Los Dioses del Amor

SS Damuel Philine: El Siguiente Paso

–¿Crees que deba hacer alguna otra cosa? No se me ocurre nada y todavía falta demasiado para el verano.

Damuel soltó un suspiro antes de apoyarse contra la pared. Estaba con Matthias en uno de los pasillos que llevaba del comedor de caballeros al castillo y a las zonas de entrenamiento. Por algún milagro de los dioses no había nadie más ahí.

–Bueno, si sigues dándole amuletos, va a terminar tintineando como nuestra señora– respondió Damuel con sinceridad.

–Tienes razón –respondió su joven compañero con un leve rubor en las orejas– Grettia dijo algo bastante similar anoche, cuando le di la tobillera.

No comprendía porque alguien querría llenar a su futura Diosa de la Luz de amuletos protectores… salvo por sus Aubs. Ellos eran un caso especial, tan especial que una sola palabra al respecto llevaría a Philine a convertirse en viuda.

Trató de analizar la situación. Grettia no era una plebeya con devorador como su señora… tampoco tenía una cantidad de mana tan grande que otros Ducados podrían intentar robarla. Si bien, Grettia tenía una figura capaz de robar miradas y alientos, la chica tenía una personalidad que la hacía pasar desapercibida, más incluso que a su propia esposa.

–¿Puedo preguntar cómo se las arregló para mantener tranquila a Lady Philine cuando nos trasladamos a Alexandria y ella se quedó atrás?

Decidió que Grettia era tan tímida y Matthias tan caballeroso, que el chico solo estaba siendo sobreprotector, no era él quien debía orientarlo entonces.

–Si soy sincero, le escribí cartas durante el tiempo que estuvimos separados y me dediqué a cumplir mi deber como caballero y a juntar monedas para cuándo pudiera traerla como mi esposa. A diferencia de ustedes, Philine y yo éramos laynobles. Hasta que me casé fue que Aub Rozemyne declaró que ambos seríamos reconocidos como mednobles y nos concedió una pequeña casa cerca de su biblioteca.

"No tenía idea." Respondió Matthias un poco incómodo, con la nuca bastante roja.

–En todo caso, si quieres una guía sobre cómo mantener tranquila a una chica tímida, creo que deberías preguntarle a Philine. Estoy seguro de que ella sabrá orientarte mejor y… no te preocupes demasiado, Matthias. Pienso que vas muy bien. Ambos tienen sus collares de compromiso y ya han anunciado que unirán sus estrellas el próximo verano. Solo no adelanten el invierno para que Grettia no tenga complicaciones en los círculos sociales y todo estará bien.

Notó a Matthias respingar, luego fruncir el ceño con odio y después… después solo volvió a ser él mismo. ¿Habrían intentado adelantar el invierno? ¿Era por eso que el chico estaba tan preocupado? ¿Grettia rechazó sus avances? Porque no podía ser que la tímida y siempre oculta Grettia hubiera intentado forzar el invierno, ¿cierto?

Lo que fuera que había pasado, Damuel no quería saberlo.

–Supongo… que puedo preguntarle la próxima vez que me toque hacer guardia en la biblioteca.

Si bien era un alivio, ahora por más que lo deseaba, no paraba de darle vueltas al asunto.

Matthias era demasiado serio y responsable como para haberse dejado llevar y asustar a Grettia… por otro lado, Grettia era demasiado antisocial, tímida y recatada para habérsele ofrecido a Matthias… ¿Un tercero en discordia tal vez?

No había pasado mucho de que cayeran en el silencio cuando Laurenz se juntó con ellos, haciendo todo tipo de bromas y burlas subidas de tono hasta que se terminó el descanso y cada cual tuvo que ir a la estación asignada.

'Tal vez Laurenz metió el pie hasta el fondo con sus comentarios y ahora Matthias está nervioso por ello.' Decidió Damuel por su propia salud mental.

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–¿Grettia te dijo eso?

