Capítulo VIII
Preguntas sin respuesta
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Una vez te vi
era todo irreal
y aunque fuese un sueño
te sentía junto a mí
Sé que estás ahí
que te encontraré
aunque tarde una vida
yo jamás renunciaré (*)
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La televisión sonaba de fondo, pero no le estaba prestando la más mínima atención. Por su cabeza rondaban miles de pensamientos, ninguno bueno, por cierto. ¿Cómo podía ser tan desconsiderada para, ni siquiera, hacerle una llamada? ¿O, quizás, debería ir pensando en dar parte a la policía? Debía buscar una foto adecuada, donde se vea bien su rostro. Ni siquiera sabía que ropa llevaban puesta, para detallarle a la policía como iban vestidas antes de desaparecer. Hasta había llamado a sus padres, pensando que, quizás, había querido verlos, arreglar las cosas con ellos. ¡Qué tonta había sido en pensarlo! Sobre todo, cuando Fuu había prometido que nunca más pisaría esa casa, porque jamás podría perdonarlos. Su llamada sólo había logrado preocuparlos a ellos también. Después de todo, aunque no le hayan perdonado la deshonra y el haberlos desobedecido, aunque llevaran años sin hablarle, seguía siendo su hija, y la amaban.
Volvió a tomar su celular y le marcó una vez más. Pero seguía sonando apagado. Volvió al chat que tenía con ella, donde decenas de mensajes suyos no habían llegado a destino. ¿Qué sentido tenía escribirle de nuevo? Si era más evidente que su celular estaba apagado, los mensajes no le llegaban y saltaba el buzón de voz apenas intentaba llamarle. De repente, un nombre mencionado en las noticias, que Akemi veía como cada noche, le sonó familiar. Levantó la mirada del celular para ver, por primera vez, el televisor. Un escalofrío recorrió su cuerpo al leer el graf que acompañaba a algunas imágenes de archivo de Umi Ryuusaki,: "La Diva japonesa ha desaparecido en medio de la grabación". En su mente, repitió una y otra vez que no podía ser posible.
-¿Qué te parece? - preguntó Akemi, al notar que estaba prestando atención a las noticias. - ¿Cómo es posible que desaparezca en medio de la grabación de su película? ¿Tantas cámaras y ninguna pudo ver nada?
-No es posible...- las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. ¿Umi desaparecida? Entonces, quizás estaban juntas. Se levantó de prisa. Necesitaba ubicar a la familia de Umi a como dé lugar.
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Recordar aquel fatídico día siempre le ocasionaba una tristeza inmensa. Seguía doliendo como el primer día. Desde aquel noviembre, no había vuelto a ser la misma, toda su vida se había hundido en un abismo, todo había cambiado de repente. No recordaba cuando fue la última vez que logró dormir toda la noche. Tampoco cuando fue la última vez que hizo el amor con su esposo. Su relación se fue apagando poco a poco. Él comenzó a culparla por estar distante, por no ocuparse de sus hijos como antes. Quizás tenía razón. Pasaba los días entre investigadores privados. Cuando sus finanzas dijeron basta, comenzó a jugar al detective: se ocupó de investigar ella misma. Hackeó su cuenta de Facebook, su mail, todas sus redes. Olvidó aniversarios, cumpleaños, actos escolares. Todo por ella y esa incertidumbre. Las discusiones con Akemi se volvieron moneda corriente, la relación fue muriendo tan lentamente que casi no lo notó. Luego, esa relación clandestina. Ni siquiera sabía porque lo había engañado. Cuando él decidió darle un ultimatum, arreglar las cosas o acabar con su relación, acabó confesando que tenía un amante. Fue cuando el decidió hacer sus maletas para ya no volver. Ella al menos agradeció que le haya dejado la casa familiar. Después de todo, él fue amable, la separación se dio en buenos términos, incluso prometió que jamás haría nada para sacarle a los niños. Siempre fue un padre ejemplar, jamás había dejado que nada les falte, jamás había dejado de verlos. El problema, claramente era ella.
