14. Una Noche Mágica.
Agitado y con el cuerpo temblando, Yamato despertó bruscamente de su siesta en el camerino. No sabía cuando se había quedado dormido allí, no sabía donde estaban sus compañeros de banda o técnicos.
Y lo agradecía.
Porque su sueño había sido tan vívido.
Su corazón latía con abrumadora velocidad. Se ruborizó al recordar la escena que su inconsciente había construido para ilustrar tan bien su deseo.
No había cruzado palabras con Sora desde la noche anterior. Y ella había sido cordial y distante durante todo el día.
Tras breves instantes, la joven representante apareció en la habitación, advirtiendo que Yamato estaba despierto.
- ¿Cómo estás, dormilón? Venía a despertarte para la prueba de sonido.
- ¿Prueba de sonido? ¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?
-Dos horas – dijo la pelirroja sonriendo divertida.
- ¿Estaba tan cansado? – se preguntó el vocalista a sí mismo.
-Quizás no dormiste muy bien anoche – la respuesta de Sora le hizo recapacitar.
-Creo que me costó conciliar el sueño.
-Descuida, luego del concierto tomaremos un vuelo hacia Londres y una vez instalados en el hotel, podrás dormir todo lo que necesites.
Sora fue hacia una de sus valijas y se inclinó hacia adelante, buscando algo entre sus pertenencias.
Yamato recordó el sueño y se ruborizó profundamente porque las imágenes eran demasiado sugerentes y la actitud de la pelirroja en aquel mundo de fantasías era demasiado explícita. Se puso de pie rápidamente y se dirigió al pasillo que conducía al pequeño baño, necesitaba despejar su mente con agua helada.
Sora se levantó precisamente cuando él pasaba detrás de ella, habiendo encontrado lo que buscaba, se giró ágilmente para quedar directamente enfrentada al joven y casi estrellándose contra él.
Silencio.
Los pensamientos de Sora se precipitaban rápidamente mientras el tiempo parecía haberse detenido.
Estaba solos en el camerino.
Nadie los vería.
Ella había ido hasta allí por pedido de los compañeros de banda de Yamato, para que éste se apareciera en la prueba de sonido. Esperarían unos minutos coherentes para que él despertara y se dirigiera al escenario, que quedaba a una buena distancia de la zona de los camerinos y vestuarios.
-Sora, necesito que te muevas. – Yamato interrumpió el veloz hilo de pensamientos de la joven. Actuó rápido, llevando ambas manos a la cintura de ella, moviéndola con suavidad a un lado para que le dejara pasar -dile a los demás que estaré en unos minutos.
La pelirroja se quedó congelada en el lugar.
Ella lo hubiera besado.
Su corazón latía a gran velocidad.
Sin embargo, él la había apartado con increíble calma.
Suspiró y volvió rápidamente en sí.
Otra vez, él había evitado el desastre.
Ella ya perdía el control.
Se maldijo y de inmediato salió de la estancia, dirigiéndose con paso rápido hacia el escenario, y diciéndoles a Akira y Hayato que pronto el bajista de la banda estaría allí.
Se ubicó en las butacas más alejadas y allí observó el desarrollo de la prueba de mal talante.
Yamato parecía muy tranquilo desde allí, cantaba con la voz ligeramente ronca porque recién había despertado, se movía con lentitud sobre el escenario, mientras su bajo oscilaba en cada paso que daba. En algún momento de la prueba de sonido se detuvo y observó entre las butacas, buscándola. Mas ella no se dio por aludida.
Sora estaba molesta consigo misma, había perdido el control de toda la situación, y ahora parecía una chiquilla de secundaria, alborotándose por cualquier tonta mirada o encuentro fortuito. Ya no sabía si eran sus hormonas, su ansiedad por la resolución que fuera a tomar el equipo médico o la fuerte atracción que sentía hacia el músico, pero se notaba a sí misma siendo sumamente descuidada e irresponsable. Su actitud era reprochable.
Tenía que esperar a tener una respuesta de la psiquiatra y la psicóloga de Yamato antes de actuar, pero ya no sabía si sería capaz. Aquella angustia cada vez la afectaba más.
