Capitulo IV
Ten cuidado con lo que deseas
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Quiero buscar, voy a encontrar
Y despertar a un mundo nuevo
Donde yo al fin, pueda vivir
En el lugar que hoy más deseo. (*)
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Las calles de la aldea estaban vacías, eso llamo su atención. Neo Cizeta no sé caracterizaba por ser una aldea tranquila, sin dudas, lo acontecido había causado estragos. Observó las fachadas de las casas y demás construcciones, aún no habían comenzado la reconstrucción. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Como llevaba varios días instalada en palacio, no había tenido la oportunidad de ver en persona los estragos de aquel temporal. Anochecía. El Astro Rey ya se había ocultado en el horizonte, la oscuridad empezaba a ganar las calles. Recorrió los lugares que él solía frecuentar, aquellos que eran lugar de reunión de su grupo de amigos. Grupo en el que ella misma estaba incluida, claro. Pero, finalmente, logró encontrarlo en la cima de la colina que hacía de punto de encuentro entre él y Himeko, aquel lugar alejado en el que podían estar juntos sin ser descubiertos. Lo encontró sentado, con su espalda reposando sobre un añejo árbol y sus brazos abrazando sus piernas. Tal como si la estuviera esperando a ella.
-Yasir…- dijo con un tono dulce, cómo imaginando lo que él pudiera estar sintiendo. El joven se sobresaltó al oír su voz. Rápidamente se puso de pie y volteó a verla.
-¿Qué haces aquí, Kiara?
-Recorrí cada rincón que sueles frecuentar en la aldea… Supongo que debí imaginar que estarías aquí.
-¿Acaso te ha enviado ella? ¿Es que ni siquiera tiene el valor de enfrentarme? - Ella lo miró fijo a los ojos, pudo notar en ellos mucho rencor.
-No… no es así… Es que ella no puede venir, su padre la tiene vigilada, ni siquiera puede salir de su cuarto… Por favor, déjame explicarte….
-¿Qué vas a explicarme? ¿Qué tú y tu amiga se han estado burlando de mí? ¿Qué cada una de las cosas que me ha dicho han sido una mentira? Pues, yo creo que no hay nada que explicar, Kiara.
-Ella no ha jugado contigo, quizás no haya sido del todo sincera, pero sus sentimientos son verdaderos… ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Presentarse como la futura reina de este mundo? ¡Había escapado de palacio! ¡Claro que no iba a decirte quien era!
-¡Ya basta, Kiara! Ya no quiero oírte… ¡Vete de aquí!
-Pero… Yasir…
-Nada de lo que venga de su majestad, la futura reina, me interesa. – dijo con tono irónico. Acto seguido, se alejó del lugar, dejando a Kiara con un nudo en la garganta y una profunda tristeza en su corazón. Y ahora, ¿Qué le diría a su amiga? Sabía lo mucho que estaba sufriendo por lo que había pasado, no quería lastimarla aún más.
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En el palacio todo el mundo estaba alborotado. Desde muy temprano ese día, el personal andaba de aquí para allá, sin parar un segundo. Unos dando los últimos detalles a las decoraciones, otros preparando la comida y los bocadillos, y otros más atendiendo a las autoridades de los planetas vecinos que venían al inédito evento. Todos estaban tan emocionados por el evento tan importante que tendría lugar al ocultarse el Astro Rey en el horizonte. Todos. Curiosamente nadie parecía notar lo que eso provocaba en ella. Nadie se preocupaba por lo que estaba sintiendo.
Tenía tantos deseos de desaparecer de la faz de Céfiro. Quería irse lejos, a algún lugar en el que nadie pudiera encontrarla. Quería dejar de ser la heredera, la futura reina, sólo quería llevar una vida normal. Quizás, lo que realmente deseaba era estar en Mundo Místico. Que ironía de la vida. Que ella, viviendo en un mundo donde los sueños podían hacerse realidad con solo desearlo con fuerza, no pudiera cumplir con su más grande anhelo: volver al mundo que la vio nacer.
Pero, había prometido a Hikaru y a Umi que no haría nada que arruine esa noche especial, su noche especial. Y no pensaba romper esa promesa por nada del mundo. Bueno, por nada de ese mundo ni del otro.
