Los Dioses del Amor

La Belleza de Entrinduge

Un pequeño rostro arrugado y sin cabello, con las cejas tan delgadas que no notaba el color fue lo primero que vio cuando su hermana mayor le entregó a su bebé. Lo segundo fue la diminuta mano que no paró de luchar hasta salirse de la sábana para buscarla.

El llanto del bebé era extraño, le generaba todo tipo de emociones que tenían su corazón en una maraña compleja. De lo único de lo que estaba segura es que lo daría todo por ese pequeño ser entre sus brazos. Tan indefensa. Tan frágil. Tan necesitada de ella.

"Angie" la llamó Eckhart, recordándole que seguía envuelta entre sus brazos, recibiendo su mana "tenemos una hija muy, muy hermosa" dijo él con su voz temblorosa en lo que ella terminaba de abrazar a su pequeña, volteando para encontrar a su marido mirándolas a ambas con los ojos rojos y un rostro complicado "¡Gracias, Angie!"

Le sonrió, sintiendo como las lágrimas corrían también por sus propios ojos conforme los cerraba para recibir un beso de Eckhart en su frente. Sus emociones eran mucho más sobrecogedoras que cuando invocaba el invierno o entrenaba con su esposo, algo que jamás imaginó siquiera posible.

–¡Eckhart! –no sabía que decir.

Su hijita dejó de llorar de pronto, aferrándose a ella con fuerza a pesar de ser tan pequeña, girando su rostro para alcanzarla. Angélica podía sentir su órgano de mana derritiéndose de ternura e inundándose de amor cuando su pequeña comenzó a besarla.

'¿Los bebés nacen sabiendo besar?'

Temía preguntar porque estaba segura de que era una pregunta estúpida. Eckhart seguro trataría de explicarle, pero Liesseleta… su hermana podría o regañarla o reírse de ella antes de explicarle y en ese momento… en ese momento solo deseaba bañarse un poco más en la sensación desconocida de ese amor incondicional que estaba sintiendo.

–¿Han decidido algún nombre para mí preciosa sobrina?

Eckhart la miraba de un modo curioso. La verdad es que habían estado hablando de ello en sus ratos libres. En ocasiones, solo soltaban un nombre y comenzaban a discutir si les gustaba o no, de modo que ya tenían un nombre en caso de que fuera niña y otro en caso de que fuera niño.

Angélica le sonrió a Eckhart. El caballero se limpió el rostro con la manga de su ropa para luego besar la cabecita de su hija y mirar a su cuñada.

–Helga. Su nombre es Helga.

–¡Es un nombre muy hermoso, hermano Eckhart! –respondió Liesseleta antes de indicar que Eckhart podía curar ahora a Angélica, haciéndola sentir aliviada de inmediato, a lo que Liesseleta debió activar el círculo mágico de limpieza que colocaron debajo porque también comenzó a sentirse fresca y limpia antes de que su hermana le reacomodar su camisón y comenzara a remover todo el equipo de parto.

–Gracias. ¿Es mi imaginación o nuestra bebé tiene hambre?

Liesseleta soltó una risita, esa por la que Angélica evitó hacer preguntas bobas.

–La pequeña Helga debe tener mucha hambre y tal vez una pequeña descompensación de mana, pero…

Liesseleta volteó a ver a la otra mujer en la alcoba. La sanadora del castillo que estuvo supervisando todo el embarazo desde el inicio, la cual estuvo ayudando ese día desde temprano, enfundada en ropa de plata y cuero con un par de herramientas listas en una mesa aledaña a la cama.

–Revisaré eso de inmediato. ¿Puedo tomar a la pequeña Helga?

La sanadora se acercó con los brazos extendidos y Angélica se volteó de inmediato, soltando un quejido silencioso por el dolor que el súbito movimiento le causó, aferrándose más a su bebé y preguntándose porque Stenluke no estaba en su cintura.

–Lady Angélica, está bien –se apresuró a decir la sanadora–, no dañaré a la pequeña Lady Helga ni la alejaré de ustedes, solo le haré una revisión rápida, tal y como solicitó Aub Rozemyne.