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El último show fue intenso, brillante y vibrante.
El público cantó cada canción, lloró con cada solo y se emocionó con los versos de Yamato.
Lejos de aquel idílico mundo musical, Sora estuvo todo el concierto en el camerino.
Aún molesta y frustrada.
¿Cuándo había perdido el control así?
Lamentaba profundamente lo que ocurría, comenzaba a desconocerse a sí misma.
Al final se sentía tan inescrupulosa como su ex novio.
El final del show llegó, y todos los músicos se dirigieron a los camerinos, recogieron sus pertenencias y pronto se desplazaban en algunos vehículos hacia el aeropuerto.
La pelirroja les escuchaba hablar emocionados, pero ella no se sentía partícipe.
Estaba muy decepcionada.
Los trámites fueron rápidos – la joven representante siempre llevaba consigo toda la documentación – y ahora solo deseaba estar llegando al hotel para dormir.
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Yamato notaba a la pelirroja de muy mal humor, distante y fría. Por momentos parecía demasiado nerviosa y en alerta, y por otros se encerraba en un oscuro mutismo. Nunca la había visto actuar así. Se preguntaba si él habría hecho algo mal sin darse cuenta. No lo comprendía. Hacía tan solo veinticuatro horas, habían compartido una agradable conversación en París. Él le había mostrado su canción nueva, que había compuesto en honor a ella, le había agradado el coqueteo leve.
Pero aquella misma mañana, luego de desayunar, Sora parecía otra persona. Había sido distante, hablando lo estrictamente necesario.
¿Serían otra vez sus dudas?
Los vaivenes que ella tenía a veces le hacían sentir nervioso y eso debía solucionarse. No podía pretender una perfecta estabilidad, pero sí necesitaba que mejoraran su comunicación. Estaría dispuesto a escucharla y respetar los límites que ella marcara, pero no podía hacerlo si todo cambiaba abruptamente.
No pudo descansar, y el vuelo se le hizo muy corto. Un par de shows en Londres y llegarían los días libres en Portugal.
¿Podrían compartir algunos de esos días como habían mencionado la noche anterior?
Yamato salió de su profundo estado de ensimismamiento al pasar por la etapa de migraciones, se apresuró a recoger todo su equipaje y salir del aeropuerto lo antes posible.
Una vez hecho el ingreso, el camino hacia el hotel fue más rápido de lo que hubiera imaginado. Akira roncaba a su lado en el carro en el que iban, Hayato iba somnoliento y Sora en un intenso silencio junto al conductor del coche.
Yamato seguía estando preocupado.
Entró con rapidez a su habitación para dejar las maletas y decidirse a escribirle un mensaje a Sora.
Los minutos pasaron y no obtuvo respuesta. Y ahora realmente la necesitaba.
Luego de cerciorarse de que las habitaciones contiguas a la suya -de sus compañeros de banda- estaban en completo silencio, decidió salir y dirigirse sigilosamente a la de Sora, que quedaba un piso debajo de la suya. Había estado atento a escuchar el número de habitación de la representante y quería asegurarse de que ella estuviera bien.
No estaba seguro de hacerlo, pero prefería intentarlo, necesitaba más calma.
Llegó ante la puerta, preguntándose si ella acaso estaría durmiendo.
Era una posibilidad en la que no había pensado.
Dio tres golpecitos y aguardó a que la joven contestara.
Nada.
Aguardó unos minutos más y dio otro par de golpes.
Silencio.
Quizás debía irse. Estaba actuando de manera demasiado precipitada.
Se giró hacia el pasillo para ir al ascensor, y la vio de pie ante él.
Ella lo contempló entre extrañada y dudosa sobre si sería prudente entablar una conversación, era evidente que acababa de llegar a su piso.
-Sora. -fue todo lo que él pudo decir.
- ¿Necesitabas algo, Yamato? Lo siento, es que bajé el restaurante para beber algo. -ella se excusó, aún sorprendida por la aparición del vocalista allí.
