Capítulo 23

El sonido de la puerta del coche cerrándose invadió el espacio de la gasolinera, seguido de un fuerte suspiro antes de que Sally comenzara a caminar, alejándose de la desierta estación de servicio.

La camarera luchaba a cada paso que daba hacia el puticlub en no pensar en sus pasadas experiencias, contra el miedo a volver a tener problemas. Pero sabía que iba a ser imposible dejar de sentir aquella tensión constante que le hacía apretar su spray de pimienta dentro del bolsillo de aquella fina chaqueta que ocultaba la camiseta de su uniforme.

Lo único que la consolaba levemente era pensar que, siendo apenas las 10 de la noche, aún no habría demasiados borrachos ni indeseables merodeando. El plan era sencillo y rápido, no debía recrearse en sus pensamientos, con lo que apretó el paso para llegar a las inmediaciones del edificio, buscando las primeras mujeres a las que preguntar.

Justo las tres que había fuera estaban hablando entre ellas mientras fumaban a las puertas del club, puesto que en el parking no había movimiento de posibles clientes, y sólo algunos vehículos aparcados.

-Hola, chicas. No sé si os acordáis de mí, de hace unas semanas preguntando por una chica, Elisabeth…

-Sí, cariño. Al final la pobre apareció muerta… ojalá pudiera decir que me sorprende. -Intervino la más mayor de las 3, exhalando el humo de su cigarrillo. Sally volvió a tomar la palabra.

-Sé que ninguna de vosotras habíais interactuado con ella, ni sabéis nada, pero ahora busco al que pudo haberlo hecho. Quizás hubiera estado por aquí merodeando para secuestrarla, y sé más o menos qué coche lleva, quizás vosotras que pasáis aquí tanto tiempo hayáis visto con frecuencia una ranchera tipo todoterreno, algo vieja, de este estilo.

Las mujeres observaron las fotos que la morena sacó de la carpeta que llevaba, escuchando vagamente a Sally disculparse por no poder ser más concreta respecto al coche. Contempló con detalle el rostro de las prostitutas mientras murmuraban entre ellas y negaban con la cabeza.

-Hay muchos clientes diferentes, y la verdad es que por aquí la gente suele tener ese tipo de camioneta con frecuencia.

-Yo desde luego no he visto nada raro, o a ningún tío en especial por aquí constantemente. -Añadió la única mujer a la que Sally no conocía, ampliando el comentario de la más mayor.

-Vale, gracias igualmente, chicas. Voy a preguntar dentro.

Sally volvió a agrupar las fotos dentro de la carpeta, disimulando su desilusión mientras enfilaba el camino hacia la puerta del antro, sintiendo menos ansiedad de la esperada al ver que apenas había gente.

Pasó directamente de hablar con el camarero que atendía las bebidas, dirigiéndose a la barra americana donde bailaba aquella jovencísima chica que había entrevistado la primera vez.

Sally se quedó a unos pasos, apoyada contra una pared mirando con gran incomodidad hasta que pudo hacer contacto visual con la rubia, quien pareció reconocerla también, entendiendo que volvía a por respuestas. La bailarina discretamente le marco un cinco con la mano, haciéndole entender que esperara aquellos minutos a que bajara.

Con un suspiro de alivio recibió la camarera el paso de aquel lento tiempo eterno por las circunstancias, carraspeando levemente ante la llegada de la chica, quien se iba cubriendo con una bata corta de franela negra.

-Gracias por atenderme, no te quitaré mucho tiempo. -La saludó Sally, sonriendo unos segundos antes de continuar ante el escueto saludo de su interlocutora, quien le aseguró que todo estaba bien. -Bueno, ya sabrá lo que ocurrió con Elisabeth, y es por eso que he regresado; creo que su asesino estuvo aquí, vigilando hasta que la seleccionó como su víctima, y muy posiblemente pasara varios días por la zona con su coche, y esa es la cuestión. Sé que tiene que ser un tipo de camioneta, una ranchera como estas, antigua, quizás algo desmejorada. ¿Sabes algo? ¿Recuerdas ver alguna varias veces, o que ella dijera algo…?

Sally calló mientras la joven contemplaba las fotos en silencio, arrugando el ceño tras unos instantes al detenerse en una concreta.

-Recuerdo algo que ella me dijo unos días antes de desaparecer, justo aquel día en el que hablamos tras que Mike le ofreciera trabajar dentro. Salíamos para marcharnos a casa y en el aparcamiento señaló una camioneta parecida a esta, y comentó que debía de tratarse de alguno que se había obsesionado o enamorado de alguna, porque lo había visto ya varias noches diferentes por aquí.

-¿Recuerdas cómo era la camioneta?¿ Dijo algo del tío, o lo viste tú? -Preguntó veloz, sintiendo que su pulso se disparaba.

-No vi al hombre, estábamos lejos. Ella tampoco lo había visto. La camioneta era oscura, negra, y tenía algún rallón y desconchón en la pintura; parecía vieja. Las ruedas parecían también como más grandes de lo normal, me llamó la atención. Era del estilo de la de esa foto en forma; juraría que era una Chevrolet porque reconocí el logo; mi padre tenía un coche de esa marca. No te puedo decir nada más.

