creyendo que Sanavber podría verlo minimizado por demostrar el placer que ella le provocaba cuando era justo lo contrario, quería escucharlo tanto como a él le había gustado escucharla gritar su nombre en sus encuentros anteriores. Indra no pudo evitar jadear y gemir de nueva cuenta tan pronto como Sanavber volvió a introducir su miembro en su boca haciéndolo estremecer; esa mujer era una contradicción, bella y angelical como un sueño, pero al mismo tiempo seductora y deseable como ninguna otra mientras recorría su miembro con sus labios y lengua antes de volver a introducirlo completamente en su boca haciendo que el Otsutsuki echase la cabeza hacia atrás y gimiera roncamente el nombre de la Harunn, temblando aún más que antes al sentir el clímax muy cerca pero lo que solo instó a Sanavber a retener sus caderas y tratar de tomarlo tan profundamente en su boca como le era posible. Toda ella lo seducía por completo, ya la había tenido en dos oportunidades y sin embargo no podía dejar de desear más y más de ella, no se trataba del placer que estaban descubriendo juntos sino de ella, toda ella despertaba en él sentimientos que nunca había tenido y a su vez nadie podía hacerla sentir como él, porque era suya.
Interiormente y aunque se sintiera enormemente satisfecho—la boca de la Harunn era infinitamente placentera, algo que nunca había experimentado, aunque mucho más placer le brindaría hacerla suya—en ese momento, gimiendo el nombre de la Harunn por lo bajo, no podía evitar sentir algo de culpa por su actuar. Lo correcto según el canon del mundo en que vivían era que el tipo de intimidad que habían compartido se guardara hasta el momento de la boda, y quizás de estar en una situación muy diferente Indra habría aguardado hasta que el momento fuera ideal y seguro, le habría pedido matrimonio a Sanavber y le habría prometido todas las riquezas del mundo, todo lo que ella quisiera para ser la mujer más feliz sobre la tierra...pero en el momento presente ambos corrían peligro, Sanavber seria perseguida por los suyos y él mismo también, ¿Cómo esperar a que él momento fuera ideal? El temor a morir sin poder vivir todo lo que se merecían los conducía amarse sin reservas del modo en que lo hacían aunque solo uno de los dos tuviera claros sus sentimientos—Sanavber—, aunque la absoluta entrega y devoción de Sanavber comenzaba a hacer que Indra entendiera realmente lo que era el amor incondicional, y hacía que el corazón del Otsutsuki latiera aún más rápido a cada momento, deslizando sus manos para acariciar los sedosos cabellos azabaches de la Harunn, seducido de nueva cuenta por sus atenciones y la intensidad de sus ojos esmeralda que se alzaron para observarlo, sumiéndolo en un nuevo espiral de placer.
No podía tener suficiente de ella ni podía resistirse.
—¿Estás lista?— preguntó Indra solo para estar seguro y sin quitarle los ojos de encima.
—Si, vamos— asintió Sanavber sin desvanecer su sonrisa, ya habían pasado mucho tiempo ahí.
Era difícil saber cuánto tiempo habían pasado en aquella cueva, ¿Un día?, ¿Dos? Sanavber solo sabía que la herida en su brazo ya casi había sanado por completo, la había revisado hace unos instantes antes de volver a cubrir el corte con el vendaje que Indra le había hecho, la herida ya había cicatrizado, pero tardaría un día más en desaparecer, se sentía fuerte y por lo que la pérdida de sangre ya no era un problema, lo que los tranquilizó a ambos que no pudieron quitarse los ojos del encima el uno del otro; a ambos les sorprendía haber podido descansar algo, ya que la actividad que habían compartido no involucraba dormir. Tan pronto como la Harunn y el Otsutsuki cruzaron el umbral de la entrada de la cueva y siguieron la estrecha saliente hacia el exterior—teniendo sumo cuidado de donde pisaban—donde había terreno seguro que pisar, se encontraron frente a una mujer que parecía haber estado esperando que aparecieran; debía ser de la misma altura de Sanavber o quizás unos pocos centímetros más baja, de largo cabello entre violeta y rosáceo, de grandes y gatunos ojos esmeralda, vistiendo un austero kimono negro de cuello en V y cerrado a su esbelta figura por un fajín rosa claro, con mangas acampanadas con flores de cerezo bordadas en el contorno interior, de semblante bello y sereno pero que en ese momento se tornó fácilmente amenazante pues sus ojos brillaban como los de una pantera a punto de atacar, y no por ser una mujer era una criatura indefensa, menos teniendo en cuenta que evidentemente pertenecía al clan Harunn.