-Yo solo quería saber cómo estás. Porque hoy te he notado algo distante y…
De inmediato escucharon la puerta de una de las habitaciones cercanas abriéndose, por lo que Sora se acercó a Yamato, le hizo un breve gesto con la cabeza para que la siguiera hacia su puerta y allí ambos ingresaron a la habitación.
Entraron y se quedaron en silencio, apoyados en la puerta, hasta que Sora habló en voz baja.
-Lo siento, ha sido brusco, pero no quería hacer una escena en el pasillo ante miradas indiscretas - se excusó la pelirroja.
Separó la espalda de la puerta y se adelantó hacia el centro de la habitación, ubicándose cómodamente sobre la cama que había en el centro, y haciéndole señas a Yamato para que tomara asiento a su lado.
Él siguió las indicaciones y se ubicó junto a ella. Buscó con la mirada otro lugar para tomar asiento, pero no divisó ninguno.
-Solo vine para saber cómo estabas -habló él finalmente, logrando vencer su nerviosismo previo - no sé qué ocurrió entre anoche, que estabas muy alegre, y hoy, que te lo has pasado ignorándome.
Ella suspiró.
-Lo siento, Yamato. Soy un desastre cuando se trata de ordenar mi cabeza – ella apoyó las manos en el colchón, echando la cabeza hacia atrás y agregando más molestia a su sentir.
-Solo hazme saber si acaso te ofendí. Necesito que seamos más frontales y directos con lo que nos pase, de esto dependerá el resto de la gira. – Yamato fue tajante para hacerle comprender que ambos estaban lidiando con la misma situación lo mejor que podían.
Sora se mordió el labio inferior. Él tenía toda la razón. Ahora se sentía una total inmadura y que no daba a la talla de lo que debía hacer, se suponía que ella sabía de qué manera trabajar. Se incorporó lentamente para ubicarse frente a él y mirarlo a los ojos.
-No puedo con esto – dijo la joven, siendo completamente sincera.
Yamato estaba desconcertado, no sabía mucho qué hacer. Pero entonces vio que Sora se inclinó hacia adelante, apoyando una de sus manos sobre uno de los hombros del vocalista, decidida.
Él no esperaba esa repentina acción de parte de la pelirroja, así que su primer impulso fue alejarse, pero finalmente levantó una de sus manos para sostener el rostro de ella con delicadeza y rendirse ante el contacto de sus labios, luego de tantas semanas deseando aquella cercanía.
El beso fue suave al principio, como si todo se tratara de explorar con lentitud las sensaciones que invadían sus sentidos, cada uno sentía cómo los latidos se intensificaban a medida que aquel beso evolucionaba de la ternura a una desesperada búsqueda de cariño y contacto más apasionado.
Yamato apoyó sus manos en la cintura de ella, sin dejar de besarla y atrayéndola hacia sí mientras se echaba hacia atrás, de modo que ella quedó prácticamente sobre él.
Sora se dejó guiar sin separarse del músico hasta quedar inclinada sobre el chico, sintiéndose embriagada por el perfume que emanaba de la piel del rubio.
No era momento de dejarse llevar. Acababa de dar un paso inmenso. Apoyó ambas manos en los hombros de Yamato y se separó un poco para respirar.
Se contemplaron durante unos segundos con las miradas encendidas.
-Me gustas – las palabras brotaron de los labios de la pelirroja sin que ella pudiera hacer algo para detenerlas – y no quería que esto fuera así. Pero ya no soporto esto. Esta mañana ofrecí la renuncia a tu equipo médico.
Él abrió mucho los ojos, sorprendido.
- ¿Qué? ¿Dejarás la gira?
-No. – Sora se incorporó y se echó hacia atrás, acomodó algunos cabellos rebeldes que se le habían escapado hacia delante.
-Sora – susurró él mientras se incorporaba, sin poder creer lo que acababa de suceder.
-Aun no tuve una respuesta formal. Debería habértelo comunicado, lo siento. Si deciden seguir mi sugerencia, solo dejaré de estar en las reuniones del equipo médico, deberán limitarse a informarme lo básico de tu evolución y notificarme con indicaciones mínimas sobre tu tratamiento. – la joven cerró los ojos durante unos instantes, suspiró aliviada - porque no quiero estar tan involucrada en tu proceso cuando ya he perdido la objetividad. Lo siento. Solo seré tu representante si me lo permiten.