Philine soltó un leve suspiro sin dejar de asentir. Estaba preocupada. Tal parecía que todos los hijos de las antiguas casas Verónicanas caídas… los que habían seguido a Aub Rozemyne, al menos, cargaban con alguna marca problemática… y por desgracia ninguno tenía la habilidad de Laurenz para que dichos problemas se les escurriera como si nada.

–Si. No sabe cómo decirle a Matthias que vaya más despacio con los paseos semanales o los obsequios… tal vez está demasiado feliz del exceso de atención y por eso no sabe cómo manejarla.

Su sonrisa afloró por si sola ante el recuerdo de Grettia sonrojada solo por ver a Matthias pasar frente a ellas y dedicarle una mirada y una sonrisa diminuta en lo que ambas salían del cuarto de lectura privado de su Aub, dejando a la peliazul leyendo felizmente a sus dos hijas, acompañada de Aub Ferdinand y no de la niñera de la princesa primogénita. Grettia era… demasiado tierna e inocente en su actuar. Hacía que su mente olvidará cuál de ellas era la mayor.

–Esos dos tienen que sentarse a hablar y ser sinceros. No sé qué problema tengan, pero Matthias ha estado… demasiado aprehensivo y sobre protector –comentó su esposo conforme ambos terminaban su cena y despedían a la asistente que habían conseguido.

Philine sonrió. Cómo laynoble, jamás habría esperado tener asistentes propios… sin embargo en Alexandria se les había elevado a mednobles gracias a los esfuerzos de ambos comprimiendo. Philine no podía estar más agradecida con su señora por garantizarle que su hermano menor estaba a salvo y era feliz, que ella se había mantenido como cabeza de la familia para fundar su propia casa en ese nuevo Ducado, además, con el hombre de sus sueños.

–Acerca de… sentarse a hablar y ser sinceros –aventuró ella, consiguiendo que Damuel la mirara a los ojos, su atención entera en ella y en nada más–… ¿te gustaría… que tuviéramos hijos?

Pudo ver la sorpresa en los ojos de su Dios Oscuro, así como su lucha por contener una sonrisa que no tardó nada en florecer del todo en su rostro o la manera torpe en qué el hombre bajó de su silla, rodeó la mesa y se arrodilló frente a ella, abrazándola por la cintura y ocultarse ahí un momento para luego enderezarse lo suficiente para besarla una y otra vez.

–Todo –suspiró Damuel entre un beso y otro, antes de acunar su rostro–, quiero todo contigo, Philine. Un matrimonio. Una casa. Una familia. Un futuro. Nada me haría más feliz que tener preciosos hijos rubios correteando, creciendo y uniendo sus estrellas para traernos nietos después.

Por supuesto que ella se rio de su apasionado discurso. Solo se había sentido así de feliz antes de que su madre subiera la altísima… no, eso era mentira, porque esa era una felicidad inocente e infantil que no conocía el valor de esa misma felicidad. Ésta, en cambio, podía atesorarla y disfrutarla.

–¿Te parece bien si sigo trabajando en la biblioteca a pesar de estar con la Carga de Geduldh?

El encanto se rompió en ese momento. La enorme sonrisa radiante cargada de felicidad de Damuel se disminuyó, opacada por completo con una mueca seria de ojos preocupados.

–¿Estás segura de… querer seguir trabajando?

Asintió. Lo había estado considerando mientras su señora llevaba a cabo su pequeño experimento con las otras mujeres que atendían al castillo. A pesar de estar la mayor parte de su tiempo en la biblioteca, su círculo social y las eventuales fiestas de té a las qué asistía la mantenían informada. Si bien las futuras madres del programa de experimentación solo habían podido seguir en funciones una o dos temporadas luego de hacerse con la carga, ninguna parecía en peligro de perder a sus hijos.