La mención de su señora la hizo relajarse y dejar de esconder a su bebé. Todavía con reticencia, entregó a su hija, mirando con atención como era medida, pesada y examinada con un par de herramientas mágicas en la mesa junto a su cama.

Su hija no debía estar muy cómoda porque comenzó a llorar casi de inmediato. El cansancio se le olvidó apenas escucharla porque estuvo a punto de saltar encima de la sanadora para recobrar a su hija al mismo tiempo que hacía estallar la cabeza de la mujer ajena a su familia… si no lo hizo, fue porque Eckhart la mantuvo sometida todo el tiempo, mirando de ella a su bebé de forma alternada.

–Angie, contrólate. ¡Si Aub Rozemyne solicitó que hicieran esas revisiones, deben habérselas hecho también a las princesas! Ni Aub Ferdinand, ni Aub Rozemyne dejarían que le hicieran nada malo a los bebés. ¿No confías en ellos?

A pesar de su discurso, podía sentir el mana de Eckhart a su alrededor, avanzando muy despacio y frío, en guardia, casi como si se estuviera preparando para atacar en territorio hostil.

Angélica se abrazó a su esposo, asintiendo, pensando de pronto en que su esposo había perdido un bebé. La sola idea de que algo malo le pasara a su hija o de que muriera… si eso le pasará y tuviera otro bebé, no dejaría que nadie tocará a su siguiente hijo… no vivo, al menos.

Angélica tomó aire entonces mirando a su hija moviéndose y llorando para evadir las lágrimas y dejar de sentir el angustioso y desagradable apretón alrededor de su órgano de mana. Su bebé estaba ahí, viva… y entre sus brazos antes de darse cuenta.

–¡Muchas felicidades, Sir Eckhart y Lady Angélica! Tienen una bebé muy sana, fuerte y con un nivel de mana normal para un bebé archinoble. Lady Liesseleta, los dejo en sus capaces manos. Debo volver para hacer un reporte, nuestra Aub estaba ansiosa por saber cómo salía todo.

La sanadora se retiró y Liesseleta les mostró a ambos como debían acomodar a Helga para alimentarla, un poco después les mostró como sacar el aire a la bebé, como cambiarle los pañales y vestirla. Aún si Helga pasaría buena parte de sus primeros años en la sala de niños del castillo junto a las princesas y los hijos del resto del séquito cercano, el primer mes permanecería con Angélica. Solo hasta que Angélica decidiera regresar al trabajo, la sanadora diera su aprobación y consiguieran una niñera para Helga, la bebé empezaría a ser atendida por otras personas.

–Por cierto, envié una carta a nuestros padres y los de Lord Eckhart para avisar de que pronto nacería su bebé. Me parece que Aub Ferdinand aprobó hace poco la entrada al Ducado a nuestros padres y a Lady Elvira, así que, prepárense para las visitas. Si gustan, puedo venir a ayudarlos y…

–Liesseleta –interrumpió Angélica en ese momento, dejando de ver a su bebé durmiendo junto a ella y sintiéndose demasiado cansada–, ve a casa con Bettina y tu esposo. Sé que siempre dije que te pediría que te siguieras haciendo cargo de mí y de mis hijos tanto como fuera posible, pero… yo…

–Hermana, debes estar en verdad cansada si estás declinando, así que, hermano Eckhart, les estaré avisando de cualquier visita que vayan a tener. No duden en contactarme para que venga a ayudarlos.

–Muchas gracias, Liesseleta. Lo tendré en cuenta. No te preocupes.

Liesseleta se fue y Angélica miró a su esposo, el cual no hizo más que sonreírle y besarla en la frente sin dejar de vigilar a Helga en todo momento.

–Angie, descansa. Déjame todo a mi. Hablaré con nuestros asistentes y me encargaré de todo, ¿de acuerdo?

–¿De verdad… está bien?

Podía sentir a su esposo cepillándole el cabello con los dedos ahora, o notar la felicidad extrema en su voz, al igual que su determinación.

