Capítulo 7: Pequeña obsesión


Desde hace ya un par de años, Satoru se ha convertido en alguien sumamente evidente, al menos para sus ojos que se han vuelto expertos en su análisis. Lo observa sentado, descuidando la porción de pizza que yace casi olvidada sobre su plato, el queso fundido comenzando a enfriarse, volviéndose una firme masa amarilla. Extrañamente ha elegido un asiento junto a la ventana y mira constantemente a través del cristal para luego tipear un mensaje en su celular.

Suguru se sonríe, sabiendo casi con certeza que Satoru espera la llegada de Miwa-chan, comenzando a preocuparse él mismo ya que es bastante tarde para que una chica de su edad esté caminando sola por la calle.

—¿Miwa-chan dijo que demoraría mucho? —pregunta Suguru a Shoko—. Tal vez deberíamos ir por ella para que no venga sola.

—Dijo que tenía que hacer algo antes de venir.

—La están explotando en el club de ciencias —comenta Satoru y toma su porción de pizza para darle una mordida.

—Oh, sí. Dijo que Muta-kun tenía que hablar con ella… —contesta Shoko y se detiene a pensar cuando una idea perspicaz entra en su mente—. ¿Creen que se le declarará hoy?

—¿Están hablando de Muta-kun? —pregunta Itadori con una porción de queso colgando entre sus labios.

—No hables con la boca llena —le reprende Fushiguro, ligeramente asqueado.

—Sí, es su compañero de clase, ¿cierto? —pregunta Shoko—. ¿Es un buen chico? Nuestro amigo Satoru teme que sea una mala influencia para la inocente Miwa-chan.

—No lo sé, es bastante retraído. No lo conozco bien —contesta Megumi.

—Es más antisocial que Megumi —dice Itadori después de tragar.

Satoru intenta ignorar los comentarios sobre el supuesto pretendiente de Kasumi y vuelve a ver el mensaje leído y que aún espera una respuesta, sobre la pantalla de su celular.

"¿Vienes?"

Kasumi ya ha llegado a la puerta de su hogar para cuando lee el último mensaje de Satoru, sin embargo, elige no contestarle. Y si bien aún le indigna su actitud, la furia que la llevó a aceptar la propuesta de Kokichi se ha ido desvaneciendo lentamente dejando espacio para un ligero arrepentimiento. Lo cierto es que antes de este momento, no se había dado la oportunidad de pensar en alguien más además de Gojou y comienza a sentir que su respuesta no fue sino más que un arrebato para emparejar un marcador invisible. Ciertamente Kokichi no es responsable de las actitudes de Satoru y no merece que alguien juegue con sus sentimientos de esa manera.

Luego de una ducha, acostada en su cama, Kasumi comienza a pensar de qué manera podría rechazar la propuesta que ya ha aceptado, pero por más que repite un discurso en su mente, con pequeñas variantes, ninguna le parece lo suficientemente suave como para no herir sus sentimientos.

De cierta forma admira que haya tenido la valentía de invitarla a salir, mientras que otra parte de ella desea que Satoru tuviera la misma cortesía, o al menos la delicadeza de no pasarse por encima la construcción social de las citas.

Pasa el resto de su fin de semana temiendo que el lunes llegue y cuando finalmente lo hace, se detiene a juntar aire en los pulmones, inflando el pecho para cruzar la calle y entrar a la escuela. Endereza la espalda y camina con el pecho firme, la mirada decidida. Un fin de semana sola, fuera del alcance de Satoru le ha servido para enfriar sus pensamientos. Sus palabras firmemente grabadas en su mente y repitiéndose involuntariamente casi a cada momento para recordarle que no ha vivido más que una pequeña aventura.

Pero, a pesar de que se siente engañada y utilizada, no puede evitar echarse la culpa por la situación en la que se ha metido. Satoru puede ser convincente, pero sabe que ella siempre tuvo la última palabra y eso deja poco espacio para odiarlo por completo.

Le alivia caminar los primeros metros sin toparse con Satoru ni con Kokichi, puede llegar hasta su aula y sentarse en su pupitre sin el estrés sumado de aquel par. Volver a ver el rostro del muchacho que le gusta, y que no está realmente interesado en ella, es casi tan difícil como ver el de aquel que sí lo está, pero el sentimiento no es reciproco.