—¿Dónde puede esconderse?, ¿Dónde sino donde le dije que no lo hiciera?— increpó Eshima con voz dura y observando al Otsutsuki a quien veía como el enemigo.
—Eshima, por favor, no— negó Sanavber situándose frente a Indra como escudo y pidiendo comprensión a su prima.
—Él no es de la manada— espetó la pelilila en defensa de su desconfianza. —Fue el hombre quien mato a mis padres, fue el hombre quien tomó la vida de quien amaba— recordó no pudiendo ceder, ello iba en contra de lo que había aprendido.
—No, lord Masao hizo esto, lo sabes al igual que yo— discutió la azabache manteniendo un tono de voz sereno, —e intentará acabar conmigo ahora, es la única justicia que conoce— era triste, pero su clan no estaba tomando el mejor camino posible.
—Debe haber algo que se pueda hacer, eres parte del clan, él debe comprender— negó Eshima, no consintiendo que se tratara a su prima de esa forma.
—¿Igual que Hiroshi comprendió lo que sentías por él?— cuestionó Sanavber sin ánimo de hacer sentir mal a su prima, pero que apartó la mirada ante sus palabras. —Tu primer amor no resultó; por favor, no me alejes del mío— pidió encarecidamente.
Como hijo y heredero de lord Masao, la esposa que Hiroshi decidiera tomar siempre habría sido objeto de alabanzas o criticas—dependiendo el punto de vista—, por un lado había estado Sanavber que si bien era de lo más bajo entre las ramas del clan, estaba bien relacionada, era muy bella y digna de respeto por su conducta aunque no especialmente dócil, y por otro lado estaba su prima Eshima, hija de la hermana de su padre y que estaba mejor emparentada dentro del clan, perteneciendo a ramas superiores, sanadora como Sanavber pero mucho más dócil y plegable a las órdenes del clan, aunque solo en el exterior ya que en su interior tenía su propia lucha entre lo que consideraba correcto e inapropiado. Hiroshi nunca había hecho una elección abierta, pero había estado claro para todos que había tenido sus ojos puestos en Sanavber, mas ella jamás le había correspondido pues habían crecido juntos como hermanos y ella no se sentía capaz de haberle tomado otro tipo de afecto, pero Eshima si, ella siempre había estado enamorada de Hiroshi, mas este nunca había podido verla de otra forma que no fuera como una amiga y al final había muerto a manos de Indra, el mismo hombre por quien Sanavber había vuelto la espalda a su clan…mas Eshima seria tonta si no pudiera entender a su amiga y sus sentimientos, pero eso no impidió que la Harunn reparara en el vendaje que Sanavber tenía en el costado del brazo derecho y que ella no le había visto al momento de la cacería días atrás…y no lo ocultaría de haber sido hecho por alguien del clan.
—Estás herida…— notó Eshima, no sabiendo si responsabilizar de ello al Otsutsuki o no.
—No es nada, descuida— sosegó Sanavber cubriéndose distraídamente el vendaje, prefiriendo olvidarlo.
—Él no puede amarte si te tiene miedo— obvió la pelilila enfocando su mirada en el Otsutsuki y quien entrelazó una de sus manos con la de Sanavber en respuesta.
—No me pidas que no me enamore, Eshima— suspiró la azabache observando a su prima, —¿Qué más nos queda en la vida?— ella ya lo había perdido todo, pero no negaría sus sentimientos por Indra.
—Sabes que no podría pedírtelo— asintió Eshima con un suspiro cansino. —Corre libre— alentó al hacerse a un lado para permitirles seguir con su camino.
—Y tú, amiga— secundó Sanavber, soltando la mano de Indra y atrayendo a su prima en un abrazo. —Mientras tu y tu linaje persistan en el clan, sé que hay esperanza— dijo con una sonrisa melancólica al saber que esa era probablemente la última vez que se vieran.