–Has protegido a nuestra bebé desde que supimos que vendría. Dejaste de entrenar cada vez más. Incluso soportaste quedarte en casa para cuidar de Helga, así que, creo que mereces descansar. Lo que acabas de hacer… no sabes lo nervioso que estaba, recordando lo fácil que una mujer puede morir dando a luz.

Lo abrazó entonces, depositando un par de pequeños besos en los labios de su marido y luego se acomodó en la cama, rodeando a Helga con uno de sus brazos para acercarla más, cayendo en un profundo sueño.

.

Mentiría si dijera que no estuvo nervioso durante el nacimiento de su hija. El agua, la sangre, los gemidos de dolor de su esposa, las manos de Liesseleta y de la sanadora tocando a su mujer y luego entrando en ella para terminar de limpiar cuando su bebé estaba siendo revisada… estaba tan nervioso y tan preocupado que si no tuviera que prestar atención a sus emociones y a su mana para sostener a Angélica, alguna de las otras dos mujeres en su alcoba podría haber terminado muerta o muy herida.

Cuando todo estuvo de nuevo limpio y en orden, con su esposa y su hija en la cama, fue que pudo relajarse. Si era sincero, la única razón de que no faltará a su trabajo todo el tiempo que Angélica estuvo encerrada en casa se debió a que su señor lo estuvo enviando temprano a casa.

"¡Estás demasiado distraído, Eckhart!" fue la única explicación que le dio su señor el primer día que lo despidió temprano. Nunca podría terminar de agradecerle. Heidemarie había estado atravesando el último mes de embarazo cuando los sobrevino la desgracia.

Él había estado fuera esa noche, cazando una bestia Fey para poder calmarse y no lanzarse a ciegas contra la maldita Chaocipher que lo dejó sin su amo. Cuando volvió era demasiado tarde para salvar a cualquiera de los dos. Justus estuvo ahí también, encontrando el tipo de veneno y la fuente en tiempo récord, tratando de administrar el antídoto con ayuda suya pero todo fue en vano.

Heidemarie murió entre aullidos de dolor y lágrimas, con sus brazos rodeando su vientre y muriendo justo cuando la cabeza de su bebé asomó por entre sus piernas. Su madre, Lady Elvira, se las había ingeniado para hacerla entrar en labor en cuanto se dieron cuenta de que había sido envenenada. Las últimas palabras de Heidemarie no dejaron de resonar en su mente por años.

"¡Por favor, salve a mi bebé! ¡Por favor! ¡Por favor!"

Si era sincero, con los años, las palabras dejaron de repetirse poco a poco en sus sueños, volviéndose un eco cada vez más lejano del verdadero inicio de su miseria hasta que un día solo quedó el dolor, la añoranza por lo que no pudo ser y luego… luego pensó que había sanado. Los gritos de Heidemarie no volvieron a hacer eco en su cabeza si no hasta ese momento en que Angélica comenzó a quejarse y tanto la sanadora como Liesseleta aparecieron menos de un cuarto de campanada en su puerta. De verdad no podría soportar perder a su familia una segunda vez, así que el alivio que sintió cuando la sanadora dijo que todo estaba bien con ambas y Liesseleta los ayudó a alimentar a Helga, notó un alivio real y completo. No quería alejarse de ellas. No quería irse de su recámara. Temía que al regresar todo hubiera sido solo un sueño o peor… temía que al volver las encontraría muertas, sin embargo… tenía que asegurarse de que Angélica estaba cómoda y que no se preocupaba de nada que no fuera Helga, así que se tragó su miedo y salido.

–Ordonannz. Milord, habla Eckhart… tengo una hija, y yo… ¿Puedo tomarme unos días, por favor? Prometo volver a mi puesto tan pronto como Angélica esté un poco recuperada.

El ave voló. Eckhart dio algunas indicaciones a sus asistentes y envió otro ordonannz a Cornelius y a Justus avisándoles que todo había salido bien y que tenía una hija saludable.

Estaba indicando a la asistente de Angélica que comenzara a poner el servicio de comida en la mesa donde acababan de revisar a su hija cuando llegó la primera respuestas.

