Capítulo 5: Competencia

No puede dejar de recrearlo una y otra vez en su mente. No deja de revivir la sensación sobre su piel, de salivar de sólo imaginar el sabor de su sexo, de excitarse cada vez que piensa en ella. Y sus pensamientos se hacen más y más recurrentes a lo largo del día.

Se abofetea a sí mismo durante el almuerzo para despertarse del transe que le produce el ferviente deseo que de a momentos se vuelve doloroso. Suguru lo mira, arquea una ceja y hace un gesto en su dirección, ya que no entiende por qué repentinamente se ha golpeado a sí mismo.

Se ha sacado un 8 en su último examen y se siente realmente animado, pero no por sus calificaciones, como debería. Satoru sólo puede pensar en el par de bragas que tiene escondidas en uno de los cajones de su habitación. Se ríe de sólo recordar el rostro de Kasumi tras convencerla de volver a casa sin bragas, agarrando con fuerza los bordes de su falda. Espera que no le haya ocasionado muchos problemas en el camino; que ningún pervertido se hubiera percatado para tomarle una fotografía. Es algo que solo se le vino a la mente horas después, mientras cenaba, de haberlo pensado con la cabeza más fría probablemente hubiera sido un poco más considerado.

—¿Por qué estás tan distraído? No, mejor no me lo digas… Tienes una cara de depravado que sólo puedo imaginar lo que estás pensando.

—Oye, oye, últimamente no dejas de decir ese tipo de cosas. ¿Realmente te parezco un pervertido?

—Te conozco demasiado bien. Pero… la verdad es que me extraña. Generalmente no tardas mucho en contarme ese tipo de cosas, no es que me muera de ganas de escucharlas… ¿Conociste a alguien?

—Algo así…

—¿Tinder? ¿Grindr?

—No voy a contártelo esta vez.

—Vaya… qué caballeroso de tu parte —se burla en un tono tranquilo.

—Estoy madurando, Suguru.

—Ya lo creo.

—Por cierto, felicidades. Ya has aprobado un examen, eso sólo significa dos cosas. O tienes demasiado miedo de que Toji-sensei te de una paliza, o Miwa es una buena tutora.

—Yo creo que fueron los Kit Kat —contesta, sacándolos el último de su bolsillo—. Kasumi me los obsequió antes del examen.

—Eso es buena suerte, pero no creo que solo con suerte puedas pasar un examen.

—Lo bueno es que por ahora sólo tengo que preocuparme por el próximo partido. ¿Sigue en pie lo del sábado?

—Claro, desde que empezaste con tus clases particulares no has salido mucho. ¿Pasamos por la sala de arcade antes de la película?

—Suena bien.

Al terminar el primer receso, los muchachos regresan al salón de clases. Gojou ve desde lejos a Kasumi, sentada en su pupitre conversando animadamente con Shoko. Se sienta detrás de ella con una sonrisa más grande de la que lleva usualmente y se inclina para escuchar su conversación.

—Me gusta esa marca, aunque es algo cara —comenta Shoko.

—Lo es, tienen blusas muy lindas, pero no podría ni entrar a la tienda ya que no podría pagar nada de lo que venden. Usualmente solo miro las fotos… —comenta, mostrándole la pantalla de su celular—. Espero conseguir un buen trabajo cuando termine la universidad para comprarme mucha ropa nueva.

—¿Quieres que te compre algo, Kasumi-chan? —pregunta Gojou detrás de ella—. Te lo mereces por ser tan buena tutora.

—¡¿Ah?! —suelta espantada, sin haberse percatado de que había regresado al salón de clases—. N-No… no es necesario, Satoru-kun. Tu padre ya me paga bastante bien.

Kasumi sonríe. Lo mira tímidamente a los ojos y un ligero tinte rosado le tiñe la piel sobre las mejillas. Finalmente, parece haber comenzado a acostumbrarse a él. O esa es la impresión que le da a Satoru.

—Deberías aprovechar, Miwa —interrumpe Shoko—. Gojou debe tener más dinero que todos en esta clase.

—No podría…

—Dah… solo dime dónde está la tienda y elegiré algo lindo para ti —dice, tomando el teléfono de las manos de Kasumi para ver de qué marca de ropa estaban hablando. Un mensaje aparece sobre la pantalla y él lo lee casi instintivamente.

'¿Nos vemos el sábado?'

