Los Dioses del Amor
La Doncella y el Caballero
—Maldito afortunado —se quejó Laurenz con dramatismo en tanto él y Matthias caminaban hacia la terraza en la planta alta por órdenes de su Aub—. ¿Porqué no puede traer también a Jazmín cuando nos llama para venir, ¿eh?
—Laurenz, alguien va a tirarte todos los dientes un día —dijo con calma el otro caballero sin dejar de caminar.
—¿Y? no vas a ser tú. Oportunidades no te han faltado.
—Pretextos tampoco —suspiró Matthias con cansancio cuando terminaron de subir, cruzándose de brazos ante Aub Rozemyne, quien estaba acompañada por Grettia y Lady Margareth en ese momento.
—Gracias por venir, chicos. Disculpen que les haya cambiado los turnos de nuevo.
Matthias sonrió sin mirarlas, todavía arrodillado frente a su señora, dedicando una mirada de advertencia a Laurenz para que no abriera la boca.
—Es un honor para nosotros servirla, Aub. Convóquenos cada vez que lo crea necesario, por favor.
Los dos caballeros se pararon. Matthias pudo ver entonces la enorme sonrisa de felicidad de su muy embarazada Aub y el rostro neutro de Grettia con la punta de sus orejas y la nuca sonrosadas.
—Gracias, Matthias. Siempre tan atento —lo recompensó su señora antes de mirar a Grettia, provocando que quisiera suspirar de cansancio solo de pensar en todo lo que Laurenz iba a tener que decir cuando acabaran con su turno—, de hecho, ¿podrías escoltar a Grettia, por favor? Tengo demasiado calor. Una jarra de té con mucho hielo y algo de gelatto me harían bien en este momento.
—Como Aub ordene —respondió él, notando el sonrojo de Grettia todavía más evidente.
La joven miró a ambos lados antes de cruzar sus brazos y comenzar a avanzar hacía él. Matthias la esperó antes de comenzar a caminar a su lado al mismo paso… el problema de que Grettia no caminara más rápido fue que las palabras del estúpido de Laurenz los alcanzaron justo cuando estaban por salir.
—Aub Rozemyne, usted se ve cada día más radiante. ¿Cree que pueda traer a mi prometida uno de estos días para coquetear también frente a usted?
Las risas de su señora los alcanzó también, una risa pequeña que trataba de contener una carcajada.
—¿Si recuerda que Aub Rozemyne puede encerrarlo por insubordinación, verdad? —escucharon a Margareth llamando la atención del caballero.
—Yo solo decía. Estoy seguro que podríamos dar un espectáculo más interesante que esos dos shumils.
Matthias cerró la puerta de la terraza detrás de ellos y notó el color rojo intenso en la nuca de Grettia. Le habría ofrecido su brazo, pero luego de aquello, era seguro que la joven saltaría a un lado.
—Por favor, no te tomes a pecho las palabras de ese idiota. A veces pienso que está ansioso por conocer a la pareja suprema.
Los ojos de Grettia lo miraron apenas un segundo, antes de asentir y seguir adelante con la mirada en el suelo, caminando con el cuerpo más tenso de lo usual.
—Es difícil… Laurenz siempre encuentra… como incomodarme.
Matthias soltó un suspiro con tanto disimulo como fue capaz. Laurenz los había estado fastidiando por años a pesar de ser su mejor amigo. Por suerte su fijación por molestar a Grettia había estado dimitiendo poco a poco con el tiempo. Ahora sus burlas eran más bien dirigidas a Jazmín, una de las asistentes de su señora. La joven de cabellos morados y ojos rosas solía reírse de las tonterías de Laurenz o burlarse de regreso, ocasionando que quien estuviera de guardia con el caballero de cabellos verdes se soltara riendo sin más. A veces los intercambios eran brutales… y terminaban de manera irremediable en besuqueos descarados cuando ambos se encontraban fuera de turno.
—¿Gustas que te escolte hoy a casa?
—Yo…
Esa duda era inusual. Grettia solía aceptar de inmediato y agradecer o disculparse de manera clara por salir más tarde o más temprano.
—¿Grettia?
—Matthias… ¿crees que podrías ir a mi casa y, avisar a mi asistente para que me traiga ropa?... Aub Ferdinand habló conmigo esta mañana antes de irse a la Conferencia… no puedo regresar a casa hasta nuevo aviso.
Eso era todavía más inusual… luego Matthias se dio cuenta de una cosa importante… todos los que habían tenido permiso de acercarse de verdad a su señora desde que se hiciera con la Carga de Geduldh eran sus juramentados. Ni siquiera sus hermanos tenían permiso de acercarse a ella… o los juramentados de su consorte. Debía ser una de las medidas para permitirle deambular por el castillo esta vez, así que Matthias asintió.
—¿Hay algo más que quieras que te traiga, Grettia?
La chica negó antes de obsequiarle una sonrisa diminuta y tímida. Estaban por llegar a las cocinas y aún así, Matthias le ofreció su brazo, cubriendo la mano de Grettia apenas sentirla en él, sonriéndole contento y caminando un poco más despacio.
–Hablaré con tu asistente y la ayudaré a traer tus cosas… puedo quedarme en las habitaciones del edificio de caballeros mientras tanto. Estaré cerca por si me necesitas.
Ella asintió y volvió a sonrojarse de un modo adorable. Quería besarla, aunque fuera un poco. De verdad que deseaba acorralarla contra una pared, tomarla de la barbilla y besarla bajo el abrigo de su capa, pero eso podría asustarla demasiado. Se contentó con sentir la mano de Grettia entre su mano y su antebrazo antes de soltarla para que pudiera sacar un carrito con las cosas solicitadas por su señora. Matthias la esperó antes de escoltarla de regreso, caminando un poco más atrás en un intento de captar el aroma del rinsham en su cabello, pero era inútil. Apenas era perceptible cuando la escoltaba o bailaba con ella. Sin contacto físico para permitirle acercarse, tendría que conformarse con mirarla y ya.