–Eckhart, aquí Lord Ferdinand. Tienes dos semanas de vacaciones a partir de hoy. Tu madre y tu abuelo acaban de entrar a nuestro territorio al igual que los padres de Angélica. Ya he enviado a algunas personas a recibirlos, deberían estar llegando a tu casa hoy a la sexta campanada. Asegúrate de ayudar a tu esposa y disfrutar a tu hija.

¿Dos semanas? Ninguno de los nuevos padres se había tomado más de una semana ante la llegada de Entrinduge… ni siquiera su señor… estaba muy tentado a enviar otro ordonannz preguntando al respecto cuando le llegó otro ordonannz.

–Eckhart, soy Justus. ¡Felicidades por tu nueva hija! Hablé con Aub Ferdinand en cuanto llegó tu primer ordonannz y le sugerí darte una semana extra de descanso para evitar que te estreses demasiado aquí. Te volviste un verdadero manojo de nervios estos últimos días. Nuestro señor estuvo muy tentado a darte un descanso indefinido hace tres semanas. En fin, espero que estén bien. Felicita a Angélica de mi parte."

Al menos eso explicaba la semana extra para permanecer en casa. Lo apreciaba bastante. De algún modo, uno de ellos dos debió adivinar la razón de su nerviosismo. Estaba considerándolo todavía cuando llegó un segundo ordonannz que lo dejó bastante intranquilo.

–Eckhart, aquí Cornelius. Creo que vas a necesitar refuerzos, estaba recogiendo a mamá y al abuelo junto a tus suegros cuando llegó tu mensaje y ahora el abuelo ha huido con rumbo a tu casa para conocer a su bisnieta. Toma precauciones, va a toda velocidad.

Estaba tan aterrorizado que tardó un poco en reaccionar. El ordonannz de su hermano era ahora una piedra en el suelo. Era lo peor que podía pasarle. Su abuelo era una bestia más peligrosa que el señor del invierno cuando se trataba de tener descendientes mujeres. Su pequeña Helga podría explotar como una diminuta pasa a causa de su "amoroso" bisabuelo si no hacía algo… y realmente no sabía que hacer, al grado de entrar a la habitación y sentarse, totalmente en blanco, en la silla colocada para él junto a la cama.

Su maná debía estar bastante descontrolado si Angélica se puso en guardia, protegiendo a su hija apenas despertar, para luego mirarlo con ansias.

–¿Eckhart? ¿Qué sucede?

–Mi abuelo viene para acá a toda velocidad.

–¡Oh! ¿Mi maestro viene para acá? ¿No es eso maravilloso? ¡Podríamos entrenar un rato y…! ¡Dioses, no puedo entrenar justo ahora! ¡No puedo hacer ejercicios fuertes todo el mes!

Eso lo hizo reaccionar, mirando a Angélica incrédulo.

–¿Angie no…? ¡Mi abuelo va a aplastar a Helga en cuanto la vea!

–¿Porqué haría eso? ¡Helga no es una criminal ni una sospechosa!

–No, no lo es, es peor. ¡Es su BISNIETA!

Podía notar a la perfección como sus palabras y el significado detrás de ellas comenzaba a rondar la mente de Angélica. Su sonrisa desapareciendo poco a poco hasta crear una mueca de entendimiento y luego una de pánico. Estaba seguro de que Angélica recordaba cuánto tiempo evitaron que Bonifatius pudiera tener contacto físico con Rozemyne debido a lo brusco y extremadamente fuerte que era ese hombre. Al final, Angélica miró a todos lados cubriendo su boca con una mano, levantándose de un salto que la hizo doblarse de dolor un segundo o dos antes de recomponerse y alcanzar una piedra en lo que invocaba su schttape.

–Ordonannz. Milady, aquí Angélica. Tengo una linda hija a la que hemos nombrado Helga. Lord Bonifatius viene a verla a toda velocidad. Sé que esto no es adecuado, pero, ¡¿podría venir a detenerlo por favor?! ¡Mi Helga es muy joven para morir!