Los embarazos en Ehrenfest habían sido siempre muy peligrosos por tres razones. Lady Verónica. Sobrecarga de mana que llevara a perder al bebé. Partos complicados que se cobraban la vida de la madre y en ocasiones de la criatura misma. Pero en Alexandria, al menos en esta generación eso no parecía ser un problema. A pesar de su estatus, no tendrían que preocuparse por conseguir un sanador competente, Aub Rozemyne garantizaba que todos los lores del castillo tuvieran acceso a sanadores capacitados y a todas las revisiones que fueran requeridas. También tenían acceso a la ropa de tela de plata para evitar saturar o contaminar a los bebés en camino. Y ella no tendría que renunciar a seguir en su búsqueda por completar las historias inconclusas que su madre le contara de pequeña. Estaba de verdad tan cerca de lograr completar las últimas tres… sin olvidar que la imprenta de Alexandria ya había publicado al menos cuatro libros de cuentos que incluían algunos de los que su madre le contara con ilustraciones y todo.

–Damuel, creo que un embarazo en el castillo, bajo los términos de nuestra Aub sería mucho más seguro para mí que solo quedarme encerrada en casa… además de que podremos vernos más tiempo que si me encierro aquí.

Su esposo lo consideró, soltándola sin apartarse demasiado.

Estaba segura en que su Dios Oscuro no tardaría mucho en dar su consentimiento, después de todo, había servido a Aub Rozemyne desde antes de su bautizo, él había visto de primera mano lo acertado de cada proyecto de su señora y como ella solo había mejorado en eso de poner sus ideas al servicio del resto.

Una pequeña sonrisa resuelta y un asentimiento le dijeron lo que necesitaba, no estaba preparada para que Damuel se levantara de inmediato, tomándola en brazos y caminando con rapidez hacia la única alcoba de la casa.

–¡Da… ¿Damuel?!

–Si mi esposa quiere un bebé, le daré un bebé lo antes posible.

Podía sentir su cabeza, su cuello y sus hombros pintarse del noble color de Geduldh, a punto de estallar por la temperatura aumentada de súbito. Para cuando volvió en sí, su esposo estaba casi desnudo y ella en la cama… con la ropa abierta y la piel de su cuello sensible.

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–¡Mmh! ¿Damuel?

Estaba demasiado influenciado por Brennwärme y Beischmacht desde la noche anterior, pero no podía evitarlo. Era como si todo su cuerpo estuviera concentrado en convertir a Philine en Entrinduge a como diera lugar. Si bien había sido adorable verla sonrojarse y congelarse por su modo tan crudo de decirle que harían un bebé, o que había desfallecido dentro de ella la noche anterior, lo cierto es que necesitaba más. Era como si un instinto primitivo se hubiera adueñado de él y ahora necesitara embarazarla con todas sus fuerzas.

–Sigue descansando, yo me encargo –susurró al oído de su diosa sin dejar de besarla en el cuello y los hombros con su espada deslizándose entre las piernas de ella para estimularla.

–No… no puedo dormir… si me tocas de ese modo.

La escuchó soltar una risita divertida, haciéndolo sonreír también. No estaba seguro de que podría mantener la cabeza fría en el castillo. Dudaba de poder mantener sus manos y su espada lejos de Philine si tenía que seguir a su señora a la biblioteca o si su esposa se aparecía con libros nuevos en el despacho.

¿Cuál sería el castigo por encerrarse con su esposa en alguna sala de lectura vacía o en alguno de los almacenes de asistencia que estaban ocultos por los pasillos para besar y tocar a su diosa como estaba haciendo ahora y llenarla con su nieve? ¿Y si reportaba que ambos estaban enfermos? No, ambos eran demasiado responsables.

Sus manos no tardaron en alcanzar uno de los senos de su esposa y el pequeño y sensible monte de Geduldh. La sinfonía de placer saliendo de los labios de su esposa no hacían más que complacerlo y excitarlo a partes iguales. Una pequeña oración fue formulada por él mientras intentaba besar y morder la piel de la espalda de Philine, haciéndolo sentir como su mana se movía por todo él y una parte lo abandonaba. No es como que fuera malo en realidad, solo una novedad. Debía ser la segunda o tercera vez que oraba con gratitud a los dioses. La primera había sido cuando se comprometió con Philine y la segunda durante su noche de las estrellas.