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No pasó mucho para que su señora tuviera una hermosa hija. Grettia se sentía feliz cada vez que podía ser de ayuda para su señora y sus dos hijas, ya fuera que sostuviera a la más pequeña para que la menor pudiera descansar en los brazos de su madre mientras Aub Ferdinand se ocupaba de los asuntos importantes del Ducado o auxiliando a su señora para cambiar y bañar a la bebé.
Margareth había estado revisándolas a ambas la primera semana y luego comenzó a espaciar las revisiones y a acortar su propio horario de trabajo. Al parecer, la erudita también estaba con la carga de Geduldh.
Al menos tres semanas después del nacimiento de Lady Hoshi, Liesseleta entró junto con ella a ver a su señora.
La arreglaron y prepararon para ir a la oficina, colocándole uno de los amuletos más grandes que hubieran visto en lugar de la ropa de plata. Aub Ferdinand se había pasado de la raya está vez.
Un anillo en cada dedo, unidos a largas cadenas de mana entretejidas con piedras fey que le cubrían los brazos y la espalda a su señora. Las dos chicas estaban familiarizadas con ese, que había sido diseñado para interferir con el poder de los dioses. El amuleto se ajustó de inmediato y prosiguieron con el siguiente.
Grettia se sintió sonrojar de manera furiosa al encontrar un amuleto que se ponía igual que la ropa desvergonzada con que su señora se había encaprichado en algún momento de su primera temporada de embarazo. Piedras Fey pequeñas y medianas del color del arcoíris se entretejían unas con otras para cubrir los senos de su señora, bajando con descaro por su vientre, cubriendo su ombligo y abrazando su cintura, enroscándose en sus muslos. Por lo menos el amuleto se mantenía lejos del jardín y la flor de su señora.
Luego seguía colocarle uno por uno todos los brazaletes que debía portar en los muslos, las piernas, el tobillo y los dedos de los pies. De esos debían ser unos quince en cada pierna.
–¡En serio lamento que tengan que ponerme todo esto! –se disculpó Aub Rozemyne en un suspiro–. Temo que Ferdinand cree que me pasará algo malo si regreso ahora a la oficina.
–No se disculpé con nosotras, milady –respondió Liesseleta–, comprendemos que Aub Ferdinand esté preocupado por usted.
–Gracias, Liesseleta. Escuché que Angélica ha estado un poco decaída en su casa. ¿Saben algo?
Las dos asistentes comenzaron a colocarle a su señora la ropa interior y las medias sin que Liesseleta dejara de hablar.
–Ayer me invitó para tener una fiesta de té en su casa el día de la fruta. Le pregunté a Lord Eckhart al respecto y dijo que esperan también a algunas de las caballeras con las que suele relacionarse.
–Me alegra saberlo. Espero que vayan y le den mis felicitaciones por su primer bebé.
Ambas chicas se sonrojaron un poco. No era usual que se dieran felicitaciones por embarazo dado que este solía esconderse de todos, menos de la familia inmediata.
Para cuando terminaron de vestir y acompañar a Aub Rozemyne a la oficina, Liesseleta tenía una sonrisa bastante amplia en su rostro.
Pronto se acercó la hora del té. Las dos asistentes fueron entonces a preparar una habitación y algo de comida para los dos Aubs, recordando de inmediato como había funcionado la hora del té cuando su señora volvió al despacho luego de su primer bebé.
–Grettia, Lord Eckhart me pidió que te diera esto –murmuró la peliverde antes de entregarle un sobre sellado.
–¿Esto es… una invitación?
Grettia se encontró con una bonita sonrisa amistosa cuando terminaron de preparar el carrito de servicio con la comida y el té.
–Lord Eckhart dijo que invitaría a Matthias también y que Angélica había pedido por ti. Espero verlos a ambos ahora que puedes moverte con más libertad.
–Gracias.
Ambas comenzaron a hacer su camino entonces. Liesseleta directo a la sala de té y Grettia a la antigua habitación de Aub Ferdinand, donde la pequeña Hoshi pasaría las mañanas. A falta de una nana, Clarissa estaba haciéndose cargo por el momento.
–¿Ya es hora? –preguntó la castaña sentada al lado de la pequeña cuna.
–Si. Puedes descansar hasta la quinta campanada, Clarissa.
La erudita de la espada se puso en pie, tomando a la bebé en brazos y entregándosela a Grettia luego de ajustarle una manta con forro de plata para llevarla bien cubierta.
–Es muy parecida a Aub Ferdinand, ¿no crees, Grettia?
La joven sonrió ante el calor y el peso agradable entre sus brazos.
–A veces me preguntó si es así. No va a tardar en comenzar a llorar.
–¿De qué hablas? La pequeña princesa se ha portado muy…
Cómo si hubiera estado esperando, el ceño de la bebé se frunció al igual que sus labios, su piel se puso roja y soltó un berrido fuerte y claro que comenzó a repetirse como si la hubieran lastimado.
–Shhh, shhh, en un momento la van a alimentar, princesa. No llore tanto.
Ambas mujeres salieron. Clarissa descubrió la mano de la bebé, verificando que el aparato de mana estuviera funcionando.
–No lo entiendo, ¡estaba tranquila y bien hace solo un momento!
–Grettia sonrió sin disminuir la velocidad, meciendo un poco a la bebé que lloraba con insistencia.