El rechinido de la puerta la hizo sobresaltarse. Volteó a ver hacía la entrada a la sala. La imagen de Fuu se apareció en aquella puerta, tal y como la recordaba de antes de partir hacía Pekín, sus cabellos rubios, ondulados, su cuerpo delgado, y esos ojos tristes. Su corazón latía con fuerza. Los deseos de verla estaban volviéndola loca. Ella no era Fuu, aunque, a simple vista, fuera su viva imagen.
-Despertaste…- le dijo.
-¿Qué fue lo que pasó? ¿En qué momento me dormí? - preguntó, confundida, mientras llevaba su mano a la cabeza. - Yo no… no debería estar aquí… yo debo volver. - Kuu se puso de pie. Se acercó a ella y la tomó por los hombros.
- Tranquilízate… ¿Estás bien?
-Me duele un poco la cabeza. - dijo, con sorpresa. Era una sensación extraña, similar a la que había sentido días antes, cuando se contagió de gripe. Lo curioso era que nunca se había sentido de ese modo en Céfiro. Ahora, algunos vagos recuerdos llegaban a su mente. Creía haber sentido ese dolor, alguna vez, en su niñez, pero no lo había sentido en 10 años viviendo en Céfiro. La vida en la Tierra era muy complicada.
-¿Quieres una aspirina? - Kuu se acercó a un mueble que había a un costado de la sala, buscó en el primer cajón.
-¿Aspirina? - preguntó, confundida.
-Tengo ibuprofeno, paracetamol y… cafiaspirina…- dijo sacando unas extrañas cápsulas… - Himeko se acercó a ella para observar.
-¿Son… medicamentos?
-Claro que si… ¿Acaso no los conoces?
-¿Debería?
-Pues… a no ser que vivas en otro mundo…- Himeko río nerviosa.
-Ah… si, si, si la conozco… sólo que… las llamamos diferente donde vivo.
-¿Y dónde es que vives? Porque, hasta donde tengo entendido, el ibuprofeno es ibuprofeno en todos lados. ¿O es que vienes de lejos? ¿Has venido en avión?
-Bueno… algo así…
-Me preocupe mucho por ti… ¿Qué fue lo que pasó hace rato? Ese ataque de nervios que te agarró de repente, no podía hacerte reaccionar. – Himeko recordó lo acontecido apenas unas horas antes. El cuervo impactando en la ventana, las voces en su cabeza, el terror que la invadió. – Después de eso, te quedaste dormida.
-Lo siento… de verdad, no sé lo que me pasó… estoy muy confundida. - dijo tomando su cabeza. - ¡Qué vergüenza! No debí dormirme, es que… no he descansado bien.
-Claro, si vienes de lejos, debes haber viajado toda la noche ¿verdad?
-Necesito regresar…
-¿Regresar? ¿Has hecho un viaje tan largo para un par de horas? ¿Acaso tienes pasaje de regreso?
-Son muchas preguntas…
-Lo siento… no quiero atosigarte… pero… todo esto es tan extraño… tú… ¿Qué te ha pasado todos estos años? ¿A qué has venido?
-Ni yo misma lo sé… No… no debería estar aquí…
-¿Es que Fuu no sabe que estás aquí?
-¿Qué? - Himeko se puso pálida. ¿Cómo podía ella llegar a esas conclusiones? ¿Cómo podía imaginar que había escapado de su madre?
-Siempre he sido la hija rebelde… Fuu era la perfecta, la que siempre hacia lo que tenía que hacer, hasta que…
ஐ ஐ
-¿Cómo que te vas a vivir a Pekín?
-Mi abuela ya me sacó un vuelo, sale mañana mismo. - dijo, sin mirarla a los ojos, mientras enfocaba toda su atención en la maleta que estaba armando.
-¿Por qué esa decisión así, tan de repente? ¿Mamá y papá que piensan?
-No les he dicho…
-¿Estás escapando de casa?
-Sólo estoy contándote porque no quiero que te preocupes… Pero, por favor, no les digas nada… no quiero que intenten impedirlo… no sé de qué son capaces… Mí vuelo sale temprano, así que, cuando ellos despierten, yo ya no estaré aquí…
-¡Fuu! ¡Esto es una locura! ¿Es por Umi? ¿De verdad, tanto te afecto su partida?