Quizás se habría reído si no estuvieran hablando de la posible muerte accidental de su hija a manos de su amoroso abuelo, o del poco tiempo que tenían para prepararse a contener al viejo y retirado Lord Comandante de Ehrenfest.

.

–¿No es esto maravilloso, Elvira? –rugió Lord Bonifatius maravillado y con una mueca demasiado similar a la que puso Liesseleta muchos años atrás, cuando sus padres las llevaron a un criadero de shumils para elegir uno de mascota–. ¡Los dioses me están bendiciendo con nietecitas preciosas por todos lados! ¡Voy a consentirlas y cuidarlas! ¡Les enseñaré a protegerse y el arrancaré la cabeza a cualquiera que las haga llorar!

Que la declaración fuera seguida por una estruendosa carcajada no ayudaba para nada. Angélica seguía mirando a su maestro, el abuelo de Eckhart, sentado en el piso en medio de su sala, mirando a las dos princesas hijas de Aub Rozemyne y a su propia recién nacida. Que la princesa Aiko estuviera de pie frente a él, sonriendo y llevándole cosas en tanto la princesa Hoshi no dejaba de moverse y tratar de alcanzar todo lo que llevaba su hermana, recostada entre las piernas del viejo caballero era suficiente para mantener a Lord Bonifatius lejos de su pequeña por el momento.

–¿No es fantástico esto, Rozemyne? ¡Tus hijas podrán crecer con sus primos! –celebró Lord Bonifatius sin atreverse a moverse demasiado para no lastimar a la bebé en sus piernas–. Es una lástima que no puedan interactuar con los hijos de Lamprecht también. Tu hermano me dijo que a sus dos hijos les encantan los libros de bebé y los juguetes que les enviaste.

–Me alegra mucho escuchar eso, abuelo.

Angélica soltó un suspiro de alivio antes de escuchar a Lady Elvira soltar una pequeña risita antes de devolverle a su hija. Que Lady Elvira estuviera utilizando ropa de plata la tenía un poco más tranquila.

–Hicieron bien en llamar a Rozemyne. Habría sido muy difícil contenerlo sin la ayuda de Aiko y Hoshi.

–Fue idea de Angie, mamá –respondió Eckhart mirando de su hija a su abuelo y a ella–. Lo que me sorprende es lo rápido que mi hermana arregló todo en el castillo para llegar antes que el abuelo.

–Aunque admito que tu hermana puede moverse bastante rápido cuando lo requiere, sospecho que quien se está asegurando que todo marche bien en el castillo es su esposo.

Angélica sonrió notando las facciones de Eckhart mostrando lo orgulloso que se sentía de ser parte del séquito de Lord Ferdinand. Ella se sentía igual.

Helga comenzó a removerse de pronto, arrugando su ceño y sus facciones. Su carita comenzó a colorearse del noble color de Geduldh que contrastaba con sus diminutas y finas cejas.

–Helga, no, no llores bebé, no llores. Dile a mamá que es lo que quieres.

Imposible. Helga soltó un grito fuertísimo antes de comenzar a llorar. Su pequeña lengua parecía temblar dentro de su diminuta boca y Angélica comenzó a revisarla, nerviosa y frenética, deteniéndose al escuchar la risita de Lady Elvira.

Cuando Angélica miró a su suegra y a su señora paradas frente a ella, se sentía confundida y derrotada.

'¿Cómo se me ocurrió tener un bebé? ¡No sé nada de bebés y mi bebé lo sabe!'

–Angélica, creo que tú pequeña tiene hambre –señaló su Aub agachada para poder estar a la misma altura que su rostro.

–¡Pero acaba de comer hace una campanada!

–¿No tendrá otra cosa? –preguntó Eckhart tomando a Helga con cuidado y comenzando a revisarla como si estuviera buscando veneno o algo así.

Helga lloraba más fuerte ahora, haciendo incluso algunos chillidos más agudos y pronto Lady Hoshi también estaba llorando en tanto Lady Aiko y Lord Bonifatius trataban de calmarla mostrándole los objetos con que estuvo tan tranquila un rato atrás.