Gojou lee y pierde la sonrisa por una extraña razón. Se lo extiende y ella lo toma.

—Tienes un mensaje.

Kasumi lee y sonríe, luego tipea sobre su celular una respuesta y Satoru se extraña.

—Oye, ¿no vas a ir al cine con nosotros el sábado? —pregunta, dejando en evidencia que ha leído su mensaje.

—¡Oh! Lo olvidé totalmente… —contesta apenada—. Tengo que terminar un proyecto y vamos a reunirnos con los muchachos del club el sábado por la tarde. Pero… tal vez pueda reunirme con ustedes después. Claro… si no se les hace demasiado tarde.

—¿Qué te parece si tomamos un helado después de la película? —pregunta Suguru y ella asiente.

—¡Genial!

—Oye, oye, Kasumi-chan. ¿No te parece un poco grosero que nos dejes plantados así?

—Déjala en paz, Satoru. A diferencia de ti, ella sí tiene cosas importantes qué hacer —dice Shoko en un tono desinteresado y se voltea contra la pizarra.

—Lo siento, prometo que no volverá a pasar —susurra Kasumi y agacha la cabeza.

El notorio cambio en la expresión de Kasumi es suficiente para hacer que Gojou salga de su descontento.

—No pongas esa cara Kasumi —contesta y palmea sobre su cabeza para acariciar su cabello—. Sólo no te tardes demasiado.

Muy a pesar de que Kasumi le aseguró que no hay nadie que le guste, él no logra olvidar el comentario que Shoko le hizo un par de semanas atrás. Lamentablemente ha olvidado el nombre que leyó en ese mensaje, quien sospecha es la persona que le habían mencionado. Y, aunque no tiene interés en formalizar algo con ella, no deja de molestarle la idea de que Kasumi pueda estar interesada en alguien más.

Ella no parece el tipo de persona capaz de mentirle, es demasiado buena gente. Es humilde y considerada, el detalle de los chocolates se le hizo particularmente especial. Incluso le dio ánimos antes del examen y le aseguró que le iría bien. Es agradable y cálida, es tolerante a todo tipo de bromas y más tolerante aún a sus acercamientos más atrevidos.

Cuando suena la última campana y él se prepara para salir a su entrenamiento, se le ocurre la idea de volver a susurrar algo atrevido sobre su oído antes de irse. Pero, mientras se inclina en su dirección ella se voltea contra la puerta y sonríe, saluda y se levanta de su asiento rápidamente.

Satoru se voltea y ve a un muchacho bajo el marco de la puerta. Un chico de estatura media y el cabello negro recogido en una cola de caballo, unos cuantos cabellos desordenados sobre la frente y una sonrisa que se ensancha en cuanto Kasumi llega a él.

—¿Quién es ese tipo? —dice sin darse cuenta y Suguru y Shoko se voltean a verlo antes de que Kasumi y él se marchen por el pasillo.

—¿Ese? ¿No es el que ganó la feria de ciencias el año pasado?

—Creo que es Muta-kun, ¿así se llamaba? —pregunta Shoko para sí misma.

—Sí, ese es. Creo que es de primero.

—¿Huh? ¿De primero? ¿Y qué hace un muchacho de primero con Kasumi-chan?

—Bueno, Miwa se saltó un par de años así que quizás tienen la misma edad. ¿Por qué preguntas Satoru? —indaga Shoko—. No estarás celoso de tu tutora, ¿o sí? Oh… ¿no será ese... el muchacho que le gusta a Miwa-chan?

—¿Es ese? Yo no lo veo muy atractivo qué digamos… —se queja Satoru alzando una ceja.

—Tal vez no es tu tipo, Satoru —se ríe Suguru—. Pero quizás es el tipo de Miwa-chan.

Distraído por aquel encuentro, Gojou pasa casi por completo de su práctica de baloncesto. Por primera vez en meses, erra una canasta y Toji le golpea la nuca al ver el balón circulando el aro para caer fuera. Satoru se soba la cabeza, las grandes manos de Fushiguro-sensei aún arden sobre su piel aún diez minutos después.

Sudados, caminan a los vestidores al terminar la práctica. Gojou y Getou se despiden de sus compañeros y antes de marcharse, Satoru recibe una última amenaza de su sensei.

—Voy a molerte el culo a patadas si no estás atento en el próximo partido.