-Esto no tiene que ver con ella.
-¿Entonces?
-Quisiera poder contarte… Pero, a veces hay cosas que son difíciles de explicar…
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-Pero ¡que tonterías estoy diciendo!… No puedes salir de tu casa y tomar un vuelo sin que tu madre lo sepa… eres menor de edad…
-Si, claro... - dijo, sólo para darle la razón. A decir verdad, no tenía ni idea de lo que significaba "ser menor de edad". No importaba cuantas "clases" le había dado su madre durante toda su vida en Céfiro, cuanto le había contado sobre Mundo Místico, la realidad era que no estaba preparada para ese mundo. Quizás, su madre nunca se había interesado demasiado en que ella supiera como sobrevivir allí, porque no tenía la más mínima intención de regresar. - ¿Qué sabes de Yie?- preguntó, de repente, Himeko.
-¿Yie?- preguntó con cierta sorpresa. ¿Desde cuándo ella lo llamaba Yie? Si, hasta donde la niña sabía, Yie era su papá. - Bueno... hace tiempo que no hablamos... Sólo sé que él nunca dejó de buscarlas...- Himeko sintió que su corazón se estrujaba. Hubiera preferido saber que él rehízo su vida, que volvió a enamorarse, que tuvo sus propios hijos. Kuu notó en el rostro de Himeko cierta tristeza. - Aún conservo su número de celular. A veces sube estados a whasapp, así que creo que no lo ha cambiado. ¿Tú no tienes celular?
-Bueno yo...
-¿Sabes qué? - dijo, volviendo a acercarse al mueble. Tomó una lapicera y un papel, al mismo tiempo que buscaba en su celular. - Te dejaré su número aquí, por si quieres llamarlo. Tienes el teléfono de línea, puedes usarlo si lo deseas. Kuu anotó los números del celular, junto con la característica de China, en el papel. -Vaya, ¡No me había dado cuenta de la hora! - dijo, de repente, Kuu, mirando el reloj en la pared de la sala. - Debo ir al hospital, se hace tarde para mí turno. - ¿Hora? ¿Hospital? ¿Turno? Pensó Himeko. ¡Claro! Había olvidado que su tía era enfermera. Que, en Mundo Místico, la gente debía trabajar para vivir. Bueno, en Céfiro la gente también trabajaba, sólo que allá ella era parte de la realeza. - Tengo que irme… pero tú no te preocupes, está es tu casa y puedes quedarte todo el tiempo que desees… Más tarde le hablaré a Katsu y le diré que estás aquí… sólo, ¡Por favor no salgas! Y no le abras a nadie…
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Lo observó, en silencio, ir y venir en línea recta, de un lado a otro de la habitación, dando suaves golpes con su báculo, en el suelo, a medida que daba un paso adelante. Su mano izquierda detrás de su espalda. Sabía que estaba nervioso, preocupado, molesto. Lo conocía como la palma de su mano.
-Clef...
-Diez años... Diez años han pasado y aun no puedes controlar tus impulsos...
-Pero... no es eso lo que te preocupa...- el mago se sentó en la silla junto a su escritorio. Suspiró.
-¿Cómo pudo esa niña abrir el portal? - preguntó, asumiendo que era ella la que lo había hecho. - Siempre he sospechado que ellos serían aún más poderosos... Pero, jamás pude imaginar esto...
-¿Ellos? - Umi comenzó a ponerse nerviosa. ¿Acaso su esposo se refería a sus hijos? Recordó aquella vez que Himeko logró acabar con ese dragón con la sola fuerza del viento. Eso era algo que ni la misma Fuu había podido conseguir. ¿Y qué hay de su propio hijo controlando las aguas con tan sólo meses de vida?
-Y luego, me preocupa lo que pasó después, esa energía que evitó que atraviesen el portal... Quizás sea la energía que hemos estado sintiendo... Pero ¿por qué querría evitar que vayan a Mundo Místico? Y, en todo caso ¿por qué Himeko sí?
-Clef… ¿Qué podemos hacer? Todo esto me da demasiado miedo… hemos luchado tanto por la tranquilidad y la perfección que hoy vivimos…
-¿Han hablado con Fuu?