–Acaba de nacer hace poco –explicó Lady Elvira–, va a tener hambre casi cada campanada. Su cuerpo es muy pequeño pero va a crecer con mucha rapidez. Por eso es que Rozemyne no les permite volver a trabajar antes del mes. Los bebés necesitan muchos cuidados bastante seguido los primeros meses.

Eckhart las miraba a ambas. Angélica lo miraba a él y a su hija, luego observó por un segundo o dos a su alrededor.

Su señora estaba tomando en brazos a Lady Hoshi, tranquilizando a su abuelo y a su hija mayor. Ambos parecían más tranquilos ahora. Sus asistentes estaban llevando todos los objetos que la princesa había tomado, de vuelta a su lugar. Lord Bonifatius estaba por ponerse en pie. Lady Elvira comenzó a girar en dirección a las escaleras y Eckhart estaba por pasarle a su hija. Olía a té de jazmines y galletas de rhorhes y chispas de chocolate.

Cuando Helga estuvo segura en sus brazos, Eckhart la tomó a ella y comenzó a caminar.

–Hermano, antes de que te vayas –llamó su señora, haciendo que Eckhart volteara con ella y la niña en brazos–, Hoshi también tiene hambre. ¿Hay alguna habitación donde pueda alimentarla?

Eckhart asintió.

–Dejen de preparar el té y guíen a mi hermana a mi oficina.

–Quelo galletas… a favoh –dijo de inmediato Lady Aiko imitando a su padre según podía apreciar Angélica… sonrojando de paso a Lord Bonifatius que acababa de sacar y encender su schttape, llamando la atención de la pequeña.

–Y luego sírvanle té y galletas a mi abuelo y a la hija de mi hermana, por favor. Llevaré a Angie a nuestra alcoba.

Ella solo se recargó en el pecho de Eckhart aferrando un poco más a Helga, que seguía llorando, acercándola a su hombro en un intento de que la pequeña estuviera más tranquila.

–¿Mi bebé tiene hambre? ¿Es eso, pequeñita? ¿Quieres comer un poco más? Seguro que sería agradable pasar todo el día comiendo y durmiendo si en lugar de leche te diera galletas con chocolate

–Angélica –la llamó su suegra, quién estaba sosteniendo la puerta de su habitación en la segunda planta abierta, espero que no intentes darle galletas o chocolate a Helga. Ella va a estar bien tomando solo leche los próximos seis meses.

–Pero me gustaría que probará comida deliciosa y no solo leche. Ni siquiera sé si la leche de humano tiene buen sabor.

Tanto su marido como su suegra estaban haciendo lo posible por suprimir la risa que su comentario, sin duda alguna, acababa de generar.

–Angélica, ¿qué te parece si mañana tu madre y yo te explicamos… y a Eckhart también cómo cuidar de forma adecuada de Helga? Responderemos todas tus dudas.

Eckhart la depositó en la cama y su suegra se quedó en el marco de la puerta. Eckhart no tardó nada en soltar la bata para recibir visitas que llevaba puesta y luego la ayudó a deshacerse de la parte superior de su camisón. Fue complicado, pero entre ambos lograron acomodar a Helga, quien debía estar tan hambrienta que le dolió bastante cuando la pequeña comenzó a succionar. Por suerte, el dolor pasó casi de inmediato. Helga se abrazó a su seno entonces y Eckhart le sonrió. Ambos se relajaron en ese momento.

–Por cierto, Angélica. Te puedo asegurar que ninguna pregunta es tonta cuando se es madre primeriza. No importa cuánto se nos prepare o instruya, una nunca está lo suficientemente preparada para ser madre, así que mañana puedes hacer todas las preguntas que desees y nadie pensará que eres tonta. Te lo aseguro.

–Gracias, Lady Elvira.

Escuchó los pasos de su suegra retirarse y luego Helga comenzó a pegarle con sus pequeñas manitas.