Si bien no son las palabras mas alentadoras que un atleta podría escuchar, Satoru asiente y sonríe para volverse hacia el corredor. Una ducha rápida, ropa limpia y un jugo de fresas más tarde, el par parte a las afueras de la escuela, pero se detienen al escuchar un par de voces provenientes del baño.

Suguru le hace una seña a Satoru para que guarde silencio, escucha claramente un llanto, aunque el sonido es leve.

Por favor, no diré nada… —dice aquel con la voz pendiendo de un hilo.

Oye, ¿dónde está todo el coraje que tenías hace un momento? —pregunta otro y se oye un golpe—. ¿No acabas de decir que no volverías a hacer nuestra tarea? ¿Huh?

Vuelve a pasarte de listo con tus amenazas y volverás a casa sin dientes, ¿entendiste? —interviene un tercero.

N-No… Prometo que no volveré a hacerlo.

Suguru chista y frunce el ceño, empuja la puerta del baño y ve del otro lado a tres brabucones intimidando un muchacho echo una bola, escondiendo su rostro entre las manos mientras llora y tiembla.

—Piérdanse —dice el más alto mientras se voltea, pero se queda sin palabras al ver a los muchachos parados bajo el marco de la puerta—. ¡G-Getou-sempai!

—G-Gojou… —tartamudea otro.

—Uhm… —murmura Satoru entra caminando tranquilamente con ambas manos en los bolsillos—. ¿Te conozco? —le pregunta al muchacho que apenas puede levantar el rostro para verlo. Tiene la mejilla hinchada, enrojecida y el cabello despeinado. Sus gafas permanecen en el suelo junto a sus pies con el cristal derecho partido.

—Es Kiyotaka Ijichi —comenta Suguru—. Está en nuestra clase, Satoru.

—Ahh… Ya veo. ¿Qué están haciendo con él? —pregunta, aunque la respuesta es obvia.

—T-Tenemos unos asuntos pendientes con Ijichi —responde uno de los bravucones tratando de levantar la voz, pero su rostro pierde todo rastro de valentía cuando Suguru apoya una mano sobre su hombro.

—Creo que sus asuntos con Ijichi han terminado, si no quieren tener un problema con nosotros también.

—¡No! ¡Getou-sempai ¡Gojou-sempai! —interrumpe el más bajo tratando de sonreír—. Nosotros… ya íbamos a marcharnos, no queremos tener problemas con ustedes. Ijichi… olvida lo que dijimos, sólo estábamos bromeando.

Como ratas, el trío sale disparado del baño y Satoru observa la escena con fastidio. Suguru se pone de cuclillas y toma las gafas de Ijichi para extendérselas. Gojou lo mira bajo sus gafas oscuras, él se limpia la nariz con la manga de su uniforme y lo mancha de moco y lágrimas. Y, para su sorpresa, Ijichi se inclina y extiende las manos sobre el suelo.

—¡Muchas gracias! —dice, bajando el rostro, postrado ante sus pies—, ¡muchas gracias Getou-sempai! ¡Muchas gracias Gojou-sempai!

—Ah… no hagas eso —contesta con fastidio y se agacha para tomarlo por su uniforme y levantarlo sobre sus pies—. Si te comportas como un debilucho van a seguir molestándote.

—Lo siento, Gojou-sempai. Tienes razón…

—Tranquilo, Ijichi. No creo que vuelvan a molestarte.

—¡Gracias! De verdad… muchas gracias. Si… si en algún momento necesitan algo, no duden en acudir a mí. Estoy a su completa disposición —dice y los reverencia.

—Está bien, está bien… lo tendré en cuenta Ijichi-kun.

—Y si esos monos vuelven a molestarte, no dudes en decírnoslo.

—¿Huh? Yo no soy guardaespaldas de nadie —replica Gojou, rascándose la nuca.

—No seas grosero, Satoru —contesta, lo mira por el rabillo del ojo y luego vuelve su mirada a Ijichi, mucho más cálida y reconfortante—. No le hagas caso, Ijichi. Satoru es un buen tipo, muy en el fondo.

—¿Les hacías las tareas? —pregunta Satoru repentinamente.

—S-Sí…

—Pero esos muchachos no son de segundo.