-Aun no.
-Ella debe saberlo.
-No hemos sabido como decirle…
-Umi…
-Lo sé… esperaba que tuvieras alguna idea, que nos dijeras que hacer…
-Si Himeko de verdad atravesó ese portal, entonces deben ir tras ella. No puede estar allá, menos sin supervisión. Sus poderes aún están fuera de control, no sabemos que es lo que puede llegar a ocasionar.
-Pero… ¿En Mundo Místico?
-Aun allá. Ustedes son el más claro ejemplo… Hikaru logró abrir el portal estando allá… Dime, Umi… ¿cuántas veces creíste estar volviéndote loca por sentir magia a tu alrededor, por creer tener dominio sobre el agua, o sentir que alguna criatura marina te hablaba? - Umi abrió los ojos con sorpresa. Claro que lo había sentido, miles de veces. Incluso de niña, antes de saber de Céfiro, cuando juraba que podía tener una conversación con su pez dorado.
-Pero… si vuelve a pasar…
-No estás entendiendo… Ustedes deben teletransportarse… Yo me encargaré de que ninguna fuerza externa intervenga.
-Clef….
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No salir. Eso era algo que no podía cumplirle a su tía. Se sintió culpable por hacerlo de ese modo, sin si siquiera despedirse. ¿Qué iría a pensar? Una vez más se preocuparía por ella, como hace 10 años. ¡Que ingrata estaba siendo! Volvería a desaparecer, justo cuando ella creía haberla recuperado. Quizás, ella acabaría pensando que tan solo fue un sueño. Si, al final de cuentas, no había estado allí más que un par de horas. Intentó alejar los pensamientos de culpa, después de todo, en ese mundo no era más que una extraña. Necesitaba volver a su mundo y afrontar las consecuencias de sus actos.
El camino a la Torre Tokio le había resultado bastante corto. Le sorprendió la facilidad con la que logró llegar. Al parecer ya se estaba habituando a esa ciudad. Subió al mirador y observó la inmensa metrópoli, ¿Sería acaso la última vez? Una sensación de nostalgia la invadió. Deseó contarle de su aventura a su madre, mostrarle dónde estaba el portal, llevarla de regreso, sólo para que pueda ver a su hermana. Pero, seguramente, ella no la entendería. De seguro la regañaría. De seguro no querría volver. Después de todo, Céfiro era su mundo, y parecía que la sola idea de volver a Mundo Místico, aunque sea de visita, la aterraba. De repente, su corazón comenzó a llenarse de dudas. ¿De verdad ella había logrado reabrir el portal? No, eso no podía ser posible. De seguro, el portal, no estaba cerrado. ¿Acaso su madre y sus tías le habían estado mintiendo todo este tiempo? ¿Lo habían hecho porque no tenían deseos de volver? ¿Realmente lo que deseaba era regresar? Un nubarrón negro tapó el sol, oscureciendo el día de repente.
¿Tenía el derecho de dudar? Pues, claro que sí. Pero… recordó aquellos tiempos en los que llegó a Céfiro. Recodó cuanto sufrieron ellas por salvar a ese mundo, como lucharon con todas sus fuerzas, como lograron que todo sea perfecto. Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Si ya no volviera a Céfiro, ¿Qué pasaría? ¿Su madre sería capaz de ir a buscarla? ¿Acaso tenía la forma de saber que ella había atravesado el portal?
¡No! No podía hacerlo, debía volver. Ella ya no pertenecía a Mundo Místico. Cerró los ojos, intentando concentrar su energía en el portal, para atravesarlo como ya lo había hecho en las ocasiones anteriores. Pero, esta vez, no pudo visualizar la luz dorada, en lugar de eso, sólo pudo ver oscuridad. Entonces, el rostro de una extraña criatura humanoide, con cuernos de cabra se dibujó en su mente. Abrió los ojos, asustada, sólo para corroborar que seguía en la Torre Tokio. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso ya no podría regresar?