–Aub Rozemyne dice que la bebé se sabe las campanadas mejor que nadie. Llora poco antes de que sea su hora de comer y luego llora y patalea un poco antes de que debamos cambiarla.
–¿En verdad?
Grettia sonrió divertida recordando dos noches atrás. Ella estaba ocupada atendiendo a su señora cuando Hoshi comenzó a llorar histérica. Aub Ferdinand tuvo que cambiarle los pañales, incapaz de esperar a que terminarán de atender a su esposa y cuando Aub Rozemyne estuvo lista, su esposo le ordenó a Grettia preparar un baño de inmediato. Al parecer, la princesa había mojado y batido a su padre sin ninguna consideración y el hombre parecía indispuesto a aguantar solo con un washen para él o para su hija. Un poco después, Justus saldría del baño aguantando la risa porque la bebé se había dedicado a patalear y lanzar agua cada ves que Aub Ferdinand intentaba salir con ella de la tina, de modo que el hombre estuvo atrapado con ella quince minutos más de lo necesario.
–Se parece a Aub Ferdinand, pero parece dispuesta a poner todo tipo de trabas y retos a los demás.
Clarissa solo se cubrió el rostro con un abanico para ocultar una sonrisa divertida.
La pareja archiducal aprovechó el té para que Hoshi fuera amamantada. Grettia esperó con paciencia para poder cambiar a la princesa por ropa fresca algo después en la habitación donde estaría descansando durante el día el resto de la temporada, sintiéndose tranquila al estar encargada de llevar a la princesa con su madre cada campanada.
Para la quinta, la bebé comió en la sala privada de lectura de Aub Rozemyne y luego Grettia la llevó consigo, sonriendo. Clarissa se quedaría con la pequeña hasta la sexta campanada para que Grettia pudiera ayudar a su Aub a cambiarse y prepararse para tomar la cena en su habitación, luego de eso, dejarían a la pequeña para que durmiera con sus padres, retirándola hasta que cumpliera un mes.
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El día de la fruta llegó por fin. Matthias se levantó temprano para entrenar con Laurenz y luego de asearse se dirigió a la casa de Grettia. Ambos irían a la casa de Lord Eckhart, ella para una fiesta de té y él para un breve torneo de gweginen contra los hermanos Linkberg y el esposo de Liesseleta.
–Pareces un poco nerviosa –comentó Matthias disfrutando de volar con su prometida por la zona de los nobles.
–No estoy segura de poder aportar algo a la conversación. No estoy casada ni tengo hijos.
–Judithe tampoco está casada y también la invitaron. No te preocupes.
El aroma del rinsham de Grettia parecía más fuerte de lo usual mientras la abrazaba para evitar que cayera de su bestia alta. La joven lo miró un momento antes de volver a mirar al frente.
–Supongo que estaré bien entonces. Me preocupaba que solo hubiera… mujeres con experiencia completa en tener familia.
En serio quería besarla o que ella se recargara en él como había visto a su señora cuando montaba con Aub Ferdinand en ocasiones…
Pronto llegaron a su destino. Matthias ayudó a Grettia a bajar, sonriendo cuando su collar de compromiso se asomó por entre sus ropas. Él guardó su bestia alta y luego le ofreció el brazo para escoltarla al interior de la mansión.
Los asistentes que los recibieron los guiaron de inmediato a la sala principal donde ya se encontraba el resto de los invitados.
–¡Matthias! Que bueno verte aquí –exclamó Cornelius con efusividad.
–Es un gusto que Dreganurh haya tenido a bien cruzar nuestros hilos de nuevo, Lord Cornelius.
–¿Tenemos que usar títulos? –preguntó la anfitriona de inmediato. La tela plateada que portaba bajo su ropa era un poco visible.
–No realmente –respondió Lord Eckhart–, pero ya conoces a Matthias. Si se siente más cómodo así, lo mejor será dejarlo.
La pareja se sonrió de manera sincera. Matthias podía verlos tomados de las manos y sus ojos volaron a las manos de Grettia, a quien estaba ayudando a sentarse.
Después de eso la reunión fluyó con normalidad, entre dulces, bocadillos salados, diferentes tipos de té y una charla superficial sobre tendencias, entrenamientos y la introducción de algunas bebidas y alimentos nuevos.
Al final, los hombres se disculparon y se retiraron de la mesa para irse a jugar al gweginen a la biblioteca de Eckhart.
Al parecer, Aub Rozemyne los había influido a todos. Había visitado las casas de todos sus compañeros con anterioridad y todos tenían una sala de libros pequeña dentro de sus despachos. La idea era usar dichas zonas de la casa para algo más que hacer las cuentas de la casa y organizar los insumos de la misma.
La única sala de libros casera que de verdad era una sala de libros era la de Roderick. El chico contaba con un juego completo de todos los libros creados por las imprentas de Aub Rozemyne, no importaba quien los hubiera escrito o de que tema fueran.
–Oye, Matthias –preguntó de repente Cornelius–, ¿se casaran este verano o vas a seguir esperando? Le diste la piedra después del baile de invierno si no recuerdo mal.
El joven caballero se sonrojó un poco, cubriendo su barbilla y su boca para disimular sin dejar de mirar el tablero.
–Depende de Grettia. Yo ataría mis estrellas con ella este año, pero… temo que se convierta en un shumil asustado si fuerzo las cosas a ir más rápido.
–Ojalá todos fueran tan respetuosos y rectos como tú –continuó Cornelius a su lado, mirando su propio juego.
–Cornelius, si tanto te molesta como trató a mi esposa, puedes ir a visitar a Lamprecht a la frontera –gruñó Eckhart haciendo su movimiento y llevándose dos fichas de su hermano.
