Capítulo 18
Rust terminó de limpiar la barra del vacío bar aquella madrugada de domingo, mirando el reloj de su muñeca para observar que eran pasadas las 3 y media, antes de acercarse hasta la bolsa de basura para retirarla y cerrar el establecimiento.
El hombre volvió al interior tras sacar la bolsa de desperdicios, encendiéndose un cigarro antes de dirigirse a la zona trasera para lavar varios vasos sucios antes de irse. No obstante, quedó a medio camino de la zona cuando escuchó el derrapar de un coche muy cerca.
No pasaron ni un par de minutos cuando contempló con sorpresa el coche gris de Sally entrar a gran velocidad en el parking, deteniéndose abruptamente y sin orden ninguno en la zona desierta, para después salir del vehículo y quedarse allí de pie.
El rubio dejó el cigarro sobre el cenicero de la barra, saliendo al encuentro de la mujer, ya sabiendo que algo estaba ocurriendo, y era patente que nada bueno.
Confirmó a la tenue luz de la farola sus predicciones. El coche de la camarera tenía la luna trasera rota, y algún que otro agujero de bala por la parte posterior de la carrocería. Fijó la vista entonces en la morena, quien esperaba de pie frente al capó con la pistola que le había dejado hacía semanas, en la mano.
Pronto notó que ella temblaba y estaba como en shock, aún tratando de asimilar lo que fuera que le había sucedido.
-Sally, ¿qué ha pasado? -Preguntó con suavidad, sin acercarse a ella.
-Dos tíos en un coche rojo me seguían… por la autopista han empezado a disparar y a tratar de sacarme de la carretera. No sabía qué hacer; pero cuando se han puesto en paralelo les he devuelto los tiros. He disparado tu arma, Rust.
La mujer posó la vista en él y alzó el brazo diestro para darle la pistola, que él tomó con calma para sacar el cargador y contar las balas que quedaban, pasando después a ponerle el seguro y guardarla a su espalda mientras hablaba.
-¿Has reconocido a alguno, o el coche? Cuéntame todo lo que sepas.
La chica inspiró de forma entrecortada, llevándose una mano a la frente mientras empezaba a hablar despacio. No obstante, su discurso se fue acelerando.
-No sé quiénes son, apenas los he visto. Hace días vengo pensando que me seguían, pero creía que estaba paranoica después de lo que pasó en mi casa, porque desde entonces tengo tanto miedo que he cambiado la puta cerradura, y no se me ocurre abrir las putas ventanas por si acaso me olvido de dejarlas bloqueadas. Vi el coche alguna vez en el restaurante, o en mi calle aparcado, pero pensé que sería de algún vecino y que todo estaba en mi cabeza… pero no, joder. Al salir del trabajo fui a casa y no paré al ver que estaba allí con esos dos tipos dentro, entonces empezaron a seguirme a pesar de los rodeos estúpidos que di. Tiene que ser Jackson el que intenta matarme o asustarme, no sé, Rust; pero tiene razones, porque le jodí ya en el pasado, y ahora van a descubrir sus movidas con la droga porque hemos estado investigando lo de Elisabeth…
El rubio no dejó que continuara hablando atropelladamente al ver que la ansiedad empezaba a sobrepasarla, agitando su respiración y haciendo que el aire le faltase, como aquella noche en el puticlub.
Rust sujetó sus hombros al acercarse a ella, mirándola a los ojos para hablar despacio.
-Tranquila, Sally. Ha pasado ya, ¿vale? Ahora tienes que parar y respirar despacio; intenta no pensar, desconecta. ¿Estás bien? ¿Estás herida?
La camarera negó con la cabeza, centrándose en respirar con profundidad y calma, sintiendo como sus ojos se anegaban en lágrimas mientras contemplaba los azules del hombre. Rust llevó las manos al rostro de ella, contemplando como en un segundo rompía a llorar tras superar el estado de shock.
Sally sujetó las muñecas del rubio, bajando la mirada ante la invasión del llanto, no queriendo que la viera así. Él no apartó las manos de sus mejillas hasta que ella lo obligó al pegar la frente a su pecho, abrazándolo acto seguido.
-Lo siento, Rust.
-Está bien, Sally. -Respondió a su leve susurro, pasando a responder al gesto, envolviéndola con sus brazos de forma cuidadosa, sin poder evitar sentirse raro ante aquello.
Fue la mujer quien se separó despacio del camarero cuando sintió fuerzas de nuevo, disculpándose a la par que evitaba mirarlo y él hablaba de nuevo.
-Venga, vamos a mi casa. Esta noche has tenido suficiente carretera.