Observó como el cielo estaba totalmente cubierto por nubarrones negros. ¿Cómo era posible? Si hasta hacía unos segundos no había una sola nube en el cielo. De repente, sintió que la tierra bajo sus pies se movía. La gente a su alrededor comenzó a correr, asustada. Entonces, no era sólo su imaginación. ¡Era un terremoto! Algo para nada extraño estando en Japón, por cierto. Pero ¿justo en el momento en que intentaba cruzar el portal?
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Cuando salió al jardín, el Astro Rey comenzaba su descenso hacia el horizonte. Hikaru y Ascot la esperaban impacientes, sentados junto al lago de aguas cristalinas. Se acercó a ellos. Ascot recargaba su espalda sobre el tronco de un viejo árbol, mientras Hikaru estaba sentada, abrazando sus piernas.
-Umi-... sólo atinó a decir el palú. Ella se sentó al lado de Hikaru, sin mediar palabras.
-¿Qué pasó? ¿Qué te ha dicho? - se apresuró a preguntar la pelirroja, ante el silencio de su amiga. Aunque, ya por su rostro, podía darse cuenta de sus miedos y su preocupación.
-Que él se puede encargar de que nada nos impida pasar el portal…- Hikaru abrió los ojos ante la sorpresa. Si el gran mago estaba de acuerdo en que vayan a Mundo Místico, era porque pensaba que algo muy malo podía pasar. Un silencio se produjo. Permanecieron así durante algunos minutos.
-¿A qué le temes, Umi?
-¿Qué?
-La sola idea de ir a Mundo Místico te aterra… ¿Acaso es por él? ¿Temes cruzártelo? Sabes que la posibilidad es realmente remota… Creí que era un asunto cerrado, que estabas segura del amor que sentías por Clef.- Umi bajó la mirada, como avergonzada. Luego miró de reojo a su amigo, pudo sentir la dulzura en su mirada.
-No es eso, Hikaru…
-¿Y entonces?... Sabes que puedes contarnos lo que sea…- Umi suspiró.
-Supongo que… lo que me da miedo es saber cómo siguió su vida después de mí desaparición…
-Entiendo… te asusta saber lo mucho que sufrió tu partida…
-Pero, eso no importa… si es la vida de Himeko la que está en peligro, lo haré.
-Yo iré con ustedes…
-Ascot…
-Por ninguna razón del mundo las dejaré solas.
-Debemos decirle a Fuu y a Ferio lo que está pasando…- un nuevo silencio se produjo. Ambas sabían que Fuu debía saber, el problema era saber cómo decírselo.
-¿Qué piensas de ese joven? – preguntó Hikaru, tras un largo rato de silencio.
-Quizás… él sea la razón de las escapadas de Himeko…
-También lo he pensado… Ellos no son sólo amigos.
-Se nota que él la quiere… la quiere en serio… pero algo ha pasado entre ellos… He pensado en esa noche, en Neo Cizeta… estoy casi segura de que estaban juntos… quizás discutieron…
-¡Claro! Y por eso razón, Himeko…
-Vaya… no puedo creer la novela que han armado de la nada…
-No es novela, mi querido Ascot, se llama intuición femenina…
-¡Fuu no tiene por qué enterarse de esto, Ascot! Y mucho menos Ferio.
-No tienes ni que decírmelo, Hikaru… No le iré a Ferio con un chisme basado en suposiciones suyas… -Ascot se puso de pie. - Por cierto, yo me encargo de hablar con él, ustedes ocúpense de ver cómo se lo dicen a Fuu.- sin decir más, Ascot se retiró del lugar. Entonces, Umi y Hikaru se miraron. La sola idea de volver a Mundo Místico les causaba mucha incertidumbre.
-Entonces… ¿De verdad crees que ella fue quien abrió el portal?
-No lo sé… es probable… Clef dijo que sus poderes eran mayores que los nuestros… No sólo los de ella, ¿entiendes?
-¿Quieres decir que… nuestros hijos?
-Eso es lo que más me asusta… Clef teme por los poderes de Himeko, dice que aún en Mundo Místico puede ocasionar una catástrofe.