Lord Masao lo había dicho anteriormente y todos lo tenían muy claro, aunque nadie se hubiera tomado el tiempo de decirlo; el clan Harunn estaba disminuyendo, el mismo líder del clan había exiliado o expulsado a múltiples miembros a quienes consideraba rebeldes o desertores por tener opiniones muy diferentes sobre como deberían hacerse las cosas, y fuera de ello el mestizaje ya estaba acabando con los miembros del clan, tener que mezclarse entre ellos permitía que los rasgos característicos de su clan se mantuvieran y pasaran de una generación a la otra y así a las siguientes, pero si se mezclaban con humanos estos rasgos desaparecían a la larga, no todos pero si el más valioso de ellos y que era su forma natural de lobos, las próximas generaciones heredaban el color de ojos característico y puede que el cabello, pero la sangre humana eliminaba sus poderes. El Clan Harunn había seguido un único camino desde hace décadas, siglos, siendo extremistas y expulsando a quienes pensaran diferente, juzgando a los humanos para no relacionarse con ellos, pero si alimentándose de estos y siendo egoístas, una conducta que Sanavber no podía tolerar por más tiempo y por lo que en su inconsciente el único camino que consideraba para que el clan avanzara, cambiara y lograra algo era decidiéndose a hacer un cambio real y quizás el mejor modo era relacionándose con los humanos, aprendiendo de ellos y dejando atrás sus antiguas tradiciones, ello representó el abrazo que lentamente rompió, observando a su prima y despidiéndose de ella…
Afortunadamente, y tras despedirse de Eshima, Sanavber e Indra pudieron continuar con su camino como si no hubiera sucedido nada, moviéndose sigilosamente por el bosque y con andar lento para percibir todo lo que los rodeaba, manteniendo su guardia y atentos a cualquier mínimo sonido, la Harunn en especial con sus agudos sentidos, aunque también manteniendo una ligera sonrisa ladina en su rostro mientras observaba el cielo oscuro y repleto de estrellas; sonreía no porque estuvieran viajando de noche, lo que hacía más fácil de detectar los sonidos no propios del ambiente nocturno, sino que sonreía por pensar en su prima Eshima, por saber que aún había una lucha dentro del clan y que por ende había esperanza de cara al futuro, eso significaba que no desaparecerían. Aunque no dijera nada y permaneciera en silencio—siendo muy bueno en ello, pues le daba ocasión para pensar y/o sumergirse en sus pensamientos tanto como quisiera o considerara necesario—, en el fondo Indra sentía mucha curiosidad por todo cuanto rodeaba a Sanavber, haber sido literalmente presa de los miembros de su clan no calmaba su curiosidad, ansiaba saber y aprender más de ella, y haber visto a una de sus amigas quien parecía respetar sus deseos de libertad y de desertar al clan solo aumentaba esa curiosidad, eran lo únicos individuos que había conocido en su vida y que parecían tener habilidades comparables a las de los Otsutsuki sin estar emparentados con ellos, y ansiaba saber de qué más eran capaces sin que él lo supiera, por lo que no pudo callar más:
—¿Qué quisiste decir antes, a tu amiga?— preguntó Indra por fin, no soportando más aquella incógnita en su mente.
—En realidad somos primas, pero Eshima es más sensata, tiene ideas propias, pero estás no coinciden precisamente con lo que el clan considera correcto— aclaró Sanavber para empezar. —El clan Harunn se ha mantenido intacto desde hace siglos por sus tradiciones, pero algunos no entienden que ya es momento de un cambio— explicó por fin, notoriamente molesta por estas tradiciones según indicaba su tono de voz. —Odiaría que mi clan desapareciera, por lo que, existiendo Eshima creo que es posible que nuestro clan perdure hasta el fin de los tiempos, aunque solo haya uno de nosotros— no quería que el nombre de su clan desapareciera, mas existiendo al menos una persona tenía esperanza. —Es idealista, lo sé…— sonrió nerviosamente, apartando la mirada por ello.