Rust cogió las llaves del coche de Sally, así como su mochila negra, encaminándose hacia el bar para cerrarlo antes de ir a su casa con la chica detrás, siguiéndolo en silencio hasta que entraron en el hogar.
-Puedes dormir en la habitación; yo me quedaré en el sofá. -Dijo Rust mientras dejaba la mochila sobre el mueble, sentándose mientras sacaba el paquete de tabaco.
-No es necesario… de todas formas tampoco creo poder dormir mucho. Me quedaré aquí, gracias, pero puedes irte a dormir. -Respondió tratando de sonar firme, terminando de limpiar sus últimas lágrimas.
-No suelo dormir mucho, no te preocupes por mí. ¿Un cigarro?
Sally asintió con una débil sonrisa, pasando a sentarse lentamente al lado del rubio, dándole las gracias cuando le pasaba el cigarro que acababa de encender.
Ambos fumaron en silencio las primeras caladas hasta que la morena rompió el mutismo sin mirar al hombre.
-Lo siento, Rust. No quiero molestarte, ni hacernos pasar a ninguno por esto; pero al mismo tiempo siento que ahora no puedo, ni quiero estar sola.
-Oye, no pasa nada, Sally. Nos quedaremos aquí fumando, en silencio si quieres, y el tiempo que necesites. -Susurró tras exhalar el humo, continuando con la mirada perdida al frente.
La chica no tardó en murmurar un sincero gracias, para después atreverse a deslizar su mano libre hasta ponerla sobre la de él, que reposaba en el sofá. Sally volvió a agradecerle cuando sintió que el hombre pasaba a aceptar su agarre, sintiéndose mejor.
Rust alcanzó el móvil de la mesa cercana a la cama cuando sonó su móvil, observando que era su antiguo compañero.
-¿Qué hay, Marty? No sueles llamarme pronto.
-Tengo novedades. Las marcas de neumáticos coinciden en todos los casos. He conseguido que Papania suelte prenda, y deben ser de una camioneta o algo parecido por el ancho de rueda. Tienen la marca, pero no son nada extraordinarios, así que no se ha reducido mucho el círculo en torno a nuestro tío.
-Bueno, ahora tenemos que buscar por los clubs al tío de la camioneta. Hay que moverse rápido, antes de que pueda largarse lejos del sur.
-Sí, podemos ir esta noche al puti de Baton. He intentado hablar con Sally antes que contigo, pero tiene el móvil apagado, lo cual me extraña. Probaré luego y le diré que pasaremos cuando salga de su turno de tarde.
-Yo se lo diré, Marty. Está aquí.
Tras un breve silencio al otro lado, Hart habló con sorpresa y confusión.
-¿Ha pasado ahí la noche? ¿Os habéis acostado?
El camarero ignoró el tono con el que formuló la pregunta, susurrando su respuesta con la misma indiferencia.
-No. Me temo que las cosas se están complicando, Marty. La están siguiendo, y anoche terminó de comprobarlo cuando unos tíos en un coche rojo, que ya había visto antes, la esperaban frente a su casa. Ella no paró y la siguieron hasta que en la autopista empezaron a disparar e intentar echarla de la carretera. Llegó aquí como a las tres y media, por eso se quedó.
-Joder… y ¿está bien?
-Asustada, ya sabes. Por lo demás, bien. Piensa que Jackson está detrás, y seguramente tenga razón.
-Ese tío está fuera de control… debería hablar con la poli para que ese gilipollas pare.
-No creo que sea buena idea viendo cómo se las gasta Jackson; eso lo cabreará más, Marty. Creo que lo mejor sería hacerle una visita a él y dejarle las cosas claras. Todo mejor sin que Sally se entere.
-Sí, podría ser más útil… pero también podría ser lo contrario, Rust.
-Déjamelo a mí, Marty. Buscaré dónde se esconde y hablaré con él, nada más. No haré nada que haga que pueda ir a por Sally, ¿vale?
El rubio escuchó como el hombre maldecía por lo bajo al otro lado, no muy convencido con el plan, pero acabó aceptando tras unos segundos, resignándose.
-Mucho cuidado con lo que vayas a decir, Rust. Esperemos que ella no se entere o se cabreará mucho… En fin, ¿os veo luego entonces en su curro? Creo recordar que dijo que hoy salía a las 8.
-Sí, eso haremos. La acompañaré ahora a su casa para ayudarla con el coche y eso. Nos vemos esta tarde, Marty.
Ambos colgaron a la vez, haciendo que el rubio contemplara, pensativo, la pared de enfrente mientras pensaba en comenzar a armar su plan de actuación extraoficial.
