Descargo de responsabilidad: todo Crepúsculo pertenece a Meyer.

Desperté de nuevo en la misma habitación de hospital, aún no entendía lo que pasaba. Respire profundamente. Vi a mi madre durmiendo, sentada a mi lado.

—Mamá— solloce.

René levantó la cabeza y me miró.

—Hola— me dijo sonriendo. —¿Cómo te sientes?

—Me duele la cabeza.

—Espera, llamaré a la enfermera para que te dé algo para el dolor.

Empezó a levantarse para irse, pero la detuve, tenía que saber ahora mismo lo que pasaba. Aunque ya sospechaba.

—No, espera, no te vayas— rogué.

Al ver mi angustia ella volvió a su asiento.

—Mamá, ¿Dónde está papá?

—Èl está en Forks, cariño, pero viene a visitarte cada vez que puede.

—¿No estamos en Forks?

—¿Forks? No cariño, estamos en Phoenix.

—¿Por qué?— pregunté confundida aún.

Mi madre me dio esa extraña mirada de nuevo.

—Mmm, aquí es donde vivimos cariño.— contestó nerviosa.

—No, yo vivo en Forks.

—Bella, tu odias Forks— dijo sonriendo.

—No, yo vivo, en Forks.

—Estas confundida cielo, tu vives aquí, en Phoenix conmigo y con Phil, jamás has vivido en Forks, incluso dejaste de visitar a tu padre y él viene a verte aquí.

—Mamá, por favor trae a Edward aquí— solloce.

—Bella, no conozco a este tal Edward, ¿Es un amigo de tu escuela?

—No, Edward, él es… mi esposo, Edward trae a Edward aquí— empecé a hiperventilar de nuevo.

—Cielo, cálmate, o tendré que llamar a la enfermera para que te un calmante otra vez.

—Mama, ¿Qué año es?

—Oh, es 2003.

2003 no podía ser cierto. No, no, no. 2003. Yo había ido a vivir con Charlie en 2004. Si era 2003, entonces no había ido con Charlie aún, no había conocido a Edward o a Alice, o al resto. No me había hecho amiga de Jacob, el hombre lobo. No había boda. No luna de miel.

No había dado a luz a mi pequeña pateadora, mi Rennesme.

—Rennesme— solloce. — Rennesme, quiero a Rennesme, tráeme a mi pequeña mamá, por favor— le suplique a mi madre que me miraba sin comprender nada. La vi presionar un botón con una luz roja.

No, esto no estaba pasando. Enterré mi rostro entre mis manos y seguí llorando. Mi bebé no existía, ella no había nacido, no conocí a Edward, no me case con él. Solo quería volver a dormir y despertar en casa, en nuestra cabaña, con nuestra hija, quería verla dormir y observar sus sueños a través de su don.

—Mamá, tráeme a Rennesme, quiero a mi bebé, tráemela, por favor, por favor— suplique. Pero mi madre no me estaba escuchando. Bien. Si ella no me escuchaba, entonces yo iría a buscar a mi familia.

Arranque con furia la vía intravenosa de mi brazo y quite ese aparato de mi dedo. Mi madre trato de detenerme, pero luche contra ella. Pronto llegaron los doctores y enfermaras y me inmovilizaron. Me pusieron a dormir otra vez.

No luche más. Esperaba que al despertar volviera a estar en Forks con mi bebé y con Edward y nuestra familia.