Los Dioses Del Amor
Aun oculto, existe.
—¿Quieres reproducir el Giro de Dedicación? —preguntó Ferdinand sin levantar la vista de las tablillas de madera y documentos de papel vegetal en sus manos al otro lado del despacho.
—No he dicho que quiera replicarlo, es solo que… —Rozemyne dejó escapar un suspiro de fastidio en ese momento. ¿Cómo explicaba que los bailes podían usarse para otras cosas, además de para presentar el giro de dedicación en la Ceremonia de Graduación y Mayoría de Edad en la Real Academia? Si estuviera en Klassenberg tal vez sería más sencillo, o al menos, eso era lo que imaginaba.
—Pon tus ideas en orden y lo discutiremos durante la comida —sugirió Ferdinand sin dejar de moverse.
—Bien —respondió Rozemyne resignada.
Se concentró entonces en terminar su trabajo. Había solicitudes de todo tipo en su escritorio por parte de los Gieves de su ducado. Granos, soldados, dinero, mana, algunas peticiones para la imprenta. Era una suerte que esas últimas terminaran por completo en sus manos, porque había tres informes ahí que, estaba segura, las había colado Justus entre la papelería y tablillas a revisar por ella.
La joven Aub tomó esas tres, apilando el resto en un montón para revisar en cuanto terminara.
Era notable la diferencia entre las peticiones de imprenta de los gieves y las peticiones coladas por Justus, ya que estas últimas tenían información sobre las condiciones en que se encontraba el lugar, el número de habitantes, tamaño del territorio y principales fuentes de ingresos… los cuales eran muy pocos. Uno de los territorios en cuestión era incapaz de producir alimentos adecuados a pesar de los cálices de mana debido al suelo rocoso. Otro de ellos tenía costa y por alguna razón era poca la cantidad de pescados y mariscos que podían obtenerse. El último se encontraba junto a la frontera norte, resultando en un clima algo más frío de lo normal.
Decidió hacer algunas anotaciones en el territorio con playa propia, ¿no sería increíble si pudiera anexar un balneario a su Jardín de Besuchgweg? Eso seguro que atraía gente.
A continuación, rebozando todavía de emoción, Rozemyne procedió a hacer algunas anotaciones en la última hoja para verificar si era posible investigar sobre tela que siguiera siendo ligera y transpirable bajo el agua para hacer ropa que pudiera usarse para nadar en esta zona, de ser así, la tienda de moda podría presentar no solo babydolls, ropa interior y ropa de verano, también podrían enfocarse en el diseño y venta de trajes para nadar… aunque teniendo en cuenta los estándares sobre mostrar piel, no tenía muchas esperanzas en conseguir ahí un bikini sexy para lucir frente a Ferdinand, ni siquiera uno de esos trajes de baño escolares con los que Shuu parecía haber tenido un fetiche cuando pasaban por la preparatoria… dudaba mucho de que fueran a ser siquiera esos trajes de baño de abuela que había visto en fotografías a blanco y negro en algún libro de historia… suspiró, en este mundo lleno de mojigatos vergonzosos no podía pedir mucho, ¿cierto?
Puso algunas anotaciones más, quería saber cuanto costaría llevar insumos regulares de pescados y mariscos desde las otras zonas costeras además del número de granjas en el territorio. Un buen menú de playa debía incluir algo más que mariscos, por supuesto.
Una vez terminó, procedió a anotar en las otras dos una solicitud para verificar si alguna tenía termas, minerales o algún tipo de planta especial de la región para luego verificar las otras solicitudes.
Sonrió cuando terminó, estirándose un poco y escuchando la mal disimulada risa de su esposo al otro lado, encontrándose con que un par de ojos dorados la miraban divertidos.
—¿Más libros, todas mis diosas?
—No, más imprentas y tal vez una forma de aprovechar mejor las zonas de playa.
Ferdinand la miró de manera interrogante, ella solo sonrió contenta. Podía hablar con Ferdinand sobre su proyecto de abrir alguna zona turística y comentarle sobre dichos lugares en Japón y la Tierra. Ella misma había visitado las playas de Japón dos o tres veces y alguna zona de termas cuando todavía era Urano. La experiencia, si bien no había sido de su completo interés en aquel entonces, ahora podía recordarlas con afecto y algo de nostalgia. Seguro que las dos opciones traerían más ingresos a su ducado y mejorarían las condiciones de vida de la gente.
—¿Te parece si comentamos sobre eso también en la comida?
—Lo dejo a tu consideración.
Ella asintió contenta antes de proseguir con e resto de su trabajo de oficina. Necesitaba terminar y hacerlo bien si no quería ser comparada con Silvester como la última vez que no terminó con su pila de hojas por revisar. En verdad que no lo soportaría una segunda vez aun si Ferdinand lo comentaba como broma.