—No… pero… me obligaban a hacer sus trabajos de investigación. Por eso terminé atrasándome con mis tareas y tuve que decirles que ya no haría su trabajo por ellos, incluso los amenacé con decirle toda la verdad al director, pero…

—Entiendo —contesta Satoru—. Bueno, nos vemos luego, Ijichi.

—¡S-Sí! ¡Por favor! ¡No lo olviden! ¡Estoy a su servicio!

Suguru sale del baño, menos tranquilo de lo que está usualmente. Este tipo de incidentes suelen revolverle el estómago y esta ocasión no es la excepción.

El sol se pone mientras ellos salen de la escuela, pero antes de salir Satoru desvía la vista al notar que aquel muchacho también sale con las correas de su maletín agarradas por el hombro, el mismo compañero del club de ciencias que a esta altura se ha vuelto infame para él.

Tiene una cicatriz en el mentón y una mirada altanera, ni siquiera voltea a mirarlo cuando cruzan el portón del colegio y él camina en otra dirección. Satoru lo sigue con la mirada hasta el último segundo y luego voltea al frente.

—Tiene algo raro —murmura sin meditar y Suguru se voltea, reconoce a Muta-kun y luego vuelve los ojos al rostro indignado de Satoru.

—¿Quién? ¿Muta?

—Kasumi-chan es muy buena gente, no me sorprendería que se aproveche de ella.

—Oh, estás preocupado.

—No lo sé, él tiene mal aspecto.

—Uhm… se ve un poco… tosco. Pero no creo que haya nada de qué preocuparse.

Suguru saca de su bolsillo una cajetilla de cigarrillos y enciende uno mientras caminan, el rostro de Satoru se frunce aún más. Getou al menos tiene la delicadeza de echar el humo en dirección contraria.

—Estás pasando demasiado tiempo con Shoko, ya se te pegaron sus malos hábitos.

—¿Estás celoso? Te has vuelto algo posesivo últimamente, debe ser porque eres hijo único.

—Tú también lo eres.

—Pero no tengo problemas para compartir —dice, sonriendo en su dirección para extenderle el cigarrillo.

—No, gracias.

—Como quieras —contesta encogiéndose de hombros.

Extrañamente, no conversan demasiado en el camino. Suguru aún irritado por el encuentro con aquellos bravucones, Satoru fastidiado por la sola presencia de Kokichi Muta en su escuela. Y, mientras ambos cavilan en sus pensamientos, en la mente de Gojou surge una atractiva idea. Repentinamente el ofrecimiento de Kiyotaka Ijichi se vuelve conveniente. Algo no le cuadra con este muchacho que revolotea alrededor de la inocente y agradable Kasumi, pero involucrarse directamente en el asunto lo haría ver demasiado sospechoso. Suguru ya lo ha insinuado con anterioridad y si alguien se da cuenta de la naturaleza de sus tutorías podría manchar por completo el nombre de la dulce Miwa Kasumi.

Tener un peón a su disposición podría serle útil.

La noche de viernes, Satoru deambula a solas por su mansión, saca un bote de helado del refrigerador y come de él con una cuchara mientras mira una película de terror independiente. Pero no logra prestarle atención a la trama y se encuentra a sí mismo buscando entre las redes sociales aquel muchacho del club de ciencias. Al no encontrarlo, busca a Kasumi y no tarda en encontrar su sonriente foto de perfil. Le envía una solicitud de amistad y desliza el dedo sobre la pantalla sin encontrar nada interesante. Antes de darse cuenta se ha terminado el helado y siente la barriga hinchada cuando se acuesta sobre el colchón para dormir, sin embargo, no lo logra. Da vueltas una y otra vez, buscando los espacios más fríos de su cama. En algún momento de la noche escucha una notificación y ve sobre la pantalla que Kasumi ha aceptado su solicitud. Teniendo acceso a su red social, ve las fotos de sus hermanos y un par más de la escuela, no hay mucho allí, nada en particular que le llame la atención. Kasumi probablemente no tiene mucho tiempo para dedicarle a esas cosas.

'¿No se te ha pasado la hora de dormir?', pregunta él en un mensaje de texto.

Este es el primer mensaje que Satoru le envía a Kasumi que no tiene que ver con horarios y temas escolares. Observa la pantalla con el rostro sobre la almohada y espera.

'Estoy teniendo algunos problemas para dormir, ¿y tú?'

Satoru sonríe, ciertamente está en la misma situación, aunque no puede asumir que por los mismos motivos que él.