-Y para mí eso es suficiente – dijo Yamato observándola fijamente - Si es la mejor solución para poder estar juntos, no me quejaré.
-Ellas se comunicarán contigo y con el resto de la banda para hablarles al respecto. Lo nuestro ya no será un secreto. Los chicos tienen la potestad de despedirme si lo ven necesario, por contrato tienen ese poder y debo acatar la decisión.
-Vaya, no lo había pensado.
-Es lo justo.
Yamato asintió, confuso. Ahora entendía perfectamente las actitudes nerviosas y sin sentido que habían dominado a Sora durante toda la jornada. También él experimentaba ahora cierta ansiedad. Decidió tranquilizarla pensando en voz alta.
-Estoy seguro de que te aprobarán para que continúes trabajando con la banda, nos has ayudado a mejorar nuestras relaciones interpersonales.
-Eso espero. -Sora hizo un breve silencio -Lamento no habértelo comunicado antes. Estaba abrumada.
-No, no te disculpes. No fue muy maduro de mi parte venir a buscar respuestas a tu puerta y a estas horas. Ahora solo agradezco este momento -dijo Yamato con una sonrisa - Pase lo que pase, lo único que quiero es tener la fortaleza de poder estar bien y juntos.
-Ya hemos sobrepasado la mitad de la gira -dijo ella esperanzada.
Eso es tranquilizador. – sonrió Yamato – Será agradable mostrarnos juntos con libertad, así que dime algo más, ¿Podremos volver a lo nuestro ahora?
Sora se ruborizó.
- ¿Acaso esto no era un sueño? – dijo ella riendo.
-Es de los que se hacen realidad – respondió el rubio, acarició la mejilla de la joven y ella inclinó la cabeza hacia la mano de él, dejando descansar su rostro allí. - ¿Puedes repetirme lo primero que dijiste, querida?
- ¿Qué cosa? - Sora lo observó y se detuvo unos segundos antes de sonreír y asentir – Te dije que me gustas, Yamato.
-Se oye precioso con tu voz – dijo el chico sonriendo – Sora, me gustas mucho. Y quiero besarte como no pude hacerlo antes de intercambiar habitaciones aquella noche.
Se inclinó hacia ella y la besó con más intensidad que antes, ahora sus manos tomaban un rol un poco más activo, acariciando el rostro, los brazos y la cintura de Sora mientras ella hacía lo mismo con él. Pronto los brazos de ella estaban alrededor del cuello, y ahora él era quien estaba encima, prácticamente tendido sobre ella, besando sus labios y desviándose de vez en cuando hacia el cuello, depositando varios besos en el camino y deseando estrechar aun más el contacto.
No quería que ella se sintiera presionada, no estaba seguro de que Sora realmente quisiera llegar más lejos esa noche.
Separó sus labios de la piel de ella y la observó con atención, atento a las expresiones de su rostro. Se tendió a su lado y apoyó su cabeza en el hombro de la chica, aferrándose a su cintura.
Los brazos de la joven rodearon los hombros de él, sentía que los latidos de su corazón disminuían de intensidad de a poco. No quería moverse de allí.
Escuchó a Sora reprimir un bostezo.
-No te vayas a quedar dormida de la emoción. - bromeó Yamato. Sora se rio.
-No me preocuparía tanto por la emoción, sino por el hecho de que pasaras la noche encerrado aquí conmigo y tuvieras que pasarte el día entero dando explicaciones que suenen increíbles para todos.
-Me encantaría quedarme a pasar la noche contigo, Sora.
Estuvieron varios minutos así, en silencio, disfrutando de la cercanía y el cálido ambiente.
Al cabo de varios minutos, Yamato se decidió a levantarse, así que se incorporó con lentitud, quería mirarla a los ojos. Apoyó el rostro en una de sus manos y al fijar la vista en ella, sonrió de medio lado.
Sora se había quedado dormida.
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Despertó a la mañana siguiente en un lugar extraño. Durante unos breves segundos se sintió un poco abrumado al no reconocer el lugar donde se encontraba.