Dio varias vueltas en su habitación, justo antes de detenerse a observar el vestido verde colgado junto a su tocador. Suspiró. Realmente no quería hacerlo. Acarició las finas telas como admirando el trabajo de la cizetana. Así fue como su amiga la encontró cuando llegó. Ingresó a la alcoba sin tocar. De todos modos, sabía que ella la esperaba. Y era la única persona en todo Céfiro que siempre tenía el permiso para ingresar, sin importar lo que ella estuviera haciendo.
Himeko volteó de repente, al sentir la puerta abrirse. Al ver a su amiga, se acercó hacia ella. Sin embargo, por la expresión en su rostro, podía imaginar que no traía buenas nuevas para ella.
-¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? - preguntó, impaciente. Kiara se encogió de hombros. Pensó en cual era la mejor manera de responder, pero no encontró las palabras. - Él... me odia... ¿no es así? - continuó, ante el silencio de su amiga.
-No... bueno... está molesto, creo que es normal que así sea...
-Lo perdí para siempre...
-Claro que no... sólo dale tiempo, es un buen chico y te quiere.
-Pero le mentí... y se enteró de la verdad de la peor manera. Para ser sincera, si las cosas hubieran sido al revés, probablemente no lo perdonaría.
-Sólo debes luchar por él... ¡Vamos! ¿Dónde está la Himeko que conozco y admiro?
-Es que... Él es único que me hacía sentir feliz... normal...
-Gracias por lo que me toca, amiga.
-Sabes a lo que me refiero... él me hace olvidar quien soy, con él soy una simple adolescente sin responsabilidades de ningún tipo...- Himeko se dejó caer pesadamente sobre la cama.
-Ya cambia esa cara... ¿olvidas que prometiste qué harías que esta noche sea perfecta? Ya tendrás tiempo de arreglar las cosas con él.
-No puedo hacerlo, Kiara... No puedo salir al salón con una sonrisa, como si nada pasara. - tapó con sus manos sus ojos llorosos. Sobre la ventana de la habitación, Mokona observaba atentamente la escena, como aguardando la reacción de la jovencita. - Desearía desaparecer de este mundo... Todo sería más fácil si no hubiéramos venido aquí... ¡Desearía volver a Mundo Místico! - La gema roja en la frente de Mokona se iluminó en ese mismo instante, haciendo que la joven repare en su presencia. Sé puso de pie y volteó a ver a la criatura. El aire se tornó pesado de repente. Himeko pudo sentir una energía muy poderosa fluyendo a su alrededor. - Que... ¿qué fue eso Mokona?- preguntó, confundida. Pero más confundida estaba su amiga, quien la miró de manera extraña.
-¿De qué hablas, Hime? ¿Ocurre algo? - preguntó Kiara, mientras la miraba como si hubiera enloquecido, pero sabiendo de sus poderes que le permitían ver cosas que los demás no notaban.
- Yo... no lo sé... fue como si...- meditó unos segundos, como tratando de explicar lo que sentía, pero no halló las palabras. - No, nada, olvídalo... - Suspiró.
-Puuu puruuu puruuu...- Mokona saltó desde la ventana y comenzó a dar brincos delante de ella, como tratando de disuadirla.
-Si, tienes razón Mokona, seguro fue sólo mi imaginación...- respondió, resignada. Jamás había prestado atención a esos poderes que habían nacido junto con ella, ¿cómo podía pensar en que podía sentir las energías diferentes, si nunca la había hecho?
-¿Estás segura? ¿Acaso sentiste algo? - Kiara se mostraba preocupada. - Hime, eres la heredera de la poderosa guerrera del viento, no deberías ignorar lo que sientes.
-Justamente de eso se trata ¿no?... sobre todo, cuando mis sentimientos no tienen que ver con la felicidad...
-Himeko...
-Ya no importa...- dijo, acercándose al tocador para tomar su vestido. - ¿Quieres ayudarme con esto? Haré mi mejor esfuerzo por parecer feliz esta noche.
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Ya todo estaba listo para el evento más importante en Céfiro de los últimos 10 años. El salón estaba alegremente decorado con guirnaldas, muy similares a las que se usaban en Cizeta, y luces de colores. Las mesas lucían hermosos manteles de una exótica seda traída desde Farem, con unos hermosos centros de mesas de kadupul, una flor de pétalos blancos en punta, que nacían y vivían exclusivamente durante las noches en la que el astro Procyon era visible en el cielo. El camino desde la entrada hasta la mesa principal estaba marcado por una fina alfombra roja, con bordes dorados.