'¿Intercambiamos nudes?'

Kasumi no contesta. Gojou desconoce que ella comparte el cuarto con dos hermanos menores y en este momento escucha el ronquido de Kano y el silbido de la nariz de Sochi. Ante la ausencia de una respuesta, Satoru continúa tipeando.

'Es broma.'

'Jajaja', contesta ella casi de inmediato.

'¿Quieres venir a casa después del helado de mañana?'

Kasumi observa el mensaje y contiene el aliento.

'Me lo debes.' Dice Gojou, 'por irte con los del club en lugar de venir al cine conmigo.'

'No creo que sea seguro regresar a casa tan tarde.'

'Entonces quédate a dormir.' Satoru mira su propio mensaje y supone la reacción de Kasumi. 'Tenemos cuarto de huéspedes,' completa para reconfortarla. 'Diles a tus padres que irás a dormir a casa de una amiga.' Kasumi se toma unos largos segundos en contestar y eso le incomoda, por lo que continúa escribiendo como verborrea. 'Nos divertiremos, ¿qué dices?'

'Lo pensaré.'

Sabiendo con anticipación la clase de noche que podría esperarle junto a Gojou Satoru, Kasumi se encuentra demasiado distraída como para concentrarse en el proyecto que prepara junto con sus compañeros del club de ciencias. Afortunadamente, Muta-kun es extremadamente habilidoso y la verdad es que se las podría arreglar él solo a la perfección.

Observa el brazo robótico que han preparado, que podría perfectamente funcionar como una prótesis para un amputado. Ciertamente, todo este proyecto está por encima de sus conocimientos, pero se esfuerza mucho por seguirle el ritmo a los muchachos y es extremadamente servicial con todos.

—¿Tienes planes para más tarde? —pregunta Muta-kun, mientras recogen sus cosas y Kasumi parece despertarse de un sueño lúcido.

—Voy a encontrarme con algunos compañeros de clase para tomar un helado. ¿Te gustaría venir con nosotros?

—Uhm… —él duda, voltea el rostro ya que se le ha sonrojado de sólo hace una pregunta—. No.

—¿Huh? ¿Por qué no? Los muchachos son muy agradables. Estoy segura de que no tendrán inconveniente si vienes con nosotros. Vamos, tu tampoco sales mucho, ¿no?

Incapaz de negarse a la sonrisa de Miwa, Kokichi asiente y sonríe. No puede ser tan malo si ella está ahí, de hecho, ha intentado invitarla a salir en un par de ocasiones, pero cada vez que lo intenta su lengua se traba y termina preguntando cualquier cosa que se le venga a la cabeza.

—Está bien —termina diciendo y ambos salen de la escuela en dirección a la heladería en la que los esperan el resto de los muchachos.

La película fue una porquería, Satoru no deja de quejarse mientras caminan en dirección a la heladería en la que esperarán por Kasumi. El protagonista se le hizo insoportable, demasiado engreído y egocéntrico, incluso narcisista. La trama completamente predecible, nada innovadora. Lo único bueno fueron las escenas de acción, a Satoru le gustan las explosiones y las exhibiciones exageradas.

—Estás exagerando, no fue tan mala —dice Shoko mientras entran a la heladería.

—Bueno, sí fue bastante mala… Me sorprende que ya estén haciendo una secuela —comenta Suguru.

—La vería solo para odiarla —responde Satoru.

Los tres se sientan en una mesa contra la ventana. Satoru mira la pantalla de su celular y se sonríe al ver un mensaje de Kasumi.

'Acabo de salir de la escuela, estoy en camino.'

Aún no ha aceptado su propuesta, pero no pierde las esperanzas. Al menos la ha sacado de las garras de Muta-kun. Una muchacha tan buena y agradable no tiene nada qué hacer con un tipo extraño como ese.

Luego de comprar un helado para cada uno, continúan conversando sobre la horrenda película que acaban de ver y al poco tiempo, Shoko levanta el rostro.

—Oh, ahí está Miwa —comenta mientras ve por la ventana—, y viene con un muchacho.

Satoru se voltea y observa perplejo al par caminando por la vereda de enfrente. Están conversando y él no tarda en notal el rubor en las mejillas de Muta, la mira con ternura, le dice algo que la hace reír y mientras cruzan la calle, siente su puño cerrarse con fuerza bajo la mesa.