Lamentablemente sabe que tendrá que enfrentarlos nuevamente, tarde o temprano. Pero mientras saca sus libros, con el rostro afligido pegado a la cubierta, una mano se posa sobre su pupitre y se ve obligada a levantar la mirada.

Shoko le sonríe, pero de una forma ladeada, casi maliciosa. Detrás de ella está Mei-Mei que no tarda en sentarse sobre el banco y se acerca a ella observándola de una forma que le hiela la piel.

—¿Y bien? ¿Se te declaró? —pregunta Shoko.

—¿Saliste con él el fin de semana?

Miwa balbucea y otro escalofrío el recorre la espina al escuchar los bancos detrás de ella arrastrándose sobre el suelo. Mira de reojo hacia un lado, pero sólo llega a ver el cabello negro de Suguru mientras toma asiento en la fila posterior.

—Ay, no te quedes callada… —dice Shoko y se cruza de brazos—. Sólo queremos darte un par de consejos. No creo que tengas mucha experiencia, ¿o sí?

—¿Muta te pidió que fueras su novia? —pregunta Mei-Mei y a Kasumi le extraña la insistencia en sus palabras, ya que realmente no han conversado demasiado. Y, como si percibiera su desconfianza, ella se ríe—. La verdad, algunos chicos de primer año apostaron sobre tu respuesta. Parece ser que Muta-kun no es muy popular así que la mayoría apostó a que lo rechazaste.

Con solo escucharla, sabiendo que Satoru probablemente esté sonriéndose a costa de la poca popularidad de Kokichi, Kasumi frunce el ceño y contesta con determinación.

—Pues, lo lamento por ellos, pero… acepté salir con Kokichi.

—Me alegra —contesta Mei-Mei—. Bueno, eso es todo. Iré a recolectar mi dinero antes de que llegue el profesor. Siempre es un buen día cuando pones tu dinero en el sitio correcto.

Cuando Mei-Mei se retira, Shoko toma asiento y arrastra su silla hacia la de Kasumi.

—No le hagas caso, ¿cuándo es tu cita?

—¿D-Dijiste que sí? —balbucea el muchacho, como si estuviera completamente preparado para recibir la respuesta contraria.

Ella asiente, aunque no se ve como alguien conmovida. Aún tiene los puños apretados y el ceño fruncido.

—B-Bueno… Uhm… —repentinamente se sonroja y se rasca la nuca con los ojos pegados al suelo—. La verdad sólo había pensado en preguntarte si te gustaría salir conmigo, pero… no he pensado a dónde llevarte. ¿Te parece si el lunes volvemos a hablar de esto?

Kasumi recuerda las últimas palabras de Kokichi antes de salir de la escuela y se sonríe con cierta ternura. La verdad es que no se había detenido demasiado a pensar en él y este recuerdo le parece ciertamente enternecedor. Ya que, por lo poco que lo conoce, quizás ni siquiera sale lo suficiente como para conocer un sitio agradable a dónde llevarla.

—Aún no lo hemos decidido.

—¿Te invitó a salir y no sabe a dónde? —le pregunta la voz de Satoru, llena de ironía y no le queda más remedio que voltearse a ver su sonrisa torcida.

—Como si tu supieras dónde llevar a una chica a una cita —comenta Suguru e inmediatamente Gojou pierde la sonrisa.

—Si fuera a invitar a una, lo hubiera pensado. ¿No te parece demasiado improvisado?

—Tal vez sí, pero… bueno, probablemente no tenga mucha experiencia o al menos no tanta como tú —responde Shoko.

Kasumi aprovecha el momento para volverse sobre su pupitre y levanta la vista hacia la pizarra. El recordatorio de la experiencia de Satoru la enerva nuevamente y llega a preguntarse qué tan malo sería realmente tener una cita con alguien más. Después de todo, una cita no es más que eso. Y para ella es evidente que a Satoru no le importa en absoluto si ella sale con alguien más, está más que claro.

Mientras ella lo ignora, Gojou rompe una galleta que estaba a punto de comerse, escondida en el pequeño estante bajo su pupitre. Se ha pensado durante el resto del domingo en escribirle nuevamente, pero los comentarios de Shoko durante el festejo de la victoria de su último partido fueron suficientes para hacerlo desistir.