La banda imperial tocaba una dulce melodía, al son del cantar de las hadas del reino. Sentada en el trono real, Fuu observaba a su amado caminar de un lado a otro, con sus manos detrás de su espalda y la mirada en el suelo.
-Ya, tranquilízate Ferio… No ganas nada poniéndote nervioso. - dijo la rubia con esa dulzura que la caracterizaba. La realidad era que ella también estaba muy nerviosa, pero, como siempre, intentando mantener la calma. Ferio no le prestó atención, quizás, ni siquiera la escuchó.
-¿El supremo rey trabaja en un surco delante del trono? ¿Es para evitar que los demás mortales lleguen a él? - bromeó la recién llegada guerrera de Seres. Ferio levantó la mirada, molesto con el comentario. Se encontró con la sonrisa burlona de la mujer. Junto a ella, la pelirroja guerrera del fuego, también riendo. Ambas recién llegadas habían estado ayudando a la princesa con los retoques finales. - ¡Relaja Ferio! - continuó divertida. – Ella ya está lista, está esperando afuera junto a Caldina… ¡Y no imaginas lo hermosa que se ve!
-Himeko es una niña muy lista y responsable… y sabe lo importante que es este evento para ti Ferio, además lo prometió, ella no te decepcionaría. - Ferio respiró profundo y luego esbozó una sonrisa. En cierta forma saber que ella ya estaba lista para entrar al salón lo dejaba más tranquilo.
-Gracias chicas… - dijo, más calmado. Era agradable saber que sus amigas siempre estaban ahí para él.
Afuera del salón, Himeko aguardaba que le dieran la orden de ingresar. Mientras, repasaba el discurso que su madre había escrito para que lea enfrente de las máximas autoridades del planeta y de los planetas vecinos. Al mismo tiempo, caminaba de un lado al otro del pasillo.
-Calma, mi niña. - se apresuró a decir la morena. - Lo harás bien, has practicado lo suficiente. - Himeko detuvo su paso, mientras presionaba con fuerza el papel que llevaba en sus manos. Una lágrima rodó por su mejilla. Le daba la espalda a Caldina, de modo que ella no pudo notarlo.
-Desearía no tener que hacer esto... - dijo, casi en un susurro. Aún tenía esa sensación en su corazón, y un nudo en su garganta. Sentía como si algo muy malo fuera a pasar. Caldina se acercó a ella y la tomó por los hombros, tal como si fuera a darle un masaje.
-Pasará rápido pequeña... todo saldrá bien, ya lo verás, lo harás increíble. - Himeko volteó a ver a Caldina, entonces la morena pudo ver sus lágrimas. Sonrió, mientras las secaba con su dedo índice. - Sé que todo esto te asusta, pero estarás bien, yo confío en ti
-¡Señora Caldina!- una joven que formaba parte del personal del palacio salió del salón alarmada. - Necesitamos que venga
-¿Ahora? - preguntó la morena, volteando, molesta por la interrupción.
-Es importante, tenemos un problema aquí con la decoración.
-Pero si ya está todo perfecto…
-Pues sí, pero… por favor venga…
-Está bien, ya voy. - Caldina volvió a ver a Himeko.- Sólo será un minuto, ¿Estarás bien?
-Descuida… ve…
-No vas a escapar en mí ausencia, ¿Verdad? - bromeó la morena.
-Claro que no…- sonrió la joven. Después de eso, Caldina ingresó a la sala.
La muchacha la llevó hasta el lugar que estaba destinado para que Himeko de su discurso. El atril había estado decorado con flores kadupul, que, ahora, estaban todas desparramadas por el suelo.
-Pero… ¿qué demonios?… - la muchacha señaló a la bola de pelos blanca que se encontraba a un costado. Mokona comenzó a dar saltos en el lugar, hablando en su peculiar idioma. - ¡¿Qué has hecho, pequeña bola de pelos!?- gritó, molesta.