Miwa nota los ojos sobre ellos y levanta la mano para saludarlos. Kokichi levanta la vista y lo primero que nota es el rostro fruncido de Satoru, que rápidamente se voltea y apoya el rostro sobre su mano derecha.

Al entrar, Kasumi se apresura y ambos se paran frente a la mesa. Satoru los observa con apatía.

—Espero no haber tardado demasiado. Él es Kokichi Muta, un compañero. No les molesta que lo haya invitado, ¿no?

—Para nada —responde Suguru.

—Siéntense —dice Shoko arrastrándose sobre el asiento para compartirlo con ellos.

—Muta-kun, tu vas en primer año, ¿no?

Él asiente, no abre la boca para contestar. Suguru sonríe en su dirección, se da cuenta rápidamente que se trata de un muchacho callado e introvertido. Mira a Miwa por el rabillo del ojo y para él se hace evidente su interés.

En un segundo, Kokichi se siente completamente fuera de lugar. Se remueve incómodo sobre su asiento y siente la mirada irritada de Gojou sobre él. De haber sabido que este par estaría aquí hoy, no hubiera aceptado. Jamás le agradaron los chicos populares.

—Muta-kun —dice Kasumi—, vamos a elegir un helado.

Él vuelve a asentir y se levanta junto a ella para ir hacia los exhibidores. Satoru los observa desde su asiento y no logra disimular su aspecto.

—Cambia esa cara o harás que el muchacho se sienta incómodo —le susurra Suguru.

—Ya te lo dije, ese tipo tiene algo raro —responde en el mismo tono.

—Oigan —interrumpe Shoko—. Es de mal gusto secretear de esa forma, al menos inclúyanme.

—Satoru cree que Muta-kun es una mala influencia para Miwa-chan.

—¿Huh? ¿Muta-kun? Satoru, tu eres la peor influencia para ella.

Gojou rola los ojos y se levanta de su asiento.

—Voy a comprar otro helado.

Lo observa por la espalda, esperando mientras Miwa paga por su compra. Repentinamente lo rodea con el brazo. Fácilmente le saca veinte centímetros de altura y lo estrecha contra él luego de pedir un helado de chocolate para sí mismo.

—Así que Muta-kun, ¿he? —le dice animadamente—. No te había visto mucho por la escuela, no sales mucho, ¿no?

—No… —responde, ligeramente irritado y luego vuelve le rostro en dirección a Kasumi. Ella espera pacientemente por su cambio.

—¿Cómo te hiciste esta cicatriz? —pregunta Gojou, señalando sobre el mentón de Kokichi—. Espero que no seas del tipo que suele meterse en problemas, ¿por qué tengo la sospecha de que no eres tan buen tipo como todos creen?

El rostro de Muta se ensombrece y mira sin temor directamente a los ojos celestes de Gojou.

—No te metas conmigo, ¿oíste?

Satoru se sonríe, lo suelta y palmea sobre su espalda.

—Muta-kun, no te tomes las cosas tan en serio —comenta mientras se ríe.

Kasumi llega a su encuentro y Kokichi le entrega el cono de helado, sin embargo, no hace el mismo esfuerzo que Gojou por disimular su desagradable conversación.

—Olvidé que tengo algo qué hacer. Lo siento, Miwa, tengo que irme.

—¿Tan pronto? Al menos quédate a terminar el helado… —le pide Kasumi y Kokichi le entrega los helados.

—Gojou-kun puede comérselo. Tiene la boca lo bastante grande para dos.

—Nos vemos luego, Kokichi-kun. Oh, puedo llamarte Kokichi, ¿cierto?

—Haz lo que quieras —responde antes de marcharse.

Ambos lo ven saliendo por la puerta sin siquiera mirar atrás.

—¿De qué hablaron? —pregunta Kasumi. Gojou ve la preocupación en su mirada y la rodea con su brazo, estrechándola contra su pecho.

—Nada importante, supongo que no sabe cómo tomar una broma. No te preocupes… ¿Helado de vainilla? —cuestiona al ver el cono que Kokichi abandonó—. Qué tipo más aburrido.

—Qué pena… Muta-kun no tiene muchos amigos. Ni siquiera en el club de ciencias.

—No me sorprende —contesta y toma el cono de la mano de Kasumi, volviendo a caminar hacia la mesa con Kasumi bajo su ala.