Pronto su espada encontró el camino al cáliz de su hermosa y tierna Geduldh, haciéndolo gruñir conforme ella soltaba un gemido tras otro de puro placer.

Quizás habría seguido reclamándola de espaldas si no hubiera notado lo desesperada que parecía Philine por besarlo, así que salió de ella, volteándola, besándola de modo apasionado y obligándola a subir a él, sintiéndola abrazarse al tiempo que su espada resbalaba de inmediato dentro de ella.

–¡Damuel! –suspiró Philine escondiendo su rostro en el hueco de su cuello, provocando que él sonriera ante el sonrojo que llegaba hasta los hombros de ella.

–Dijiste que no podrías dormir, pensé que querrías llevar el ritmo –bromeó abrazándola, peinando sus cabellos rubios y depositando un beso entre ellos.

Philine solo negó. Su bella esposa seguía siendo de naturaleza tímida. Llevar el ritmo la avergonzaba un poco durante o después sus juegos de Ewigeliebe y Geduldh.

–¿Quieres que me siente a ayudarte?

Ella solo asintió y él la envolvió en sus brazos, levantándose con ella hasta el sillón de una sola plaza que tenían cerca de la cama. Era cómodo sentarse ahí. Era cómodo para Philine apoyar sus piernas a los lados de su cuerpo en él y el respaldo le daba la oportunidad de recostarse un poco sin dejar de mirar, besar o guiar a su esposa.

Algo en aquel abrazo íntimo, con él tomándola de las asentaderas para ayudarla a llevar el ritmo que quisiera y los besos dulces y que estaban compartiendo debió exaltar de más a su amada, cuya boca no tardó mucho en alcanzarle el hombro para morderlo y succionando de un modo placentero y un poco doloroso.

Philine era tímida y gentil. A veces le parecía demasiado madura y recatada para su edad… excepto en ocasiones como está en que comenzaba a brincarle encima y a marcarlo con desesperación mientras él se dejaba hacer. Otra razón para mantener ese sillón en su habitación.

Decidió seguirle el juego por una vez, posando su boca en un hombro blanco y terso, abriendo para dar la bienvenida al dulce sabor de su carne para morder un poco y succionar su piel despacio. Philine dejó de brincar con desesperación, frotando su cadera sin permitirle salir de ella todavía, gimiendo a pesar de tener la boca ocupada y llevándolo a aumentar la fuerza con que le estaba pintando una flor de Beischmacht, soltándola solo para reclamar su boca y ahogar una serie de gemidos cortos al tiempo que las llamas del dios del tesoro se apoderaban de ella.

Parecía exhausta ahora, con su mirada empañada de lujuria y complacencia conforme los primeros rayos de la diosa de la luz entraban por su ventana, haciéndolo consciente de que se había perdido el entrenamiento de la mañana.

–Mi Diosa de la luz… ¿Y si nos tomamos el día?

Lo estaba mirando como si no logrará comprender sus palabras, haciéndolo sonreír más orgulloso de lo que debía.

–¿Y si… en lugar de ir al castillo, nos quedamos aquí hoy convocando a los dioses?

Estaba seguro de que no podría concentrarse en nada que no fuera hacerla suya una y otra vez en cada rincón oscuro que se le pusiera en frente. Era una sensación extraña. De pronto, los rumores de que sus Aubs convocaban al invierno en locaciones poco usuales le parecieron más que creíbles. Con el modo en que esos dos se preocupaban el uno por el otro era estúpido pensar que había días en que, simplemente, no podían contenerse… justo como él en ese momento.

–¿Aquí? ¿todo el día? –logró balbucear su esposa, mirándolo con un sonrojo precioso formándose sobre sus pómulos.

–Si, Philine. No creo que pueda llevar a cabo mis deberes hoy… no con toda esta necesidad de tenerte entre mis brazos.

La escuchó soltar esa risilla tonta que hacía a veces. La dejó besarlo tanto como quiso y luego se levantó con ella de vuelta, acomodándola en la cama cuando ella dijo que estaba de acuerdo. No necesitó más para arrodillarse frente a ella y llenarla con su amor una y otra vez, pintándola en sus colores hasta que ambos cayeron exhaustos.