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—… entonces, ¿nadar en el mar es divertido? —preguntó Letizzia con los ojos llenos de asombro e incredulidad. Incluso Ferdinand la veía con interés.
—¡Por supuesto! Con la ropa adecuada, es posible, ¡además la arena húmeda es genial para divertirse en familia!, puedes construir castillos en miniatura y figuras o enterrar tus pies para dejar que la sensación de frescor te ayude a relajarte…
—No veo como enterrar tus pies en un montón de tierra húmeda pueda ser relajante —se quejó Ferdinand—, ¡no tiene sentido alguno!
—¡Pero es cierto! Los más osados pueden cavar un agujero poco profundo y acostarse dentro para que su familia o ellos mismos los cubran hasta el cuello, entonces puedes tomar una siesta, solo debes colocar algo sobre tu cabeza para cubrirte del sol y evitar quemaduras.
—Ser enterrada viva suena aterrador, madre.
Rozemyne suspiró con fastidio. Si todos los nobles se iban a poner en el mismo plan que su esposo y su hija adoptiva, nadie iba a aprovechar la playa o los trajes de baño… allá iba su plan de inversión… ¿tal vez debería charlar al respecto con sus padres, Turi, Lutz y Kamil la próxima vez que los visitara? Por otro lado, ir a la playa era más una actividad de verano… bueno, podían hacerlo desde mediados de primavera gracias al clima cálido. Tendría que comentarlo también con Elvira pero, ¿cómo convencer a los nobles de que, de hecho, era una idea divertida?
—¿No estás estarás pensando en invertir dinero en algo como eso? ¿no? —preguntó Ferdinand, mirándola con los ojos un poco entrecerrados y el entrecejo algo fruncido, sosteniendo su rostro con la mano en un gesto muy poco noble de su parte.
Rozemyne solo miró hacia abajo antes de llevarse su copa con agua a los labios, haciendo un verdadero esfuerzo por no inflar los cachetes y renegar de la sociedad noble en japonés… no ahora que Ferdinand estaba a muy poco de dominar el idioma.
—[¿Es tan importante para ti poner de moda este tipo de actividades?] —preguntó Ferdinand, su pronunciación plagada con el acento del reino en que residían.
—[Algo. Creo que sería divertido de hacer con Letizia y luego con nuestros propios hijos]
Ferdinand soltó un suspiro, enderezándose un poco antes de tomar su mano y besarla.
—Madre, no comprendí bien que sería divertido conmigo —comentó su hija adoptiva en voz baja, las puntas de sus orejas rojas por la vergüenza de no haber entendido todo.
—Rozemyne cree que te divertirías si realizamos esas actividades contigo.
Letizia se enderezó, mirándolos de uno a otro sorprendida antes de negar un poco con la cabeza, las manos en puño contra la mesa como si intentara empujarse y salir de ahí.
—No es… bueno yo… ahm… no se preocupen por mí, el mar [me asusta] en realidad.
La miró sorprendida. ¿Era por eso?
—No sabía que te asustaba, Letizia querida, de haber sabido, te habría ahorrado algunos viajes al puerto —respondió Rozemyne nerviosa por haber metido la pata de nuevo.
—Está bien, madre, puedo tolerarlo —comentó la niña soltando una pequeña risa noble que también sonaba nerviosa.
Ferdinand apretó su mano antes de observar a su hija adoptiva, luego a ella y después a Letizia una vez más.
—¿Estarías dispuesta a intentar solo caminar por un lado del mar, Letizia? En ocasiones, enfrentar los miedos ayuda a derrotarlos. Además, si eliges ser Aub de este ducado en un futuro, tendrás que ser capaz de visitar la costa así sea solo para supervisar a tu gente y a tus giebes.
Letizia pareció considerarlo por un momento antes de asentir, había un poco de inseguridad en su mirada, pero parecía dispuesta.
—En ese caso, ¿podemos ir en una o dos semanas? —consultó la peliazul mirando a ambos miembros de su familia—. Me parece recordar que pronto empezará a hacer frío, el clima no será adecuado para disfrutar de la playa.
—Pediré que nuestros asistentes encuentren un momento entre los próximos tres días y las próximas dos semanas para ir —ofreció Ferdinand con una sonrisa ligera—, ya sea que te convenzamos de desistir o nos convenzas de seguir adelante con este plan descabellado.
Sonrió a medias, Ferdinand era una persona bastante terca en realidad, pero daría su brazo a torcer si lograba convencer a Letizia y a algunos de los asistentes y eruditos, incluso estaba contando con que Justus se pusiera de su parte, teniendo en cuenta la cantidad de jardines de viajeros que se abrirían en un futuro cercano.