—No, es optimista, es diferente— corrigió el Otsutsuki, entendiendo aquello en lo que ella creía. —Ojalá pudiera existir algo así para mí, un nuevo clan, un nuevo inicio— no volvería a ser parte del clan Otsutsuki, pero crear algo nuevo junto a ella lo llenaba de ilusión.
—Lo haremos juntos, crearemos un clan tan fuerte que será reconocido y admirado por todos, y que no desaparecerá— decidió la Harunn con su siempre luminosa sonrisa y encontrando su mirada con la de él. —Sé de un lugar al que podemos ir, donde estaremos seguros y podremos volver a empezar…si estás abierto a ello— hacia allí era a donde debían dirigirse.
—Para todo, en tanto sea contigo— asintió el pelicastaño con una sonrisa ladina, no pudiendo negarse a nada de lo que ella sugiriera.
La única forma en que tan siquiera de forma remota regresara al clan Otsutsuki seria si su odioso hermano menor Ashura y su padre Hagoromo reconocieran el error que habían cometido y se disculparan con él, eso era todo lo que Indra pedía…mas sabía que no lo harían, conocía a Ashura y lo terco que era si de reconocer un error se trataba, él mismo era igual y ni decir su padre Hagoromo quien vivía anclado al camino que había decidido desde que había derrotado a su madre Kaguya, ocultando lo ocurrido y pretendiendo seguir con su vida despreocupadamente, por ello el camino de Indra era el del poder, porque sabía que un día llegaría el momento de volver a enfrentar a su abuela, y creía en estar preparado. En el fondo lo que Indra más deseaba era formar una nueva vida y la mejor forma era mediante un nuevo clan…pero para lograrlo—no pudo evitar observar de arriba a abajo a Sanavber, conociendo bien la abrumadora belleza bajo de sus ropas—era necesario crear un nuevo linaje sólidamente poderoso, que nada ni nadie pudiera exterminar, mas lo primero para lograrlo era que ambos estuvieran seguros, ya entonces él vería como plantearle el tema a la Harunn, que parecía muy a gusto con la idea. Sonriendo para sí y tanto nerviosa como ansiosa ante la propuesta de Indra, Sanavber no pudo evitar detener sus pasos en medio de la espesura del bosque, agudizando sus sentidos y percibiendo por su olfato que algo se acercaba, el silencio era el mismo, pero no así los aromas, prueba de que les habían tendido una trampa…los estaban cazando.
—¿Qué pasa?— preguntó Indra sin percibir nada, pero siendo obvio que ella sí.
—Tenemos que movernos y rápido, nos están siguiendo— apremió Sanavber, observando el entorno que los rodeaba y armando rápidamente un plan. —Perdóname— pidió únicamente al encontrar su mirada con la de Indra, no teniendo otra opción.
—¿Qué?— cuestionó el Otsutsuki descolocado, no teniendo idea de que estaba hablando.
Indra no tuvo tiempo a nada más que solo procesar las palabras de Sanavber y que no tuvieron sentido en su mente—¿Por qué se disculpaba o pedía que él la perdonara si ella no había hecho nada?—un instante antes de que ella lo empujara con más fuerza de la que él creía posible al interior de una cueva baja en su camino, desconcertándolo enormemente; pertenecer al clan Harunn no involucraba únicamente tener una verdadera forma de lobo y pasar de humano a esta a voluntad, esto era solo parte de los poderes que los miembros del clan tenían y uno de los mayores era un magnífico control de la energía interior que poseían—conocida como Chakra—y que podían liberar de la forma que quisieran y en tanto sus cuerpos lo permitieran. En ese momento Sanavber hizo gala de ello, empujando con ligera fuerza a Indra quien retrocedió sorprendido hacia el umbral de una cueva que parecía subterránea un instante antes de que Sanavber concentrase su Chakra en las palmas de sus manos y que estampó fuertemente contra el suelo, provocando un derrumbe de rocas que no tardaron en cubrir la entrada de la roca y haciendo que Indra tuviera que retroceder más y más hacia el interior, ella lo sabía, había estado en esa cueva antes y sabia a donde conducía, era el único camino o medio que tenía para que Indra escapara y estuviera a salvo, solo entonces ella podría estar tranquila. Lord Masao y sus hombres más leales y de mayor confianza estaban cerca, y aunque ella creía ser capaz de protegerse y cuidarse sola, ello no aplicaba a Indra.