No es sino hasta el primer receso que se incapaz de retirar la mirada de ellos dos, cuando, mientras la seguía demasiado de cerca sin que se diera cuenta, que se topó con el muchacho que le hace carraspear los dientes.

Desafortunadamente para él, no llega a escuchar su conversación ya que una muchacha se para frente a él, aunque es lo suficientemente baja como para aún ver el rostro sonriente y sonrojado de Kokichi del otro lado del corredor.

—Gojou-sempai —le dice la muchacha y él contesta con un escueto 'ahá'—. Soy Kobayashi… de primer año, ¿me recuerdas?

—Sí, sí, claro —responde estirando el cuello intentando escuchar la conversación de Kasumi.

—No hemos hablado mucho, pero estoy en el grupo de porristas, ¿sabes? Siempre te veo en la práctica… —Gojou asiente, aunque realmente no la está escuchando—. Quería… decirte… —dice con mucho esfuerzo. Si Satoru se volteara a verla encontraría su rostro aún más sonrojado que el de Kokichi Muta, pero no lo hace, no puede sacudir de su atención al pequeño imbécil que corteja a su tutora frente a sus ojos—. Quería decirte que me… me gustas mucho.

Kasumi asiente y Kokichi sonríe con cierta torpeza, Gojou apoya una mano sobre el hombro de la jovencita que espera con gran ansiedad por una respuesta, pero al levantar la mirada lo encuentra distraído.

—Genial, hablamos luego, ¿te parece? —dice sin mucha ceremonia y sale por el pasillo por el que se ha marchado Kasumi.

Estupefacta, la muchacha se voltea a ver a Gojou desaparecer del otro lado de un corredor. Y ni siquiera él sabe por qué está detrás de ella, pensando en si habrán concretado algún día, hora y sitio para su desafortunada cita.

Kasumi camina completamente distraída hasta que una fuerza la arrastra tras una puerta y se encuentra a sí misma a oscuras, dentro de un pequeño closet que utilizan para guardar los elementos de limpieza. Se voltea rápidamente y a pesar de la escaza luz reconoce su rostro esforzando una sonrisa.

—¿Vas a salir con él? ¿Lo haces para molestarme por lo que te dije el sábado?

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Es que… me parece una coincidencia muy grande que hayamos tenido esa conversación y repentinamente vayas a salir con alguien más. ¿Vas a usar a ese chico para molestarme?

Kasumi siente su piel comenzando a hervir tras cada desfachatada palabra de Satoru, su pequeño cuerpo tiembla casi tanto como lo hizo al verlo coquetear descaradamente con otra muchacha sin saber que lo estaba viendo.

—¿Qué tan egocéntrico tienes que ser para pensar que las decisiones de mi vida giran en torno a ti? —dice casi escupiendo las palabras—. Saldré con Kokichi-kun porque es un muchacho agradable, es amable y bueno, y es respetuoso, inteligente y muchas otras cosas que tú no eres.

—Ah, ¿sí? ¿él es todo eso?

—¡Y más!

—Pues, sabes… yo no creo que sea tan bueno como tú crees. Y te lo voy a demostrar.

Gojou abre la puerta y sale como si nada hubiera pasado, dejando a Kasumi dentro, temblando de frustración y haciendo, sin querer, que sus ganas de tener una cita con alguien más crezcan.

Mientras tanto, Satoru camina con determinación hasta el corredor en el que se encuentran las aulas de los de primer año y echa un vistazo en cada una hasta encontrar el rostro que ha estado buscando. Para alguien con el ego tan inflado como él, es difícil maniobrar el rechazo que parece tener Kasumi hacia él. Todas las palabras de alabanza que le acaba de profesar a Kokichi no sirven sino para estimular es arraigado sentido de competencia que tiene, el de ser siempre el número uno.

Ignora los cuchicheos de las muchachas de primer año al asomarse por la puerta y levanta la mano para llamar la atención de Ijichi, aunque le toma un poco de tiempo ya que tiene los anteojos puestos sobre un libro. Nota su presencia cuando él se acerca, tomando una silla vacía para sentarse con el respaldo volteado y el sonríe ampliamente al verlo.

—¡Gojou-sempai! —saluda y el otro le sonríe, ajustándose las gafas oscuras sobre el puente de su nariz.