—En cuanto a esa idea que tenías del Giro de Dedicación...
—¡No es un Giro de Dedicación! —se quejó Rozemyne cubriendo su rostro con algo de frustración—, un baile es una especie de celebración donde hay música, bocadillos, vize, agua de frutas y las personas bailan por diversión.
—Eso suena muy interesante, madre —intervino Letizia con sus ojos brillando llenos de emoción—, ¿podemos hacer uno de esos?
—Me gustaría comenzar una tendencia de celebrar este tipo de bailes en otoño o bien durante la socialización de invierno —comentó Rozemyne más confiada ahora que había encontrado una aliada en su hija adoptiva—, sería una buena excusa para usar ropa tan linda como la que se usa durante la graduación y podríamos mostrar otra forma de divertirnos y convivir con los demás.
Ferdinand pareció contemplar las posibilidades, conforme les retiraban los platos y comenzaban a servirles el té de la tarde.
—Bien, le daremos una oportunidad, supongo, durante la socialización de invierno. Necesito que hagas un listado de las cosas que se necesitan, imagino que habrá ciertos arreglos más allá de los músicos y la comida, ¿o me equivoco?
—Bueno, habría que poner algunas decoraciones en el área que ocupemos para el baile, es posible que tú y yo debamos practicar algunos bailes, podríamos incluir a nuestros séquitos y a Letizia también, de modo que sea más sencillo mostrar las actividades y sentirnos menos incómodos.
—Practicar bailes, ¿eh? parece que nos vas a cargar de más trabajo del que ya tenemos.
La mirada que le dedicara Ferdinand no solo no era muy agradable, también la hizo pensar en su familia plebeya. Tal vez tendrían que atrasar un poco la próxima visita, este primer baile sería en verdad más trabajo del normal, ya que en este mundo nadie parecía saber otros bailes además del Giro de Dedicación, así que...
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Habían pasado algunos días desde que recibiera los informes de tierra de Justus para solicitar las imprentas y ahora había recibido nuevos informes respondiendo a sus preguntas.
Ninguna de las dos zonas que carecían de playa tenía termas, lo cual era una verdadera lástima.
Por otro lado, Justus había encontrado minerales y plantas interesantes en las zonas, por supuesto, había tomado algunas muestras para llevárselas a su señora apenas pudo.
Esta vez, había invitado a Ferdinand a mirar de cerca los descubrimientos de Justus, alegando que le había realizado dicho encargo al notar lo pobres que parecían esas zonas de Alexandría en particular.
—No podemos mejorar la calidad de vida de los habitantes a nuestro cargo si no tienen dinero para conseguir comida y ropa —fue la explicación que dio cuando Ferdinand la interrogó por su preocupación—, además, ¿cómo podría leer tranquila sabiendo que hay niños en mi ducado que podrían morir de hambre o ser vendidos por sus padres, solo los dioses saben a quién?
—Tan problemática como siempre —refunfuñó Ferdinand para molestarla, luciendo una débil sonrisa mal disimulada conforme observaba el contenido en las dos cajas con muestras que Justus había conseguido.
—Aub Ferdinand debe reconocer que ha sido muy sensato por parte de Aub Rozemyne solicitarme que hiciera un muestreo, ¿no lo cree, mi Lord?
Ferdinand los miró a ambos con sospecha.
Rozemyne tomó un par de semillas en sus manos para observarlas. Parecían semillas de diente de león, con sus delicados tallos llenos de pelusas rosadas para poder montar el aire cuando soplaba.
—No recuerdo haber visto este tipo de semillas antes, ¿te gustaría estudiarlas, Ferdinand?
Fue como si la sospecha se hubiera borrado del rostro de su marido, quien tomó una de las pequeñas semillas, dejándola caer y observando como daba vueltas de manera perezosa, descendiendo con lentitud de vuelta a la caja de materiales.
—Mucho. Yo tampoco recuerdo haber visto este tipo de semillas antes.
Rozemyne sonrió. Activar el modo científico loco de Ferdinand les daría algo más de tiempo para poner su perverso plan en marcha. Pronto todos los hombres y mujeres de Yurgeshmidt podrían disfrutar de una vida sexual plena y saludable, Silvester no volvería a molestar a su Ferdinand y todos serían felices… Alexandría sería un poco más rica también, era un ganar - ganar… siempre que su esposo no se diera cuenta en las primeras etapas.
Esa noche Ferdinand se saltó la cena, inmerso en su investigación, fue necesario que ella fuera a buscarle a los laboratorios para recordarle que era hora de dormir. Y eso fue lo que hicieron. Dormir. Ella no se sentía cómoda haciendo otra cosa debido a que estaba en sus días.