—¡Corre tan lejos como puedas!— gritó Sanavber esperando que el Otsutsuki la escuchara, un instantes antes de que alguien la tomara del cuello y la hiciera voltearse. —Lord Masao…— reconoció casi con un hilo de voz, dificultándosele respirar.
—¿Cuántos debemos morir por tu felicidad?— cuestionó el líder Harunn observándola con la mayor ira que hubiera expresado hasta entonces. —Puedo olerlo sobre ti, eres una deshonra para nuestro clan— condenó, observándola como menos que una mujerzuela. —Tráiganla— ordenó al grupo de guerreros que lo acompañaba.
Soltando el cuello de la azabache a quien contempló con disgusto por la sola idea de que un linaje digno de admiración como el suyo se viera manchado por permitir que un humano la poseyera, Masao no perdió el tiempo en palabrerías, dando la espalda a Sanavber, no queriendo creer en su mente que su tozudez fuera tanta como para que tuvieran que acabar con ella, quería creer que aún había remedio para su infundada rebeldía y que la mancha de deshonra que ella tenía sobre si pudiera ser ocultada lo suficiente…lo menos que podía hacer era darle otra oportunidad si es que ella buscaba redimirse y había arrepentimiento en su corazón, de lo contrario él haría justicia a su propio modo para librar al clan de peligros potenciales si de su supervivencia se trataba. Tan pronto como lord Masao la soltó, Sanavber se llevó una mano al cuello como si aún sintiera el opresivo agarre que le había dificultado tanto respirar, y cuando pretendió descender esa misma mano hacia el centro de su pecho ante el ardor que percibía en los pulmones, dos de sus hermanos de clan; Eiji y Haruo, grandes amigos de Hiroshi, la sujetaron de ambos brazos y la obligaron no solo a caminar sino que básicamente también la arrastraron ante la inicial reticencia o negativa por parte de la azabache y que se retorció bajo el opresivo agarre de ambos, volviendo la mirada hacia cueva en cuyo umbral cubierto de rocas permanecieron Arata y Kyo quienes comenzaron a desbloquearla para dar con Indra, mas tranquilizó enormemente a Sanavber sentir como la fuente de su aroma se alejaba, él no había huido sino que la había escuchado;
Si él estaba lejos y a salvo, ella podía estar tranquila.
Sanavber había continuado retorciéndose y luchando bajo el agarre de Eiji y Haruo durante todo el trayecto, chillando y casi gritando bajo las protestas de estos que a nada estuvieron de levantarle la mano no solo por su evidente negativa sino también por sus queridos y leales camaradas de clan que habían muerto por causa del Otsutsuki, aquel a quien ella se empeñaba en proteger incluso en ese momento, pero de nada servían sus protestas y fue evidente tan pronto como ambos Harunn llegaron a un viejo asentamiento de caza al que el clan no recurría de forma recurrente. Ese viejo asentamiento de caza era aquel donde habitualmente encerraban a los humanos a los que atrapaban en un cuarto digno de comparar con un calabozo, un lugar estrecho y con un grueso enrejado que separaba la habitación del resto de las estancias y a donde Sanavber fue arrojada, cayendo de rodillas y empujada por Haruo quien la insultó por lo bajo, ¿Qué le había dicho? Sanavber ni siquiera había prestado atención, mas debía ser algo nada agradable pues Eiji por su parte—mucho más reservado—ni siquiera se molestó en decir algo. La Harunn permaneció allí encerrada y vigilada por Eiji y Haruo que montaban guardia del oro lado de la puerta por lo que parecieron horas, aunque era difícil saberlo ya que no había una ventana cerca y eso solo la enfureció, gruñendo y golpeando los barrotes, detestando estar enjaulada y así la encontró lord Masao quien finalmente llegó al lugar junto a Kyo y Arata…por lo visto no habían dado con el paradero de Indra.