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Un escalofrío recorrió el cuerpo de Himeko. Comenzó a sudar frío. Otra vez esa sensación tan extraña, pero esta vez no tuvo dudas: había una poderosa energía en el lugar, una energía que nunca antes había sentido, una energía que no era de Céfiro. ¿Qué estaría pasando? ¿Podía ser posible que estuviera imaginando? Si algo malo estuviera pasando, si alguna presencia maligna estuviera en el palacio, ¿Por qué su madre y sus tías no lo habían sentido? Quizás, era sólo su imaginación, o quizás su mente y esos deseos desenfrenados de huir, le estaban jugando una mala pasada.
Entonces una imagen borrosa llegó a su mente. Apretó el papel que llevaba en sus manos, intentando reprimir los deseos que sentía de llorar. Era Yasir, se encontraba en la colina que había sido testigo de la mayoría de sus encuentros. Estaba en peligro. Algo iba a pasar. Algo que iba a poner en peligro a su vida. ¿Cómo? ¿Cómo podía estar tan segura de que esas imágenes, que esa sensación eran ciertas? ¿Así se sentía, realmente, tener un presentimiento? ¿De ese modo su madre sabía cuándo Céfiro o algún ser querido estaban en peligro? ¿Esas visiones eran, también, parte de esos poderes que tanto había detestado? Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos sin que pudiera evitarlo. El nudo en su garganta parecía haberse incrementado, ya hasta se le hacía difícil respirar. Sus manos comenzaron a temblar. También sus piernas. Sentía que Yasir la llamaba, que le pedía ayuda. No podía dejarlo solo, si algo llegará a pasarle, no podría seguir viviendo. Debía ir a buscarlo, saber si eso que sentía era cierto. Pero ¿y si lo era? ¿Entonces, que haría? ¿Cómo lo ayudaría? Jamás en su vida había luchado, no sabía cómo hacerlo, aunque fuera entrenada desde pequeña, no sabía cómo luchar. Tampoco podía pedir ayuda a las guerreras mágicas. ¿Qué les diría? ¿Cómo explicaría quien era él? Bueno, quizás a Hikaru y a Umi si pudiera… pero, aun así, habría mucho que explicar.
Sus manos temblorosas soltaron la hoja de papel, y está cayó junto a sus pies. Ya no podía esperar más, debía ir por él. Ni siquiera pensó en cómo iba a salir del palacio, ni cómo iba a llegar hasta Neo Cizeta. Simplemente salió corriendo, lo más rápido que pudo, teniendo en cuenta que llevaba uno incómodos zapatos de taco aguja y un miriñaque enorme, aún más incómodo.
Para su fortuna, todo el personal del palacio, y hasta la guardia imperial, estaban en ese salón en que ella sería presentada en sociedad, de modo que su huida no se vio interrumpida.
Llegando a la entrada del palacio se encontró con una bola de pelos que se interpuso de repente. Detuvo su paso, mientras la criatura saltaba y gritaba, cómo molesta.
-Pupurupuuu...- gritó Mokona, regañándola.
-Debes ayudarme, Mokona…
-Pupupuruuu.
-Ya sé, sé que debería estar en el salón, pero necesito llegar a Neo Cizeta…
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-¡Caldina!- la voz de la guerrera del viento hizo sobresaltar a la morena.
-Fuu, me asustaste... - dijo Caldina, mientras acomodaba las últimas flores en el atril.
-Creí que estabas con Himeko.
-Tuve un inconveniente técnico… Ella está afuera, repasando el discurso que le escribiste.
-Entonces, ¿ya puedo organizar la entrada?
-Claro… si… Iré por ella. - Caldina volvió a salir rápidamente, mientras Fuu organizaba la presentación para la entrada triunfal al salón.
Sin embargo, al salir la morena se encontró con que la futura heredera no estaba donde la había dejado. Lo que sí pudo divisar fue el manuscrito que en el que Fuu había escrito el discurso. Estaba tirado en el piso y todo machucado.
-¡No puede ser! - pensó Caldina, en voz alta. - Ella no pudo haber huido, ¿o sí?- desesperada, comenzó a buscarla por todos lados.
Mientras tanto, dentro del salón preparaban la presentación para el ingreso de la princesa. Una luz dorada, tecnología traída de Autosam, apuntaba hacia la puerta por la cual Himeko ingresaría. Y una persona destinada a presentar a la princesa comenzaba su discurso. A un costado de la entrada, Hikaru y Umi, aguardaban de pie el ingreso de la jovencita.