–Parece que hay que cambiarla al otro lado –murmuró Eckhart, haciéndola recordar que Liesseleta y la sanadora la habían hecho cambiar a su bebé al otro seno más temprano.

Una vez que Helga terminó de comer, sacó el aire y Eckhart le cambió la ropa y los pañales, Angélica se quedó embelesada observándola dormir.

–Angie, voy a bajar para atender a las visitas. Descansa, ¿si?

–Gracias, Eckhart.

–Por cierto, yo… escuché que Aub Ferdinand y mi hermana suelen dormir los dos con sus hijas el primer mes… para no descuidarla con el maná y… ¿quieres que duerma con ustedes o…?

–Si, por favor. Yo… no sabría que hacer si Helga vuelve a llorar tanto… lo siento.

Eckhart acunó su rostro, obligándola a mirarlo, encontrando sus ojos cargados de felicidad y una sonrisa amable y sincera también.

–No te disculpes. Gracias por permitirme dormir con ustedes, temía que me mandarías a dormir a alguna de las habitaciones de invitados.

Lo tomó de inmediato del rostro, negando frenética antes de besarlo en los labios con angustia y luego aferrarse a él.

–Nunca, ¡nunca quiero volver a dormir sin ti! Por favor, no me importa si alguien se entera y dicen cosas como con mi señora… yo…

Lo escuchó reír. Lo soltó y lo observó. Las orejas de Eckhart estaban sonrojadas igual que parte de sus pómulos y una de las manos de él descansaba sobre el cuerpecito de su hija.

Se besaron de nuevo y él la abrazó, aspirando con fuerza entre sus cabellos y dándole un poco de mana con la mano que la sostenía a ella.

–Angie, solo si me ordenas que te deje sola, lo haré. Así que gracias. A mí tampoco me importa nada de los chismes que puedan circular afuera. No me molesta que los otros sigan haciendo comentarios sobre Lord Alphons…

–¡Lord Alphons es mío!

Su esposo se rio de nuevo, haciéndola sonreír. Besándola entre sus cabellos y soltando un suspiro.

–Lord Alphons es tuyo, estoy de acuerdo. Y en cuanto al menú en la dieta de nuestra hija los próximos seis meses, si te preocupa tanto, puedo probarla… de vez en cuando… solo para asegurarnos de que le estamos dando un alimento delicioso.

Lo alejó un momento, sintiéndose emocionada de pronto.

–¿En verdad? ¡Eckhart es el mejor papá del mundo!

No estaba segura de porque Eckhart parecía abochornado ahora y tampoco le importaba mucho, igual lo besó, bostezando cuando Schlätraum comenzó a reclamarla con fuerza, haciéndola consciente de que tan cansada estaba… hacía mucho que no se sentía así. Daba la impresión de que acabará de participar en un ditter verdadero y luchado contra cientos de fuertes rivales.

–Descansa, Angie y no te preocupes por nada. Yo me encargo del resto.

Y solo con esas palabras se acomodó en la cama, rodeando a Helga con un brazo y cayó en un profundo sueño.

.

–Cómo puede observar, Sir Eckhart, nuestra diosa encarnada se ha encargado de que las bendiciones de Wiegenmilch y Entrinduge nos lleguen a todos a través de su piadosa magnanimidad. ¡No hay un solo lugar en todo Yurgensmidt más seguro que la divina sala de juegos para los pequeños e inocentes futuros seguidores prebautismales de Aub Rozemyne!

Eckhart soltó un suspiro de cansancio luego de tragarse toda la perorata de Harmuth, quién iba caminando por la sala de infantes con su hijo mayor en brazos.

–Bien, bien. Lo entiendo. Helga estará bien atendida. Angie podrá venir a alimentarla sin problemas y yo podré venir a visitarla si tengo algún tiempo libre.

–¡Y lo mejor es que debido a las princesas, los niños tienen asegurado bañarse en la gracia e infinita divinidad de nuestra Aub! Son tan afortunados de poder verla…

Estaba seguro de que su hermana era una gran líder, innovadora y con un corazón más grande que Yurgensmidt… pero en serio, ¿cómo podía tener fanáticos como Harmuth a su servicio cuando ese tipo de halagos extremos la incomodaba era algo que Eckhart jamás entendería.