Afortunadamente, la precipitada partida de Kokichi no perjudicó por demasiado tiempo el estado de ánimo de Miwa. Suguru, Shoko y Satoru le cuentan en detalle cada tramo de la película que acabaron de ver y ella se ríe de lo exagerada que resultó ser. Un par de chismes escolares, una invitación al siguiente partido de baloncesto y un helado terminado más tarde, el pequeño grupo sale de la heladería hacia la calle.

Las luces se encienden sobre la ciudad casi al mismo tiempo y Suguru acompaña a Shoko hasta la parada de su autobús y Gojou y Kasumi se despiden para partir en la dirección contraria, con la misma excusa.

—Entonces, ¿vienes o no? —le pregunta mientras caminan.

Kasumi ha tenido el corazón en la mano desde hace varios minutos; desde el mismo momento en el que se despidió del otro par. Teme que de alguna forma ellos se den cuenta de que algo está ocurriendo. Es posible que Gojou ya se lo haya contado a Getou, después de todo es su mejor amigo.

Cuando la pregunta de Gojou sale de sus labios, Kasumi se da cuenta que se ha estado preguntando lo mismo durante toda la tarde, de hecho, lo hace desde la noche anterior. Quizás ya debería tener una respuesta para él, ya que dentro de su bolso tiene un pijama, su cepillo de dientes y una muda de ropa limpia. Sin embargo, aún duda. Presiente que el ofrecimiento de la habitación de invitados no es más que una excusa para pasar la noche con ella y no está segura de cuánto podrá resistirse, si el volviera a ponerle las manos encima.

—Satoru… —murmura ella, caminando a su lado—. ¿Acaso Getou… sabe lo que pasó entre nosotros?

—Claro que no —contesta él en un tono confiado—. Un caballero nunca cuenta esas cosas.

Kasumi sonríe, sin saber que la verdadera razón por la que Getou aún no está al tanto de la situación es porque le disgustaría pensar que él se está aprovechando de la ingenua Miwa.

—Bueno… eso me deja más tranquila —contesta y piensa que quizás Satoru es más responsable y respetuoso de lo que creía—. Está bien, iré a tu casa a dormir.

—Será una pijamada —contesta, satisfecho—. Podemos ver una película y pedir una pizza. ¿Te gustan las anchoas?

Ella asiente, con el rostro sonrojado y los ojos azul marino vibrando de felicidad. Gojou desconoce por completo lo emocionante que resulta todo esto para Kasumi. Es la primera vez que se escapa de su casa para pasar la noche en otro sitio, también es su primera pijamada. En su mente, quizás esto también cuenta como una cita.

Satoru mientras tanto sólo puede pensar en continuar con sus actividades extracurriculares, quizás esta noche tenga suerte y Kasumi reconsidere el hecho de estar o no lista.

La mansión está vacía, sus pasos se sienten haciendo eco por los corredores mientras Gojou enciende las luces. Difiere mucho de su propia casa, Kasumi piensa en las risas y peleas de sus hermanos, a su madre permanentemente en la cocina preparando algo o cosiendo los agujeros en la ropa de los niños, su padre mirando televisión. Todo aquí parece estéril, tan limpio que teme dejar marcas sobre el parqué con sus calcetines. Pero Gojou camina relajado, se tumba frente a un enorme televisor y toma el control remoto. Palmea sobre el cojín a su lado al verla parada, sin saber qué hacer con su propio cuerpo.

Satoru percibe rápidamente lo nerviosa que está y suspira, parece un trabajo de nunca terminar. Kasumi va y vuelve de su timidez, temiendo constantemente lo que estuviera a punto de pasar. Pero, como tiene toda la noche, decide tomarse su tiempo y esperar hasta el preciso momento en el que baje la guardia.

Como un estratega, la deja sentarse a su lado y no insinúa nada. Busca con el control remoto una grilla de películas y se voltea a verla.

—¿Cuál prefieres?

—No lo sé, ¿una romántica?

—Esas son aburridas, veamos una comedia. ¡Oh! Esta me gusta, es de un grupo de amigos que pierden al cuñado en Bangkok, pero resulta que todo el tiempo estuvo en el elevador.

—Tal vez podríamos ver una sin que me cuentes el final, ¿qué te parece?