–Leonore se habría molestado demasiado si hacía eso hoy –contestó el menor de los Linkberg.
Matthias solo sonrió, moviendo sus propias fichas y observando a su oponente con atención, guardando silencio. Cornelius podía ser tan molesto como Laurenz cuando se lo proponía en un sentido diferente. Mejor no volverse un blanco de sus ataques.
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–... Ha estado pateando tanto, que Eckhart jura y perjura que va a ser un caballero cuando crezca.
Hubo algunas risitas en tanto más té y pastas eran servidas en la mesa. Grettia se sentía tranquila porque en realidad cada una había estado contando de lo que quisiera.
–Yo extraño esa sensación –confesó Liesseleta–. Quizás tenga otro después, no estaría mal ahora que puedo decidir si seguiré asistiendo al trabajo o si quiero recibir a mi hermana y mis amigas para tomar el té.
Hubo algunas risillas y luego Judithe se sentó más erguida de lo normal.
–¿Crees que nazca para antes del nudo estelar, Angélica? Después de todo, voy a tener el mío este verano.
–¿Cómo te ha ido con tu prometido, Judithe? –preguntó Liesseleta–. Roderick me aseguró que le entregó el libro, pero…
Hubo algunas risitas y Grettia noto como Judithe se sonrojaba un poco.
–Bueno… hemos estado experimentado un poco con lo de los besos… sin llegar a los del Dios de la oscuridad y la Diosa de la luz, por supuesto. Quiero tener algo que descubrir cuando sea mi noche de las estrellas.
Las hermanas soltaron algunas risitas y Grettia solo sonrió. Este cotilleo era interesante y un poco divertido.
–¿Y ya no le tienes miedo a su espada? –preguntó Angélica con inocencia, provocando que Liesseleta se cubriera la boca con su abanico y Judithe se sonrojara completa.
–Yo… ahm… ¿Tu también te casas este verano, Grettia?
Las tres chicas la estaban mirando ahora. El cambio de curso había sido tan rápido que Grettia solo bajó la galleta que estaba por comer antes de mirarlas a todas.
–No –respondió con sencillez cuando al fin se recuperó de la sorpresa–. No hemos hablado de eso.
–¿No te dio una piedra de compromiso después del baile? –preguntó Angélica otra vez, haciéndola sonrojar.
–Si, pero, no hemos… no hemos decidido nada hasta ahora.
Liesseleta cerró su abanico entonces, ofreciéndole una sonrisa noble sin dejar de mirarla.
–¿Y estás bien con eso, Grettia? Matthias es muy apuesto y en realidad tiene bastantes admiradoras entre el servicio.
–¿También entre las asistentes? –preguntó Judithe con los ojos muy abiertos–. Pensé que era solo con las caballeras.
–Pero eso debe ser algo normal, ¿no? –cuestionó Angélica ahora–. Matthias es fuerte y muy disciplinado.
De pronto Grettia no sabía que decir. Ella también encontraba atractivo, disciplinado y agradable a Matthias. No podía evitar sentirse cómoda a su lado… incluso durante los días que Aub Rozemyne los estuvo juntando en la biblioteca, la terraza y la sala de música.
–Al menos han intercambiado mana, ¿o no? –preguntó Liesseleta mirando de soslayo la cadena alrededor del cuello de Grettia–. Imagino que ya te acostumbraste a su mana.
Está vez, Grettia sintió como se sonrojaba de la nuca, evitando a toda costa pasarse una mano debajo de su trenza y mirando a la mesa.
–No… charlamos cuando volvemos a casa o de camino al castillo… y me escolta siempre que puede, pero…
–¿Entonces tampoco se han besado? –preguntó Judithe en voz un poco más alta de lo socialmente aceptable.
Grettia negó despacio, preguntándose de pronto porque Matthias no había intentado llegar más lejos de solo escoltarla o charlar.
–No te preocupes por eso, Grettia –dijo Angélica con su sonrisa usual–. Eckhart no intercambio mana ni me besó ni me tocó sino hasta tiempo después de nuestra unión de las estrellas y míranos ahora. ¡Somos felices y tendremos un bebé!
Eso la hizo sonreír de nuevo. Por suerte el tema volvió a cambiar de inmediato y Grettia pudo dejar de preocuparse por un rato.
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Pronto pasó la ceremonia de unión de las estrellas. Ella acompañó a su señora a amamantar a la pequeña Hoshi y luego Clarissa se encargó de permanecer con la pequeña para que Grettia pudiera cambiarse y asistir a la socialización de solteros. No quería hacerlo, pero se esperaba que todas las mujeres solteras se presentaran.
Por desgracia, Matthias no la estaba esperando, así que tuvo que prescindir de su escolta. A diferencia de ella, él había estado libre desde más temprano.
Usando el vestido que se había mandado a hacer para la ocasión, Grettia comenzó a recorrer la sala despacio, haciendo lo posible por pasar desapercibida hasta encontrar a su prometido. El problema fue que, de hecho, lo encontró rodeado de otras chicas.
Asistentes, caballeras y eruditas lo tenían rodeado. Matthias era amable con todas ellas, despidiéndose de pronto sin alcanzar a verla a ella, ya que le estaba dando la espalda cuando se alejó. La peligris estaba a punto de alcanzarlo cuando la voz de una de esas mujeres llamó su atención.
–¿Y si ésta comprometido, donde está su futura diosa? –se quejó una.
–¿Siquiera existe? Bien podría ser solo una excusa para rechazarnos a todas.
–Yo lo he visto escoltando a una de las asistentes principales de Aub en más de una ocasión, pero no parecen ser más que amigos.