—Ijichi, necesito un favor —dice antes de voltearse a ver que ha llamado innecesariamente la atención de todos en el aula de primero—. Encuéntrate conmigo detrás de la escuela en el segundo receso.

—¿Huh? ¡Sí! ¡Por supuesto!

Gojou sonríe nuevamente y no tarda en marcharse, cumpliendo su promesa horas más tarde, cuando el sol comienza a ponerse y baña el cielo de tonos anaranjados.

Ijichi espera por él pacientemente a la sombra de la escuela, volviendo a sonreír de la misma forma que lo hizo antes. Le rinde una reverencia que a Satoru le parece de lo más innecesaria y él se apoya contra la pared de brazos cruzados.

Los alrededores están desérticos, por lo que se siente más tranquilo ya que nadie escuchará su conversación.

—Gojou-sempai —le dice Ijichi en el mismo tono quebrado en el que suele hablarle, como si contantemente estuviera asustado—. ¿Qué es lo que necesitas?

—¿Conoces a Kokichi Muta? De primer año.

—¿Muta-kun? S-sí, del club de ciencias.

—Bueno, Kokichi está intentando salir con una amiga mía, pero temo que no sea tan bueno como parece. Tengo el presentimiento de que está escondiendo algo y necesito saber qué es. Ya sabes, para advertirle a mi amiga. ¿Podrías averiguar todo lo que puedas de él?

Ijichi se ajusta las gafas, ligeramente contrariado por el pedido que le ha hecho.

—Recuerda que te ayudé contra esos bravucones en el baño, me debes una.

Él asiente, su rostro preocupado y piensa por un momento para terminar asintiendo una vez más.

—Por supuesto, Gojou-sempai. No lo he olvidado. Cualquier cosa que tú o Getou-sempai necesiten, estoy a su disposición. Veré qué puedo hacer por ti, ¡no te decepcionaré!

Satoru vuelve a sonreír y palmea su espalda antes de comenzar su caminata de vuelta a la escuela.

—Gracias Ijichi, y recuerda… Ni una palabra de esto a nadie.

Al regresar a la escuela, caminando junto al circuito en el que aún corren unos muchachos, Gojou escucha la distintiva voz de Yuuji Itadori y termina ocultándose tras un árbol al notar que se dirige a las duchas en compañía del infame Kokichi Muta. Detrás de él va Todou, el mastodonte de primer año que tiene una estrecha relación con Yuuji ya que sus padres se casaron y ahora son hermanastros.

—Uh… —suelta con cierto asco Todou, su rostro contraído como si acabara de pisar mierda—. Eres aburrido, común y corriente como todos los demás.

Kokichi intenta ignorarlo, aunque se le ve en el rostro que está comenzando a impacientarse y esto despierta la curiosidad de Gojou. Aunque no cree que sea tan imbécil como para iniciar una pelea con alguien del tamaño de Todou.

—Déjalo en paz, Todou… Si a Muta-kun le gusta Miwa-sempai no tiene nada de malo.

—Es flaca y pequeña. Aburrida, como él y sus gustos. Era mejor cuando decía que no tenía un tipo de mujer, pero ahora ha terminado de confirmar que es un hombre aburrido, qué poco interesante.

—Miwa-sempai es linda —lo consuela Yuuji aunque Kokichi no se digna en contestarle a ninguno de los dos.

—Es simple, una mujer tiene que tener caderas amplias, piernas carnosas y un buen trasero.

Esta es la primera vez que Gojou escucha a alguien hablando de esta forma de Miwa y se encuentra a sí mismo comenzando a detestar profundamente el rostro de Todou Aoi. Alguien tan feo como él no tiene derecho de hablar sobre el cuerpo de Miwa, que tan poco conoce. Le gustaría poder interrumpir y decir que, de hecho, Kasumi tiene un pequeño trasero redondo y suave, pero hacerlo lo hundiría por completo y a ella también. Por lo que se muerde la lengua y espera a que salgan de vista para poder salir de su escondite.

—¿Dónde vas a llevarla? —pregunta Itadori, ignorando las palabras de su hermanastro.

—Uhm… a una heladería por aquí cerca —responde tímidamente—. El próximo sábado por la tarde.

Una vez que están fuera de vista y habiendo escuchado el sitio designado para su cita, Gojou toma su celular y googlea las heladerías más cercanas a la escuela. Hay cuatro dentro de diez cuadras a la redonda, nueve en un radio de veinte cuadras.