Un poco más tarde, cuando pudo recuperar el aliento, envío un ordonannz a Lord Cornelius y otro a Lord Harmut.

–¡Por supuesto! –dijo la primera ave en regresar con la voz de Harmut–, la segunda princesa va a necesitar eruditos y caballeros confiables. Solo asegúrense de verificar el ciclo de la señorita Philine con un calendario para que pueda darle una semana completa. Encargaré a alguna asistente que les agende una cita mañana con una sanadora del ala de niños. ¡Disfruten su día libre!

De más está decir que Philine estaba roja de pies a cabeza para cuándo él ordonannz repitió el mensaje por segunda vez. En cuanto a su otro mensaje.

–¿Estás pidiendo en serio un día libre para invocar al invierno, Damuel? ¡Por todos los dioses! ¡Esto es peor que la peste! ¡Tú…!

–¡Cornelius! –escuchó al fondo la voz de Lady Leonore amonestarlo–, solo deja que el pobre hombre se tome el día y yo lo cubro.

–¡No puedes…! Carajo, todos en este Ducado están locos… ¡Te quiero mañana a la primera campanada en el campo de práctica, Damuel! ¡Y más vale que la próxima vez avises con más tiempo!

Estaban estupefactos ante el segundo mensaje, mirándose el uno al otro tan blancos como el papel vegetal de su señora, escuchando el mensaje repetirse por segunda y luego por tercera vez antes de comenzar a reír. Cornelius podía estar a favor del recato y de las buenas costumbres todo lo que quisiera, podía ser el capitán de la guardia de la Archiduquesa de Alexandria y a pesar de ello, no podía ir contra su esposa o contra corriente de modo alguno.

–No es en serio que invocaremos el invierno todo el día… ¿o si?

Se sentía tan libre y feliz como cuando era un niño prebautismal, tal vez por eso su sonrisa no tardó en ampliarse y su mirada en recorrer el cuerpo de su esposa antes de apoyarse sobre un codo para verla a los ojos.

–Tomaremos un baño juntos y luego… ¿te gustaría ir a pasear por Ibiza un rato o nos quedamos en casa?

Philine se cubrió el rostro, riendo antes de asomarse por entre sus dedos para luego jalarlo y darle unos cuantos besos cortos y juguetones en los labios.

–Quedémonos en casa. Si fuiste capaz de enviar esos mensajes confesando que estamos buscando hacernos con la carga de Geduldh, no dudo que intentes tomarme bajo un parasol en la playa o en el Templo de Kunstzeal.

Estaba demasiado eufórico para controlarse, de modo que no fue ninguna sorpresa que reclamará a su esposa poco antes de acabar de bañarse en la pequeña tina que tenían… o evitara que la asistente entrara más tarde con la comida porque estaba demasiado ocupado devorando a Philine en la pequeña sala de su hogar… o que tuviera que cargar a la joven luego de reclamarla de nuevo antes de la cena porque la chica había quedado incapacitada para subir por su propio pie.

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–Lady Philine, Sir Damuel, me complace informarles que su pequeño está creciendo sano.

Estaba demasiado feliz escuchando las palabras de la sanadora que se les asignó un mes atrás. Mirando a Damuel con su rostro radiante o sentirlo pasarle una pequeña cantidad de mana a través de sus manos solo la hacía sentirse más a gusto.

–Si esperan aquí, les traeré las ropas de plata para que ambos estén protegidos. Por favor, aunque la ropa sea ajustable, recuerden venir a cambiarla en cuanto Lady Philine se sienta incómoda portándola.

Ambos asintieron. Ella sonrió su corazón acelerado cuando la sanadora sonó una campanilla y una asistente que parecía haberse graduado apenas ese año, entró con dos juegos de ropa de plata en las manos. Al parecer, podría usar una de esas prendas en lo que la otra era lavada.

–Algo más. El departamento de investigación está desarrollando un aparato especial para ver al bebé todavía en el vientre. No estará listo sino hasta la siguiente temporada, cuando haya sido probado con éxito. ¿Les gustaría ser de los primero en usarlo?