-Y ahora sí, señoras y señores, con ustedes la futura heredera al trono de Céfiro. - dijo, por fin, el presentador. Pero, para sorpresa de los presentes, nadie ingresó. – Con ustedes, la heredera al trono, Himeko…- repitió el presentador, con cierto nerviosismo, que se hacía notar en su voz. Rápidamente, Fuu se puso de pie, buscando a sus amigas. Ellas, con tan sólo una mirada de la rubia, supieron que quería decirles. Ambas salieron del salón. Entonces, la reina se dirigió a su gente.
-Sepan disculpar, surgió un inconveniente que ya solucionaremos. Pero ustedes, mientras tanto, pueden seguir disfrutando del banquete.
-Esto no puede ser, Fuu…- susurró Ferio, apenas ella volvió a sentarse en el trono. - Ella ha escapado, te dije que lo haría.
-Ya basta Ferio… estoy segura de que Hikaru y Umi la encontrarán.
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Una vez más estaba en aquella colina, como si el estar allí sintiera que estaba con ella. A esa hora de la noche, el astro Procyon estaba en su mayor esplendor y ese era el mejor lugar toda la aldea para apreciarlo. Su aparición en el cielo nocturno siempre había sido un momento especial para todo Céfiro. Sólo permanecía durante un par de semanas al año, en las cuales la magia parecía alcanzar niveles extraordinarios, aun para ese planeta. Durante las noches en que era visible en el cielo parecía que todo era posible. Hasta las flores kadupul florecían sólo para verlo. Y, de repente, todo se volvía más hermoso. Las hadas cantaban más bello, las flores lucían más esplendorosas, las aves danzaban con el viento, hasta el mar parecía tener un brillo especial. Incluso, se decía, que durante esas dos semanas se concedían todos los deseos, con sólo decirlos en voz alta. Pero, para él tenía otro significado, aún más especial. Hacía justamente un año, precisamente, durante la primera noche del astro, Himeko y él se habían conocido.
Volvió a sentarse junto a ese añejo árbol, mientras observaba el brillo verdoso del astro, que resaltaba en el cielo como un cuerpo casi perfectamente esférico. Suspiró. A pesar de todo, la amaba, como el primer día. Si tan sólo ella no fuera la heredera al trono. Si tan sólo él no fuera un simple aldeano. Pero, ella le había mentido, eso era lo que más le dolía. ¿Podría perdonarla? Quizás, pero ¿eso de que serviría? De todos modos, eran de mundos diferentes. ¿Qué pensaría el rey supiera? Ahora lo entendía todo. Entendía porque sus encuentros eran a escondidas, porque no quería que sus padres se enteren, porque quería estar alejada de las demás personas.
-Desearía que nuestro amor no sea un imposible...- dijo, casi sin pensarlo. En ese momento, un viento, inusual para Céfiro, se levantó. Fue como si ella estuviera presente. Junto con el viento, aparecieron cientos de insectos voladores. Volteó asustado. Nunca en su vida los había visto. Eran pequeñas criaturas de cuerpo negro, con una cabeza elíptica y ojos salientes, sus pequeñas alas eran transparentes. Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver una silueta difusa en las penumbras del bosque.
De pronto, el aire se sintió pesado, una poderosa energía invadió el lugar, al mismo tiempo que la silueta avanzaba unos pasos, dejando las penumbras. Era una criatura extraña, de cuerpo humanoide, pero similar a los insectos que habían invadido el lugar. Tenía una cabeza elíptica con unos enormes ojos redondos, que sobresalían en la parte superior, su cuerpo era negro y parecía estar cubierto por pequeños bellos, tenía seis brazos, también cubiertos por pequeños bellos y unas enormes alas transparentes en su espalda.
Aterrado, el joven intentó huir. Pero, rápidamente, fue rodeado por miles de insectos, que le impidieron avanzar. Entonces, observó como una extraña luz provenía de la criatura, al mismo tiempo que sentía que perdía el control de su cuerpo. Tal como si lo supieran, los insectos se alejaron de él. Ya no necesitaban tenerlo inmovilizado. Los ojos del joven perdieron su brillo, estaba completamente bajo el control de aquella criatura. Los enormes ojos brillaron, al tiempo que movía irregularmente sus seis brazos. Como respuesta a eso, el joven comenzó a dañarse a sí mismo.