Deambula por los corredores observando de una las heladerías pensando en cómo descartar las opciones, cuál parece más del estilo de Kasumi, cuales son los rangos de precios y termina sopesando la certeza de que le será imposible descifrar a cuál de todas la llevará. Ni siquiera sabe por qué necesita saberlo, tanto como necesita un dulce después de entrenar, casi con la misma ansiedad.

Ha estado tan distraído durante todo el día que, cuando Kasumi se voltea sobre su pupitre y lo ve a los ojos con ligero resentimiento, se da cuenta qué día es hoy.

—¿Vamos juntos a tu casa para estudiar o prefieres que lo hagamos aquí?

Gojou titubea, solo ahora recordando que, de hecho, aún tiene clases con Kasumi.

—Como quieras —responde, intentando sonar desinteresado.

Todos en el aula levantan sus cosas Suguru y Shoko se despiden de ellos. Hoy es turno de Satoru de limpiar el aula por lo que se pone de pie y comienza a voltear las sillas mientras todos se retiran.

—Podríamos estudiar aquí, tal vez pueda tomar el último autobús para volver a casa.

—Ya te lo dije, como quieras.

Kasumi es tan bonachona que no puede resistirse y se levanta para limpiar el pizarrón y luego toma una escoba del pequeño mueble en el rincón del aula. Por alguna razón esto le molesta, encuentra innecesario ser tan buena, tan servicial, tanto que cualquier cretino podría aprovecharse de ella si no abre los ojos de una buena vez y se da cuenta que Kokichi Muta no es para ella.

—No tienes que hacer eso —le dice mientras toma otra escoba y comienza a barrer—. No es tu trabajo, hoy no.

—Mientras más rápido terminemos, más rápido podré irme a casa.

Así que de eso se trataba, piensa Gojou mientras barre. No es que Kasumi sea tan exageradamente amable, es que ya no soporta compartir su tiempo con él.

—Sabes, si ya no quieres ser mi tutora no tienes que serlo.

—¿Estás despidiéndome? —pregunta, deteniéndose por completo.

—N-no, no dije eso. Como tienes tanto apuro por irte supongo que es porque ya no quieres enseñarme. Y sabes, está bien, creo que ya estoy encaminado y puedo con esto solo.

—Oh… —musita Kasumi, inmediatamente temiendo que su única fuente de ingreso se desvanezca—. Ya veo…

Dejando la escoba a un lado, Kasumi vuelve sobre sus pasos para tomar su maletín. Gojou la ve de reojo, no se ve para nada feliz y repentinamente recuerda la razón por la cual ella aceptó esta tutoría desde un principio. La culpa no tarda mucho en caerle encima, aunque no sabe cómo deshacer lo que acaba de hacer. Balbucea torpemente mientras ella acomoda las tiras de su maletín sobre su espalda y comienza un estrecho camino hasta la puerta, hasta que siente la mano de Satoru sobre la de ella y voltea a verlo.

—L-lo siento… —murmura, desviando la mirada—. Aún necesito ayuda, ¿podrías quédate?

Aquellas simples palabras son suficientes para que Kasumi recobre la sonrisa, se detiene sobre sus pasos y voltea mientras Gojou deja ir su mano.

—Claro, ¿terminamos de limpiar?

Satoru asiente y es extraño que esta pequeña interacción haya servido para quitarle un poco la amargura que lo ha acompañado durante todo el día.

Tras limpiar el aula, ambos bajan las sillas de cada pupitre Satoru voltea el banco de Kasumi para enfrentarlo al suyo. Ella toma sus libros de biología y comienzan un ligero repaso al que, extrañamente Satoru presta más atención que de costumbre.

Quizás se deba a que, en este entorno, sin una cama tan cerca y con Kasumi vistiendo su uniforme escolar, no se siente tan inclinado a seducirla como lo hace usualmente. O quizás se deba a que, a pesar de su buena voluntad, aún están disgustados el uno con el otro. Sea lo que sea es suficiente para llevar su tarde de estudios en paz y luego de una hora a solas, deciden dar el día por terminado.

—Los corredores de la escuela son tenebrosos a esta hora —dice Kasumi, su voz rebotando sobre las paredes mientras bajan las escaleras.