–No quería hablar de esto, pero con lo atractivo que es Lord Matthias… ¿No será que prefiere la copa de Vantole antes que el cáliz de Geduldh?
Hubo un suspiro de sorpresa general. Varias de las chicas cuchicheando voltearon a verlo, Grettia incluida. Si estaban viendo lo mismo que ella, a ninguna le había pasado por alto el brazo de Laurenz alrededor de los hombros de Matthias o el amistoso intercambio de golpes que el joven había tenido con dos caballeros más sin tratar de soltarse del abrazo del alegre peliverde que parecían disfrutar de molestarlos a ambos en ocasiones.
–¿Con Lord Laurenz? –preguntó otra chica cubriendo su boca con un abanico y hablando en tono incrédulo–, a ese lo he visto tratando de convencer a Lady Jazmín de convocar al invierno en varios de los pasillos.
Más risillas. Grettia se sintió sonrojar. Ella también había visto al mejor amigo de Matthias hacer algo más que abrazar a su prometida con demasiado entusiasmo.
–Y aún así, él tampoco ató sus estrellas el día de hoy. ¿Siquiera ha intercambiado piedras de compromiso con Lady Jazmín?
–Quizás Lord Laurenz quiera una Diosa de la luz y un dios Oscuro. Ya saben. Luego del último volumen que salió del buen libro…
–¡Es todo un escándalo! ¡Hombres convocando el invierno con otros hombres y mujeres con otras mujeres!
–A mi no me importaría ser la Diosa de la Luz para esos dos, o que convoquen el invierno juntos mientras me permitan verlos y me coloquen en medio.
No pudo escuchar más, solo se alejó de ellas y de Matthias, circulando un poco e intercambiando algunos saludos antes de alcanzar la puerta, justo a tiempo para escuchar a Aub Rozemyne invitando a los asistentes a la socialización de solteros para buscar una pareja y unirse a los bailes. En el escenario sus músicos ya estaban listos y pronto se comenzaron a formar las filas para el baile de cuadrilla.
Grettia miró a Matthias una última vez, quitándose de encima la mano de Laurenz y empujándolo un poco hacia Lady Jazmín que acababa de alcanzarlos. Los ojos azules de Matthias se cruzaron con los de ella y sintió su maná saltar un momento, perdiendo su control un momento y sonrojándose cuando lo vio sonreírle y avanzar hacia ella.
Las palabras de las otras chicas llegaron en torrente a su recuerdo. La posibilidad de que él la estuviera usando y no planeara atar sus estrellas con ella la hicieron sentir mareada y apenas ver qué la puerta se abría para permitir que entrara servidumbre con copas de bebida, botellas de vize y bandejas de bocadillos bajo la supervisión de Lord Lasfam, Grettia se escabulló, caminando tan rápido como podía a la salida más cercana.
Estaba a dos pasillos de distancia cuando su voz la hizo congelarse en su lugar.
–¡¿Grettia?!
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La había estado buscando desde que empezó el evento cuando fue emboscados por un montón de señoritas que no dejaban de flirtear de un modo u otro. No entendía la razón. ¿Por qué no emboscaban así a Laurenz cada año pero a él sí?
Apenas pudo, se despidió con amabilidad y se alejó, encontrando a Laurenz y a varios otros compañeros de caballería.
–¿Pero miren quien llegó? El caballero más galán –soltó Laurenz entre risas antes de atraerlo y abrazarlo con la izquierda sin dejar de sonreír en tanto los otros dos se reían de la broma.
–Laurenz, ¿cuándo vas a madurar? –le susurró apenas pudo.
–¿Madurar? ¡Ni que fuera una fruta! –se burló su mejor amigo, haciendo reír de paso a los otros dos, robándole una sonrisa divertida–. ¡Eso, Matthias! ¡Sonríe galán! Déjame disfrutar de ser el único metiendo mano a esos músculos frente a todas tus admiradoras.
–¡Laurenz, en serio! Uno de estos días…
–Si, si. Me dejaras sin dientes, sin lengua y te aseguras de dejarme calvo, pero no será hoy. Jajajajaja. ¡Deberías de ver las sonrisas falsas que nos están dedicando ese grupo! ¡Es hilarante lo idiotas que son algunas!
–Oye, Laurenz. Escuché que Lady Hannelore vendrá el mes entrante para celebrar algunos ditters de robo de tesoros –comentó uno de los chicos–. ¿Creen que Aub ya tenga suficientes manos libres para entonces?
–Escuché que Raymund logró ajustarlos para uso de caballería –comentó el otro–, parece que Aub Ferdinand quiere usar los ditters del mes entrante para verificar su uso y ofrecerlos en la siguiente Conferencia de Archiduques.
–Aub Ferdinand lo que quiere es verificar que nuestro entrenamiento esté a la altura de un Ducado alto –comentó él, ignorando del todo a Laurenz–. Si alguien está interesada en probar los manos libres para su comercialización, esa debe ser Aub Rozemyne.
–¿En serio? Si es menor que nosotros –se burló uno de sus compañeros.
–No la han visto negociando –comentó Laurenz con orgullo–. Estoy seguro de que si Aub Rozemyne negociará con Lord Ferdinand, lo estafaría para hacerlo pagar más de lo que fuera necesario y lo enviaría de regreso con una enorme sonrisa, pensando que ha hecho un trato inmejorable.
Sus compañeros lanzaron una mirada poco disimulada a Aub Rozemyne. Matthias se mantuvo en calma, después de todo, había escuchado a muchos nobles originarios de Ahrensbach hablando de manera similar, insistiendo o insinuando en que era Aub Ferdinand quién llevaba las riendas de Alexandria a través de su joven e inocente esposa… no podrían estar más alejados de la realidad y ellos lo sabían. Aub Ferdinand era solo un coordinador que evitaba que la genialidad de su señora los inundará, llevándolos a su propia destrucción por el exceso de trabajo y tecnología nueva.