-¡Yasir!- la voz de la recién llegada provocó que el joven saliera de su trance por un instante, suficiente para que ya no se hiciera daño. Himeko bajó de la cápsula que la había transportado hasta allí, junto con Mokona. Aun llevaba su vestido y los tacones altos. Corrió hacia el joven. - ¿Te encuentras bien, Yasir? - Himeko intentó tocarlo, pero él dio un manotazo golpeándola en el rostro. Ella llevó su mano derecha hacia el lugar en el que había recibido el golpe. Estaba sorprendida.
Fue cuando notó que esa energía tan poderosa que había estado sintiendo, era aún más fuerte en ese lugar. Sintió como si alguien respirara en su nuca. Volteó de repente, para encontrarse con esa extraña criatura que parecía un hibrido entre una mosca y un humano. Entonces lo entendió. Esa criatura estaba controlando a Yasir, por eso su mirada estaba tan extraña.
Los ojos de la criatura volvieron a brillar y los insectos regresaron, esta vez para rodear a la jovencita. "Moscas", pensó Himeko. Claro que las recordaba, de la Tierra. Pero, en 10 años en Céfiro, nunca había visto una. Era claro que allí no existían. Entonces, ¿de dónde habían salido aquellas? Los ojos de aquella criatura brillaron una vez más. Himeko sintió como si alguien intentara adentrarse en su mente, como si alguna entidad superior quisiera controlarla.
-¡NO!- gritó. Y un fuerte viento surgió de la nada, arremolinándose a su alrededor y atrapando a todas las moscas que revoloteaban por su camino. Una risa malévola se escuchó en ese momento. Parecía provenir de la criatura. - ¿Quién eres?
La tierra comenzó a temblar de repente. El corazón de Himeko comenzó a latir con fuerza. Aquel temblor le recordó a los terremotos que había sufrido Céfiro cuando estaba al borde el colapso. Antes de que pudiera reaccionar, Yasir comenzó a atacarla. Rápida de reflejos, logró esquivar cada uno de sus ataques. No en vano era entrenada por los mejores hombres y mujeres del planeta. Aun así, nunca había tenido más que batallas simuladas contra Clef o Latis, o simples juegos con alguno de los amigos de Ascot. Realmente, no sabía cómo luchar. Maldijo para sí misma. Tantas veces había reprochado ser entrenada en vano. Ascot tenía razón. Era muy afortunada al no haber aplicado nunca esas habilidades. Tal parecía que esa suerte se había acabado.
Pensó en que hacer. Más allá de no haber luchado nunca en su vida, las habilidades las tenía. Pero no podía luchar contra Yasir, no podía hacerle daño. Después de todo, él estaba siendo controlado por aquella criatura. ¡Claro!, esa era la solución. No debía luchar contra Yasir, debía atacar a esa criatura que lo estaba controlando.
Levantó su mano en alto concentrando el viento en ella. Entonces, un remolino se creó alrededor del joven, impidiendo así que se moviera. Una vez que lo tuvo bajo control, se enfocó en aquel ente. Puso ambas manos al frente y los vientos formaron una esfera de poder. Cuando fue lo suficientemente grande, la lanzó contra aquella criatura, impactándole de lleno. El impacto fue suficiente para que perdiera el control sobre Yasir, aunque no le ocasionó el menor daño. Sin embargo, una luz oscura lo rodeó y, en cuestión de segundos, se desintegró en miles de moscas que salieron volando del lugar. Himeko respiró aliviada. Quizás no había acabado con él, pero, al menos, lo había derrotado.
-¿Himeko?- Yasir había vuelto en sí y estaba desorientado. - ¿Qué haces aquí? - La miró de arriba abajo. Lucía tan hermosa en ese vestido. ¿Así era como se vestía normalmente? Sin dudas, digno de una princesa.
-¿Estas bien Yasir? - preguntó con lágrimas en los ojos. Él joven no entendía nada, pero, poco a poco, comenzó a recordar lo que había pasado antes de perder la conciencia. ¿Qué había sido todo eso? ¿Qué era ese extraño ente?
-Himeko...