Los recuerdos de la noche anterior surgieron y le refrescaron la mente, mientras una agradable sensación cálida inundaba su pecho.
Estaba en la habitación de Sora, recostado en la cama, con una almohada muy cómoda y una manta encima del cuerpo.
Sin dudas el cansancio había terminado por vencerlo también a él.
Durante el día anterior había pasado muchos nervios, venía de dormir muy poco y aún no se recuperaba del intenso último show de París. Además, el revoltijo de emociones y la preocupación que habían ocupado en su mente le habían hecho caer rendido en los brazos de Sora la noche anterior, poco después de que ella misma hubiera sucumbido al sueño.
Le había sorprendido la ternura del primer beso, habría esperado algo más desesperado, sin embargo, el encuentro había sido tan dulce y genuino, tan afectuoso, que pronto había olvidado que era ella quien insistía en que debería haber esperado más tiempo antes de dar ese paso.
Él no se arrepentía.
Escuchó el suave susurro del agua cuando se abrió el grifo en el cuarto de baño de la habitación en la que estaba. Se incorporó con lentitud y se levantó. Buscó sus zapatos junto a la cama y se los puso, aún aturdido por el despertar. Sora se estaba duchando, sin lugar a dudas. Curioseó en la habitación y advirtió que la valija de la joven representante estaba abierta.
Se acercó a la puerta del cuarto de baño y dio un golpecito discreto.
- ¿Sora?
-Yamato, ¿cómo estás? ¿Necesitas pasar?
- ¿Qué? – se sonrojó sorpresivamente, no esperaba avanzar tanto cuando recién despertaba.
-No pienses mal – se rio Sora desde la ducha, quien parecía haber interpretado los pensamientos de Yamato por el incómodo silencio – Lo decía porque quizás lo necesitabas, si puedes, espera a que salga y podrás pasar tú.
-Solo quería asegurarme de que podría irme antes de que tengas que salir, eh, porque no sé si…
-Tranquilo, me vestiré en el cuarto de baño, puedes esperarme si quieres, sino, podremos vernos más tarde.
-Eh… Qué alivio, pues no, te esperaré aquí.
Al cabo de varios minutos, la puerta se abrió, Sora salió hacia la habitación principal con el cabello pelirrojo húmedo y echado hacia atrás.
Yamato, quien estaba junto a la ventana observando el paisaje que ofrecía la hermosa y gris ciudad, sintió el aroma refrescante de la piel de la chica, intensificado por el vapor. Se giró hacia ella y le encantó verla tan radiante.
-En serio, te ves hermosa.
- ¿Qué quieres de mí? - bromeó la chica sonriendo.
-No sabes aceptar cumplidos.
-Es algo en lo que aun debo trabajar, Mimi suele reprochármelo.
Yamato se le acercó. No parecía tener muy claro cómo actuar.
La chica se adelantó hacia él, cuestionando divertida las evidentes dudas del músico para dirigirse a ella.
-Es que soy nuevo en esto de vincularme con personas de mi trabajo, ¿cómo quieres que sea? – se excusó él mientras sonreía inocentemente y estudiaba las expresiones de ella.
-Tonto – bufó ella burlonamente, pasó por su lado para ir a recoger su calzado, pero Yamato la detuvo con rapidez, sujetando su brazo con firmeza.
La hizo girar sobre su lugar hasta ubicarse justo frente a su rostro. Allí se acercó para besarla con más intensidad de la que había manifestado la noche anterior.
Ella soltó todo lo que sostenía en las manos y rodeó el cuello de él con sus brazos, atrayéndolo hacia su cuerpo.
Pronto estuvieron inmersos en un intenso intercambio de caricias, besos y pasión, que se vio interrumpido bruscamente por unos golpes en la puerta.
Desde el pasillo del hotel, les llegó la voz de Akira.
- ¿Sora? ¿Estás ahí? Yamato salió anoche de su habitación y no sabemos dónde está, las cámaras no lo captaron saliendo del hotel, pero le perdimos el rastro.
Los apasionados enamorados se separaron con rapidez, mirándose sorprendidos.
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