La noche siguiente, fue necesario que buscara de nuevo a su esposo, esta vez con una caja de comida para asegurarse de que el hombre ingiriera algo antes de irse a dormir, amenazándole de paso con tomar medidas drásticas si él no se presentaba a cenar la noche siguiente.
Cuál sería la sorpresa de Rozemyne cuando su marido no solo no se presentó a cenar la noche siguiente, sino que además tampoco llegó a dormir.
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Faltaba algo así como media campanada para que el día cambiara de fecha. Los aviones de papel mágico que le había enviado a Ferdinand habían dejado de regresar luego del quinto "Duérmete, voy en un minuto", algo tendría que hacer para que este hombre obsesionado pusiera más atención a sus horas de sueño.
—Bueno, pues si la montaña no viene a Mahoma… —suspiró Rozemyne sacándose la ropa interior y los calcetines justo antes de colocarse un amuleto de Verbenger que mantenía oculto en una caja lacada con algunos objetos de valor sentimental, como la primera horquilla que Tulli hiciera para ella luego de su adopción por parte de Sylvester.
Probando que sus pasos no hicieran ruido sobre el suelo, Rozemyne se acercó a la puerta cerrada. Luego caminó hasta el fondo de su habitación, moviendo uno de los adornos en la pared y vertiendo un poco de mana en una zona pequeña y específica.
La puerta que daba al pasillo de evacuación se abrió en silencio y ella se metió por ahí.
Tuvo que hacer memoria mientras caminaba por los túneles. Recordaba haber hecho cambios en estos túneles un poco después de erigir la biblioteca y los laboratorios, de modo que había tres túneles trampa, dos que llevaban a los laboratorios de plantas y peces respectivamente, uno que daba a la biblioteca y uno más que daba a la periferia del castillo.
Cuando llegó a la puerta oculta que daba a los laboratorios de plantas esperaba que Ferdinand notara que se había abierto. El corazón le latía con fuerza y rapidez. Su respiración era superficial. Podía sentir adrenalina recorriendo su cuerpo y agudizando su oído. Sus manos sudaban un poco con antelación.
Nada.
El hombre estaba ahí pero en una de las salas de investigación más alejadas, no en su despacho dentro de los laboratorios.
Rozemyne sonrió mientras un plan se formaba en su cabeza. Por la hora, no debía haber muchos investigadores en el edificio. Conociendo a Ferdinand, nadie de su equipo de investigación estaba con él y por la hora, los caballeros que hacían guardia debían estar en las salidas principales y las entradas provistas en la azotea.
La joven Aub caminó entonces cuidando de no hacer ruido, asomándose por las mirillas de cristal que había en las puertas para revisar sin tener que abrir ninguna.
En efecto, había apenas un par de investigadores que ya se preparaban para volver a sus propias habitaciones dentro del edificio o bien a sus casas.
Cuando llegó al laboratorio más alejado del segundo piso vio a Ferdinand a través de la mirilla. Estaba solo, tal y como ella esperaba. Había una bandeja con sobras de comida al lado de la mesa donde estaba trabajando con las semillas y las plantas recién adquiridas, además de algunas hojas de papel mágico.
Lo miró haciendo algunas anotaciones en un díptico y luego volver a concentrarse en sus estudios.
Con cuidado de no hacer ruido, Rozemyne abrió la puerta, se coló dentro y cerró despacio. Ferdinand no la había escuchado, tarareando algo de manera ausente, su atención completa en el espécimen a mano.
Respirando despacio para evitar reírse, Rozemyne se metió debajo de la mesa donde Ferdinand se encontraba trabajando. Despacio, con cuidado de no moverse demasiado brusco, la chica de cabellos azul medianoche introdujo sus manos debajo de la túnica corta que Ferdinand portaba hoy, desatando los nudos que mantenían su pantalón en su lugar.
Cuando estuvo hecho, comenzó a jalar despacio las cintas, haciendo lo posible por ser lo más delicada posible para alcanzar esta vez los lazos que mantenían la ropa interior de su esposo en su lugar.
¿Cómo demonios iban los hombres al baño con semejantes arreglos? ¿Debería introducir las presillas o los ganchos de metal para abrochar la ropa? Porque era un martirio tener que hacer todo esto a escondidas.
Cuando terminó, desabrochó los botones que mantenían la túnica corta en su lugar, abriéndola solo lo suficiente para ver su trabajo sin mayores problemas. Rozemyne se asomó entonces por debajo de la mesa para ver el rostro de Ferdinand. Estaba demasiado concentrado, aunque había dejado de tararear.