-Yo... realmente lo siento...- dijo, abriendo su corazón. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, sin cesar. - Lamento no haber sido sincera contigo... No fue mi intención. - Yasir sintió como si su corazón se estrujara. No soportaba verla llorar. Sus palabras parecían sinceras. Sintió deseos de abrazarla, decirle que la perdonaba. Pero...
-Ella te engaño. Ella jugó contigo. Es la princesa, jamás se fijaría en un simple aldeano. - sintió retumbar en su mente. Realmente, no comprendía si eran sus propios pensamientos o era alguien más que se lo estaba diciendo.
- Tú me engañaste… jugaste conmigo…- repitió, casi sin pensar.
-No… no es así… yo…
-¡Yo jamás voy a perdonarte!
-Por favor, déjame explicarte.
-No tienes nada que explicar, no quiero volver a verte en mí vida. – respondió el joven, con sus ojos llenos de rencor. Y se alejó del lugar rápidamente, sin darle tiempo a responder.
Himeko sintió como su corazón se partía en mil pedazos, de nuevo. Pensó en ir tras él, pero ¿con que sentido? ¿Qué podía decirle? Después de todo, él tenía razón en odiarla. Se dejó caer de rodillas, mientras las lágrimas caían por su rostro. Con sus puños apretó el césped con fuerza. Una vez más, intensos vientos comenzaron a arremolinarse a su alrededor, a velocidad inéditas para ese mundo, o para cualquier otro. Se sentía tan desolada, deseo con todas sus fuerzas desaparecer. Había lastimado a la persona que más quería, ya no sentía deseos de vivir. Si tan sólo estuviera en Mundo Místico. Desearía estar en Mundo Místico.
En ese momento, una poderosa energía emergió de su interior y se convirtió en una potente luz dorada que hizo que pareciera mediodía día en aquella colina. Levantó la vista, asustada. Nunca en su vida había visto una energía tan poderosa. La luz dorada se concentró frente a ella, formando un enorme círculo de energía.
-¿Qué está pasando? - se preguntó en voz alta. De repente, los recuerdos de cuánto había sido transportada a Céfiro vinieron a su mente. Esa luz dorada se parecía tanto a la que había aparecido aquella tarde en la Torre Tokio. ¿Acaso era posible? ¿Acaso era el portal?
Por unos segundos, sus miedos desaparecieron. Se puso de pie y, luego, secó sus lágrimas. Tanto había deseado volver. Quizás el astro Procyon la había escuchado. Sin pensarlo demasiado, se adentró en la luz dorada.
Cerró los ojos con fuerza, la potente luz los estaba lastimando. Sintió un vacío en su estómago y la sensación de que estaba cayendo en un agujero que no sabía si tenía un final. Segundos después, todas esas sensaciones comenzaron a disminuir su intensidad, al mismo tiempo que la luz dorada cedía. Abrió los ojos.
Unos pasillos oscuros y vacíos comenzaron a dibujarse. En cuestión de segundos pudo ver esas imágenes que habían quedado grabadas en su mente. Era un lugar amplio, con pisos relucientes y enormes ventanales que daban a una inmensa metrópoli. Sobre los altos edificios, brillaba el astro. Su figura era de una redondez perfecta y una blancura especial. Había Luna Llena.
Estaba de regreso. Tal como lo había deseado.
N/A
Y aquí, definitivamente, comienza la acción. ¿Qué tal me quedó? Creo que se me dan más las escenas dramáticas, con mucho diálogo. Intenté que se parezca, al menos un poco, a las películas de terror que tanto me gustan. Y hemos vista la aparición del "enemigo", ¿pudiste reconocerlo? En este caso, voy a ayudar un poco. Este ente tan misterioso es Belcebú, el "señor de las moscas", uno de los 7 príncipes del infierno, un querubín expulsado del cielo por unirse a la rebelión de Lucifer. La idea era que solo aparezca para adentrarse en la mente de Yasir, sin siquiera realizar un movimiento, una especie de posesión demoníaca.
Espero este capítulo les haya gustado. Si, me quedó un tanto largo, así que, si lo leíste todo de un tirón, entonces no lo hice tan mal.
No leemos en el próximo capítulo: "Mundo Místico"
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(*) Fragmento de la canción, "Quiero mis 15" de Kudai