Satoru se sonríe, muchas veces su entusiasmo lo supera y termina arruinando los finales para los demás. Accede a ver una comedia romántica que termina —como es de esperarse—, con la pareja dándose cuenta que se ama muy al final de la película. Kasumi suspira mientras ve el final con alegría adolescente, típica de una muchacha de su edad. Satoru bosteza y ordena una pizza con su celular. Ha tenido que contener cada impulso de ponerle las manos encima, el tiempo suficiente como para que Kasumi se sienta lo suficientemente cómoda en su presencia.

Cuando tocan el timbre, Satoru se levanta recibe la orden, le paga al repartidor y regresa para dejar la caja sobre la mesa y no tarde en sacar una porción para metérsela a la boca.

—¿Tu padre viaja mucho? —pregunta ella, tomando su primera porción. Él asiente mientras mastica—. ¿Qué hay de tu madre?

—Murió cuando era pequeño —responde sin expresión y Kasumi se tensa inmediatamente.

—Lo lamento mucho —dice, maldiciéndose por su pregunta.

—No te preocupes, pasó hace mucho tiempo. No la recuerdo mucho.

—Yo tengo dos hermanos pequeños —continúa Kasumi, intentando llenar el silencio incómodo—. Mi mamá es ama de casa y mi papá trabaja en una fábrica.

Satoru recuerda el comentario de Suguru acerca del padre de Miwa y se siente ligeramente irritado con su sola mención. Le resulta extraño que Kasumi sea tan dócil y alegre a pesar de las circunstancias. De ser él, lo más probable es que sintiera un terrible resentimiento contra su padre.

—Kasumi-chan, ¿qué quieres estudiar en la universidad?

Ella lo mira a los ojos, como si estuviera sorprendida porque él tuviera curiosidad por su vida.

—Negocios —responde firmemente.

—¿Negocios? ¿Por qué?

—Es la carrera más lucrativa en el país.

—Oh, te gusta el dinero —contesta sonriendo, eso sí lo puede entender.

—Bueno, no es que me guste el dinero en sí, pero necesitas dinero para todo. Para comer, para vestirte, incluso para estudiar. Si estudio negocios mis probabilidades de encontrar empleo son más altas. Yo sólo quiero ayudar a mi familia a tener un buen pasar económico, para que eso deje de ser una preocupación.

—¿No eres muy pequeña para estar pensando en esas cosas? Deberías estar aprovechando tu juventud para divertirte.

—Pero me estoy divirtiendo ahora contigo, ¿no crees?

Satoru sonríe. Kasumi realmente es una muchacha inteligente y él contiene el deseo de insinuarle otro tipo de diversión. Sus hormonas empiezan a revolotear ansiosas en su interior y bebe un vaso de jugo de naranja para ocupar sus labios en otra cosa y evitar el impulso de coquetearle justo cuando está bajando la guardia.

—Además —continúa desviando la mirada—, ahora que tengo un empleo puedo dedicarme a tener un poco más de vida social, ya no tengo que quedarme hasta tarde terminando tareas o completando proyectos escolares. Me has ayudado mucho.

La culpa es algo nuevo para Satoru y de buenas a primeras, no se da cuenta de que eso es lo que siente. Sólo sabe que se siente incómodo y se levanta para sacar de la nevera otro cartón de jugo.

—Los dos salimos ganando, Kasumi —responde—. Tú ganas tiempo y dinero y yo apruebo mis exámenes y continúo jugando en el equipo de baloncesto.

Obvia intencionalmente lo que sucede en sus tutorías, aunque ambos lo piensan. Se miran a los ojos y él ladea una sonrisa llena de malicia, simplemente no puede evitarlo. Kasumi, por su parte, pega los ojos al plato vacío de pizza y asiente.

Ella bosteza, él la ve desde el otro lado del sofá y sabe que es momento de entrar en acción.

—¿Quieres dormir?

—No soy buena para las pijamadas —se ríe, como si le pidiera disculpas—. Suelo levantarme temprano par ducharme antes que mis hermanos.

—Ven, te mostraré el cuarto de huéspedes.


Nota: Gracias por leer, especialmente a zulmajea, TheOtherDestiny, luc1822vilsi, Wandd e Ina. Lamento que no haya mucho contenido denunciable en este capítulo pero prometo que en el próximo se los compenso. ¿Qué les pareció? Perdonen los dedazos y errores, estoy medio muerta a esta altura. Nos leemos en el próximo capítulo.