Tomó aire de nuevo para controlarse y no reír, lo siguiente podría ser demasiado peligroso.
Despacio, la joven reajustó las cintas para permitirle extraer lo que deseaba, sonriendo antes de quitarse el amuleto de Verbenger y meterse el miembro de su marido a la boca por completo.
Escuchó un gemido. Se aferró entonces a las caderas de Ferdinand, succionando y usando su lengua para estimularlo mientras sentía como el hombre casi saltaba hacia atrás en un intento por alejarse de ella.
—¡¿Roze… myne?!
Ella hizo su cabeza hacia atrás para verlo y sonreírle de manera pícara, dejando escapar un poco de su risa esta vez.
—Buenas noches, Ferdinand, ya que te negabas a volver a la cama, decidí hacerte una visita.
—¿Pero, cómo es qué…? ¿cuándo…? ¡Ahhhh!
Se negó a responder nada, usando una de sus manos para acaricias los testículos de su hombre antes de volver a lamer y besar su hombría, tomándola toda con la boca, sorprendiéndose un poco ante la sensación de algo creciendo y calentándose con rapidez.
Los gemidos de Ferdinand le hacían gracia. Su marido intentaba tragarlos sin mucho éxito en tanto ella seguía jugando con él, probando poner diferentes tipos de presión, succionando y moviendo su cabeza hasta sentir una mano grande y cálida acariciándole la cabeza y dedos enredándose con dulzura entre sus cabellos.
Una vez que estuvo satisfecha con su obra y bastante segura de que su dios oscuro estaba bastante necesitado de atención, lo soltó por completo, poniéndose de pie y levantándose.
—Bueno, es hora de dormir, el día debe estar cambiando de fecha justo ahora. ¡No vayas a la cama muy tarde, Ferdinand!
Se encaminó entonces a la puerta, aguantando la risa cuando notó que su marido daba un paso hacia la mesa, otro hacia ella, otro hacia la mesa y finalmente se detenía.
—¡Espera, Rozemyne!
Estaba abriendo la puerta cuando él la llamó con desespero. La joven Aub Alexandría lo miró con su mejor cara de Angélica, dedicándole una leve sonrisa inocente.
—Lo lamento, solo vine a ver si estabas bien. No te interrumpo más. Y no te preocupes, tomaré el túnel de emergencia que va de tu despacho a nuestra habitación. ¡Que pases buenas noch…! ¡Ubuw! ¿Ferdinand?
Sus pies habían abandonado el suelo. Un largo brazo la sostenía por debajo de las rodillas en tanto otro la mantenía segura desde su espalda. Ferdinand la había cargado en brazos apenas ella salía, caminando con ella todavía encima.
—¡Eres una verdadera desvergonzada! ¡Tonta! ¿cómo se te ocurre entrar a hurtadillas a molestar a un hombre en medio de una investigación? ¿Y encima tienes el descaro de intentar irte luego de dejar un verdadero desastre a tu paso?
Casi no pudo contener la risa, abrazándose a su esposo y mirándolo contenta.
—¿Y? Tú dejaste de responder a mis notas, lo que es peor, dijiste que vendrías a dormir y al parecer, planeabas colarte en nuestro cuarto cuando amaneciera… si es que notabas que era de día antes de que yo me levantara.
Ferdinand la ignoró, caminando con prisa hasta llegar a su despacho. Una vez ahí, el hombre de cabellos azul claro se acercó a la piedra mágica que daba entrada a su habitación oculta, misma que tocó con la mano que la sostenía por la espalda con demasiada habilidad.
Para cuando Rozemyne se dio cuenta, ambos estaban dentro de la habitación oculta, ella sentada en el cómodo sofá de tres plazas que habían hecho los Gutembergs por primera vez y él terminando de desvestirse con su miembro por completo expuesto y erecto, tan rojo como deberían haber estado las puntas de sus orejas cuando ella lo tomó desprevenido en el laboratorio.
—Muy bien, pequeño gremlin alborotador —dijo Ferdinand con su voz profunda en el mismo tono que usaba para llamarle la atención desde que fue adoptada por Silvester—, es hora de hacerse responsable de tus acciones.
Acto seguido, Ferdinand se agachó sobre ella para besarla, amasando uno de sus senos con una mano y acariciándole la entrepierna con la otra.
El beso era profundo y húmedo. Ferdinand la había obligado a abrir los labios para introducir su lengua y hurgar con ella sus piezas dentales, su lengua y paladar, apresando uno de sus pezones al mismo tiempo para apretarlo sin dejar de amasar el resto de su seno.
Un par de dedos largos se colaron entre sus pliegues. Un jadeo se escapó de entre sus labios por el estímulo. Su labio inferior fue succionado y mordido antes de ser liberado, solo para que su boca fuera de nuevo reclamada por aquella otra que parecía hambrienta de afecto.