Fue entonces que se invitó a los invitados de la socialización a prepararse para los bailes mientras los músicos comenzaban a acomodarse en su lugar en el escenario.
–¿Bailarías conmigo, Matthias? –preguntó Laurenz con esa sonrisa burlona y su rostro demasiado cerca para su gusto–. Prometo reírme muy fuerte cuando las chicas comiencen a murmurar espantadas que el caballero más…
–Laurenz, deja de atraer a Chaocipher –llamó una voz femenina.
–¿Celosa de que lo estoy abrazando o…?
Matthias se aguantó la risa, retirándose el brazo de Laurenz para luego empujarlo con fuerza hacia su prometida.
–¡Todo suyo, Lady Jazmín! Por favor, no me lo devuelva.
–¡Hey, eso me ofendió! –se quejó Laurenz y Matthias comenzó a buscar a Grettia con la mirada… encontrándola al otro lado del salón, junto a la puerta… volteando sonrojada apenas sus miradas se cruzaron para luego salir de ahí con apuro.
Algo debía estar mal. Grettia disfrutaba mucho de bailar con él, podía notarlo en lo radiante de su sonrisa y la chispa en sus ojos cada vez que asistían a algún baile… entonces… ¿Qué estaba pasando?
Cuando Matthias se dio cuenta ya estaba en la puerta de salida, moviéndose con rapidez para darle alcance. Era una suerte que ambos estuvieran en el mismo rango de mana en ese momento porque podía sentirla a la perfección. Si bien detectaba algunas otras presencias en los pasillos, estaba tan concentrado en ella que podía percibirla con total claridad.
Estaba muy cerca de la salida cuando la divisó.
Brillante cabello gris trenzado sobre un hermoso vestido lila en diferentes tonos se movía con apuro y algo encorvada hacia la salida. No pudo tolerarlo más. Algo de verdad no estaba bien. ¿Le habían faltado al respeto? ¿Alguien había sido malo con ella?
–¡Grettia!
Ella se detuvo entonces sin voltear y él aceleró aún más recriminándose por no escoltarla cuando tuvo que acompañar a Aub Rozemyne por su hija. No debió escuchar a los hermanos de su Aub. ¿Qué importaba si llegaba con su armadura a la socialización?
–¡Grettia! ¿Estás bien? ¿Qué sucedió?
Ella aún no volteaba a verlo, solo temblaba, preocupándolo.
Matthias se paró frente a ella entonces, descolgando su saco de piedras vacías para ofrecérselo a ella, sorprendiéndose cuando Grettia lo rechazó de un ligero manotazo.
–¿Grettia?
–¡¿Me estás usando para evitar otros compromisos?!
–¡¿Qué?!
Le quedaba claro que ella estaba furiosa y confundida… muy confundida y de verdad que no entendía de dónde venía eso.
–En realidad no deseas casarte conmigo, ¿cierto?
La acorraló contra la pared, cubriéndola con su capa para que nadie pudiera ver el estado en qué estaba. Su perfecta mascara noble se desmoronaba frente a él, dejando detrás un rostro lleno de angustia y decepción que le dolía.
–¿Por qué piensas eso? ¡Claro que quiero atar mis estrellas contigo!
–¡¿Y entonces porqué estamos en la socialización de solteros y no en nuestra noche de las estrellas?!
Ahora el confundido era él. La miró por tanto tiempo, dándole vueltas a todo, que el noble color de Geduldh no tardó en tintar las mejillas de Grettia de una forma adorable.
–No quería asustarte –respondió por fin–. Sé que tienes problemas para relacionarte con los demás, en especial con los chicos… yo estaba esperando a que estuvieras lista… no pensé que querrías casarte tan pronto.
Ella no parecía creerle, con los ojos llenándose de lágrimas y sus puños blancos de tanto presionarlos.
–¿Debo creer eso? ¿Debo pensar que es mi culpa que ni siquiera me encuentres atractiva?
Abrió mucho sus ojos. No podía estar hablando en serio, ¿O si?
–No sabes lo que dices, Grettia. Yo… te encuentro… mucho, mucho más que atractiva, solo no quiero que te sientas incómoda y…
–Toca mis manos entonces, o ponme una de tus piedras en la frente en lugar de ofrecerme tu saco de piedras.
No podía creer que hablara en serio. ¿Debería arriesgarse?
Su prometida levantó la mirada y encontró que lo estaba retando a hacerlo. Tomando un poco de aire, Matthias despegó una de sus manos de la pared, cargando un poco de mana en las yemas de sus dedos antes de buscar una de las manos de Grettia y abrirla. Concentró el mana en su palma, haciéndolo girar por mera anticipación. Ella abrió su palma, aceptó su mana y le dio del de ella. La sensación era cómoda a diferencia del día en que habían intercambiado piedras. Se habían sentido un poco incómodos, solo un poco. No ahora que estaba acostumbrado a causa de la piedra que permanecía alrededor de su cuello incluso cuando se bañaba.
–¿Me crees ahora? Solo estaba dándote tiempo, Grettia. Hay tantas cosas que quiero hacer y experimentar contigo, pero sé que eres muy tímida y yo…
No pudo seguir hablando. La chica lo tomó del cuello de la camisa, obligándolo a agacharse antes de poner sus labios sobre los de él para luego besarlo de un modo que nunca antes había experimentado.
Su boca se abrió ante un cosquilleo en sus labios causado por el mana de su compañera. Su boca se abrió ante aquella sensación y sintió un sabor curioso, similar al khaffi frío con leche y azúcar, dejándole un regusto un poco amargo al final. Solo un poco.