-Por favor, evitemos contarle esos detalles a Fuu…- Hikaru de puso de pie. - Se hace de noche… debemos hablar con ella…
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La oscuridad había ganado las calles de la ciudad. El alumbrado público se había encendido. Era curioso que las calles necesitaran luz artificial para verse iluminadas, ¿acaso no sabían que con la luz de las estrellas bastaba para alumbrar los caminos? En Céfiro, las calles no necesitaban de luz artificial para que sean transitadas, las estrellas se encargaban de guiar el camino. Miró al horizonte, la Luna Llena brillaba en el negro firmamento, unas pocas estrellas la acompañaban. ¿Por qué había tan pocas estrellas en el cielo? No podían verse ni la mitad de las estrellas que se veían en el cielo de Céfiro, pero ella sabía que estaban allí. Observó las luces de la ciudad y, entonces, lo entendió. Esas luces eran tan brillantes impedían que se apreciaran las maravillas del universo. Se preguntó si alguna de esas estrellas sería la que iluminaba a Céfiro durante el día. Se sentía tan triste, tenía tanta incertidumbre en su corazón, ¿Qué pasaría si no podía volver nunca más? Jamás pensó que extrañaría tanto a Céfiro. ¿Qué se supone que haría ahora? Su madre, de seguro, estaría muy preocupada por ella. Paradójicamente, también había huido de casa de su tía. ¿Sería buena idea volver allá?
Detuvo su paso al darse cuenta de que había llegado a la costanera de un río. Se acercó a la orilla, apoyándose sobre el paredón que la separaba del agua. Observó residuos de todo tipo flotando por las oscuras aguas. Ese río no tenía comparación con los hermosos ríos de agua cristalina que había en Céfiro. Hasta el aire se sentía diferente allí, no olía a aire puro, de mar, si no a humo y contaminación. Tenía tantos deseos de volver a casa.
-Mamá… ojalá pudieras venir a rescatarme… como siempre lo hacías…- dijo, en voz alta.
-Puuuu puruuu.- escuchó, mientras una curiosa criatura aterrizaba en su cabeza y, de ahí, daba un salto hacia el paredón de la costanera. Himeko abrió los ojos con sorpresa.
-Mokona, ¿Qué haces aquí? ¿Cómo atravesarte el portal? – preguntó con sorpresa. Pero el animalito se limitó a dar unos pasos por el paredón al son de una peculiar canción en su extraño idioma. -¿Acaso mí mamá está aquí? ¿Gurú Clef?
-Puuu…- Mokona negó con la cabeza.
-Ya veo… pero, de seguro ya saben de mí ausencia, han de estar muy preocupados.
-Puupuu.- dijo, bajando las orejas, en señal de tristeza.
-Entonces, ellos piensan que simplemente escape de palacio. Pero ¡Si tú estás aquí significa que el portal sigue abierto! O… ¿Es que cruzaste el portal antes de que se cierre?
-Pupu pupuruuuu.- cantó de nuevo el animalito.
-Esto es en serio, Mokona… necesito regresar…
-Puruu puruu…
-¿Qué no debería regresar? Pensé que estabas aquí para ayudarme…
-Puupuuuuuuu
-Mis padres están muy molestos conmigo ¿Verdad? Estoy en graves problemas.
-Puuuuuu.- Mokona bajó las orejas, en señal de tristeza.
-Dime, Mokona… ¿De verdad el portal estuvo cerrado? – Mokona bajó las orejas nuevamente.
-Puuuupuuuu.- dijo, como dando entender que no quería hablar de eso. Himeko se molestó al entender su reacción.
-Ya con eso me has dicho todo… ellas me han mentido todo este tiempo, el portal nunca estuvo cerrado, es sólo que ellas no querían regresar.
-Puuuuuuu…
-Ya no tengo deseos de regresar, Mokona…pero ¿qué debería hacer?
-Pupuruuu
-Quizás pueda volver a casa de mi tía… ella se alegró mucho de verme, quizás…
-Puuuu
Himeko miró al cielo una vez más. Otra vez esos sentimientos oscuros, otra vez las dudas y el rencor. Si su madre le había mentido, entonces, no quería saber más de ella. Tal vez sea mejor regresar a casa de Kuu y rogar que sus padres no la encuentren jamás…
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N/A
(*) Fragmento de la canción "No importa la distancia" (Hércules)