-Muchas gracias, esto es muy importante, en serio. Tengo que irme.

Sally casi salió corriendo del puticlub, aún contemplando la fotografía señalada de aquella camioneta parecida a la de Rust, recreando la descripción de la prostituta en su mente mientras sacaba el móvil y llamaba al último número con el que había contactado.

-Hola, Sally. ¿Estás bien?

-Hola, Marty. Sí, no pasa nada; tengo novedades de la camioneta. Una chica del club de Baton Rouge vio junto con Elisabeth una Chevrolet negra de ruedas muy grandes, vieja y algo destartalada. Fue vista varias veces allí por Elisabeth, tiene que ser él, Marty.

-Vale, haré unas llamadas mañana, y seguiremos por ahí para intentar sacar algo más. Tú ve a casa ahora y cuando acabes de trabajar seguiremos con esto si quieres. En realidad estaba pensando en llamarte, porque a eso de las 8 he quedado con Rust en el bar; al parecer tiene novedades de Jackson, parece que se ha ido de la ciudad.

-Te agradezco que me avises, Marty, pero ya hablamos de esto la última vez que nos vimos; no es muy buena idea aún. Escríbeme mañana o pasado cuando tengas nueva información y concertamos una reunión nosotros, ¿vale?

La morena trató de sonar natural, a pesar de que se sentía idiota cada vez que aquella situación salía a flote, pero el detective no insistió, aceptando su oferta con tono amigable antes de que ambos se despidieran y cortaran la conversación.

Sally suspiró tras guardar el móvil, apretando el paso en su camino hasta la gasolinera donde había aparcado, sintiendo que de nuevo tenía algo a lo que agarrarse para avanzar, y sin querer reconocerlo, dejar de pensar en Cohle.


Marty había estado escuchando el relato de Rust sobre su allanamiento a la casa de Jackson en Lafayette tras haber vigilado varios días el lugar, cerciorándose de lo evidente al entrar: que el hombre había abandonado el antiguo hogar de su abuela, apenas llevándose lo esencial ante la posibilidad de que la policía empezara a presionar más de lo que convenía a su negocio.

Aquello era una buena noticia, aunque sólo un parche que no disipaba la posibilidad de que aquel flanco volviera a ser peligroso para cualquiera de los tres que integraban el grupo. No obstante, Hart no se detuvo en pensar en aquello, pues prefería centrarse en los problemas más cercanos, y en aquel momento concreto, lo que rondaba su mente era la ruptura del pequeño trío.

Tras haber relatado las novedades halladas en las últimas horas gracias a Sally, y de contar que había hablado con Papania para mantener aquel acuerdo de ayudarlo en la sombra a cambio de dejarlos investigar sin que los acusaran de obstrucción, el silencio volvió a reinar en la pequeña barra del bar.

Desde luego que el detective privado no esperaba que su antiguo compañero le contara nada de lo que sucedido o de lo que pensaba sobre el tema, pero no podía soportar más aquel descaro de ignorar el tema ante la total evidencia de que algo no iba bien, ya que la camarera llevaba días sin reunirse con los dos.

-¿Qué? -Acabó por decir Rust ante la visión de Marty observándolo más de la cuenta. Él dejó el botellín de cerveza sobre la barra, hablando con una leve sonrisa en los labios.

-Joder, tío. Me parece increíble que no vayas a decir nada. ¿Vamos a seguir fingiendo eternamente o qué?

-Sí tienes algo que decir, hazlo. Yo no lo tengo, Marty. Fui muy claro cuando abordaste el tema.

-¿Sabes que Sally me lo ha contado? -Preguntó volviendo a ponerse serio, viendo al rubio beber cerveza con su habitual parsimonia antes de responder.

-Teniendo en cuenta que no ha aparecido desde aquella noche, y que tú hablas con ella y habrás preguntado qué le pasa, pues sí; sé sumar dos más dos.

-¿Por qué la rechazaste? ¿Dónde ha quedado ese hilo de esperanza de cambio del hospital?

-Marty, nunca te he dicho cómo tienes que vivir tu vida; haz lo mismo respecto a la mía, ¿quieres?

-No pretendo hacerlo, sólo intento ayudarte a que avances y no te quedes estancado en la vida, sin objetivos y en una soledad autoimpuesta que no tiene sentido. ¿A qué le tienes miedo, Rust?

-No tengo miedo a nada; sé quién soy, y sé que lo mejor para todos es que las cosas sigan en su lugar.

-Sí, sabes demasiado quizás… y por eso sabes también que tienes miedo de dejar la puerta abierta y que alguien pueda entrar, a hacer que tus planes ya no sean previsibles. Creo que no estás tan seguro de lo que puedes sentir respecto a Sally, y que por eso ni te permites el lujo de poder acostarte con ella sin más.

Rust lo miró fijamente, manteniéndose serio a la par que centraba sus ojos en los de Marty, pero antes de que pudieran continuar con la discusión, se alertaron cuando la chica mencionada apareció abruptamente abriendo la puerta, centrando la vista en Hart para hablar velozmente.

-Es una Chevrolet modelo 1500 454 ss del 90.