De pronto se dio cuenta de que el Sumo Sacerdote de Alexandria estaba en silencio mirando algo. Él mismo notó el ordonannz revoloteando alrededor de ellos, por lo que Harmuth bajó a su hijo y ambos hombres estiraron el brazo. El pájaro de piedra blanca se paró en el brazo del sacerdote y la inconfundible voz de Justus, bañada de inusual ansiedad, salió del pico del ave.

–¿Harmuth? Habla Justus. ¿Podrías auxiliar a Aub Ferdinand hoy? Margareth está teniendo a nuestro bebé justo ahora –ambos escucharon un gruñido, seguido de la voz de una mujer pidiendo a alguien que respirara y buscará una posición cómoda, obligándolos a entre sí–. Mi amada, dulce y muy valiente esposa me cortará las bolas si la dejo sola, jejeje, seguro lo entiendes. Prometo ir mañana a primera hora a dar indicaciones a mi reemplazo.

El mensaje se repitió tres veces y ambos hombres reaccionaron entonces.

–¿Voy a tener que trabajar contigo hoy? –preguntó Eckhart, no muy seguro de que eso fuera algo bueno.

–Un placer para mí también, Lord Eckhart. Me encantaría aprovechar nuestro tiempo juntos interrogándote sobre lo magnífico y sublime que debió ser ver crecer a mi señora dentro de la casa Linkberg… pero a juzgar por lo que acabamos de escuchar, Lord Justus debió dejar un verdadero desorden antes de salir corriendo detrás de otro ordonannz. ¿Te parece si buscamos primero a Aub Ferdinand para ver bajo cuánto trabajo acaba de sepultarme tu compañero?

–Te sugiero que apuremos el paso entonces. No debe ser poco.

–Lo mismo pensé. Por cierto, Clarissa, Leonore y Liesseleta querían organizar una fiesta de té en cuanto Angélica regresara a su puesto para darles la bienvenida a la sala de juegos… pero sospecho que será mejor esperar a que Margareth también vuelva. Hay mucho que comentarles acerca de ser padres de los pequeños séquitos.

–¿Cuáles séquitos? ¿No estarás insinuando que…?

–¡Oh, si! Nuestros hijos van a pertenecer a los sequitos de las sagradas princesas sin lugar a dudas, mejor que se vayan haciendo a la idea. Antes del bautizo, sus obligaciones como bebés en los pequeños séquitos es jugar, interactuar y aprender junto a las princesas para darles todo el estímulo que ellas necesiten para convertirse en dignas hijas de Alexandria, además

Ese fue un día muy largo para Eckhart, pero al menos tuvo mucho que contarle a Angélica cuando volvió a casa. La primer semana volviendo al trabajo estaba siendo cada vez menos complicada. Odiaba salir en las mañanas y dejarlas a ambas en casa, protegidas solo por Stenluke, pero amaba volver y tener algo que contarle a Angélica mientras la veía amamantar a Helga.

No podía ser más feliz que cuando veía a su esposa sonriendo feliz y tranquila con su pequeña hija en brazos.

.

Notas de la Autora:

¿Alguien esperaba tanta ternura en este capítulo? ¿O lo de los pequeños séquitos de bebés? bueno, es Harmuth, todos sabemos cuál fue el propósito de reproducirse
En todo caso, espero hayan disfrutado este capítulo no sexoso. De vez en cuando sale uno de esos por aquí 😉

Bueno, nos vemos la próxima semana y solo por hacer publicidad, escribo una colección de novelas de fantasía llamadas "Crónicas de Ametis" que pueden encontrar en Amazon tanto en tapa blanca como ebook. El tercero de la colección saldrá pronto y lo único que parece faltarle para ser fantasía prehispánica es desarrollarse en una de las ya conocidas ciudades precolombinas... cosa que no se puede porque esa colección se desarrolla en un planeta lejano

Un saludo a todos y feliz fin de semana.

SARABA