—¡Ferdinand! —gimió ella cuando él le permitió hablar. No alcanzó a decir nada más, los dedos de su marido la penetraban con frenesí y la boca de él había comenzado a moverse por su cuello, mordiendo y succionando hacia su hombro. Estaba segura de que todo eso dejaría marca.
Rozemyne sintió como se acercaba su primer orgasmo entonces, con la boca inquieta de Ferdinand sobre sus senos, los dedos en su interior retorciéndose al tiempo que un pulgar largo y suave estimulaba su clítoris con descaro.
Las sensaciones escalaban con rapidez, su cuerpo hervía, podía sentir como su interior convulsionaba a la vez que de su boca escapaba un gemido fuerte y largo.
Todavía no había terminado de experimentar el éxtasis cuando Ferdinand sacó sus dedos de ella y se alejó un poco, tomando sus muslos y obligándola a doblarse. Podía sentir sus muslos con la piel de sus senos. La posición le parecía incómoda, al menos, hasta que la boca de Ferdinand se posó sobre sus pliegues, usando su lengua para acariciarla, besando aquella zona que acababa de ser tan estimulada como si no hubiera un mañana.
En algún momento, Ferdinand había ingresado sus dedos en ella de nuevo, estimulándola todavía con la lengua e intercalando con besos y mordidas ligeras en sus muslos, arrancándole gemidos de intenso placer a Rozemyne quien, sintiéndose al borde de terminar de nuevo, no pudo evitar tomar los cabellos de Ferdinand para que éste mantuviera la cabeza entre sus piernas.
Cuando la tremenda sensación pasó, fue finalmente liberada. Se sentía exhausta y con falta de aire, sus ojos a medio abrir alcanzaron a registrar como Ferdinand limpiaba su boca con el brazo sin dejar de mirarla como si fuera un depredador, haciéndola temblar con anticipación. Él estaba lejos de terminar según podía ver.
—Rozemyne —la llamó Ferdinand con una voz más baja y grave de lo normal susurrando en su oído, robándole un beso rápido de los labios antes de voltearla, colocándola de tal manera que pudiera utilizar el mullido cojín para colocarse de rodillas, sujetándose con los brazos del respaldo de madera y tela—, la próxima vez que quieras sorprenderme —siguió murmurando él, entrando en ella luego de besarla en un hombro—, amárrame primero, si no quieres este tipo de repercusiones.
Lo había sentido entrar con gentileza justo antes de introducirse por completo de una estocada rápida y fuerte, arrancándole un gemido de sorpresa y placer.
—Mejor, ven a dormir a tiempo… ahhhhhh…
Las penetraciones se repitieron con un ritmo más lento y tranquilo esta vez. Él había despejado uno de los hombros de ella antes de besar, lamer y morder alrededor de su cuello, paseando sus dedos cargados de mana por su espalda y su pecho, tocando muy apenas la piel, lo suficiente para excitarla de un modo desquiciado y llevándola de nuevo al éxtasis, con los movimientos de Ferdinand volviéndose rápidos y violentos en tanto ella sentía que explotaba de placer, obligándola a alcanzar otro orgasmo casi de inmediato.
Cuando las sensaciones finalizaron, Ferdinand la abrazó con fuerza, recostándose de lado con ella en el sofá, mordisqueándole una oreja sin dejar de entrar y salir de su cuerpo a un ritmo constante, acariciándole un muslo que había guiado para mantener en alto, en tanto su otro brazo la mantenía en su lugar, apretándola apenas sobre el vientre.
—¿Ferdinand?
—¿Mhm?
—¿Me estás castigando… con [sexo]?
Podía sentir un leve temblor a su espalda, podía escucharlo reír con disimulo sin bajar ni subir el ritmo, manteniendo su pierna arriba para permitirle un fácil acceso. El único otro cambio además de la risa era, tal vez, que la mano en su vientre se había movido hasta alcanzar un seno y comenzar a manipularlo con descaro.
—No —respondió Ferdinand luego de besarla entre los cabellos un par de veces—, solo termino lo que empezaste.
Ella se giró tanto como pudo, mirándolo con deseo, sonrojándose al notar que él la miraba de la misma manera. A pesar de haber leído escenas como estas en sus libros durante su tiempo como Urano, nunca se había sentido tan hermosa como en ese momento.
—Ferdinand
—¿Mhm?
—¿Podemos cambiar de posición? No puedo besarte.
Sintió un beso húmedo y hambriento en su cuello. Luego él salió de dentro suyo, soltándola al fin.