—¿Qué se siente estar encerrada? Es como los hombres te tendrían— expuso Masao observándola fría y duramente. —Podrías haber sido una inspiración para tu clan, pero mírate ahora; eres nuestra peor vergüenza— condenó, dirigiéndole una mirada a Eiji quien asintió en silencio antes de abrir la celda y halarla hacia el exterior, pero sin soltarla. —Nos condenaste al darle tu confianza a ese humano— evidentemente el hombre creía tener la razón y mantenía férreamente su posición.
—Nosotros nos condenamos— difirió Sanavber inamovible y teniendo una opinión muy distinta. —¿Qué no somos mitad humanos? A quien acusas es parte de ti— ella asumía sin problemas que tanto su apariencia como su corazón y alma eran humanos.
—No es parte de mí, sino de ti; yo sé lo que soy— negó el líder del clan, para nada de acuerdo con ella.
—Tu y tus tradiciones pueden irse al diablo— gruñó la azabache, teniendo cada vez más claro que no había punto de convergencia posible entre sus posturas. —Esto no durara, el clan necesita y debe cambiar, debemos mezclarnos y aprender a aceptar las diferencias que nos rodean, es la única forma de no desaparecer— no quería que su clan se extinguiera, y la única forma de evitarlo era aceptando el cambio y a los humanos.
—¿Mezclar nuestro linaje?, ¿Y luego qué?— desafió Masao, simplemente horrorizado con la idea que ella veía siquiera como una opción cuando era todo menos eso. —Entonces no tendremos que temer a la extinción, porque ya será una realidad— y en tanto él viviera, ese derrotero no sería posible siquiera.
—Si quieres verlo de ese modo— suspiró Sanavber, no pudiendo sostener una conversación civilizada sin que él impusiera su perspectiva. —¿Qué has amado en tu vida, Masao, honestamente?, ¿El poder, el odio, el miedo? Eres el más humano de todos— todos los sentimientos que él tenía eran humanos
El Clan Harunn se había aferrado tanto a sus tradiciones de un modo sectario, que todo lo que no fuera de acuerdo con esta antigua forma de pensar y de proteger su linaje era visto como una amenaza, por eso se había desterrado a miembros de su propio clan o exterminado derechamente y que no era para nada aceptable en la mente de Sanavber, porque de saber que el futuro del clan seria el mismo ella preferiría que este desapareciera por completo para su pesar y deshonra porque ni aun entonces merecería la pena que hubieran "pequeños rebeldes" como ella misma, pero esas voces serian acalladas en lugar de oídas…y no quería eso, no quería que el clan Harunn desapareciera, pero sí que cambiara desesperadamente por el bien de todos. Asombrado por la terquedad de esa niña, Masao intentó entenderla, intentó creer que ella rebeldía había existido en el padre de ella y que había sido su amigo cercano, y que podría habérsele "pegado", pero simplemente no pudo unir los puntos, Sanavber no se parecía en absoluto a ningún miembro del clan que él hubiera conocido y sí que debía conocerlos a todos como patriarca o líder del clan, esa era su obligación, por supuesto que todos los miembros del clan tenían ideas y sentimientos propios, mas eran capaces de acallarlos y plegarse a lo necesario, mas esta niña no, ella quería que los cambios se efectuasen ya o hubiera voluntad para realizarlos, y no entendía que esos cambios destruirían al clan entero, porque él se negaba a permitir que el legado de sus antecesores desapareciera.
—Nunca lo entendiste— suspiró Masao, cansado de su absurda terquedad. —Poco después de que nacieras, tu padre ayudó a una mujer con cierto talento en las artes ocultas, y como retribución la mujer leyó tu suerte mientras estabas en tu cuna. Ella dijo que de tu linaje surgiría una mujer que sería el orgullo de nuestro clan y quien traería gloria a todo nuestro sufrimiento— relató esperando sorpresa y reflexión de parte de la chica. —Ahora me preguntó si esa mujer no era solo una charlatana con aires de grandeza— consideró mientras ella se mantenía imperturbable.
—¿Por qué la profecía habría de hablar de mí? Tengo otros parientes dentro del clan— diferenció Sanavber desentendiéndose del tema. —Además, ¿Qué clase de gloria traería al clan, según tu?, ¿Cuánta sangre implicaría?— cuestionó intentando entender su punto para actuar así, pero no parecía ser otro que sus propios prejuicios. —Si esa profecía es cierta, no puede hablar de mi o mi linaje, ninguno de los míos estaría de acuerdo en nada de lo que el clan representa actualmente— aseguró muy convencida de que sus ideales perdurarían dentro del clan.