Eso era inesperado. Su mano se dirigió a su vientre y sus ojos a los de su marido, cuya mano libre estaba ahora sobre la suya acunando su vientre plano en tanto sus ojos mostraban preocupación de nuevo. Quería poder ver a su bebé cuánto antes, era verdad… pero también era cierto que Damuel ya estaba demasiado preocupado porque ella seguiría con su trabajo en la biblioteca.

–Temo que declinare esta vez –respondió mirando a su sanadora–, quizás para nuestra siguiente carga de Geduldh…

–Entiendo. En ese caso, muchas felicidades. Por favor, no duden en reportarme cualquier duds que tengan. Estaré revisando a Lady Philine el mes que viene.

Ambos agradecieron, se despidieron y salieron de la pequeña oficina acondicionada para revisar a las futuras mamás. Estaban caminando despacio en el pasillo que llevaba a la biblioteca cuando la certeza atacó Philine, haciéndola detenerse para mirar a Damuel y abrazarse a él con la misma emoción y gratitud que sintió el día que él la tomó en brazos y la sacó de la casa de su padre.

–¡Vamos a ser padres! –se encontró murmurando emocionada mientras los brazos siempre cálidos y confiables de Damuel la sujetaban.

–¡Vamos a ser padres! –repitió Damuel, besándola en la cabeza antes de bajarla de nuevo al suelo para mirarla a los ojos a punto de decir algo sin llegar a hacerlo.

–¡Felicidades a ambos! –sonó la voz de su señora, haciéndolos separarse del todo y postrarse de inmediato–. ¡Hey, no! No, no, no, no, no, no, ¡levántense los dos de inmediato! En especial tú, Philine. Nada de arrodillarse cada vez que pasó frente a ti. No voy a dejar que ningún bebé se arrodille.

Tuvo que enderezarse, perpleja y aliviada ante el comentario de Aub Rozemyne antes de dirigirle solo una reverencia con los brazos todavía cruzados.

–Mucho, mucho mejor. Tengo que convencer a Ferdinand de que me deje exigir que ninguna mujer embarazada debe arrodillarse en este Ducado. No puede ser bueno para los bebés.

Podía escuchar como su esposo hacia lo posible por tragarse una pequeña risita que ella misma no lograba mantener a raya. Para cuando ambos estuvieron de nuevo en pie y con las frentes en alto, Philine notó la cara de pocos amigos de Cornelius, la de curiosidad por parte de Matthias, el sonrojo de Grettia y la cara de burla de Laurenz, todos de pie detrás de su señora.

–Bueno, imagino que todavía debes cambiarte, así que no hay problema si ambos se toman un cuarto de campanada. Damuel, estaré en mi despacho, sin embargo, te agradecería que escoltes a Grettia y a mi hija menor. Philine, hay algunos libros recién llegados de la imprenta que tal vez quieras revisar y clasificar en persona. Hoy no iré a la biblioteca.

–Si, Aub –respondieron ambos y el pequeño séquito se alejó por el corredor.

El mana de Damuel no tardó mucho en enredarse con ella entonces, haciéndola notar el tono travieso y jovial nada propio de su esposo.

–Si no temiera ser demasiado brusco por las prisas, me ofrecería a bañar al bebé con mi mana en alguna habitación en desuso.

–Si no te conociera, te mandaría detrás de nuestra Aub y buscaría a alguien que me ayude a cambiarme para evitar que lleguemos tarde a nuestras obligaciones.

Ambos se sonrieron, buscando una habitación donde colocarle a Philine la ropa de plata debajo de su ropa de trabajo. De más está decir que esa noche los dos tardaron en dormir, demasiado ocupados hablando del futuro

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Notas de la Autora:

Y venimos de regreso con SS. Espero que hayan disfrutado con este pequeño vistazo a la vida de Damuel y Philine... y prometo que en algún punto se le pondrá un alto a Cornelius mojigato.

Cuídense mucho y Feliz Fin de Semana.

SARABA