Rozemyne se puso en pie con dificultado, notando una sonrisa bastante obvia y sincera en el rostro de su amado.
—Siéntate, Ferdinand.
Él obedeció, acomodándose en el medio del sofá antes de recibirla sobre su regazo con los brazos abiertos.
Lo sintió entrar con facilidad, sin necesidad alguna de guiarlo a su interior, como si ambos cuerpos hubieran estado cargados de imanes.
Rozemyne comenzó a moverse sobre él y luego lo besó. Lo besó con amor y ternura, sintiendo como los brazos de Ferdinand la envolvían, manteniéndola a salvo de todo. Lo besó con locura y desesperación conforme aceleraba el ritmo, abrazándose a su cuello y subiendo sus manos para jugar con el cabello corto y azul claro que tanto le gustaba. Lo mordió en el labio con suavidad, succionando en tanto cambiaba la dirección en los movimientos de su cadera para frotarse tanto como le era posible contra el cuerpo debajo de ella y luego, liberó los labios de Ferdinand de sus juegos.
Ella se enderezó sin dejar de mirarlo. Él le recorrió la espalda y luego el costado antes de esconder el rostro entre sus senos, abrazándola de nuevo por la cintura.
Un último beso con un intenso sabor a dulce y Rozemyne se aferró con fuerza a Ferdinand, moviéndose con tanta fuerza y tan rápido como le era posible, notando como su marido la tomaba de las caderas para ayudarla con el ritmo. La excitación aumentaba de nuevo en su interior, estaba tan cerca que podría llorar a causa de la intensidad que sentía ahora. Era como si perdiera el aliento en aguas profundas y cálidas, con su corazón latiendo desbocado y el mana de ambos arremolinándose con fuerza a su alrededor.
Podía sentir como Ferdinand se tensaba debajo y dentro de ella. Podía sentir su pecho vibrando por el sonoro gemido que había escapado de sus labios y algo cálido entrando muy profundo en su interior en rápidas sucesiones… entonces fue que alcanzó el máximo placer. Era un orgasmo tan potente, que podía sentir como la sensación la recorría desde su centro hasta sus extremidades. Ráfagas de frío y calor la recorrían por la columna, los brazos, las piernas, revolviendo su mente cuando la sensación alcanzó su cabeza en olas sucesivas y embriagadoras.
Cuando la sensación comenzó a disminuir podía sentir como su cuerpo comenzaba a destensarse alrededor de Ferdinand, aflojando el agarre con brazos y piernas hasta dejarla tan lánguida como una muñeca de trapo a la que le faltara algo de relleno por todos lados.
—Washen —susurró la voz cansada de Ferdinand y el agradable frescor del hechizo los limpió en ese momento en todas las zonas de contacto. Ella no se movió, solo dejó escapar un suspiro de satisfacción antes de recargar su cabeza sobre un hombro fuerte y cálido.
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El cuarto oculto de Ferdinand estaba en completo silencio. Rozemyne jamás sé habría imaginado que el cómodo sofá que su esposo le obsequiara a su partida de Erenfhest les sería tan útil a ambos de modo tan "desvergonzado", cómo Ferdinand lo habría puesto casi un año atrás.
Estaba recostada, con la cabeza en el hombro desnudo de su esposo y los pies doblados a un lado suyo, junto al cuerpo de su marido sobre el cómodo mueble con resortes, notando lo calmados que estaban ambos ahora.
–Estaba pensando y recordé que, en mi mundo de sueños, en la antigüedad, los gobernantes de casi todo el mundo acostumbraban a tener muchas esposas, creo que los Sultanes incluso tenían un harem instaurado.
–¿Quieres que tome otras esposas? –preguntó Ferdinand con el ceño fruncido y una mueca de desagrado, empujándola lo suficiente para mirarla a la cara–. La respuesta es no, eres todas mis diosas, no sabría cómo lidiar con más, por no hablar de mi falta de interés en otras mujeres.
–Oficialmente yo soy la Aub, no tú, entonces yo podría ser quien tenga más esposas.
Ferdinand la observaba ahora con los ojos muy abiertos y el rostro pálido, incapaz de moverse por algunos segundos. Cuando salió de su error de procesamiento se notaba molesto, alejándola del todo.
–¡¿Qué?!
–¿No puedo? –bromeó Rozemyne con una sonrisa que intentaba ser inocente–. Ahora que lo pienso, no he visto o escuchado nada sobre relaciones [gay] en este mundo.
–No comprendo, tendrás que explicarme esa palabra rara, [gay].
Ferdinand se reacomodó en su lugar, cruzando una pierna, importándole poco que sus genitales estuvieran por completo expuestos sobre el sofá.