—Averigüémoslo esta noche— determinó el líder Harunn, siguiendo el hilo de su terquedad.
Aquel lugar era un asentamiento de caza y era mejor ocuparlo de ese modo, no era intención de Masao ni de ninguno de sus serviles subordinados del clan recurrir al canibalismo ni lo harían, pero si Sanavber era una desertora debían permitirle un juicio digno y la forma del clan Harunn de hacerlo era mediante un enfrentamiento injusto, en este caso entre el líder del clan y sus leales subordinados con ella, todos en su verdadera forma de lobos y lejos de cualquier persona que pudiera divulgar lo que habían visto, y aunque tener que enfrentar a sus hermanos no era una opción, Sanavber solo suspiró y bajo pesadamente la cabeza antes de volver la mirada hacia Eiji e indicarle que la soltase pues no iba a salir huyendo, las cosas no estaban a su favor como para intentarlo, no rodeada de los miembros más fuertes de su clan. Pelear no era una opción para ella, no disfrutaba de ello ni estaba a favor, pero sabia como hacerlo por las enseñanzas de su padre y por haber crecido con su prima Eshima que si bien tenía menos habilidad en ello, tenía los instintos y se los había transmitido a Sanavber quien cerró los ojos un momento y concentró sus energías en dejarse ir y soltar el disfraz humano que era esa apariencia suya la mayor parte del tiempo y que se desvaneció haciendo que su aspecto humano transmutara paulatinamente hacia la forma de la loba de pelaje negro como la tinta y orbes esmeralda que se abrieron y enfocaron en lord Masao solo un instante antes de que una explosión abrupta derrumbase la pared tras los Harunn, provocando un sonoro rechinido en sus oídos que los desoriento temporalmente…
PD: Saludos mis amores, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 las próximas actualizaciones serán "Caballeros del Zodiaco" luego "El Clan Uchiha" y por último "Kóraka: El Desafío de Eros" :3 Esta historia esta dedicada a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente), a mi muy querida amiga Ali-chan1996 (dedicándole todos y cada uno de mis escritos y agradeciendo profundamente poder contar con su apoyo) a Velbeth Castro (dedicándole la historia como agradecimiento por sus palabras, ya que hice esta historia para honrar a este inexplorado personaje), a mi queridísima amiga Ali-chan1996 (agradeciendo especialmente sus atentos y hermosos comentarios, dedicándole cada una de mis historias por su respeto y cariño), y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Continuación, Clan Haruno & Nuevo Clan: Por fin pude continuar este fic, que es uno de mis favoritos por la diversidad de parejas que tengo planeado representar y que parte con Indra y Aratani, y llegara hasta Sasuke y Sakura como sus respectivas reencarnaciones, pero no teman que volveré a actualizar regularmente a partir de esta fecha. En el capítulo menciono que Sanavber tiene una prima que comparte su lucha pero que tiene una actitud más dócil y por lo que no es vista como una amenaza para su clan, y que ella confía pueda perdurar junto a su linaje en tanto el clan cambie y pueda adaptarse a las circunstancias que vengan de cara al future, también lord Masao habla de una profecía sobre que una mujer del clan llevaría al mismo a una nueva era de esperanza y gloria; todas estas referencias a Eshima y su legado, emparentado con el de Sanavber, hablan de Sakura, ella es la mujer de la profecía por su futuro como Sannin durante la Cuarta Gran Guerra Shinobi. También mencionó en el capítulo los deseos de Indra apoyado por Sanavber, de crear un nuevo clan y ella le menciona que existe un asentamiento donde podrían comenzar de cero y que se compone de exiliados por lord Masao, estos serán más adelante las bases del clan Uchiha ya que como señalo el youtuber Dash Aniston, los Uchiha originales eran mestizos, es decir que muy pocos tenían en Sharingan y este se mezclaba con individuos que no los tenían, lo que pretendo explicar más adelante.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