—Hay un grupo que empezó un club, suelen juntarse a esta hora para discutir sobre eventos paranormales.

—Qué miedo…

—¿Eres asustadiza, Kasumi-chan?

—Tal vez un poco —contesta ella, sonriendo suavemente.

Al llegar a las afueras de la escuela, cuando las luces de la calle ya se han encendido y las calles están oscuras, Gojou comienza a sentir nuevamente algo extraño dentro de él. Lo cierto es que jamás le han preocupado demasiado los demás, no acostumbra a detenerse a pensar en todo lo que puede pasarle a una muchacha en un callejón oscuro y ahora que lo hace, le parece escalofriante.

—Bueno, que tengas buenas noches Gojou-kun. Nos vemos mañana.

—Espera… —dice, nuevamente intentando sonar desinteresado—. Iré contigo a la parada —Kasumi se ve sorprendida, sus grandes ojos tan fijos en él que lo hacen sentirse incómodo—. No me mires así, soy un caballero. Si algo te pasa en el camino será mi culpa por no acompañarte.

Ella asiente, incapaz de contener cierta emoción que nace en su interior. Sus mejillas pintándose suavemente de rubor mientras comienza una corta caminata hasta la parada de autobuses.

Incómodamente, hablan sobre el clima y sobre el siguiente partido de Satoru, dentro de una semana. Ignorando por completo el tema que más ha estado en la mente de Gojou durante casi todo el día, aquella terrible cita que tendrá con Kokichi. Y, a pesar de que se ha pensado un par de veces traer el tema a colación, Satoru decide ignorarlo hasta que toman asiento sobre una pequeña banca en la parada del autobús.

Kasumi se sienta en silencio, con ambas manos sobre su regazo, entrelazadas. Satoru observa de reojo la piel blanca de Miwa comenzando a enrojecerse del frío y sin pensárselo un instante se quita la chaqueta para dejarla sobre sus hombros.

El rubor en el rostro de Kasumi crece al sentir el aroma del perfume de Gojou metido entre las fibras de su chaqueta. Voltea sin decir nada y encuentra sus mejillas apenas pintándose de rosa mientras desvía la mirada con cierto fastidio.

—Si vamos a estudiar en la escuela deberías traer un abrigo, hace frío a esta hora.

Kasumi sonríe, tomando los bordes de la chaqueta para cubrirse. Esta quizás sea la primera vez en la que Satoru es tan amable con ella y no puede retener el latido intenso de su corazón adolescente, ni la incómoda sensación sobre su abdomen, como si hubiera algo revoloteando allí dentro.

—¿No tienes frío? —le pregunta en voz baja.

—No —responde y pone una mano sobre las de Miwa, dejándole sentir lo tibio de su piel—. ¿Lo ves? Creo que se debe a que mi metabolismo es rápido. Nunca tengo frío —Extiende su sonrisa al ver la forma en la que las mejillas de Miwa se encienden—. Tú en cambio… —susurra, levantando la mano para acariciar ligeramente su rostro—, estás helada.

El pulgar de Satoru se detiene, acariciando lentamente la suave piel de Kasumi mientras ella mantiene sus grandes ojos azules clavados en él. No se inmuta ni un milímetro cuando él se inclina suavemente sobre ella y con ligera duda la besa tiernamente en los labios.

Hechizada nuevamente por él, cierra los ojos y besa sus labios tibios hasta que la piel le hormiguea y el calor crece desde su vientre hasta su rostro, correspondiendo aquel beso furtivo hasta que él se detiene y dirige su mirada hasta la calle.

Sin aliento, Kasumi vuelve a abrir los ojos, pero el cielo de su mirada no está en ella, sino en el autobús que acaba de llegar.

—Buenas noches, Kasumi-chan.


N/A: Tengo pensado que este fic no sea demasiado largo, aún faltan unas cuantas cosas por suceder pero planeo que el ritmo de la historia sea ligero de leer. Después de este fic hay otro gojomiwa que me muero de ganas por escribir así que intentaré terminarlo lo antes posible, si es que el trabajo y la vida misma me lo permiten. Espero que les haya gustado y mil gracias a los que se toman unos minutos para comentar! Gracias a Elie G.S, Blueberry 77, luc1822vilsi, Wandd, zulmajea, Moria13 e Ina. Aprecio mucho el apoyo que me dan con sus comentarios! Gracias!