Pronto sintió las manos de Grettia sobre su rostro, pintando poco a poco con mana su cuellos y sus hombros, cruzando su pecho y resbalando por su hombro y su brazo libre hasta alcanzar su mano, guiándolo hasta apoyarlo en ella, obligándolo a rodear su cintura y bajar hasta alcanzar sus asentaderas.
Su mano apretó un poco. La boca de Grettia se despegó de sus labios para comenzar a besarlo en el cuello con lentitud, su mana dejándolo sensible en tanto la incredulidad le nublaba la mente. Estaba seguro de que a pesar de estar despierto se encontraba en el mundo de Schlaftraum porque no podía ser que Grettia besara tan bien… o se moviera tan bien… o usara su mana tan bien.
Las manos de Grettia volvieron a su pecho, subiendo despacio por sus hombros y usándolos de apoyo. De pronto sintió una fricción demasiado agradable y olvidada sobre su espada. Su mano en la pared mantenía su capa en alto en tanto su otra mano atraía más el cuerpo curvilíneo de su prometida, sintiendo como era frotado muy cerca de su jardín… y soltando un gemido imposible de contener cuando ella alcanzó su boca de nuevo para besarlo.
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Era menos desagradable de lo que había esperado. Quizás por haber usado el mana de Matthias alrededor de su cuello por casi medio año era que esto se sentía mucho menos desagradable que ser tocada por el padre y el hermano mayor de Laurenz… claro que hacía muchas vueltas de hilo de aquello. Ella ya no era una menor de edad. Ya no vivía en Ehrenfest. Los dos hombres que la habían enseñado cómo despertar las bendiciones de Beischmacht y levantar la espada del invierno de cualquier hombre habían muerto mucho tiempo atrás.
Su boca alcanzó de nuevo la de Matthias, frotando su cuerpo contra la espada de él con mucha más facilidad que en el pasado. Quería saborear de nuevo ese sabor dulce con esa nota amarga al final, disfrutar que no habría maná doloroso o desagradable… pero Matthias soltó un gemido en su boca y se estremeció en sus brazos.
Debía ser cierto que la encontraba atractiva o no hubiera hecho nevar, todavía vestido solo con eso.
–Hay una habitación vacía enfrente –propuso ella, recordando el entrenamiento que sus antiguos dueños dejaron inconcluso–. Podríamos entrar para que pueda asearte. No… no me molestaría hacerlo… si eres tú.
Silencio.
Estaba segura de que Matthias había dejado de respirar. Levantó sus ojos esperando verlo sonrojado por invocar tan pronto su nieve y encontrándose en cambio con sus ojos azules muy abierto y su rostro entero lleno de asombro y luego… de algo más. ¿Preocupación? ¿Desconcierto? ¿Molestia?
–¿Matthias?
Su prometido la soltó, dejando caer su capa antes de mirar a todos lados y luego a sus pantalones. El sonrojo que esperaba ver apareció en ese momento, lo que no esperaba fue que él caminara hacia la puerta, abriéndola antes de hacerle el ademán de escoltarla, haciéndose a un lado para dejarla pasar en cuanto lo alcanzó.
Ahora estaba preocupada. Matthias no iba a abofetearla ni a insultarla para luego tirarla al suelo y patearla en las costillas y el cáliz por hacerlo terminar tan pronto… ¿Verdad?
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Estaba tan desconcertado y perdido, esperando que ella entrara, que no podía pensar con claridad.
Grettia entró en la habitación y él cerró la puerta, invocando un washen en sus pantalones antes de frotar sus ojos para luego voltear, encontrando pánico en los hermosos ojos de esmeralda de la mujer a la que le había prometido ser su espada y su escudo en la piedra de compromiso que colgaba de su cuello, oculto en su escote.
¿Qué le habían hecho a su dulce Grettia? ¿Quién la había lastimado de ese modo? ¿Cuándo pasó?
Matthias dejó de mirarla a ella por un momento para reconocer su nuevo entorno. Era una pequeña habitación con cajas, frascos de conservas, gruesas cobijas dobladas en estantes, un pequeño escritorio con hhojas, un tintero y un par de sillas.
Le ofreció una silla a Grettia y esperó a que ella se sentara para sentarse después, mirándola incapaz de preguntar nada… luego llegó a la conclusión de que sería muy rudo de su parte preguntar de manera directa.
–¿Estás bien? –le preguntó de pronto, más preocupado por su estado emocional que por otra cosa.
Ella solo asintió, todavía asustada, sosteniéndose a sí misma como si estuviera al borde de un desmayo.
–Yo… ¿de verdad estás bien?
–Lo estoy… ¿Estás molesto… conmigo?
–¡No! –respondió demasiado rápido, alzando la voz y perdiendo la calma, recobrándola a duras penas–. ¿Porqué debería estar molesto?
–Te hice… te hice terminar… demasiado rápido.
Sintió su cara entera calentarse por la vergüenza. Ella se había dado cuenta de inmediato y… ¿Porqué dijo que no le molestaría asearlo? Más sospechas. No sabía que le habían hecho o quién había sido pero si que quería torturar y luego matar al infeliz que se había metido con alguien tan dulce y frágil como ella.
–Lo lamento –se disculpó él, recordando lo rápido que había terminado todo la primera vez que estuvo con una mujer… una hermana gris con la cual tuvo su educación práctica de caballero poco después de que despertó su detección de mana.