Rozemyne no tardó mucho en explicar lo concerniente a la homosexualidad, los avances sociales que se habían logrado en su mundo de sueños antes de morir ahí y que de hecho los homosexuales eran solo parte de una comunidad más grande. A Ferdinand se le subieron los colores al rostro, el cual intentó esconder al bajar su pierna, inclinarse hacia adelante y sujetar su frente y sus ojos con una mano.
–¿En qué tipo de mundo depravado vivías antes?
–¿Entonces no te gustaría...
–¡NO!
Rozemyne observó a su marido un momento antes de arrodillarse a su lado en el sofá para poder besarle una oreja roja y parte de su cabello antes de sonreír divertida.
–Supongo que sí era un mundo depravado. Tengo entendido que muchos hombres fantaseaban con yacer en el lecho con dos mujeres a la vez.
–No estoy interesado.
–¿En serio? –preguntó la peliazul más divertida de lo que debiera, incapaz de contener las ganas de molestarlo un poco–. Digo, podríamos tener a una linda chica de curvas muy pronunciadas preparándome para que tú...
–¡NO!
–O también podríamos satisfacerte entre dos. ¡Solo piénsalo!, dos bocas para besarte, cuatro manos para acariciarte, dos pares de...
–¡Eh dicho QUE NO, ROZEMYNE!
La carcajada que intentaba aguantar se escapó por completo de su boca. Se rio tanto, que el estómago le dolía. Cuando al fin paró, pudo notar que Ferdinand estaba colocándose la ropa interior, dándole la espalda, rojo de pies a cabeza.
–No te enojes, estaba bromeando, jajajaja, no me veo tocando a otras personas que no sean tú. Tener más de ti podría ser divertido... Aunque peligroso a la vez.
–¿De qué estás hablando ahora?
–Solo pensaba en voz alta... Es una pena que, con toda esta magia, no puedas hacer un [clon de sombras].
La estaba mirando de nuevo con cansancio. Seguro no había entendido la parte del clon y tal vez, debido a como lo había molestado hacia un momento, no se sentía particularmente inclinado a pedir una mayor explicación. Una lástima. ¿Cómo reaccionaría su amado Ferdinand si supiera que hacía un par de noches había fantaseado con tener dos de él para hacer el amor? ¡Tres, en realidad!
¡Usar sus recuerdos para redactar y armar el manual le había despertado la curiosidad de formas tan raras...!
Rozemyne sonrió para sí misma, quizás fuera mejor guardar la idea, no fuera que a Ferdinand le diera por arrancarle las mejillas.
–¿No piensas vestirte? –la llamó el peliazul en lo que se anudaba los pantalones con el torso todavía desnudo–, tu idea era llevarme de vuelta a nuestra habitación para dormir, si mal no recuerdo y el día ya cambió de fecha.
Sonaba más tranquilo ahora.
Rozemyne suspiró. Necesitaba descansar después de todo.
–Considerando que solo debo ponerme el camisón y activar mi amuleto de ocultación...
Sonrió al notar las orejas de Ferdinand enrojeciendo de nuevo. En ocasiones como ésta le parecía el sujeto más dulce e inocente del mundo.
Se vistió sin ocultar la risa, abrazando a su hombre y parándose en puntas para besarlo antes de ayudarle a cerrar todos los botones de la ropa, mirando con cansancio los lazos que aún debían anudar para que las botas de Ferdinand no fueran a abrirse y provocarle un accidente de camino al dormitorio.
–¿Tú la derecha y yo la izquierda? –preguntó él siguiendo su mirada.
–Creo que voy a inventar los [zippers], atar y desatar tantas cintas para ponerse las botas, por no hablar de los pantalones y la ropa interior es ridículo.
Ferdinand la miró con curiosidad, pero no dijo nada. Mejor así, seguro le preguntaba al día siguiente, eso le recordaría de preparar un diagrama y convocar a sus Gutembergs herreros y textiles. Había llegado la hora de revolucionar ciertos aspectos de la moda en Alexadria.
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Notas de la Autora:
Bueno, pues entre los bailes, los zippers y los centros vacacionales, parece que nuestra ratona va a estar muy ocupada... bueno, siempre tendrá tiempo para provocarle errores de procesamiento a Ferdinand, jejejejejeje.
Espero que hayan disfrutado con este capítulo, sé que dije que subiría capítulo los sábados, pero no pude aguantarme y terminé escribiendo esto, en todo caso, si no tienen una cuenta en esta página que les avise de las actualizaciones, pueden estar seguros que para el sábado algo habrá.
Cuídense mucho todos, diviértanse y ya saben, se aceptan todo tipo de comentarios, ideas, tomatazos y demases, una escritora feliz es una escritora productiva, recuérdenlo.
SARABA