Esa vez al menos logró desvestirse e insertar su espada en el cáliz antes de terminar. La segunda y última había ocurrido una semana después por insistencia del idiota de Laurenz que temía que lo rechazaran cuando fuera a pedir una cita para practicar de nuevo con una hermana gris… esa había sido la última vez y estaba seguro de que había durado algo más… esto que le acababa de pasar era… sin duda era algo de lo que Laurenz se reiría por meses si se enteraba.
–¿Lo… lamentas?
La tomó de las manos, notando el escalofrío que su tacto le había provocado a Grettia subiendo por los brazos de la chica hasta conectar con su cuerpo y hacerla saltar. ¿Cómo pudo tocarlo de ese modo y luego estremecerse por qué la tomara de las manos?
–Te he estado esperando por tanto tiempo que… no… no pude controlarme. Lo lamento. Es… vergonzoso.
Cuando levantó su vista se encontró con un montón de dudas en los ojos de Grettia…. Y nada de rechazo. Suspiró sin poder evitarlo ante la mirada de la peligris cargada de consternación.
–Perdóname, Grettia. No sabía que… tú… imagino que no querías atar tus estrellas cuando cumplieras veinte… lo lamento.
Ella se aferró entonces a sus manos. Parecía triste y conmovida a la vez. Por mucho que su rostro estuviera mostrando emociones, estaba todavía tan controlado que era difícil reconocerlas bien.
–Esta bien. Perdóname tú por… dejarme llevar por todo lo que esas chicas estaban diciendo cuando te fuiste.
–¿Chicas?
Ambos se miraron. Fue el turno de Grettia de sonrojarse de nuevo y desviar la mirada.
–Cuando llegué estabas rodeado por… un montón de chicas… pero te fuiste muy pronto y Laurenz te atrapó y yo… les escuche decir… toda clase de cosas sobre ti… sobre mí… y sobre Laurenz.
No pudo aguantarse, estirando su mano para tomar a Grettia por la mejilla en un intento de consolarla. Quería que estuviera segura de que siempre contaría con él… el problema es que cada vez que recordaba lo que acababa de pasar una sed de sangre terrible se apoderaba de él y era difícil de reprimir. Tenía que preguntar. Necesitaba un objetivo claro.
–Grettia… Bluanfah baila para mí cada vez que te veo. Cada vez que caminamos juntos. Cada vez que hablo contigo… yo, te tomaré como mi única diosa dentro de un año sin falta y… no… no me importa si tienes experiencia en invocar el invierno, es solo que… me preocupa bastante que… no hayas estado de acuerdo… en aprender.
Los ojos de Grettia se nublaron. Lágrimas enormes comenzaron a caer de sus ojos y Matthias tuvo que atraparla y servirle de apoyo casi de inmediato. La abrazó lo mejor que pudo, esperando con paciencia a qué el llanto silencioso disminuyera, esperando para conseguir el nombre de la persona que alimentaria su arma antes de que la temporada terminara.
Cuando el llanto dimitió un poco y el hipo también, teniéndola todavía entre sus brazos, Matthias la besó en el cabello, decidido a llevar el justo castigo al maldito bastardo que se había atrevido a lastimarla.
–Dime quién fue, Grettia. Déjame vengarte. Permíteme ser el trueno de Verdrena que traiga cambio y justicia para ti.
Ella negó. Podía sentirla sollozando un poco todavía, abrazándolo cada vez con menos fuerza.
–Están muertos, Matthias. Los dos murieron en la purga… cuando dimos nuestros nombres para salvarnos.
No sabia cómo sentirse. Se aferró a ella de inmediato, preguntándose que debía hacer si… si esos monstruos ya estaban pagando en las alturas… ¿cómo debería consolarla? ¿Cómo debería protegerla?
–Entiendo. Entonces, por favor, dime qué hacer para confortarte, Grettia. Pídeme lo que quieras. Te lo daré.
La sintió abrazarlo con más fuerza entonces y luego la vio buscar su rostro con la mirada. Sus ojos estaban hinchados y su rostro marcado por el dolor y las lágrimas. Se veía tan indefensa en ese momento, tan herida, que no esperaba su respuesta.
–Solo abrázame, por favor.
No supo cuánto tiempo estuvieron encerrados ahí, lo cierto es que cuando salieron, ya no se escuchaba la música ni las voces provenientes del Gran Salón.
–¿Puedo escoltaré a casa?
Ella asintió de nuevo y él le ofreció su brazo, andando con ella hasta la salida e invocando su bestia alta antes de ayudarla a subir. Quería dejarla en su casa, asegurarse de que estaría bien y montar guardia para ella. Ni siquiera iría a entrenar, no sin verificar cómo lo estaba llevando, recordando de pronto las palabras que ella había colocado en su piedra de compromiso.
'Seré una esposa devota.'
El peso de esas palabras de pronto había cobrado un nuevo sentido porque él no quería que ella se volviera una sirvienta o una esclava. Quería que ella fuera feliz y eso… eso iba a ser un camino cuesta arriba, uno que estaba dispuesto a transitar por muy doloroso que fuera.
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Notas de la Autora:
Buaaa, que triste, que triste... pero luego de leer el SS que acba de salir sobre Grettia, no podía ignorar la raíz de su personalidad retraída. ¿Ustedes que creen? ¿Matthias podrá ayudarla? ¿Logrará recuperarse del todo? Bueno, eso solo el tiempo lo dirá, por mientras, espero que hayan disfrutado de leer este capítulo poco sexoso de una serie demasiado sexosa.
Gracias a todos los que han colocado esta historia en fav, follow o han dejado algún comentario, a todos ustedes muchas gracias por impulsarme para seguir escribiendo Dioses del Amor y recuerden... no tengo nada planeado para los siguientes capítulos, jajajajajaja, así que estoy más que abierta a sugerencias y peticiones.
SARABA
